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Artículo del astrólogo Lluís Gisbert sobre Eros y Tanatos desde la perspectiva de la astrología psicológica. Publicado en abril 2017 por la web Zhazz, especializada en las relaciones de pareja. Enlace a la publicación en su web: Venus y Plutón . Lluís Gisbert

La astrología nos invita a reflexionar sobre la naturaleza polifacética de las relaciones y el amor. Es algo que solemos olvidar, ya que nuestro condicionamiento cultural suele asociar las relaciones de pareja únicamente con el anhelo de estabilidad, fecundidad, durabilidad e incluso con la realización y felicidad personal. Con tanta exigencia sobre lo que esperamos de una relación es normal que muchas relaciones se rompan por no poder cargar con el peso de las expectativas que proyectamos sobre ellas. Además, toda relación que no cumple con esta finalidad tendemos a pensar que ha sido un error, o aun peor, un fracaso y así al dolor de la ruptura le añadimos una carga extra de culpa.

Parece que en ocasiones enfoquemos las relaciones de la misma forma que un negocio, viviéndolas como éxitos o fracasos y nada más. Olvidando a si mismo que hay muchos modelos posibles de relación, e incluso que hay y ha habido grandes personalidades del mundo del arte, el pensamiento, la ciencia y otras disciplinas que su carácter se puede calificar de solitario sin que eso sea una tara psicológica o un problema a corregir. Desde este punto de vista, tener o no relación de pareja no se relaciona con el éxito o el fracaso personal sino con una manera libremente escogida de vivir.

La tradición astrológica y sobre todo la vida misma nos muestra la realidad de muchos tipos de amor: amores pasionales y amores platónicos, amores fatales y amores convencionales, amores carnales y amores místicos, amores inspirados por las musas y amores redentores, amores heridos por las flechas de Eros y amores de conveniencia… quizás tantos amores como seres amados y sobretodo tantos tipos de amor como finalidades del mismo. La astrología nos invita a reflexionar sobre las múltiples vocaciones del amor.

En astrología hay un planeta con el nombre de la diosa del amor; Venus siendo este uno de los indicadores básicos de aspectos esenciales de la personalidad, como nuestra autoestima y sistema de valores, que a la vez son dos factores clave en la cualidad de nuestras relaciones afectivas.  En el momento de nuestro nacimiento Venus se encuentra en uno de los doce signos zodiacales, en una de las doce casas y además puede estar en aspecto (relación angular entre dos o más cuerpos celestes) con otros planetas del sistema solar y todo ello incorpora distintos tipos de experiencias, estilos, patrones y aprendizajes en nuestras relaciones y en nuestra imagen interior del ser amado.

Esto no quiere decir que haya aspectos de Venus que nos lleven a vivir “malas” o “buenas” experiencias en el amor. Este es uno de los mayores errores que cometemos muchos astrólogos; transmitir por ejemplo que Venus en Capricornio o en aspecto con Saturno es negativo y Venus en Libra positivo en las relaciones amorosas. La calidad de nuestras relaciones estará íntimamente ligada a nuestra maduración emocional y autoestima. Lo ideal sería que dos naranjas enteras (completas en sí mismas) eligieran relacionarse, pero sí nuestra autovaloración está herida o aun no nos valemos por nosotros mismos, seremos como medias naranjas anhelando completarnos con otras medias naranjas, lo que equivale a encontrarnos con otras personas incompletas viviendo los conflictos que se manifiestan cuando la dependencia y la necesidad nublan el amor: celos, posesividad, manipulación emocional, pérdida del deseo sexual, etc.

Como decíamos anteriormente, la tradición astrológica es rica en el conocimiento de las distintas facetas del amor tal y como en la mitología griega Afrodita (Venus en la romana) tenía múltiples amantes y cada uno expresaba distintas finalidades del amor. Dedicaremos varios artículos a las distintas relaciones (aspectos) de Venus, pero esta vez nos centraremos en el aspecto entre Venus y Plutón. Este último es el planeta que recibe el nombre del dios del submundo romano Plutón (el Hades griego).

El amor mundano anhelante de estabilidad nunca ha tenido el favor del cine, la literatura o las artes en general, más bien los amores que han inspirado e inmortalizado las artes han sido amores fatales, apasionados y tortuosos en la misma medida que muestran la atracción existente entre Eros y Tánatos o sea que muchas veces el sentido del amor y del deseo no es la fecundidad sino la muerte, o dicho en términos más psicológicos, la transformación.

En este sentido Venus representa el deseo y la pulsión erótica del dios Eros y Plutón la pulsión tanática del alma humana. Todos sabemos que hay relaciones que independientemente de su duración temporal están impulsadas por intensas y profundas emociones que nos llevan en muchos aspectos a salir de la relación distintos a como habíamos entrado. No existe renacimiento que no incorpore una muerte previa. Son relaciones que nos llevan a conocernos en mucha mayor profundidad en la medida que deseos, miedos, obsesiones, pulsiones, inseguridades y distintas corrientes emocionales que hasta entonces se mantenían enterradas en lo más profundo de nuestro inconsciente han aprovechado la relación para salir a la luz. Esta es una gran ocasión para conocer, aceptar y comprender la naturaleza humana en toda su riqueza y profundidad, incluidos los deseos y emociones que solemos negar.

Hablamos de cuando el deseo y la sexualidad van más allá del placer físico y se convierten en una puerta para cruzar el umbral que separa la consciencia cotidiana de la realidad del alma y sus incontrolables e intensas pasiones. Son los mismos amores que han llenado de pacientes las consultas de los psicoanalistas y terapeutas de distintas tendencias psicológicas, o sea amores que nos llevan a una iniciación a nuestra propia naturaleza anímica; a un emerger de nuestras emociones más profundas, un despertar de nuestros deseos negados junto a un enriquecedor anhelo de comprensión de nuestra naturaleza psicológica. Es la clase de amor que nos lleva a morir como seres superficiales y a renacer como seres más profundos, vitales, más conocedores de nuestro cuerpo y sexualidad, o sea menos negadores y controladores, en definitiva, el amor que nos posibilita transformarnos en seres psicológicamente más sabios.

“Atracción fatal” es un término utilizado en el cine y la literatura que alude a esta unión entre deseo y transformación. Siendo aún niños ya nos defendemos del amor; cuando deseamos a alguien intensamente tendemos a negarlo como mínimo ante los demás, cuando no ante nosotros mismos. Deseamos lo que tememos y tememos lo que deseamos, pero en el fondo nos tememos a nosotros mismos. ¿Qué tememos? Quizá que el encuentro con el ser deseado despierte en nosotros emociones heridas e inseguridades que negamos de nosotros mismos. Tememos sentirnos dependientes, ser arrastrados por corrientes de celos, de posesividad o de obsesiones y deseos incontrolables. Tememos que se reabran sentimientos de abandono que nos retrotraigan a experiencias traumáticas de la infancia.

Si somos honestos, confiamos en el ser amado y nos entregamos a la experiencia del deseo en lugar de intentar utilizar estrategias de poder a fin de negar nuestra inseguridad, el amor puede ser una experiencia liberadora, terapéutica y sanadora en nuestra vida y en la vida del ser amado. El amor nos puede llevar a un profundo cambio vital que nunca hubiéramos abordado de forma autónoma y en muchos sentidos esto nos puede llevar a renacer como seres más completos y profundos.

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