Seminario: Saturno/Kronos & el don de la melancolía – Enrique Eskenazi

Seminario que tuvo lugar el 7 de Mayo del 2005 en el Centro Enrique Eskenazi de Barcelona.

Transcripción literal a cargo de Lluís Gisbert.

En un profundo, brillante y extenso recorrido de la imagen de Saturno a través de la historia y desde todas sus esferas: en la mitología, la psicología, la astrología, la medicina, el arte, la alquimia…

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El tema que trataremos hoy es una constante en la historia de la humanidad, sobre todo en la historia de Occidente, la que comienza con los griegos hasta ahora, aunque este tema pueda ir más allá de la cultura occidental. Lo que hoy se llama el trastorno depresivo, o desorden bipolar con énfasis en uno de los dos polos, que estadísticamente está considerada la plaga psicológica de la segunda mitad del siglo XX y de la que se preve mayor expansión en el siglo XXI. Es un tema que sale en los periódicos, que preocupa a los gobiernos por cuestiones económicas, ya que el número de bajas por depresión es altísimo.

Hoy en día la depresión es un tema médico, que se enfoca desde una perspectiva médica, psiquiátrica y en el mejor de los casos psicológica. Por lo tanto es un tema en el que la gente tiene poco que decir, ya que está reservado a ser tratado por especialistas como una patología. Pero esto que hoy es terreno médico, hubo un tiempo en el que fue considerado un fenómeno frecuente, nunca normal (por lo que siempre hubo una preocupación por lo que hay ahí), pero si relativamente usual, aunque no sólo en términos de enfermedad grave, que es como se lo trata actualmente

Es un tema difícil de descifrar (en manuales psiquiatría, estudios de psicólogos, análisis de otras culturas), pero si lo investigan, lo único que sacarán en limpio es que no se sabe lo que es, porque puede ser o un síntoma, es decir una conducta que acompaña a muchos y diversos estados de ánimo, puede ser un síndrome, o sea un conjunto de síntomas o puede ser una enfermedad.

La vaga idea más común es que una de las características de la depresión sería la tristeza y el miedo continuados, en especial el estado bajo de ánimo. Las palabras son muy significativas «estado bajo de ánimo» (estar en pleno bajón, estar decaído).

Antiguamente se le llamó hipocondría (aunque ese concepto hoy varía): hipocondría tiene una asociación con el cuerpo, ya que proviene del hipocondrio, una región donde se localizan la cola del páncreas, el bazo, el ángulo «esplénico» del colon y más profundamente los riñones. El hipocondrio es también como los griegos llamaban al bazo. El bazo es un órgano que en inglés se llama «spleen» (de ahí la mención de «esplénico»), que es una manera de llamar a la tristeza sostenida: «el spleen», que pasa al castellano como «esplín» (s. XIX), que es estar bajoneado, triste, sin ánimo.

Otra de las características es falta de energía, aunque esta no está tan clara, ya que algunos dicen que es falta o exceso de energía; o mucha pasividad, o exceso de actividad, o se duerme mucho, o se duerme poco.

Todos sabemos qué es la tristeza, estar sin ánimo, en algunos momentos todos estamos bajoneados, todos sabemos que es encontrarnos sin energía, todos en algunos momentos dormimos poco, o dormimos mucho. Es posible que todos conozcamos (aunque no lo llamemos así), lo que es la depresión.

El nombre de depresión es relativamente nuevo, porque el nombre original fue melancolía. Es una palabra griega que proviene de «melas», que quiere decir negro, como en «melanina» (el negro nos acompañará toda la tarde).

Ejemplos: humor negro, pensamientos negros, lo veo todo negro, me asaltan negros presentimientos. El negro en nuestra cultura está asociado al luto, al duelo, a la muerte. Ponerse una cinta negra en señal de que se está de duelo. La negrura está asociada a este negro original de la palabra «melas».

Melas-kolé: Kolé en griego quiere decir bilis. Está asociado a los procesos biliares. «Hepatocolagogo» es un fármaco que sirve para acelerar el movimiento de la vesícula biliar. O sea melas-colé quiere decir la bilis negra.

Esto se conecta con una teoría muy antigua, del siglo V a.C, con una descripción de tipos humanos de acuerdo a humores básicos. Este casi al inicio de la medicina occidental, al proponer que hay 4 humores fundamentales. Humores son líquidos y estos 4 humores fundamentales de cuyo equilibrio dependería la salud, eran: la sangre, la flema, la bilis o bilis amarilla y la bilis negra (como 4º humor).

Lo curioso es que si bien a la sangre la podemos ver, ya que sufrimos pérdidas de sangre, o a la flema o incluso a la bilis amarilla cuando vomitamos, no se ha visto la bilis negra en el ser humano. Pero se le llamó negra porque en aquel entonces el negro ya estaba asociado a la oscuridad, la tristeza, los pensamientos negros, lo que no se sabe, etc.

Ya desde los comienzos, el 4º temperamento, el melancólico o de la bilis negra, es el del humor negro, de la tristeza, atribuído a un humor que nunca se vio. Los tipos humanos se dividían en 4 tipos según el humor predominante.

Esta es la teoría de Hipócrates de los 4 temperamentos, que decía:

1º) temperamento sanguineo: Aquellos en que predomina el humor de la sangre, son de temperamento sanguíneo. La sangre no solo es un líquido, al menos no para nosotros en esta tarde en que nos referimos al cuerpo y su correspondencia con el carácter, a través de la metáfora. Todo lo que se encuentre en el cuerpo es lo que la fantasía de la mirada del investigador permite reconocer.

La preocupación por la sangre, el interés por la sangre, iba asociada a la connotación metafórica de la sangre, como fuente de vida, de nobleza, de aspiración, de pasión y de valor.

Por ejemplo: es de buena sangre, parece que no tuviera sangre, es de sangre fría o caliente, me bulle la sangre. En todas estas expresiones no estamos hablando meramente de lo que corre por las venas, sino como metáfora de un estado de ánimo. El temperamento sanguíneo se vio como el más noble de los temperamentos, y por lo tanto de asoció al carácter aéreo, sociable, espontáneo, vital y desde que nace, ya nace bajo el signo positivo.

Al 2º temperamento colérico: se lo asociaba con la bilis amarilla y a este se le llamaba el colérico. Era aquel en el que dominaba la bilis amarilla y se asociaba con emprendimiento, entusiasmo, demencia, excitación, energía, irritación y todas las cualidades que más tarde pasarán a ser características del Dios Ares o Marte (dios de la guerra, las batallas y el coraje)

El 3er temperamento flemático: en el que predominaba la flema; como cuando se habla de «la flema inglesa». Ser flemático es tomárselo con calma, ser adaptable a las situaciones, a diferencia del colérico, no ofrecer resistencia, «si viene así te adaptas a lo que viene». Es un carácter más pasivo, tranquilo, y no tardó a ser asociado a los rasgos de la Luna, con lo cual el flemático y el lunático no están muy separados.

El 4º temperamento, el de la bilis negra, el melancólico, fue el más difícil de definir, tanto como difícil de observar la bilis negra. En el origen se le llamaba melancolía a un estado profundo de tristeza y de temor, sentimientos de persecución, miedos irracionales, desánimo, seguidos de momentos de excitación y de vehemencia, lo qué más tarde se llamó locura. Todo tipo de locura caía bajo el nombre de melancolía, como lo que se llamaba «licantropía»: licántropo era aquel que de su locura se creía un lobo y aullaba por los bosques.

Por lo tanto hipocondría; lo que hoy llamaríamos paranoia, desánimo, excitación, furia, tristeza, epilepsia etc., todo esto encerrado bajo el nombre de melancolía, ya en esa época. Es lo que hoy diríamos «está mal, es negro, es oscuro» y claro los pobres melancólicos pasaron a ser los portadores de la sombra. Al fin y al cabo, entre la negrura, la oscuridad y la sombra simbólicamente hay mucha conexión y así el melancólico pasó en los manuales a ser descrito como aquella persona de la que no te puedes fiar, desconfiada, taciturna, con pensamientos ocultos, avaricioso, el que emplea artimañas, y no tardó a extenderse al cuerpo como los morenos, las personas de tez oscura.

O sea que la tradición de ver en el moreno lo malo, es muy antigua; es griega, por lo que los racistas ya pueden remontar su linaje a los griegos. Por ejemplo; eso de que en los años 50 en la publicidad española, se prefería a los rubios o rubias y los niños y niñas eran modelos que correspondían más a la tipología nórdica que a la mediterránea, viene ya de esta asociación. Los morenos, no solo son oscuros de tez, son oscuros en el alma.

Lo que se daba por supuesto, es que un poco de bilis negra es necesario, porque esta ayuda compensar y coagular la sangre. La salud era entendida fundamentalmente como equilibrio de humores, y más tarde los 4 temperamentos se vincularon indefectiblemente a los 4 elementos.

Correspondencia entre los 4 humores y los 4 elementos:

La correspondencia era entre el fuego y el colérico que es fogoso, irascible, excitable.

El aire asociado al sanguíneo, social, rápido, alegre, adaptable, comunicativo.

El agua asociada al flemático, por lo tanto más bien lento, pasivo, fluido, lábil, lunar.

Finalmente el melancólico, la bilis negra que le correspondía la tierra: hosco, resistente, cerrado, tozudo, pesado, contenido.

En astrología los signos de tierra han recibido tristes descripciones; y eso ya los nacidos en el siglo XX donde ya estaban mejor vistos, pero los nacidos desde la época de los griegos hasta Ficino que fueran de tierra, tenían que cargar con los rasgos de: pedestres, torpes, lentos, miserables, desconfiados, avariciosos, de pensamientos escondidos que nunca se manifiestan, que sienten inclinación por las ropas viejas y sucias, por los lugares siniestros, les atraen las comidas de malos olores, etc.

La descripción es espantosa, y esa descripción pasó al patrimonio popular, especialmente en la Edad Media, incluso en los años 50 todavía había unos calendarios donde venía una descripción muy breve de los 4 tipos humanos, y el de la tierra era oscuro y el malo de la película. La conexión entre lo malo, lo sombrío, lo oscuro, lo opuesto a lo translúcido y transparente, era así asociada a la tierra.

La tierra, la terrenalidad, cuando ya predomina el cristianismo (y que será característica también del pensamiento gnóstico y hermético) se va asociar a «mundo, carne y demonio». La tierra relacionada con el mundo del cuerpo, y el cuerpo sentido como prisión (soma-sema, decían ya los pitagóricos: «cuerpo-tumba») y de aquí que los terrenales sean lentos, apegados, miserables, interesados, torpes y tendientes a la inercia.

De hecho la descripción de los 3 signos de tierra nunca ha tenido el vuelo, la inspiración del fuego, de los nunca mejor dicho 3 luminosos signos de fuego.

Virgo: analítico, desconfiado, ahorrativo y crítico.

Capricornio: Durante mucho tiempo cargó con la marca de ser el signo satánico por excelencia y fue el portador de la melancolía y la ambición aprovechada y calculadora.

Tauro: Torpe, avaricioso, lento y apegado.

En resumen, triste concepción acerca de la tierra. Sin embargo a lo largo de los siglos también se reconoció en la melancolía alguna virtud.

La bilis negra y la coagulación de la sangre: Como decía, la bilis negra es necesaria para la coagulación de la sangre, da consistencia y por eso se reconoce en el carácter terroso o melancólico una mayor consistencia y practicidad: dotes de organización, concreción, realización.

El problema, decían los antiguos, es que cuando se excede entonces empieza a predominar el rigor mortis, demasiado pesado, lento, inmóvil, quieto y letárgico. Pero a su vez, había la curiosa idea de que si esta bilis negra se calentaba demasiado (se llamaba melancolía adusta), entonces los humores negros subían al cerebro y producían lo opuesto a la depresión: estados maníacos de delirio, de pérdida de conciencia, irracionalidad, estados esquizofrénicos, etc.

Por lo tanto la bilis negra era la causante tanto del máximo bajón, como de la hiperactividad. Había que mantenerla en control para que no ardiera y llevara al delirio, ni para que se enfriara al punto de llevar a la inercia.

Esta teoría ha atravesado toda la cultura occidental (la de los 4 temperamentos) así como la teoría de la bilis negra como responsable de la melancolía.

El libro de «Los problemas» (Problemata, en griego) hoy se suele atribuir a Teofrasto, discípulo de Aristóteles, aunque durante muchísimo tiempo se creyó que lo había escrito el mismo Aristóteles. Forma parte fundamental de la historia de la melancolía la aparición en el Siglo II a.C de este texto muy influyente atribuido a Aristóteles (hoy sabemos que no es de él, y por eso aparece como «Pseudo-Aristóteles»).

El libro se llama «el libro de los problemas» (Problemata) y el Problema nº 30 que aborda el tema de la melancolía, comienza con la siguiente cuestión:

…Por qué será que los grandes pensadores, los grandes políticos, los grandes artistas y los hombres de gobierno han sido melancólicos…

Con esta pregunta se está atribuyendo a la melancolía el rasgo antitético al usual, es decir, el melancólico no solo puede ser la persona condenada a la torpeza, a la fatalidad, la locura, la avaricia y la desconfianza, sino que la misma melancolía puede, curiosamente, producir hombre geniales.

Esta pregunta también atraviesa Occidente; ¿cómo es posible que la melancolía, el mayor de los males del cuerpo y del alma, sea tan frecuente en los hombres geniales?

Hasta hoy ha llegado la convicción de que una persona genial es una persona un poco loca, o bastante infeliz; la asociación del genio y el infeliz; «los genios no son personas adaptadas, ni pueden ser felices».

Hay cantidad de artistas que personifican esto e incluso que pasaron por el manicomio (los que no acabaron allí). Incluso los que no han pasado por el manicomio (Van Gogh), pero que nunca se han comportado como personas normales y adaptadas. Si uno mira la historia hay de todo en la viña del Señor y hay grandes músicos que han sido, vista su conducta, perfectamente normales y adaptados (J. S. Bach con muschísimos hijos, varios de ellos grandes músicos, y una vida relativamente estable, próspera y feliz).

Es más: predomina la fantasía de asociar la genialidad con la inadaptación y con la melancolía, aunque quizás también haya algo. Pero como sabemos, todo lo que estamos viendo habla poco de lo que la melancolía sea , pero habla mucho de la manera en que los hombres han imaginado lo que hay o puede haber en la melancolía. Lo que sabemos no es qué sea la melancolía, sino cómo se la ha estado mirando: desde el comienzo asociado con el negror, la tristeza, desde el comienzo asociado con un toque de infelicidad y de miseria anímica.

En realidad, antes de Aristóteles fue Platón el que, en un Diálogo maravilloso y poético, ya hace una asociación entre la manía, que es una palabra griega para locura exaltada, no para locura depresiva, sino para aquel estado en el que una persona se encuentra poseída, o sea el estado de posesión, de delirio, que se traducirá como «furor».

Platón hace la observación de que la manía es el resultado de la acción de un daimon, es decir, de un ser intermedio entre los dioses y los hombres que es un mediador a través del cual un ser humano entra en contacto con los dioses (y viceversa).

El Eros (como amor) es uno de esos Daimones, que cuando desciende a un hombre, este hombre se encuentra fuera del control porque se encuentra habitado por una llamada divina.

A esta manía, que más tarde en el latín se traduce como furor (no furor de furia como se entiende hoy, sino furor como posesión «demoníaca», exaltación entusiasta). Cuando hablamos de Daimon, no es como un diablo judeo-cristiano, sino como un Genio, como un agente de los dioses que irrumpe (recordemos que el amor es un Daimon, tal como lo explica Platón en su inmortal «Banquete» o «Simposio»).

El estado furioso es el estado de entusiasmo y la palabra entusiasmo viene de en-theos (en dios), el entusiasmo es el estado de unión con (o incluso posesión por) un dios.

Platón, en el Fedro, le hace decir a Sócrates que hay 4 tipos característicos de manía (que proviene de arriba, del llamado de los dioses): el estado del furor erótico del enamorado, el estado del furor demónico del profeta o la pitonisa, el estado del poeta inspirado por el númen, el filósofo enamorado de la sabiduría o Sofía. El profeta, el poeta, el sabio y el enamorado son maníacos en el sentido de que en ellos habla un dios.

Esta idea tan hermosa también recorre Occidente, con lo cual esta forma de divina locura se conecta desde el origen con la pérdida de conciencia a través de la cual ya no eres tú, sino que un dios habla a través tuyo, es una caso de manía, de furor (nunca de depresión) y también abarca algo de lo que hoy llamamos locura (de estar «loco de atar»), Platón lo relaciona con un estado en el cuál un dios te posee, con lo que le da una estatura a la locura muy lejana a la que tiene a partir de la Edad Media.

En la Edad Media el tema del inspirado, del furioso (como en el libro de Ariosto, el Orlando Furioso, no es que Orlando esté enfadado, ni «furibundo», sino poseído por el Dios de la manía, también se puede decir exaltado, Orlando inspirado). Por lo tanto el furor erótico es el estado de posesión por un dios que te entusiasma y te exalta.

Platón le da una categoría divina o semi divina a la locura. Muchas cosas tienen que haber pasado para que se vea en la locura un fallo cerebral; esto es impensable en la perspectiva de Platón. En realidad la historia de la locura, que es una cosa que no se sabe lo que es, ya que la palabra locura se usa para todo lo que no se sabe, para todo tipo de conductas que rompan la conducta normal, usual. Pero sea lo que sea que pasa ahí nadie lo sabe y por lo tanto se ha intentado explicar, pero cada explicación depende del contexto cultural, de la época, etc.

Esta imagen del loco sagrado de Platón forma parte de la figura mítica: «el loco sagrado», «el loco inspirado», hasta el bufón del Rey Lear, el tonto es el que más sabe, por su boca habla la verdad; es una imagen antigua y poderosa también.

Claro que han tenido que cambiar bastante las cosas para que se vea en el loco un deshecho humano. En el momento en que el alma se empieza a identificar con la razón, la locura se define como un fallo en la capacidad de raciocinio. La locura es entendida por lo tanto como un problema de la mente, entendiendo por mente la capacidad de razonar y de ahí el demente (de-mente). Por lo tanto se entiende como un fallo intelectual, un fallo en el conocimiento, el loco es una criatura que no razona adecuadamente.

Pero no siempre fue así; el inspirado por el furor divino, o por los furores heroicos o eróticos, porque hay muchas clases de furores, no era alguien que no razonaba, era alguien que trascendía, que estaba en un estado anímico, y no solo mental, en el que hablaba un dios.

Pero cuando el alma se va identificando con la mente y mucho más tarde la mente con el cerebro, ya con mucha fuerza a partir del siglo XVIII, y después de la Revolución Francesa y luego todo el s. XIX hasta ahora, predomina en Occidente la premisa de que «sólo es real lo mensurable, observable y experimentable», «solo es real lo que tiene cuerpo o se reduce a cuerpo». Luego los trastornos que entonces nadie consideraba mentales (la mente ahora solo puede ser real en la medida que se identifique con el cerebro) son remitidos a la hipótesis ya fuerte en el s. XIX, de que la locura es un problema cerebral, un cerebro que está diezmado, que no funciona bien.

La reducción histórica de la locura como un estadio entre lo humano y lo divino, a la idea de la locura como una alteración de la capacidad de raciocinio, hasta la convicción de que la locura es un problema fisiológico, ha abarcado siglos en los que han cambiado las cosmovisiones.

Yo no se si Platón tenía o no razón, nadie lo sabe, pero lo que sí es cierto y se puede observar es una progresiva comprensión de la locura en su fase maníaca o depresiva, como una manifestación carente de alma, es decir: problema del cuerpo o problema de la razón, de la mente, de lógica, como si se hubiera perdido de vista la enorme dimensión que incluye la fantasía, el sentimiento y el deseo. En Occidente ha habido una progresiva y cultural pérdida de alma, es decir, de reconocimiento de que lo anímico sea real y esa pérdida de alma ha llevado a la identificación de la depresión como un trastorno genético o como un problema químico, de ahí el intento de respuesta química ante la depresión.

Hay incluso hipótesis (que empezaron en el siglo XIX) que dicen que la depresión, al igual que casi todas las alteraciones psíquicas pueden ser genéticas. Cuando se dijo esto fue como una maldición, un estigma, que llevó a avergonzarse e incluso ocultar en lo posible la situación, pero es interesante para ver las atrocidades que se pueden cometer en lo que no se conoce y es así campo de proyección de los propios temores. En lo desconocido siempre se ha visto lo que existía oculto en el que miraba y por lo tanto el loco, el depresivo, el histérico, el psicótico, etc., son todas palabras que han sido portadoras de la sombra o la oscuridad de los «normales». Lo que la persona sensata y normal desconoce y teme es lo que ha sospechado e inevitablemente ha proyectado ante lo desconocido. Es el caso de la locura y de la depresión donde se refleja poco del que la padece, pero mucho acerca de quienes la diagnostican y la tratan.

En el siglo XIX con la progresiva identificación entre psique y cerebro la depresión se trata como una enfermedad más que como una posesión «demoníaca» o un «pecado» (y ésto fue bueno en el sentido de que antes del siglo XIX y XVIII, a lo largo de la Edad Media y parte del Renacimiento, con la excepción de Marsilio Ficino, la historia de la locura que en la Antigüedad era la historia de la posesión por dioses o de una alteración de la oscuridad inherente en el ser humano y la melancolía, con el advenimiento del cristianismo y su establecimiento lento como ideología y trasfondo ideológico de occidente, el loco y el depresivo pasó a ser considerado un endemoniado. Ya no el Demón platónico que eleva al hombre y lo pone en contacto con los dioses, sino demonios infernales representantes del pecado).

Al comienzo de la Edad Media se empieza a reconocer, en lo que antes se llamaba melancolía, una manifestación demoníaca que asola principalmente a los monjes de la Tesalia que se retiran al desierto en ascetismo y meditación. Esta enfermedad típica de los monjes de entonces se llamó acedia o accidia, palabra que poco se conoce ya (a no ser los que han tenido buena formación religiosa). La acedia es considerada como un pecado.

Los cenobitas (monjes de retiro) acediosos, se hallaban sometidos a los asaltos de los demonios. La mayor parte de los espíritus malignos aparecían a la llegada de la noche, pero había uno, un enemigo de mortal sutileza que se paseaba sin temor a la luz del día, y a quienes los santos del desierto lo llamaban el demonio del medio día (daemon meridianus), pues su hora favorita de visita era bajo el sol ardiente el medio día (el Meridiano). Estas siestas terribles en el desierto en que en medio del calor ardiente del medio día, la hora de la siesta, que para los griegos clásicos era la hora del dios Pan (que cuando toca su cuerno, genera el «pánico» en la naturaleza). Para los monjes cristianos es la hora de la merma del deseo de vivir, la experiencia de un vacío tan grande, del tiempo detenido; imaginen en medio del desierto un calor abrasador, ni un ruido, el tiempo detenido, el vacío. El monje acedioso ya no puede orar, ni meditar, ni puede quedarse en su celda, sale afuera y vuelve a dentro, pero adentro ya no puede estar, empieza a vagar sin sentido por el desierto, pierde el ánimo para trabajar, no se concentra en sus oraciones y deja sus obligaciones, sus meditaciones y su oración.

La acedia que empieza a sentir (no solo los monjes de retiro, sino también en los conventos y monasterios) y que es una forma de lo que hoy llamaríamos depresión, se entiende entonces como un ataque de un demonio; el demonio de mediodía, el daemon meridianus.

Hay un bonito libro sobre la depresión que se llama justamente así: El demonio del mediodía. La acedia se consideró uno de los pecados capitales y se ha asociado, pero sin identificarse, con la pereza. De hecho la falta de ganas de trabajar, de interés y de capacidad de concentración eran una de las consecuencias de la acedia, pero la acedia era el estado de posesión por un demonio que había que evitar, o la consecuencia de una culpa.

A lo largo de la Edad Media la acedia es considerada la consecuencia del pecado original. El hecho de que por bueno que seas, has nacido con pecado original (la culpa primordial anterior al nacimiento), puede atacarnos en la vida en forma de acedia. Luego la acedia es una forma de castigo por el pecado original.

Santa Teresa, ya en el Renacimiento, habla con dureza acerca de las monjas acediosas, considerándolas unas vagas con las que hay que tener «mano dura», no hay que atenderlas ni hacerles caso, hay que encerrarlas, darles duchas frías y castigarlas. Consideraba -como todos en su tiempo- que la acedia es un vicio y un pecado.»Si no bastaren palabras, sean castigos: si no bastaren pequeños, sean grandes; si no bastare un mes de tenerlas encarceladas, sean cuatro, que no pueden hacer mayor bien a sus almas»

Al final de la Edad Media y con el Renacimiento las cosas cambian (luego hablaremos con más detalle de ésto), pero inmediatamente después del Renacimiento, en la época de la Reforma y la Contrarreforma, del cisma en que las iglesias se parten, la cristiandad se separa, y que surge el movimiento de Loyola, nuestros pobres melancólicos se ven acusados de brujería y tratos con el demonio. A partir del S. XVI el loco y el depresivo se consideran endemoniados. Los famosos juicios de persecución de brujas que cundieron por toda Europa a partir de finales del S. XV, fueron muy fuertes todo el XVI y gran parte del XVII.

Hay un libro famoso el «Malleus Maleficorum» o «El martillo contra las brujas» que escribieron Sprenger y Kramer en 1485 para el papa Inocencio VIII, usado entre otras cosas para detectar cuándo había un caso de brujería a fin de exorcisarlo, o para quemar la bruja. Hay que leerlo porque es un manual de fantasía erótica y de miedos y represiones, se utilizaba en los juicios para determinar si una persona (normalmente mujeres), eran brujas o no. El libro puede considerarse como ua mezcla de misoginia, miedo a la sexualidad y superstición religiosa. Había por ejemplo una prueba tristemente famosa: meterla bajo el agua y hundirla con un palo; si es bruja sobrevivirá y si no lo es… pues mira. O tirarlas desde un precipicio y ya se verá después. A muchos locos y sobretodo a millares de deprimidos se los quemó implacablemente, después de haber sido torturados hasta confesar su adoración al diablo.

Por lo tanto fue bueno más adelante el paso de la consideración del deprimido como un poseso, un endemoniado, un pecador a ser considerado un enfermo.

Después de la Revolución Francesa los médicos sacaban a los deprimidos los grilletes, las cadenas, y les ahorraban los castigos, las duchas frías y empiezan a tratarlos como a un enfermo, y como un enfermo merecen respeto como seres humanos que padecen una enfermedad, y que ya no es considerado un aliado o un instrumento del demonio.

En este sentido hay una mejora de trato; no mucho mejor ya que más tarde son tratados bajo tandas de electroshock, la terapia eléctrica. Se pasa del trato con el demonio a terribles tratamientos físicos, purgas espantosas, sangrías y aplicación de corrientes eléctricas.

Toda esta historia, es la historia de las sucesivas agresiones que se han ido practicando a partir del final de la Antigüedad sobre los locos y los deprimidos. Agresiones quiere decir que con el pretexto de «ayudarle», el depresivo ha sido el portador del rechazo y de la rabia del «sano o normal» ante lo desconocido.

Todas las terapias aplicadas, o casi, hablan de violencia, por ejemplo con lavativas tremendas; la idea de que la bilis negra coagulaba, enfriaba y secaba hacía que se aplicaran tratamientos arduos y penosos para curar, como la administración del eléboro, que es una planta asociada a Saturno y a Marte, que tiene tremendas cualidades agresivas, purgantes e irritantes, es decir: venenosa y que en cantidades grandes puede provocar la muerte

La raíz de eléboro, sus preparados, llevaban a pérdidas de sangre, vómitos, pero se creía que si se perdía sangre, ésta podía circular mejor, de ahí la idea de las «sangrías» tan frecuentes en el pasado. Incluso hubo la asociación de la hemorroides con la depresión, en el sentido que la hemorroides (como pérdida de sangre) y la pérdida de sangre por el ano, se consideraba buena, ya que se suponía que la sangre volvía a fluir y no estaba tan coagulada por la bilis negra. A su vez, los coágulos oscuros de sangre, se veían como bilis negra que se estaba eliminando. Se han producido muertes por derrames tremendos provocados por exceso de eléboro negro.

Por lo tanto el tratamiento siempre ha sido también implícitamente un castigo.

En el S. XIX con la mayor identificación de alma-mente -cerebro, empieza el intento de localizar lo que llamamos alma en zonas cerebrales (este trocito de cerebro rige la memoria, este el lenguaje, este los sentimientos). O sea el sentimiento es el resultado del funcionamiento de un trozo de materia, la memoria de otro trozo de materia y de ahí viene la idea a finales del XIX y comienzos del XX de aplicar descargas eléctricas en el cerebro, tratamientos electro-químicos, que evidentemente crean una potentísima alteración; pero es que si te ponen electricidad en los testículos seguro que también se produce una alteración. Esto, naturalmente, no es una prueba de que el alma está en los testículos.

El que introdujo la terapia eléctrica fue un italiano fabricante de aviones y de motores de alta velocidad, o sea alguien que vivía en la industria de la velocidad y consideraba que había que acelerar y transformar las actitudes de aquellos que estaban detenidos. La depresión es la quietud y la quietud es mala ya que la actividad se identifica, en esta posición «de aceleramiento», con la salud.

La historia de todo esto es bastante sórdida pero si uno la lee con cierto desapasionamiento, y es difícil no ponerse en el lugar de aquel que es apaleado, encadenado, sometido a duchas de agua fría, a tratamientos eléctricos, a purgas terribles, etc., como digo si lo podemos mirar un poco desapasionadamente, aunque no podamos saber qué les pasaba realmente a aquella gente deprimida o melancólica, podremos ver lo que sí pasaba por la imaginación de los «normales» y los «terapeutas» de su tiempo.

Cuando llegamos a nuestra época, todavía hoy (y esto se puede consultar en Internet) se considera que la terapia eléctrica, de descarga eléctrica, es lo más eficaz para la depresión, más aún que la terapia química (hoy no se aplican corrientes al grado de dejarte aturdido, ahora se hacen en mínimos grados), porque es la que produce resultados más permanentes.

La terapia química a partir de los 50′: La terapia química, que comienza fuerte a partir de los años 50′ también tiene un elemento de fantasía muy grande, ya que la depresión se considera un problema de conexión entre las terminales nerviosas, que estas terminales no se pasan los datos adecuadamente, y tratan de activar aquel tipo de hormonas que aumente o favorezca la conexión, o por el contrario inhibir la función de otra hormona que pudiera estar alterándola.

De los primeros antidepresivos (con muchos efectos secundarios) se pasa a los ansiolíticos (menos nocivos).

Luego viene la época del litio, que en griego quiere decir piedra. Un estudiante sueco descubrió una sustancia química en las piedras más cercanas a un río y el litio resultó demasiado barato y accesible para ser distribuido por las industrias farmacéuticas (estas no venden lo que cura, sino lo que da dinero). El litio al principio era demasiado accesible y se tardó en experimentarlo y tomarlo en serio y hoy en día ya hay sustancias más nuevas. Pero todas ellas se basan en el intento de parar la depresión, para, evitar, frenar esto, un síntoma de origen físico, genético o químico y se tiene que combatir químicamente.

Hay una sola duda y es ¿cómo puede ser que una «enfermedad» atribuída a la química no se pueda diagnosticar por ningún análisis químico? No se diagnostica la depresión por un análisis de sangre o celular para ver si hay un fallo químico, se trata químicamente aquello sobre cuyo origen, sentido y manifestación se ignora totalmente. También podríamos tratar químicamente cualquier estado de ánimo, pero esto no implica que los estados de ánimo sean de origen químico. Por lo tanto la depresión sigue siendo un misterio.

Lo que es la depresión no se sabe y luego empiezan a surgir las clasificaciones de las depresiones; resulta que no hay una sino que hay un montón y entonces está la depresión exógena, la endógena, la melancólica, la depresión psicótica, la depresión con o sin delirio y de repente es todas las cosas. Se empiezan a poner rótulos y distinciones, en lugar de ayudar a comprender, están diversificando el no sabemos qué.

En todos estos intentos por acercarse a la depresión o melancolía hay dos momentos fundamentales, (en la cultura occidental) respecto el tratamiento de la depresión o melancolía. Uno es en el Renacimiento Marsilio Ficino y a partir de comienzo del S. XX, gracias al regreso lento del alma como realidad, gracias a aquellos que empiezan a otorgar a lo anímico una realidad no reductible a la física, los que empiezan a entender que el alma puede ser causa y no efecto, aquellos que dicen «el alma es origen y no consecuencia de» y esto ocurre realmente con Freud, con el psicoanálisis, la psicología profunda.

Un colaborador de Freud alrededor de 1915, Karl Abraham, es el primero (salvando a Ficino) que en lugar de querer combatir la melancolía, la depresión, intenta ver qué dice el alma en la depresión, representa un intento de comprensión y explicación en términos puramente anímicos. Hasta ahora se ha explicado físicamente, luego astrológicamente, o religiosamente, ya sea por medio de demonios, recurriendo a la anatomía, a través de la química, pero por primera vez se acerca alguien a la depresión en términos de alma, a partir del S. XX.

Es el primer intento de decir que pasa en una depresión en términos de alma, y no «vamos a hablar de genes, de bilis, ni de cerebro», sino «vamos a hablar de estados de ánimo».

Hubo un texto que fue precursor en el enfoque anímico de la depresión, de Freud (1915) y publicado un poco más tarde, que es fascinante, no digo que sea verdad ya que aquí no estamos en el terreno de la verdad, sino en el terreno de ¿Cómo los seres humanos nos acercamos a este tema? Y realmente a partir de Freud el acercamiento a este misterio es un acercamiento desde el alma ¿que ocurre en el alma? Nada de lesiones cerebrales, nada de proteínas, grasas, nada de sangre coagulada; habla de fantasías, temores, deseos que es lo que habita anímicamente.

Freud descubre un continente nuevo, asocia la melancolía a un estado muy conocido por todos nosotros: el estado de duelo. ¿Qué pasa cuando muere alguien amado, cuando pierdes un objeto esencialmente querido? Desaparecen las ganas de vivir, hay un hundimiento, un bajón, se lo ve todo negro, no hay ánimo para vivir y se detiene el tiempo.

Esta fue la idea; no intentar reducir un duelo a un fallo químico cerebral, sería el colmo que alguien que está triste porque se le ha muerto un hijo se le dijera que tiene una tara cerebral. Todos entendemos el estado de duelo como un proceso psicológico. Freud fue el primero que dijo que la depresión es como un duelo. Pero hay muchas diferencias con un duelo, porque en el estado de duelo, de pérdida de un objeto, uno sabe que ha perdido algo, mientras que en el depresivo, éste no sabe qué ha perdido

Por eso hacer un duelo, proceso lento que toma tiempo en recuperar toda aquella energía vital puesta en el objeto y que el objeto se ha llevado y recomponerla hasta que encuentre un nuevo objeto. El duelo se puede elaborar porque se sabe que el objeto se ha perdido, pero en la depresión si no hay objeto ¿Cómo se puede elaborar un duelo? ¿Qué es lo que se ha perdido?

Esa es la gran pregunta y ahí vienen las grandes hipótesis anímicas de Freud, que más allá de verdaderas o falsas, permiten acercarse a lo que pasa en el alma, a sentimientos, fantasías, estados de ánimo, sin recaer en la biología. En su intento de dar cuenta de la melancolía, de la depresión, Freud propondrá unas hipótesis imaginativas extrarodinarias que vinculan la depresión con la culpa, y para explicar la culpa apelará al elemento represivo, censurador, la instancia psíquica vinculada con la Muerte que llamará «Super Yo». Volveremos a esto más adelante, después de darnos un paseo por la asociación de la melancolía con el dios (y por ende con la mitología) y el planeta Saturno (y por tanto con la astrología).

Ya hemos visto que desde que surge la depresión, surge asociada al color negro, a la bilis, a la tierra y al temperamento terrenal definido como frío y seco.

Los 4 elementos, 4 temperamentos no tardaron en asociarse con las 4 cualidades primordiales, esto es muy antiguo; en lugar de hablar de tierra, agua, aire y fuego, se hablo de húmedo, seco, caliente y frío.

Todos los estados se pueden considerar como una gradación entre cuyos extremos está el calor y el frío, entre sequedad y humedad. De esto salen 4 combinaciones:

Caliente y seco asociado al fuego;

Caliente y húmedo asociado al aire;

Frío y húmedo asociado al agua

Frío y seco asociado a la tierra.

La frialdad implica una falta de expresividad, como cuando decimos «que fría es una persona»; estamos diciendo lo opuesto a cálido.

Cálido quiere decir que es expansivo, jovial (viene de Júpiter, joven).

Frío quiere decir callado, poco expresivo, contenido y naturalmente se asocia con la muerte, los muertos están fríos. Una de las cualidades de la vida es precisamente es el aliento y el calor, pero cuando morimos nos enfriamos. El enfriamiento es extremo en la muerte, la muerte puede ser considerada fría, pero también la pérdida de calor la asociamos con el envejecimiento, en la vejez tendemos al frío, se enfría porque disminuye la actividad vital, de ahí que la vejez, la oscuridad, la muerte, la melancolía y la tierra estén todos asociados.

Eje seco – húmedo:

Frío y seco; fijémonos cuando decimos «que persona más seca»; seco quiere decir que no se funde y esto va a ser importante para la consideración de Saturno.

No se funde, un seco mantiene los límites, preserva el límite, no se disuelve el límite y por lo tanto contenido, inexpresivo.

La idea de muerto lleva a la idea de rigor mortis, contenido, congelado, volvemos a la bilis negra coagulada, cristalizada y una negación del principio de fusión, de mezcla, que es lo que permite unirse.

Es así que el temperamento melancólico se asociaría con el solitario; un solitario está retirado, retraído.

Todo esto que viene de la filosofía y de la medicina, inmediatamente se va a llevar a la astrología que es una disciplina mucho más antigua que la filosofía y el pensamiento griego, pero que entra en occidente vía griegos.

Ya los babilonios hablaban de los planetas no como planetas sino como dioses. Los babilonios y los antiguos caldeos también cuando miraban al cielo no veían piedras, se veían dioses. No había separación entre planetas y dioses, es más, lo que se veía brillando en el cielo se consideraba la manifestación de una esfera divina.

Los griegos de todo lo que brilla en el cielo, aparte de Sol y Luna, solo ubicaron una estrella, un planeta, que ellos creían que eran dos. Una estrella que brilla en el horizonte al amanecer y al atardecer que era la única que conocían y además creían que eran dos. En la época de Pitágoras se llegó a saber que era la misma estrella y que hoy llamamos Venus.

No conocían más; los demás planetas llegan a través de Babilonia a Grecia, y Grecia por lo tanto los recibe ya como dioses. Los babilonios sabían de la existencia de Marte, Júpiter y el más lejano de todos y muy difícil de ver y ubicar, que es Saturno. Estos planetas ya vienen investidos con cualidades divinas, es decir que los planetas son dioses y por lo tanto están encaminados en un tema religioso y místico; los planetas son vivientes.

Los griegos al panteón babilónico lo hacen corresponder al panteón griego.

Saturno, el más lejano de todos, el último del sistema solar, el límite y que se llama Saturno a partir de los romanos. Los griegos vieron en él a su antiguo dios Kronos, del que viene la palabra crónico, cronografía, cronometrar y por lo tanto lo que entendemos como sentido del tiempo.

En realidad no era el que determina nuestro sentido de tiempo, sino aquel dios terrible, asociado con un mito bastante impresionante que es el mito de la castración. También en el comienzo de la filosofía griega, se cuenta que había una diosa llamada Gea (tierra) y su hermano llamado Urano (cielo) de ahí uranografía que es el estudio de los fenómenos celestes.

Urano cubría y abrazaba con su manto de estrellas a Gea, así como el cielo abraza a la tierra y de esa unión surgieron hijos; hijos monstruosos que los griegos llamaban Los Gigantes, tan monstruosos que Urano escondía en el interior de la tierra y no dejaba salir; o dicho de otra manera, no dejaba salir del seno de la madre.

Gea, con el tiempo, atormentada de tener que contener a sus propios hijos, incubó un plan que fue ocultar una hoz afilada y trató de persuadir a sus hijos de que cuando Urano estuviera dormido lo castraran, le quitaran el poder. Ninguno de sus hijos se atrevió salvo el menor que se llamaba Kronos, de tal manera que cuando el padre estaba durmiendo Kronos incitado por su madre, coge la hoz y castra a Urano que pierde así el poder.

De los genitales de Urano separados del cuerpo de Urano, caen gotas de sangre a la tierra (a Gea) y de ahí brotan la Erínias más tarde llamadas las Furias.

Pero los genitales caen al mar y del contacto con la espuma del mar nace Afrodita, la diosa de la belleza y el amor.

Destronado Urano, el nuevo Rey, el que mandará es Kronos, llamado por los romanos Saturno. Hablamos de Kronos con todos sus hermanos, pero él se hace cargo, ya que fue el que los liberó, llamados Titanes; es la época de los Titanes.

La castración cíclica, la titanomaquia y el destierro de Kronos al Tártaro: Antes de morir, Urano le pronostica a Kronos que el padecerá su mismo destino y será un día castrado por uno de sus hijos.

De forma que Kronos, casado con su hermana Rea, se encuentra en la misma que el padre, con una diferencia, cada vez que Rea pare, Kronos le pide a Rea que le entregue el recién nacido y se lo come y así se va comiendo a sus hijos, hasta que la historia se repite.

Rea angustiada de ver que sus hijos mueren, cuando nace el menor le da a Kronos una piedra envuelta en pañales. Kronos se traga la piedra y Zeus que es el hijo, es criado a escondidas del padre.

Cuando es mayor nuevamente coge la hoz y junto con su abuela le dan un veneno vomitivo a Kronos y este vomita la piedra y después de la piedra a todos los hijos que se había comido, que como eran dioses eran inmortales, y salen, se alían con Zeus (el jovencito), se rebelan y comienza una guerra «la titanomaquia» que dura mucho tiempo, entre Kronos y sus hermanos y Zeus y sus hermanos.

Esta batalla finalmente la gana Zeus y Kronos que había regido sobre el cielo y la tierra es encadenado en las profundidades del Tártaro, del abismo, del sub-mundo, a donde permanece encadenado.

Así que Kronos pasa de ser el señor de todo lo que existe a ser el exiliado, el encadenado, el escondido en la profundidad de la tierra. Un dios que pasa de lo más alto a lo más bajo, del poder al exilio y al que curiosamente se le ha asociado que cuando él reinaba era una época de oro sobre la tierra.

La Edad de Oro se caracterizaba míticamente porque los humanos de entonces no tenían que trabajar, no envejecían, vivían en estado de inocencia y plenitud, la tierra regalaba sus frutos, no se conocía enfermedad alguna y la muerte llegaba simplemente como un sueño.

La época en que gobernaba Kronos fue la época en que se hicieron leyes, se construyeron ciudades, regía la justicia y la bondad.

Una vez que triunfa Zeus cambia la historia de la humanidad y nace una raza menos desarrollada y comienza el deterioro de la humanidad.

¿Qué era sino un sueño de aquella época en que Kronos era el que mandaba y se vivía en una pureza, ingenuidad, abandono, casi identificado con la naturaleza?

Hay algunas leyendas que dicen que finalmente Kronos es liberado del Tártaro y finalmente se dedica a gobernar en las Islas Afortunadas, donde ahí ha vuelto a reinar la Edad de Oro.

Kronos no tarda en asociarse con Chronos que si era el señor del Tiempo, el que lleva el reloj, el anciano de larga barba. Kronos y Chronos forman una unidad por la cual el hijo de Urano, el Titán, el padre de todos los olímpicos, pasa a ser identificado con el otro Chronos que es el señor del tiempo y de la siembra y la simiente y la siega.

Chronos era un dios de la siembra, del tiempo que tardan las semillas en madurar. Los dos, Kronos y Chronos, se unen míticamente y pasan a Roma ya unidos y en Roma se llama, en lugar de Kronos, Saturno y pasa también a ocupar el puesto de una deidad también de la siembra, con la cual surge la ambigüedad de que la hoz por un lado simboliza la arma por la cual se castró, se acabó con el orden antiguo, pero también el arma con la cual se siega y se siembra, relacionada con las tareas agrícolas.

Más tarde se asociará la hoz con el final de la vida y con la Parca, la imagen del esqueleto llevando la hoz (transformada también en una guadaña, que aparece con frecuencia en la iconografía posterior del «padre Tiempo») es una imagen posterior, medieval, también asociada al reino de Saturno.

Saturno, el límite del sistema solar y la regularidad de su órbita: Este mito y este planeta fueron identificados por muchas razones; una de ellas es que es el más lejano de todos y por lo tanto el más estable de todos.

Todos los planetas se ven en sus ciclos más o menos irregulares, salvo dos (el Sol y Saturno). Saturno es regular, tan regular que su ciclo además es el más lento de todos los ciclos (casi 30 años en dar la vuelta al zodiaco), marca una generación. Por lo tanto Saturno, el que custodia la estabilidad, más allá del cual está el reino de las estrellas fijas, el reino que más tarde se va a asociar a Uranos.

Saturno será el límite entre nuestro sistema, el mundo conocido y el abismo de lo desconocido.

¿Cómo Saturno pasa a ser asociado con la melancolía? Saturno, por aquella historia dramática de comerse a sus hijos, y que luego le quitan el poder, se empieza a asociar así con el exilio, la pobreza, la vejez, la depresión y su color; el negro. Siendo el planeta negro, el más oscuro de todos los planetas, siendo el señor de lo temporal (que está de la eternidad para este lado inmediatamente) la asociación con la melancolía ha sido continua a través de la historia, de tal manera que a partir del siglo IX no hay reflexión sobre la melancolía que no se asocie con el dios Saturno.

Cuando en astrología uno se pone a estudiar a Saturno, te das cuenta que de Saturno se han dicho tantas contradicciones como se han dicho de la melancolía. Tanto el Saturno mítico como el planetario han sido considerados por un color más bien negativo, descrito por los atributos más antitéticos.

Por ejemplo astrólogos árabes fundamentales que trajeron luego la astrología a occidente dicen así:

En cuanto a Saturno su naturaleza es fría, seca, amarga, negra, oscura, violenta y áspera, a veces también es frío, húmedo, pesado y hondo. Come mucho y es sincero en la amistad, preside la ganadería y la agricultura, los propietarios de tierras, obras de construcción en haciendas, la medición de las cosas, la división de las haciendas, tierras y propiedad. La avaricia, la indigencia, los domicilios, los viajes por el extranjero, las estancias largas por el extranjero, los viajes lejanos y malos, la ceguera, la corrupción, el odio, la astucia, el fraude, la deslealtad, el retiro al interior de uno mismo, la soledad y la insociabilidad, la ostentación, el afán de poder, el orgullo, a aquellos que esclavizan a los hombres y mandan, así como todas las acciones de maltrato, fuerza, tiranía e ira, la esclavitud, el encarcelamiento, el secuestro, el cautiverio, la cautela, la reflexión, el entendimiento, la meditación, el mucho pensar, la aversión al habla y a los ancianos, la persistencia en un rumbo.

Rige también a los ancianos y a las personas exigentes, los reveses de fortuna, los accesos de tristeza, la confusión, la vida penosa, los apuros, las pérdidas, las muertes, las herencias, los actos fúnebres, la orfandad, las cosas viejas, abuelos, padres, hermanos mayores, los ladrones, sepultureros, la magia, los rebeldes, los ladrones, curtidores, las gentes que cuentan cosas y la gente de baja cuna, los eunucos, el largo reflexionar y poco hablar, los secretos y es así que nadie sabe lo que hay en él, ni él lo muestra aunque conoce toda atracción que sea oscura, rige la autodestrucción.

Otro texto:

Es malo, masculino por el día, seco, melancólico, rige la ancianidad, los hermanos mayores, los ancestros, la sinceridad en el habla y el amor, la ausencia de impulsos, la experiencia de las cosas, el guardar un secreto y ocultarlo, el mucho comer, el silencio, los negocios meditados, la facultad de distinguir, las cosas duraderas y permanentes como la tierra, la ganadería, la agricultura. La administración del trabajo, la fatiga, el orgullo, los siervos, los servidores, los pueblos débiles, los esclavos, los preocupados, los pesados, los muertos, los magos, los demonios, la gente de mala fama, etc.

Todo esto cuando su apariencia es buena, pero cuando es maligno!:

Rige el odio, la obstinación, la preocupación, la afición a la lamentación y el llanto, la mala opinión, las sospechas entre los hombres, rige la confusión, temeroso, rige las ganancias avarientas, las cosas viejas e imposibles, la larga ausencia, la gran pobreza, la avaricia, la preferencia por la soledad, el duelo, la vestimenta negra, de los días el sábado, la pertenencia al hierro, los remedios, el roble, las letrinas, los sacos y las telas viejas y vastas, la corteza de las maderas y todo lo que es negro y las cabras, asnos, perros, cuervos, todos los animales negros, etc.

Ya ven que todo es muy contradictorio, porque por un lado habla de la sinceridad en el habla, la lealtad en los afectos, pero luego de la persona torcida, mete líos. Fiel en el amor, de mucho entendimiento, pero luego aparece lento, ladrón, etc.; son rasgos contradictorios. Es el que rige el habla y el conocimiento y también a los silenciosos y los torpes.

En realidad tanto para Saturno como para la melancolía, la cualidad propia de este dios que por un lado es el padre de todos, pero a la vez el que los devoró a todos, el Rey poderoso pero también el exiliado, el que instauró la edad de oro, el constructor de ciudades, pero también el sepulturero, el que rige la muerte, el encadenado.

Como se dan cuenta en la imagen de Saturno tanto en el dios como el planeta, como la melancolía, están llenas de contradicciones, tan llena de contradicciones que el mejor estudio sobre el tema.

Toda una referencia es «Saturno y la melancolía» de Klibanski, Panofsky y Saxl, que es la historia de Saturno en la astrología, la iconografía, la mitología, la religión, en la filosofía, en el renacimiento.

El libro en la segunda parte dedicada a Saturno, llega a decir:

Desde el comienzo, la idea del dios Kronos, divinidad que al parecer era venerada en la Grecia clásica y de cuyo carácter original no sabemos prácticamente nada, desde el comienzo se distinguió por una marcada contradicción interna y este es el rasgo más característico de Saturno; su marcada contradicción interna y su notable ambivalencia. Es verdad, que también los demás dioses griegos aparecen la mayoría con un aspecto dual, en el sentido que a la vez castigan y bendice. Pero Kronos y esto es específico de él es dual no solo en cuanto a su efecto respecto al mundo exterior, sino también en cuanto a su propio destino, su destino personal por así decirlo, y este dualismo tan marcado que bien se puede afirmar que Kronos es el dios de los contrarios.

Los epítetos homéricos por ejemplo y repetido por Hesiodo definen a Kronos por un lado como el grande (padre de Zeus y Hades), pero por el otro lado de torcido consejo. Por un lado el Dios benigno de la agricultura cuya fiesta de recolección celebraban juntos los hombre libres y los esclavos, fiestas llamadas Saturnalias que ocurrían en Diciembre y que más tarde fueron reemplazadas en el cristianismo por la navidad, fiestas que duraban varios días, donde los amos servían a los siervos, los siervos se vestían con las ropas de los amos. Era una fiesta antepasada del carnaval, se hacían regalos, había alegría y desenfreno, se invertían los roles, volvía la edad de oro y a la estatua de Saturno en el templo de Saturno en Roma que siempre estaba encadenada, se le soltaban las cadenas y volvía la edad de oro, también era un anticipo de lo que más tarde se transforma en carnaval. Las fiestas Saturnales eran del 17 de diciembre al final de diciembre, la época del fin del invierno y que más tarde el cristianismo utilizará para usar en las mismas fechas una celebración de intercambio de regalos y demás, para celebrar el nacimiento de Cristo.

Sigue el texto:

Por una parte del dios benigno de la agricultura, cuya fiesta celebraban juntos siervos y amos, el señor de la edad de oro en que los hombres tenían abundancia de todas las cosas, el señor de las Islas Bienaventuradas, y el inventor de la agricultura y de la edificación de ciudades. Pero por otra parte era un dios triste, destronado y solitario, que habitaba (cita a Homero) en el último confín de la tierra y el mar, o como también dice Homero; desterrado bajo la tierra y los abismos, era el señor de los dioses del subsuelo, vivía como prisionero cautivo en el Tártaro aún más abajo de él y más tarde sería el señor de la muerte y de los muertos.

Por una parte era el padre de los dioses griegos y por otra el devorador de niños, comedor de carne cruda, consumidor de todo, que se comió a todos los dioses y que exigía sacrificios humanos a los bárbaros, castró a su padre Urano con la misma hoz con la que el sería castrado por su hijo, e hizo infecundo al creador de todas las cosas. Una hoz que por un lado es instrumento castrador y por otro medio recolector de frutos.

La equiparación de Kronos con Saturno, el dios romano, confirmó esta contradicción latente; la fusión del dios griego con el romano determinó un aumento quizás de rasgos positivos, ya que el dios romano era el que nos daba los granos, aseguraba la cosecha y estaba casado con la diosa de la abundancia. De todas formas no disminuyen todos los rasgos negativos.

Los rasgos positivos que se añaden en Roma: guardián de las riquezas, supervisor del sistema de cuenta por pesos y medidas.

Rasgos negativos: fugitivo, perseguido y se tuvo que ocultar en el Lacio que es una región de Italia central en la que estuvo fugitivo y que en latín se escribe Latius, palabra de la cual deriva «latino» así como «latente», que quiere decir oculto (las pulsiones latentes, los motivos latentes). Tiene que ver con el periodo en que Saturno estuvo escondido en el Lacio.

Los rasgos negativos no se pueden separar de los positivos, los dos pertenecen a una sola imagen: No se tratará de negar ninguno de estos rasgos (ni negativo, ni positivo) sino de ver como todos estos rasgos forman parte de una sola imagen, en la cual no hay aspectos buenos que se puedan separar de los malos, ni aspectos malos que se puedan separar de los buenos, sino que los unos requieren simultáneamente a los otros.

Ahora vamos a dar datos interesantes más allá de los ya tradicionales, son peculiares y significativos, y van a ser importantes para elaborar una idea diversa de Saturno y la melancolía:

1er. dato interesante respecto a Saturno y los héroes: En el siglo I d.C. hubo un gran historiador llamado Aulo Gelio que escribió las famosas «noches áticas».

En lasNoches Áticas (libro 18, capítulo 7, párrafo 4), comenta irónicamente al descubrir los rasgos de la melancolía patológica en las grandes figuras de los héroes malditos de toda la mitología griega, a quienes una deidad insultada había castigado con la locura (como a Hércules, Belerofonte, Edipo, etc.).

O sea en la mitología griega y en las grandes tragedias griegas, con mucha frecuencia grandes héroes acaban deprimidos o caen en locura, al punto que Aulo Gelio comenta literalmente y con ironía:

…La melancolía ha pasado a ser una enfermedad de héroes…

Así asociada con los mitos, la disposición melancólica comenzó a ser vista en cierto grado como heroica.

¿Qué relación habrá entre el héroe y la melancolía o la depresión?

2º) dato ; La astrología Babilónica que es la que les aporta la noción de los planetas a los griegos, identificaba a Saturno como el extraño dios Ninib de quien poco más se sabe que a veces se le consideraba el representante nocturno del Sol (dato importante) y por lo tanto pasaba por ser a despecho de Marduk (que luego será Júpiter, el planeta más grande), a pesar de eso Ninib, el aspecto nocturno del sol pasaba a ser el más poderoso de todos los planetas.

Saturno, o más exactamente su planeta, era conocido en Mesopotamia con el nombre de El fijo, el sólido, el constante. Si al astro se le consideraba constante era al parecer porque el planeta mostraba menos anomalía y cambios que los demás. De ahí que se lo equiparase con el Sol, e incluso se le diera el nombre de éste, llamándose Kayaman (quiere decir fijo, constante) estrella de la justicia, del derecho.

3º) dato : Marco Manilio (romano), Siglo I d.C., que escribió un maravilloso libro poético «Astronomica» y es una de las primeras reflexiones astrológicas importantes en occidente, dice lo siguiente:

…Saturno ejerce sus poderes en el extremo opuesto de este mundo…

Es decir si uno ve la tierra y el círculo por el cual se mueven los planetas, lo que está por encima del horizonte y lo que está por debajo de la tierra, el meridiano es la raya que separa el punto más alto que es donde está el sol a mediodía. Era el caso del Demón Meridianus que mencionamos al hablar de la acedia; el opuesto al Medio Cielo o Meridiano, era considerado el fundamento, la base del universo, la base y parte más baja del cielo llamada Imum Coeli o Fondo del Cielo.

Manilio coloca a Saturno en el Fondo del Cielo y como resultado de ello Saturno veía el mundo desde la perspectiva contraria, desde el punto de mira esencialmente hostil, porque lo ve todo desde abajo. Es la mira contraria a como ve el sol a medio día, o sea desde arriba, pero ver la vida y el mundo desde el punto de más abajo es verla del revés. Saturno ve el mundo desde la perspectiva contraria, es decir un punto de mira esencialmente hostil y así como su propio destino mítico había estado determinado por su paternidad, ahora como potencia planetaria tenía en su mano la suerte de todos los padres.

4ª) dato: Vettius Valens, escritor del siglo II, llama a Saturno «el astro de Némesis», que es la divinidad griega que se traduce como la justa venganza. Némesis es la ley por la cual aquel que ha transgredido o transpasado los límites de su propia situación, como el borracho, el ebrio, el sediento de poder, que en Grecia es lo que desencadena la tragedia.

La tragedia es cuando un ser humano se otorga proporciones y atributos propios de un dios, se sale así de sus límites, e incluso cuando un dios se sale de sus límites, como en la historia de Faetón, el hijo de Apolo, que quiso conducir el carro y no estaba preparado y casi quema la tierra y por lo tanto tuvo que ser castigado. Ese castigo a la desmesura, desmesura que se llama Hybris en griego (de allí viene la expresión «ebrio», «ebriedad»), quedaba a cargo de a una divinidad vengadora llamada Némesis, encargada de poner las cosas en su sitio.

Es curioso que se le haya llamado ya en el S. II a Saturno el astro de Némesis. Esto luego pasará a la astrología y se hablará de Saturno señor del Karma, con una idea de karma algo parecida a la idea de Karma que viene de oriente, pero muy parecida a la idea griega de Némesis: cuando ha habido desmesura poner las cosas en su sitio, por lo tanto los límites como recuperación del orden.

5º) dato: Saturno como han visto ha tenido muy mala prensa y mala fama, con contradicciones, pero siempre en relación con la muerte, la melancolía, señor del duelo, del dolor, del negro, de la tristeza, de la gravedad, del peso, de la pesantez, de la lentitud. Todos estos rasgos también se usan en astrología. Así un paso de Saturno se asocia con que habrá dificultades, habrá lentitud, las cosas se detendrán, habrá responsabilidad, habrá peso, habrá Karma, habrá dolor, puede haber muerte y finales.

O sea todavía en la astrología oficial, con la que no siempre comulgo, se sigue atribuyendo a Saturno el Señor de todas las desgracias, en forma de límites, lentitud, dificultad, encierro, contracción, no te deja ir afuera, te obliga a profundizar, aisla, ocasiona responsabilidades, obliga a tener que acabar con la diversión y la alegría. Todos estos rasgos que todavía usan astrólogos vienen de toda esta tradición negativa de Saturno.

Sin embargo hay que hace notar que hay una tradición cultural muy importante que va a ser la que resucita Marsilio Ficino en el siglo XV, en Italia, Florencia, en pleno Renacimiento, totalmente antagónica a la visión astrológica y mítica: Saturno limitación, peso, carga, Némesis, etc. Había una tradición muy importante, más filosófica que astrológica que hacía de Saturno necesariamente un planeta y por lo tanto un Dios altamente importante y en absoluto negativo, sino que incluso lo colocaba en una posición de privilegio.

Esta visión es el Neoplatonismo cuyo fundador «oficial» fue Plotino en los primeros siglos de nuestra era, cuando elaboró una tradición que se extendió hasta la Edad Media y fue resucitada con gran auge en el siglo XV por Marsilio Ficino.

Los Neoplatónicos expresan la idea de Alma del Mundo, parten de la idea de que todo lo que hay aquí pertenece a un plano de realidad (este también es un plano de realidad), pero que es la emanación de un plano más profundo, el cual a su vez es la emanación de un plano más profundo, el cual a su vez es la emanación… es una contínua emanación de la unidad o de Dios.

Por lo tanto la realidad tiene múltiples planos de manifestación que son emanaciones a partir de la unidad. En el plano visible, el plano que vemos que es el más exterior de todos, se encarna con vestidura de cuerpo, vestidura material, se encarna el Alma del Mundo, de tal manera que todo lo que llamamos hechos, realidad física, realidad, cosa, acontecimiento externo, es la forma en que se presenta encarnado un proceso interior.

Detrás del cuerpo del mundo que viste a las cosas de particularidad, se está manifestando el Alma del Mundo y por supuesto las almas de cada uno de nosotros. La vida anímica forma parte de esa gran dimensión Alma del Mundo, igual que nuestro cuerpo forma parte de la materia del mundo. ¿Cuándo nos morimos que pasa con nuestro cuerpo? Se vuelve a la naturaleza, se disuelve en elementos materiales y ¿Qué pasa con nuestra alma? Se funde con lo que siempre perteneció que es la dimensión del alma del mundo.

Los planetas visibles, son los cuerpos que manifiestan o son los mediadores entre el espíritu de Dios, el alma de Dios y el mundo.

Los planos para el Neoplatonismo (espíritu y alma) son antes que nada el Intelecto, el Nous, que se puede traducir como el divino entendimiento y este Nous, que no es nada personal, irradia al Alma (Psiché) que es puro dinamismo y vida, la cual finalmente se manifiesta en la Materia (Hylé).

Los planetas por lo tanto son los representantes visibles de las jerarquías presentes en el alma del mundo; los planetas no pueden ser malos, todos los planetas son manifestaciones divinas y el mismo orden de los planetas es orden jerárquico de divinidad.

El Sueño de Escipión: En un libro de Marco Tulio Cicerón se narra el sueño de Escipión, en el que el futuro emperador romano ve en sueños acercarse el alma de sus antepasados y testimonia una visión del mundo en el cual ve como antes de aparecer aquí y después de vivir aquí, el alma viene de una región purísima más allá de todas las esferas planetarias que circunscriben a la tierra y son los planetas, está el mundo de las estrellas fijas, pura radiación divina, país del alma y el alma llega a la tierra atravesando cada una de estas esferas planetarias, en cada una de las cuales va aprendiendo una dimensión de la vida hasta aparecer aquí cuando se vive en la tierra, cuando se vive en cuerpo.

El alma hace un viaje para llegar y al morir hace un viaje de regreso atravesando otra vez cada una de las esferas.

Para los Neoplatónicos y para toda la humanidad hasta la invención del telescopio, la última esfera que separa el mundo conocido del mundo eterno y fijo de las estrellas era Saturno. Por lo tanto Saturno representa entre las demás esferas planetarias a aquel que está ya al borde de la dimensión más pura del intelecto divino y de Saturno para aquí es la progresiva encarnación en la manifestación del alma del mundo. Por lo tanto Saturno no solo no podía ser malo, sino que era el más cercano a la perfección de todos los planetas.

Grandes Neoplatónicos asocian el poder de los astros con la capacidad física y mental del individuo, manteniendo que la facultad más alta del alma humana que es el entendimiento en el alma, pertenece al entendimiento divino llamado Nous (en griego se puede traducir como mente, intelecto o espíritu). La facultad más alta del alma humana, el Nous, corresponde a Saturno, o se origina en la esfera de Saturno, de ahí que se llegó a decir que Kronos en realidad surgía de la unión de dos palabras griegas: Koros que quiere decir plenitud y Nous. O sea plenitud de entendimiento, plenitud de sabiduría, plenitud de intelecto desapasionado que contempla la eternidad.

La asociación de Saturno con Satur, saturar, saciar: En latín también ocurre porque Saturno puede asociarse con Satur- nous, de ahí viene saciar, saturar (estoy saturado, un color muy saturado que es muy lleno) y de ahí que Saturno podría decir plenitud. Y de ahí plenitud (satur)- de Nous, de sabiduría divina, de entendimiento. Esto es mencionado por San Agustín en su Civitas Dei o «La ciudad de Dios», que no constituye en absoluto una justificación de la astrología, sino más bien una feroz crítica a ella y a la visión neoplatónica de los cielos

Claro que el entendimiento y la vida del cuerpo pueden ser muy diferentes, claro que vivir tomando como reales las apariencias de las cosas puede ser lo más ajeno al divino entendimiento, porque el entendimiento en el alma, para los Neoplatónicos, es aquello que en nosotros capta intuitivamente los principios esenciales y arquetípicos de las cosas, los archai, las raíces celestiales, los modelos originales porque son el origen y lo originario.

Por lo tanto a medida que el alma desciende y se va haciendo más concreta nos vamos alejando del reino de los arquetipos y nos vamos instalando en el reino de los simulacros. Este es el mundo apariencial, es real lo que me encuentro solo como un recordatorio de un plano de realidad que solo el entendimiento en sí puede conocer ¿Y si ese entendimiento en lugar de invitarme a ir hacia afuera me invita a ascender? El camino de la sabiduría, que es el camino de la filosofía, que es el camino de la contemplación, se aleja por lo tanto del camino de la acción, involucración con las situaciones externas, en la dirección de la comprensión de los divinos arquetipos de todas las cosas. La conexión con el origen esencial de todas las cosas y por lo tanto con el retorno a Dios.

Desde esta perspectiva, Saturno está justamente en contacto con aquella eternidad increada, aquello que más tarde se llamará el Unus Mundus, el mundo arquetípico de los cabalistas, lo que más tarde Corbin llamará la Tierra Celestial, que no es la tierra terrenal, aquella dimensión en que todo es lo que realmente es, de la cual aquí vivimos añorando a través de sus múltiples cosas engañosas que nos obligan a vivir solo para tentarnos de regresar al origen de todas las cosas.

Esta visión Neoplatónica no puede encajar con un Saturno que sea fuente del mal y de la limitación. Es típico de la mentalidad platónica y neoplatónica que si las causas son los arquetipos, los arquetipos son divinos, eternos e increados, todo lo que llamamos dolor, limitación, sufrimiento, no puede ser nunca proveniente de la causa, sino proveniente de su recipiente que es la materia.

Saturno puede ser por lo tanto el agente que representa el intelecto divino que en nosotros aspira a la contemplación eterna, y el dolor no puede venir de Saturno, sino de como nosotros estamos habitando un mundo aparente y material y recibimos este don.

Siempre la limitación proviene del continente material, pero nunca del origen celestial.

La visión de la llamada astrología psicológica: De ahí otra idea que también pasa a la astrológica, con la cual no estoy muy de acuerdo, que es decir lo malo no es Saturno, sino como tú te lo montas con Saturno, entonces si tú lo encajas bien es bueno y el dolor viene de que tú no lo encajas bien. Esta es una visión moderna y psicológica de la astrología (Liz Greene), porque antes de ella siempre aparece el tema de las vidas pasadas, la concepción teológica de la culpa original, el pecado, lo que hay que pagar, Némesis, Karma, la consecuencia, de errores, etc. Ya los más psicológicos (y hay que agradecer la perspectiva de Jung) han ido tratando de rescatar la visión Neoplatónica, es decir, nunca un planeta puede ser malo, el mal no puede estar ahí, pero si nosotros vivimos la limitación es porque nuestra manera de recibir el don no es adecuada.

Saturno como la esfera más cercana a la raíz arquetipal original, donde aun no hay tiempo: Por lo tanto la visión Neoplatónica, totalmente opuesta a la visión astrológica de un planeta causa del mal y del dolor, hace de Saturno la más alta esfera planetaria que está directamente vinculada con el mundo arquetípico en el cual estaría la Edad de Oro, aquel mundo vinculado al estado original de la humanidad. No original de el comienzo en el tiempo, sino original porque está más cerca de la raíz arquetípica de todas las cosas. Lo original no está en el tiempo. Con el tiempo comienza la simulación, la emulación, la repetición, la copia de aquello que en el original está más allá del tiempo.

Saturno por un lado rige todo lo que ocurre en el tiempo, pero en eterna contemplación de aquel mundo único, arquetipal donde no hay cambio, donde no hay acontecer, donde no hay siquiera el tiempo.

Esta visión Neoplatónica no predominó mucho tiempo en occidente; en occidente se perdió al platonismo, incluso se perdió a Platón, se perdió la filosofía con la caída del Imperio Romano, y lo que quedó fueron traducciones y comentarios a obras de Aristóteles que formaron la matriz cultural de occidente, sobre la cuál el cristianismo construyó sus grandes dogmas, grandes movimientos de pensamiento (Santo Tomás) que era la filosofía aristotélica, en la cuál el alma no es ni más ni menos que la forma del cuerpo y por lo tanto el alma no puede existir, sino como lo que conforma y da sentido al cuerpo.

El aristotelismo por lo tanto pone en cuestión la eternidad del alma, la independencia del alma respecto al cuerpo y las ideas platónicas donde el cuerpo es la última manifestación, la última concreción, la última floración.

Metáfora sobre la relación alma cuerpo: como el perfume de una flor, no es la flor pero es lo que la flor da. Sin la flor no habrá perfume, sin alma no puede haber cuerpo, pero el cuerpo si depende del alma y el alma en cambio puede retirarse sin necesidad de entrar en el cuerpo.

MARSILIO FICINO Y EL RENACIMIENTO

El platonismo regresa a occidente después de siglos de desaparición de la mano de Marsilio Ficino, florentino, nacido en 1433, muerto en 1499 (inmediatamente después del descubrimiento de América), en una época de transición muy importante en Florencia, donde se vuelve a traducir las obras perdidas por occidente, no solo las obras de Platón, sino también el Corpus Hermeticum, obras de magia, de sabiduría helenística que regresan a occidente y que Ficino cree que es el verdadero fundamento que puede permitir unir conocimiento, sabiduría y fe.

Para Ficino la separación entre el hombre religioso y el hombre sabio es insostenible. Los sacerdotes católicos, los curas, tan lejanos de toda sabiduría, hombres de fe pero no de conocimiento, los sabios tan alejados de toda fe.

Esto es lo que Ficino trata de mostrar; que no puede haber fe sin sabiduría, ni sabiduría sin fe, ya que son el mismo camino. Para ello, la base del conocimiento tiene que ser Platón, lo que él llama Platón. En Platón hay una unión de conocimiento, amor y experiencia religiosa.

Ficino es el primer pensador en la historia de occidente, a partir de Platón, que pone al alma en el centro de toda explicación. El tema de Ficino es el alma y a través del alma el mundo, a través del alma las relaciones, la naturaleza, dios, etc., pero ante todo el alma.

Una de sus declaraciones dice así:

El alma es el mayor de todos los milagros, todas las otras cosas aparte de Dios son siempre un solo ser, pero el alma es todas las cosas juntas, por lo tanto puede adecuadamente ser llamada el centro de la naturaleza, el medio de todas las cosas, el rostro de todo, el lazo y la unión del universo. (Teología Platónica)

Nada es para Ficino, sino es a través del alma y por lo tanto todo se lee a través de la resonancia en el alma.

Ficino y la astrología como modo de poner de acuerdo nuestra vida con la vida celestial:

Aparte de esto, que es la característica de su pensamiento, Ficino era un auténtico saturnino, conocía la astrología evidentemente, la practicaba. Hijo de médico, también era médico, era filósofo, músico, mago, poeta y naturalmente era astrólogo.

No astrólogo de profesión, pero conocía la astrología. Negaba la astrología predictiva, fatalista, porque el ve en la astrología un lenguaje del alma. La astrología no es para predecir, sino que la astrología es la manera en que el ser humano puede reajustar, volver a sintonizar su alma con el cielo.

Toda la aspiración de Ficino es ponernos de acuerdo, poner de acuerdo nuestra vida con la vida celestial y esto se hace armonizando con los planetas, que son los antiguos dioses.

Ficino era sacerdote católico pero fue seriamente vigilado por los ojos de la Inquisición, porque parecía proponer un regreso del politeísmo. Hablaba de Venus, de Mercurio, de Saturno realmente como Daimones, como dioses, como agentes. Todo el tiempo insistiendo en que solo hay un Dios, pero que se expresa a través de estos «dioses».

Una visión como la de Ficino del alma con todas sus potencias es una visión que nos acerca a reconocer muchas demandas, puntos de vista, todos los cuales pueden ser armonizados en el alma y de la misma manera que hay una música celestial donde cada esfera planetaria tiene su propio canto y todos los cantos juntos forman una armonía completa, el ser humano puede en su alma armonizar todos los planetas, porque el cielo exterior está en el propio interior y si armoniza el cielo interior con el cielo exterior, de la misma manera en que se ajustan dos instrumentos de música, podemos llegar a vivir en la tierra de acuerdo con los cielos.

Ficino no solo elabora teorías filosóficas y/o teológicas, sino que no tiene miedo a la práctica, construye así amuletos, fabrica medicamentos, era un gran curador, canta loas y hace invocaciones planetarias. Fue considerado por Cosme de Medici, su patrono, como Orfeo vuelto a la vida, Orfeo redivivo, y tal como Orfeo que descendió al submundo para traer a Eurídice, Ficino descendió al mundo olvidado para traer de nuevo al alma y la doctrina Hermética con su antigua sabiduría. Fue el gran pensador del alma y diría yo que fue el primer psicólogo arquetipal de la historia.

Marsilio Ficino era un gran melancólico, y de hecho nació con ascendente Acuario, signo de Saturno, con Saturno en Acuario en el Ascendente y conjunto a Marte. Fue un hombre enfermo, con una salud muy precaria, que de todas maneras llegó a vivir 66 años, pero casi a punto de perder la vista; era un hombre que padecía depresiones muy intensas, pero que era querido por todos; lo consultaban los reyes, los filósofos, políticos, los papas, y a su vez fundó con el auspicio de Cosme de Medici la Academia Platónica de Florencia, la cual era un renacimiento de una manera de entender la vida, donde se conversaba de filosofía y se hacían cánticos, entendiendo que el canto era una manera de sintonizar el alma con la música de las esferas y entrar en conexión con la armonía celeste que, según se daba por cierto, era la base de toda relación y armonía tanto en el mundo de abajo como en el mundo de arriba así como entre estos mundos.

Para Ficino la separación entre el alma y el cuerpo es relativa, no son lo mismo, pero están unidos por un plano que él llama espíritu (spiritus) que se parece mucho a lo que muchos suelen llamar el cuerpo astral.

Entre el alma y el cuerpo hay un medio, vinculado con el espíritu del mundo, por el cual lo externo y lo interno se permean contínuamente. También hoy podríamos llamar Imaginación al spiritus, ya que es la imaginación lo que permite al alma volverse cuerpo y al cuerpo volverse alma, es a través de este ámbito imaginativo que toda circunstancia externa revela su rostro divino y que todo encuentro con lo divino se manifiesta en circunstancia externa.

Ficino por lo tanto es un sanador que se ocupa de sanar al cuerpo sanando al alma y de sanar al alma sanando al cuerpo; ¿Cómo? A través de la imaginación.

Él ve en todas las cosas del cuerpo, del mundo literal, del mundo de hechos, de las cosas, del mundo múltiple, ve que los distintos seres están agrupados porque reciben cualidades de ese plano astral que los unifica.

Él ve en el Sol por ejemplo a Apolo, dios de la música, Apolo con su lira canta, Apolo alude al corazón en nosotros, la sede de la imaginación. Hay objetos y circunstancias apolíneas; el oro por ejemplo en los metales, tiene cualidades de Apolo y por lo tanto el oro llevado a la imaginación despierta en nosotros la vibración acorde con la imaginación y con el Sol.

Ficino trabaja amuletos, pero con la conciencia de que el amuleto en sí es menos que la intención, el deseo y el esfuerzo imaginativo de ir reuniendo los elementos que por cualidades planetarias nos colocarán bajo la armonía, la vibración del dios que convoca todas estas manifestaciones.

Ahora bien, Ficino era un melancólico y en una de sus cartas dice así:

…Acuso una cierta disposición melancólica, una cosa que me parece muy amarga, que a menos que habiendo sido suavizada, se pueda en alguna medida endulzar por el uso frecuente de la lira…

Recuerden que la lira no es solo música audible, ya que el poder de la música no solo está en la vibración sonora, sino en el estado de ánimo y las proporciones que hay entre las cuerdas despiertan las proporciones anímicas y ponen al alma por lo tanto en contacto directo con los dioses planetarios.

La música es fundamental en Ficino, porque la música es, como buen platónico, número, medida y armonía. Al fin y al cabo en la música lo más abstracto que son relaciones numéricas, se ha vuelto lo más sensible y detrás de un sonido perceptible vibran números y vibran relaciones numéricas. La música por lo tanto resuena en el spiritus, en la imaginación, suscitando la armonía, así como en la cuerda de un laúd convoca a otro laúd a vibrar a la misma nota, un sonido despierta en la imaginación un sonido afín.

…Saturno parece haber dejado en mí el sello de la melancolía desde el comienzo. Estando como está en medio de mi ascendente acuario…

Conjunto a Marte y con la Luna en Capricornio signo de Saturno. Saturno tradicionalmente tiene dos signos; el de tierra, seco y frío Capricornio y el de Aire conectado con el entendimiento y la abstracción de Acuario.

…Me impulsas a que cante otro himno de encantamiento a Saturno, pero ¿qué puedo hacer? Trataré de buscar un cambio o más bien debería decir: si deseas trataré de decir que la naturaleza de este dolor no viene de Saturno o si fuera necesario que provenga de Saturno entonces, de acuerdo con Aristóteles diré que esta naturaleza (melancólica) es en sí mismo un don único…

El don de Saturno como cara de la misma moneda de la melancolía: Ficino es el primero que acoge plenamente en su pensamiento la tensión, la dualidad, la contradicción inherente en la imagen de Saturno.

Saturno es dolor, es tristeza, es un temperamento que a veces se retira en la negrura, pero Saturno y la melancolía también es un don. No pretende negar uno, no pretende decir que Saturno es solo bueno y nosotros lo hacemos mal. No, Saturno es doloroso y el dolor formará parte de la vida, pero junto con este dolor abre las puertas a la sabiduría; no hay sabiduría sin dolor, no hay dolor sin sabiduría.

Esta unión, el coger esta tensión entre estas dos dimensiones de Saturno, la máxima limitación y sin embargo la mayor profundidad, donde lo uno y lo otro van a la par, hizo no solo recuperar la idea aristotélica de que los genios son melancólicos, sino que vinculará la melancolía con el furor platónico.

El genio desgarrado al mismo tiempo por la tristeza y la exaltación de la visión de lo divino: Fue el primero que asoció la manía platónica, el impulso erótico que desciende sobre el adivino, el amante, el sabio y el inspirado, con la melancolía.

El melancólico puede pasar por lo tanto por los peores abismos y también por las más grandes alturas y abstracciones. Así Ficino forma la idea que luego corre por toda Europa hasta ahora, de el genio como aquel ser contradictorio que por un lado está desgarrado entre la tristeza y la amargura y por el otro lado exaltado hasta la visión de lo divino.

Ficino no solo escribió reflexiones, sino que al final de su vida, su última obra, obra cumbre de tres volúmenes llamado «Tres libros sobre la vida» o «De Vita» (o también «De Vita Triplice») acerca de la vida, dedicados íntegramente a la melancolía. Un libro escrito para el tratamiento de los melancólicos, siendo él un gran melancólico, él recoge una idea que ya viene de la antigüedad, que dice que la melancolía a veces se produce del mucho estudio, la mucha concentración, el excesivo esfuerzo de la mente hace que coagule la bilis negra y que el estudioso, el hombre de conocimiento se vuelva depresivo y triste.

Sus tres libros van dedicados a tratar a la melancolía en tres estados distintos: primero como un médico que era, tratamientos físicos como los entiende Ficino, o sea dietas, una dieta cuyo tipo de cosas tenga la resonancia de los planetas que compensan y aligeran y equilibran a Saturno, así dice él:

Venus modera a Saturno y por lo tanto un melancólico debiera ir por espacios venusinos: largas caminatas por la naturaleza, mucha luz en los cuartos, los perfumes, los aromas, los metales, la alimentación que refleje todo de este tipo de vibración.

El más interesante y heterodoxo es el tercer libro que se llama «De Vita coelitus comparanda» que quiere decir armonizando la vida con los cielos, que es un tratado de magia talismánica y de filosofía neoplatónica. Habla de las escalas musicales y de la armonía y del cual vamos a leer un fragmento:

…Recuerda siempre que ya por las inclinaciones y deseos de nuestra mente y por la mera capacidad de nuestro espíritu, es decir por la imaginación…

Recuerden que espíritu aquí es ese cuerpo sutil que no es físico ni psíquico, pero puede volver físico lo psíquico y psíquico lo físico y por lo tanto está en el medio, casi como lo que muchos llaman cuerpo astral.

…Podemos entrar fácil y rápidamente bajo la influencia de aquellos astros que denoten estas inclinaciones, deseos y capacidades, en consecuencia por el apartamiento de las cosas terrenales, por el ocio, por la soledad, por la constancia, por la teología, por la filosofía esotérica o por la superstición, la magia, la agricultura y el dolor entramos bajo la esfera de Saturno…

Todos estos campos son ámbitos saturninos, y si uno voluntaria e imaginalmente se involucra en estos campos, está entrando bajo la vibración, la frecuencia, la armonía de Saturno.

Fíjense qué curioso, «el apartamiento de las cosas terrenales, el ocio»; el ocio como la no actividad, no como la televisión, las discotecas, sino el ocio era el abandono del negocio y la ocupación, «la soledad, la constancia, la teología»; las cosas abstractas están regidas por Saturno; Saturno fue el que acuñó monedas, el constructor de los instrumentos geométricos, el de la sabiduría profunda, el señor de las abstracciones, pero también el tacaño, el de malos pensamientos, pero también el señor que hizo los caminos y las ciudades, el Señor de las formas geométricas, de la filosofía esotérica y por otro lado la superstición, la magia, la agricultura, ya que Saturno tiene que ver con la tierra y los bienes de la tierra, las semillas y el dolor. Bajo todo ello entramos bajo la influencia de Saturno.

Ficino también dice:

…Dentro del alma supongamos que existieran imaginación, razón y mente…

Esto es neoplatónico, es decir en el famoso carro alado platónico del alma en el cual un caballo negro empuja hacia la pasión, hacia las cosas, hacia el mundo de la multiplicidad, pero otro caballo blanco aspira hacia la altura y finalmente hay el que maneja el carro y del equilibrio de estos tres depende el equilibrio del alma.

3 estadios del alma: Deseo, acción (vehemente) – Lógica, razón (Ratio) – Intuición (mente contemplativa, Mens):

Ficino dice que en el alma se podrían reconocer tres estadios: un estadio vehemente que se inclina hacia la acción, es muy imaginativo, es lo que podríamos llamar hoy el deseo. Una capacidad de raciocinio, de lógica, que es lo que él llama la ratio y un tercer plano que es el más saturnino que es la mente contemplativa que está en contacto directo con los arquetipos eternos de las cosas y hoy lo podríamos llamar intuición. La mens no razona, la mens ve, claro que no con estos ojos. La razón deriva, deduce, vincula, relaciona, y finalmente el deseo empuja a la acción.

Entonces Ficino dice:

…Dentro del alma supongamos que existen imaginatio, ratio y mens. La imaginatio, ya sea por la naturaleza o movimiento del spiritus o por elección o por ambas cosas, puede de tal manera acordarse (ponerse de acuerdo) con el Marte o con el Sol, que venga a ser verdaderamente un vehículo de influencias solares y marcianas. Del mismo modo, ya sea por medio del imaginatio o del spiritus o por deliberación o por ambas cosas, la razón en virtud de una cierta imitación puede llegar a asemejarse tanto a Júpiter que siendo más parecida reciba más de Júpiter y de su don que la imaginatio o el spiritus. Finalmente la mens (el gozo comtemplativo) que se aparta no solo de lo que generalmente percibimos, sino también de lo que generalmente imaginamos, es decir, la mens se aparta no solo de los hechos, sino también del deseo por los hechos, y de lo que imaginamos o expresamos en nuestras costumbres humanas y en su deseo, su ambición y su vida la mens tiende hacia las ideas y se expone en cierta medida a Saturno, a esta sola facultad es Saturno propicio.

Pues así como el Sol es hostil a los animales nocturnos, pero amigo de los que actúan a la luz del día, así Saturno es enemigo de aquellos que llevan ostensiblemente una vida ordinaria o que aunque rehuyan la compañía de la gente vulgar, empero no dejan de lado sus pensamientos vulgares, pues él cedió la vida activa a Júpiter y retuvo para sí la vida retirada y la vida divina…

Júpiter es su hijo, cuando Saturno deja de reinar, reina Júpiter y empieza el reino de la acción, pero ¿Qué requiere Saturno aun cuando renuncia al trono?

…Los hombres cuyas mentes están apartadas del mundo son en cierta medida parientes suyos y encuentran en él a un amigo, pues el propio Saturno es un Júpiter para almas que habitan las esferas afines…

Júpiter es considerado un benéfico, portador de fama, prestigio, honores, éxito, reconocimiento social. Pero Ficino dice:

…Saturno es como un Júpiter para el que busca el conocimiento y la mente divina, es el mayor enemigo sin embargo para aquellos cuya vida contemplativa es mera apariencia sin ninguna realidad. Saturno no los reconocerá como suyos, ni Júpiter dominador de Saturno les sostendrá, porque violan las costumbres y reglas ordinarias de los hombres. Júpiter nos arma contra la influencia de Saturno que en general es extraña a la humanidad y en cierto modo impropio de ella…

Finalmente ayuda en primer lugar con sus propiedades naturales, después con su alimento y medicina y también según se cree con los talismanes numéricos y finalmente con las ocupaciones, los estudios y todas las cosas en general que por naturaleza le pertenecen, pero los que escapan a la influencia maléfica de Saturno y disfrutan de su influencia benigna, no son solo los que se acogen a Júpiter, sino también aquellos que se entregan de todo corazón a la divina contemplación que se honra con el ejemplo del propio Saturno, en lugar de vida terrenal de la que él mismo es excluido, Saturno confiere entonces la vida celestial y eterna…

Esta mirada de Saturno ha cambiado completamente las cosas. Saturno inflige el dolor, sin ninguna duda, pero a su vez a través de su dolor lleva a la contemplación de las cosas eternas.

¿A quién ayuda? A quien de todo corazón acepta su camino, eso es importante. Saturno es como un Júpiter para aquel que voluntariamente acepta la depresión, a aquel que no la combate tratando de salir afuera, tratando de triunfar, aquel que no quiere compartir la costumbre del resto de los hombres, sino que en cierta manera en contra de lo habitual en los hombres acepta retirarse a la esfera de la divina contemplación, de todo corazón. Pero aquel que se retira y continúa teniendo pensamientos vulgares, que hace como si meditara, a aquel Saturno no lo reconoce como suyo y Júpiter también lo desprecia.

Esta visión es realmente transformadora acerca de este símbolo, porque Ficino no niega la tensión de Saturno. Fue el primero que buscó armonizar el dentro y el fuera a través de la imaginación, que creyó que la imaginación no era arbitraria, que creyó que la imaginación era el ámbito que permitía reencontrar el arriba y el abajo, que creyó que solo a través del cultivo de la imaginación, haciendo del cultivo de cualquier circunstancia externa el reflejo del alma, no viviendo nunca las cosas como cosas sino como portadores de los genios divinos y por lo tanto con sus resonancias anímicas.

Ficino era hijo de médicos pero además médico, los mismos Medici lo consultaron y se han registrado casos de deprimidos que mejoraron, que cambiaron de vida, que salieron del pozo negro y esta era la terapia de Ficino, de resultados. Pero Ficino toda su vida fue un melancólico, no dejó de serlo, sino que precisamente por serlo fue el renovador de una visión del mundo.

El libro de Panofsky, Klibanski y Saxl, «Saturno y la melancolía» muestra cómo esta idea de Ficino se desperdiga por todo el Renacimiento hasta llegar a Durero con su famoso grabado «Melancolía», que muestra un ángel (y no un diablo, no es así una culpa, ni una enfermedad, ni un proceso vírico, ni falta de litio o potasio, no es un cerebro roto); es un ángel de la amargura que se mueve con figuras geométricas (hay que mirar el grabado, es muy bello) como si hablara de la visión del infinito y la aceptación de que desgraciadamente, entre lo finito y lo infinito hay un bache que nunca se puede saltar. Esta aspiración a la perfección, este contemplar la perfección mientras se vive en un mundo de limitaciones, será la base del genio melancólico, que luego pasará a la edad moderna hasta hoy, y que es una creación original de Marsilio Ficino.

Voy a mencionar lo que, por falta de tiempo, no vamos a poder tratar. Yo quería, me hubiera gustado hacer una análisis de la descripción de la melancolía y la depresión desde la psiquiatría y tengo aquí los textos de Esquirol, Kraepelin, Freud, Lacan, pero no nos alcanzará el tiempo (Kronos!) para ello. En estos textos lo que se veía es como la descripción de ellos, como las mismas palabras que usan ya están bajo la consideración de Saturno y todo su estudio de la depresión está hecho desde una mirada completamente saturnina. No nos vamos a enterar de si las cosas son como ellos decían o no, nunca lo sabremos, las cosas nunca son, sino como se miran y desde donde se miran.

Voy a leer, en cambio, una serie de declaraciones de James Hillman sobre la depresión, que he encontrado en Internet, y que dio en diferentes entrevistas y congresos.

Es una mirada completamente distinta, novedosa, cuestionadora e inquietante de Hillman, o sea un enfoque nuevo. Lo que Hillman representa (un espíritu, más que una persona).

Hillman ha sacado la terapia de la consulta y la ha llevado a un modo de vida, que es lo que es, terapia quiere decir cuidar, servir y psique quiere decir alma. La palabra la fundó Sócrates cuando, según la Apología que escribe Platón, dice: «toda mi viva he sido, soy y seré psicoterapeuta, alguien que está al cuidado del alma.

Hillman sigue al cuidado del alma más allá de que tenga consulta, es decir la consulta es permanente, hace consulta a las ciudades, hace consulta a los periódicos, a la política, se consulta al arte y a la vida cotidiana, porque como dijo Ficino el alma está en todas las cosas y todas las cosas están en el alma. Creo que el pensamiento en esta línea, realmente es la restauración de Ficino después de 600 años; Ficino ha vuelto de la mano de esta mirada.

Hillman fue importante en el movimiento junguiano, incluso fue presidente de la asociación durante muchos años y por lo tanto muchos lo consideran un junguiano. Yo creo que está más allá de todo nombre, pero sería imposible su visión si no se apoyase en el background, si no continuara en un viaje permanente, una revisión permanente con el pensamiento de Jung.

Hillman dice:

…La psicología junguiana es acerca ante todo de actitudes, así que todo el asunto es captar esta actitud hacia el alma, hacia la psique, la cuestión es ¿Qué está haciendo la psique al presentar al paciente una depresión? Toda la cuestión es ¿Qué quiere el alma con la depresión? En lugar de ver la depresión como una disfunción, es un fenómeno que funciona; te detiene en seco, te fija, te vuelve desgraciadamente miserable, de modo que sabes que está funcionando.

Si la historia es meramente la repetición de historias, entonces la historia no es necesariamente causal, en el sentido de Jung la causalidad es algo más formal. La conciencia es en la psicología de Jung unilateral, esta figura unilateral que tenemos del mundo, se complica con la llegada de otras partes, aquellas dejadas fuera del cuarto principal que parecen entrar en la depresión por la puerta de atrás. Esto son los puntos de vista esenciales de la actitud junguiana hacia lo que a uno le ocurre y a lo que ocurre en la vida de los pacientes.

Los estudios periodísticos nos dicen que hay ahora mucha más depresión de la que nos damos cuenta, de que es endémica en nuestra cultura y la queja presente mayor en la práctica de los médicos en la actualidad. Uno de los criterios clave en los diagnósticos médicos actuales sobre la depresión, es sentirse deprimido la mayor parte del día, casi cada día por lo menos dos semanas. Esto es poner una enfermedad crónica (que viene de Kronos) en la categoría de una enfermedad aguda. Tenemos que notar que la naturaleza maníaca (es decir con un énfasis en la acción, en la actividad, la extroversión, en la productividad, que es lo opuesto a la depresión) de este diagnóstico…

Es decir, tenemos que notar desde donde está hecho el diagnóstico; un diagnóstico que considere que dos semanas de tristeza es depresión, es el diagnóstico que solo puede hacer un maníaco que cree que no se puede parar por más de dos semanas sin estar enfermo. Es decir que algo que dura más de dos semanas en nuestra cultura es demasiado. Esto es totalmente una situación maníaca.

…Tengo que continuar hablando con ustedes para que no se aburran!, grita Hillman entonces a la audiencia. Estoy sobre mi máquina de fax, me inclino y digo ¡Porqué toma tanto tiempo que esta maldita cosa salga impresa!? De lo que se quejan la mayor parte de los americanos y yo diría de los occidentales es de no tener suficiente tiempo y no tener suficiente sueño. Los maníacos no necesitan ni dormir ni comer, podemos sentarnos todo el día en una computadora desahuciados, desnudos como en una caja en una guardería cerrada, de modo que ¿Cómo encaja en ello la depresión? ¿Cómo entra Saturno sino forzando su propia entrada?…

En nuestra vida actual ¿Qué espacio hay para Saturno? ¿Cómo puede entrar Saturno en una vida que no tiene tiempo para detenerse, sino entra a la fuerza? Aquí hay mucho de Ficino, aquí hay el llamado de Saturno que entra en la casa del maníaco obligándole a detenerse.

…El coste directo de la depresión solo da cuenta de una pequeña parte de las recetas médicas de la persona, pero nuestra oposición frenética a la depresión y a lo que representa tiene un estrecho paralelo en nuestros temores económicos dominantes; hablamos acerca de una depresión económica, nos preocupamos por la crisis energética en términos económicos y la inhibición del impulso y energía en nuestros pacientes.

Nos preocupamos por la amenaza de la polución en el mundo, en tanto nuestros pacientes depresivos se quejan con su fantasía de que sus interiores se están volviendo negros, de que están siendo envenenados. Tenemos el desempleo y un rasgo dominante de los individuos depresivos es que no se pueden levantar para ir a trabajar.

Hay dos veces más mujeres que hombres en todos los grupos raciales que están disponibles estadísticamente a sufrir una depresión. La cultura maníaca es primariamente una cultura de testosterona (hormona masculina). Esto ocurría ya en el S. XIX donde las mujeres eran ya las portadoras de muchos más síntomas que presentaban a doctores varones (esto tiene que ver con la historia de la locura).

Hoy esta depresión ha perdido los confines que tenía en la psiquiatría temprana, hoy está en los jóvenes, en los niños y el término es usado muy ampliamente, pero es tan importante volver a lo que la persona experimenta, a lo que el sufridor de depresión está experimentando, a lo que él o ella le está afligiendo.

En la práctica que alguien nos diga que está deprimido es insuficiente, no nos servirá, yo prefiero saber: que, donde, como y cuales son los correlatos físicos, ¿qué comes?, ¿Qué ocurre cuando estás en esa silla? ¿Y cuándo te levantas? ¿Y cuándo te pones en pie?, ¿Cuando andas y cuando te quedas quieto?

Quiero saber una enorme cantidad acerca de tú cuerpo: pelo seco, aliento con olor, suspiros frecuentes, un tono disminuido para cada cosa, falta de sueño, dolor facial, ¿en qué es diferente a la ansiedad (que tiene consigo una cierta afinidad)?…

Esto es muy importante: todo parece tan pesado y tan abrumador en la depresión!. Y las palabras, como ya mencioné, evocan las precisas imágenes. Los romanos llamaban a este peso, a esta gravedad, gravitas (pensad por ejemplo en lo que Newton postulará, mucho más tarde, como la «ley de la gravedad»); otro tema a apuntar para Saturno: gravitas, gravedad.

Gravitas o gravedad también tienen que ver con gravidez y gravidez es el estado de preñez. Volvemos a Saturno como saturado, lo que está saturado, lo que está lleno, lo que está saciado, lo que contiene algo en su interior. Todo esto gira alrededor de la idea de gravitas que también es la gravedad que atrae a los cuerpos hacia abajo, la gravedad newtonaniana, la «pesanteur» de Simone Weil en esa extraordinaria recolección de graves pensamientos: «La gravedad (pesanteur) y la gracia». Continuamos con Hillman:

…Los romanos llamaban a esto gravitas, pertenece a Saturno, en vuestro entrenamiento (esta fue una charla que dio para psiquiatras y psicoanalistas) probablemente habrán escuchado que la depresión es peor por la mañana, ¿Porqué es peor la depresión por la mañana? ¿Qué nos dice acerca del día que está por empezar? ¿Es quizá por esto que no se usan los tonos menores en la música que pone la radio por la mañana? ¿Porqué uno tiene que estar al tanto con el sol que asciende y tenemos que hacer algún tipo de sentido de las cosas que observamos?…

La depresión y las mañanas: Es cierto que la depresión es peor por la mañana, al empezar el día, la depresión mejora en el atardecer, pero ¿Qué tiene que ver esto con empezar el día, la música en tonos mayores, la preparación, los desayunos, los rituales de ir a la actividad?, O ¿No tendrá nada que ver y será simplemente que falta potasio, litio o hay una lesión en el cerebro?

…Una de las cosas que uno no quiere es que le interrumpan, uno puede continuar y continuar y continuar con cafés, estimulantes, vitaminas y uno ve en los héroes de la televisión que nunca se cansan, pero la lentitud (otra palabra clave para Saturno), es básica en la idea de la melancolía desde el mismo comienzo.

La manía con frecuencia se describe en psiquiatría por la ausencia de tristeza, la pérdida significa perder lo que fue, queremos cambiar pero no queremos perder, sin tiempo para la pérdida no tenemos tiempo para el alma. El alma sabe acerca del caos de la cultura en la que estamos, de alguna manera si no estamos en duelo, entonces estamos fuera de contacto con el alma, de modo que subyacente a la depresión hay una adaptación a la condición subyacente del mundo. A veces creo que hay una depresión subyacente en nuestra cultura y me hace pensar que si uno no está deprimido uno es anormal, porque el alma sabe acerca de la destrucción de los árboles, de la destrucción de los edificios, de la fealdad que se está desparramando, del caos de la cultura en muchas maneras y de alguna manera si no estás en duelo con lo que está ocurriendo en el mundo, entonces estás separado del alma del mundo. De modo que en este sentido yo creo que una depresión subyacente es un tipo de adaptación a la realidad del mundo.

Esto que estoy diciendo no es instrumentalismo, no es una técnica que yo les esté enseñando a aplicar, no se trata de que pierda las esperanzas, uno preserva la fe y uno de los modos en los que la terapia puede ser más útil es que no haces absolutamente nada sino preservar el contacto. Eres un compañero entonces consistente, crónico, en lugar de ser un terapeuta que está tratando de actuar en contra de la propia alma. Lo que ocurre usualmente es que uno se vuelve activado por la quietud de la situación, contra esa parálisis hay métodos muy activos de tratamiento…

Como la terapia eléctrica o terapia de shock, que como dijimos fue desarrollada por un italiano que también fabricó industrialmente los fusibles de las aeronaves. En la historia del tratamiento de la depresión ha habido enemas, lavativas, sangrías para purgar las entrañas de bilis negra, ha habido intentos de golpear al paciente; todo esto representa el odio y animadversión a lo que depresión representa en el paciente y en quien lo trata.

…No hay razón por la que no debamos sacar ventaja de los medicamentos, lo importante es cual es tu actitud hacia ello, como mantienes a ese Daimon, a ese genio en su sitio de modo que no llegue a poseerte totalmente, el truco es mantener el foco en lo que el paciente está sintiendo, pensando e imaginando. No estoy a favor de encontrar modos de liberarse de la depresión, la depresión ya es lentitud, un contra movimiento a lo maníaco, la depresión trae interioridad, abre la puerta a una belleza interior, de modo que parece haber allí algo, aparte del modo en que tú (el ego) lo veas…

También he escogido dos fragmentos de «El mito del análisis» y de «Re-imaginar la psicología»:

…Así como el paradigma freudiano de la psicopatología era la histeria y la paranoia y el paradigma de Jung fue la esquizofrenia, la psicología arquetipal hasta ahora ha hablado principalmente de la depresión y del desorden bipolar. La depresión también ha dado un foco para una crítica cultural, un ataque a las convenciones sociales y médicas que no permiten la profundidad vertical de la depresión. Para una sociedad que no permite a sus individuos irse hacia adentro y hacia abajo (que no permite que sus individuos estén down), una sociedad así no puede encontrar profundidad y debe permanecer permanentemente inflada en un desorden maníaco de humor disfrazado de crecimiento…

Así Hillman conecta el horror occidental hacia la depresión con la tradición del ego heroico y de la salvación cristiana a través de una resurrección hacia arriba.

…La depresión es todavía el gran enemigo, y sin embargo a través de la depresión entramos en la profundidad y en las profundidades encontramos alma. La depresión es esencial para el sentimiento trágico de la vida, humedece el alma seca y seca al alma mojada, trae refugio, limitación, foco, gravedad, peso y humilde impotencia; recuerda a la muerte. La verdadera revolución en nombre del alma comienza con el individuo que puede ser fiel a su depresión…

Hay gente que nos puede decir: «si todo esto está muy bien, es muy bonito, pero ¿y yo qué hago? Ayer en una conferencia pregunté: ¿puede ser que una persona que hoy en día no se deprima esté fuera de sintonía con el mundo? Porqué cualquier persona que conecte con lo que está pasando se tiene que deprimir de tanto en tanto

Cuando lo dije una persona me dijo que esto estaba muy bien, pero que su hijo de 25 años lleva 4 años encerrado en una habitación oscura y con ello ¿qué hay que hacer? Tenemos que hacer algo ¿o lo vamos a dejar? ¿qué hacemos: terapia de shock, drogarle, incidir en terminales nerviosas?

Y yo no se que hacer, no tengo ni idea de que hacer, creo que casi nadie sabe que hacer. Si no hay el entendimiento que hay alma y que ahí hay un dios, que ahí hay una demanda más allá de lo personal.

Le respondí sinceramente que conocía una madre orgullosa de su hijo de 25 años que se está preparando para ganar al menos 2 millones de pesetas al mes porque si no, no es considerado digno, un muchacho que se levanta a las 8 de la mañana y corre a la bolsa, a fin de conseguir formar parte de grandes compañías de tiburones, porque su proyecto en la vida es ser un tiburón; y verdaderamente yo no se quien está peor, ni quien está mejor, porque estar en un cuarto a oscuras no es vida, según y cómo, pero en cambio parece aceptable considerar que es vida el estar compitiendo en la bolsa, haciendo inversiones para que una empresa fabricante de armas se enriquezca y así te enriqueces tú.

Uno es aparentemente un modelo admirable y envidiable y básicamente «sano», porque este chico será un triunfador y el otro representa algo que tendríamos de combatir, o corregir, o cambiar; algo que tenemos que curar.

Vamos a reformular la imagen de Saturno con todo lo que hemos dicho antes:.

Saturno el planeta de la contradicción por excelencia: Primer dato del que yo partiría, del libro de Saturno y la melancolía y es que la característica más específica de Saturno es su interior contradicción, Saturno es el planeta de la contradicción por excelencia. No hay planeta más contradictorio de Saturno y no como los demás que son contradictorios porque premian o castigan, sino que es contradictorio no por sus defectos, sino por su naturaleza.

Saturno es poderoso y es impotente, fue señor del mundo y es un exilado en el Tártaro, fue un castrador y fue un castrado, trae el dolor y es el Señor de la Edad de Oro, trae miserias, preocupaciones, avaricia y a su vez es el Señor de la Sabiduría profunda. No hay un solo planeta en astrología, ni un solo símbolo cuyo significado contenga como contiene Saturno, la contradicción.

Por lo tanto más que esto o aquello, lo inherente en la naturaleza de Saturno es la interior tensión de la contradicción del símbolo.

Sin embargo Saturno no quiere decir contradicción, pero donde está Saturno como quiera que esté, aparece la tensión de las oposiciones. De ahí que sea por un lado Señor del amor fiel y por el otro el desconfiado solitario que es incapaz de dar nada. De ahí que sea el custodio de los pactos de honor pero sea a su vez el ladrón deshonorable de los cadáveres.

La imagen que en la psicología actual podríamos remitir a Saturno es el arquetipo del sénex, que quiere decir el anciano. Cada vez que aparece en nuestra vida o en nuestros sueños, cada vez que habita en la imaginación el anciano, aparece con el anciano el sénex y Saturno.

En principio hay dos variantes, y aquí volveríamos a la contradicción: por un lado el viejo anquilosado, rígido, aferrado a posiciones, cerrado a toda novedad, temeroso de perder el poder, el rey poderoso y viejo aferrado a retener el trono hasta el final y no ceder; esto es una imagen , lo que en alquimia se llama el viejo Rey que está muriendo.

La otra imagen es el Viejo Sabio, Merlín el Mago, el sabio que aparece en el camino con el consejo oportuno, con la sabiduría de la naturaleza y la larga experiencia. Hay uno y hay el otro, lo que se ha llamado el sénex positivo, el arquetipo del significado, aquel que en la vida muestra que toda experiencia apunte y prepara a un significado (desarrollado en la visión de Jung). Y por el otro lado la cáscara vacía resistente al cambio.

Hay una frase que quiero leer, de la obra de Jung «arquetipos e inconsciente colectivo» que preside todo esto, o sea que está todo el tiempo:

…Sería apropiado por razones heurísticas (explicativas) y de otra índole, examinar cuidadosamente el ambiente siempre que se presenta al anciano como humilde y candoroso. El anciano tiene en efecto una faceta maligna, de igual modo que el hechicero de los pueblos primitivos es por una parte el que cura y auxilia y por otra el demonio envenenador, y también del mismo modo que la palabra fármaco significa medicamento y veneno y que el veneno en definitiva puede ser en realidad ambas cosas…

Jung aquí está dando exactamente la talla de la intensidad de la contradicción que existe en la imagen del sénex; cura y es veneno, y la misma serpiente que produce el veneno, la misma serpiente que produce el tóxico produce el antídoto y no hay serpiente buena y serpiente mala. Querer separar el fármaco que cura del veneno que mata es imposible porque es el mismo, el mismo que mata da la vida.

El intento de separar el sénex bueno del sénex malo está fallido de antemano, porque donde hay sénex bueno hay sénex malo, no hay el uno sin el otro y la característica justamente del arquetipo del sénex es que conteniendo la dualidad quiere o esto o aquello.

La característica por lo tanto de la presencia de Saturno es la limitación que niega la contradicción. Cada vez que queremos lo bueno sin lo malo, lo malo sin lo bueno, el sabio guía pero no el brujo hechicero, se está produciendo el corte de Saturno que separa el reino de las estrellas fijas del reino de los mortales.

Es este corte esencial en la dinámica del sénex, esta incapacidad aparente de reconocer la ambigüedad; ¿Cuándo somos saturninos? Somos saturninos cuando buscamos claridad, claridad sin oscuridad, orden sin confusión, verdad sin falsedad, avance sin retroceso. No es el avance, ni el retroceso, es el corte.

La característica del sénex es esta dificultad en sustentar lo ambiguo, que es lo que empuja inmediatamente a adoptar colocaciones oposicionales; en cuanto empieza lo verdadero – lo falso, lo correcto – lo equivocado, arriba – abajo, bien – mal, hombre – mujer, espíritu -materia, etc., encontramos la obra de Saturno Señor de los límites, que plantea y preserva las limitaciones. El tema no es el viejo malo, el tema no es el viejo bueno, el tema es o uno, o lo otro.

Entonces cuando una persona dice: ¿Cómo obtener las virtudes de Saturno sin tener que cargar con los defectos? Ya está hablando el sénex, ya se está operando bajo la compulsión de poner límites. Pero ¿Qué es preferible en esta imagen primordial, ser el deprimido impotente que solo en la noche mira angustiado el cielo tratando de encontrar sentido en medio de la confusión? ¿O ser el Rey anciano que en su locura se aferra desesperadamente a un trono que no tiene sentido? O lo uno o lo otro o ¿Hay lo uno sin lo otro?

El problema con Saturno ha sido la necesidad de poner límites que inmediatamente nos convoca a vivir en referencia a lo que queremos limitar. Dicho de otra manera, detrás de la maniática necesidad de orden, detrás de este combate por el orden existe la experiencia del desorden, no hay lo uno sin lo otro, pero aparece el sénex en el intento desesperado de que sea uno pero no sea el otro. Es característico la desconexión y por lo tanto las definiciones.

Ahora aparece Saturno el Señor de la geometría, de las ciencias exactas, de los conceptos precisos y de las abstracciones conceptuales. Ya Aristóteles (el Pseudo- Aristóteles); o Teofrasto cuando se hace la pregunta de ¿porqué será que los grandes pensadores, los grandes estadísticos, los grandes genios han sido todos melancólicos? Dice: «bueno el problema es que el humor negro cuando se calienta irradia humores que invaden al cerebro, hay demasiado aire».

Esto es curioso porque «aire» en griego se dice pneuma, que más tarde se traduce por Espíritu y convoca el tema de la espiritualidad, y una de las maneras saturninas de divorciarse de la experiencia es por un lado buscar la definición, la correcta definición, la claridad de los límites conceptuales, es saturnino lo que llamaríamos el intelectualizar, un modo de volver pneumático lo psíquico, transformar las experiencias y las circunstancias de la vida en formas de una categoría o un concepto.

Por ejemplo: «todos los hombres son», «los catalanes son» «las mujeres son», etc.

Ahí está Saturno poniendo límites, garantizándonos seguridad, «todos los que sean así», «a priori ya sabemos como son las cosas» y ahí está el viejo Rey poniendo orden y preservando los límites bajo el pretexto de una claridad que huye de la profunda oscuridad y negrura contenida en el arquetipo.

Lo curioso es que mientras más claro, es a su vez más oscuro, mientras más definido está menos vivo, mientras más anticipable menos efectivo, y así la supuesta sabiduría que ofrece esta catalogación es una sabiduría seca, académica, de conceptos, ideas, que sirven para poner una trama entre la experiencia y el alma. Una sabiduría «inoperante», que no puede «hacer» nada con ese saber.

Aquí aparece la necesidad saturnina de seguridad, todo un mundo de conceptos y rígidas definiciones que son maniobras para generar seguridad. ¿De donde parten estas maniobras? Parten de la inseguridad, la inseguridad disfrazada de necesidad de seguridad y por lo tanto mientras más nos aseguramos, más crece el veneno de la inseguridad.

Nunca estaremos seguros acumulando seguridades, entonces sólo necesitaremos acumular más, y se va cumpliendo así la maldición saturnina: nos vamos volviendo rígidos, avariciosos, cerrados, impermeables, desconectados, justamente porque queremos orden, límite y seguridad.

Detrás de esta imagen del orden, de la seguridad, de la discriminación, hay una huída compulsiva de lo opuesto y ¿quién es el opuesto del sénex? El opuesto que siempre va con el sénex: el niño eterno, el puer ligero que no se compromete, que siempre está en el origen, que no tiene nunca final, que nunca envejece, que contiene la fragancia de la promesa, que comporta la eterna juventud.

Es este miedo al puer (lo incompleto, lo potencial, lo «aún-no», lo que «podría ser») no reconocido en el sénex que nos lleva a las cualidades que se han descrito como el sénex negativo. Lo curioso en la vida es este misterioso despliegue de opuestos que hace que el puer se transforme progresivamente en el sénex, que aquellos que se enamoran de la chispa intuitiva, creativa, los que se acercan al mundo del puer, se van transformando en los profesionales apoltronados en sus asientos, que asisten a congresos acumulando diplomas y títulos mientras los sueños de la juventud muerta se van transformando en la rigidez, la aceptación y hasta la defensa de una posición establecida «sólidamente».

Cada vez que se habla de papá/mamá aparece el sénex. Sénex son los padres y los abuelos y los antepasados. Mi padre solía decir: «a los 20 somos todos incendiarios y a los 40 todos bomberos». ¿Cuál es la extraña relación que hay entre el incendiario y el bombero? ¿Porqué el incendiario de hoy es inexorablemente el bombero de mañana?

La construcción de defensas en nombre de la seguridad: En el temor al niño aumenta la rigidez y as defensas; uno de los temas de Saturno es la defensividad, el construir defensas que den seguridad ( o sea, el compulsivo defenderse de la eventual inseguridad). Donde hay una defensa se detiene la vida y por lo tanto aparece el Señor de la muerte, el culto al Señor de la muerte disfrazado y justificado bajo el aparente deseo y pretexto de preservar la vida.

En este punto recuerdo a Kierkegaard que sabía mucho de la angustia y la melancolía, y que escribió sobre la angustia que es la experiencia del vacío, de la nada, de la negrura; este gran filósofo, precursor del existencialismo, decía algo así (y cito de memoria, por lo cual no es exacto, que conste):

…Cuando veo a los burgueses preocuparse tanto por los medios, por sus capitales, por su honorabilidad y por su seguridad, no puedo sino pensar en aquel pobre hombre que cuando anunciaron a gritos un incendio, en medio de su desesperación solo se le ocurrió salvar las tenazas de la lumbre ¿Qué otra cosa salvan estos burgueses del apasionado incendio de la vida?

Los medios, los medios que se han vuelto una forma de protección contra la vida…

Por lo tanto detrás de este énfasis en el orden y en la claridad, se está huyendo de su antítesis siempre presente que es la experiencia de la oscuridad, de la falta de claridad, de aquello esencialmente desprotegido e improtegible. Donde hay claridad miremos el arquetipo del sénex y preguntémonos ¿de que oscuridad escapa?

Todo conocimiento que sea un avance hacia la claridad es a la vez una huída de la oscuridad. Por lo tanto allí está el engaño de Saturno: «soy la claridad, vengo a poner orden, vengo a traer conocimiento», es decir un énfasis en el conocimiento que es la huída ante la incertidumbre de la vida

¿Qué es esa vida que no cabe en conocimiento, que no cabe en conceptos, que es esa vida que no cabe en fronteras? Esa vida que no cabe en fronteras es justamente el puer, el puer que rompe todas las definiciones porque es indefinido por naturaleza.

Siempre que hay un sénex lleva consigo al puer; en realidad el arquetipo completo es sénex-puer y el lado sénex aparece como estabilidad, que es aisladamente el divorcio del lado puer.

La búsqueda de claridad, de conocimiento «firme y seguro», de conceptos claros, racionales y precisos, asociada a la idea de límite y de separación (análisis, corte, disección) me parece fundamental, donde está el temor al riesgo aparece la tendencia al corte. Un corte consiste en pneumatizarlo todo, pneumatizarlo es transformarlo en idea, uno busca ideas, busca conocimiento, la gente se pregunta ¿qué tengo que «aprender» o «entender» de esta experiencia? La gente que consulta al astrólogo, por ejemplo.. «me está pasando esto ¿Qué he de aprender yo de esto?». Lo que se imaginan es que habrá una fórmula que tú les dices y ya aprendió. Aprender como reducir a conceptos inteligibles para el ego, aprender como «pneumatizar»

«La vida es una escuela» dice el sénex, en la vida se aprende ¿Y qué se aprende en la vida? ¿Se aprende verdaderamente? ¿Y cuál es la sabiduría de la vida que noes la vida misma?

Esta ilusión de un saber adquirido al vivir es uno de los mecanismo del sénex y por lo tanto se transforma toda experiencia en ideas y toda psique, toda alma como imaginación, deseo y biografía en concepto y, eventualmente, en principio y dogma. Ese es uno de los caminos de la separación, del corte, del «distanciamiento».

Pero hay otra ilusión mucho más frecuente también, hay una forma en que el sénex se corta en su conexión con el alma; ya vimos una opción al «escapar» hacia el espíritu, pero hay otra muy frecuente y es una de las manifestaciones más poderosas de Saturno que consiste en remitirse y sólo atenerse a los hechos crudos y duros, la dureza; «los hechos son los hechos», cuando una persona dice: «a los hechos me remito», «esto es así porque es un hecho».

Un hecho es aquello que sea empíricamente demostrable, un hecho es la experiencia hecha cuerpo, un hecho es lo que se ve y se toca, esta transformación del alma en hechos es la misma que lleva a hablar de la depresión como un problema de cerebro.

Una de las características por lo tanto es separar lo anímico transformándolo en concepto, la otra es eludir lo anímico transformándolo en hecho.

Digamos así; el sénex rige toda literalidad, las cosas son lo que son y lo que son es lo que hay ahí, los puros hechos, la verdad objetiva; otra palabra que le encanta al Viejo: objetividad que quiere decir desconexión de toda experiencia subjetiva, imaginal, fantasiosa, o sea la verdad sin sentimiento, sin imágenes; las cosas son lo que son y son el toque de piedra de la verdad, es uno de los mecanismos de separación.

Saturno y el temor a la feminidad: «A los hechos mismos» quiere decir a un mundo sin alma. Por eso los libros antiguos dicen que Saturno no ama a la mujer, los saturninos no son hombres de mujeres, el saturnino teme lo femenino; ¿Qué es lo femenino? Lo femenino es aquello que luego se atribuye al sentimiento, a la imaginación, la psique es femenina.

El sénex, en tanto que sénex desconecta de la psique. Por lo tanto conocimiento abstracto o hechos puros y duros, de lo que se trata es de negar la ambigua presencia de lo anímico y este es el corte de Saturno.

Se lo puede ver, por ejemplo en un Eros sin Psique, un amor sin alma y tenemos la pornografía, aquí tenemos un ejemplo de la sexualidad saturnina, esto se llama sexo físico, como si existiera sexo sin imaginación, sin fantasía, sin sentimiento. Se dice «puro sexo» y puro es uno de los medios por los que el sénex divorcia, por eso separa: o sexo sin amor, o amor sin sexo; un alma que no es erótica y un Eros que carece de alma, pero ¿Donde hay acaso alma (Psique) sin eros?

El alma sin eros reside en las facultades de psicología, el alma sin eros está en los tratados de psiquiatría, donde se ha vuelto cerebro, se ha vuelto tiempo de reacción ante un estímulo, se ha vuelto una medida estadística, se ha vuelto un concepto, una serie de definiciones y de experimentos sin vida. Ahí tienen un alma que ha perdido el eros, pero también van a encontrar un eros que ha perdido el alma y esta es la fuerza del sénex en nosotros, convencernos de que el alma son hechos, que no hay alma si no hay hechos, es decir la desconexión de la imaginación mediante la literalización de todas las imágenes y las fantasías y así poco a poco se va cumpliendo la maldición de Saturno en nuestra vida, así temo a la pobreza, la pobreza es La Pobreza y por lo tanto me protejo contra La Pobreza, me protejo contra eso, pero en ningún momento hay un resonar en el alma de la imagen que se me aparece en la pobreza, sino que es vivida como un hecho.

Me protejo de cosas y eso que se llama cosas llega al alma, habla de hechos. Por lo tanto el mundo de la imaginación literalizado se transforma en el mundo de la desconexión: nos encontramos así, por ejemplo, a merced de un virus que nos pueda coger, de una situación económica que nos pueda coger, de un imprevisto que nos pueda acaecer, de hechos más poderosos que nosotros, de hechos, nunca del alma!.

Saturno es el que nos lleva al campo de la «realidad social»; por ejemplo, Saturno diría el alma es sociedad (condicionamiento familiar, condicionamiento de clase, condicionamiento cultural, etc.), o el alma es química, el alma es cuerpo; no hay alma sino procesos físicos, procesos químicos, circunstancias sociales y hechos políticos, todo esto «explica» al alma, y así la angustia es debida a la situación económica, si hubiera una mejor economía desaparecería la depresión; o la angustia se debe a la influencia familiar, o a un transtorno químico, o a una mala digestión, etc. etc.

Cuando el alma se transforma en historia como sucesión de acontecimientos, en serie de hechos, ahí tenemos a Saturno. Saturno volviendo a cosificarlo todo, hacer de todo cosa que pueda ser controlada, prevista, estudiada, comprendida, pero en ningún momento está siendo reflejada interiormente. Digamos así: es «realidad» sin interioridad y es tremenda esta disposición del sénex.

Pregunta: Hay algo que no acabo de entender sobre esta última parte, porque precisamente hace una hora y media estabas hablando de que Saturno ayuda a traer interioridad en la depresión, ayuda a retirarse. En cambio ahora estamos en otro lado en el que parece ser que Saturno tiene unas cualidades que no me encajan con la primera parte…

Respuesta: Podríamos decir que Saturno en tanto que es comprendido desde esta mirada sénex que consiste en negar la ambigüedad esencial del arquetipo…

Pregunta (sin finalizar la respuesta anterior): O sea no entiendo como antes hemos hablado de que Saturno precisamente facilita la interioridad y ahora estamos hablando de lo contrario.

Respuesta: ¿No lo ves que acabas de dar con la tecla?… De que estás diciendo, entonces; en el arquetipo de Saturno hay una profunda ambigüedad. Una profundísima ambigüedad; por un lado llevándonos al mundo de los hechos y de los conceptos, por el otro lado nos conecta con el mundo de la depresión. Pero voy cayendo en el mundo de la depresión a pesar de los hechos, voy cayendo en el mundo de la depresión a pesar de los conceptos.

La pregunta que acabo de hacer al decir que están unidas, pero que con Saturno se produce la separación, el peligro de un Saturno literalizado consiste justamente en la desconexión y ¿Esta desconexión no tiene que ver también con la depresión? La depresión nunca es querida; no es aquella de Ficino donde uno voluntariamente pone su corazón, sino que uno voluntariamente pone su corazón en el control de los hechos, en la claridad, en el avance, en el progreso, en evitar las catástrofes de la historia a través de planificaciones, ordenaciones, planes de previsión, planes para parar una depresión económica, programas de realización. Todo eso y lo otro no van separados. Si acaso estas dos cosas en el momento en que las enfoco como dos cosas, las estamos viviendo bajo aquel sénex desconectado del puer que pone límites y separa lo que en su naturaleza original está unido.

Yo diría así: el sénex y no Saturno en toda su complejidad, es aquello que nos incita, en tanto no reconocido, en tanto que realizado, habitando en nosotros sin ser aprendido, es lo que nos lleva a la separación, es la fuente de la separatividad, del corte, de la defensa.

Por ejemplo; el orden, la búsqueda de orden que acabo de decir, parte de una oscuridad, pero no se está atendiendo a la oscuridad, ni siquiera se reconoce la oscuridad, solo aparece la manía del orden y la obsesión por el control que es la pretendida negación de (y defensa contra) la experiencia ya presente, como raíz de todas estas conductas, del descontrol.

Por ejemplo busco trabajo y me meto en lo que sea para evitar la miseria, porque creo anticipar la miseria como un estado «objetivo», pero no está reflejada interiormente la miseria; la miseria es entonces vivida como un hecho que me puede ocurrirí, un dato o posibilidad estadística y por lo tanto en el momento en que hay negación del alma se cae prisionero de hechos; y la pregunta sería ¿hasta qué punto la depresión no tiene que ver con la literalidad? ¿Hasta qué punto una sociedad crecientemente miserable y no una sociedad como un conjunto de personas, sino una mirada que habita en una sociedad, que es algo más importante, una mirada que niega al alma y que cae en el mecanismo de las cosas, no está necesariamente convocada por la depresión?

Voy a leer una frase de Hillman para pensarla, para meditarla; dice esto:

…El sénex es el más pesado de todos los problemas…,

Pesa no solo porque es pesado, sino porque es un tema de mucho peso, es grave, es una cuestión que requiere gravedad, seriedad, estar serio.

…Si somos capaces de remitir a nosotros todas las circunstancias, podemos liberar a la historia de tener que hacerse cargo de las circunstancias por nosotros mismos, después de todo, los problemas del envejecimiento comienzan en la psique…

Porque claro, el viejo en su literalidad… ¿Qué es la vejez, la vejez del alma? Porqué la vejez sin alma es deterioro del cuerpo, aflojamiento de los músculos, flaccidez, arrugas, es circunstancias biológicas y en este sentido la vejez ha perdido su reflejo en el alma, lo que el arquetipo, lo que la imagen de la vejez se transforma en una circunstancia contra la cual tomamos precauciones. Y al tomar precauciones contra las circunstancias, al luchar contra el Viejo, el otro viejo que no atendemos, el viejo no realizado en nosotros se va encarnando progresivamente identificándonos con los límites y nos creemos que somos eso, limitados por una piel, por un nombre, por una clase social, por una historia personal y empieza ahí la estrechez de Saturno, mientras luchamos contra una vejez literalizada sin darnos cuenta, lo que esta lucha ya está siendo en nosotros.

Esto es uno de los engaños de Saturno, de un Saturno literalizado, el tiempo como algo literal, como si existiera un tiempo literal y no vemos el arquetipo del tiempo, el arquetipo del tiempo ya presente, mientras yo me dedico a evitar aquel futuro y mientras yo recrimino aquel hecho de pasado ¿Qué se está haciendo en mí en este mismo tiempo? Mientras yo voy preparándome para evitar esto ¿Qué está pasando ya en medio de esta preparación?

El Viejo, el sénex me hace ver mi preocupación, pero me separa de lo que la preocupación refleja, y mientras yo corro allí se está realizando en mí, muy a pesar mío naturalmente. Mientras más identificado con una vejez literal, «los viejos afuera», «el viejo que seré», la pregunta es; ¿Qué está pasando con el viejo que en uno ya habita?

El viejo como arquetipo del alma desde el nacimiento: Ahora ya no estamos hablando de cosas viejas, sino de la poderosa presencia de la vejez en el alma, ya nacemos con el Viejo, pero ni lo miramos, no miramos con quien vivimos y quien nos habita, no creemos en eso, creemos que solo vivimos con situaciones políticas, situaciones económicas, historias familiares, hormonas y cerebro. No hay espacio para las imágenes, no hay espacio para la imaginación, el mundo del Espíritus de Ficino ha desaparecido. Creemos que alma son procesos internos que se desarrollan en una (horrible palabra) realidad externa. Y el medio, que es lo que convoca esta realidad externa para este estado de ánimo y este estado de ánimo con esta realidad externa , aquello que los congrega que es la imagen, nunca es vista.

Por lo tanto miramos a la imagen de la vejez literalizada, la geriatría, las jubilaciones, los viejos, el viejo que se ve, miro esa vejez pero no miro (y esa frase no es mía), a través de esa mirada. Mira lo que hay en esa mirada y verás que el viejo temido ya está en tí. Por lo tanto, en lugar de atender aquella circunstancia, empieza a atender a quien está contigo convocando imaginariamente aquella circunstancia. Pero esto es como de repente ¡Está presente!, El tiempo es mentira, el tiempo, el futuro, la previsión. La previsión es una imaginación de ahora, no es lo que pasará, es la imaginación de lo que pasará desde donde estoy, pero no veo esto, veo «mañana, mañana, mañana», no veo que mañana es una imagen del viejo ahora presente.

… Después de todo, el problema del envejecimiento comienza en la psique, todos creemos que el envejecimiento comienza en el cuerpo…

La imagen de la vejez literalizada a partir del ecuador de la vida: Hay una edad muy específica para el tema del sénex, que es eso que se llama la crisis de la mitad de la vida. Pero eso no es cierto, el Viejo está desde el día en que nacimos, ya en el niño que somos está el Viejo, pero claro, a partir de la crisis de la mitad de la vida empieza la literalidad, la vejez entendida como esa cosa misteriosa que llamamos cuerpo; «está en mi cuerpo, me canso, no tengo fuerzas, se desajustan los músculos, veo menos… esto es la vejez» y esto es una literalidad de una imagen que tiene mucho más que contar.

Cuando eso empieza, el niño de la imaginación se ha perdido hace tiempo y la Vejez comienza en el alma cuando se pierde la imaginación. Cuando empiezo a sentir los síntomas del cuerpo ¿Cuánto tiempo hace que la criatura de la imaginación no forma parte de mi vida? ¿Cuánto tiempo el viejo ha ido anquilosándome? Pero me doy cuenta en el cuerpo, porque no hay atención para otra cosa. Por eso este autor tiene mucha razón cuando dice

…La vejez, el Viejo, no es una circunstancia, la Vejez es una imagen y el envejecimiento comienza en la psique…

… Emana del individuo hacia la civilización tan destructivo como la radiación, una caída hacia la sociedad de los complejos que no hemos tenido el Plomo suficiente para contener

Saturno Señor del Plomo: se me olvidaba mencionar que el plomo es el metal atribuído a Saturno, como corresponde cuando decimos «este personaje es un plomazo», «qué plomo» que es como decir «qué Saturno». El plomo que es también la consistencia y el aislamiento, le corresponde a Saturno. Incluso hay un enfermedad que se llama saturnismo que es la contaminación del plomo en las aguas, que curiosamente produce, aparte de deterioro en las articulaciones y las articulaciones las rige también Saturno, produce sordera y pérdida de visión y dos exponentes de sordos famosos y verdaderos melancólicos a la vez que geniales, como fueron Goya y Bethoveen, padecían de saturnismo. Y podríamos decir «es que había plomo en el río» y ¿Qué tiene que ver el plomo que hay en el río con el estado del alma? Eso es la cualidad del sénex: eludir al alma, identificarse con los hechos, aún con hechos tan «conceptuales» y «mensurables» como los hechos estadísticos! Se «cae» así en los hechos no reflejados en sus imágenes, hay una dificultad para conectar con la psique.

Ya veremos que el mismo arquetipo sin embargo, lleva a la psique si se entra en su ambigüedad; nos separa de la psique justamente cuando su hoz dice «o esto o aquello», «o orden o desorden, o claridad sin confusión o confusión sin claridad, o conciencia sin inconsciente o inconsciente sin conciencia, o individualidad o masividad». Cada vez que aparece esto, y el arquetipo niega su ambigüedad, nos identificamos con un lado e inadvertidamente estamos prisioneros inmediatamente del otro lado.

… La polución comienza en las porciones no digeridas de nuestra historia personal, que luego soltamos, liberamos, descargamos en el cuerpo político. La historia ahí afuera está cargada con avaricias, pasiones, dolores con los que no hemos llegado a ponernos de acuerdo en nosotros mismos. Si rehusamos a admitir que un impulso al suicidio y la desintegración son igualmente básicos en la misma estructura que establecería orden ¿Cómo podemos preparar un futuro? ¿Cómo podemos hablar de plenitud si el mismo impulso de nuestra conciencia nos está conduciendo a la decadencia y a la negación. El desempleo, la depresión, la crisis energética y el aislamiento son primeramente fenómenos psíquicos…

La transformación de la historia al descubrir su origen en el alma: Fenómenos psíquicos, el desempleo está en el alma, la polución está en el alma, la crisis energética está en el alma, pero no atendida en el alma se literaliza en el cuerpo de la sociedad. Claro, hablamos de hechos, de estadísticas, de hechos puros y duros, lo hechos son y no hay alma en los hechos, pero eso que cuentan los hechos tiene que ver con el alma.

Si no entendemos la naturaleza arquetipal de nuestras reacciones en las áreas que pertenecen a Saturno, nuestras reacciones se vuelven estereotipadas., aprieta el mismo botón y obtendrás la misma respuesta, la historia está obligada a repetirse simplemente porque no atendemos a aquello que hace la historia ¿qué es lo que hace la historia? Los hechos no, la historia está hecha con el alma, la historia es el recuento de las manifestaciones del alma, pero en el momento que hablamos de una historia separada de una psique, se está realizando el arquetipo del sénex.

La transformación de la historia comienza en el alma como una destrucción de lo que el tiempo ha forjado, la reconstrucción de la historia comienza en el alma porque el alma, que es la que crea historia, puede reabsorver la historia cuando la historia se vuelve alma.

Aquí vamos a ver ahora uno de los procesos que en la alquimia se consideró fundamentalmente asociado a Saturno que es cuando el mundo exterior pierde toda la importancia. Mundo exterior entre comillas, piensen que cuando digo mundo exterior cada uno de nosotros está habitado por una especie de fantasía de algún tipo de cosa llamada mundo exterior; nunca estamos en el mundo exterior, el mundo exterior es una idea y en esa idea habita una imagen, pero bueno, vamos a partir y vamos a jugar a no mirar las imágenes.

Cuando el mundo exterior se ennegrece, cuando el mundo exterior se detiene, cuando el mundo exterior pierde importancia y se vuelve nada porque se ha detenido todo, a esta experiencia en la alquimia se la llamaba Nigredo, el ennegrecimiento. En la primera fase de la obra alquímica también se llamaba putrefacción, «se vuelve negro, negro más negro que el negro».

Vamos a leer un texto de alquimia:

…Vi lejos una gran nube oscureciendo toda la tierra, absorbiéndola y con ella absorbía mi alma, a la que aquella cubría por completo y vi como las aguas se abrían paso hasta ella, se pudrieron y se corrompieron a la vista de los infiernos y de la muerte sombría, pues las aguas me habían engullido…

Siéntanlo, y estarán sintiendo un poquito de qué va la nigredo. Desaparece el mundo en la negrura y todo aquello que parecía tan real se desvanece. Este es un proceso que según como lo miremos empieza a desliteralizar la llamada realidad, ya nada de eso aparece como real. Cuando desaparece esto los «hechos» ya no cuentan, las cosas «concretas» pierden su concreción, como si se «desmaterializara» o «descorporeizara» la experiencia (lo que los alquimistas llamarían reducción a la «materia prima» o «mortificatio»); y ahora estamos sumergidos de pleno en la dimensión del alma. Pero no nos deprimamos, no voy a leer más cosas así!

Podríamos decir que en la depresión hay una pérdida de realidad, por lo menos del sentido activo de la realidad, pero como dicen los alquimistas, es necesario (Rosarium Philosophicum) «que muera el vivo para que viva el muerto». Así que quizá lo que está pasando es que el que vivía en mí se está muriendo y ahora empieza la vida del que en mí estaba muerto.

¿Y cuál era el que en mí estaba muerto? El que en mí no cabía en los hechos, el que en mí estuvo siempre postergado por hablar de hechos, de química, de cerebros, de estadística, de ideas, de mecanismos sociales, de mecanismos familiares, el que nunca tuvo espacio en esa vida que era la vida de un yo literalizado en unas circunstancias literalizadas.

Así que podríamos decir; la vida del alma puede ser la muerte de esa otra vida que es la vida sin alma. Y que miedo nos entra! Cuando yo me encuentro sin poder referir a las circunstancias, ¿Qué pasa si me encuentro con mi rabia, mi frustración, mi angustia, mis miedos, sin poder remitir a ningún hecho que los sustente?

¿Qué pasa cuando me encuentro con mi frustración y no puedo decir «es que papá me hizo esto», «es que soy así porque mamá», «es que soy así porque en la situación social en la que nací…», «es que soy así porque el mundo es así» ¿Qué pasa cuando todo eso se desvanece y me encuentro con lo que soy, sin hechos que lo sustenten, sin hechos con los que justificarme? Me encuentro entonces con el alma, en cuanto desaparecen los hechos pero no desaparecen los sentimientos, no desaparecen las imágenes, no desaparecen las formas del deseo, todo está muerto menos la psique.

Lo que pasa es que la vida de la psique parece muerte para un ego que creía que toda vida estaba orientada al exterior; «no pasa nada, estoy deprimido, nada importa, me estoy muriendo, me encierro en mi cuarto, no hay vida afuera».

Como le dije ayer a esa señora «si, si, pero tu hijo no está muerto, eh?» Cuidado, lleva cuatro años en una habitación ¿pero qué pasa en esa habitación, qué pasa allí? ¿qué dice del alma lo que allí «está pasando»?

A esto es a lo que no atendemos, atendemos a que debería estar afuera, atendemos que debería llevar una vida «normal» y decimos «no pasa nada», pero nada ¿de qué?. Lo importante es que mientras no pasa nada de esto que suponemos que es lo que tendría que pasar, ¿qué es lo que está pasando? Cuando hay una especie de despegue de los hechos… ah, pero los hechos nos vienen de perlas, los hechos pueden ser los portadores de todo aquello que en mí no está siendo reflejado. Yo puedo hablar de mis acciones como consecuencia de los hechos, de tal manera que lo que hago no tiene que ver con el alma, tiene que ver con los hechos; «hago esto porque pasa esto y hago aquello para evitar esto», pero en ningún momento hay ese resonar imaginal que conecta el alma con el cuerpo y el cuerpo con el alma.

Por lo tanto vamos haciendo cuerpo del alma hasta que llega el momento en que el cuerpo empieza a devenir alma y en alquimia esto es la nigredo, el ennegrecimiento, el cuerpo empieza a volverse alma, el cuerpo empieza así a morirse como «sólo cuerpo», el cuerpo empieza a pudrirse, está el Viejo Rey debilitado, sin fuerzas ya, y a veces incluso descuartizado en una especie de tumba, su cuerpo está envejeciendo y muriendo y empieza a volar lo que estaba fijado a los hechos, los hechos empiezan a morir y empieza a manifestarse la otra realidad, que no es esta. En la alquimia no es infrecuente la imagen de la «decapitación»: el rey pierde la cabeza y de ella sale volando… un cuervo!

Justamente hablar de una sin la otra, el hablar de esta realidad y no otra es una de las cualidades del llamado sénex negativo, pero ¿y si el sénex teme a la ambigüedad ¿Puede que el positivo y el negativo sean lo mismo? Y ¿no puede ser que al llamar yo negativo a esto el sénex esté hablando en mí?. Quiero decir: cuando uno dice «¡Qué mal que este chico se encierre en un cuarto oscuro durante cuatro años!» ¿Quién en nosotros dice ¡Qué mal!? ¿Qué es lo que se valora en ese mismo momento? » Pues quisiera que fuera un tiburón que está en la bolsa diez horas al día para ganar mucho dinero mediante una fábrica de armamento y triunfar». Por lo tanto cuando decimos «no debería pasar esto! ¿Quién en nosotros dice lo que debería pasar?

Si cuando muere el vivo, vuelve a la vida el muerto, podríamos decir que muere una mirada para que una que estaba muerta aparezca como viva, por lo tanto se muere y se vive. Si valoras sólo lo que muere y desde lo que se muere, entonces se pierde «todo», pero si percibes lo que empieza a vivir cuando se muere eso… ¿Donde está el límite de lo que debe ser y de lo que no debe ser? Ahí ya viene Saturno con sus ideas de lo que es, lo que se es, lo que siempre fue, lo que siempre será y lo que debe ser. No es que no haya lo que debe ser, pero lo que debe ser es ante todo una imagen. Pero cuando deja de ser una imagen y empieza a ser vivido como un imperativo o como un hecho o como un reclamo, o como mi papá o mi mamá, pero no como lo que en el alma aparece bajo esta imagen, empezamos con el castrador que comienza a separar un mundo, el mundus arquetipus del mundo de las mil cosas y, o hay un mundo de mil cosas y el otro que no existe o hay un mundus Uno que es real que está fuera del mundo de las diez mil cosas.

Por lo tanto, la primera marca notable es que ya hay sénex en el intento de separar, de desconectar de la ambigüedad la propia imagen del sénex y con esto aparece otro de los rasgos más tremendos: su enorme, poderosa destructividad.

Cuando nos sentamos a planificar el futuro ¿desde dónde lo planificamos, cómo lo planificamos y a partir de qué lo planificamos? Inadvertidamente nuestro futuro imaginado literalmente no hace sino traer consigo la destrucción que ya está presente aquí mismo, en el acto de planificación.

La destrucción comienza en el sénex cuando el sénex se separa de su ambigüedad arquetípica. O sea, o literaliza y transforma en hechos, o pneumatiza y transforma en conceptos, pero en todo caso no refleja psíquicamente. Uno de los riesgos del sénex es por lo tanto su divorcio de la psique y ese divorcio es correr a un mundo de hechos (Capricornio) o ascender a un mundo de conceptos (Acuario).

Claro que el mundo no se cambia ni por ideas ni por hechos; el mundo lo cambia el alma. Por eso la verdadera revolución empieza en aquel que es capaz de ser fiel a su proceso anímico. Pero la literalización del proceso no implica fidelidad al proceso, afirmar: «soy como soy porque mi padre me hizo lo que me hizo» no es ser fiel al proceso, es vivirse como la consecuencia de una causa exterior, una causa familiar, social, de una circunstancia «eventual», de un evento casi periodístico.

Resulta que si lo miramos así, lo que llamamos la familia, es el ámbito de investidura donde se encarnan los mitos de la propia vida, y por lo tanto ¿qué es mi familia, cuáles son mis antepasados? Porque una cosa es quién pueda ser «de hecho» mi madre y otra cosa es la madre «vivida», la madre experiencial, la madre «psiquisizada».

Naturalmente la madre que yo viví, que es la madre que vivo aun, esa no muere, esa no comienza, esa pertenece al reino de los grandes arquetipos, pero yo puedo no atender a esa, y engancharme así a esta señora que me determina, para bien o para mal, la vida. Otra vez la literalidad y así no hay dejar espacio para atender a la madre arquetípica, no hay reflexión de la experiencia de la madre, que tiene que ver con uno mismo y con la psique, en tanto que la señora que hay ahí «fuera»parece ser causa de condicionamiento, parece ser hecho objetivo y fuente de mis determinaciones. Luego «es ella», «son ellos», son «los miembros de mi familia», sin reconocer que donde primeramente existe la familia es justamente en el alma, la familia «psíquica». Cuando desaparecen ellos-ahí-afuera, te quedas con el alma y ahí sigue habiendo lo mismo pero sin ellos ¿y adonde llevará lo mismo pero sin ellos-ahí-afuera?

¿Qué pasaría si tratamos no de escapar a Saturno, ni evitar a Saturno, ni de intentar que el sénex no «nos coma»? ¿Cómo hay que vivir o hacer? Para tratar de mirar lo que la imagen en sí, sin literalidad el tema es reflejar imaginativamente, es decir; en lugar de mirar a la imagen, mirar a través de la imagen, ver todo lo que esta imagen, sostenida en su ambigüedad. convoca; darle fuerza imaginativa a Saturno, al sénex, al tiempo, a la vejez, a la rigidez, al orden, a la claridad, a la sabiduría, elevarlos al plano de su verdadera fantasía, reconocerlos como imágenes.

Dicho de otra manera, salvar al fenómeno, no tratar de explicarlo y de corregirlo sino de dejarlo ser a ver adonde me lleva, dejarlo ser como fenómeno y no transformarlo en hech o reducirlo a concepto. ¿Qué pasaría entonces?

Hay una cosa que uno podría pensar: Saturno es el planeta de la contradicción y sin embargo le cuesta aceptar la ambigüedad. Conteniendo en sí la máxima tensión, nos lleva a la resistencia contra la tensión, es decir, la búsqueda de mecanismos para eludir la tensión.

Es curioso por ejemplo la explicación que dio Freud para la formación del yo, es asombroso:

…El ego aparece como un medio de liberar la insoportable tensión, ¿La tensión de qué? La tensión del Eros…

Freud al principio de ese artículo que publiqué en la web del Centro, llamado «Duelo y Melancolía», empieza a elaborar una idea que va a cobrar mucha fuerza en una obra posterior maravillosa que se llama «Más allá del principio de placer». En esa obra Freud llega a hablar de la Psique como de la contínua interacción de dos grandes principios del alma; aquellos que llamó Eros y Tánatos, amor y muerte.

Naturalmente como imaginaran Tánatos lleva toda la carga de Saturno; Tánatos es el sénex y Eros el puer. La idea de Freud es que la agresión, la resistencia, el rechazo es la forma en que se deja a la insoportable tensión hacia un exterior defendiéndose. Yo soy la defensa, el yo aparece como una defensa, yo soy hijo de Tánatos, el yo es esencialmente tanático, en el sentido de que opone resistencia al impulso de Eros, el Eros aparece como lo inconsciente.

Freud llega a afirmar que el inconsciente no conoce negación, no hay negación en el inconsciente, el inconsciente siempre es afirmación; la negación es lo que genera al yo, y el yo es instrumento de negación, ¿Negación de que? Negación de la contínua tensión de la vida y por lo tanto el yo está al servicio de la muerte, no al servicio del impulso a la vida.

Por esto a veces uno se pregunta y es un tema interesante, qué relación puede haber entre yo y el sénex Porque el sénex no soy yo, el sénex es Saturno, ¿Qué puedo hacer yo para que no me coman esos afectos o me «posea» la imagen o la idea delirante, o que puedo hacer yo para sacar provecho o que puedo hacer yo para vivirla bien?. Claro cuando yo quiero hacer algo para vivirla bien ya está el sénex ahí, yo soy producto del sénex.

Por lo tanto no hay nada que yo pueda hacer, porque todo mi hacer se basa en una discriminación de lo bueno y lo malo que impone el arquetipo del sénex.

Quiero decir con esto que este complejo que llamamos yo no es el responsable del sénex, sino más bien es la puesta en acción, la emanación, la irradiación del Viejo: conduciendo de noche al volante ya está el sénex, y por la mañana mirando perdido en el fondo de la taza del café ya está el sénex, y haciendo mis proyectos de futuro de vida y haciendo mis cálculos de cuanto debo ahorrar y cuanto debo tener y haciendo mi estrategia de lo que me conviene o no vivir, ya está el sénex ahí presente, donde está el yo hay sénex.

En el niño pequeño que dice «yo se» ya está el sénex presente, es el viejo que será, ya está presente diciendo «mío», ya está presente en su agresión al entorno, ya está presente en su envidia a otros. Ya está el sénex creando y ahora voy a dar la definición para lo que es importante: el sénex es lo que da consistencia a cada complejo, a cada personaje del alma.

El sénex es la resistencia del complejo; el sénex más que un complejo es la resistencia de un complejo que permanece, persevera y que tiene el don de transformar nuestro peor defecto en nuestro habitual «modo de ser», es el que nos hace decir «si yo siento que soy así» «yo soy asá, soy así, soy esto» y ese «esto» no son sino las capas de plomo, la armadura de plomo bajo la cual el complejo se ha estabilizado.

Lo que da permanencia es la presencia del sénex, y por lo tanto todas las precauciones se toman desde esa permanencia. Por eso yo digo: todo orden, toda pretensión de ordenamiento y de planificación, está tomado desde el pánico al desorden, es decir, el sénex aparece como poder y control porque niega su otra mitad, la mitad que le completa que es la mitad de la oscuridad, el descontrol y el miedo.

Poder sin miedo es poder del miedo, la previsión en nombre de la seguridad es la compulsión por la que me encuentro llevado por la inseguridad. La planificación del futuro, de eso que llamo mañana, es la presencia hoy de la inseguridad, pero en lugar de atender a la inseguridad que se me presenta, se literaliza en planes de previsión y así uno contabiliza ¿Qué contabiliza uno ahí?

Recuerden Saturno el que acuño monedas, el de los libros de cuentas «debe y haber», es el contable por excelencia y ¿Qué está contabilizando? Es decir ¿Desde donde estamos contabilizando cuando contabilizamos? No soy yo, el sénex en mí ¿Qué quiere decir? Qué no hay nada que yo pueda hacer, porque en cuanto hago, el sénex está haciendo en mí con sus parámetros de orden, sus criterios de lo que estaría bien, de lo que estaría mal, de lo que hay que evitar y de lo que hay que conseguir.

Voy a leer otro fragmento:

…Para finalizar con el sénex, está ahí desde el comienzo como están todas las dominantes arquetipales y se encuentra ya en el niño pequeño que sabe y dice «yo se». El niño con la plena intensidad de su ser, el niño pequeño que es el último en compadecerse y el primero en tiranizar, que destruye lo que ha construido y en su debilidad vive en omnipotencia oral, en fantasías de omnipotencia oral, defendiendo su rigidez; ya está ahí el Viejo, es el Saturno dentro del complejo el que lo hace tan difícil de desplegar. Denso y lento y enloquecidamente depresivo, este sentimiento de permanente indestructibilidad del complejo, separa al complejo de la vida y introvertiéndolo en aislamiento, así permanece detrás de la estabilidad de nuestros actos y de la capacidad que tenemos de cada vista virtud, simplemente manteniéndolo en orden o atribuyéndolo al destino. El sénex como un complejo aparece en los sueños mucho antes de que una persona se haya puesto «su toga senil» nombre que en Grecia se daba para el que ya estaba listo para retirarse alrededor de los sesenta años…

Mucho antes ya está el sénex en nuestra vida. Se manifiesta como el padre, el mentor, el Viejo Sabio y cuando está acentuado parece haber extraído todo el poder para sí. Tiene una especie de comunión solitaria consigo mismo con el futuro, y ahí con el genio profético del espíritu sénex revela lo que está más allá del límite de su propia hoz. Por eso dice:

…El espíritu sénex afecta cualquier actitud o complejo cuando se constela la contemplación creativa de su significado último, su relación con el destino, su por qué más profundo; entonces la cáscara de cualquier actitud habitual, desprovista de todo poder externo, se contrae hasta ser un grano, pero allí aprisionada en los pequeños límites de esta semilla está toda la vis del complejo original. Transformado así en sí mismo casi hasta el punto de la desaparición, dejando sólo un humor melancólico de mortificatio o putrefactio, en la negra noche fría de la privación, contiene en sí mismo un tipo de solitaria comunión con el futuro; y entonces con el genio profético del espíritu sénex revela aquello que está más allá del borde de su propia hoz destructiva, aquello que brotará verde a partir del grano que él mismo ha asesinado.

¿Qué papel tienen en mi destino todas mis argumentaciones y hechos literalizados? Es decir: si de este acto que he hecho virtud y de esta defensa que llamo precaución y de esta rigidez que llamo seguridad, y de esta previsión que llamo prudencia y de esta ahorratividad que llamo sensatez, en lugar de estar viviendo desde ella, son miradas con una pregunta última que es ¿Qué papel tiene esto en mí destino? Es decir, se despega de todas las circunstancias y explicaciones y se enfrentan como potencias anímicas que me tienen. En ese momento la vaina, la cáscara de cualquier actitud actual desprovista de todo poder exterior, se encoge hasta transformarse en un grano. Pero aprisionado en los pequeños límites de esta semilla está toda la fuerza del complejo original.

Cuando a los hábitos, las actitudes, las buenas razones, las planificaciones, las programaciones, las anticipaciones, las autodefiniciones; que todos estos son los límites saturninos «el yo soy así, soy asá, siempre haré, porque me hizo, porque me hicieron, etc.».

Cuando todas estas explicaciones que nos llevan a soportar trabajos que no queremos, a soportar relaciones que no deseamos y ahí tienen la tenacidad del sénex, la durabilidad, la resistencia, ¿Porqué aguanto una relación sin ser feliz?, ¿Porqué cada año nuevo digo «me liberaré de hábitos» de los que no me libro?, ¿De donde vienen estos hábitos? Cuando todo esto se desprende de las circunstancias, se descarga de los demás y de todas las explicaciones y uno se pregunta ¿Y todo esto que tiene que ver con mí destino?

De repente eso que parecía tan grande se seca, se transforma en una sola semilla, una cáscara que contiene en sí toda la potencia de vida que puede nacer de esa semilla si se reconoce como semilla, pero que está contenida en la dureza de su cáscara en tanto se proyecta, pero sino implicaría ¡uahh!! desprenderlo.

Esto implicaría aquello que el alquimista llama solve, disolver, no está en las cosas, no está en tus razones, no está en la familia, no es tu modo de ser, no es el código genético, no es nada de esto.

Pregúntate como todas estas implicaciones, como toda esta mirada está desempeñando un papel en tu destino independientemente de los demás y de repente lo ves. No solo estás mirando lo que te permite ver, sino súbitamente estás viendo y veo así mi soledad no sólo como un castigo impuesto, no sólo como una circunstancia a la que la vida me empuja, sino como la defensa a través de la cuál estoy obligado a vivir aquello que llamo desperdiciar mi vida.

Es esta idea de desperdiciar, de sacar provecho, es una idea del sénex: La vida es algo que hay que aprovechar y la pregunta es ¿Y mientras tú estás aprovechando tal como estás aprovechando, qué te ves obligado a vivir? Y mientras tu planificas lo que planificas y te justificas por donde te justificas entre tanto ¿qué se está viviendo en tí? Y entonces aparece el papel que ésto tiene en mí destino, con toda la transparencia que no aparece cuando estoy viviendo a través de esto. El sénex que parece tan grande se transforma en la semilla potencial de esa otra vida, pero esa otra vida ya no será una vida literalizada: una suma de «hechos», un conjunto de «cosas».

Saturno, la depresión y el héroe: Resumen: Enorme destructividad, detrás del afán de construcción se encuentran las estrategias que preven y por lo tanto constelan, convocan lo que llamamos destrucción.

La defensa atrae la destrucción, la defensa convoca la tensión que la vuelve necesaria.

Ahora pueden entender porque Aulo Gelio sugirió que la depresión era una enfermedad de héroes, porque el héroe que está embarcado en hechos y en ideas, ha perdido el alma y la depresión es el regreso del alma.

Cuando ya no hay dragones que justifiquen mi rabia, cuando no hay un adonde ir que no sea a su vez de donde huir, cuando no hay ya ningún adelante que sirva de excusa para no reconocer detrás y cuando no hay ya ninguna montaña que subir que no aparezca como excusa de la huída de lo que desciende ¿entonces qué puede hacer el héroe? Entonces el héroe se deprime. ¿Qué haría un héroe si no hay ogros que matar? ¿Qué haría con su furia y con su rabia? Los necesita porque justifican su carrera hacia adelante, es decir ¿de qué huye el héroe cuando avanza heroicamente?

Pero cuando un héroe descubre que huye, entonces desaparece el héroe, y cuando desaparece el héroe comienza la depresión, ya no hay decisiones, ya no hay sentidos, ya no hay adónde, ya no hay excusas, ya no hay objetivos, ya no hay planes ¿qué es lo que hay ahora?

Por lo tanto destructividad, negación, la negación es característica del sénex y la negación aparece en nuestra lógica como el principio de no-contradicción.

Adler que fue un pensador genial y que curiosamente es un gran desconocido, llegó a decir que la lógica oposicional, el vivir bajo definiciones, es el producto de una protesta masculina, de una defensa contra la inferioridad. El mundo del yo, con sus clasificaciones de o blanco o negro, o izquierda o derecha, etc., se está defendiendo a través de esta justificación ¿De que? De un profundo y no reconocido sentimiento de inferioridad. Aquello que me da inseguridad me empuja a poner límites, dicho de otra manera.

Es curioso porque Jung en otro lenguaje también lo dijo: en el mundo del ego que está en contacto con una realidad exterior surgen las categorías lógicas, pero en el mundo del inconsciente desaparece la lógica; lo blanco es negro a la vez, y en un sueño la ciudad era y no era Barcelona y el personaje era y no era un hombre y quien me seguía era pero no eras tú. Pero esto no puede ser en el mundo de las oposiciones exteriores. La lógica, la racionalidad, los principios exclusivos que permiten anticipar, son por lo tanto posiciones defensivas del yo ¿Ante qué? Ante la inferioridad.

¿Qué pasaría si donde está la inferioridad estuviera el alma? ¿Qué pasaría si el alma fuera en nosotros exactamente lo más incómodo? ¿Qué pasaría si el complejo en lugar de empujar a justificar la defensa como si fuese una conquista razonable, se revela como la estrategia para evitar la inferioridad? ¿Qué pasaría si el complejo me llevara a la inferioridad? Esto sería decir: finalmente la defensa, finalmente la negación, finalmente el rechazo, también (y ante todo) son caminos al alma. Eso se muestra en el momento en que se reconoce la antípoda de la que el sénex mira, en el momento en el que se pueda sustentar la enorme tensión del arquetipo del sénex.

Ahora tratemos de mirar este arquetipo en toda su ambigüedad, tratemos de explicar ¿cómo es posible que en el alma haya sénex, si el sénex no es solo para el yo? Porque si digo que esto es un arquetipo y es anterior al yo, es decir de la formación del yo, entonces no es algo que yo haga o pueda dejar de hacer, es algo que se hace en mi vida a pesar de mí. Vamos a preguntar ¿Y qué hace esto cuando hace lo que hace en mi vida? Es lo mismo que preguntar ¿Qué hace la depresión en mi vida cuando yo siento que pierdo mi vida? Y mientras yo siento que pierdo mi vida ¿qué se vive en mí vida?

Una revisión al mito de Kronos como guardián del origen arquetipal:

Quizá el mito del Anciano comiéndose a sus hijos no sea el horror de un poder que se quiere perpetuar contra todo poder nuevo, sino la representante de una dimensión del alma que no quiere perder jamás el contacto con lo primitivo.

Devora a sus niños para que no se salgan de sí y contener a los niños es contener el contacto con el origen, con el origen no en el tiempo, con el origen que es el mundo del arquetipo.

Saturno no deja realizar, no deja salir fuera, preserva lo irrealizado, mantiene eternamente infantil, eternamente verde, no deja salir al meridiano sino que contiene en el fondo del cielo todos aquellos niños que no son niños de esta tierra porque permanecen ligados a aquello que Corbin llamó la Tierra Celestial.

De tal manera que quizás Kronos custodia el mundo más allá del tiempo, más allá de los hechos y de las ideas y preserva en su riqueza arquetípica original la raíz de la imaginación. Quizá Saturno también lleva al alma cuando deja de ser literalizado, cuando miramos a través de la vida nos devuelve al ámbito de la imaginación con todo su poder.

Saturno es el exilio porque nos recuerda que estamos exiliados. No es el exilio porque tendría que estar en casa y no está, sino que Saturno es aquello que todo el tiempo impide que identifiquemos esto como nuestra casa.

Saturno nos mantiene encadenados a pesar nuestro a un mundo que no es el mundo de los hechos y cuando no atendemos sino al mundo de los hechos entonces se convierte en la prisión que nos recuerda el exilio. Por lo tanto, exiliados de este mundo, nos recuerda y nos reclama la pertenencia a otra dimensión, ¿A donde lleva Saturno entonces? A una sabiduría que no son hechos y a una sabiduría que no son conceptos, Saturno nos llevaría a la experiencia misma de la debilidad y a través de la debilidad a la conexión con el alma.

En este sentido, aquello que Ficino llamaba la necesaria «conexión entre las cosas, la serie de los mundos que mantiene ligado al mundo», tal vez sea el último peso de Saturno, el hecho de si literalizamos nos aprisionamos, si intelectualizamos nos aprisiona y en ninguno de los casos nos deja vivir aquí y ahora sin morir porque nos está recordando que esta no es toda la vida del alma.

Saturno por lo tanto puede abrir las puertas a la capacidad contener sin romper la vasija del alma y regresar los hechos a sus propias raíces. Tal vez tenía razón Ficino de que el Viejo Saturno a través de su dolor y su miseria en este mundo te mantiene vinculado a otro mundo que no se puede apresar en tiempos, lugares y personas, sino que convoca a un permanente acto de imaginación; lo que no se atiende imaginalmente se padece como hecho o se enfría como pura idea inoperante. Por lo tanto al no dejarme «vivir», en tanto sea literalizar en hechos, me obliga a contener una parcela de vida no vivida en la tierra terrestre e invita a reconocer la Tierra Celestial; y la Tierra Celestial es el mundo arquetípico; Saturno por lo tanto devora a sus hijos porque los mantiene siempre de cara al mundo arquetípico y no los deja salir al mundo de los «hechos».

Saturno tiene la grandeza de recordar que la frustración no proviene de ningún hecho, sino que proviene de haber perdido la vinculación con la imaginación, cuando se pregunta es ¿qué me quitó Saturno? No, Saturno no quita nada, Saturno recuerda que lo que «falta», eso aquí no está.

En este sentido aparece la imagen donde el Viejo ya no se defiende buscando un orden, donde el Viejo ya no se protege en su sabiduría conceptual y racionalmente estructurada a fin resistir a lo que no entra en sus esquemas, sino donde el Viejo se reconoce en toda su necesidad de volver a beber leche como un bebé, y ¿de quién bebe?

Bebe de una sabiduría que no son ideas, ni hechos, sino que es lo Imaginal. Bebe de una sabiduría (sapientia) que es sabrosa (sapor), recupera el sabor original de las cosas, es aquél Viejo que se sabe desvalido y desde la desvalidez del complejo, desde la desvalidez de nuestra frustración surge la invocación desesperada por el alma.

Como Boecio, el autor de la extraordinaria e influente «Consolación de la filosofía», que del poder pasó a la impotencia y habiendo sido consejero del Rey fue finalmente condenado a muerte, desprovisto de todo, Boecio entonces fue visitado por la Sabiduría; como si cuando se pierdese el poder apareciera la sabiduría. Así fue representado el Sénex en una hermosa ilustracón del libro alquímico «Aurora Consurgens», ilustración señalada como «De processu naturali», es decir, el proceso natural

El Viejo es aquello que nos lleva a acumular poder para tapar la impotencia, pero si cada vez que acumulamos aprehendemos la imagen misma que nos impulsa a acumular, en lugar de caer atrapados en la literalidad, veremos la angustia que ésta entraña; Saturno nos pondrá entonces en contacto con la intranquilidad, con la incompletitud y en lugar de un saber que sea defensa contra la vida, habrá una sabiduría que es la sabiduría del alma y , naturalmente, el Señor del exilio nos enseñará que aquí estamos de paso, nos enseñará que no hay nada permanente que construir aquí, lo cual no quiere decir que no exista la permanencia, Saturno sabe de lo que es permanente; permanente no son los hechos, permanente no son los esquemas mentales. Saturno sabe de la permanencia del mundo del arquetipo, y quien vive arraigando allí puede transitar este mundo sin necesidad de defenderse contra el caos.

Saturno trae así un ir hacia el mundo de lo finito con un arraigo en lo infinito, que era de lo que hablaba Ficino, y afrontar el dolor sin la defensa contra el dolor, porque donde hay un dolor hay una limitación y donde hay una limitación el Viejo requiere desesperadamente la leche del pecho de la Sabiduría.

Llegados a este punto podríamos decir: si no luchamos contra la depresión, si no luchamos contra la inseguridad, si no luchamos por «tirar para adelante», si no luchamos por realizar los proyectos, si los sustentamos como lo que son; imágenes del alma, y a través de lo que son atendemos a lo que nos habla en ese ser, viviremos sin estar identificados y vivirá en nosotros el vivo, pero también vivirá en nosotros el que está muerto para esta vida pero vive eternamente en el reino arquetipal.

Uno en este punto puede decir «gracias por las frustraciones», pero no porque ya no las tengo, sino porque por tenerlas he vuelto a casa. No es «esta soledad finalmente me llevará a otra cosa», «esta pobreza se transformará en riqueza», «esta extranjería se transformará en que por fin encontraré mi casa y mi familia», sino todo esto ha servido para saber que siempre estoy en casa, solo que no la vemos.

Hay unos cuadros muy bellos de Rubens, de Ribera, de Caravaggio, y de muchos otros pintores que plantean una escena muy parecida a este libro alquímico que les leí, que se basan en la leyenda de Cimon que encadenado y torturado, es amamantado por su hija Pero en un acto de amor filial y de caridad, donde se ve al viejo atado con cadenas, delgado y desfalleciente bebiendo sediento del pecho de la hija y esto transformado luego en una alegoría de la virtud cristiana de la caridad y el amor filial. Fue muy conocido el tema con el nombre de «caritas romana», y de ahí que se lo haya pintado y representado con frecuencia.

Pero si eliminamos todo este contexto moralizado y moralizante podemos en cambio verlo como el arquetipo del viejo sin dientes que vuelve a ser como un bebé, que vuelve a recurrir a lo femenino para encontrar la vida, la fuente de la vida, que no huye de la leche y la experiencia vital recurriendo a sistemas rígidos, conceptuales; así tal vez estemos viendo al sénex que recupera al puer, porque finalmente la máxima tensión es descubrir que en el sénex hay un puer y en el puer hay un sénex. El engaño de Saturno es creer que si hay sénex no hay puer y si hay puer no hay sénex.

En ese puer sin sénex, el sénex va realizando su obra, la obra que atribuirá al mundo, atribuirá a los demás, al mecanismo de las cosas, pero que ha estado contínuamente presente en su eludir lo que elude, en su aspirar a lo que aspira, en su huída hacia arriba de la profundidad y allí ya estaba el sénex.

El sénex poderoso, como el viejo Rey de la alquimia que descubre que todo su poder es una armadura contra el insoportable sentimiento de inferioridad, en esa inferioridad el sénex se arrodilla, abre la boca y acepta ser alimentado. Esa es otra sabiduría, ya no es la sabiduría de conceptos. Por eso esa idea de hacer conciente es peligrosa; «Yo tengo que hacer conciente», ten cuidado ¿Qué quiere decir hacer conciente? ¿Qué quiere decir comprender? Si comprender es llevar al terreno del yo «cuidado que hay una amenaza». Por eso la interesante propuesta de sustituir la expresión hacer conciente por hacer alma y hacer alma no es hacer conciente, es ya no tener la necesidad de hacer conciente, es sólo mirar ¿Qué es lo que te empuja a querer ser conciente?

Solo nos podremos acercar a Saturno y comprenderlo si el veneno es el fármaco, no puede curar si no se reconoce primero como veneno. La mejor manera de acercarse a Saturno, y no para evitarlo, controlarlo, dirigirlo y explicarlo, sino para reconocerlo, es atender la negrura. La melancolía no es un medio para la sabiduría, la melancolía es la sabiduría, ella misma es la sabiduría.

Aí todos los rasgos que han sido vistos como negativos desde la separación entre positivo y negativo tienen un papel.

Imaginemos la cronicidad del sénex, hay algo en la depresión y hay algo en la angustia, no cuando está literalizado y explicado desde la culpa, que es terrible, sino cuando miramos este mismo terror y aparece así su imagen. La mejor manera de salir de la situación del sénex es aceptar que no hay salida; si tiramos la toalla y decimos «no hay salida», abandonar la adherencia a un futuro, abandonar la expectativa de crecimiento, abandonar lo que nos agarra «si, pero mañana haré» y afrontar vivir lo que se está viviendo sin salida, es eso y solo hay eso, y ahí hay un saber, porque la perspectiva del éxtio me permite saltar a otra cosa, a una imaginaria y arbitraria «recompensa», a una «compensacón eventual», que es lo que tendemos a hacer usualmente ¿no? «Me duele pero lo soporto por que me curaré» o «me deprimo pero estaré feliz y contento cuando esto haya pasado » «sufro pero el sufrimiento me hará sabio».

Todo esto se puede traducir en un «acepto hoy porque mañana habrá un ventaja». Toda esta colocación que busca salida a Saturno, no permite ver lo que Saturno ofrece. Pero cuando abandonas esta colocación entonces no hay ninguna salida, no lleva a mañana, no viene de antes, no hay literalidad de un tiempo, Saturno no habla del tiempo como hechos que pasan, nos muestra que el tiempo se conecta con la eternidad. No hay más salidas, la melancolía acaba con los planes, los proyectos, los sistemas y las ordenaciones, se acaban las programaciones, las expectativas; es así y no hay otra cosa. Es ESTO. Y esto es «un estar». Es un ESTAR

La idea de que me llevará a un futuro mejor es una idea de escapada, pero ¿y si no llevara a un futuro mejor sino que permitiera desprenderse del tiempo mismo, si fuera ya el poder vivir más allá del tiempo, en el tiempo y no desde el tiempo? El viejo Saturno está con cadenas porque está ligado adonde tiene que estar, nos muestra el otro lado de las cosas, nos muestra el fondo del cielo, nos muestra lo que hay en el fondo, la gravedad, no deja que nos alejemos y la traicionemos con expectativas «resurreccionistas», «triunfalistas», con literalizaciones.

La idea de centramiento nos lleva al centro mismo de las cosas, no a la periferia. Como decía el otro día en el taller de tarot; «déjate ya de tanta anécdota» y lo digo a todos; dejémonos de tantas anécdotas «me pasa esto porque me dijo, porque pasó, porque me hizo, porque entonces mi papá, porque mi pareja, mi amigo, porque mi trabajo, etc.». Déjate de la anécdota y vamos al centro, gravedad, vamos al centro separado de todas las anécdotas y cuando lo llevas al alma se presenta toda su esencia y claro te deprimes, no hay salida, solo hay esto. Pero es que esto no es tan solo un «esto»!.

Vamos a leer un texto de Walter Benjamin (otro gran depresivo, que se suicidó durante la segunda guerra) que escribió un libro sobre el arte (el arte y el alma tienen mucho en común), «El origen del drama barroco alemán» en el que dice así:

…La esencia de una profunda meditación melancólica: sus objetos últimos en los cuales cree haberse establecido como totalmente depravada, a medida que se cambian en alegoría…

Fíjense bien: los objetos mismos de la depresión, en los que la depresión cree haberse detenido, haberse establecido como un estado totalmente depravado, que no debería ser, y sin embargo estoy atrapado en ello. Estoy atrapado en ello porque «la vida es una mierda, porque mi familia me ha desconocido, porque nadie me quiere de verdad, porque seré pobre y tengo miedo a la pobreza, porque tengo que hacer y no tengo energía, etc.». Todos estos objetos que se presentan, que son los hechos en su sentido literalizado, sus últimos objetos en los que cree que se ha establecido como totalmente depravada, en cuanto cambian en alegoría dejan de ser hechos y empiezan a revelarse como imágenes.

…En tanto cambian en alegoría llenan y niegan la nada en la que se presentan a sí mismos, así como al final el intento no se congela en una fiel contemplación de huesos, sino que se vuelve infielmente hacia una resurrección.

Repito el texto de Benjamin, ahora sin cortes:

..La esencia de una profunda meditación melancólica: sus objetos últimos en los cuales cree haberse establecido como totalmente depravada, a medida que se cambian en alegoría, llenan y niegan la nada en la que se presentan a sí mismos, así como al final el intento no se congela en una fiel contemplación de huesos, sino que se vuelve infielmente hacia una resurrección.

Pero no hacia lo que uno entienda e imagine que es resurrección. Cuando han desaparecido los objetos del futuro, del ayer y del mañana, cuando ya no hay más historia personal sino acontecimiento arquetípico y eterno, cuando se acabaron las excusas de los hechos y las ideas argumentativas, y no hay más que proceso del alma, desliteralizado, en este estancamiento que uno llama «estoy atrapado, no pasa nada», curiosamente empiezan a revelarse las imágenes y esta negrura detenida y congelada comienza a transformarse de manera infiel a la depresión en una imagen de resurrección.

Pero cuidado que la imagen de la resurrección no es un «volveré a un nuevo trabajo mejor que el anterior», «volveré a una nueva conquista exitosa» o un resentido y desconfiado, cínico y paranoico «ahora que he aprendido del desamor, voy más armado por la amargura y el desencanto». No, la resurrección no es un regreso a esa vida, esa vida se ha muerto o uno ha muerto para ella, la resurrección es la insurrección. Por lo tanto en medio de la nada resulta que no hay nada, en medio de la nada están todas las imágenes sin sustentarse ya en literalidades, en lo «extra anímico» que se ha desvanecido completamente.

Recordemos que Hillman insistía en que en la depresión no basta con decir que «uno está encerrado en una habitación»; quiere saber ¿qué come, qué hace, qué siente, qué piensa cuando está sentado y qué imagina cuando está de pie, quiere conocer toda la historia del alma que acompaña a ésto que se llama estar en una situación. En realidad siempre estamos en una situación, pero la situación en que estamos está a su vez en el alma. Cuando todo esto se ha vuelto negro ¿quien está situando? ¿dónde se está situado? Si, no hay nada ¿pero qué es esta nada? Y entonces en esta nada aparecerá barro, lodo, mierda.

El excremento y Saturno tienen mucho que ver, uno puede aquí remitirse todo lo anal (no sólo en lo que ya hemos visto respecto a las lavativas, la hemorroides, el eléboro, el estreñimiento, sino en el sentido que tiene en la teoría freudiana con su referencia a la agresividad retentiva, el ego, a la defensa); les recuerdo que en Roma había una estatua consagrada al dios Saturno sterculium, Saturno del estiércol . En el estiércol está Saturno, como decían los alquimistas «en el estiércol está lo que se busca», en lo más despreciable está Saturno, en lo que no se le da valor, en la cosa más vulgar allí está presente Saturno. Y el lapis y el oro filosofal también!

Por lo tanto, excrementos, mierda, rabia, angustia, vacío, cuando todo esto deja de ser cosa y empieza a revelarse como imagen, resulta que el negro aparece moteado de blanco, como las brillantes e infinitas estrellas sobre el cielo negro de la noche cerrada, así aparecen las pepitas de plata y siguiendo a la alquimia, eso negro se vuelve tachonado de blanco, el negro mismo da origen a lo blanco.

La palabra alquimia que viene de «al khem» quiere decir tierra negra; pues la tierra negra se transforma en tierra blanca (terra alba), y la tierra blanca no es un volver a la tierra negra. La tierra blanca es aquella tierra que no se encontraba cuando se creía que era blanca la tierra negra.

Esto se llama albedo y la albedo, el emblanquecimiento, tiene que ver con el regreso al mundo olvidado, negado detrás de los hechos y de los conceptos, traicionado en literalidades y supuestas «realidades objetivas»; la albedo es el retorno a la dimensión de la imaginación arquetípica

Seminario Plutón & el submundo: Una re-visión del «infierno»

Seminario a cargo de Enrique Eskenazi que tuvo lugar el 21 de Febrero de 2004. Transcripción literal por Lluís Gisbert

En un profundo, brillante y extenso recorrido de la imagen de Plutón a través de la historia y desde todas sus esferas: en la mitología (Misterios de Eleusis), la alquimia, la astrología, la psicología arquetipal, el arte…

En la tradición astrológica se interpreta a Plutón (el planeta, esto es: el dios) como «muerte y renacimiento», con énfasis en el aspecto del «re-nacimiento». Regeneración. Este «renacimiento» es entendido como un «triunfo de la vida sobre la muerte», como un «volver a la vida», enriquecidos -desarrollados, crecidos- por la experiencia de la muerte. Vivimos en un tiempo obsesionado por la idea (formulada como un «ideal») de «avance», «progreso», «desarrollo», «enriquecimiento», que tanto en la psicología como en las llamadas disciplinas esotéricas (por ejemplo la astrología) o espirituales se manifiesta por programas y aspiraciones de «crecimiento», «integración», «superación», «rendimiento»: se trataría de «crecer» a partir de las dificultades, cuando no de «superarlas», a fin de hacer la propia vida más «rica», más «entera», más «plena».

Pero en un curso sobre Plutón (el Hades de los griegos), el señor del submundo, tal vez lo que uno pueda poner en cuestión es justamente esa manera de ver la vida como algo que avanza, que progresa y que es conquista, en definitiva: que debe aprovecharse o es «aprovechable». Más que el símbolo, nos interesa aquí la mirada de Plutón, una mirada desde la cual se ponen en cuestión las miradas desde la superficie de la vida, las cuales se revelan precisamente como «superficiales» y, por ello, carentes de «penetración», limitadas para «ver-más-allá» y ver «el más-allá-de» la superficie.

O sea, que sería un contrasentido querer acercarse a lo que los antiguos llamaban el dios del submundo, que por lo mismo rige y se presenta en la profundidad y no en la superficie, preservando a la vez expectativas superficiales. Quizás sea eso lo que ha pasado con este antiguo dios, quizá todo lo que se dice actualmente de Plutón se dice desde un mundo que no toca la profundidad, se dice desde el mundo «de arriba», sin advertir que la mirada del mundo de arriba trivializa, no abarca, no da espacio e incluso lastima, ofende, hiere al mundo «de abajo». De ahí que esta tarde tengamos que poner en suspenso todas estas ideas de muerte y renacimiento, regeneración, crecimiento, victoria final sobre la muerte. porque probablemente si hacemos un viaje con Plutón, después de este viaje veamos que estas ideas aparentemente tan estimulantes ocultan sin que uno lo comprenda juicios nada estimulantes.

Este seminario solamente aportará destellos, el tema no se puede liquidar ni en un curso de un mes y por lo tanto no vamos a por un sistema de idea. Pero bueno, con salir cuestionado e inquietado ya es más que suficiente.

El material astrológico sobre Plutón es, desde nuestro punto de partida, absolutamente desechable, porque los astrólogos hacen astrología pero no se cuestionan desde dónde hacen astrología y por lo tanto habría que comulgar con su visión del mundo para aceptar sus interpretaciones, pero como vamos a poner en cuestión esas visiones del mundo, dejamos la astrología fuera.

En realidad el ámbito donde habita Plutón es en el ámbito de los mitos, o el ámbito de los dioses; hay que ir a buscarlo directamente ahí. No a la teología, no a una religión articulada, no a una concepción para la que hay «cosas» tales como dioses, sino a la mitología, que es una narración imaginaria donde los dioses no son cosas sino que son imágenes, y en este sentido pueden seguir teniendo vigencia todavía hoy desde lo imaginal o desde la imaginación. Quiero decir que tal vez nuestra vida, aunque no nos demos cuenta, se basa en muchas imaginaciones, no del todo conscientes, donde se encuentra precisamente la obra de los dioses de la mitología, que generan y son símbolos, alegorías, y -ante todo- puntos de vista y maneras de situarnos

Para esto hay que remitirse a la mitología, pero aparte de remitirme a la mitología, me he remitido también a otras fuentes, sobre todo a la filosofía griega. Estamos hablando de Plutón-Hades que es un dios griego, y por lo tanto no bastará tomar en cuenta solo al pensamiento de Homero, Hesíodo, que son los que re-cuentan los mitos, sino incluso al pensamiento de filósofos cuya manera de pensar muestra rasgos de Plutón; sobre todo uno, llamado “el oscuro”: Heráclito de Efeso, recordando que uno de los rasgos de Plutón es la oscuridad. En parte por la oscuridad que se manifiesta en las afirmaciones de Heráclito, es el filósofo al que regresan los grandes pensadores que cada vez que se trata de poner en cuestión los supuestos esenciales. Cuando Hegel quiso re-fundamentar la filosofía regresó a Heráclito. Cuando Nietzsche quiso hacer una crítica de la moral y los valores, regresó a Heráclito, cuando Marx quiso revisar el pensamiento filosófico en tanto que capaz de aprehender y transformar la realidad, regresó a Heráclito, cuando Freud descubrió la profundidad de la psique regresó a Heráclito, cuando Jung habló del alma como un conjunto permanente de antítesis regresó a Heráclito y nosotros vamos a tomar también en cuenta a Heráclito porque su pensamiento nos puede poner en contacto con la oscuridad, que es el profundo reino de Plutón/Hades.

Aparte de Heráclito habrá algo de Platón, y el pensador que más fielmente preserva este discurso hoy es James Hillman, que en toda su obra habla de esto y que precisamente tiene un libro entero dedicado al submundo: “El sueño y el submundo”. Gran parte de lo que digamos en este seminario está inspirado en esa obra. O sea que fíjense cuán remota es la historia a la que nos remontamos, y que sin embargo atraviesa Occidente hasta ahora.

En la mitología hay muchas maneras de contar historias. Homero en la Odisea y en la Ilíada habla de Hades o Plutón como «el señor del submundo”, y así se le ha llamado porque así se entendía a Hades también: el ámbito del infierno. Pero hoy en día cuando se oye la palabra «infierno» es inevitable que se evoquen connotaciones teológicas de castigos eternos, fuegos inextingible, dolor y remordimiento, pecado y culpa. Se entiende así el infierno como lo opuesto a cielo; el cielo es un lugar para los buenos y el infierno para los malos. O sea que hoy en día la palabra «infierno» está llena de implicaciones morales: castigo, culpa, maldad, error, lo opuesto al que «se porta bien» y obtiene premios: trascendencia, paraíso, goce, disfrute. Esta moralización no está en la mitología, e incluso hoy veremos cuándo empieza esta moralización del infierno que originalmente para los griegos no tenía en absoluto el significado de un lugar de castigo, ni para los judíos. Los judíos no hablan de infierno, hablan de Sheol que equivale al reino de la muerte; en el Sheol (equivalente al Hades griego), puede haber gozo o tormento; Lázaro estuvo en el Sheol, mientras que el infierno cristiano (Gehenna) sólo es sitio de tormento; o sea que para los judíos como para los griegos, cuando se muere sea bueno o sea malo entra en el mundo de Hades/Scheol. En la «Enciclopedia Judía» se dice que Sheol es sinónimo de «bor», tumba, de «abbadon», destrucción, «shahat» , foso, y acaso de «tehom», abismo. Entre los judíos antiguos el Sheol o Tophet se concebía como un lugar sombrío donde vagan las almas, no se habla de castigos eternos y que te descuartizan para toda la eternidad. De hecho, en los tiempos de Moisés y los patriarcas, la Biblia no dice nada acerca del destino de los individuos después de la muerte. La idea moral de infierno es básicamente cristiana y seamos cristianos o no, sus imágenes han permeado nuestra cultura Occidental. Vamos a tratar de ver cómo ha pasado esto de que se ha vuelto moral (o inmoral) un ámbito que originariamente no tenía ninguna relación con ello.

En principio, lo que se diga de Plutón y los que se diga del mundo de la muerte y del submundo, y del reino de las sombras, no cuenta tanto acerca de Plutón, las sombras y de los muertos ni del submundo, sino que muestra dónde están colocados los que hablan.

Veremos que Plutón es el gran desconocido, es el ausente en nuestra cultura; ha sido el olvidado, Plutón ha sido negado hasta tal punto que equivale a esa negación de la muerte que forma parte presente de nuestra cultura. La muerte está negada hasta tal punto que sólo se la entiende como un hecho físico (de «physys», que significa «naturaleza»). Mirar la muerte como un acontecimiento físico, como «fenómeno natural», es propio de un punto de vista. Un punto de vista que lo ve todo físico; ve físico el amor, ve física la vida y entiende la muerte como acontecimiento físico. Este es un punto de vista que posiblemente no tenga en cuenta que la imagen de la muerte no alude a algo que venga después de la vida, sino que constituye la otra cara siempre presente de la vida. Por lo tanto la muerte puede ser no algo que venga después, sino aquello que está continuamente presente, pero presente en lo invisible, no en lo visible.

Vamos a acercarnos a la narración mitológica a través de Edith Hamilton que tiene un libro de mitología muy ameno y poco académico, que está muy bien. Habla del Hades del mundo Homérico, del mundo de los griegos. Hades se caracteriza por ser un dios y por ser un lugar. Para los griegos Hades era una personificación, un dios, pero también Hades era un lugar, un ámbito: los muertos van al Hades, habitan en el Hades y por lo tanto Hades indica tanto a la persona de un dios, como también a toda una dimensión de lo existente. Apolo por ejemplo era Apolo, siempre una persona, los muertos no van al Apolo, porque no hay un sitio llamado el Apolo, ni el Afrodita, ni el Zeus. Se puede hablar del Olimpo en todo caso, pero el Olimpo no es el nombre de un dios, es el nombre de un sitio. Pero el Hades es a la vez una personificación y un lugar, una ubicación en donde se está o adonde se va.

También a Hades los griegos le daban varios nombres. Los dioses griegos reciben muchos nombres, muchos epítetos y entonces uno puede hablar de Hermes, que para los romanos era Mercurio, pero aclarando que hay varios Hermes; está el Hermes chtónico («chtónico» se refiere del inframundo, ya veremos su relación con «Chtoné» y lo «sub-mundano»), está el Hermes Psicopompos (el conductor de las almas), el Hermes dios de los comerciantes, etc.. Cada epíteto lo ubica, lo especifica en ámbitos muy distintos. Esto también pasa con Plutón, con Hades. Ya lo griegos a Hades lo conocen también como Plutón (no solo como nombre romano). Lo curioso es que todos los dioses griegos pasan a la mitología romana y cambian sus nombres, Deméter se llamará Ceres, pero Plutón se sigue llamando Plutón, es uno de los dioses que no cambian su nombre. Los nombres de los dioses romanos los tenemos en la astrología (Júpiter-Venus-Marte, etc.). No son los nombres griegos sino que son traducciones y re-nominaciones romanas. Pero Plutón no se somete a traducción, permanece constante tanto en una como en otra mitología.

La palabra «Hades» plantea problemas; ¿qué quiere decir etimológicamente Hades? Etimología quiere decir ir al origen de la palabra. Cuando hacemos etimología estamos en un mito, el mito que dice que en el origen, que son las raíces, está lo «esencial», que el origen no es casual sino que revela una esencia y por eso queremos llegar a las raíces, lo radical. Es esta idea de que si no nos remontamos a las raíces perdemos de vista lo original, y las raíces normalmente están debajo de la tierra. Si uno no regresa adonde están las raíces, uno se queda con las apariencias pero no con lo esencial. La palabra «Hades» es probable que provenga de “A” que es la partícula griega que se usa para «privación», por ejemplo en a-patía, an-arquía, que quiere decir privación de. «Anarquía» quiere decir sin gobierno, o sin principio rector (arkhé). Si «pathos» quiere decir sentimientos, apatía quiere decir carencia de sentimientos. Si «estesia» (aisthesis) es sensibilidad, «an-estesia» significa sin sensibilidad. Plutón es A-IDES y la palabra “ides” es idea. Lo que pasa que “ides” no sólo quiere decir lo que hoy entendemos por idea. «Ides» quiere decir primariamente «el aspecto», «lo que se muestra», «lo visible». Por ejemplo “qué bien se te ve, qué buen aspecto tienes”. O sea: lo que es visto.

Por lo tanto Hades como A-Ides sería lo que no se ve, lo que nunca se presenta como «aspecto» y en este sentido lo ausente. Lo ausente en el mundo de las presencias, de lo manifiesto. Si está presente, está presente en lo invisible y solo puede estar presente para lo invisible. Sólo está presente desde lo invisible, pero en lo visible no está. Por lo tanto sólo puede presentirlo aquello que en nosotros es invisible, lo que en nosotros no se ve. Aquello que en nosotros no se ve está esencialmente vinculado a Hades y en este sentido Hades rige lo que no se ve. Se podría decir que Hades rige lo que no se ve porque está debajo, no está en la superficie: Hades no es un dios de superficies sino que es de profundidad.

¿Qué tiene profundidad en nuestra vida? Podríamos decir que el cuerpo en tanto que manifiesto siempre está en la exterioridad, siempre está en el espacio, es mensurable y tocable. Por lo tanto el cuerpo, que también es una imagen, es justamente lo que habita en el mundo de arriba, de afuera, del «ex»-terior, y el arriba de la tierra es la superficie. Plutón no tiene nada que ver con el cuerpo porque su reino es un reino no corpóreo. Así que si lo queremos acercar a nosotros ¿qué es aquello que en mi no está en el cuerpo, no tiene cuerpo y por lo tanto no ocupa espacio? Pero que sin embargo me da sentido de interioridad (y lo que sentido de interioridad no son las entrañas físicas. La interioridad de la que habla Plutón no es una interioridad física, sino que es la interioridad que redescubre Freud cuando habla que el mundo del alma es esencialmente profundo)

Voy a sugerir a propósito una conexión que va a ser la base de todo el seminario, entre Plutón y el alma, Plutón y lo anímico, Plutón y Psique, lo que los griegos llamaron «psyché», de donde viene «psicología». Una psicología que hoy en día traicionan los psicólogos (parece increíble) cuando practican una psicología que pretende una psique olvidada de Plutón, una psique para que se produzca más, se sea más efectivo, se participe más en la sociedad, se esté más adaptado a la realidad, haya mayor rendimiento. Se pretende que una persona psicológicamente sana es una persona que está siempre en relación con otros, que participa en el mundo diurno de la efectividad, que «funciona» en términos de realidad entendida como exterioridad, que se integra en los quehaceres sociales y sobretodo que está en actividad. Una psicología así rechazará todo lo que desde ahí se ve como «lo otro» y ¿lo otro que va a ser? Lo otro es el vacío de la vida, la improductividad, la resistencia a cambiar o a vivir en función de realidades exteriores, el deseo de morir, la imagen de la muerte, los pensamientos suicidas, lo que no une sino que separa, lo que no se muestra sino que esconde, y a todo esto lo va a llamar «psicopatía»; es el pathos que no es sólo padecimiento sino que se interpreta como enfermedad. En una psicología de la superficie, a pesar de que toda «psico-logía» tiene su raíz en la intuición de la profundidad, y sin embargo está vocación de profundidad una y otra vez se traiciona. Freud devuelve la idea de profundidad a una psicología que la había perdido, y en este sentido vuelve a vincular el ámbito de la psique con el ámbito de Plutón. Freud es el fundador del psicoanálisis o de la «psicología profunda» y el gran investigador del inconsciente, aquel que sostiene una y otra vez que los propósitos conscientes «encubren» motivaciones inconscientes. En este sentido está diciendo: lo que se ve no sólo muestra, sino que encubre aquello desde donde se origina. Y se origina desde donde no se ve. Viene de la profundidad, y en este sentido el psicoanálisis regresa a Plutón. Curiosamente fue Freud, en su etapa ulterior, quien postula un «principio de muerte» (Tánatos) en la psique, complementario y opuesto a un principio «de vida» (Eros). Pero regresa a Plutón con una actitud de ex-traer desde el ámbito de Plutón una mejor adaptación a la superficie, a la vida «de todos los días», la vida cotidiana entendida como exterioridad. Es decir, para él es importante ir a lo oculto a fin de reparar lo que pueda haber de patológico, y lograr así una mayor adaptación en lo manifiesto a la «realidad» cotidiana. Es decir, es una aproximación a Plutón a fin de lograr un mejor ajuste y efectividad en el mundo de arriba, y no en el mundo de abajo. Vamos a Plutón, vamos al submundo, vamos a eso que Freud llama «lo inconsciente» en búsqueda de mayor conciencia; y por «conciencia» se entiende lo que se ve, lo visible, la «idea» como aspecto. Esta consciencia, que es el orgullo del occidental, es justamente el sujeto del mundo del día, el sujeto del mundo diurno, el sujeto de la actividad externa. Pero ya los antiguos decían: “en el mundo de Plutón reina la noche y los hijos de la noche”. Hay mitos de la Noche (Nyx), la noche es anterior a los dioses olímpicos; la Noche es uno de los principios fundamentales de todo lo que existe y como tal la Noche tiene hijos increíbles como la vejez, la envidia, el sentimiento de fatalidad, las lágrimas, el arrepentimiento, los sueños o incluso la muerte o Tánatos y, curiosamente, también Eros. Si le hacemos caso a Cicerón, Eros era hermano de Hypnos, o sea de los sueños, y de Tánatos, o sea de la muerte.

Por lo tanto los mitos parecen hablar de que hay un Eros que no es un Eros de la superficie, no es un Eros de lo solar, ni del día, ni de la fertilidad, ni de la fecundidad, sino que es un Eros que permanentemente arrastra, atrae, se vincula con la noche, con la oscuridad. No es un Eros en el que se hagan regalos de boda, vajillas, lavaplatos, cuna para los futuros niños, porque los hijos de este Eros, si es que tiene hijos, pertenecen a la profundidad, no son criaturas de la luz. Por lo menos no de la luz del sol del día exterior.

En la mitología encontramos que Eros, que se traduce como amor y como deseo, hay muchos, y no podemos simplificarlo con solo una imagen. No se puede decir que el amor es el amor a participar, el amor a fecundar y el amor a unirse, porque ese es sólo uno de los modos del Eros, el que por cierto no es hijo de la noche. Pero hay otro Eros, cuando se supone que tiene que haber solo uno, y que lo demás no es Eros; entonces es cuando se niega a los hijos de la noche y, renegando de ellos, se los patologiza. Toda experiencia erótica que pertenezca a la Noche, por lo tanto, será considerada desde la psicología diurna como un desajuste, como una enfermedad, como una patología, como algo que tiene que ser curado. Pero si tomamos en cuenta que la diosa de la Noche es muy anterior y más «original» que los dioses del Olimpo, podemos sospechar que donde se quiere una cura o un arreglo se esconde un temor. Se quiere cambiar lo que se teme. Lo «invisible», sin embargo, también alienta en el impulso a «reparar», «curar», «integrar», «procesar», «superar»: lo que no se ve allí es justamente la resistencia y el temor a lo nocturno. Es un eufemismo llamar «enfermedad» o llamar «malo» a aquello que me enfrenta y me muestra mi propio dolor o mi miedo o mi límite o mi fragilidad. Se le atribuyen así al objeto todos los rasgos que nos habitan a fin de poder combatirlo; se hace una guerra contra «el enemigo» diciendo que el enemigo es peligroso justamente porque puede iniciar una guerra. Ponemos en el objeto los rasgos que nos habitan para justificar nuestra cruzada heroica contra aquello que tememos, y esto es bastante contemporáneo, está al día en la política contemporánea (ataque ¿preventivo? a Irak), pero no solo en la política contemporánea: lo estamos viviendo en la cotidianeidad de nuestra propia vida.

Porque ¿qué hacemos cuando nos secuestra una criatura de la noche? ¿cómo vivimos eso? Pues la mayoría lo vivimos, si lo reconocemos, con el espanto de estar lejos de una integración, de estar lejos de ser un ser enteramente diurno, de estar habitados por fantasmas, por temores, por anhelos vagamente presentidos, por «perversiones», por conductas «anormales». La llamada conducta normal está ante todo a la luz del día, pero puede ser que lo que es anormal para el día, deje de ser anormal si se le da su espacio en el ámbito imaginal, en el ámbito mitológico del reino de la Noche, que es también parte de Hades o del mundo de Plutón.

Fíjense que es difícil el entrar en el Hades, porque lo que solemos llevar ante Plutón es una máscara de defensas y prevenciones, y por lo tanto nos acercamos a Plutón como a un gran enemigo, aunque quizás los enemigos somos nosotros, quizá el enemigo está en la manera misma de la aproximación.

Si «Hades» es «invisible», la palabra «Plutón» («plutos») en griego se relaciona con riqueza. Por ejemplo la forma de gobierno donde dominan los ricos (lo cual es una constante en la historia de la humanidad) se llama «plutocracia», así como el gobierno del pueblo (demos) «democracia», el gobierno de los mejores (aristos) «aristocracia» y el gobierno de los ricos plutocracia. Esto muestra que la palabra “plutos” que es Plutón en griego alude a la riqueza. Plutón era un dios al que no se le hacían ofrendas, del que no hay casi imágenes. Es sorprendente cómo el arte griego, que nos proporciona tantas imágenes de Afrodita, de Hércules y de tantas otras figuras mitológicas, no ofrece prácticamente representación de Plutón y, por supuesto, no hay templo de Plutón. ¿Cómo se va a hacer ofrendas al que ya es rico? Plutón es muy rico, pero es rico en riquezas del submundo, no es rico en riqueza de este mundo de las superficies, porque Plutón justamente no está en este mundo sino como ausencia. Es posible que a los habitantes del mundo «normalizado» de las superficies las riquezas de Plutón no les parezca tales riquezas, porque si riqueza es salud, longevidad, fecundidad y que me den muchos hijos de la carne y prosperidad, todo esto son expectativas del mundo del día; pero Plutón sólo puede dar lo que pertenece al submundo. Por esto ante las expectativas del mundo diurno, el mundo de Plutón aparece «hermético», tanto que se diría que la única manera de poder recibirlo más allá de nuestros valores (o sea, no moralmente), sería abandonar toda esperanza. Es lo que según Dante está escrito en la puerta del Infierno: “abandonad los que entráis aquí toda esperanza”; especialmente toda esperanza de un beneficio diurno, toda esperanza de mejoría, crecimiento, nueva vida. ¿Cómo va a dar vida el señor de los muertos? Lo que me puede dar no es exactamente la vida, lo que me puede dar es, en cambio, un sentido olvidado de la muerte. El acceo al Hades es un descenso, como corresponde a la palabra «depresión»: una depresión es una hondonada, un foso (como el Sheol de los judíos). Al reino de Plutón se llega por las grietas, los fosos y las hondonadas, al reino de Plutón se desciende, dicho de otra manera: se cae. Se cae por los sitios donde hay caída; al ámbito de Plutón no se asciende, no hay ascenso a Plutón; el acceso acaece cuando el suelo se rompe, se abre bajo mis pies y me hundo, ya que Plutón aparece en el hundimiento. No es ésta la única manera de aparecer de Plutón, pero siempre que aparece va acompañado de un sentimiento de pérdida, duelo, dolor y ya veremos porqué.

Es un poco audaz presuponer que quizá en la pérdida y el dolor haya una puerta a una sabiduría, pero si hay en ello una puerta a una sabiduría, entonces no va a ser a una sabiduría de la vida, sino que va a ser a una sabiduría de la muerte. No literalicemos, ya sé que todos pensamos en la muerte como en cuando se acabe la vida, como si fuera el prepararnos para un momento que es el último momento «natural», prepararnos para algo que vendrá, pero yo no hablo de la muerte como un acontecimiento «natural» que ocurrirá «algún día», sino de la muerte como una dimensión siempre presente. No como literalización de un hecho que ocurre en el tiempo, sino y ante todo como el posible acceso a un ámbito sin tiempo.

Mal que nos pese todos hemos sentido alguna vez la caricia o la llamada, sino de Plutón, sí de la Noche o del dolor o de la muerte o de la rabia, o del odio, porque vamos a hablar también del odio, que tiene su lugar en el Hades.

En el libro de mitología de Edith Hamilton se dice:

Hades reinaba en el mundo de los muertos…

El mundo de los muertos para los griegos era adonde se iba todo el que muere: buenos y malos, justos y pecadores, héroes y villanos, nobles e innobles; es decir que no tenía ninguna connotación moral ni de castigo, sino que era inevitable destino para todo lo que vive. En este sentido se podría decir que el Hades era absolutamente democrático: de Hades no se libera ni el rey, ni el rico, ni el noble, ni el famoso, ni el creador, ni el bueno, ni el triunfador. Hades es el mundo adonde se entra dejando el cuerpo, abandonando toda literalidad y toda mirada «natural» (física).

En la Odisea, esa gran obra homérica, hay un momento en que a Odiseo, es decir Ulises, intentando regresar a Itaca se le indica que para llegar debía ir al Hades a consultar con Tiresias, el gran vidente ciego, que está en el reino de los muertos. Odiseo tiene que descender y hay un capítulo donde justamente se relata este descenso al mundo de los muertos (la «nekya») y este encuentro con los muertos. Entre estos muertos hay antiguos amigos suyos, y también descubre que su madre ha muerto porque se la encuentra allí, hacía años que no la veía y creía que aún estaba viva.

Ahí no hay ni bien ni mal, el reino de Hades es sin moralidad, ahí ya no hay thymos que en griego quiere decir vehemencia, apasionamiento, fogosidad, sed de vida. La timocracia es el gobierno de los guerreros, los militares. El thymos es lo que nos hace ser guerreros, apasionados, nos empuja a la acción, nos compele a actuar, a manifestar, a ex-teriorizar; pero en el mundo de Hades no hay thymos. En griego «deseo» se dice «epithymia», lo cual tiene relación con «thymos». Tampoco hay phrenes (frenes) y «phrenes» se puede entender como ansiedad, nervio, actividad «frenética». La frenología es aquel enfoque yo diría que mítico, que aspiraba a buscar «localizaciones» del alma en los nervios y en el cerebro, «espacializar» la psique identificándola con la physis.

Homero nos cuenta que lo que habita el reino de Hades es psique, pero no thymos, el thymos no entra ahí. Esto es lo que cuesta la entrada al reino de Hades: se deja el thymos y sólo puede entrar el alma. Sólo puede entrar el alma, porque el alma desde su origen pertenece a la profundidad.

Por lo tanto se entra a Hades cuando hay una pérdida de lo que llamamos pasión por la vida, furia por vivir, urgencia vital, codicia de vida, concupiscencia. Cuando aparece Hades desaparece la urgencia vital (thymos), desaparece el deseo (epithymia) y la sed de vida, desaparece la espacialidad, la corporeidad y pasamos de un mundo tridimensional (corpóreo) a un mundo descarnado, inextenso: el de las imágenes. ¿Qué es lo que encuentra Odiseo allí? Encuentra «ídolos», «eidolon» (imágenes), eidos, a-ides, encuentra «imágenes» sin cuerpo, sin sangre, sin pasión, aquello que también se llamará «sombras». Es como si se fuera ante todo sombra, las sombras en el país de la oscuridad. Homero habla del Hades como un «mundo indeterminado y sombrío, ocupado por las sombras»

Por eso en los epitafios los griegos escribían: “vosotros que vais al Hades olvidaros de la dulce luz del sol”. Allí no llega la dulce luz del sol, allí no llega la claridad conceptual precisa, rigurosa, definida, de Apolo. Allí está lo in-definido, lo que no tiene límites y es ilimitadamente profundo, sin límite y sin fondo. No acaba la extensión, porque la extensión pertenece justamente a la superficie. Es como si en el reino del alma solo puede haber más alma, y aún más alma, lo que se podría llamar el imperio del alma, la cual hace de todo alma; toca el cuerpo y lo vuelve alma (imaginación), toma los hechos y los transforma en experiencias imaginativas; para el alma no hay «hechos», para el alma hay experiencias imaginativamente vividas, para el alma «el hecho» no es más que la puesta afuera (exteriorización, actuación) de una imagen, su encarnación tri-dimensional.

«Hacer alma» sería justamente desprenderse del cuerpo y esto nunca se hace voluntariamente, porque la voluntad justamente es una afirmación de phrenes y de thymos; “Quiero!”; y thymos es justamente lo que no hay en el Hades. Por eso los muertos, según cuenta Homero se acercan rápidamente cuando huelen la sangre. Odiseo hace sacrificios de animales en el Reino de los Muertos y ante la sangre se acercan las sombras, porque las sombras no tienen sangre y no tienen vida. Como no tienen ni sangre, ni phrenes, ni cuerpo, por ello mismo no hablan, no son manifiestas ni siquiera en sonido, y para poder oírlas hay que dejarles que beban la sangre. Por eso Odiseo pone su espada por delante, para que ninguna alma beba la sangre hasta que no venga en primer lugar Tiresias, que es de quien espera consejo y guía. Vale la pena advertir Odiseo desciende al Hades a buscar sabiduría y guía, no desciende a ganar nada, ni a conquistar nada, ni a llevarse nada, ni a dominar nada, sino a buscar visión interior, lo que en inglés se dice “insight”.

Hamilton sigue así:

… este reino, al que frecuentemente se le otorga el mismo nombre de su soberano, según la Ilíada, se hallaba situado en lugares profundos y escondidos de la Tierra. Según la Odisea, el camino que a él conduce pasa por debajo de los confines de la tierra y atraviesa el río Océano. Los poetas más recientes lo comunican con la Tierra por numerosos accesos situados en cavernas, grietas y lagos profundos.

“poetas más recientes” se refiere a Virgilio que es otro que hace una gran narración de la muerte, que es lo que actualmente hace falta en nuestra cultura. La última gran narración de la muerte es la Divina Comedia y es de antes del Renacimiento; actualmente no tenemos narraciones de la muerte, pero en cambio vamos al cine y está todo lleno de violencia y de sangre, la muerte está «ahí afuera» como «hechos»; ya no tenemos una cultura de la muerte: lo que se ha muerto justamente para nosotros es la muerte, y como no tenemos una cultura de la muerte, la muerte se transforma en un hecho que acaece, una hecho a temer, a evitar, hecho externo. Virgilio en cambio incluye en sus Eneidas una gran narración de la muerte; la hace en el siglo I A.C. en Roma, en el ámbito romano: retoma la manera homérica de contar, a partir de donde acaba la Ilíada y hace una hermosa narración; y también su héroe que en este caso es Eneas, hace un descenso al submundo.

En griego el encuentro con los muertos tiene lugar en el reino de los muertos, es el único lugar donde encontrarlos. No estamos hablando de nigromancia que es una trivialización de la muerte para sacar provecho en la vida. Nigromancia es la invocación de muertos para extraerles secretos, poder. Pero esto no tiene nada que ver con hacer el descenso que es adonde se encuentran los muertos

En griego se llama la Nekya. «Nek» es muerte y de ahí viene la palabra «necrosis». La «nekya» es el descenso al reino de los muertos. Las escena de la Odisea de la nekya es impresionante, cuando Ulises desciende al reino de los muertos. La otra gran «nekya» está en la narración de Virgilio, cuando Eneas desciende al Hades en busca de la sabiduría de su padre muerto.

Tanto Eneas como Odiseo bajan para saber más, no bajan para conquistar, redimir, luchar. Habrá un héroe en Grecia que bajará para vencer, que bajará con la literalidad, bajará a pelear y a conquistar y ese es Hércules, «el hombre más fuerte de la Tierra», que poseía absoluta confianza en sí mismo basada en su extraordinario vigor. En su duodécimo trabajo Hércules sacó a Cerbero, el perro guardián del submundo, y lo llevó hasta Micenas.

Posteriormente Cristo aparecerá como un segundo Hércules que vendrá a liquidar el Hades y la muerte definitivamente, tarea muy superior aún a la del primer Hércules. Para Cristo, si estás con él no hay muerte ni submundo; es: o Cristo o Hades, pero no puede ser Cristo y Hades. Como Hércules, se trata de un triunfo sobre el Hades. Pero así y todo Hércules no mata a Hades, no lo puede matar ya que es inmortal, aunque consigue arrastrar a Cerbero, el perro guardián del infierno (es una de sus tareas) y traerlo a la superficie. Por supuesto Cerbero regresa luego. Hércules es así el único personaje mitológico que entra allí con conducta heroica y va absolutamente perdido: quiere pelearse con las sombras, porque no comprende que son sombras, las ve como phrenes y como thymos y por lo tanto no puede entender nada, no aprende nada en el reino de Hades, solo va para realizar una hazaña más y por ello no resulta transformado en su mirada de exterioridad, de literalidades, de «realidades tri-dimensionales». No es transformado como es transformado Odiseo o Eneas; ellos no ganan nada allí, sino que pierden convicciones y obtienen la sabiduría de la imaginación.

No es ésta la idea de la psicoterapia moderna, por no decir de la astrología moderna, que dicen: con Plutón renacerás, vas a ser mejor que antes. Entonces uno se imagina “bueno, sufriré pero luego saldré y ya no sufriré más, saldré más invulnerable, saldré fuerte, crecido, robusto e impermeable al dolor”. “Me descuartizarán pero luego me recompondrán como una cirugía estética, saldré más guapo”. Esta es más o menos la idea que habla tanto y bien de transformación como una defensa contra la profundidad. Las teologías del renacimiento encubren el miedo a morir y las doctrinas de la transformación encubren una defensa contra la profundidad. Las interpretaciones del lado oscuro en función del lado diurno encubren y son promovidas por una defensa.

Estas defensas se sostienen bajo nombres como salud, terapia, curación, crecimiento, mejora; y éstas son justamente las esperanzas que hay que abandonarse al entrar al Hades: ni curación, ni transformación, ni mejora, ni crecimiento sino desprendimiento. Y este desprendimiento, y el abandono de las previas convicciones, es ya una iniciación.

«Los poetas más recientes, sobre todo Virgilio, comunican al Hades con la tierra por medio de numerosos accesos situados en cavernas, grietas o lagos profundos» continúa Hamilton, como ven: todo rutas hacia abajo. Nunca son escaleras, ni montañas que hay ascender, nunca es huir hacia el cielo, nunca implican ascensos, nunca implica el esfuerzo y la lucha por llegar a unas metas, a una cumbre, al contrario: es depresión. No solo es depresión, pero el acceso es a través de depresiones: el Tártaro y el Erebo son dos ámbitos del submundo y dos ríos. Erebo quiere decir «cubierto», tapado. En la mitología homérica el origen del todo es el Caos que a su vez gesta a la Noche y al Erebo. De la Noche y del Erebo nacen Tánatos, Hypnos y Eros, o sea de la Noche y de lo cubierto, de la noche y de lo que no se ve, encubierto.

Según Virgilio el Tártaro y el Erebo son las dos regiones del submundo; el Tártaro la más profunda, lo que está en el fondo sin fondo del Hades, se decía que la misma distancia que hay de la Tierra al Sol o al Cielo, es la distancia que hay del Tártaro a la Tierra, así como vemos de lejano el Cielo, así de lejos pero para abajo está el Tártaro.

El Erebo es la zona intermedia por donde pasan todas las almas al morir y es la zona donde se van a encontrar con una serie de ríos que hay que atravesar para llegar a las zonas más profundas. En uno de esos ríos hay un barquero que se llama Caronte. Caronte cruza a las almas desde el lado más cercano de esta vida a la profundidad del otro mundo. Ahora bien, una vez que has cruzado ya no puedes salir y por eso el otro lado está custodiado por este can Cerbero, que según unos tiene tres cabezas, según otros cincuenta, a fin de controlar que nadie se escape: una vez que se entra ya no se sale.

Los astrólogos no tienen en cuenta esto cuando hablan de los tránsitos de Plutón como de una entrada de la que se saldrá, ¿a ver quién saldrá de ahí? ¿quién puede ser más listo que Cerbero? ¿quién se cree tan pillo que puede burlar a los dioses?

Dante, Dionisios, Eneas y Ulises salieron, pero porque contaron con el permiso y la ayuda de los dioses.

Ya vimos que Homero decía de de este reino:

Mundo indeterminado y sombrío ocupado por las sombras…

Comentario: O sea quien habita el Hades son sombras.

Ya veremos lo que ha pasado también con la noción de sombra en la psicología. Ya veremos cómo la negación del Hades lleva a la convicción de que la sombra es algo que el yo arroja, que la sombra es un producto «derivaado» del mundo diurno, y que la sombra sólo surge porque hay sol. Esto es lo que dice la psicología de la superficie. La sombra se explica por el sol y por la luz.. Pero según lo que nos cuenta Homero, las sombras no tienen nada que ver con el sol. Son las formas de existencia del Hades que está muy lejos del sol. La sombra es anterior a (más arcaica y, por ello, más original que) la luz, las sombras provienen de un reino donde no hay tiempo.

La psicología más moderna, habla de la sombra como algo que yo debo integrar porque es algo que yo arrojo. Esto lo pone en cuestión la mitología: la sombra va contigo pero no viene de ti, la sombra es el continuo recordatorio de que, aunque estés aquí, perteneces también al reino de los muertos.

Así que todas estas ideas » positivas» acerca de Plutón y de integrar la sombra, pueden llegar a cambiarse: quizás la sombra no está para que yo la integre sino para desintegrarme a mi. ¿Qué pasaría si la sombra me desintegrara, ya que es la conexión con el submundo, donde toda ilusión de unidad y de entereza se ve sacudida por la experiencia de un desmembramiento? ¡qué miedo! Sobretodo qué miedo para aquel cuyo ideal es la entereza, la integración, el control, la conquista, el éxito y el progreso; ese sin duda se deprimirá ante este desmembramiento. Para ese la muerte tiene que ser un hecho, un acontecimiento natural, físico, y no un estadio de la vida, porque si hay ese estadio de la vida entonces ha de reconocer que no se tiene el menor poder sobre el.

Ya los antiguos hablaban de dos psiques, de dos almas: el alma de la vida y el alma de la muerte. Un alma que está cuando estamos despiertos y esa alma tiene sed de vida, está pegada a la vida y un alma que es el alma de la sombra. Estar vivos para una es estar muertos para la otra, pero estar vivo para la otra alma es morir para la primera.

En términos modernos podríamos decir que en la psicología y el modo de vida occidental de hoy en día, esa alma de la vida se llama «ego». El ego es el alma de la vida diurna. Psique es, en cambio, el alma de la sombra, es el alma que no tiene ni phrenes ni thymos, no es frenética ni audaz, ni siquiera esencialmente activa. Al contrario: frenetismo, actividad, son las características definitorias de ese lado diurno que llama «vida», a lo cual, desde el lado nocturno, se le podría llamar «manía». Manía: locura de acción, la manía no es sino la defensa contra la depresión. Esto nos lo encontramos todos cuando nos hallamos sin nada qué hacer, e inmediatamente se despierta el impulso frenético de ver gente, ver películas, hacer algo; creemos que es una decisión saludable, sin advertir que esa decisión no la tomamos nosotros sino que nos vemos compelidos porque hay una defensa que nos empuja. No es algo que queremos hacer, sino que tenemos que hacer para no encontrarnos con el reino de las sombras.

Quizá la depresión sea la respuesta a la manía, quizá hay depresión porque hay manía, quizá no existiría la depresión sino estuviéramos instalados en la manía. Desde Hades no podemos hablar de depresión, sólo podemos hablar de depresión cuando estamos en la superficie, ya que es ésta la que desaparece, se hunde, se desvanece. Pero desde la hondura, el que desaparece de la superficie en realidad vuelve, regresa, retorna (epistrophé, que es conversión) y recuerda. La memoria también es una figura del mundo de la noche. El sueño y la muerte y la memoria son hijos de la noche, y ¿qué quiere decir esto? Pues que no están al servicio del día. Por lo tanto es banal, un artificio heroico, el pretender «aprovechar» la memoria, los sueños y las depresiones para buscar riquezas del día, porque es traicionar a su vocación nocturna, su carácter de iniciaciones rituales, de retornos y conversiones hacia la dimensión de Hades, el reino del alma.

Es comprensible, porque desde donde está Freud, que es un gran viajero psíquico, el único nombre que él le puede dar al reino de Hades es “lo inconsciente” y es un nombre que sólo se puede dar si uno no está en lado de la noche: es llamarlo lo «no-consciente», es como llamar a la noche: «no-día», es un término tan general que mete todo en el mismo saco, siempre tomando como referencia al día, a la conciencia. Es como si a África la llamáramos no-Europa. Es como si en realidad dijéramos que solo existe Europa y no-Europa y en no-Europa no podemos distinguir si se trata de África, Asia, América u Oceanía. Solo es no-Europa y allí va a parar todo. Lo in-consciente: lo no-consciente. Esta es una tesis, una posición, de la consciencia misma.

Cuando Hades se transforma en un reino tan poco especificado, tan poco reconocido en su diversidad, olvidamos así que existe allí la multiplicidad. No es una sola cosa, como ahora llamamos inconsciente a todo eso y ya no podemos distinguir una obsesión de una vocación, no podemos distinguir un movimiento de deseo de una imagen del alma, ya que a todo lo llamamos lo inconsciente. No podemos distinguir una ensoñación del estado de coma; por lo inconsciente se entiende el coma, el sueño, la muerte, el impulso, etc., como si fueran todos la misma cosa. Por eso es tan importante recuperar la variada geografía de Hades, para poder restituir riqueza a las experiencias del alma, no en una unidad borrosa de patología, sino en el ámbito preciso donde su expresión encuentra su sitio propio, su «topos» (localización). No tengo un «topos» para la angustia y por lo tanto la considero algo que no debe ser, y la vivo como algo (un problema) «mío»: “mi angustia”: no reconozco así en la angustia una diosa poderosa con un llamado especial, con su propio topos y con su propio «qué», y por lo tanto la vivo como un producto mío. “Es mío” y esto es lo característico de Hércules, es lo propio del reino de la luz, en tanto que desconectado del reino de la sombra.

Virgilio habla de que se desciende por un sendero que conduce hasta donde está el río Aqueronte o Aquerón que se traduce como “el río de los gemidos”. La entrada al Hades está custodiada por un río de gemidos, y está allí también el río Cócito; llamado “el flujo interminable de los lamentos”. Aflicción y lamentos constituyen la frontera del Hades.

Caronte recibe en su barca a las almas de los muertos, las transporta a la otra orilla adonde se abre la puerta que conduce al Tártaro, o sea la zona más profunda. El guardián de la puerta del infierno es Cerbero, el perro de tres cabezas que en la descripción de Hesíodo tiene cincuenta, porque mira hacia todos los lados a la vez: es un tipo de mirada de la que estamos olvidados en el reino diurno del Sol. En el reino del Sol la mirada es unidireccional, requiere concentración en un punto, en tanto que los dioses del submundo miran en varias direcciones a la vez: no es la suya la mirada enfocada en un punto, sino la mirada desenfocada porque gira hacia todos los lados a la vez, y esto también tiene que ver con Plutón. Tiene que ver con una mirada que no trata de mirar la cosa, sino el entorno de la cosa, no la cosa misma. Es una mirada que se parece más a un olfateo y es curioso que Heráclito diga: “Las almas olfatean al entrar al Hades”, como si perdieran la vista y el oído. No se mira, no se oye, tan solo hay olfateo. La apreciación es mucho menos intelectual que el mirar «el aspecto», «la forma», «el ides», y consiste en aprehender el olor de las cosas. Ya veremos que cuando le damos espacio a Hades éste nos hace desenfocar en lo que estamos enfocados a fin de percibir no tanto lo que hay, sino la sombra de lo que hay. La sombra fugitiva de este pensamiento; en la conducta, se oculta una sombra que no se puede ver directamente, lo escondido en lo manifiesto y por lo tanto no se agudiza la mirada hacia lo que hay, sino que se desenfoca para ver lo escondido en lo que hay. Plutón en mí oye lo que no se dice cuando se dice: lo no-dicho en el decir, lo ausente en la presencia, así como con la presencia de lo ausente.. La atención no es a lo que se dice sino al contexto en el que se lo dice, al lugar, el «topos». En este sentido no se trata de una mirada apolínea, conceptual y definida, sino que aprehende lo visible desde lo invisible, sin atender primariamente a lo visible. Mira el «desde dónde» y «a través», más que «el qué».

Este será uno de los rasgos que astrológicamente se pueden atribuir luego al planeta Plutón también.

Aparte del Aqueronte y del Cócito, hay tres ríos más que separan el submundo de la superficie de la tierra: El Flegetonte que traducido es “ardiente, ardor”, es un río en el cual las almas se secan. Se secan de la excesiva humedad, las almas se limpian de tanto thymos y de tanto phrenes, para dejar solo psique. Es curioso porque esto también lo dice Heráclito: “es para las almas muerte el agua”. Por eso el alma al entrar al Hades se seca. Lo podemos decir así: se libera de sentimentalismo.

El alma no es sentimental, lo que llamamos sentimientos es una expresión de phrenes y de thymos, de furia por vivir, de furia por abrazar, por participar, por comulgar en la actividad. La entrada a Hades no es sentimental. Puede haber aflicción, pero no hay sentimiento, vinculación. En cierto sentido el mundo de la noche es temible para el mundo del día porque es desvinculante. Cuidado, desvinculante tal y como entiende «vincular» el mundo del día; los vínculos diurnos (exteriores, hacia «afuera») se desvanecen, pero esto no quiere decir que sea absolutamente desvinculante.

Heráclito dice: La armonía oculta, o las conexiones ocultas son superiores a las conexiones manifiestas. La pérdida de la conexión manifiesta hace patente la armonía oculta y la armonía oculta es más profunda y más esencial que la armonía manifiesta.

O sea que tal vez detrás de toda esa vinculación del mundo diurno; nos juntamos, bebemos, charlamos, participamos, procreamos, nos asociamos, nos relacionamos, nos sentimos, producimos más y más y más… hay un alejamiento de la oculta armonía. «Cryptos» en griego es oculto. Por eso Hades es la percepción de lo oculto, habla con un lenguaje que para la luz del día resulta críptico. A Heráclito lo llamaban «el oscuro» porque no se entendía, lo que decía era críptico. Él hablaba de la armonía oculta de las cosas y llego a decir: “a la naturaleza le gusta ocultarse”. Muchos lo traducen como “la naturaleza ama ocultarse”. Esto querría decir que lo esencial pertenece a la profundidad, lo esencial está escondido. Una forma más de decirlo es que «lo esencial es invisible a los ojos» como en El Principito de Saint-Exupery, pero lo invisible a los ojos pertenece al reino de las sombras.

Por eso Heráclito es oscuro, porque pertenece a otro reino y por eso dice que cuando estamos despiertos estamos muertos y cuando dormimos despertamos. Pero ¿a qué despertamos? No al mundo de actividad frenética, cuando dormimos despertamos al reino de la muerte: dormir y morir, Hypnos y Tánatos, los dos hermanos hijos de la Noche.

Hypnos el sueño, Tánatos la muerte. Por lo tanto, quizás los sueños hablen de la muerte, del reino de Hades y la profundidad, y no de la vida «natural», de la physis, de lo «físicamente real». Quizás lo sueños son ya el mundo de la muerte, lo que pasa es que nos acercamos al mundo de los sueños con intereses del mundo de la vida. Freud decía que las figuras del sueño provienen de los objetos del día y ahí se manifiesta el miedo a Hades; todo lo que aparece en mis sueños son transposiciones de circunstancias externas, de modo que finalmente Hades viene a ser un derivado de la superficie. Hillman lo advierte cuando escribe:

«Cuando Freud dice “Donde estuvo el Ello (lo Inconsciente), deberá haber Yo (consciencia)” – es también una afirmación extraordinariamente codiciosa. Quiere sacar hasta la última piedra de la cantera. ¿Pero, y qué hay de la cantera?»

Naturalmente, la cantera es Hades.

Esto en Jung va a cambiar, él dice: no, todas las personas que aparecen en mi sueño no son las personas del mundo diurno, sino que son personificaciones de quienes habitan en psique. Pero lamentablemente, suele entenderse que quienes habitan en psique son formas del yo o expresiones del ego, lo que no coincide para nada con la apreciación de Jung.

Así que en el comienzo la psicología profunda, con Freud, toma en cuenta a Hades pero no llega del todo a reconocer su topos, porque transforma lo que hay en Hades en imágenes-copias de lo que «realmente existe» que está fuera del Hades, o en formas alegóricas del ego o de sus cualidades: lo físico, lo natural. Con esto a las criaturas de la noche todavía las consideramos propiedades de Hércules, que es el héroe solar por excelencia, y por eso nos acercamos a las criaturas de la noche buscando hercúleas interpretaciones que, en cierto sentido, las traicionan. Al sueño y sus habitantes «lo tengo que transformar en algo que yo comprenda», que me «sirva» de guía, referencia, orientación. Pero ¿qué pasaría si el sueño en lugar de enseñarme de la vida me enseña de la muerte? Y ¿qué pasaría si las figuras de los sueños no son ni personas allá afuera ni personas que me pertenecen, sino que fueran como dioses? Los dioses que habitan en lo invisible. ¿Qué pasaría si el señor que trae la bombona de butano en el sueño no es ni el butanero ni un complejo personal, no es mío? No es mío porque ni estoy con él en relación afuera, ni es una zona de «mi» psique, sino que es una presentación de un habitante del reino de los sueños. De modo que la pregunta es: ¿qué quiere de mí el personaje que en el sueño trae la bombona? Pero esta no es la pregunta que se hace, la pregunta que se hace es: ¿qué me aporta y qué provecho puedo sacar de este sueño? ¿Qué aspecto de mí mismo a ser integrado refleja? Pero ¿puedo integrar a un dios?

Esta es la aspiración hercúlea: integrar a los dioses. Esto nos abre la puerta, más allá de negar estas interpretaciones, a sugerir que hay otra posibilidad: acercarse al sueño no para mejorar sino para ser iniciados.

En la misma época de Heráclito, más o menos, en la Grecia en la que se respetaba a la mitología (formaba una religión pero no una religión especialmente sentida porque ya se había pasado esa época homérica, con los Olímpicos) habían religiones «subterráneas», lo que se conocen como religiones de los misterios. Hubo un grupo de enorme importancia cultural que se llamaron los Órficos de los que sabemos muy poquito, precisamente porque era una religión secreta. Sabemos que ese culto incorporaba la experiencia de muerte como iniciación y acceso fundamental. El órfico tenía que vivir en la vida la experiencia de la muerte, no era alguien que esperaba a morirse «más adelante», no: moría ahora y esta experiencia de muerte era un descenso. Su imagen primordial era Orfeo.

Orfeo fue uno de los pocos que entro y salió del Hades, y lo hizo movido por el amor, entró a buscar a Eurídice, su amada muerta: entró a buscar a su amor. De la misma manera Dionisios va a entrar al Hades a buscar a su madre: entran por amor. Orfeo, a punto de rescatar a Eurídice la pierde. La pierde porque mira, se da vuelta y quiere verla, cuando la condición para recuperar a Eurídice era no darse la vuelta y mirarla. Pero el impulso de mirar, de usar la vista en el reino de la sombra, hace que Eurídice se desvanezca para siempre en el Hades.

Dionisios consigue liberar a su madre y llevarla al Olimpo. Fíjense que hasta ahora hemos mencionado figuras míticas que han descendido al Hades o por amor o por sabiduría, salvo Hércules que desciende para realizar una hazaña heroica.

Hércules es el personificador de la actitud contemporánea ante la psicología, es afín a la «new-age» y de esto está lleno la astrología, la psicología y el supermercado espiritual. Hércules es el que te dice: yo te ayudaré a crecer y salir cambiado de la depresión, yo te daré ventajas a partir tus sufrimientos, yo te daré métodos para vencer el dolor, te daré fórmulas por las que serás mejor. Hércules vive así en el mito del progreso, la mejora, la «solución»; si me acerco al submundo es para progresar, para crecer, y me acerco heroicamente: vamos a pelear el dolor, vamos a pelear la enfermedad. Si hay ésto hay que ponerse en guerra y habrá o éxito o fracaso y de hecho las dos cosas a la vez, porque cuando se vive para un éxito se está amenazado permanentemente, ya mismo, por el fracaso. El lado invisible del éxito, que le acompaña, es el fracaso. Los que piensan en éxito ya están poseídos por la imagen del fracaso, es más, su avanzada hacia el éxito es su huida, su defensa maníaca contra el temido (y por ello ya anímicamente presente)fracaso.

Por eso dije que donde hay una teología del renacimiento hay una defensa contra la muerte y donde hay una doctrina de la mejoría hay el pánico a empeorar. Esto me recuerda a aquél maestro hasídico que decía que la manera más segura de empeorar a los hombres es hablarles de mejorar

En el Hades está el río de fuego, y hay también otro muy importante que se llama Estigia; río o laguna que, si les gusta la mitología, les resultará familiar, porque los dioses hacen siempre sus juramentos por la Estigia. La Estigia garantiza la estabilidad del orden de los dioses. Así como dirían hoy: juro con la mano sobre la Biblia, o te juro por Dios, o te juro por mi madre, los dioses juran por la Estigia. Fíjense que es un río poderoso y que es un río del infierno.

Estigia quiere decir «odio», el odio tiene un lugar (topos) cósmico en el orden del submundo y actualmente no solemos estar preparados para colocar, es decir, ubicar el odio en el espacio psíquico; pero fíjense que nuestras películas están llenas de odio, nuestra vida está llena de odio, los noticieros están llenos de odio, la sociedad está llena de odio y sin embargo todavía combatimos el odio, todavía no lo colocamos en el altar que le corresponde, porque no tenemos altar ni sitio (topos) para el odio. Pero la mitología griega ofrece un sitio imaginal, un espacio de imaginación donde el odio encuentra su lugar. Esto es tanto como decir que el odio pertenece al reino de Hades.

La Estigia, el odio, es un río o laguna de los juramentos de los dioses; y hay otro río en el Infierno o Hades: Leté o Leteo, es el río del olvido, el río que una vez que bebes de él olvidas, es el río que hace olvidar lo aprendido. En los mitos griegos, una vez que se desciende al Hades y se adquiere la sabiduría, antes de volver a la vida, se bebe de Leté, pero cuando se regresa al Hades también se bebe del Leté y se olvidan los episodios de la vida diurna y, a cambio, se redescubren (recuerdan) los episodios de esa vida nocturna que acompañaba todo el tiempo a la vida diurna sin ser atendida.

Es curioso advertir que la palabra griega para «verdad», que es «aletheia», significa literalmente «recuerdo»: «a» es privación, carencia, negación, «sin», y «letheia» es el olvido. La verdad consiste en «des-olvidar»: recordar lo original, lo esencial, lo profundo, lo que se ha olvidado en los trajines de la superficie y la literalidad, en el comercio con el mundo diurno de conceptos definidos, de hechos exactos, de metas objetivas, de progreso, de conquista, de relaciones personales, de crecimiento y de lucha contra la patología.

Recordar lo esencial (lo profundo) es olvidar lo anecdótico. Saber sólo de lo anecdótico, de lo exterior, es olvido de lo imaginal.

¿Qué va a pasar cuando nosotros veamos nuestra vida de todos los días contada desde la oscuridad que la acompañaba? ¿qué pasará cuando yo comprenda que no es lo que hago lo que genera sombra, sino que más bien es la sombra la que me hace hacer lo que hago? Este es un supuesto profundamente subversivo y muy doloroso para la conciencia heroica. Por esto la conciencia heroica está llena de odio, odio del reconocimiento de que toda su conquista va acompañada de sombra: no entiende de dónde viene esta sombra y por lo tanto la conciencia heroica siempre la vive con culpa; es culpable porque es heroica. Al atribuirse el peso de lo que hay, como Hércules, se atribuye la responsabilidad por la sombra y naturalmente no puede evitarla, porque mientras más hace, más la acompaña la sombra. Como no sabe de qué habla la sombra, solo pelea con la sombra, pelea con lo que no le pertenece, sin darse cuanta de que su pelea no se origina en su voluntad sino en su animosa relación con la sombra; es la sombra que pelea contigo cuando te peleas con ella. Hércules en el Hades intenta «matar» las sombras…

Hay otro río que se llama Aornis que quiere decir sin pájaro («a» es sin; «ornis» pájaro); los pájaros no se acercaban a él por los gases tóxicos que exhalaba; pero según Robert Graves es una mala traducción de «Avernus».

En alguna parte de esta vasta región se eleva el palacio de Plutón alrededor del cual se extienden vastos espacios helados. Helados, gélidos, fríos El infierno de los griegos es frío, no es de fuego ardiente. El único fuego que hay allí es del río Flegetonte que cuida la entrada, donde las almas se secan, pero el infierno es frío; lo más parecido es hielo, detención, quietud, y no pasión ni excitación. Ya veremos de dónde viene el infierno de los cristianos. El infierno de los cristianos ya tiene que ver con tormentos, culpas, castigos, y también con pasiones, deseos, apetitos. Ese fuego, que proviene de la filosofía de los estoicos, es entendido como el fuego pasional. Pero al infierno de los griegos se entra sin pasión: es desapasionado, es frío y está quieto. Lo curioso es que en el reino de Plutón no hay cambios, no hay ni tiempo ni cambios, todo es lo que es y tal como es, no hay allí ninguna esperanza de progreso ni de transformación. Está fijado, es esencial como decía Heráclito, y lo esencial no cambia.

¿Cómo voy a mejorar lo esencial, como voy a transformar lo esencial? Lo esencial, por esencial, está escondido y es eterno. Por lo tanto cuando se entra ahí hay que abandonar toda esperanza de mejoría y de cambio, porque ahí ya no se orienta uno ni en términos de mejorías ni de cambios; se ve cómo es lo que es, inalterable, y se ve cada instante de aquí, del mundo diurno, no como conduciendo a otro momento en la superficie, sino poniendo acabadamente de manifiesto lo que ya es y no va a ser, ni tiene que ser, otra cosa. Es como es, cada instante es como es y ésto a la mirada diurna le horroriza. Para la mirada diurna cada instante conduce a un próximo instante y en ese instante futuro todo puede cambiar; claro que cuando uno pregunta con honestidad ¿pero adónde va todo? ¿a dónde va mi individuación? ¿a dónde va la vida?, solo se perfila una respuesta. Esa es la pregunta que no queremos enfrentar: todo va a la muerte, pero no a la muerte como un fin «natural» más adelante, no, la muerte es la meta ya presente, ya está muriendo en ti, ya está lo que es en ti, y lo que es en ti viene de Hades. Se origina, procede de las profundidades a las que retorna.

Más tarde esto nos va a llevar a una idea que es muy interesante: el mundo de Hades que es frío, que no es caliente, ni húmedo (ni fuego, ni agua ni aire), es frío y seco (será tierra?), está detenido, es estático, es intemporal, es visto como el contrario de este mundo, como el polo opuesto a día: noche, a luz: oscuridad. No se trata de que cuando hay uno no hay el otro, sino que a la vez están convocados los dos, que los dos son uno solo, que hay dos miradas sobre lo mismo.

Esto explica por qué Hades es hermano de Zeus y comparte atributos con Zeus. Hades tiene pocos atributos, y uno de ellos es el casco de la invisibilidad, que cuando se lo pone deviene invisible. Este casco tiene muchas semejanzas con el casco de Hermes. Hermes también tiene un casco, son los dos dioses con cascos. ¡Algunos dicen incluso que el casco de Plutón es de Hermes! Tienen la cabeza tapada y por lo tanto no se puede saber que están tramando, en qué están pensando, no se ve lo que llevan en la cabeza, ellos lo pueden ver todo pero no se los ve a ellos. Por eso es una locura confiar en Hermes, porque Hermes tampoco muestra lo que piensa, no revela sus ideas, es «hermético» completamente, es un «ermitaño» que muestra lo que muestra pero oculta lo que oculta, un poco como Plutón: no es que no esté, pero está invisible, está ya, pero no en lo visible, ya está en este momento, y no sólo al final natural, externo, fáctico, de la vida, como un hecho por-venir.

Entre los egipcios hay también toda una topografía del submundo. Para la muerte utilizan tres glifos distintos y uno quiere decir «tierra», otro quiere decir «la puerta» y otro es el reino de Anubis el dios chacal, ya hay toda una cosmología del submundo que para nosotros es todo «lo inconsciente», una sola cosa donde se mete todo.

Más tarde históricamente el Hades se va aligerando, se llega a hablar del Hades como un sitio de polvo e incluso se lo pinta como un ser con alas oscuras. Los sueños que vienen de Hypnos y de Tánatos, vienen de abajo con sus alas oscuras a llevarnos al reino de la muerte. Que tengan alas indica que vuelan, pero vuelan desde abajo no desde arriba. Volar, volátil. Esta progresiva volatilización de Hades hace que en la época alejandrina se hable de Hades como la mitad de abajo, el hemisferio invisible, tapado por el horizonte de la tierra. Ya deja de ser un lugar subterráneo para transformarse en un espacio celeste que no podemos ver porque la tierra lo tapa, es el Perigeo: la mitad que la tierra tapa del horizonte celeste. De ahí la convicción de que en esa mitad que nunca vemos todo es al revés de como vemos. Así surge la imaginación de que los «antípodas» tienen los pies al revés, ellos caminan con la cabeza mientras que nosotros caminamos con los pies. A cada cosa de aquí le correspondería su antípoda, o sea que yo estoy viviendo aquí, sin saberlo, vinculado a un antípoda en el mundo del revés que hace todo lo que yo hago pero al revés. Mis actos por lo tanto no solo son míos, son actos de la antípoda, pero el antípoda está invertido y si a mí me interesa la luz, a mi antípoda le interesa la oscuridad.

Esta idea de que el reino de los muertos es este mismo en el que habitamos cotidianamente pero invertido, remite a la misma idea que mencionamos antes: el reino de las sombras es éste, pero invertido porque se ha renunciado a la carne, a la tridimensionalidad, al apetito de vida, a la luz, a la espacialidad, a lo «extenso». El alma es todo tú, sin la vestimenta de carne y la memoria personal, y por lo tanto va al revés que tú, que te aferras a la luz, a la actividad, a la productividad. Psique como hija de Hades se aferra al submundo, se aferra a la muerte, y si «crece» es sólo hacia abajo, como las raíces subterráneas de los árboles, no crece hacia arriba. Es la antípoda del reino luminoso del ego y de sus «realidades» definidas, fácticas, mensurables, literales, naturales, físicas y no psíquicas.

Esto se puede aplicar a la idea de sombra. Voy a leer algo de Platón. Porque a Hades se lo ve de muchas maneras, es el rey de los muertos y es implacable, es frío, es objetivo, pero no se mete con la vida, incluso Platón llega a decir que el alma ama a Hades, y por esto no sale del Hades, porque hay en el alma el deseo de Hades, o dicho de otra manera: hay en psique una vocación de Hades. El alma no tiene vocación solar y de actividad, el alma tiene siempre un llamado (de allí «vocación») a la profundidad, que es lo que posibilita «hacer alma». Mientras más profundiza más crece como alma hacia abajo, no va hacia arriba.

Es curioso que Platón dice: por eso Hades es Plutón (el rico), porque su riqueza es riqueza en profundidad y no riqueza en superficie. El alma se hace rica en profundidad y no sale de Hades porque está vinculada a Hades por ese amor al submundo. Hades no necesita castigar para que no se vaya ya que vincula a las almas con el lazo más poderoso, que es el deseo de virtud, que es profundidad y tal como escribe Platón en el Cratilo, «el no desear convivir con los hombres mientras tienen cuerpo; el convivir cuando el alma se halla purificada de todos los males y apetitos del cuerpo». El cuerpo es la literalidad. El alma purificada de phrenes y de thymos ama a Hades. Platón escribe: «nadie de los de allí desea regresar acá por esta razón, ni siquiera las Sirenas, sino que tanto éstas como todos los demás están fascinados. ¡Tan hermosos son, según parece, los relatos que sabe contar Hades!… este dios es un cumplido sofista y es un gran bienhechor de quienes con él están. ¡El, que tantos bienes envía a los de aquí; tan numerosos son los que le sobran allí! Conque, en razón de esto, recibió el nombre de Plutón»

Freud como hablaba del inconsciente como una sola cosa, al impulso de muerte (del que habla en un libro que se llama “Más allá del principio de placer”) le atribuye todos los rasgos destructivos, sádicos, psicopáticos de la personalidad. Pero recuerden que Freud está interpretando al Hades desde la luz; para la luz, la presencia de Hades es destructiva, aunque habría que ver si eso que destruye la vida diurna no construye a la vez la profundidad, es decir, habría que ver si Tánatos no es acaso la vocación de profundidad del alma, la vocación de no quedarse adherida e identificada con la superficie, atrapada en sus apegos y enredos materiales.

Es Heráclito el que dice que cada vez que se cede al thymos se pierde alma; es un mal trueque, cambiamos alma por actividad y mientras más actividad, menos alma. La vocación tanática, la vocación del alma de sueño y de muerte, consiste en resistirse a transformarse en actividad frenética, en permanecer fiel a la profundidad. Tenemos que acercarnos a Tánatos de otra manera entonces: Tánatos puede ser destructor de la vida natural pero a su vez es constructor de la profundidad, porque no es posible profundidad sin el desmembramiento, que implica la perdida de la ilusión de la unidad. Mientras yo crea ser uno y solo uno, todo ésto que me asalta lo viviré como una amenaza a combatir, porque no soy yo. Pero si descubro que no soy yo solo, que hay muchos más que yo, podemos dejar de combatir y empezar a dar culto, lo que Hillman llama recuperar el politeísmo del alma.

No estamos hablando de dioses como cosas, estamos hablando de que el alma solo se comprende cotejando multiplicidad; diversas y diferenciadas miradas y enfoques igualmente válidos. La mirada de Tánatos es otra muy diversa de la del ego, y tiene su altar.

Dice Heráclito: “Las almas olfatean al bajar al Hades” y también “Difícil es luchar contra el deseo pues lo que se adquiere con el deseo (thymos) se adquiere a expensas del alma (psique)” O sea que mientras más gana en mí thymos, lo que gana lo obtiene a costa del alma y mientras más triunfo y más vivo y más crezco y más mejoro más pierde el alma, hay menos profundidad, hay más planicie, hay más llanuras, hay más chatura.

Lo que da la mirada del thymos, del día, lo da a costa del mundo de la noche.

Esta frase luego va a cambiar en los cristianos y los cristianos también van a hacer un intercambio, no van a cambiar al alma por thymos pero van a cambiar al alma por «pneuma» y por hacer espíritu van a perder el alma; y por esto se muestran tan rábidos y por eso sus imaginaciones están tan llenas de tormentos: es el precio de que no haya alma, un precio que la Estigia no deja indemne y por ello habrá cruzadas tan fuertes contra el infierno, con imágenes tan llenas de odio; Hades es culebras, es serpientes, Cristo baja a vencer al Hades, sin advertir el furor heroico que le compele contra el submundo, es decir contra el ámbito del alma, a fin de hacer el bien, a fin de hacer moral; y donde hay moral, la moral se hace a precio de alma.

O sea que: o los hechos o los preceptos; son dos maneras de perder alma, de perder imaginación, de perder profundidad y esto vale la pena pensárselo.

Pneuma quiere decir «aire» (de ahí «neumático», «neumonía»). Pneuma puede y suele traducirse por «espíritu» (la vinculación con «espíritu» como aire la vemos en expresiones como «re-spir-ar», «a-spir-ar», «in-spir-ación»). En el Nuevo Testamento solo se usa tres veces la palabra «psique» y muchísimas veces la palabra «pneuma». El cristiano, con San Pablo por delante, hace un trato, lo que San Pablo llama la conversión; la transformación paulina no es un cambio de lugar, sino es un cambio como cuando decimos “yo te doy y tu me das a cambio”, es como un trato, es como un contrato; la conversión que pide San Pablo es comprar pneuma y dar psique a cambio, un trueque de psique por pneuma, y por lo tanto nos volvemos pneumáticos y entonces ya no morimos, ya no descendemos. Naturalmente la compra de pneuma se hace a costa de identificar a Hades con Satanás y el lugar de la oscuridad se transforma en el reino del mal: o Cristo o el mal, o el espíritu o el infierno como zona de eterno castigo.

Hades es una zona de profundidad siempre presente para todos, se entra por el dolor, claro que hay un dolor cuando se pierde la corporeidad, hay el dolor de la pérdida de la ilusión de la superficie, es lo que se da a cambio de la profundidad.

La pregunta que uno hace ante el Hades, a diferencia de la pregunta que uno hace ante el phrenes y el thymos, es: ¿qué significa este sueño, este hecho, esta situación, o lo que sea. para mi muerte? Cuando preguntamos que sentido tiene esto para mi muerte esto remite ya a lo esencial. No preguntamos por el sentido que tiene para «el día que me muera», sino para mi muerte YA; la muerte da la referencia desnuda de lo que las cosas son. La muerte no es algo que va a pasar, la muerte está creciendo en cada acto de mi vida, estamos haciendo muerte porque estamos haciendo alma. Naturalmente que desde el mundo de la superficie, de los «hechos», no miro al alma, miro al ego, sin advertir de que nada de lo que hago en este mundo deja de ser hecho también en el otro: los dos están a la vez. Y cuando hago algo en la luz también se hace algo en la oscuridad. Mientras yo hago aquí, lo que hago también se hace allí pero no veo lo que se hace allí. Finalmente lo que hago aquí no es lo que origina lo que se hace allí, sino más bien lo que hago aquí está originado por el hacer allí.

Hillman escribe respecto a la sombra:

«El submundo es converso al mundo diurno de modo que su comportamiento será inverso y perverso» ( pervertido de los fines naturales). «Sería bueno distinguir porque se mezclan en esta confusión submundo con subterráneo y son dos cosas distintas. Subterráneo todavía hace referencia a la tierra y submundo no tiene nada de tierra, al submundo se accede abandonando lo terrenal».

La idea de sub-terráneo se conecta con diosas griegas y por esto los analistas han confundido y han hecho del submundo algo femenino, puesto que confunden el submundo con lo subterráneo, referido así a lo «terráqueo», y a las diosas de la tierra. La psicología está tan invadida por el complejo materno que no puede ver otra cosa: incluso al inconsciente lo ve como maternal, y no puede distinguir otras dimensiones que no tienen nada que ver con lo materno.

La tierra es Deméter, (para los griegos que son politeístas y por esto pueden distinguir), la tierra tiene un nivel superficial que es el nivel de Deméter, donde la tierra da granos y frutos para la vida. Deméter es «de-méter», «die Muter», «the mother», la «Mater», «la matriz». Luego hay un nivel más oscuro, negro, que es Gea. A Gea no le interesan los frutos terrestres, los de Deméter; Gea es la madre de Themis, de la justicia. En Gea la tierra aparece como cuando uno dice “mi lugar en el mundo”, como el conjunto de leyes que hacen arraigar a la sociedad. Pero hay una tercera divinidad que se llama Chtoné, de donde viene lo chtónico que se ha traducido como «lo subterráneo» cuando en realidad lo subterráneo es Gea y es Deméter.

Chtoné es la parte del submundo de la tierra. Quiero decir que hay una tierra que no es una tierra tangible y que pertenece al ámbito de Hades, por eso Chtoné no es la diosa madre de frutos (Deméter) ni de justicia (Themis); su ámbito es una tierra de la muerte, es una tierra imaginal y no una tierra fructífera en leyes o en riquezas.

El confundir el mundo subterráneo de Gea, con el mundo de Hades ha hecho que se vea el mundo de Hades como un mundo maternal, al que el héroe tiene que ir a fin de conquistarlo. Pero Hades no es un mundo maternal, el mundo de Hades es androginal, es un mundo donde hay dioses y diosas, no es un mundo del imperio femenino donde el masculino lo vive como un desafío que lo puede castrar, sino que es un mundo de renuncia de la sexualidad, en todo caso de la sexualidad natural y generativa. La sexualidad en Hades es perversa y polimorfa -como decía Freud de la sexualidad infantil- y que no apunta a la reproducción de bienes terrenales, la sexualidad para Hades no es sexualidad sino que es ante todo imaginación.

Hades representa así no sólo el fin de la literalidad, sino el fin de todo naturalismo: ante «lo natural» aparece como «lo perverso» (lo que no responde a fines naturales). La sexualidad, vista «naturalmente», aparece como una función «de vida», «de reproducción»; y por ello toda conducta y deseo sexual que no conducen a la procreación con considerados «perversos» (y, en las religiones monoteístas, «pecado»). La perversión es la liberación del enfoque naturalista, y devuelve al alma y a la imaginación su imperio sobre el deseo.

Es por ello que las perversiones se atribuyen a Tánatos: sadismo, masoquismo. Son perversiones vistas desde Deméter, la diosa que quiere frutos para la tierra, pero son manifestaciones de un ámbito que no quiere frutos terrestres sino profundidad de experiencia y de imaginación, fantasía y erotismo. Por lo tanto hay un sitio para el sadismo que es llamado tal porque se juzga la conducta (el «hecho», la «actuación»), pero no se advierte la imagen poderosa que habita y conmina a esa conducta. Se manifiesta sólo como conducta sádica en el mundo diurno porque no se ve la imagen invisible que habita esas conductas y que es la presencia y la llamada del mundo nocturno. No podemos acercarnos con moralidad al Hades porque es el mundo del revés: todo lo que para nosotros es moral pierde sentido allí y por eso se puede presentar como inmoral; y por eso se lo ha proscrito cuando empiezan las conductas morales. En verdad, Hades es así el reino no sólo invertido, sino y ante todo pervertido y «subvertido».

Sigue el texto sobre la sombra:

«El submundo es de una comunidad innumerable de figuras. La infinita variedad de figuras refleja lo ilimitado del alma y los sueños devuelven a la conciencia este sentido de multiplicidad. La perspectiva politeísta arraiga en las profundidades tónicas, oscuras, no terrenales del alma. Una psicoterapia que refleje las profundidades no puede intentar lograr una individualidad indivisa o estimular una identidad personal como algo unificado… psicoterapéutico será en los efectos desintegradores del sueño que también confronta con nuestra desintegración moral, nuestra psicopática falta de un aferre central a nosotros mismos. Los sueños nos muestran como plurales y que cada una de las formas que figuran son el pleno hombre mismo. Plenos potenciales de conducta, solo al romperse en las múltiples figuras extendemos la conciencia para que abrace y contenga sus potenciales psicopáticos».

Es decir, respecto a aquello que la conciencia unificada vive como una amenaza que tiene que evitarse, una conciencia afín-a, simpatética con la multiplicidad por su parte deviene elástica para poder dar cabida, dejar sitio: reconocer el sitio de las imágenes. Dar cabida significa reconocer primero que yo no soy uno, ni que sólo soy yo y esto es rompedor para las conductas éticas, pues entonces ya no viviré las «distracciones», lo que llamo «mis» flujos, «mis» errores, «mi» sombra, como «lo malo» en tanto yo debo ir en camino recto, sino que justamente podré reconocer que son expresiones de los otros, que en esas «distracciones» están conmigo, y son también y más que nada psique. Por lo tanto desaparece la conducta heroica que va a ir a pelear contra esto. No puedo entrar aquí sino abandonando esta esperanza, no como un luchador, un guerrero, un héroe, sino que por primera vez voy a escuchar, voy a olfatear.

Pregunta: ¿Cada una de estas fuerzas podría ser como un arquetipo del tarot por ejemplo, como los arcanos mayores?

Respuesta: El tema es cómo nos acercamos al tarot y nos podemos acercar al tarot moralmente, o nos podemos acercar al tarot arquetipalmente, lo que quiere decir sin moralidad (juicio) ninguna, buscando el sitio imaginal en el que cada una de esas imágenes sea una revelación de lo que intemporalmente es y tiene que ser. Entonces dejaríamos de vivir ésto como algo malo. Esto se conecta con la Noche, con la madre de Eros, de Tánatos, con la madre de Hypnos y de tantos más; dejaría de ser algo de lo que tengo que salir, y en cambio sería el recordatorio de ese otro sitio de profundidad. Esto se dejaría de vivir como el apego malo que me ata, la sombra con la que combatía y se podría transformar en la manifestación de lo androginal y variado. Quizás esto hable del reino de Plutón, ya no como algo que desde la mítica cristiana tiene que ser vencido y conquistado sino más bien como algo que viene a vencerme a mi: yo soy el vencido. Y en ese sentido, sólo en ese, enriquecido no con bienes «terrenales» (éxito, frutos, avance, objetivos realizados, integración y unificación) sino con profundidad imaginativa.

Entonces la cuestión no es tanto el tarot como qué ponemos nosotros en el tarot, y esto es lo importante: más que aprender cosas en realidad sería, a la vez que hacemos alguna afirmamos, poder ver qué mirada subyace a nuestra afirmación y esto es el don de Plutón. La mirada de Plutón no mira a la cosa sino a ¿cuál es el sitio desde el cual brota, en el cual existe, la cosa? Dicho de otra manera; no ¿qué es lo que veo? Sino ¿quién ve en mi cuando veo lo que veo? Por lo tanto lo que veo es solo el espejo que me remite al que ve, y en esto consiste lo especular: espejo, no de reflexión, de reflexionar y de hacer especulaciones, sino de reflejar, comprender que todo lo que es, es primariamente reflejo. En lugar de abalanzarme sobre la figura en el espejo como si fuera lo que hay, que es lo que el thymos hace y lo que hace Hércules cuando pelea con las sombras, es ver que eso, que hay ahí, aparece en el espejo porque hay alguien allí que lo proyecta. Por lo tanto no es que esto no se viva, claro que se vive pero se vive desde la profundidad y ahí aparece la naturaleza dual de Hermes y de Plutón; es adentro y es afuera, la naturaleza dual de Hades; está presente, escondido no en lo que se presenta, sino como lo que se oculta en lo que se presenta.

Ingresar en el submundo es una transición desde el punto de vista material y maternal, natural y literal, hacia al punto de vista psíquico, imaginativo, simbólico y anagógico: el reino de la psique. Las tres dimensiones se vuelven dos en tanto que la perspectiva de la naturaleza, carne, materia, sustancia como concreción y ex-teriorización se desvanece dejando una existencia de imágenes inmateriales como reflejos en un espejo. De allí que el submundo sea el mundo de las sombras, se trata de sintonizar con lo que está ocurriendo detrás de lo que parece una acción natural o una simple conversación. Es precisamente ver sombras en lo oculto, es advertir la fantasía en el gesto, testimoniar el juego de sombras de la psique en el inconsciente vivir diario, aquí y ahora. La conciencia de esta suerte refleja contemplando no solo la realidad física enfrente de los ojos y por medio de ellos, sino mirando a los esquemas parpadeantes dentro de esa realidad física y dentro de los mismos ojos que miran: es por así decirlo una percepción de la percepción.

O sea, yo miro y desde el fondo ¿quién mira cuando yo miro? Es ir al fondo pero no entre lo que miro y lo visto como superficie, sino el fondo que hay en esa mirada; y ahí se revela el reino de las sombras, ahí se revela que todo lo que llamo «natural» (physis) es una investidura de psique y que lo que llamo hechos no son sino episodios de una narración que se cuenta imaginativamente. No es que desaparezcan los hechos, claro que están, pero ya no como hechos concretos y cosas tangibles que, por ello, son lo importante, sino como presentaciones de la novela que se gesta en la sombra, y lo que se ve está ligado a la sombra que no se ve.

«Sin thymos, sin ansiedades, sin asombros, hay parálisis, repetición, cuando entramos en Hades queremos sangre…»

Cuando aparece Hades al abrirse el suelo y caemos, no hay thymos, no hay prisas ni furores, no hay qué buscar, no hay para qué vivir: hay asombro, parálisis, repetición, detenciónm se ha estancado todo. Sin thymos queremos sangre como las almas de los muertos, queremos sangre (vida exterior), que vengan cosas apasionantes intensas ahí afuera, salir y hacer ahí afuera, vivir, como si esto no fuera ya vivir, como si fuera un morir.

«La pérdida caracteriza las experiencias del submundo, ya sean o en el duelo o en el sueño, con su peculiar sentimiento de incompletitud, como si hubiera más por venir que no captamos, siempre una ocultación en el sueño, siempre una pieza perdida. Una vida vivida en estrecha conexión con la psique tiene en efecto un continuado sentimiento de pérdida, experimentamos la humillante inferioridad de la incertidumbre y un impedimento de potenciales, viene entonces un sentimiento de enfermedad con el alma que no significa tomar la pérdida literalmente como en las neurosis histéricas, depresivas o neurasténicas donde uno huye del trabajo del alma identificándose con eso. La experiencia de pérdida en sus variadas formas y la literalización de esa experiencia en teoría permanecen fundamentales en la psicología»

Fíjense cuán fundamental es la pérdida para hacer alma que la psicología tiene un conjunto de mitos -que lamentablemente no suelen verse como tales mitos- a fin de hacer alma; por ejemplo el mito de la “madre negativa”, “el padre ausente”, “las carencias de infancia”, son los grandes temas que permiten hacer alma. Siempre la privación, puesto sin privación no hay proceso de profundización del alma. No hay tal madre ausente, eso es el cuento, el modo de contar, el recuento que permite hacer alma, porque donde no hay privación, no hay pérdida, no hay «muerte», entonces no hay profundidad.

«Ahora bien, este fenómeno señala al submundo. empero la pérdida no es todo lo que hay, porque la dimensión sentida como perdida es actualmente la presencia del vacío…Eso es lo que se siente y es una presencia muy real pero vacía de todas esas cosas… de hecho estamos experimentando una dimensión diferente y el precio de admisión es la pérdida del punto de vista material. Si bien perdemos cierta extensión en el espacio físico y en el mundo de la acción, aquí en la profundidad hay espacio suficiente para asumir el mundo físico, pero de otro modo. Aquí ganamos contacto con el alma de todo lo que está perdido en la vida y con las almas de lo perdido. Hades es también Plutón, es también una riqueza, un alimento y enorme receptividad, lo recibe todo, los recibe a todos, acoge a todo. Hades no rechaza nada, es absoluto acogimiento. Las imágenes de Plutón nos lo muestran con una cornucopia (el cuerno de la abundancia), como un gran cuerno manando con fructíferas posibilidades no de vivir más, sino de sabiduría».

Habría que preguntarse hasta qué punto la Sabiduría (Sophia), tan importante en la tradición cabalística, hermética, gnóstica, que es también el alma, no conecta precisamente con la sabiduría de la muerte y no sólo de la vida. La sabiduría de la que nos hablan estas tradiciones no es un saber de vivir en tanto que extensión y avance, un producir y un obtener, sino un saber del submundo

¿Qué da a cambio el Hades? Hombre, la profundidad, lo cual no es ningún valor para hacerte rico, famoso y tener hijos sanos y nietos felices y prosperidad y fama y fortuna. No te hace más sano, no comes alimentos mejores, no estás protegido contra un tumor, contra la polución, no eres necesariamente más longevo. La longevidad y la profundidad son dos cosas distintas, una cosa habla de longitud y la otra de profundidad, no quiere decir que la profundidad implique no longevidad, pero evidentemente la longevidad no es un tema de profundidad. En la profundidad no hay tiempo, en la profundidad el tiempo y el vivir es una cuestión pasajera; ya estoy muerto, en la experiencia plutónica ya estás muerto, estás viendo la vida desde el muerto aunque se revela la otra cara. En el momento en que aceptas que mueres, no solo «físicamente», que estás muerto, en ese momento todo ese mundo tan real del día revela la profundidad que su misma luz no dejaba advertir, y ves que todos corren… ¿adónde corren?

Y todos tienen buenos propósitos ¿de qué se escapan en esos buenos propósitos?, ves todo el sentimentalismo y el «calor de los afectos» que encubren una frialdad terrible, la frialdad no asumida de Hades que lo impregna todo. Porque son tan fríos son tan sentimentales, porque están tan silenciosos hacen tanto ruido. Se olfatea cuando se entra en el Hades, no desde la promesa de que creceré, seré mejor, saldré afuera, me curaré; y no es así, sino que ya está, está acabado: esto es lo que es, esto es la muerte y no un día aún no vivido, una cosa adelante. Plutón no es más adelante, es más abajo, es ya y más abajo.

La caída en el Hades no es «cuando me muera», es advertir que ya estoy muerto.

Desde la perspectiva del submundo sólo la sombra tiene sustancia. Fíjense qué diferente, desde la perspectiva del sobre-mundo, las cosas tangibles con thymos, vehemencia, y con phrenes, ansiedad, son reales; la sombra es lo irreal. Pero en la perspectiva psíquica lo único real es la sombra, lo otro es reflejo en un espejo de la sombra, no es otra cosa; lo que llamamos realidad en el mundo de «la superficie para afuera», tiene la misma realidad que una imagen en el espejo. Cuando entras en el submundo lo único real es la sombra, que tiene su sustancia, que no es la sustancia del cuerpo evidentemente, esta sustancia está en la sombra e importa verdadera e intemporalmente. La sombra entonces en psicología no es sólo lo que el ego arroja detrás, construida por el ego a partir de su luz, una carga moral de reflejos reprimidos o «malos» que deben integrarse, civilizarse y/o adaptarse. La sombra es la sustancia misma del alma, la oscuridad en tu interior que arrastra hacia abajo y fuera de la vida y lo mantiene a uno en incesante conexión con el submundo. Lo que ocurre en la vida del ego es meramente el reflejo de la propia esencia más profunda contenida en la sombra.

«Esta sombra recuerda toda las acciones de nuestra vida hercúlea y recuerda su perspectiva física. Si tenemos un ego modelado según Hércules también tendremos una sombra modelada según Hércules, siempre tendremos que caminar en la compañía de nuestros juicios negativos sobre nosotros mismos…»

Si somos hercúleos nos acompaña la autocrítica, es el precio que obtener thymos a cambio de alma.

«…Siempre nos acompañaran los juicios negativos sobre nosotros mismos, el ego ensombrecido…»

El ego hercúleo también tiene su sombra, es sombrío no a la luz, es sombrío en la autocrítica, la exigencia, la demanda, en la imposibilidad de parar, el miedo a la detenimiento, el miedo al fracaso y vas con él a todas partes como la sombra común. Los triunfadores están fracasando ya, los ganadores están perdiendo ya, pero no lo saben porque su pérdida no se ve «exteriormente», sino que está presente como lo que no se ve, y de ahí se originan todas las conductas que se ven; lo que se ve no se origina en lo que se ve: lo que hago que me digo que lo hago por ésto manifiesto, lo hago porque la sombra empuja. Por eso es tan importante la mirada a las sombras en el reino de Hades. No es dejar de hacer, es saber de dónde vienen y adónde van las acciones que hago.

«… de ahí surge el tema de la culpa, porque una persona comprometida en el curso heroico del ego, a través del mundo de arriba, a la vez se siente ensombrecida por la culpa. Además porque la construcción heroica de la realidad necesita de esta división fundamental entre vida y sombra que origina el sentirse ensombrecido por la culpa. Este modo de plantear la cuestión cambia radicalmente…»

Se refiere aquí Hillman a este modo de hablar en que la conducta diurna está proyectada por la sombra y no la sombra proyectada por la diurna. Que lo que llamamos «mundo manifiesto» surge de la huida de la profundidad que lo contiene y está en relación con ella todo el tiempo. Por lo tanto todo lo que se hace está en relación con dónde viene. Muy parecido a Freud, quien insistía que la justificaciones conscientes ocultan y se originan en motivos inconfesables. Los motivos, que no son «míos», y que me hacen ser como soy.

«…este modo de plantear la cuestión cambia radicalmente nuestra noción usual de super-ego…»

Super-ego es el nombre que le da Freud a la conciencia moral. Aquella instancia que continuamente nos dice «deberías hacer esto», «tendrías que hacerlo mejor», etc.. En la visión tradicional el super-ego viene de afuera, es decir, como hay instancias de poder que premian y castigan aprendemos a reprimirnos; primero es el padre, después es la policía, pero llega un momento en que ya no hace falta una instancia externa porque una parte del alma ya personaliza ese sentir que ahora está dentro. Esta es, en forma muy escueta, la teoría original del super-yo.

«…ahora ya no podemos suponer que se impone desde el mundo de arriba como si viniera de la luz del sol y como si el niño pequeño no arrojara sombra. En su lugar estamos contemplados desde dentro de nuestras acciones por la sombra del cuerpo. Puesto que los movimientos del cuerpo y su sombra son simultáneos e inseparables, es decir correlativos ¿quién puede decir cual viene primero el acto o la sombra? Es un acto que arroja sombra o es la sombra que empuja al acto. En tanto proyectemos la causa de la culpa en portadores de arriba más sólidos…»

o sea: me hace sentir culpable mi papá, el mundo, la moral, etc., son cosas del mundo de arriba que me hacen sentir culpable

«… así proyectamos la causa de nuestra formación de sombra en el ego más sólido y heroico; yo y mi sombra nacemos juntos y actuamos juntos toda la vida, pero también van a invertir el modo usual de pensar de que “yo arrojo sombra” y en su lugar sería “mi sombra me arroja”.

Consiguientemente la sombra puede ser reconsiderada, en tanto crea las empresas heroicas del ego diurno como un tipo de función expiatoria para su tormento psíquico por debajo. Usualmente concebimos al alma vagando por nuestros pecados en una vida interior, esto es expiación subliminal, el síntoma psicosomático y mecanismos neuróticos»

Pero en cambio Plotino, gran pensador neoplatónica que ponía al alma en el centro mismo de la existencia, escribe “la vida y las actividades del alma no son aquellas del expiador” o sea que el alma no resulta de aquél que paga castigo sino al revés: el que paga castigo está pagando castigo sin saber que ello se origina en su relación (o falta de relación) con el alma.

«…En lugar del ver el alma como expiando en una pesadilla por nuestras acciones sombrías en el mundo diurno, podríamos imaginar las acciones diurnas como expiaciones por la sombras que no hemos visto…»

Normalmente pienso que si estoy torturado y me siento mal y no puedo dormir es porque yo he hecho algo mal y la consecuencia es una mayor inquietud del alma. Considero así al alma como si fuera la consecuencia del yo: si yo me porto bien no tendré torturas y si me siento fatal me pregunto ¿qué he hecho yo mal? Esto es lo que pensamos todos, pero ¿qué pasaría si damos vuelta a la cosa?

«…En tanto actuamos al modo heroico somos compelidos por la culpa y estamos siempre pagando, nuestros haceres son más como no haceres y nuestros logros visibles son compelidos por una imagen invisible que o bien no puede descansar o bien no se mueve nunca porque su deseo nunca se alcanza..»

De ahí el mito de Sísifo, siempre escalando para volver a empezar, o el mito de Tántalo nunca pudiendo calmar su sed ni su hambre, porque siempre buscamos allí-afuera lo que se origina por debajo y por eso mientras más hacemos allí-afuera más queda sin cumplir la atención a la mirada, y uno cree que se siente culpable porque no ha pagado lo suficiente y mientras más paga más fuerte es la culpa, precisamente porque la sombra permanece desatendida, sin amor, sin ser amada, sin posibilitar el regreso (epistrophé) del yo a sus raíces imaginales.

Ahí tendremos una explicación de lo que llamamos psicopatías y tendremos otra mirada sobre el sufrimiento y la angustia, no como algo que se tenga que curar porque mientras más lo queremos curar más sombríos somos inadvertidamente.

«…la convertibilidad de las figuras del submundo en acciones del mundo de arriba…»

O sea que lo que pasa en el submundo lo podemos ver aquí; ahora nos podemos dar cuenta de que lo que vemos arriba no se origina aquí, y no es que lo que no vemos se origine en lo que hacemos aquí, sino que es exactamente al revés: no nos queda más remedio que hacer lo que hacemos aquí con ocasión de lo que procede del submundo. En el neoplatonismo -y esto lo trataremos algún día en algún curso- se habla de tres momentos fundamentales: permanencia (moné), procesión (proodos) y conversión (epistrophé). En el mundo de arriba, mundo de la procesión, no puede producirse conversión, retorno, sino a través de la sombra. El esfuerzo en procesar (progresar, crecer, avanzar, conquistar, etc.) es justamente lo que no está siendo regresado, convertido, devuelto.

«… la convertibilidad de las figuras del submundo en acciones del mundo de arriba…»

Esto es una forma de «proodos», de procesión, de proceder

«…se muestra mejor en la imagen compleja de la Estigia. El helado río Estigia (odio) es la fuente más profunda de moralidad de los dioses puesto que juran sus votos en sus aguas, implicando que el odio juega una parte esencial en el orden universal de las cosas. Además de principios originarios y de orden como Eros, Eris (discordia y lucha), Necesidad, Nous (razón), también hay que hacer sitio para el odio en el esquema de las cosas. Las criaturas de la Estigia…»

La Estigia tiene hijos auto-generados por ella, hijos que no tienen padre y fíjense que los nombres de los cuatro hijos de Estigia que es el odio ancestral en el límite del submundo, son:

Zelo, el celo, “celoso en su defensa del bien”, “celador de la virtud”; no los celos de tener celos de tal persona, sino “con que celo me empeño en mi misión”. Pensemos en el celo con el que los moralistas defienden sus principios…

Niké, la victoria.

Bía, la fuerza.

Cratos, el poder.

O sea que los hijos de la Estigia, del odio ancestral, son el celo, el poder, la fuerza y la victoria. Es curioso ver cómo Hércules y, en general, los patrones heroicos son proyecciones -o procesiones- de estos hijos de la Estigia.

«…La fría crueldad de la madre (Estigia) es convertida por estas criaturas en aquellos rasgos implacables que hemos llegado a aceptar como si fueran virtudes. Sus hijos proveen los prototipos para esa moralidad de cruzada que acompaña al ego en sus tareas virtuosas de destruir a fin de preservarse…»

Borracho de virtud con celo por destruir todo lo que le amenaza, empeñado en una victoria sobre la sombra, dispuesto a gobernar sobre todo lo que no entiende, dispuesto a imponer su fuerza sobre el mundo de la sombra y detrás de esto: celo, virtud, victoria y odio; por eso los héroes están llenos de odio y no lo saben. El odio es la base de lo que aparece en su mundo. Fíjense en la oscuridad que habita ahí mismo detrás de la luz de la virtud, es tremendo.

Lo podemos ver ahora con Bush en su cruzada de conjurar al demonio y entonces se habla de victoria y de gobiernos (Cratos) y de poder y de justicia, y ¿qué hay detrás? Hay una rabia ciega, sorda, no reconocida: odio.

«…la disolución de estas actitudes significaría reconvertir el celo y la fuerza de nuestro ego de nuevo en el otro que soy yo…»

Devuelve el celo a su origen, devuelve la fuerza a su origen, devuelve eso que llamas victoria a su origen y su origen es un odio. Esto es conversión, epistrophé, retorno.

«… la visión hacia los prototipos del mito, de las acciones de la vida es un acto que devuelve las criaturas a su madre (las criaturas de la Estigia son devueltas a su madre) y su odio primordial pertenece al submundo y allí tiene otro significado distinto…»

¿qué significa el odio de la Estigia cuando no se transforma en atributos del héroe justificado como virtudes de celo, victoria, etc.? ¿qué pasaría si se abandona esto, se lo reconoce como odio y se le da lo que reclama al otro lado en lugar de apropiarlo como mío? ¿qué pasaría?

«… allí su implacable frialdad da orden absoluto a los dioses mismos, manteniendo intacto su propio reino psíquico, el submundo. Estigia es la que pone los límites manteniendo la región psíquica a la cual incluso los Olímpicos han de descender, preservando no al ego sino al submundo del dolor provocado por las actitudes invasoras de la vida…»

Es decir custodiando al submundo a fin de que no sea violado por las actitudes heroicas del mundo de la luz, que viene a saquearlo, a curarlo, a corregirlo o a aprovecharse en términos de rendimiento, salud, crecimiento, progreso y afines. Cada vez que se hace ésto la Estigia genera sus cuatro hijos y aparecen el celo y la victoria, que son formas de odio encubierto. Si abandonas, depones las armas, todo vuelve a su origen (epistrophé, retorno) y ese odio no se actúa por detrás tuyo como tu sombra, sino que se revela como el temor que mantiene intacto el mundo de las sombras, como no convertible, no vendible, no transformable en thymos.

Teóricamente podríamos ser mucho más receptivos y mucho más amorosos y mucho más comprensivos ante lo que llamamos anormalidades, psicopatías, rarezas o perversiones. Esas palabras sólo existen en el vocabulario de un ego que se considera justo, que quiere gobernar, como celoso custodio de la fuerza. Cuando este ego se rinde, se entrega, entonces retorna, deja de infligir todo el dolor que impone nuestro celo, que no es más que odio encubierto. Ya no querremos curar al que se deprime, no queremos encerrar al esquizofrénico, que son palabras dichas desde el mundo de arriba, no queremos hacer bueno al que no encaja con nuestras conductas; no tendremos batalla y depondremos el celo, por lo tanto, y el sentido de victoria y en su lugar ¿qué aparecerá? Aparecerá la capacidad del submundo de aceptarlo todo y otorgarle un sitio.

La Estigia es la frontera, custodia el submundo y, por eso, para entrar al submundo hay que pasar por la Estigia. Cuando se viola el submundo ocurre lo que muestra Hércules que estaba loco como una cabra,, fuera de sí y lo quiso conquistar, porque fue a vencerlo y, creyendo que conquistaba, cayó poseso por el celo y la victoria y la fuerza y el poder.

2ª PARTE (TRAS EL DESCANSO)

Vamos a citar algunas de esas frases oscuras del oscuro Heráclito:

«..una misma cosa es en nosotros lo viviente y lo muerto…»

O sea que no nos está diciendo que la muerte es algo que venga después de la vida, sino que una misma cosa es lo viviente y lo muerto.

«… y lo despierto y lo dormido y lo joven y lo viejo, estos pues al cambiar son aquellos y aquellos inversamente al cambiar son estos»

O sea que lo muerto en mí al cambiar es lo vivo en mí, pero lo vivo en mí es lo muerto en mí y este es el único cambio posible que hay…En este sentido no hay futuro, está todo ya aquí, pero está aquí como lo que no se ve, y ésto que no se ve origina toda la expectativa puesta allí adelante, más allá, en lo que por venir; cuando en verdad está todo ya aquí. Incluso ese “lo por venir” se genera aquí, pero lo vemos reflejado, proyectado en una imagen que es tiempo literalizado bajo la forma de más adelante y más adelante, pero que, inadvertidamente, siempre es aquí.

Es importante remarcar que Hades es ahora, no es cuando te mueras, Hades ya está, todo el tiempo está, es el corazón de cada experiencia visible, en todo lo visible está Hades como lo invisible.

Pregunta: ¿Pero se puede vivir desde Hades, desde una mirada?

Respuesta: Siempre estamos viviendo desde una mirada u otra. Mirada puede ser aquí lo que Jung llamó «arquetipo» o Hillman llamará perspectivas arquetipales. Siempre estamos siendo «situados» por, siempre estamos en una situación, una visión… aunque, naturalmente, no siempre la misma. Estas visiones, miradas, situaciones -o mejor dicho, lo que sitúa- a eso también pueden aludirse mediante la expresión «los dioses»…

Hades es un dios, y respecto a si se puede vivir desde Hades, yo diría que no queda más remedio. La huida heroica (que estábamos mencionando recién) del Hades aparece de muchas maneras: una es la culpa como un continuo “tengo que mejorar y perfeccionarme y hacerlo mejor”, pagar culpa, que pone en el futuro lo que ya está atrás, está atrás y abajo ya, y por lo tanto postergo y me encuentro siempre con lo mismo, porque es lo que hay. Pero no sólo se huye de esta manera, sino que incluso hay huída y evasión en esta obsesión por postergar la muerte (lo cual es uno de los furores de nuestra sociedad) con técnicas geriátricas, evitar la vejez, prolongar la duración de la vida, lo cual quiere decir: llevar la muerte más y más adelante respecto a de «lo que vendrá», excluir a la muerte lo más posible de la vida. Es el mismo furor de no entrar en el Hades, pero ese furor se origina justamente por y en Hades. En este sentido he dicho que resulta «inevitable». La persona que quiere durar mucho (perdurar) ya está en la muerte, por eso quiere durar mucho, pero una muerte no reconocida aparece como la proyección de lo que me espera adelante. Entonces, luchando contra eso que está delante ya estoy habitado por la muerte, y parece increíble cómo estas personas (y no quiero ofender en el caso de que haya alguien aquí) que viven con el mito literalizado de la eterna juventud, evitando en todo momento encontrarse con lo que ven como el síntoma de la vejez, quitándose arrugas, poniéndose rellenos, mirando en el espejo cada día para ver si salió una marca más de la vejez, ya que es lo temido…cómo su vida es una cruzada contra la vejez, sin advertir que la vejez ya está presente en ellos; la vejez no vendrá: ya está pero no reconocida, como lo que no se ve sino a través de lo cual se ve todo; y entonces todo lo que hacen se origina en esa experiencia no reconocida, no asumida, sombría, de la vejez. Al no ser reconocida se la pone delante; el enemigo está delante y va a venir, y se lo vive como una lucha, aunque de hecho es lo que origina la lucha.

Por lo tanto todo esto de la duración de la vida, todo el mundo del cuidado de la salud que es tan del mundo diurno de la superficie: el comer sano para vivir más, el evitar el infarto, el no esto porque todo esto es peligro de muerte, todo este cuidado de la salud como garantía de la longevidad es veladamente una batalla contra la muerte. Se oculta un miedo tremendo y a veces esto llega al paroxismo cuando ves la persona que cada cosa que va a comer la mide según su dieta para ver si puede o no puede. La amenaza, que no se vive como amenaza sino como un acto heroico de cuidar la salud, es la muerte y es que la muerte está ya; el miedo de la muerte ya es una presentación de la muerte. Entonces todo lo que llamas tu elección de una vida sana es compulsión y defensa maníaca contra una sombra presente ya, pero no vista, porque está «invisiblemente» presente, como corresponde a las sombras del Hades. Estamos manifestando en nuestra conducta no lo que hicimos, ni lo que haremos, sino la extraña relación con estas sombras no atendidas; la sombra está, pero no atendida y por lo tanto, no es que la sombra se origine en lo que hago, pensando que si hago ésto o lo otro disminuirá la sombra, sino que la sombra reclama ser mirada, reclama ser restituida a su condición de camino de regreso, de reversión, de epistrophé. El no mirar la sombra se transforma en una lucha contra la sombra, lo cual la hace infinitamente más agobiante; se vive una vida de expiación, pero ni siquiera se sabe lo que se está expiando. Uno no sabe que en esa lucha está inmolado en un altar, y ni siquiera sabe a qué dios le está prestando servicio. La única diferencia reside en no saber y estar prestando servicio, pero viviéndolo como una tarea heroica y ser un esclavo, o bien advertir y ver quien está ahí y me reclama un servicio, un cuidar, un atender. Entonces, estos actos que antes eran heroicos ahora son revertidos en forma entrega y atención a ese dios.

Esto cambia por completo la colocación desde la cual uno ejerce el acto, incluso la manifestación del acto puede ser completamente distinta, porque el acto que vivo lo vivo como «lo que, de hecho, es» y en cambio puede vivirse como el reflejo de lo que es; y en ese caso será vivido como una entrega a un dios y no como un sinsentido o como una conquista sobre la sombra, sobre el mal, sobre el pecado, que lo único que hace es aumentar el peso de la sombra, del mal y del pecado.

O sea que en el fondo no se puede no estar en Hades, porque Hades es el corazón mismo de la vida, es la profundidad que circunda completamente la superficie. Donde hay superficie la profundidad está en todo su alrededor; la profundidad no está sólo «más allá de» o «después de» la superficie, no hay un solo punto de la superficie que no esté en contacto con la profundidad. La huida de la profundidad lleva a aferrarse a la superficie, la cual siempre está en contacto con la profundidad y por lo tanto siempre está ahí, pero hay modos de estar que lo niegan; la conciencia hercúlea por ejemplo que niega el estar ahí, no evita que estemos ahí pero vive el estar ya ahí como una culpa, un error o una derrota que tiene que redimirse. Con esto quiero decir que lo hercúleo está todo el tiempo en contacto con la sombra, aun negándola, o combatiéndola, pero la sombra es ineludible, es la sustancia misma del mundo de Hades: es lo que muchos llamaron la verdadera realidad que se oculta en la realidad diurna de la manía, de la actividad, del thymos, del deseo; esa es una realidad que emerge (que procede, proodos) de otra a la que niega, pero que es su sustrato, y es la realidad de las sombras, del mundo de la profundidad, del mundo de Hades o lo que Hillman va a llamar el mundo de las imágenes, que es lo mismo.

No se hace nada sino porque forma parte de una historia, de un cuento, de un mito, sólo que no atendemos a la historia y entonces vivimos lo que vivimos creyendo que es sencillamente así; pero creemos que es así porque forma parte de una historia no advertida, de una narración. El tema es “bueno, ésto ¿de qué narración viene?, ¿para que narración aparece como aparece?». Y esto ya es el comienzo de la epistrophé, del retorno, o si se quiere, de una restauración.

Por ejemplo: un amigo me decía “bueno lo que yo creo que lo que he de hacer es dejarme de tonterías con mis películas personales e ir a luchar al mundo” y eso es también una película, porque a lo que este amigo llama «mundo» no es sino una fantasía. Si no lo mira como reflejo de una fantasía, se sigue atrapado en el mundo del thymos. Cree que eso que llama «mundo» es un objeto-ahí-fuera, cuando es parte esencial de su epopeya, de su narración y ASÍ todavía se sigue viviendo atrapado en la narración. En lo que Adler llamaba «la cruz de su ficción», cuando afirmó que el neurótico está atrapado en la cruz de su ficción..

Oyente: Mátrix.

Un poco, un poco.

¿Es muy difícil lo que acabo de decir? Y hay miles de historias, quiero decir que no hay una sola historia sino que hay miles de historias: hay historias de sacrificio e inmolación, hay historias de progreso y de conquista, hay historias de la familia como el objetivo final de la vida, y hay quien vive Caperucita y hay quien vive la Blanca Nieves y hay quien vive la Bella Durmiente o el Príncipe Valiente… siempre hay, al menos, un cuento.

Oyente: aún y así, todas son formas legítimas de vivir probablemente

Respuesta: sí, claro, si el tema no es prohibir o no prohibir una forma, o discriminarla como legítima o ilegítima; el tema es vivirla atendiendo a la imagen y no solo en su literalización, es sólo eso, pero eso es mucho. Es hacer una conciencia más reflectante, más especulativa (de «espéculo» como espejo), menos inmediata, menos literal: más in-directa, receptiva, abierta. El tema es la literalidad: “esto es así!” y eso es así para el cuento en el que estás, pero lo curioso es que no ves el cuento, ves el hecho como si el hecho fuera real y en verdad no hay hechos: hay miradas que «arrojan» esos hecho, miradas que «los ponen». Ya Darwin hablando de la teoría científicia decía que sólo hay hechos para un hipótesis. Por lo tanto en cada hecho o acción lo interesante sería preguntarse: ¿qué mirada hay que me hace hacer? Ante otra mirada el hecho desaparece; y como noté antes, las miradas son los dioses, no soy yo, y por eso la cuestión es: ¿quién está ahí? en lugar de: ¿porque pasa lo que pasa? o relativamente ¿para que pasa lo que pasa? La pregunta es: ¿quién está presente en lo que pasa? Y el quién no soy yo, el quien es un dios.

Lamentablemente tendríamos que hablar de muchísimas más cosas que van a quedar en el tintero, pero hay ciertas cosas que son ineludibles; volvemos a Hades y a la Estigia.

Contenidos por el odio que mantiene las cosas en su sitio y que se transforma en orgullo, vanidad, victoria, para quien infringe el orden de las cosas y va al submundo a conquistar, y es conquistado de la manera más tremenda porque lleva la sombra como continua tarea de su vida. Aparte de esta región habitada y protegida por criaturas tremendas como las Erinias o las Furias que también pertenecen al mundo de Hades, hay muchos otros seres en el mundo de Hades.

El mundo de Hades no es un mundo centralizado, con un poder central y cada uno en su sitio, girando alrededor de un centro. Es un mundo de variedad, adonde hay cabida para todo y, precisamente por eso, no tiene UNA moralidad, no hay ninguna moralidad predominante en el Hades, las morales se revelan como imágenes, como sombras. En el Hades todos son acogidos, hay lugar para todas las psicopatías, de ahí proceden, vienen y ahí regresan y se convierten, todas. Todas las conductas llamadas anormales en el Hades son aceptadas. No es el mundo de los parámetros pautados y normas estadísticas, donde unas tienen que ser combatidas y están mal en tanto otras están bien y han de ser promovidas. Desaparece esto del bien y del mal, hay solo bien y mal para una conciencia que juzgue, pero en el Hades no existe esto. Cada imagen, cada dios convoca su propio bien/mal. Entonces las criaturas del Hades son monstruosas desde la mirada superficial del mundo de las cosas normalizadas, previsibles, «físicas», «naturales» y «objetivas» en tanto que objetos de «ahí-afuera».

Justamente una de las manifestaciones de Hades en el mundo diurno es la deformación, las imágenes que retornan al submundo son imágenes deformadas o como dice Hillman «patologizadas». Aparecen imágenes de decadencia, de enfermedad, de deformación, que son el material básico de la alquimia. El viaje alquímico empieza con un desmembramiento, descuartizamiento, que no se vive como circunstancias de las que te tienes que curar sino justamente como un momento fundamental del camino. Miren los grabados alquímicos y verán imágenes impresionantes por lo patológicas; seres con dos cabezas, seres androginales, reyes desmembrados, personajes torturados y descuartizados… ¿qué pasa con esto? El mundo natural (physis, físico) empieza a ser deformado, torturado, desmembrado, descuartizado por el mundo psíquico. Entonces esto que con buena fe diríamos que es una patología, resulta que es el anuncio de que el alma está haciendo su trabajo: deformando lo natural y transformándolo en lo psíquico.

Por esto las imágenes con deformidades u «anormalidades» son las que el alma más retiene, por eso la memoria repite modelos asombrosos, los modelos previsibles no se retienen en la memoria y por eso las imágenes teológicas siempre son deformantes, incluso las del cristianismo; corazones con espinas sangrantes, por ejemplo, estas son imágenes patologizadas. Una persona con llagas abiertas y torturada, que es una imagen de tormento (pathos: dolor), y esto es lo que conecta con la imaginación. Si ponemos a un señor vestido de ejecutivo en un banco como imagen, seguramente la imagen se desvanecerá sin dejar rastros. Todas las imágenes que hablan del mundo más-allá-de-este-mundo, vistas a través del mundo de la psique, son deformadas y «anormales». Patológicas. Luego, la mirada diurna quiere curarlas. Si en un sueño aparece un caballo de tres patas, lo más probable es que el psicólogo en cuestión lo interprete como que pasa algo malo, porque los caballos tienen que tener cuatro patas y por lo tanto a un caballo de tres patas le falta algo. Pero es que el psicólogo está confundiendo al caballo imaginal con los caballos naturales, literales, y quiere hacer del caballo del sueño un caballo de la naturaleza, pero el caballo imaginal tiene que tener tres patas porque es criatura que no habita el mundo literal, es criatura psíquica.

Luego, esto que alguno lo entendería como psicosis latente visto desde los miedos de los psicólogos de la superficie, es justamente el modo del alma de des-naturalizar el mundo natural de la literalidad; es tormentoso, es atormentar este mundo y es lo que hace también el alquimista: atormenta los materiales en la retorta. Pero nuestros buenos psiquiatras, psicólogos y asistentes sociales detectan una psicosis latente en un caballo de tres patas e interpretan el sueño como que está diciendo que falta una cuarta pata y que hay que correr a conseguir la cuarta pata. Se confunde lo anímico-innatural (psique) con lo instintivo-natural (thymos) que es lo maternal, lo plutónico con lo subterráneo, y no con el submundo que nada tiene que ver con lo maternal ni con lo material ni con lo natural, y se quiere cura para lo que ha de curarnos a nosotros.

«Curar» quiere decir cuidar, como en «procurar», «tener cura de», y la psicoterapia debiera cuidar al alma en lugar de tratar de que se parezca al mundo de la superficie e intercambiarla por thymos; pues entonces pasa lo de: “la psicoterapia ha tenido un éxito tremendo porque yo que estaba en una depresión y ahora he vuelto a trabajar al banco y soy feliz de que me exploten y llego a fin de mes seguro, adaptado, viviendo una vida sin sentido”. ¿Esto es un éxito? ¿un éxito para quién? El camino del alma puede pedir otra cosa, la pregunta sería ¿Y qué quiere lo que uno llama «depresión», «pathos», «síntoma», de mi? ¿qué quiere el alma en esta depresión, qué quiere el alma en este tormento? Pero generalmente lo que hacemos es decirnos: “si hay tormento seguro que hago algo mal y por ello tengo que quitarme o ponerme algo para que no haya tormento” y no ¿quién habita aquí y quién me está reclamando? Sino ¿Cómo me lo quito de encima?, ¿cómo lo evito?, ¿cómo pago la culpa de estar atormentado?, ¿dónde está la cura de la depresión? -porque no debiera estar deprimido, es decir, el sufrimiento siempre va acompañado por un juicio, y el juicio por una necesidad de expiación.

Lo terrible no es tanto deprimirse, cuanto la resistencia a la depresión; lo terrible es un llamado ante el que no puedo evitar ir y que sin embargo es vivido como que no debería estar haciéndolo, y para lo cual conspiran todos: mis amigos diciéndote “venga, la vida es bella, no puedes quedarte así”, conspiran mis jefes “tienes que producir”, conspiran un arsenal de psiquiatras y psicólogos que vienen con todo tipo de medicamentos a cambiarme, porque no debo estar así. No es tanto adónde voy, sino que no debiera ir adonde estoy yendo, y ésto sí que es un tormento, pero el tormento no se conecta con la depresión sino con el ego que combate la depresión.

Hace poco, en una clase de astrología salió el tema de la depresión y una persona con muy buena fe y ya sabemos qué pasa con la buena fe, las buenas intenciones de querer que todo sea bueno, bonito, rosado, dulce, luminoso y que todos terminaremos en un picnic en el campo bajo el sol, y «si sufres no importa porque luego de sufrir serás mejor» y todos iremos al picnic y juntaremos rosas y nos amaremos los unos a los otros y la comunión sensual, sexual y participaremos de una vida diurna en amor y buena voluntad. Entonces, ¿cuál es la oscuridad de la buenas intenciones, qué hay en la profundidad oculta de lo que se presenta como buenas intenciones? ahí está Plutón también, implacable e inflexible en su frialdad, revistiéndose de buenos sentimientos; nos amamos, nos comunicamos, comunicar es hablar, comulgar, participar y lo que separa, lo que distancia, lo que calla.. ah, eso es patológico; y cuando estés bien comunicaremos todos, bailaremos de la mano y seremos felices. Estas actitudes son temibles cuando las ves como un reflejo; hay ésto, pero es reflejo de aquello, y cuando ves lo que se está reflejando ahí ves que está Hades, pero está no siendo reconocido: odio, fuerza, victoria, celo, gobierno.

La chica “de la buena fe”, dice que su trabajo consiste en «acompañar»; y hay que tener ojo con las palabras, las palabras no son inocentes, en las palabras habitan ángeles, una palabra es mucho más que una palabra, es todo el espíritu, el ángel y el demonio que habitan la palabra. Una palabra contiene toda una visión del mundo. La chica dice que su trabajo consiste en «acompañar» al depresivo para llevarlo hasta el final de la depresión, o sea, su trabajo es arremangarse y «entrar» para ayudarle a «salir». Desde todo momento el acompañamiento viene condicionado porque es acompañar-para-salir. La salida es así el objetivo, la meta, la victoria.

Yo le decía que este “hay que sacarlo, hay que salir” requiere ser reflejado, y los argumentos de ella eran:

Primero: una persona deprimida se lo pasa mal y si se lo pasa mal hay que hacer lo posible para que salga de pasárselo mal. Es muy comprensible y además moralmente muy elogioso.

Segundo: no solo sufre el depresivo, sino que sufre todo su entorno, sufre la familia, no solo padece sufrimiento el que está en ello, sino que inflige sufrimiento a todo el contexto social. Si entendemos esto, hay que combatir a la depresión, pero ¿qué mirada hay que hace de la depresión algo combatible y que le atribuye a la depresión el sufrimiento que acompaña a la depresión?.

Yo le decía: mira, tan solo cien años atrás, al despuntar el siglo XX, uno de los literatos más creativos y brillantes, Oscar Wilde, fue juzgado por homosexual y se le quitó todo lo que tenía, se le degradó, perdió mujer, perdió hijos que renunciaron al apellido, perdió todo los bienes, perdió la respetabilidad y nunca más pudo regresar al mundo de la luz, murió pocos años después absolutamente degradado por ser homosexual. Pero en esa época era comprensible, acaso con la misma mirada que se tiene hoy ante la depresión, es decir: un homosexual sufre y toda su familia sufre y por lo tanto hay que combatir a la homosexualidad, pero la pregunta es ¿el sufrimiento que acompaña a la homosexualidad proviene de la homosexualidad o de la mirada que hay hacia la homosexualidad? Es cierto que un homosexual sufre en un mundo donde la homosexualidad no encuentra sitio, no «debe ser», no «está bien», por eso sufre la familia y como todos sufren: hay que sacarlo de ahí, o ¿hay que comprender de donde proviene el sufrimiento? ¿es la homosexualidad en sí, si es que hay algo como la homosexualidad, que es como una especie de palabra general, o es el rechazo a la homosexualidad, el no haberla reflejado, el no reconocer al dios en ella?

Entonces la pregunta sería ¿es la depresión, o es toda la mecánica personal y colectiva de rechazo hacia la depresión? Dicen que el homosexual sufre por serlo, y el deprimido también, pero ¿el sufrimiento es consubstancial con la depresión o es además el sufrimiento añadido de padecer algo que «no se debería» padecer? ¿qué pasa si empezamos a respetar y dejar ser, tal como hace Plutón que acepta a todos, en lugar de erradicar, combatir, curar, mejorar y sanar? Son todas estas palabras que ocultan el no poder dejar ser a lo que es, todas estas palabras muestran en la sombra el furor por el cambio, el que «hay que cambiar las cosas» y es así lo más ajeno a Plutón, ya que en su reino no cambia nada, su reino es inmutable porque lo esencial no cambia y esto es lo que nos dice Plutón: lo esencial es eternamente así, la psicopatía es esencial, es lo esencial en ti que no se deja reducir a tu conquista.

La pregunta es: ¿es la patología o es la resistencia a la patología? Son preguntas importantes, porque si no caemos en cruzadas colectivas que llevan una sombra enorme de inquisidores, es la actitud inquisitorial y entonces el homosexual es un pecador y luego ésto se disfraza y entonces es tratado como un enfermo. Ahora es más suave, sigue siendo algo que no debe ser, pero ya hemos cambiado a Celo, hijo de Estigia por Cratos, hijo también de Estigia. Finalmente los que llamamos esquizofrénicos, depresivos, psicóticos, lo que tienen de terrible es que nos ponen en cuestión y esa puesta en cuestión es insoportable, como ocurre con los niños rebeldes, traviesos: no son los niños lo esencialmente problemático, pero nosotros decimos “es que nos fastidian, nos molestan ya que este niño no hace lo que tiene que hacer, no va a la escuela, no presta atención, oiga, cúremelo!» Como dice Hillman, con ese niño nos comportamos como con un coche que no funciona, y vamos al garaje y hacemos las tres típicas preguntas ¿tiene arreglo, cuánto cuesta y a qué hora lo paso a buscar? Y así llevamos a nuestro niño al terapeuta y le decimos ¿tiene arreglo, cuanto nos a va a costar y cuándo lo puedo pasar a buscar? El problema del niño ¿es el problema del niño o es el problema de la mirada que lo hace problemático? La mirada, que es la idea, lo hace problemático porque mira desde una expectativa de «normalidad»; todo lo que rompe la uniformidad del mundo monotemático de Apolo aparece como una amenaza: lo múltiple, lo variado, lo diverso es amenazante.

Por esto se está hablando de restablecer un politeísmo psicológico, y cuidado, no estoy hablando de crear altares a dioses literalmente ya que esto sería caer en el mundo del día, otra vez prisionero, y hacer ofrendas a entidades sin atender a la presencia en la imaginación. Estoy hablando de perspectivas psicológicas, no estoy hablando de teología ni de geografía, cuidado que es el error de literalizar. Hoy en día hay cantidad de sectas que lo único que hacen es literalizar a los dioses, no es dar espacio para los dioses, sino volver a los dioses parte de la vida de la superficie, lo cual sigue siendo una negación de la profundidad.

Lo mismo ocurre con el espacio de la muerte que quedó reservado para los espiritistas, los teósofos y los reencarnacionistas, pero esa no es la muerte de Hades, sino que es la negación de la muerte: la muerte como un continuar aquí, tiene poco que ver con la experiencia de Hades que es la irrupción de una dimensión inconmensurable con la de aquí. El espiritista hace de la muerte un paso a otro plano que sigue estando aquí, con lo cual un muerto es un vivo pero que «está-allí». No implica un cambio radical de conciencia, actitud y valor que revela otra dimensión, no, es una prolongación de lo mismo. Entonces, esa muerte de los espiritistas y la muerte de los médicos siguen siendo literalidades que están renegando de Plutón, están intentando expulsar a Plutón. Pero Plutón no se deja expulsar porque, como decían los neoplatónicos, es la raíz de donde procede todo y adonde todo retorno

Uno de los episodios más interesantes de la historia de Plutón es el mito del rapto de Perséfone y que también procede de un marco mítico donde ciertas conductas encuentran su sitio, por eso lo importante es que los mitos permiten acoger esta conducta; si encuentro el marco mítico al que pertenece deja de ser algo sin significado, encuentra su lugar, su topos, y ya no tiene que ser literalmente corregida, al contrario revela su profundidad. Queremos corregir lo que no encaja en un marco perceptivo en el que estamos atrapados, en el marco heroico por ejemplo.

El mito es más o menos así: Deméter es una diosa de la tierra, de hecho Deméter es Ceres para los griegos y es la diosa de los cereales, de la cebada, de las simientes de las que brota la vegetación, es una diosa por lo tanto sumamente terrenal y por lo tanto maternal y vinculada con el tema de la materia, con el tema de la materialidad, con el tema de la literalidad, la tangibilidad; los frutos en la vida tangible, los hijos, la multiplicación, el crecimiento literal, es lo que permite alimentarnos, es la diosa de las cosechas, la diosa vegetal y natural. Naturalismo. Pues esta diosa que es diosa de la vida, no de la muerte, tiene una hija que es una joven doncella inocente y virginal que se llama Perséfone. Inocente y por lo tanto feliz en su simplicidad, no conoce nada de la vida, solo tiene sueños, tiene pósters de Elvis Presley en su habitación, ositos rosados de peluche, el sueño de que un día vendrá un Príncipe que la amará y se casarán y tendrán hijos regordetes y rozagantes, llenos de vida. Esa es la conciencia de Perséfone, es una conciencia de superficie, de expectativa maternal y de que la vida sea romanticismo y ternura y pajaritos y rosas. El picnic en el que todos nos amamos y nos comprendemos y nos perdonamos y avanzamos juntos hacia un futuro mejor.

Un día está en el campo con toda su corte de doncellas juntando flores, oliendo las florecitas hermosas de la vida natural y entonces ve una florecita muy bonita más allá, y al coger esa flor ve otra más bonita aún más allá, y otra más bonita, y otra más allá y de golpe comprende que se ha perdido; y en ese momento se abre la tierra debajo de sus pies, esta es la experiencia de Hades en todo su esplendor, se abre la tierra debajo de ti y aparece este dios impresionante con un carro tirado por cuatro caballos negros, negros porque el negro es el color de Plutón, de la oscuridad; y la rapta y la secuestra llevándosela al submundo. Esta experiencia, experiencia de violación y rapto, es tremenda y Perséfone desaparece. Deméter empieza a buscar a su hija por todos los rincones de la tierra y no hay rastro de ella, así que le pregunta a Zeus, dios de la tierra y del cielo donde está su hija. Este le contesta que no lo sabe. Deméter le dice que como no le devuelvan a su hija se acabó la vida natural, cerrará las entrañas y no habrá frutos, ni cereal ni alimento y la vida entera desaparecerá. Esto ya lo acojona un poco más a Zeus porque claro se queda sin los humanos a los cuales necesita para que le hagan ofrendas, y entonces llama a Hermes-Mercurio, el del caso con alas. Según un himno homérico Hermes es el único mensajero reconocido por Hades, el único que Hades acepta como caminante entre los dos mundos y Hermes va al submundo y le dice Hades “oye, si la tienes haz el favor de devolverla, porque su madre está desesperada”. Nadie tiene intervención en el mundo de Hades, él no tiene que dar cuenta a absolutamente nadie, es autónomo, señor absoluto en este plano, no hay poder sobre él; Hades no puede ordenarle algo a Zeus, pero Zeus no puede ordenarle algo a Hades y por lo tanto se trata de persuadirlo, que es una de los artes de Hermes, tan semejante en su casco al mismo Hades. Finalmente Hades accede, pero antes de dejar ir a Perséfone, le da de comer unas pepitas de granada del submundo. La granada del submundo no es una fruta natural, sino una criatura imaginal, uno de los frutos del submundo, con lo cual lo que no sabía Perséfone se cumple y es que una vez que se ha probado alimento del submundo ya no se puede uno alejar definitivamente del Hades. Por lo tanto Perséfone debe regresar al submundo; y finalmente habita allí como reina de los infiernos y mujer de Plutón durante un tiempo del año y en otro tiempo del año sale con su madre. Por lo tanto la joven inocente deviene la reina de los muertos. No tendrá hijos Perséfone, es respetada como la gran reina del submundo, pero no tiene hijos, no tiene hijos de la carne, ahora pertenece al submundo.

Es interesante que Deméter, la diosa de la vida natural tenga justamente como hija a la conciencia inocente de la naturaleza, es ante este tipo de conciencia inocente a quien la experiencia de Hades se aparece como una violación, tiene que ser una violación porque no cabía de ninguna manera en la expectativa de Perséfone algo tan inconmensurable como Hades y por lo tanto, cuando Hades viene es sentido como un violador, un secuestrador. Pero Hades toma esa manifestación ante Perséfone, que por cierto, se libera por ello de la esclavitud de ser hija de la naturaleza para transformarse en señora de la profundidad.

Pregunta: Apuntando a lo que sería la patología habitual como las bulimias o las anorexias son una literalización de un rapto

Sí, pero yo creo que hay otra conciencia de Perséfone porque la bulimia y la anorexia todavía son vistas como problema por el arquetipo materno

Pregunta: bueno sería este vínculo entre la madre y la muerte, no?

Claro, pero el ideal social sería que debiera curarse la bulimia y la anorexia permitiéndose a esta persona recuperar una identidad natural, es decir, recuperar la naturaleza, y en el mito de Perséfone no se trata de que Perséfone sea una diosa de la naturaleza, sino que ya no puede residir en el mundo de la naturaleza porque habita en la profundidad.

Yo creo que el mito de Perséfone tiene que ver con el final de la inocencia, creo que hay una conciencia Perséfone en esto de los sueños de la juventud y la adolescencia y de muchos adultos que todavía siguen creyendo que la vida es un buen sueldo, un buen marido, una casa bonita, el éxito y que toda buena acción tiene su recompensa. Esas son conciencias Perséfone porque son superficiales, pertenecen a ese mundo de trivialidades conocidas ensoñadas como “¡qué bonito es!” y entonces la conciencia Perséfone inmediatamente está vinculada con la violación por parte de Hades: el encuentro con la profundidad, el camino del alma.

Perséfone tiene que ver con una conciencia que todavía está tan ligada a la naturaleza (Deméter) que en su ingenuidad cree que ésto es todo lo que hay y por lo tanto vive un mundo de exterioridades. La conciencia Perséfone es muy común y no es sólo femenina; tiene algo que ver con esto que se desarrolla en una sociedad donde el sentido de la vida consiste en adquirir cosas, tener y divertirse, ir a la discoteca, pasárselo bomba, follar mucho y un día casarse, ser rico y… nada más. La conciencia Perséfone es la que se conecta con la idea de una felicidad personal en el mundo natural, y esto es lo que desaparece con Plutón, porque el mundo natural se desnaturaliza y ya no hay sed de vida en Perséfone, ella es consciente del otro espacio de la muerte. Perséfone curiosamente es amiga de una criatura de la noche, que no viene de arriba a la profundidad sino que está siempre en la profundidad y que es Hécate.

Hécate es otra figura que no conviene confundir con rasgos maternales, no es diosa de la tierra, ni de los instintos ni del cuerpo, sino que es diosa de la noche, de la brujería, de las pesadillas y de los deshechos, las basuras; de todo lo que en la vida de superficie se considera basura, caótico y desorden. Todo eso los griegos se lo entregaban a Hécate, la basura era para Hécate, se dejaba en los cruces de caminos donde estaban los altares de Hécate. Cuando yo dejo la basura en un cruce de caminos, quiere decir que la dejo porque de repente desde el camino que yo voy se abren tres caminos más y Hécate tenía tres cabezas, no miraba solo a un lado. Lo que en el mundo diurno es basura, es recogido en el mundo nocturno, no es basura ahí, es ofrenda, pero es ofrenda a Hécate.

Hécate es otra diosa que no se conecta con la fertilidad de la naturaleza, se conecta con el conocimiento de la oscuridad. Por eso mientras Perséfone vive esa violación terrible también hay una Hécate que lo observa todo, sin embargo, con una fría certeza de que así es y así ha sido siempre y con la capacidad de aceptarlo. Pero en nuestro mundo no hay conciencias Hécates, Hécate es mistérica y por eso en nuestro mundo aparece Hécate como una deformación: “la vida debería ser otra cosa!” pero Hécate que también habita en el submundo sabe que eso no es. Hay muchas entradas al mundo de Hades, hay muchos caminos; Perséfone no es el único camino, o sea que el rapto y la violación es una manifestación asociada a un tipo de conciencia, pero hay otros caminos al submundo, hay un Hermes chtónico que conecta con el submundo y que permite el bajar y el subir permanentemente y no se vive como una violación y una movida del suelo. Hay un Zeus chtónico, es decir, hay otros caminos de dioses vinculados con la oscuridad, pero para una conciencia de superficie y de maternidad como Perséfone, el único camino es el secuestro y la violación. En este momento pareciera ser la única alternativa a Hades, pero hay muchos caminos hacia Hades.

Vamos a ver todo lo que significan los atributos de Hades, las distintas maneras de expresar lo que dice Hades:

Hades significa lo que está fuera de la vista, en el doble sentido de lo que está muerto y enterrado y por lo tanto oculto, tal como escondemos a los muertos, la «cripta» y junto con ello lo críptico. Ese es un modo de Hades; la percepción de lo críptico, la percepción de la muerte en la vida.

La segunda manera en que se habla de oculto o in-visible. La palabra invisible tiene muchos modos de invisibilidad, una es lo críptico, pero hay otras. Oculto como lo «esotérico», oculto como el misterio que se esconde, que no se divulga y que es secreto. Entonces estamos hablando de otro tema también plutónico que es “llevar en secreto”, lo cual no es lo mismo que lo críptico, lo que está en la cripta.

La tercera manera: lo invisible porque no ocupa espacio ni extensión, no porque se esconde o se entierra sino porque no aparece en el plano de la extensión, de las coordenadas espacio-temporales. Todo ello tiene que ver con las experiencias plutónicas, que son muchas posibles.

La cuarta: lo invisible porque es oscuro, no porque no tenga extensión, ni porque se esconde, sino porque de sí es absolutamente oscuro y como es oscuro no se puede ver. Qué interesante sería si en psicología dejáramos de pensar que las imágenes oscuras hablan de una sombra relacionada con cosas no integradas por mí y en cambio en las imágenes oscuras se viera la presencia de Tánatos que invita a conectar con el submundo.

En mi sueño huía de un personaje negro y oscuro… y enseguida el psicólogo lo asociará a la sombra que se tiene que integrar. Por lo tanto la sombra se sigue viendo personalmente, todavía se asocia a algo que tiene que ver con el yo. Pero aquí en verdad empieza otro viaje que nos lleva a un reino de dioses y no de características personales; si se comprendiera así, entonces cambiaría la visión psicológica. ¿Qué nuevas interpretaciones aparecen si atendemos a las imágenes como expresiones de dioses?.

Quinto: lo oculto, lo invisible, como lo prohibido, como lo cerrado con llave y que no se puede entrar. Lo oculto, por lo tanto como producto de una conspiración. Por ejemplo la magia, donde no se puede entrar, hay pactos, hay muros de silencio para llegar allí que están muy sellados. En esto ya no estamos hablando de lo invisible porque hay oscuridad, sino de lo que se cierra porque se lleva en secreto.

Sexto: lo invisible porque está dentro, lo invisible como interioridad. Invisible no porque se esconde sino porque siempre está dentro-de y no se puede ver desde fuera. Esta idea de invisibilidad por interioridad también se expresa en la idea de invisible porque está abajo. Interioridad como profundidad. Lo invisible por lo tanto es lo que está abajo, lo que es inferior, está en los planos inferiores. Es curioso porque la expresión latina de infierno viene de “inferus” que es inferior, abajo y el infierno es lo que está abajo. El infierno no está allí más adelante, el infierno está abajo y adentro. Ese «interno», «abajo» en griego se dice “cello” de donde viene la expresión “cel”, celda, la celda del monje, pero también en catalán “celler”, la bodega subterránea que conserva y no se ve porque está debajo de la tierra. De esta expresión “cell” viene luego la expresión “hell”, que en inglés significa infierno. Infierno, como Hades, y su vínculo con la muerte. O sea que en este sexto sentido de lo oculto escapa de la vida, porque conecta con la muerte y no con la vida y por lo tanto no lo veo porque huye de la vida, no se presenta en la vida. Lo que unos llaman el impulso de muerte. El impulso de muerte si lo leemos psicológicamente no es sino el llamado a la profundidad. Detrás de lo que se llaman impulsos suicidas hay una imagen de profundidad, de no poder más en la superficie del modo diurno. Puede que el suicida literalice, pero literaliza una imagen que tiene mucho sentido: este mundo ya no es, hay que quitar la carne, el thymos para entrar en el proceso de psique.

Séptimo sentido: lo oculto como lo que se lleva guardado y no se entrega, es decir, lo oculto como lo hermético. Lo hermético que sólo se puede expresar hermenéuticamente. Hermenéutica, que viene de Hermes, lo hermenéutico, quiere decir interpretación. Hermes es el dios que rige las interpretaciones, las traducciones, el mostrar que esto quiere decir aquello. La hermenéutica es posiblemente el arte que hace falta en este momento más que nunca; el poder preguntarse e intentar responder a: ¿esto, que quiere decir? Pero claro, en el mundo diurno, esto quiere decir algo de este mismo mundo. Así leen la gente, así leen los astrólogos, así leen el tarot: “esto quiere decir que te vas a casar”, “que te enfermes quiere decir” y el quiere decir es un nuevo acontecimiento diurno, un hecho, y entonces no estamos haciendo la hermenéutica de llevar lo de un mundo al otro mundo, sino saltar de una cosa a otra cosa de este mundo. Pero el Hermes chtónico lo que hace es poner en contacto los diversos mundos; y muestra así que lo de un mundo remite al otro y que lo de arriba remite abajo. Por eso una auténtica hermenéutica sería poder coger el mundo de los hechos, el mundo de lo visible y devolverlo (epistrophé) a lo invisible y lo invisible es Hades, devolverlo a la muerte, a lo que no se ve, es decir recuperar su profundidad. Esto quiere decir vivirlo psíquicamente, dejar de vivirlo como natural, materialmente, literalmente y darse cuenta de que el hecho es una imagen con profundidad; en cuanto se profundiza se vuelve experiencia psíquica, se tortura, se deforma la imagen, se revela la profundidad del alma y deja de ser «sólo un hecho». Esto sería ser psicólogo: hacer logos con la psique, y no la traición a la psique transformando todos los procesos psicológicos en anuncios de hechos exteriores, acontecimientos del mundo «de arriba», de «afuera».

Sería darle espacio a la vocación de morir del alma, el alma que se encuentra más en la muerte que en la vida. Una persona dice “soy feliz, tengo mi trabajo, mis proyectos, voy a hacer un curso tal, tengo pensado viajar a y esto es lo que vivo”. En una experiencia plutónica ve que le ha salido un bultito, una cosa que está ahí afuera y va al médico y le dice que es cáncer y esto se acaba. A partir de ese momento se ha abierto el suelo; no es lo que va a venir, es lo que ya se presenta entonces, el impepinable proceso de des-materialización, la pérdida del thymos y del phrenes (la vehemencia y la prisa) y la aparición de las imágenes que siempre estuvieron ahí pero que se liberalizaban; y de repente la pregunta ya no es ¿qué sentido tienen las cosas para la vida? sino ¿qué ha significado todo esto para la muerte?

Cuando uno hace esta pregunta entra plenamente en el proceso de psique, en el cual el valor de las cosas no es para otras cosas, sino para el alma. Claro que el alma no es la muerte, pero la muerte es lo que hace alma; la negación de la muerte, la negación de Hades finalmente es la resistencia ante la muerte y lo puramente psíquico, lo puramente imaginal. Toda fantasía terapéutica como curación es una fuga; el médico quiere curar lo que no comprende, quiere llevar otra vez a la luz eso que no entiende porque aquí no tiene sentido y en lugar de ir adonde eso lleva, adonde retorna para adquirir sentido, sólo lo trata aquí: es detener el proceso anímico y transformarlo otra vez en circunstancia, conducta, comportamiento.

No hay psicología sin alma más tremenda que la psicología conductista, en la que se habla de conductas y no de motivaciones, se habla de hechos y no de imágenes, se habla de acontecimientos y no de narraciones; pero hay una narración que sostiene el conductismo ¿qué mirada hay en la psicología conductista? Hay un cuento ahí también, hay un cuento de mecánicas, un cuento material, un cuento maternal donde todo es causa de todo y este es el arquetipo materno. Finalmente el monismo, típico del arquetipo materno que lo simplifica todo reduciéndolo a causas, y finalmente a una causa: el origen, el origen de mi vida ¿qué pasó en mi infancia? El origen de mi vida es la causa de lo que soy y soy un niño pequeño al que le han hecho cosas. Siempre que hay una madre hay un niño, van a la par. Para la conciencia que cree en crecimiento y en desarrollo ¿qué crece? Crecen los niños, un adulto no crece; como dice Hillman “si algo crece en mí solo puede ser un tumor”, todo este mito de que hay que crecer y que la vida es un continuo crecimiento, es una huida de la profundidad: en la profundidad no se crece, se es lo que siempre se fue, lo que no se deja de ser nunca y se es muchos, no crece ese uno que integra, al contrario solo crece el espacio para todo lo otro.

Este quizás sea el don, si es que hay un don en Plutón. El don de Plutón no es nada para la vida y es todo para la muerte, porque es la profunda serenidad y aceptación y pausa y tempo y espacio y acogimiento: dejar ser a lo que es. Lo que da Plutón es también paciencia; paciencia y paciente, cuando llega Hades somos todos pacientes, pacientes del gran terapeuta, capaces sostener el dolor y no curarlo, quitarlo, combatirlo, pelearlo; la última manifestación de la madre tierra: “pastillas, pastillas para el dolor, químicos para el dolor ya que el dolor es solo una consecuencia de una causa material”. Poder sustentar ese dolor, vivir ese dolor, vivir con el dolor, sin identificarse con el dolor -que es lo que lleva a las conductas histéricas y paranoicas-; el dolor está y tú estás en el dolor, atender al dolor. Terapia quiere decir atender, ser un servidor: a-tender, y tender-a. Se atiende al dolor, se lo deja ser, se es con el dolor y es probable que lo que se vivía como una llaga insoportable tenga como inadvertida consecuencia de que el que ha cambiado eres tú, has perdido esa sed propia del thymos y de phrenes, de frenetismo de vida, el impulso a comérselo todo, se ha perdido eso y en su lugar hay una profunda melancolía que puede dejar ser a todo lo que es; lo cual es una cualidad nada valorada socialmente, je,je,je: no hay adónde llegar…adonde ir que no sea la muerte.

La expresión «psicoterapeuta» se encuentra por primera vez en Platón, referida a Sócrates. En la «Apología de Sócrates» este afirma estar al cuidado del alma: ser psico-terapeutes. Es esta atención, que en Sócrates también aparece como la consulta al «daimón». Los daimones (genios), mediadores entre los mundos, mediadores entre los hombres y los dioses, son muchos y variados. Eros, según Platón. Pero también Logos. Eros y Logos son mediaciones, daimones que conectan el mundo «de arriba» con el «submundo», el reino de lo manifiesto con el mundo in-visible y sombrío de Plutón.

Cuando me vino a buscar Plutón lo que yo únicamente preguntaba es ¿Adónde van, adonde van todos con tanta prisa, adonde corren todos? Yo estaba detenido claro, completamente detenido, materialmente detenido, je,je,je, absolutamente frenado! Sin posibilidad de movimiento ninguno, ni adelante ni atrás, ni a la derecha ni a la izquierda, fijado en ese punto. No fijado solo materialmente sino fijado en un espacio donde todo lo que parecía real antes se volvió bidimensional; el amigo que venía a traerme algo y decía “te lo dejo porque tengo que ir a hacer…”, y yo pensaba ¿adónde van, por qué corren? Están todos corriendo ¿Adónde? Si solo hay ésto, este «estar»…entonces toda esa agitación ¿adónde va? Va a la muerte, que ya está aquí, están muriendo y no lo saben, y en esa negación de la muerte hay un impulso «frenético» a una vida que es muerte, puesto que el reino de la muerte, Hades, está ya. Entonces esta conciencia no de muerte futura, sino de muerte presente, es profundidad. No es dejar de vivir nada, al contrario, es una mayor disponibilidad para acogerlo todo, pero ubicarlo en su altar propio, en su topos, porque la mitad visible de todo se completa con la mitad invisible -que es la de los dioses. La gente dice, “hombre pero de adentro hay que volver al mundo” y sin duda, el alma se hace también en el mundo, pero hay en esto un error: el adentro no es para volver al mundo; en el submundo se encuentran los dioses y los dioses devuelven al mundo, pero al mundo al que te devuelven (regresan, epistrophé) no es el mundo del que saliste. Ya no vuelves más, porque ese mundo era ilusorio como tal, has accedido ahora al mundo, y ya no eres aquél yo que fuiste, sino más receptivo a reconocer esto otro, lo que no se ve en lo que se ve.

Platón menciona que en el alma hay un amor por el Hades, es decir el amor, el Eros, el lucero del alba que es lucero del ocaso: hay un deseo en el alma que no es deseo de vida, es deseo de muerte; el Tánatos que encontró Freud en el atardecer de su vida. Freud al final de su vida se encuentra con un tumor de garganta. También lo encuentra al alba, cuando muere su padre que para él es el acontecimiento más importante en su vida y decanta su proceso terapéutico. Freud se analiza a sí mismo (es un caso único en la historia del psicoanálisis, como la auto-terapia de Jung será único en la psicología analítica), desciende, hace su nekya y baja al mundo de los sueños. El resultado de esto es un libro que cambió el mundo, que es “La interpretación de los sueños” y que no es solo un libro de psicología como disciplina académica, sino que es la narración de un viaje personal al reino de Plutón, al mundo de los sueños. Recuerden que Hypnos es uno de los hijos de la Noche. Oneiros es otro de los hijos y Oneiros son las fantasías que aparecen en los sueños. Es curioso que Freud, la primera búsqueda que hace de lo inconsciente la hace a través del hipnotismo y como verán, el mito hace la vida de Freud, él sin darse cuenta restablece los pasos rituales; el mundo de Hypnos que es para los latinos Morfeo y Freud tiene sus experiencias con la morfina y con la hipnosis, sin saberlo está haciendo todo el ritual del descenso a la noche; y su interpretación de los sueños es una confesión personal y por eso es tan poderosa, no es un tratado científico, es una nekya, es un viaje a ese mundo del que no se vuelve, y al final de su vida aquejado por la presencia de la muerte vivida en el presente cambia su idea y dice “no solo Eros es la fuente de la vida” que en él se manifiesta como la convicción del erotismo y el impulso erótico como la principal base de la vida psíquica, de Psique, sino que dice “no hay Eros sin Tánatos”, al final de su vida descubre a Tánatos otra vez: en el alma hay un impulso a la vida, el impulso sexual que diría él, la sed de objetos externos, pero también hay un amor a la muerte, al desprenderse de esta vida, hay un llamado a la muerte también. Es interesantísima esta parte de la obra madura de Freud, que los freudianos no aceptan en general, pero es la más cuestionadora y quizás por esto no la acepten porque Freud aquí ya se vuelve casi mítico, cuando habla del Tánatos, de que hay algo en el alma que desea morir al mundo natural. Ya lo dijo Platón en el alma hay un Eros fascinante, hay un Eros que quiere ir al Hades, desea a Hades.

Luego dice Platón; no ha de estar tan mal Hades si el alma no quiere abandonarlo y no quiere dejarlo porque recibe ahí todas sus riquezas, es rico en profundidad, permite que el alma crezca como alma hacia abajo, no crece hacia arriba, no es el mito del crecimiento de nuestra psicología y de nuestras terapias donde crecer es hincharse cada vez más como un pavo: “soy más consciente, más noble, integro la sombra, un mundo de más, más y más. Esa idea de integración que quiere decir exaltación como una montaña, y no coincide con el aumento en profundidad porque es el aumento en el descenso. Es un menos, menos y menos: ser más en lo ilimitado es ser menos prepotente, detrás de la exaltación del crecimiento, del ser-más-y-más, hay una resistencia, un miedo, una defensa: se vive lo demás como decadencia. Es curioso, el reino de Plutón para muchos se manifiesta como decadencia; todo está gastado, todo está muerto, todo decae y es cierto que esta es una de las manifestaciones de Plutón y lo invade a una el sentimiento de que la muerte ya está presente en las cosas y en esos momentos en que las cosas presentan la muerte empieza la desnaturalización o la psiquización, como quieran llamarlo.

Sigue Platón: “El alma por lo tanto desea a Hades porque Hades la llena de riquezas”. La visión de Hades que ofrece aquí Platón no es la visión de un ser terrorífico del cual huir, sino de un acogedor, amable y considerado sofista (de «sophos»: sabio) que atiende a sus huéspedes. Por eso dice al final Platón que Hades es el tema de la filosofía, ¿qué quiere la filosofía? La filosofía prepara al alma para la muerte, le da cabida a ese impulso de muerte, es este alejarse del mundo natural, alejarse de la literalidad; toda la filosofía de Platón hace eso: desvela que lo que llamamos cosas y hechos son simulacros, figuras en un espejo, no originales (de arkhé: lo arquetípico) ¿dónde están los originales? Están en la profundidad, están en el reino de Hades. El reino de Hades es así la dimensión arquetipal.

O sea que en Platón amor, Eros, muerte y alma van de la mano y ese es el cuerpo de la filosofía: el filósofo no se prepara para morir algún día, el filósofo comprende la muerte ya presente y desde esa muerte presente comprende la vida. La filosofía de Platón revela una vida que es vida-para-la-muerte.

Lo que caracteriza a los griegos es que hay una diferencia esencial entre dioses y mortales, precisamente la diferencia viene de la expresión «mortal», la gran diferencia que hay entre nosotros y los dioses es que los dioses son inmortales y nosotros somos mortales. Este bache no se salta para los griegos, las esferas de actividad son totalmente distintas y los dioses que no van al Hades, no van porque son inmortales, pero todo lo mortal le pertenece al Hades y por eso el destino de los hombres, de los humanos está vinculado al Hades. El primer culto con dioses mortales e inmortales está en los órficos (Orfeo muere y resucita) que es un preludio del cristianismo. El cristianismo va a proponer un dios que muere, lo cual es abominable para los griegos ¿Cómo un dios va a morir si la esencia de lo divino es que es inmortal? Por eso los paganos, como decían los cristianos. consideraban abominable e incomprensible la adoración a un dios que muere, porque si se muere no es un dios y si es un dios no se muere. Ahí surgen un montón de herejías para la Iglesia Católica, como los que dicen que Cristo no murió, que era un simulacro, pero Cristo en verdad no moría nunca porque no podía haber nacido, y eso es una herejía. O que Cristo no era inmortal sino que realmente murió porque sólo era un hombre, lo cual es otra herejía; pero es incomprensible que sea un dios y sea mortal. Justamente este rechazo de la mortalidad es lo que va a teñir la dogmática cristiana. Con el cristianismo las cosas cambian porque Cristo muere como sabemos todos y al tercer día resucitó. En los Evangelios se dice que desciende al Hades, pero Cristo desciende como un Hércules a conquistar. Cristo desciende para acabar con la muerte, para eliminar para siempre el reino de la muerte, de tal manera que quien le siga no morirá. Cristo es el camino para evitar al Hades y por esto ha descendido, no porque fuera mortal sino para realizar la tarea heroica de liquidar la muerte, para que quien le siga esté más allá de la muerte. Al liquidar el infierno, al liquidar el submundo, al obviarlo, el cristiano hace un trueque: no cambia psique por thymos, como advertía Heráclito, pero cambia psique por pneuma, por espíritu: se espiritualiza al alma, el espíritu es inmortal. La negación del submundo es paralela a la negación de los sueños. En el cristianismo ya no se atiende a los sueños. La imagen del que duerme es la imagen terrible del que no sigue el camino espiritual. Pablo y Mateo hablan de que la vida en el espíritu es un perpetuo estar despierto, el mundo de las imágenes múltiples y variadas, el mundo de la imaginación deviene una manifestación del demonio; el espíritu solo ve verdades, no ve imágenes y la verdad es una. Ante lo uno que ahora ya no es la unidad del ego sino que es la unidad del espíritu, lo múltiple y variado tiene que ser expulsado. El infierno, el submundo por lo tanto se demoniza y hay una progresiva identificación de Hades con Satanás.

Ahora si que empiezan los tormentos; el otro Hades atormentaba sólo a la conciencia de Perséfone porque le mostraba lo ilusorio de esa realidad y ese es el tormento. No era que la metiera en calderos de agua hirviendo; el dolor del Hades griego es el dolor de la pérdida de realidad del thymos y la aparición de lo imaginal, de la sombra como lo otro de lo real, es el dolor de la pérdida de la tridimensionalidad de la extensión a cambio de la profundidad. No es que en esa profundidad te pinchen y torturen ya que en esa profundidad no hay ni cuerpo. En cambio en el cristianismo la cosa cambia. Una razón para nuestra dificultad con el submundo es que, en nuestra perspectiva Occidental, entre nosotros y el submundo está la figura de Cristo tal y como fue presentada por los primeros padres de la iglesia en los siglo I y II después de Cristo.

Tertuliano por ejemplo decía:

“Fue con este propósito que Cristo descendió al infierno, para que nosotros no tengamos que descender”.

Más tarde Lutero va a decir literalmente:

“La resurrección de Cristo es nuestra resurrección, a medida de que el corazón crece en fe en Cristo, se debilita la muerte y la priva de fuerza hasta que está enteramente sumergida y desaparece definitivamente. A través de El enterraremos la muerte también físicamente y eternamente desaparecerá de modo que nada será visto o conocido de la muerte ya nunca más”

¡Vaya tarea! Acabar con Plutón, acabar con el submundo, que desaparezca el reino de lo muerte.

Orfeo y Dionisos descendieron para redimir amores personales, Orfeo por Eurídice y Dionisos por su madre. Hércules tenía una tarea que cumplir, Eneas y Ulises hicieron sus descensos para aprender, obtuvieron consejos tanto del padre de Eneas como de Tiresias, el viejo sabio, respectivamente. Pero la misión de Cristo en el submundo era anularlo mediante su resucitada victoria sobre la muerte. Cristo baja al submundo con un propósito, baja con una lanza, baja en son de guerra. Por causa de esta misión, todos lo cristianos fueron liberados para siempre del descenso. Lázaro se vuelve el paradigma para la humanidad: “despiértate y anda», vuelve aquí, vuelve del reino de los muertos y sé una criatura resucitada. Todos emergeremos, la vida eterna no está en el submundo sino en su destrucción

Como dice San Pablo: “Oh Tánatos ¿dónde está tu aguijón?, Oh Hades ¿dónde está tu victoria?” Cristo os ha atrapado, quien sigue a Cristo ya no pasa por Hades, ya no conoce a Tánatos. El misterio cristiano es la erradicación de la muerte. La erradicación de la muerte es anunciada como trompetas victoriosas ante la muerte, y el reino de la muerte, ahora como infierno de sufrimientos, es descrito como un reino de aguijones, de látigos y de tormentos, un reino de imágenes confusas que tapan la verdad.

En estas trompetas y en esta destrucción ¿no encontramos nuevamente a Victoria, Nike, criatura de Estigia aun llena del odio de su madre? Ahora no miremos lo que dice Cristo, miremos desde dónde lo dice y veremos que en ese ir al infierno ya hay un deseo de victoria. Recuerden que Victoria es hija de Estigia. La conquista del Hades conjura para los cristianos una horrenda imaginería: aguijones de escorpión, serpientes, langostas infernales y las picas que los antiguos mitos atribuían a Hécate. Este lenguaje evidentemente indica una misión tan fuerte en el cristianismo temprano a fin de borrar un bastión fundamental del politeísmo de su época: el Palacio de Hades, el reino del submundo. El Palacio de Hades es politeísta, en él existe la variedad, la diversidad, todo tiene cabida y esto hay que combatirlo.

Y al sueño también. San Pablo opone el sueño a transformación, dice así: “no dormiremos sino que seremos cambiados” el cambio no será como dormir, el cambio será volvernos espíritus «siempre despiertos» e inmortales.

Como sabemos Sueño y Muerte son gemelos ya que son hijos de la Noche, y además son hermanos de Eros, del Eros de la noche. Soñar es entrar por lo tanto en el reino de la muerte y estar llenos de Psique. Evidentemente soñar es experiencia de pura psique, el sueño es una experiencia totalmente anímica. O sea que cada noche cuando soñamos entramos en el ámbito de psique en estado puro: desaparece la materialización, el ámbito de «lo natural» (physis), lo «físico» y entramos en un mundo de imágenes enormemente reales, pero con la realidad de Psique.

Si Freud quería reducirlo al mundo material y con esto traicionaba a Hades, o muchos en el camino de Jung querían volverlo un mundo personal proyectado, con lo cual perdía su cualidad divina (en tanto que ámbito de los dioses), el cristianismo directamente lo quiere suprimir: “desaparecerá el sueño” -cuando despertemos, claro. En lugar de soñar y estar llenos de Psique (que ocurre cuando soñamos, ya que soñar recuerden que es morir, es decir: es entrar en el mundo de Hades, lo sueños vienen de abajo por lo tanto y no de afuera, nos cogen y nos llevan ahí abajo), en lugar de esto los muertos se elevarán en un parpadeo instantáneo. Como dice San Pablo: “cambiar no es dormir y dormir no es cambiar”.

El modo de redención del cristianismo no pasa por el sueño, ni pasa por la imaginación; esto significa para la psicología que lo que ocurre en el sueño y los ensueños no puede entenderse con una mirada cristiana como si fuera un cambio redentor. La prohibición de interpretar sueños está presente en la Biblia y luego la prohibición de la astrología y del trabajar con imágenes del alma; todo esto se erradica en nombre de la verdad del espíritu. Arúspices, adivinos, seres que hablan con imágenes, solo son criaturas engañosas, la verdad está en entregarse plenamente al acto de despertar y seguir a Cristo.

La palabra que Pablo escoge para «transformación» se puede traducir como «regateo». No es solo moverse de un lugar a otro, o de una situación a otra: es dejar esto para tomar aquello. Se trata de una translación de psique (que quiere decir del reino del alma) a pneuma (que quiere decir espíritu). De lo que se trata es de espiritualizar al alma.

Para emerger y encontrar al Señor ahí arriba (porque ya no está abajo), debemos volvernos pneumáticos, es decir espiritualizados. La victoria sobre el sueño y la muerte es parte de la misión más amplia del cristianismo que intercambia alma (psique) por espíritu (pneuma). El misterio ascensional del cristianismo cambia psique por pneuma, la victoria cristiana sobre el submundo es así esencialmente una pérdida del alma. Uno de los efectos de esta batalla es la satanización de Tánatos, hijo de la Noche. La figura negra con alas de las descripciones paganas se vuelve, tal como dice San Pablo en las Epístolas, “el último enemigo”. ¡Pobre Plutón!, señor de los sueños, señor de las imágenes, señor de la profundidad, que ahora es «el último enemigo» a vencer. La personificación de Plutón como Satán, lo vuelve la personificación del principio del mal. A partir de ahora el submundo es el infierno de castigo y de ardor. Hasta ahora no había esta moralización.

El submundo se vuelve enteramente moralizado, ahora rige la moral; el bien y el mal, la verdad contra la mentira. Fíjense que antes no se hablaba en estos términos, además el reino de Plutón era enteramente a-moral, no tenía cabida la moral, pero ahora se vuelve enteramente moralizado; la muerte equiparada al pecado: “Solo morirán los pecadores, e irán al infierno, pero los que sigan a Cristo ni morirán, ni dormirán sino que estarán libres de la muerte para siempre en un estado de perpetua vigilia”. Parece bonito, pero ¡vaya, a qué precio!

Como ocurre con la regla psicológica el pecado que uno comete uno lo atribuye a aquello con lo cual se comete, la justificación moral para destruir al enemigo, en este caso a Plutón, es que el enemigo es destructivo. La imagen cristiana del infierno es así una proyección de una imagen infernal en el seno del cristianismo. De la misma manera que la imagen heroica de que “hay que curar”, es una proyección de la enfermedad que acompaña al ego: el héroe es culpable y proyecta la culpa a aquello contra lo que combate, el cristianismo lleva en sí un infierno al que proyecta en el reino de Plutón. ¿Cuál es el infierno que lleva? La negación del alma. La negación del alma aparece inmediatamente como un ámbito de mal y el mal hay que combatirlo. Habrá sido en furiosa desesperación por el mal trueque que ha hecho el cristianismo al perder el alma, la profundidad, el submundo, las personificaciones del la imaginación, a cambio de una espiritualización idealizada de los objetivos del mundo de arriba. Solo de un modo, perdiendo a Cristo, podría reaparecer el submundo, pero en este caso como perdición, maldición y terror, el submundo como reino del diablo. ¿Y que otra reacción es posible ante esta imagen intolerable, tal como indicaba su agresividad? Temor al diablo. Por eso se le temía, lo cual también indicaba que uno estaba en peligro de perder a Cristo. De modo que el diablo fue establecido por el miedo, la imagen del diablo todavía persigue en nuestros temores de lo inconsciente y de la psicosis, (que es la preocupación y el miedo de los terapeutas), de la psicosis latente que supuestamente se esconde en lo inconsciente.

Fíjense que todavía hay hoy una aproximación a lo inconsciente como lo peligroso, lo infernal, donde puede estar latente la psicosis, ese mundo oscuro, tenebroso y peligroso. Esto toma su proyección de una imagen que confunde submundo con infierno cristiano. Además aún nos volvemos a métodos propios del cristianismo: ¿cómo hace el cristianismo para combatir el submundo y soportar la pérdida del alma? O ¿cuál es la consecuencia de la pérdida del alma? Será lo siguiente: moralizar, buenos sentimientos, compartir en comunidad, ingenuidad infantil como propiciaciones contra nuestros miedos. Es decir, contra el miedo al infierno hay que ser buenos, hay que compartir, hay que ser morales, hay que ser ingenuos. Seamos como niños, querer a los otros como niños, abrazarnos como niños en una conducta impecablemente moral nos salvaría del infierno. Fíjense qué negación de la profundidad y del reino de la sombra, una mirada desprovista de sombra, una mirada ingenua: el modelo de las ovejas, del rebaño que sigue al pastor, el rebaño inocente de ovejas dulces y mansas que siguen al buen pastor. En lugar del clásico descenso de la nekya hacia la imaginación se nos ofrece moral y buenos sentimientos.

El submundo aún retenía asociaciones con los mitos clásicos y el cristianismo en un doble toque maestro se deshizo del submundo y lo volvió horroroso como la única alternativa al sendero cristiano: cristianismo o submundo; se debía escoger ¿y quién va a escoger el horror? Si esta es la alternativa. la elección ya está presupuesta.

Los sueños que tenían su hogar en el submundo también debieron volverse anti-cristianos y por ello en el cristianismo los sueños son enemigos. En efecto, los sueños juegan un papel muy pequeño en el Nuevo Testamento, de la misma manera que desaparece la palabra «psique» y empieza a ser substituida por «pneuma». Los sueños solo pueden ser revelaciones del mundo nocturno, mensajes o tentaciones del demonio, de Satán. Por lo tanto en los sueños se revelan los demonios y un cristiano tiene que huir de los sueños, los sueños son la tentación. Naturalmente los sueños todavía pertenecen al linaje de la Noche, eso no pueden evitarlo: los sueños vienen de otro mundo, y en el momento en que se demoniza el otro mundo se demonizan los sueños y se demoniza con ello la imaginación, se demoniza la fantasía, se demoniza la sexualidad y a cambio en lugar del amor, del Eros, nos queda una sexualidad meramente maternal, material, natural, justificada por los frutos terrenales. Es un precio muy alto porque es un sexo sin alma, un sexo reproductivo. Toda figura anímica resulta pecaminosa y proviene del diablo. Es un camino duro el camino del adepto, es un camino que traiciona al alma.

Por esto podemos ver lo desalmado de las cruzadas por ejemplo, lo desalmado de las conquistas y la expansión del cristianismo que no es sino una eliminación de toda imagen y de todo deseo y de todo sueño en nombre de «la verdad». Es característico del espíritu el buscar verdades absolutas; donde hay una verdad absoluta, se detiene el proceso, es lo opuesto a la psique que no tiene límite, que no tiene fondo. La psique profundiza y profundiza y profundiza y es indefinidamente profunda, no se llega nunca a un punto fijo, todo punto fijo se disuelve siempre en imagen y en imaginación Pero claro, si hay una verdad absoluta, se acabó.

Fíjense que los dos extremos de lo anímico son: el mundo del cuerpo con su literalidad de hechos y el mundo del espíritu con sus verdades absolutas; o las morales, las ideas abstractas, o las cosas-ahí-afuera, los hechos fijados. Ni en las cosas, ni en las abstracciones hay atención al alma.

Por esto es interesante la aparición de Hades, porque la emergencia de Hades desmoraliza completamente y desustancializa completamente. Si han pasado por momentos de horror, de no entender nada, de perder el control de su funcionamiento cotidiano habrán visto que se ha desliteralizado el mundo y de ha desmoralizado también y esa es la característica de psique: “ahora ya no se nada, ahora ya no entiendo nada, ahora ya sólo queda mirar detrás, ser llevado, ya no sé ni qué sí ni que no, ya no me lo puedo creer, ya no veo ni luz ni camino ni verdad, ni hechos ni importancia” y empieza el proceso de hacer alma.

Hay una tendencia muy marcada en el cristianismo: el cristianismo se presenta como una doctrina espiritual, como jamás se presentó el paganismo. El paganismo no se presentaba con una doctrina moral para evitar ir al infierno o para irse al cielo, sino que el paganismo se presentaba como una revelación del mundo como algo variado y múltiple, con infinitos niveles de realidad, nada más. Pero en cuanto aparece la doctrina espiritual, aparece otra vez inadvertidamente el ego heroico, solo que su conquista ya no es la conquista del mundo, de la naturaleza, de los hechos, sino que ahora es la conquista del espíritu, ahora es un camino de lucha para llegar a la verdad. ¿Se dan cuenta de esto, que es muy parecido pero en otra dirección? Lo más difícil es atenerse justamente a ese plano de Hades que da cabida a todo y que deja ser; no se deja ser si se va a los hechos, pero menos se deja ser si se disciplina con el espíritu. El cristianismo, ante la imaginación, adopta el camino espiritual.

Esto está muy vivo hoy todavía, quiero decir que muchos astrólogos y muchos lectores de tarot, e incluso muchos psicólogos y terapeutas, y el mundo de la new age, venden espíritu a cambio de alma y pretenden ante sus consultantes orientarlos espiritualmente… ¡Qué peligro!, je,je: “esto no debería pasarte, tienes que hacer esto y tienes que proponerte y tienes que luchar y tienes que crecer», etc. Preceptos; la característica del camino espiritual son imperativos, no mirar y dejar ser, sino dirigirse audaz e intrépidamente con la total certeza a la meta prediseñada. El camino no lleva al mundo pero tampoco lleva al submundo; este camino espiritual quiere trascender el mundo, irse fuera del mundo. Pero lo curioso es que el alma crece comprometiéndose en el mundo y por eso desde la sombra se nos empuja a esta realidad, porque aquí se hace alma. Salir de aquí es salir completamente del proceso de hacer alma y es identificarse con una verdad incambiable. Por esto Wallace Stevens, gran poeta de la imaginación, de decía a Giovanni Papini, escritor cristiano espiritualista: «El camino que lleva hacia el mundo es más difícil que el camino más allá de él».

Otra cosa que prospera hoy en día: por un lado se ofrecen muchas curaciones para el dolor y también se ofrecen muchos caminos de vida. La gente dice “bueno ¿hacia dónde tengo que ir? Dame un significado para vivir». Aquí hay un peligro, el espíritu habla de significados, pero el alma habla de imágenes. Cuando a una imagen la transformas o traduces en un significado has matado a la imagen, se acabó el proceso imaginal, ya tienes el concepto, la idea, ya no hay más proceso de profundización.

Esto pasa mucho en el tarot hoy, o la astrología, la gente quiere que le digan “qué quiere decir esto” para ya no tener que mirarlo. Entonces ya no procede imaginativamente, sino que procede conceptualmente. En astrología también: “el Sol es el propósito vital” y hasta sustituyo toda la dinámica solar por la palabra propósito, ya está!: no atiendo a las imágenes solares, sino que rápidamente las he substituido por conceptos de una deslumbrante claridad. Pero cuidado porque la claridad no es propiedad del submundo, el submundo no habla de claridades sino que habla de sombras. El submundo, donde reside el alma, está poblado por las sombras que la claridad no advierte

¿Entendieron esto del cristianismo? ¿porque el infierno, porque la culpa? La culpa es morir.

Hoy en día hay algunas doctrinas para mí muy delirantes, doctrinas aparentemente espirituales vinculadas al cristianismo aunque se presenten como doctrinas indo-americanas anteriores a la conquista y por lo tanto nada que ver con el cristianismo. Se habla de la sabiduría de los antiguos chamanes del México precolombino, antes de la conquista, pero se vende detrás de esto la misma idea. Se vende la idea de vencer a la muerte, el triunfo sobre la muerte, y por lo tanto el camino de la vida es una empresa mágica para conseguir trascender a la muerte y llegar a vivir en un estado de conciencia que inorgánico, el vivir cinco mil años o cinco mil millones años. Es una colocación en la vida ante que la muerte es una derrota…

Por supuesto que es un mito, como todo lo demás, pero lo que yo miro en ese mito como le decía a un amigo que predica ésto es “vas a morir muy mal, porque para tí la muerte va a ser una derrota, no sólo es morir sino sentirse derrotado” y esto es tremendo, no va a ser una profundización, es decir, para ti cada «hora tonta» del día es una derrota.

Las horas tontas del día son las horas de Hades, las horas en que no estoy cumpliendo con un propósito, en que me quedo atrapado con los ojos en el fondo de la taza del café en medio de una especie de angustia y entonces el yo piensa “es una distracción, horas tontas, no significan nada”. Es la basura que aparto de mi camino, la basura que recoge Hécate y que se lleva al submundo.

Esto es Hades, Hades son todos los rodeos, todo lo que llamo rodeo, distracción, error, equivocación, pérdida de tiempo; naturalmente, sólo es perdida de tiempo para alguien que tiene una tarea, un objetivo, una misión. Para Hércules, para el hombre comprometido en el mundo, el submundo es pérdida de tiempo, distracción, error o enfermedad. Entonces, las horas tontas del día son horas de Hécate. También hay un altar para las horas tontas si volvemos al reino del submundo. En el submundo hay un lugar hasta para esos ratos en que uno se ha quedado adormilado, perdiendo el tiempo. El tiempo perdido naturalmente es tiempo devuelto a la eternidad. ¿Qué pasa en esos momentos que no forman parte de tu biografía heroica? En la Cábala ya se decía y con mucha sabiduría, que «hasta el día del más sabio tiene sus horas tontas». Eso que llamamos horas tontas son las horas de Hécate, la figura del submundo, las horas de ensueño, las horas de imaginación, cuando ha desaparecido la conciencia centrada y dirigida a un punto, y en su lugar hay una fluir y flotan las imágenes y te sacan de aquí; estás ante la taza de café y ya no estás en universo tridimensional sino que estás en el reino de las sombras. Claro, no estás trabajando, no estás produciendo, no estás invirtiendo, ausente del mundo del reino materno, material, natural, literal, y has ido al submundo, no al subterráneo. Esa es la parte de Hades, esa parte despreciada podría ser reconsiderada ¿qué es lo que en mí desprecia esto? ¿qué es lo que en mí llama a este divagar «rodeos» y no «momentos esenciales» del camino? Al final Hades te dice “todo es lo mismo”, en cada punto, en cada momento está todo lo que es, “no llegarás a ser nada, porque ya eres, ya es todo lo que es, todo está ya”. Todos tus rodeos son reencuentro con lo mismo y los descensos a Hades te llevan al mismo sitio: siempre vuelves al mismo sitio, siempre regresas a ese estadio frío, absolutamente frío, donde no pasa el tiempo y donde no hay ningún objetivo porque es el objetivo final.

El objetivo de todo es Hades, adonde vamos, de manera que pensamos en la muerte al final nos llevará a Hades, pero en realidad es adonde estamos yendo ya. Por lo tanto, si que ese es el final de todo, las psicologías que hablan de un final en realidad están vinculadas a Hades. Te dicen: lo importante es el «para qué», lo importante no es el porque “¿porque me pasa esto? porque me hicieron esto y volvemos al mundo natural. Las psicologías finalistas que esencialmente son Adler y Jung se liberan de la esclavitud de lo maternal y hablan del símbolo: lo importante no es por qué sino para qué. Pero si son honestos hasta el final tendrían que comprender que el para qué no es sino Hades, el para qué es el submundo: ahí va a para todo.

¿A dónde va mi proceso de individuación? Va a la muerte, ¿adónde va mi vida? Pues va a la muerte, y ya está ahí, ésta es la última respuesta: no es para la vida, sino que vivimos para la muerte. Platón ya lo vio. No para algo que pasará delante, sino para algo que ya está pasando en nosotros. ¿qué pasa si vivo mirando a la muerte? Ahí aparece Jano, esa figura que tiene un rostro para adelante y un rostro para atrás, este dios que mira a los dos camino, como Hécate que tiene tres cabezas y mira en tres direcciones a la vez, a diferencia de Hércules que es unidireccional, que va adonde va y no ve los otros caminos. Los dioses del submundo miran alrededor, no miran directamente. En el mismo momento en que te está tocando Plutón, en ti se ve el brillo en los ojos de lo no dicho, no es que luego me voy a una introspección y pregunto por el sentido de las cosas, eso es desconexión: es en el acto mismo en que aparece oír lo no dicho y que se oye muy claramente en lo dicho ¿Quién oye lo que no se dice? ¿quién ve lo que no se ve? ¿quién me muestra la otra cara de la moneda de lo visible en lo invisible? Esto es estar en el submundo y para esto no hay más que ahora. Toda esperanza de futuro es una defensa contra el ahora.

Esto lo tenemos que preguntar: cada vez que soñamos y proyectamos ¿no habrá una defensa contra dejarse estar? ¿qué pasa si dejamos estar, qué empieza a pasar entonces? Es una buena pregunta, porque creemos que hacemos cosas porque queremos y lo más probable es que no nos queda más remedio que salir huyendo a la acción, dado que se teme en nosotros lo que se teme. Empezar a ver los actos corajudos y valientes como la otra cara del temor. ¿Qué odio hay que me empuja a hacer? ¿Qué miedo hay que me lleva a una borrachera maníaca de actividad? Siempre van a estar ahí la Noche, Tánatos, Hypnos, Hades: la irrevocable invitación a la profundidad.

En este punto surge algo interesante, que es justamente la psicología de Jung. Pobre Jung, hijo por un lado de la profundidad, seguidor de Freud -y este lenguaje no sería hoy posible de no ser por la obra de Jung, no estaríamos hablando como hablamos de no ser por Jung, no estaríamos cuestionando los modelos de normalidad, no estaríamos descubriendo que lo subterráneo no es el submundo, que hay modelos distintos de feminidad y que hay una feminidad que no tiene nada de maternal, que hay una feminidad chtónica que no se relaciona ni con el tener hijos, no con el instinto, ni con el cuerpo sino con la conexión con lo profundo y que es un error por lo tanto ver en lo femenino lo maternal a priori como si todo fuera lo mismo. Esto para muchas chicas será una tranquilidad, para esas chicas que no sienten el deseo de tener hijos y piensan que deben tener algo mal porque tendrían que ser madres. También sienten otro llamado y es un llamado femenino pero no maternal, es femenino pero no es terrenal, es femenino pero es chtónico, es de la negrura de la no luz y es curioso, los órficos decían: “en este mundo del sol diurno solo hay un guía, pero en la oscuridad es donde se ve la luz y el amor Eros”. El órfico va a buscar la luz y el amor en la oscuridad, no en la exterioridad.

Pues puede ser que el no sentirse vinculado a dar frutos y a producir no sea simplemente negación de lo femenino, de lo femenino material si, de lo femenino maternal si, pero con la llamada de Hécate ¿qué pasa con la llamada de Hécate que es la compañera permanente de Perséfone? Hay ahí una vocación también. Son buenas preguntas porque yo conozco a chicas que se comen el coco, o no se lo comen pero se sienten obligadas a dar un montón de justificaciones y cuando uno tiene que dar explicaciones es que hay culpa, donde uno explica hay un niño que se siente culpable. Si tu tienes que justificar y explicar lo que haces te sientes pequeño. Como decía aquel lema “el adulto informa y el niño explica”. Si tienes que explicar porque no tienes ganas de tener hijos, si es algo que no quieres simplemente afirmar sino que debe ser explicado es que hay una conciencia culpable ¿y dónde no va ha haber una conciencia culpable donde femenino está vinculado a maternal, y a terrenal y a frutos de la tierra. No sentirlo ¿qué implicaría un problema con el cuerpo, un problema con el instinto? pero puede ser una llamada a desnaturalizar el instinto y regresar a la imaginación.

Jung restableció la dimensión de la imaginación, él habló acerca del diálogo permanente con el alma, él hablo de que alma la hay en todo sólo que se la olvida, y que todo lo que se ve es visto a través del alma, y así cuando creo que hablo contigo no hablo contigo sino a través del alma, y que la toma de conciencia de este «a través» me permite obtener un diálogo más reflexivo: no solo hablo contigo, hablo con el alma a través de la cual me aparece lo que me aparece. En el fondo es un gran discípulo de Hades, seguidor de Psique, es el gran recuperador de la psique en una cultura donde se la había perdido, pero por el otro lado era hijo de un pastor protestante. Qué tremenda la historia de tener que servir a señores que están en guerra, o sea: el alma que pertenece al submundo y a la imaginación, por un lado, y Cristo que niega el submundo y que propone una verdad transmundana, como decíamos: “o sigues a Cristo o sigues al diablo”; pero Jung no podía no dejar al alma, pero el alma es el diablo entonces según el cristianismo. O seguir al espíritu y perder al alma o seguir al alma y perder a Cristo.

Jung era plenamente consciente de que el camino de Cristo eludía el camino del alma y por el otro lado era cristiano. Así que tuvo que encontrar su camino propio, y su obra es un poco el buscar la relación con el submundo, buscar una mediación que Cristo no hace. De alguna manera tuvo que chtonizar, oscurecer a Cristo, no tanto para invocar a Plutón -que es Satán- sino para convertir, enriquecer la experiencia de Cristo con otra figura mediadora que está en contacto con el submundo: y esa figura es Hermes. En su maravilloso tratado “El espíritu Mercurio” que es bastante difícil, no es de las obras de lectura fácil, Jung trabaja con Mercurio-Hermes como representante del alma e intenta poner en Mercurio la mediación que acepta el submundo como realidad y que a su vez pueda mantener un vínculo con Cristo. El Cristo de Jung es el Cristo Hermético, no es el Cristo de la Iglesia; y por eso Jung se vuelve hacia la alquimia. Cuando habla de la conciencia hermética habla de una mediación, habla del mundo del alma, de un servicio al alma, puesto que él sabe que hay un descenso: Jung también hizo su nekya. Jung padeció en términos clínicos una psicosis. Eso que en la vida diurna es una psicosis, se volvió loco: hizo su descenso. Toda su visión psicológica proviene de esta experiencia.

Así como Freud se encontró solo y entró en su nekya a través del análisis de los sueños ya que nadie se los analizaba porque no había analistas de sueños, tuvo que recontarse su historia a través de los sueños e hizo un proceso de conversión, pues Jung también se encuentra solo, se encuentra solo ante las imágenes del alma en el submundo y es esa experiencia la que marca su pensamiento en psicología. Vemos cómo los grandes psicólogos no son creadores de doctrinas, sino primera y primordialmente portadores de una experiencia personal y son portadores de una experiencia personal del submundo, que ha marcado su vida y su obra. La importancia no está en lo que dicen, la importancia está en desde donde dicen lo que dicen; y a través de ello resuena otra vez el mundo olvidado o negado de Hades.

Por lo tanto Jung no puede apoyarse en la imaginería cristiana del submundo, porque entonces aparece como el pecado, el infierno, la culpa, el pago por los pecados, es el tormento eterno y Jung sabe que no es así, Jung sabe que es el mundo del alma y por lo tanto tiene que recurrir a otra imaginería que reviva el submundo de una forma que los cristianos no puedan considerar infierno ni diabólica, y esta imaginería que ya es más propia del Renacimiento es justamente la alquimia. La alquimia le permite a Jung hablar de las imágenes torturadas del alma, de la desnaturalización de la experiencia física en experiencia psíquica. La alquimia le abre la puerta para llegar otra vez al submundo que el cristiano niega; para un cristiano el descenso es descenso siempre al reino de Satán. ¿Cómo va a hacer su descenso Jung y reconocer que no es el pecado y el mal, sino que es el camino del alma? La imaginería torturada de la alquimia le abre las puertas, donde Hermes es el portador de esta revelación del submundo -Jung habla mucho de Hermes Psicopompos, no habla solo del mercader que hace tratos. sino que habla del que hace tratos con el otro mundo, Hermes «conductor de las almas al más-allá», habla de Hermetismo, Plutón es el rey de lo invisible porque es hermético, porque ve el vacío presente. Hermes es Psicopompos porque conduce al reino de Plutón.

Ahora vamos a reconducir todo esto a la imaginería más común: ¿de que me sirve todo esto si por ejemplo soy astrólogo? Vamos a ver todos los temas que hemos ido tocando al pasar. Hemos ido tocando el tema de la culpa con la sombra, de los pensamientos que no se ven o motivaciones ocultas, de lo mistérico o lo esotérico, pero detrás de todos estos temas, y esto es lo novedoso, hemos tocado a Plutón como el que hace alma a partir de todo lo tangible, Plutón como el ámbito puramente psíquico; en Hades no hay hechos, no hay cosas, no hay tangibilidad: solo hay puro y exclusivo proceso del alma, por lo tanto en el Hades cambiar alma por hechos no está permitido, o dicho de otra manera: en la casa astrológica donde tengas Plutón no hay posibilidad de literalización, los hechos desaparecen y solo aparecen estados del alma, es decir hay un viaje al infierno, hay una necesaria profundización que no se da porque quieras, que no se puede literalizar porque son imágenes psíquicas incesantes. El ámbito de Plutón es psique en estado puro.

Si lo heroico es la negación de la sombra, donde hay sombra verá un fallo y ve una tarea, y por lo tanto no se atiende a la sombra como un camino sino que uno se hace responsable de la sombra. Inmediatamente la conducta heroica, que deviene responsable, lleva la sombra de la culpabilidad. Esa sombra se puede proyectar en figuras del reino exterior y arremeter contra los objetos que se han vuelto ocasión de que uno se sienta culpable y pelear con ellos; “mi padre, mi madre, mi jefe, la sociedad capitalista, la estructura convencional de la familia” y a todo esto le atribuyo la culpa contra la que lucho, pero la culpa nunca proviene del mundo exterior, la culpa es manifestación de la sombra, que es sentida como culpa por la actitud heroica.

No se puede hacer una fórmula, pero si una invitación: si hay un sentimiento de culpa, hay un yo heroico que lo está experimentando y, naturalmente, experimentarlo como tal culpa impide toda posibilidad de conocimiento: se busca así curación, se busca transformación o se busca redención y trascendencia, que es el camino del espíritu, pero no se sigue, no se escucha la invitación de la sombra. Y la sombra no es tuya sino que pertenece al submundo.

A mí esta idea me parece absolutamente notable y a tomar en cuenta: lo que hago se genera en la sombra. Esto cambia toda la idea de que lo que yo haga, lo que yo decida, lo que yo piense y lo que yo quiera resulta punto de partida y fuente de situaciones, sino que ahora ello es la consecuencia de lo que en mí -y muy a mi pesar- se está haciendo; y lo hace la sombra, y cuando digo sombra ya no digo un enemigo, no digo la sombra como un enemigo, digo la sombra como la presencia permanente del submundo, del vacío si quieren decir así. Toda mi actividad es una forma de llenar la vaciedad, esa vaciedad que invita a otra cosa, la vaciedad que no comprendida se transforma en compulsión de actividad

Aquel que haya pasado por tránsitos de Plutón más o menos importantes (por el sol, la luna, etc.) y que varía según la persona y la colocación, pero que en todos los casos se conecta con la idea de derrumbamiento, hay una idea de derrumbamiento, lo que uno daba por seguro y por sólido se disuelve.

Otra idea: destrucción. Se disuelve, lo que era fijo, estable, seguro, un hecho contable y confiable no está más, se abre el suelo de debajo de los pies, emergen estados de ánimo, emerge el ánima. Convoca psique. Ya no son los hechos lo que importa, los hechos han perdido su sustancia, ahora estamos invadidos por imágenes. Es una experiencia importante porque te saca de esta vida literal y natural, es una experiencia importante porque relativiza esta vida; ahora bien, en cada cual se vivirá desde donde esté instalada la conciencia. Para una conciencia Perséfone esto es una violación terrible que despierta indignación, ya que si no se acepta permanece aferrada al mundo de arriba y la rabia y la violencia reprimida en el submundo. Detrás de la Perséfone dulce hay una furia vengadora: “que le corten la polla a todos!”, “todos son potenciales violadores” “me han quitado mi inocencia, me han quitado lo único que me importaba”. Es decir que no hay la pérdida de una realidad, sino la convicción de de que «lo perdido» sigue siendo lo único real solo que ahora ya no puedo accederse, no ha habido tanto la penetración en otra realidad, sino solo el sentimiento de privación de esta, sin el encuentro de la otra y por esto se aferra a esta y, curiosamente, se vive desde una sombra, se vive desde el submundo sin saberlo y detestándolo. Las Perséfones al principio sólo sienten a Plutón como el que les quita su fertilidad y las destruye por tanto como mujer, ya que mujer y maternidad se vuelven sinónimos. Sienten lo que les han quitado (y sale toda la rabia) y piensan que no hay nada a cambio; claro que hay, pero lo que hay implica otra manera de mirar, una instalación en el submundo del cual se ha devenido inadvertidamente señora y mediadora, oficiante y sacerdotisa.

Pero hay distintas formas de vivir a Plutón; para una conciencia hermética es la posibilidad de vivir para siempre, para el resto de tu vida, informado, atento a, viendo el reflejo en lo que lo refleja, oyendo lo no dicho en lo dicho, sumamente interesado en el mundo no solo por lo que se muestra sino por lo ocultamente presente, sería la experiencia permanente de misterio, sería vivir desde el misterio y misteriosamente.

Como yo suelo decir cada vez que hay un tránsito de Plutón: “no saldrás, no se trata de salir, se trata de vivir sabiéndolo, es decir, antes vivías sin saber creyendo que era sólo-eso y ahora vives eso y sabes que no es eso tampoco, y que es otra cosa”. Así aparece el reflejo, lo reflectivo, lo reflectante, juego de espejos, nada es sólo esto o aquello, no hay reducción posible, nada simplemente está, pues al estar no está, y al ser no es, ni siquiera yo, yo ya no soy yo ¿quiénes hay en mi?

Por lo tanto se adquiere multidimensionalidad que es justamente lo que convoca la expresión «politeísmo»; los sueños que vienen de Hécate, la furia que viene de Estigia, el componente heroico que se plantea un ascenso, no es que no vengan, es que vienen y voy viendo de donde vienen y no solo hacia donde aparentemente van. Esta doble visión e: vas hacia delante y sin embargo estás en el fondo, ya no es o arriba o abajo, es por arriba que estés siempre hay un contacto con el abajo y esta es la conexión hermética. No es la conexión de una Perséfone que se siente ultrajada y que quiere ser Deméter, sino que es la conexión hermética; se está siempre en el linde, se está siempre entre múltiples caminos. Cuando se dice que hay un camino hay muchos, y el tomar uno no es solo tomar uno sino relacionarse con los demás. Hay mucho de Heráclito en esto, y mucho de Hermes.

El reino psíquico, el mundo de Hades, está muy poblado, hay allí multitud (lo que para el cristianismo será que los diablos son legión): habitan allí las personas imaginales… y no solo los antepasados, aunque también ellos. Pero quien se siente solo es quien cree sólo en «personas externas», personas del mundo fuera; es el que más le teme a esto porque lo ve como «lo otro», «la nada», «lo irreal», de repente caigo en un vacío y en una soledad y me horrorizo; es el comienzo de Hades, ahí hay otros, pero para la conciencia heroica los otros solo pueden ser algo a vencer o algo a curar, es la psicopatía, lo que no puedo admitir, pero son los permanentes compañeros de la vida. Estamos en medio de otros, habitados por dioses, están todo el tiempo. Pero hay quien se siente solo, hay que mirar este sentimiento de soledad porque tiene que ver con la convicción de que sólo yo puedo estar vivo (ser real), quiero decir “solo yo y los otros yos”, donde no hay un yo (lo cual se entiende como un sujeto humano) no hay nada y es terrible.

Por eso cuando yo desaparezco, soy llevado hacia dentro y si soy heroico lo vivo como la nada, sobre todo porque entendemos por alma “lo personal”. Este proceso de despersonalización sería ¡ah!, la nada, un universo de nada afuera (materia muerta, partículas, agujeros negros, galaxias), todo cosas muertas, todas cosas sin alma, ¿cómo voy a hablar con un agujero negro? Son todo procesos físicos sin alma, un universo material absolutamente muerto y lo único vivo anímicamente es la gente. Luego, ¡sin gente no hay nada!, ¡nada de nada! Es terrorífico. Todo lo demás que no sea personal es vivido por la conciencia heroica como irreal. Naturalmente la irrealidad aparece, ya que no es meramente irrealidad, sino es otra dimensión de la realidad, curiosamente mucho más animada y psíquica que esa realidad que tu crees que es real y que no es nada más que un conjunto de simulacros muertos: hechos opacos, datos estadísticos, cifras, conceptos y preceptos.

Es curioso, en el mundo de Hades no hay cosas, en el submundo hay «personas», están los muertos, hay animales y hay dioses, pero no hay objetos; en el mundo psíquico no existen los objetos, en el mundo psíquico todo está vivo, objetos sin vida solo aparecen para la conciencia yoica. Cuando desaparece la conciencia yoica desaparecen los objetos sin vida. No es que haya la soledad, lo que hay es un sentimiento de soledad que acompaña a un tipo de conciencia.

Cuando aparece el “qué solo estoy” hay un héroe en el medio que está buscando otro que comparta la aventura, u otro con quien pelearse u otro con quien aliarse en la empresa heroica. Pero si no hay otro con quien compartir o con quien pelear no hay nada, porque el yo, a todo lo que no sea yo o como-yo, lo llama «nada», lo llama «muerte»; la muerte es nada porque no es yo y por eso hay tanto miedo al mundo de Plutón, porque el yo desaparece ahí. La idea de la muerte es que se acabó yo y se acabó todo, esa es la literalidad, porque sin yo no hay nada y la experiencia de Hades es que justamente tú, no. Por eso es sumamente humillante, lo dice Hillman “la entrada es sumamente humillante porque es el sentimiento de inferioridad”. Esto también recuerda aquella afirmación de Jung en el sentido de que todo encuentro con el sí mismo es una humillación. Ante Hades todo muere, ya no sirvo, ya no soy efectivo, yo no estoy cambiando, estoy enfermo, estoy imposibilitado y aparecen todas las imágenes de la alquimia, me estoy pudriendo, soy una llaga pestilente, se desprenden mis miembros, no puedo más, pero esto está lleno, está lleno de presencias; como esa frase tan bonita Jung inscribió en su casa de Bolingen: “invocados o no invocados, los dioses están presentes”.

Estamos hablando psicológicamente, no pretendo que salgan de aquí a buscar un ritual prendiendo inciensos a los dioses, no es ese tipo de inciensos lo que quieren los dioses, no es una cañita con olores que se supone que está ahí y le hablo ahí, no, no; los dioses tienen profundidad y ese es el sacrificio para los dioses: la renuncia a la superficialidad, la renuncia a la literalidad, el ver el trasfondo; y ahí no hay soledad, el niño está en nosotros, el niño que fuimos está en nosotros, quien ha negado este niño lleva una rabia muy grande contra los niños, los ve molestos, fastidiosos, inmaduros, ve en el niño algo que tiene que ser dirigido para que deje de ser niño, pero eso es el niño que lleva: está puteado ese niño y ni siquiera está atendido, está tan literalizado que se conduce así ante los niños “los niños son un estorbo, son algo a educar, a dirigir, a llevar a un objetivo, son molestos porque no están acabados”.

Pero también la relación que se tiene con los viejos es la relación con el viejo que vive con nosotros. Así que si uno se pasa el día puteando al propio viejo que está con uno ¿qué le esperará en la vejez?, porque nos encontrará, nos viene al encuentro. No vivimos solos, vivimos con ellos y ellos son con nosotros tal y como nosotros somos con ellos. Cuando llegue ese momento en que ya no habrá naturaleza a la que agarrarse, objetos que construir, hijos que parir, éxitos que conseguir, me miraré al espejo y estará el viejo ahí y me relacionaré con ese viejo como me he relacionado con la vejez durante mi vida, con el viejo en mi, el viejo que ya estaba allí cuando yo era pequeño. Hay niños que atienden mucho al viejo y se lo pasan muy mal de pequeños porque son pequeños viejos, eso son los que luego son viejos que no son viejos porque han atendido mucho al viejo. Cuando llega la hora en que se presenta el viejo que te acompañó, es un buen compañero, es el viejo sabio, te trae mensajes del otro mundo. Él que sabe del submundo te orienta, es el guía, no el diablo; pero si te has pasado la vida puteando al viejo, te has pasado la vida sintiendo que la vejez es despreciable o temible, combatiendo la vejez, eludiendo la vejez, estirándote la piel para no parecerte al viejo, buscando cualquier tratamiento que postergue al viejo, entonces cuando aparezca este viejo estará maltratado, estará lleno de recriminaciones. Pero no es que ahí aparece algo nuevo, ha sido todo el tiempo así, solo que ahora se manifiesta: sale para afuera, se encarna. Por eso digo que hay que estar atento a lo que hacemos en el reino de las sombras, porque lo que vivimos aquí en el reino de luz está en correspondencia con lo que hacemos en el reino de las sombras. Si en lugar de atender tanto a ésto, atendemos en esto también el reflejo de la sombra, es decir, si vivimos también para nuestra muerte, el sentido de la muerte será distinto de cuando vivimos huyendo de la muerte.

Voy a proponer algo que tiene que ver con el trabajo en la sombra, que no es que yo trabaje en la sombra sino que me doy cuenta de lo que al hacer esto le estoy haciendo un homenaje al lado sombrío. Jung tuvo una idea excelente y que sigue siendo muy válida y es que el alquimista, que como ustedes saben estaba comprometido con un trabajo en su laboratorio/oratorio para transformar, a partir del material desdeñable, los metales en oro, en lo más valioso… bueno,Jung decía que el alquimista se enfrenta a lo desconocido y cada vez que el ser humano se enfrenta a lo que no conoce inevitablemente y espontáneamente hay una proyección de la fantasía, es decir, ve en eso lo que le habita imaginativamente, sólo que lo ve «allí-afuera». Si yo por ejemplo miro al cielo y veo unas luces extrañas automáticamente se me impone una explicación ¿serán platos voladores, serán satélites, serán mensajeros del más allá, serán estrellas fugaces? No se qué serán, pero al verlas son inmediatamente percibidas desde una fantasía. No soy consciente de la fantasía, pero ello es lo que promueve y provee la interpretación de lo que ya aparece como un hecho.

Desde esta mirada Jung se acerca a la alquimia y dice que el alquimista, que se encontraba ante lo desconocido, lo elucidaba desde la fantasía, y haciendo un trabajo material, lo que estaba haciendo era alma. Las explicaciones del alquimista para los procesos que observa en la materia son explicaciones desde lo imaginal: “el rey está siendo torturado para unirse con la reina” y esa era la interpretación de lo que veían, se les aparecía allí en la materia misma la realidad del alma.

Entonces Jung decía que la alquimia era un compendio maravilloso de material psicológico casi en estado puro, sólo que vivido como proyección, como manifestación material; pero lo que el alquimista vivía en y a través de la materia son procesos de la psique. Entonces Jung relee la alquimia y cuando el alquimista dice “producir plomo de tal manera” Jung no lo entiende como producir plomo tal y como lo entendemos, hoy sino que ese plomo es un estadio y un estado del alma. Lo que hace Jung es psicologizar a la alquimia.

La misma mirada la podemos extender y podríamos a su vez psicologizar a Jung, bueno, no a él sino a su visión, que para nosotros es Jung. Entender que lo que Jung va elaborando con su explicación del alma, es una elemento anímico; no sé si lo que Jung cuenta es la verdad o no, pero lo que sé es que lo que cuenta revela poderosas imágenes de la fantasía.

El tema de lo femenino es un tema que tiene una larga historia en Occidente, que se conecta con la fantasía de lo femenino. En realidad lo femenino no es más que el depósito conceptual de infinidad de fantasías. Fantasías que al no ser reconocidas como fantasías siempre han aparecido como hechos; es que el alma cuando no se la atiende como alma aparece naturaleza y es ahí cuando- como dijo Heráclito- vendemos el alma por hechos. Fíjense que la fantasía de lo femenino, ¡uf! es complicada, se tendría que hacer un psicoanálisis de la imagen occidental de lo femenino, presente en hombre y en mujer y presente culturalmente y presente colectivamente, donde lo femenino siempre ha sido lo incomprensible, lo rebelde, lo que no se ajusta a la forma cristalina y precisa, en cierto sentido lo inferior, por no tener la definición pneumática de lo masculino. Lo masculino es lo claro, lo perceptible intelectualmente, lo que se puede entender transparentemente, y lo otro aparece como lo opaco, lo femenino. No es que lo femenino, sea lo que sea sea eso, sea opaco, pero es visto así porque así está siendo vivido y uno describe eso, pero lo que describe allí es lo que sin darse cuenta esta presente imaginativamente.

La desvalorización de lo femenino continua todavía hoy, ha pasado por todo tipo de variantes y no hablemos ya de la historia mítica de Adán y de Eva. Eva es creada en segunda instancia, es decir, Dios crea a Adán, Adán sale directamente de Dios, pero Eva es creada a partir de la costilla de Adán. En este sentido es de segunda mano y su realidad no es más que una realidad derivada de otra primaria realidad que es lo masculino. De ahí que se haya asociado con Eva la materia como opuesto al espíritu. En realidad en lo femenino la proyección constante es la proyección del alma o de psique, y todo lo que se ha dicho por lo tanto de las mujeres o de lo femenino era el reflejo del estadio de la realidad subconsciente se estaba y de la relación con lo anímico.

Por ejemplo lo femenino demoníaco, la mujer como ocasión de pecado y de tentación, la mujer que debe ser guiada con mano recta, pasar del padre al marido porque dejada a sí es criatura caprichosas e inestable. Esto es una percepción del ánima como traicionera, del ánima como de lo que pone en peligro la masculinidad. Ustedes saben que los seres humanos, no saben innatamente cómo se producía la concepción, históricamente los humanos hemos visto naturalmente nacer, pero el misterio del nacimiento ¿cómo diablos nace la vida?, pues era un enigma. Lo que veíamos es que las perras paren, pero los perros no, las gatas paren, pero los gatos no, las mujeres paren pero los hombres no ¿cómo diablos ocurre esto? Se tardo muchísimo y muchísimo tiempo en vincular la sexualidad con la reproducción, a nadie se le ocurría pensar que porque hiciéramos hoy el amor dentro de nueve meses saldría un niño, ese fenómeno, de acaecer, era en principio vivido con total independencia de la relación sexual. Es decir en el principio el acto de vida aparecía como enteramente femenino, la mujer solo generaba desde sí, porque era auto-generante. Luego se empieza a hablar de la intervención de dioses y más tarde se descubre que el macho es absolutamente imprescindible para la reproducción de la especie.

Fíjense, las primeras teorías de la sexualidad reproductiva, cuando ya se sabe de la necesaria participación del macho, hablan de que la vida propiamente está en el espermatozoide, la mujer solo es la contenedora para que esa vida. que solo proviene del masculino, pueda formarse. La mujer da el recipiente pero la energía, con todo el desprecio por el receptáculo entendido como materia respecto a energía, lleva a ver en la mujer algo secundario en su participación en la generación de vida. La mujer solo contiene y recibe la chispa de la vida del hombre. Los flujos que aporta la mujer son prescindibles para la vida, o sea la creación es un acto masculino. O sea que la visión de la mujer sigue siendo el depositario de lo secundario y esta mirada despectiva que en el fondo no solo aparece proyectada en la mujer, sino que aparece también en la psique, que en todos nosotros es la relación con psique que hay ahí, el desprecio por lo anímico, desprecio por lo que no es redondo ni cuadrado y perfecto y traslúcido y espiritual. El desprecio por lo imaginal, el desprecio por la vida inmanifiesta, en cuanto la vida interior no sea producto de la voluntad o del entendimiento. Todo eso no es consciente, pero se pone en la acción.

Cuando Freud redescubre el inconsciente, reaparece el alma con su enorme profundidad ¿cómo no iba a ser que reaparece en mujeres? Es a través de las mujeres que el alma regresa a Occidente y para Freud, en su primera teoría, es la histeria la gran manifestación del inconsciente, porque el alma aparece como lo inconsciente para Freud todavía y no como una región variada, sino como «no-Europa», para decirlo de alguna manera. Esta no Europa somatizada es una manifestación típicamente femenina, de tal manera que lo llama histeria que provine de «hysteros», que quiere decir «útero». La histeria solo podían padecerla las mujeres y esto no es un hecho, porque no hay hechos, pero esto es lo que apareció como hecho ante una mirada que sin saberlo sigue viendo en lo femenino lo inferior.

Esta mirada todavía está aquí, una y otra vez se repite: las conquistas sociales de las mujeres no implican para nada que el hecho de que seas mujer garantice de que en tí misma no haya un desprecio y rechazo permanente a la psique, lo psíquico. Hay mujeres fálicas, mujeres porque tienen cuerpo femenino, pero un alma castigada bajo el impulso heroico masculino. O sea que aquí nadie está en mejor situación.

Entonces todas las explicaciones de lo femenino, más que como una descripción de lo femenino habría que mirarlo como la proyección de esa visión, de su relación con la psique que se ve siempre «ahí afuera», ahí «en lo-otro».

Hasta ahora los modelos por ejemplo, el modelo críptico o el modelo hercúleo de hombre-dios excluyen la feminidad. La feminidad es aquello que tiene que ser conquistado, la feminidad aparece como el dragón que esconde el tesoro, el héroe debe enfrentarse al dragón en lugar de huir del dragón y al enfrentarse al dragón accederá al tesoro que custodia el dragón. Pero el dragón sigue siendo femenino. La ballena que se devora a Jonás, lo femenino sigue siendo un gran animal, una especie de monstruo, que es un obstáculo para el héroe, es la condición del héroe, pero a su vez el enemigo del héroe. Lo femenino tiene que ser conquistado. Desde esta mirada de conquistador lo femenino siempre aparece como un peligro o como una tarea, o como una dificultad, o como un accesorio imprescindible quizás, pero un medio para un fin. No es de extrañar que las mujeres hayan sido consideradas como un medio para un fin, porque las mujeres han sido las portadoras de la figura de psique por excelencia. Desde esas afirmaciones brutales como «animal de cabellos largos e ideas cortas», o la discusión medieval de si la mujer tenía alma o no, ya que no había ninguna duda de que el varón tenía alma como descendiente de Adán, pero ¿la mujer tenía alma o no? ¿Se le otorgaba la estatura de la psíquico o era un ser meramente material/maternal y un medio para la procreación de hombres?

Esto no habla de las mujeres, esto habla de la tremenda imagen de la psique imperante y sin reconocimiento. Todavía hoy, la imagen de la psique sigue siendo denostada como algo peligroso y por eso habría que empezar a no confundir psique con inconsciente. Lo inconsciente es un término desvalorizador, es un término diurno, es un término hecho desde el ego. Inconsciente quiere decir “no yo”, pero todavía no ve lo que hay ahí. Tenemos que salir del “no Europa” y empezar a atender Polinesia, Melanesia, África del Norte, África del Sur. las diversas Américas, y no sólo “no Europa”. Porque en esta identificación de lo inconsciente con lo femenino, lo femenino se ha vuelto la proyección de todos los males imaginados y todos los peligros potenciales en el camino del héroe. Esto sigue estando, aun disfrazado.

Por ejemplo incluso hay la mitología esta de la integración, la última integración que parte de que de hecho hay dualidad, hay masculino y hay femenino, la meta de la obra es una integración. Pero eso también lo podemos psicoanalizar.

Volvamos a Heráclito, en la mera afirmación de lo masculino está presente la feminidad. No es que hay lo masculino y por otra parte lo femenino, en esta afirmación de masculinidad escondida está la feminidad, nunca hay masculino sin femenino, nunca. Esta mirada que separa masculino y femenino separa porque mira desde la separación, desde la alienación, desde la alteridad. Así como no hay ninguna afirmación del día que no sea una afirmación de la noche, no hay ningún acto de vida que no sea ningún acto de muerte, no hay ningún acto de superficie que no sea ningún acto de profundidad (que yo me cuenta es otra cosa), en cada afirmación de masculinidad está presente sustentándola una afirmación de la feminidad.

Entonces esto de verlos como separados ya parte de una visión que debiera ser analizada, porque tal vez no haya tal escisión originaria, es decir, arquetípicamente. Tal vez la androginia está al comienzo y al final, tal vez esa última fusión no es última porque esté más adelante sino porque es más primaria y al ir a buscarla desde la separación sin darme cuenta la estoy negando.

Hillman habla mucho de esto que propone un psicoanálisis del psicoanálisis y llega a decir que es necesario proponer otros continentes, otros contenedores, otros moldes, otros mitos que nos saquen del mito hombre-mujer que plantea automáticamente una lucha: Eros como discordia, Eros como opuesto, es necesario otro mito. Claro, él va a encontrar un mito que es muy temible para occidente, va a encontrar un mito de un dios androginal que es Dionisos.

Dionisos es hombre y mujer simultáneamente. Pero Dionisos es visto para la conciencia que separa a “andros” y “ginos” como el caos de la confusión indiferenciada, como la locura, como la esquizofrenia, como el delirio. Desde esa aproximación la androginia del punto de partida es decretada una enfermedad, pero acaso es decretada una enfermedad porque la enfermedad está en la mirada. Se ve como enfermo, pero volvemos al tema de la sombra ¿qué hay en el ojo, en la mirada, que hace ver esa sombra?

Tal vez no haya una separación entre masculino y femenino, tal vez el hablar de femenino y masculino es estar instalados ya en una visión alienada, aunque sea hablar de ello para buscar unirlos, aunque sea hablar de ellos con la aspiración a la unión, porque esto implica ya el desconocimiento de que son uno.

Yo se que esto que digo es una barbaridad para mucha gente, pero llevo años diciéndolo, antes que Hillman, je,je,je. Y paso por loco, cuando intento eludir -no accedo- a toda estas dualidades de masculino, femenino, de cuerpo y espíritu. Son catálogos conceptuales, oposicionales, de lo que es que es indivisamente todo lo que es.

Entonces el hombre que se plantea como hombre en esa afirmación de hombre hay una imaginación inconsciente ya presente sin la cual no habría esa colocación de “lo masculino”. Autodefinirse como hombre ya presupone una idea de mujer aunque no sea advertida, y por eso esa descripción de hombre contiene ya una mujer, el hombre contiene la mujer, no hay una mujer fuera que integrar. Incluso está presentado como hombre porque está arrojado desde la sombra, que es esa mujer en la sombra; y la mujer que se define como mujer y busca al hombre, ya su propia definición de mujer, que es lo que ve a la luz, es la proyección de un hombre en la oscuridad, porque no hay mujer sin hombre en el mismo acto.

La coexistencia de los opuestos no es que primero uno, después otro y después se junten, sino que en el acto del uno está el otro, sólo que si uno se muestra el otro está escondido. Nosotros decimos “lo masculino ha de unirse a lo femenino o viceversa” y ya los estamos mirando como dos cosas. Lo masculino va a buscar lo femenino fuera de sí y la misma colocación de masculino ¿quién te ha llevado a eso? Es ese no reconocido femenino. Entonces lo que hay es la androginia, olvidada, negada, reprimida, temida y buscada, pero buscada porque no es sentida como presente: ¿cómo voy a buscar lo que ya está? En realidad sería dejar caer todo lo que en mí impide reconocer que ya está. Entonces es decir “yo no veo, veo lo masculino y lo femenino y por lo tanto voy a la búsqueda de la unión” pero sigo atrapado en la visión separadora, pero si no me doy cuenta fíjense que voy a la búsqueda de «lo otro»; pero si me pregunto: “¿pero como es posible esta búsqueda?” Solo es posible desde la ausencia, entonces me paro y cambia el sentido, ya no se trata de buscar, sino de mirar qué es lo que me impide reconocer que ya está, sí: ya está. ¿qué es lo que en mi se resiste a dejar ser lo que es?. Y volvemos a lo mismo de antes: que no hay nada que conquistar, no hay futuro, no hay desarrollo… ¡ya está!, ¡ya está todo!

Este es el cuento que contaba de los cabalistas:

Dicen los hasidim que el mundo es la Presencia de Dios (la Shekinah) y la Presencia de Dios se manifiesta en el júbilo y en el amor.

¿pero como Rabí -preguntaba un estudiante-, si el mundo está lleno de lucha, de discordia y de enfado? Siendo así no está aquí la Presencia Dios.

-Es que la Presencia de Dios- respondió el Rabí- sólo es visible para la lámpara que es el corazón . Es una lámpara que cuando se enciende reconoce la Presencia.

Pero nosotros ya no creemos ni sabemos que el corazón es una lámpara de luz divina, sino que cada uno se cree dueño de su corazón. Al no encenderse la luz la Presencia no está, no es visible.

Por lo tanto en lugar de buscar cómo hacer que venga la Shekinah, es ¿qué diablos hay en mi que no la reconoce? ¡porque estar, ya esta!

¿Cuáles son los velos? Esta es la idea del Hades, velos, A-Ides, lo Aides (sin aspecto visible) está y no lo veo. Cuando digo «lo masculino» y «lo femenino» ya estoy atrapado en un A-ides que no veo, pero que me hace ver lo que veo. ¿desde que Idea, que no es mía pero está en mi, aparece masculino por un lado y femenino por otro? Si aparecen separados ¿qué idea me fuerza a esto? Ese Idea es «A-ides» porque es invisible, pero genera la visibilidad que me presenta esto; darme cuenta de que está: esto es la conciencia de lo invisible. Lo visible en mí como manifestación de lo invisible.

La búsqueda de integración de masculino y femenino está condenada al fracaso, porque la misma unión que postula, ya está separada en su postulación, no la va a encontrar, hay ya una tonalidad guerrera, si parte de dos, entonces no serán uno. Tal vez sean uno antes de aparecer en dos, ¿Qué tipo de conciencia hay que hace aparecer el dos?

Esto todavía se literaliza y uno encuentra debates donde “los hombres y las mujeres” “los hombres piensan y las mujeres sienten” ¡pero qué barbaridad! Pero la gente se lo cree y lo repite ¿y qué es eso que llaman «los hombres» y «las mujeres»? Son los continentes de A-Ides, la idea que no se percibe, pero que muestra todo lo que se ve. Somos víctimas de pre-juicios, en el fondo esas ideas son los prejuicios, que como son “pre” no los puedo ver, pero todo lo que juzgo ya está condicionado por ese “pre”. La pregunta por el “pre” es la pregunta por lo inferior y por lo interior; lo interior es el “pre” de lo mundano. Todo lo que veo en los hombres y en las mujeres «de afuera» lo veo desde la colocación respecto a lo inferior. Así que advirtiendo esto puedo reconocer qué pasa en la sombra. Pero viendo ahí el problema y queriéndolo arreglar ahí sigo prisionero de la idea que no se explica y por eso postula Hillman: “una percepción de la percepción”. Cuando percibes «hombre y mujeres» percibe esa percepción. Cuando el alquimista percibe y describe, miremos su percepción, leamos su percepción, psicoanalicemos su percepción, no la literalicemos. En lugar de “yo veo así y voy a buscar lo que veo” el tema es: ¿quién percibe que hace ver así?

Hacer esto nos daría mucha elasticidad. La virtud de Hades, la virtud del policentrismo y del politeísmo no es la seguridad, la unilateralidad, la firmeza, la claridad y la verdad sino la elasticidad, la duda, el tomarse las cosas con calma y dejarlas ser, el saber que no se sabe, el mirar periférico, lo abarcador, lo envolvente, lo que los griegos llamaron «peri-echon». Está mucho más cerca de Sócrates todo esto. Sócrates dijo “bueno, yo no sé, pero me doy cuenta de que no sé, en cambio los otros que no saben se creen que saben”. Esta diferencia lo hace todo, porque saber, no sabe nadie; pero muchos son los que creen saber..

Bueno, esto nos pasa a todos; creemos que «los hechos» son así, creemos que sabemos “esto es así” y no tenemos idea. El sabio es el que al verlo, sabe que no sabe y esto le permite ver su no saber.

De allí que antes de enzarzarse en polémicas sobre «hombres» y «mujeres» sería más esclarecedor reconocer la dimensión del alma, que es también el reino de Hades, saber del no-saber, y no-saber del saber. Los temas que hemos rozado esta tarde: Heráclito el Oscuro, el «más-allá-de-la-superficie», Sócrates, el daimón y el cuidado del alma, el mundo del Eros y el mundo del Logos, la de-formidad, el de-crecimiento, la imaginación y la patología, son otros tantos caminos que, atendiendo a sus hondonadas, a sus fosos y a sus grietas, nos permiten acceder al insondable reino del alma, que no es otro que el mundo de Plutón.

Barcelona, 21 febrero 2004

Saturno & El don de la melancolía: Una revisión – Enrique Eskenazi

2º Seminario sobre Saturno dado por Enrique Eskenazi, donde se sigue profundizando en la imagen y símbolos de Saturno por ejemplo en relación al clásico tema mítico del Puer & Sexex.

Transcripción literal por Charo Soriano y Silvia Lebrero del seminario que tuvo lugar el 1 de Octubre de 2005

Primera Parte

Giramos siempre en torno al mismo tema: Saturno, la melancolía; fundamentalmente en torno al tema de la depresión. Y qué sea la depresión es muy discutible, ya en el anterior Seminario le dedicamos muchas horas al tema de qué sea la depresión y vimos que nadie puede definir lo que es la depresión, que a lo largo de la historia solo podemos constatar lo que la gente pensó acerca de la depresión. La historia de la depresión es la historia de las distintas miradas sobre lo que nadie sabe. Es hasta posible que no exista una cosa así como “la» depresión. Es probable que no exista , sino que existan personas, cada una singular e irrepetible, que se ven abrumadas por una serie de estados de ánimo muy variados, con sintomatología muy distinta, y todo eso se cataloga como «depresión». Porque no hay dos casos iguales: unos duermen poco, otros duermen mucho, unos adelgazan, otros engordan. La única constante es la tristeza, que también es una palabra muy vaga. Y el miedo.

Esta fue ya la definición que dio Hipócrates en el siglo III AC de la melancolía, que es como se llamaba entonces la depresión.

La melancolía se caracteriza por el miedo y por la tristeza sostenidos, decía Hipócrates. Aún hoy parece vigente eso de “si la tristeza dura demasiado”, (problema muy serio saber cuánto es demasiado y cuánto es demasiado poco)… “si la tristeza dura demasiado, podemos hablar de depresión”.

Luego hay muchas teorías, – no lo desarrollo ahora porque ya lo vimos la otra vez-, varias teorías acerca de si la depresión es lo mismo cuando «viene por» un factor que lo desencadene, como por ejemplo la muerte de un hijo, de un ser querido, la perdida del trabajo, en cuyo caso se clasifica como «depresión exógena», o si «carece de factor (externo) desencadenante, en cuyo caso se la llama «depresión endógena».

Cuando este estado se conecta con una pérdida (de una persona, de un trabajo, etc.), y si no dura «demasiado» entonces es comprensible, reconocible, aceptable y hasta saludable (acaso patético, pero no «patológico»): se llama «duelo». El duelo es un tiempo de «bajón», del que luego uno vuelve. Pero si dura «demasiado» entonces suele hablarse de depresión.

Pero también hay depresión «sin causa»: cuando no hay ningún acontecimiento al que «remitir», referir o incluso «reducir» este estado, y entonces se habla depresión endógena. Pero todos estos son nombres que se ponen desde fuera. Ninguna persona que esté pasando por ésto tiene definiciones ni rótulos, como no sea los que toma prestados de los demás.

La descripción desde dentro de la depresión, desde el deprimido, es tan variada como variadas son las personas.

Pero lo que sí hay son constantes lingüísticas: hay palabras que recurren desde la época de Hipócrates, metáforas que recurren permanentemente en las descripciones de ésto, que no se sabe lo que es, que es la depresión.

Hay metáforas constantes y lo que nos va a interesar a nosotros, – no vamos a hacer medicina ni ofrecer cura ni nada por el estilo-, ya que vete a saber si tiene cura, vete a saber si incluso está para curarse. Vete a saber. No sabemos nada. Lo único que haremos al principio, es atender al lenguaje con el que se habla de la depresión, tanto el que lo padece como el que se encuentra por situación profesional o personal cerca a de esto. Casi se podría decir que la depresión es un lenguaje.

Eso no lo digo yo, esto lo dijo Julia Kristeva en su maravilloso libro «Sol Negro. Depresión y Melancolía», que está en castellano (ver Bibliografía). Es una mirada sobre la depresión que ella misma ha vivido personalmente y considerada también como forma de arte; incluye interesantes reflexiones sobre «El hombre de los dolores» de Durero y otras obras. Kristeva, que emplea un enfoque lacaniano, insistió en que la depresión es una manera de entender la vida, y un lenguaje que determina cómo uno vive, cómo uno se siente. Hay que entrar en ese lenguaje para acercarse a este tema de la depresión: la depresión es un discurso con un lenguaje a aprender, más que una patología a tratar. Y en este Seminario seguiremos, en parte, esa sugerencia.

Pero el tema nos interesa también desde la perspectiva de la astrología y, fundamentalmente, la perspectiva de su imaginería y sus símbolo, no podemos dejar de lado que la melancolía irrumpe históricamente como una “patología”, que tiene una larga historia y que, según todos los anuncios, está actualmente en apogeo -nunca ha habido tanta depresión como hay hoy, y la prospectiva es que seguirá creciendo: la cantidad de paro por la depresión y de consumo de «antidepresivos» en Occidente es impresionante: los mayores se deprimen, hombres y mujeres se deprimen, los adolescentes se deprimen, hasta hay creciente depresión infantil; la depresión está entre nosotros, y seguramente algunos de nosotros estamos dentro del margen de los que, muy pronto, estarán en depresión. Es la enfermedad mayoritaria de Occidente: como luego veremos, según la Organización Mundial de la Salud, se calcula que actualmente hay 121 millones de personas deprimidas. Y la cifra crecerá…

Por lo tanto la depresión está ahí, aunque no sepamos qué es: un síntoma, un síndrome, una enfermedad, un estado del alma o, incluso una revelación del mundo, pero está ahí. La gente se deprime, la gente pierde las ganas de vivir, la gente no tiene energía, hay tristeza y hay desinterés. Y claro, se intentan las soluciones que se pueden intentar dentro del modo de vida que tenemos.

En la otra charla -y hoy no lo vamos a ver- explicamos cómo se llegó a entender y a explicar la depresión como un proceso químico. Las respuestas que puede haber hoy, en su mayoría, se inclinan por afirmar que la depresión es, en última instancia, una cuestión química o bioquímica.

¿Qué pasa en el cerebro? pareciera ser la pregunta dominante, la depresión considerada un problema del cerebro. Esto no es nuevo; ya en el Seminario anterior, y hoy lo repasaremos brevemente, vimos que las antiguas «explicaciones» médicas explicaban cómo «la bilis negra» podía afectar al cerebro. Pero el que se considere la depresión sólo como un «trastorno» de la química cerebral, eso sólo es posible en un mundo que ya no ve lo anímico sino como orgánico, y lo orgánico como una compleja maquinaria química. Como comenté la otra vez y vuelvo a repetir: es curioso que se considere que la depresión, – y no estoy en contra de los medicamentos, que quede claro; cualquier cosa que ayude en este padecer es bienvenida-, pero es curioso que una enfermedad pretenda explicarse mediante la química pero no pueda diagnosticarse por medios químicos: no hay ningún análisis que pueda determinar si tienes depresión o no. Por tanto, químico no es el diagnóstico, sino el tratamiento de… no sabemos qué!. No es que su origen sea decididamente químico: no hay ningún análisis que te puedan hacer que pueda decir que estás deprimido, o que vas a estar deprimido. Solo cuando aparecen estos síntomas, se recurre a la química. O sea que la química ofrece un paliativo pero no una explicación. Con la química se pueden modificar conductas pero esto no quiere decir que las conductas que uno tenia antes provinieran de la química.

La cuestión es: qué cuenta la depresión, qué hace la depresión aquí y qué significa la depresión; y también repasaremos distintas miradas, porque para cada mirada aparece algo distinto, si bien hay un lenguaje y una imaginería que permanecen relativamente constantes

Pero antes de este tema cabe preguntarse: ¿porque la depresión está unida con Saturno?

Voy a hacer un repaso de temas que tratamos en la otra ocasión, pero que vamos a necesitar. La depresión es antigua, antiquísima, esta ya en las raíces de nuestra cultura. Lo que no es antiguo es que sea masiva. Esto sí que es moderno, es un síntoma de nuestro tiempo, del siglo XX y lo que va del XXI. Que esté tan extendida, y aún en plena expansión, eso sí que es novedoso. Pero que estar, ha estado siempre; incluso en otras culturas hay la depresión, con otros nombres. Cada cultura se aproxima a ella de una manera distinta. Incluso que el que se la considere patología o no, depende en parte de los criterios culturales. Según en qué cultura tal conducta es estar enfermo, aunque en otra cultura la misma conducta (si se puede hablar de una «conducta» independiente de la cultura en la que brota!) ya no es estar enfermo.

Eso lleva a preguntarse hasta qué punto la enfermedad no está, en parte, también en la mirada cultural, y hasta qué punto la enfermedad es también un rótulo -porque la noción de enfermedad, claro, depende de otra que no se puede definir: la noción de salud. Y ¿qué es la salud? Otra vez nos encontramos con la ambigüedad.

Los griegos, que son los que bautizaron a esta enfermedad para nosotros, la llamaron «melancolía». Hoy la palabra melancolía ha perdido su significado original, se ha quedado en esto de la tristeza, un temperamento taciturno, una inclinación introvertida y un cierto cansancio del mundo, pero en realidad lo que los griegos querían decir con melancolía es lo que hoy llamamos depresión.

Y no se referían sólo a ese rasgo un tanto poético de la tristeza, “Hoy estoy triste y melancólico”, no: la melancolía era una enfermedad desde el comienzo. Los griegos la vieron ya así: los melancólicos son personas que no pueden llevar una vida normal, desadaptadas, que lo pasan mal. Que sufren y que piden ayuda. No era simplemente un toque triste. Lo llamaron melancolía. Si bien bajo esa expresión abarcaban muchas cosas que con el tiempo se han diversificado y se han llamado «esquizofrenia», «hipocondría», «paranoia», «delirio»… y también nuestra contemporánea «depresión»

Fíjense el origen de la palabra «melancolía»: «melas» en griego quiere decir negro, como en melanina: la sustancia que hace que el pelo sea negro

«Melas»: negro. «Kholé»: expresión griega que se conecta con cólera, la palabra «cólera» proviene del «kholé» griego, que se traduce como «bilis». «Melancolía» = «bilis negra».

Qué es esto de la bilis negra?.

En realidad la palabra “negro” ya se usaba en La Odisea y en La Ilíada no sólo para referirse al color negro, sino como metáfora de lo terrorífico: presagios negros, momentos negros, intenciones negras

La palabra «kholé» se puede traducir por «bilis» -y de hecho así la veremos traducida usualmente- pero la palabra «kholé» también quiere decir furia, rabia, enfado, que en griego se dice «kholas». Así que sin alejarnos de lo literal, una interpretación de melancolía seria: horrenda furia, negro enfado y puede ser interesante porque esto sí que no lo vimos la otra vez: hoy tocaremos el tema de la conexión de la depresión y la ira, la depresión y la rabia, la depresión y el enfado.

Aparentemente una persona deprimida parece que no estuviera enfadada, parece, en casos serios, que no sintiera nada más que tristeza y terror. O incluso apatía, expresión que proviene de «a» que es «sin» y «pathos», que podemos traducir por «sentimiento». Y sin embargo ya en el origen de la palabra «melancolía» se la vincula con un estado de rabia o frustración. Ya veremos si es así; no digo que sea así, sólo miramos lo que la palabra dice.

Pero, y esto es curioso y significativo, además de verse como una enfermedad, por melancolía o «bilis negra» los griegos se refirieron uno de los cuatro humores del cuerpo.

“Humor» es líquido, quiere decir líquido. Y claro, la teoría humoral que es muy antigua también, que ya comienza con Hipócrates y que adquiere carta de ciudadanía con Galeno más tarde, y atraviesa toda la cultura Occidental hasta el siglo XVII, es la teoría que se basa en que hay 4 líquidos o humores que, cuando se equilibran generan el «buen humor». Así esta fantasía es una fantasía fisiológica: lo que se esta viendo son cuatro líquidos fundamentales para el equilibrio del cuerpo, que es la salud.

La sangre es uno de estos humores o líquidos, indudablemente perceptible. La sangre se percibe, aunque más complejo es determinar qué se percibe en la sangre, ya que este «humor» es también, y ante todo, una metáfora y una imagen: como cuando decimos a «sangre fría» o «llevarlo en la sangre», «hacerse mala sangre», «tener sangre de horchata». La bilis también puede percibirse, cuando vomitamos por ejemplo, sale bilis, a la que llamaban bilis amarilla. La flema, que expelemos cuando tosemos o escupimos, es otro humor; todos estos humores están en nuestro organismo y la salud sería el equilibrio entre ellos -ni exceso ni defecto. Pero hay un cuarto humor, justamente la famosa bilis negra, “melas kholé”, que en latín se traduce como «atra»=negra y «bilis» y, fíjense, de «atra» viene «atroz». «Atrabiliario» es una expresión usual en castellano. La atrabilis, es la bilis negra en latín, no en griego; en griego es melaskholé. Pero fíjense: «atra» que quiere decir «negro» está en la raíz de la palabra «atroz»

Pero ¿qué era esta bilis que no es amarilla sino negra? Porque si bien podemos ver algo así como flemas, podemos ver la sangre, podemos ver la bilis llamada «amarilla», nunca se ha visto la bilis negra. Nunca. Jamás.

La bilis negra, que se daba por supuesto que era uno de los humores fundamentales, está mas allá de la posibilidad de la experiencia directa. Y sin embargo se daba por supuesto que este humor, si desequilibrado, era el que ocasionaba la depresión o la melancolía.

La bilis negra no se ha visto nunca y hoy, en la fantasía actual, la bilis negra no ha existido jamás: sencillamente no existe. Así tenemos la paradoja de que se ha explicado la depresión por aquello que o bien no existe, o por lo menos no se puede observar. No puede menos de sorprender esta presuposición que hay en el cuerpo un humor, un liquido que es causante de la melancolía, y es justamente aquél que no se puede percibir.

Por lo tanto la expresión «melancolía» podía significar dos cosas: esta bilis negra, que si predominaba en la constitución, llevaba a un temperamento melancólico, y por otra parte la enfermedad, ocasionada por el desequilibrio eventual de este humor orgánico. ¿Cuál es el asiento orgánico de la bilis negra? La sangre se relacionaba con las venas, las arterias y el corazón. Pero ¿la bilis negra? Para la bilis negra las explicaciones se remitían a los hipocondrios. Si, si, tendremos que hablar también de la hipocondría, ya que esta «patología» tiene mucho que ver con la depresión.

El hipocondrio es la zona baja de los intestinos. El hipocondrio abarcaba el bazo. Y el bazo es lo que en ingles se llama «spleen» y «esplín» es el nombre que se le dio también al humor melancólico.

Se suponía que el bazo tenia el poder de generar este liquido que permitía coagular, dar solidez. Por eso los antiguos creían que la coagulación de la sangre dependía de la bilis negra. La bilis negra, si bien era necesaria, era muy peligrosa cuando se destemplaba. Si perdía el equilibrio podían pasar estos fenómenos: por un lado la rigidez, la pérdida de velocidad, el letargo, la quietud, la desconexión con el exterior, un estado -podríamos decir- frío, como cuando uno tiene frío: el frío no anima al movimiento: frialdad y sequedad.

Pero cuando la bilis negra se calentaba demasiado, se decía y se creía así, podía llegar a subir al cerebro, pasar del hipocondrio al cerebro y entonces originar visiones, estados delirantes, exaltación, lo que hoy llamaríamos el polo opuesto al polo depresivo: el estado maníaco.

Habrán oído hablar de la enfermedad bipolar, como se llama hoy, que es la alternación de polos de depresión y polos de exaltación. Pues ya los antiguos decían que la exaltación proviene de la bilis negra, cuando se ha calentado demasiado. Melancolía -bilis negra- «combusta» o «adusta», la llamaban. Sus vapores suben al cerebro y entonces uno vive una exaltación, una manía. «Manía» en griego no sólo quiere decir locura, sino que quiere decir inspiración.

Un estado en el cual sube la inspiración, decían. Los melancólicos, en estos ataques de manía, pueden llegar a afirmar verdades proféticas, incluso intuir lo que nadie ve, y devenir poetas, profetas o adivinos.

Qué estado curioso que lleva a momentos en el que el ser humano casi conecta con dioses, o los demonios, que es lo mismo porque para los griegos, los daimones eran mediadores entre hombres y dioses.

En el estado de bilis combusta uno queda disponible para la posesión por un dios o un daimon. Entusiasmo quiere decir eso; pero cuando la bilis negra está muy fría viene el rigor, la rigidez, el endurecimiento, el retardamiento… la depresión.

Bueno, la historia de la melancolía y la historia de la bilis negra van de la mano. La explicación de la alteración de la bilis negra ha perdurado muchos siglos, prácticamente casi toda la historia de nuestra cultura, esto se daba por supuesto hasta el comienzo de la Edad Moderna. Hoy ya nadie habla de bilis negra. Hoy hay otras imágenes y otras metáforas.

Hoy podemos mirar hacia atrás y decir: veían entonces lo que no se ve. Y esto tendría que hacernos preguntar si lo que nosotros vemos se verá en otros tiempos, otras épocas. Porque cualquier hombre en la Antigüedad, en la Edad Media y en el Renacimiento estaba seguro de la existencia de la bilis negra. Seguro «experiencialmente». Por ejemplo en las hemorroides, y hoy hablaremos – recuérdenmelo- de la conexión entre la melancolía, la depresión, Saturno y el ano- será importantísimo; en las hemorroides, junto a la pérdida de sangre por el ano, suele haber salida de coágulos, y se creía que esos coágulos eran «prueba» de la bilis negra. Uno de los tratamientos más constantes contra la melancolía eran unas purgas terribles con eléboro negro, una planta irritante que produce vómitos, diarrea y que se puede matar, ya que el eléboro negro es venenoso -en dosis altas- justamente para eliminar la bilis negra. Luego al ver estos coágulos de sangre se confirmaba: “ Ahí está la prueba de la presencia de la bilis negra”.

En realidad el papel de la bilis negra era dar consistencia, y cuando daba demasiada consistencia paralizaba, y cuando había demasiada poca, porque se calentaba, se te «volaban los pavos», vamos a decir así, y te «inflamabas». Claro esto lo vimos con más detalles la otra ocasión, en el seminario anterior.

En la historia de la melancolía, uno de los momentos fundamentales es cuando en la época de Aristóteles- estamos en el siglo III a. C. , se le atribuye a Aristóteles una obra que ha llegado hasta hoy, que sabemos que no es de Aristóteles, y por dice «pseudo Aristóteles» – se cree que es de Teofrasto- , y que es muy importante: plantea una serie de problemas y el que propone en el problema 30, se pregunta “¿Porque será que los grandes hombres, los grandes políticos, los grandes filósofos, los grandes artistas y los grandes creadores han sido todos melancólicos?”

Se sostiene que Heráclito, aquel gran filósofo, llamado el Oscuro, – volvemos a la negrura, a la oscuridad, grandes metáforas de la depresión, – era un depresivo. Heráclito de Efeso fue un hombre hosco que se retiró de la sociedad humana, que no quería contacto con los demás, se fue a vivir a un templo fuera de la ciudad y sólo aceptaba jugar con niños.

Se dijo que Demócrito, otro gran filósofo, era también un melancólico. Se ha dicho lo mismo de Sócrates, se ha dicho de Platón. Aún hoy existe la fantasía de que los genios son locos, esa fantasía arraiga en Problema 30, I, de Teofrasto. ¿ Porque será que ésto, que es una enfermedad, sin embargo es tan común en todos aquellos que destacan?

Yo no digo que sea verdad, pero desde el momento en que se enuncia esto, hay una combinación que muestra que la bilis negra y la melancolía conllevan una contradicción. Tanto la bilis negra como la melancolía convocan por un lado los estados más angustiosos, tormento del alma y por el otro lado la máxima elevación e inspiración. Así como la bilis negra puede llevar a la depresión pero también al «entusiasmo», a la posesión por un dios, así la melancolía produce personas apáticas, sin vida -destruye la vida-, pero también produce los grandes genios. Esta es la contradicción que hay en el tema de la bilis negra, en el tema de la depresión y que atraviesa Occidente. Con el tiempo, y era lógico y casi natural, el tema de la bilis negra, de la depresión, se asoció inevitablemente a un dios y a un planeta.

Recuerden que en la cultura occidental la astrología ha sido también la trama básica permanente durante muchos siglos. ¿Cómo se asoció la melancolía con Saturno? Bueno hay muchas maneras:

Primero Galeno mezcló lo de los temperamentos con lo de las cualidades y sostuvo que hay cuatro cualidades fundamentales: caliente, frío, seco y húmedo. Cada temperamento resulta de una combinación: el temperamento sanguíneo, aquel en el que predomina la sangre, siempre fue visto como el mejor de los temperamentos y es resultado de la combinación de calor y humedad; el temperamento colérico, donde predomina la bilis amarilla, guerrero, irritable, lanzado, heroico -diríamos hoy- es aquel en que predomina lo caliente y seco; el temperamento flemático, en el que predomina la flema, se caracteriza por la tranquilidad pasiva, cierto dejar ser, cierta falta de conato o pasión -hoy hablamos, por ejemplo, de la flema inglesa, expresión que viene de ahí-; el flemático sería la combinación de frío y húmedo. Y por último el temperamento melancólico, también llamado bilioso, donde predomina la bilis negra, resultado de la unión de frío y seco.

Esta combinación de dos ejes: caliente-frío por un lado, seco-húmedo por el otro, se tradujo en la teoría de los elementos, según la cual hay cuatro elementos fundamentales en la naturaleza, en la psique y en todo lo que existe, así como hay cuatro estaciones fundamentales. Estos elementos son el fuego: caliente y seco; el aire: caliente y húmedo; el agua: fría y húmedo; la tierra: fría y seca.

Por lo tanto la tierra: fría y seca, la melancolía, la depresión, van de la mano. Con lo cual los temperamentos terrenales, los signos astrológicos de tierra, han llevado una mácula histórica: ser negros, asociados a la bilis negra, la melancolía y portadores de la sombra y lo sombrío. Las estaciones también corresponden al juego entro esos dos ejes.

Luego el flemático quedó también bastante en segundo ranking negativo y en un momento se unió históricamente con el melancólico y siempre los sanguíneos y secundariamente los coléricos quedaban como los mejores, vamos a decir así. Hay una cualidad de valoración aquí, no se trataba solamente de una mera descripción de lo que hay, sino de un ordenamiento jerárquico, de superior (el sanguíneo) a inferior (el melancólico). No es infrecuente este uso de clasificaciones aparentemente descriptivas para «filtrar» apreciaciones valorativas, y discriminatorias. Acaso en toda descripción se oculte una valoración No es raro que se condene como «enferma» a una conducta indeseable (política, moral o religiosamente). Lo que en una sociedad fundada en consideraciones religiosas es decretado «pecado», se vuelve «inmoral» o «vicioso» cuando tal sociedad se laiciza, y luego se declara «enfermo» cuando se liberaliza, conservando siempre un matiz discriminatorio. Piensen en la homosexualidad, considerada como un pecado, luego como un vicio, luego como una enfermedad. Lo mismo ha ocurrido con la melancolía, que también fue considerada, en la Edad Media cristiana como un pecado, cuando no el estigma mismo del pecado original (Hildegard von Bingen), como lo vimos en el seminario anterior. Como he señalado, esta teoría de los cuatro elementos se aplicaba a todos los ámbitos del ser, como a las estaciones. En las edades de la vida que también se dividían en 4: infancia, juventud, madurez y vejez, como es lógico, la melancolía correspondía a la vejez, porque los viejos son fríos y son secos. Tenemos más frío cuando somos viejos. Baja la temperatura, esto es una fantasía -no digo que sea así-: baja la temperatura, hay poca movilidad, se añora el calor, ahí se ve el predominio de la bilis negra en la vejez.

Bueno, estas analogías entre la melancolía, la depresión, la bilis negra, la tierra, el otoño, la vejez y la negrura fue el calce perfecto para asociarlas a aquel planeta lento, frío, remoto. En el otro seminario ya vimos que los griegos incorporaron la astrología considerando los planetas como dioses, la tomaron así de los babilonios y de los asirios; la astronomía griega sólo conocía como planetas (aparte del sol y la luna, las luminarias) a Mercurio y a Venus que se ven en el horizonte inmediatamente antes o después de la salida del Sol. No ubicaban los otros planetas del sistema solar, -los aprendieron de los babilonios-, de ellos aprendieron a reconocer a Saturno, a Marte, a Júpiter; no los re conocían, pero los babilonios ya nombraban a estas estrellas con nombre de dioses. Cuando los griegos aprendieron a observarlos ya los aprehendían como dioses, viendo en los planetas a los dioses de su propio panteón.

Y al último, el más lento de todos los lentos -y es esta imagen: Se es lento cuando se está deprimido, viene la lentitud y no se puede correr, se pierde la aceleración, la lentitud es característica de la melancolía, característica de la depresión: es la detención, todo se detiene, todo se vuelve lento, el tiempo no pasa, los movimientos no brotan, detención, retardamiento. La metáfora de retardamiento es continua, todavía en los informes sobre la depresión se recurre a ella: no puedo moverme, he perdido agilidad, todo va muy lento, a veces hasta levantar un brazo es muy lento porque no hay energía. Todo se ha detenido. Esta es una de las constantes en las descripciones de la depresión.

Pues claro, el último de los planetas visibles, este planeta -que era a su vez expresión de un dios llamado Kronos, y Saturno después por los romanos-, tardaba en regresar al mismo sitio, en dar la vuelta, casi unos 30 años, y era así el mas lento de todos. Y al ser el más lento y el más lejano del Sol, es el más frío. Frío y lento, este planeta-dios se vio inevitablemente como manifestación en el cielo de lo que es la melancolía, al temperamento melancólico, la bilis negra y la depresión.

Era lógico, casi es natural porque había afinidad metafórica entre la depresión y este planeta que hoy conocemos como Saturno, que por cierto los griegos vieron ya como un dios y vaya qué dios! Porque el dios que vieron los griegos es aquel sobre el que hablaremos un poquito hoy, el señor de su panteón cuya historia sintetizaré puesto que ya la vimos en el seminario anterior.

Para la mitología oficial, ya que hay varias versiones de la creación, pero para la oficial, la homérica, repetida en Hesíodo, en el origen de los tiempos, antes del tiempo, surge todo de la unión de dos dioses poderosos: el Cielo llamado Urano, traducido Caelus en latín, y la Tierra llamada Gea, de ahí viene geografía, geología.

Urano, el Cielo estrellado abraza a la Tierra y la fecunda. Y de esta unión de estos dos poderosos dioses brota una progenie. Gea empieza a producir hijos, pero Urano, por ser monstruosos, no los deja salir a la luz, retiene a sus hijos en el seno de su madre. De tal manera que Gea, harta de llevar sus hijos dentro, y de que no pudieran salir, forja una enorme hoz y les pide a sus hijos que la ayuden a liberarla de ese marido cruel.

El menor de los hijos acepta esto y un día que el padre está durmiendo, impulsado por su madre coge la hoz y castra al cielo, castra a Urano. Los genitales de Urano caen al mar, pero antes de caer al mar caen sobre Gea su sangre y parte de su esperma, fecundándola y apareciendo así las terribles Furias, (una lección psicológica importante) y cuando caen al mar, al fertilizar la espuma del mar aparece Afrodita, que es la diosa de la belleza. Castrado Urano, el poder pasa a Kronos el menor de sus hijos, a quien apoyan sus hermanos y que se llaman Titanes.

Pero cuando Kronos castró a Urano, éste le advirtió: Así como me has castrado a mí, tu también perderás el poder a manos de tus hijos. Esta es una variante, porque hay muchas.

Así Kronos, que se une a su hermana Rea, cada vez que Rea queda embarazada, temiendo que se cumpla la terrible profecía de su padre, no es que los mantenga dentro de su madre, no, lo niños nacen, pero lo que pide Kronos es que se los entregue para devorárselos. Y así se va comiendo a uno tras el otro. Todos sus hijos salen de la madre pero no salen del padre, no llegan a crecer (esto también si nos da tiempo lo veremos) Pues Rea, harta al igual que antes lo estuvo Gea, cuando nace el último, en lugar de darle el bebé, le da una piedra vestida en pañales. Y Kronos se come la piedra, creyendo que era el menor de sus hijos, a quien la madre lo lleva lejos y lo hace criar a escondidas del padre. Cuando llega a ser mayor, este hijo, que se llama Zeus, también alentado por su madre, coge la misma guadaña, si bien antes le dan a Kronos un vomitivo, y claro lo primero que sale es una piedra, y detrás de la piedra todos los otros hijos. Todos los otros hijos se alían con su hermano menor que es Zeus y que finalmente castra a Saturno, cumpliéndose así la profecía de Urano. Y el que reina en el Olimpo hasta hoy es Zeus, el hijo menor de Kronos pero que, según leemos en Homero, se hace llamar «Padre de dioses y de hombres».

Por lo tanto el tema de la castración se repite de otra manera, y hay una variante, por supuesto que Kronos pide ayuda a sus hermanos para luchar contra sus hijos. Los Titanes se alían y hay una época tremenda de lucha entre los Titanes y los que van a ser Olímpicos se esta por decidir la batalla. Finalmente gana Zeus y a Kronos lo encadena -no puede morir claro, Saturno no puede morir puesto que es un dios- y lo encadena para siempre en el Hades o submundo y aquí está Kronos encadenado, atado con cadenas, limitado en el submundo mientras en el mundo celestial y terrenal rige Zeus, Júpiter.

Con este dios tremendo, Kronos, el padre de todos los actuales dioses, se asoció este planeta lento, frío y seco que está en los confines del mundo conocido. Mas allá de Saturno, las estrellas fijas y eternas. De Saturno para aquí, el mundo conocido en cuyo centro está la Tierra. Esta era la visión antigua del mundo conocido en cuyo centro está la tierra. Era lógico que se asociara a Saturno con el más lejano de todos, el más lento y el más frío, y por lo tanto dada esta terrible historia de poder, de castración y de devoración, era natural que se asociara también con el tema de la melancolía y la cólera negra.

El color de Saturno es el negro, es característico suyo. Siempre que Saturno se acerca a nuestra vida aparece la negrura: la negrura interior, la negrura exterior, pensemos cuándo referimos al negro: Cuando hay duelo, cuando hay tristeza. El negro provee metáforas características: Tengo pensamientos negros, lo veo todo negro, el futuro se ha vuelto negro, mi ánimo está negro, etc. Y así lo usamos frecuentemente. La negrura no la elegimos, la negrura se nos impone siempre que está la cercanía de Saturno. Siempre que estamos próximos a aquello designado como depresión. La furia horrible, la atrabilis, o la misma muerte.

La asociación de Saturno y la melancolía ya la establecen los astrólogos árabes, regresa a Occidente, es aceptada plenamente pues posee una gran coherencia: Saturno rige la vejez, Saturno es viejo, el viejo destronado por sus hijos, el viejo que se come a los niños, el viejo que devora y engulle toda la posibilidad de vida nueva en su sistema de orden, de rigidez, de limitación; el viejo que no deja salir ninguna nueva forma de vida, el viejo opuesto a todo lo que sea joven, jovial, juvenil que viene de Jove, que es el otro nombre romano de Júpiter, de Zeus.

Por lo tanto Saturno trae consigo la vejez, la negrura, la lentitud, la oscuridad: tenía todos los números para hacerse cargo de la melancolía. Si, y se hace cargo de la melancolía. Así que la historia de Saturno, la historia de la melancolía y la historia de la depresión están entrelazadas en Occidente. Y tal como se ha visto lo uno, se ha visto lo otro. En la astrología, y especialmente regresada a través de los árabes, y todavía es una práctica contemporánea, el planeta Saturno se considera la fuente de todas las desgracias.

Y las descripciones de Saturno son tremendas, ya en los textos medievales, tremendas y a la vez contradictorias. Saturno rige los muertos, los cementerios, las ratas, los murciélagos, los lugares oscuros, la soledad y la tristeza, la envidia, la avaricia, la codicia, la desconfianza; los hijos de Saturno son vistos como seres en los que no se puede confiar, siempre llevan en secreto sus intenciones, son hoscos, interesados, taciturnos, taimados. Los hijos de Saturno son siempre morenos, evidentemente, tienen una manifestación del racismo que subyace en el desprecio por los negros y las razas de tez oscura. La misma palabra «oscuro» está asociada a siniestro, como en «oscuras intenciones», «maniobras oscuras», etc. Mas tarde se asocia, en la Edad Media, a Saturno con los judíos, y el judío se transforma en el portador de la sombría imagen saturnina, eso es: el tacaño del que no te puedes fiar, que siempre esconde los propósitos, ladino, mentiroso, lascivo, peligroso.. y moreno. Sí, siempre subyace la fantasía de que el malo es moreno y el moreno es malo. Los rubios son sanguíneos, y el sanguíneo es el mejor de los temperamentos: la nobleza, la expansividad y la bonhomía.

Fíjense cuánta fantasía no reconocida, no vista sino como «hechos» constatables ahí afuera. Pero a su vez sí que se admitía que Saturno, a pesar de todos estos rasgos tremendos que todavía se repiten en los textos, se le concedía a este planeta-dios alguno que otro rasgo positivo; así como la melancolía puede dar genios, se reconocía en los saturninos la perseverancia, la tendencia a la profundidad y la constancia.

Pero eran muy pocos rasgos positivo para compensar el dechado de descripciones realmente terroríficas. Las letrinas, los excrementos, las personas malolientes, miserables. En la otra clase he citado textos de astrología que muestran la enorme contradicción que hay en la descripción de Saturno, que muestran cómo en la larga retahíla hay contradicciones: por un lado mentiroso pero por otro lado el sabio, por un lado no te puedes fiar de él pero por otro lado es el símbolo de la constancia.

Por lo tanto, con tal contradicción, ya se ha dicho es que quizás la característica de Saturno es justamente ser el más contradictorio de todos los dioses, como tan bien lo exponen Klibansky, Panofsky y Saxl en su clásico «Saturno y la melancolía».(ver Bibliografía)

Quizás Saturno sea, justamente, el dios de la contradicción. Todos los dioses tienen manifestaciones opuestas, pero en Kronos, en Saturno, no es que haya sólo manifestaciones duales, sino que la misma descripción de su propia naturaleza esencial es contradictoria.

Tengo aquí dos oraciones a Saturno, una de los Oráculos Caldeos del siglo III de nuestra era, y otra tomada del Picatrix, tratado de magia de la Edad Media, del siglo XI, que tiene gran importancia para la historia de la magia en Occidente, un tratado muy antiguo, que entra en Occidente gracias a la traducción de las obras árabes -por cierto se tradujo en España en la época de Alfonso el Sabio, y circuló luego por toda Europa (Ver Bibliografía). Obra prohibida por la Iglesia, perseguida, pero que es fundamental para la tradición mágica que llega a su apogeo con Marsilio Ficino, Cornelio Agrippa y los magos del Renacimiento.

La oración en el Picatrix dice así:

Oh, Maestro,

De nombre sublime y de gran poder

Supremo Maestro

oh Maestro Saturno,

Tú, el frío, el estéril, el doloroso, el pernicioso.

Tú, cuya vida es sincera y cuya palabra es segura

Tú el sabio y solitario, el impenetrable,

Tú, cuyas promesas se mantienen

Tu que eres débil y cansado

Tu que tienes preocupaciones mayores que cualquier otra,

que no conoces ni placer ni alegría

Tú el viejo y astuto

señor de todo artificio, engañoso, sabio y sensato

Tu que traes la prosperidad o la ruina y haces a los hombres felices o infelices,

Te conjuro, oh, Supremo Padre por tu gran Benevolencia y tu Generosa Meced..

Fíjense qué contradictoria es hasta esta oración: el viejo sagaz señor de todo artificio, engañoso. En un momento lo llama engañoso, y en el otro momento dice: Tu cuya vida es sincera y cuya palabra es segura.

En los oráculos caldeos la oración a Saturno es:

Eterno Padre, poderoso Titán,

escucha Gran Señor de Dioses y Hombres

a quien todos reverencian,

dotado de vario consejo, puro y fuerte,

a quien le pertenecen el aumento y la disminución.

De aquí que a las formas fluyentes de la materia

que por ti mueren, por ti restablecidas,

les proporciones su sitio.

Tu poder fuerte e inefable contiene el inmenso mundo

con cadenas sempiternas.

Padre de vasta eternidad, divino oh poderoso Kronos,

tuya es la múltiple y variada manera de hablar.

Hijo de la tierra y de los cielos estrellados,

esposo de Rea, sabio como Prometeo,

poder obstétrico, generador, y raíz venerable

de la cual surgen las distintas formas de ser.

Ninguna parte aislada puede abarcar tu poder,

difuso a través de todo, del cual surgió el mundo.

Oh mejor de los seres, oh mente sutil,

escucha propicio a los suplicantes inclinados,

asiste benevolente a los ritos sagrados,

y otorga una vida sin tacha y un final beato.

Saturno como Kronos, es terrible: el viejo que se come a los hijos, el exiliado atado con cadenas. Lo que pasa es que por un problema o mejor, diría, por una casualidad lingüística, Kronos se asocia inmediatamente a Khronos, con «h». Kronos es el Titán, que se devoraba a sus hijos, pero Khronos con «h», es el nombre de otra divinidad griega: un anciano encargado de simbolizar el paso del tiempo. Al unirse Khronos y Kronos, el viejo Saturno devorador de sus hijos se hace también el señor del Tiempo. Y de ahí vienen las expresiones «crónico», «cronómetro», «cronología». Allí también se presenta este contradictorio dios. Una de las ambigüedades es que al pasar a Roma se llamó Saturno. Pero Saturnus era ya un dios romano, encargado con de la siembra y de la tierra. Con lo cual se asocia la hoz característica de Kronos, un arma que por significaba castración y destrucción, con el instrumento para cosechar y segar las mieses de la tierra y obtener riquezas.

Con lo cual la unión con de Kronos con Saturnus, lo transforma en un dios de las riquezas de la tierra, del trabajo, de la tierra -que ya lo era Kronos por lo de seco y frío-, del trabajo del campesino, de los tesoros escondidos en la tierra. Claro, otra vez contradicción: por un lado es tacaño, pero por otro lado es señor de las riquezas. Por un lado quita la vida y devora todo potencial de crecimiento, por el otro da la vida aportando las semillas y las raíces que dan frutos.

Todo esto es típico de Saturno, como será típico de la melancolía, tema lleno de ambigüedades y contradicciones.

Bueno, todo esto ha sido repaso de lo que dijimos el seminario pasado, luego se lo miran en Internet con más detalle. A partir de ahí vamos a arrancar nosotros.

Hay una variante respecto a Kronos y a Saturno, según cual, cuando la guerra entre Saturno y sus hijos, la Titanomaquia, éstos ganan, pero no lo castran. Hay una leyenda italiana, que menciona -o confecciona- Virgilio, por la cual Saturno, viéndose vencido, abandona el poder a sus hijos, se exilia por mar y se escapa al Lacio o Latio. Lacio es una región del centro de Italia, donde está Roma. Saturno llega así al Lacio huyendo de sus hijos y ayuda a la gente de la Península Itálica llevándoles el arte de la escritura, la construcción de ciudades, la cultura, la civilización y la paz. De allí nacen los «latino». El antepasado de los romanos es este Saturno, que trajo consigo una Edad de Oro, una edad de civilización, de paz y de cultura. Y que tendrá en el Lacio un hijo llamado, justamente, «Latino». La Edad de Oro decayó lentamente, y los hombres se volvieron ambiciosos, hostiles y guerreros. Así consta en Las Eneidas de Virgilio. Por esto del Latio vienen los latinos. Latio corresponde a Saturno porque «lo latente» es justamente lo que sub-yace, lo que está escondido, oculto, así como Saturno se escondió en el Latio. Aquí está su relación con lo latente, como cuando se habla de «pulsiones latentes», «aspiraciones latentes»; están debajo, están ocultos como Saturno en el Lacio. Saturno conecta así con lo escondido, con los tesoros ocultos que no se ven desde la superficie. En tanto que patrón de la Edad de Oro, Saturno aparece como constructor de ciudades, promotor de la civilización, señor del conocimiento preciso , tanto de lo oculto como del técnico, especialmente el geométrico, ya que la geometría estudia las formas que permiten, ordenar la naturaleza y construir cultura. De tal modo, la balanza y el compás son atributos suyos. Esto también se ve en la iconografía posterior de Saturno. Basta con que recordemos el grabado Melancolía, de Durero. Saturno es quien acuña monedas -esto va a ser importante también para nuestra disquisición-, originando así la banca y el comercio, civilizador por excelencia, señor de aquel tiempo en el que no existían entre los hombres ni la rapacidad, ni la guerra, ni la violencia.

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Hay otra variante mítica en la que Zeus después de haber encadenado a Kronos en el submundo, finalmente lo libera y lo instala como rey de las Islas Afortunadas, que es adonde van las almas de los héroes. Y en las Islas Afortunadas sólo hay alegría, justicia y bienestar.

Hay también expresión de la Edad de Oro, tal como cuenta Ovidio en sus Metamorfosis, y antes aún Hesíodo en su Teogonía (ver bibliografía): en la época en que reinaba Kronos la humanidad era feliz. Era una época en que no había penuria ni esfuerzo, los seres humanos comían los frutos que solos brotaban de la tierra sin tener sin que hubiera que trabajarla. Y hablaban no sólo los humanos, sino también animales, reinando entre todos gran amistad. La edad de Kronos fue una edad dorada para la humanidad. Los seres humanos vivían muchísimo tiempo y a la hora de morir se iban simplemente a dormir. No había propiedad que defender, no había leyes que imponer porque todos eran pacíficos y convivían en inocencia y armonía. Es cuando llega la Edad de Zeus, cuando acaba esta edad de Oro, y comienza la decadencia de la humanidad: Zeus les quita el habla a los animales y se la reserva a los hombres, empieza la ambición de poder, la conquista, la lucha y, naturalmente, la guerra. Así vemos que por un lado Kronos es el señor del sufrimiento, la miseria, la tristeza por otro lado el regente de la Edad de Oro. Otra vez la contradicción y la ambigüedad característica de Saturno y su temática. La Edad de Oro del comienzo, antes de la decadencia, la Edad de Oro del futuro que vendrá, de acuerdo al mito de El Político de Platón, cuando la Tierra revierta su giro, como veremos a continuación. En un diálogo muy bonito -todos los libros de Platón lo son-, uno que se llama El Político (ver bibliografía), Platón propone, y va a tener importancia en la historia de la filosofía, el siguiente mito: en la época en que regía Kronos, en la Edad de Oro, las cosas iban al revés que ahora, porque el mundo giraba en otra dirección, inversa a la actual. Fíjense que en esta época, ya Platón hablaba de un mundo esférico, quiero decir mucho antes de Colón. Ya hablaban de un mundo esférico mucho antes de que se hubiera dado la vuelta al mundo cuando el descubrimiento de América. Acaso no hace falta recorrer la tierra para conocerla, acaso no es necesario.

Ya Platón hablaba de un mundo esférico que giraba: giraba para un lado que era al revés de como vamos ahora.

De modo que, así como nosotros nacemos, pasamos por ser niños, crecemos, llegamos a adultos y nos volvemos viejos, perdemos vitalidad y finalmente nos entierran, en esa época de Oro ocurría al revés. Era una época feliz, en que los mismos dioses gobernaban la tierra y los seres humanos, como en Ovidio, no tenían que preocuparse de nada. Pero vino la edad de Júpiter y cambió el giro. Y al cambiar el giro surgió la guerra. Los dioses se alejaron de los hombres que tuvieron que crear leyes para administrarse y tuvieron que aprender a trabajar para vivir. Es como la expulsión del paraíso. Pero pasado un tiempo va a volver a cambiar la rotación de la tierra, y volverá la edad de Oro. Y entonces se brotará de la tierra viejo y se irá rejuveneciendo. Se ira volviendo cada vez más joven y se regresará otra vez a la tierra de donde se sale otra vez viejo y se vuelve a nacer.

En este mito del revés de los tiempos regido por Kronos, de la vuelta los orígenes perdidos, no ocurre que el viejo surja del niño, sino que es al revés: de los viejos surgirán los niños. Esta imagen propone Platón. Vemos entonces que hubo una reinado de Saturno de gran libertad especial, que con el tiempo de leyes y el tiempo de las luchas se ha perdido. Era un Jubileo, que viene de «júbilo». De modo que «jubilarse» implica el tiempo de Jubileo, de retorno a la Edad de Oro. Es la fantasía que subyace al deseo de jubilación como «vacación»: sin esfuerzo, estar «vacante» en la holgura y el deleite. Así jubilamos a nuestros viejos, aunque lo que les aguarde -al menos en este tiempo y en esta cultura- no sea justamente un paraíso. Aquel deseo que está en todos nosotros de una época dorada de holgura sin esfuerzo, donde todo sea fácil, una especie de Jerusalén celestial,una perpetua vacación, le corresponde a la añoranza de la Edad de Oro de Saturno. Pero claro, Saturno, en este mundo en que vivimos, está en exilio. Está en exilio, está encadenado, prisionero y desterrado.

A partir de aquí, podemos seguir por muchos lados pero me gustaría mirar las metáforas alrededor del tema de la depresión sobre el que vamos a trabajar. Ya hemos visto que Saturno, Kronos, la melancolía contiene ambigüedad: tristeza, desánimo, pero a su vez profundidad; desconfianza, mezquindad pero a su vez Kronos es señor de las riquezas y de los bienes de la tierra; mentira, astucia, engaño, pero a su vez conocimiento profundo, veraz y sincero.

Todas estas contradicciones están ahí. Y en la melancolía tenemos la contradicción del estado de ánimo más torpe, más limitante y a su vez la producción de características geniales.

Veremos, sin pretensión de exhaustividad, las descripciones que se han hecho de la melancolía a lo largo de los siglos. Para esto es recomendable especialmente la obra de Stanley Jackson, que está traducida al castellano, «Historia de la Melancolía y de la Depresión desde los tiempos hipocráticos hasta la época moderna» (ver Bibliografía)

Por ejemplo, Areteo de Capadocia, siglo II de nuestra era, tomo algunos rasgos de su descripción, pero se encuentran en casi todos los autores; se trata de atender al lenguaje con que describe a la melancolía, a la depresión. Areteo, en su libro llamado “De las causas y síntomas de las enfermedades crónicas”, dice que la melancolía es: «Una caída de espíritu». La palabra es «caída del espíritu». ¿Se puede caer hacia arriba?. Caer ¿qué presupone? Caída es como depresión, porque ¿qué significa la palabra «depresión»? Cuando vas por el campo y te encuentras con una depresión campestre ¿te encuentras con una montaña? No, evidentemente: una depresión es un hundimiento.

Areteo habla de una caída del espíritu. Bajón. Hacia abajo.

Ya aquí aparece una metáfora vertical donde, la depresión hunde, te lleva abajo. Hoy decimos «me siento bajo», «qué bajón», «estoy bajoneado», la misma palabra «de-primir» es empujar hacia abajo. Hundimiento, depresión, opresión. Piensen en la metáfora, no estamos hablando de cosas, sino en las palabras que describen…no sabemos de qué sea eso, a las que esas metáforas aluden. Pero atendiendo a qué palabras se imponen, podemos aprehender el mundo que estas palabras/imágenes convocan. Dice Areteo: ”Una caída de espíritu con una única fantasía, sin fiebre. Se ven amenazados por un miedo irracional, se hacen ruines» -la ruindad característica de la melancolía, la mezquindad característica de Saturno, el que acuña las monedas pero que a su vez es rapaz, rapaz como con sus hijos, rapaz con todos los bienes-.

Y añade: «En ciertos casos al ser hipocondrio, -esta zona baja siempre se ha asociado con malestares estomacales, todavía hoy: diarreas, vómitos, gases, dolor de estómago, problemas digestivos, aún hoy en la depresión se presentan estos problemas digestivos. «Pero», dice Areteo de Capadocia, «en ciertos casos, no aparecen ni flatulencia ni bilis negra, sino tan sólo enojo y pesadumbre».

Encontramos la asociación de la depresión con el enfado. Continúa Areteo: «enojo y pesadumbre, y triste aflicción de la mente, y son llamados melancólicos porque los términos bilis e ira, kholé y kholas , son sinónimos, lo mismo que el término «negro», melas y furia».

¡Interesante descripción y secuencia de metáforas!.

De Galeno, siglo II, sólo cito unas frases: “La característica de la melancolía es miedo y desesperación. Los pacientes odian a todos aquellos que ven. Están constantemente sombríos. Parecen aterrorizados como los niños o los adultos sin educación, en la más profunda oscuridad. Así como la oscuridad exterior amedrenta a casi todas las personas, de la misma manera el color del humor negro (melancolía) produce miedo cuando su oscuridad arroja una sombra sobre la zona del pensamiento”.

Es aquel estado por lo tanto que «arroja una sombra sobre la zona del pensamiento»: Sombra, sombra arrojada, oscuridad, otra vez la misma amenazante metáfora saturnina. Todo esto se repite en las descripciones de hoy en día que los depresivos dan de su estado, y sin haber leído a Galeno. Y Galeno aquí parece aquí anticiparse a Freud que, a comienzos del siglo XX dirá -como veremos- que en la melancolía hay «una sombra que ha caído sobre el yo»

Cuando llegamos a la Edad Moderna, encontramos una renovación en el enfoque de la melancolía -y de la enfermedad mental- al liberarlas de la temática de «culpa» y «vicio» con que se la había juzgado en la Edad Media, tiempo que se consideraba que enfermedad mental era pecado. E inmediatamente antes de la Edad Moderna, en la época de la Reforma y Contrareforma, tiempo de quema de brujas, se veía en la melancolía un caso de posesión demoníaca. . Así que la aparición en el siglo XVIII, de la idea de que la locura, entre ellos incluida la melancolía, no era cuestión de demonios, sino que era una enfermedad, tuvo como consecuencia por lo menos un trato distinto para los enfermos. Ya no se los quemaba, ahora se los ataba con cadenas y se les pegaba. Pinel insistió en que la locura (y la melancolía, como un tipo de locura) es una enfermedad, es una enfermedad moral (del alma ahora identificada con la mente) y por ello el mal trato no tenía sentido. Liberó de sus grilletes a los locos. Pero vamos a saltar hasta un médico muy importante del siglo XIX. Estamos en pleno materialismo y nos encontramos ahora con Griesinger, que tuvo una gran influencia en la visión de las enfermedades psíquicas, ya que insistió en que enfermedad mental es enfermedad del cerebro. Aquí tenemos claramente la identificación de alma (psique) con cerebro, que aún tiene vigencia en muchos enfoques. Griesinger, al insistir que toda enfermedad mental es del cerebro, deja de lado el alma, pero por el otro lado hay una liberación de la culpabilidad sobre el enfermo. Pues Griesinger, que fue muy importante, durante en el siglo XIX, escribe “ A veces», – siempre es para él un problema del cerebro-, “a veces las emociones alteradas afectan al cerebro”. Esto es interesante: las emociones podrían alterar al cerebro! Y por tanto la melancolía podría tener que ver con las emociones -como agentes causales! Así, escribe: “A veces la melancolía, la depresión, es el resultado del lento reconcomerse de una ambición contrariada”. Ya antes mencionamos que había una conexión entre la depresión y el enfado, la furia atroz, la atra bilis. Y esto Griesinger parece confirmarlo- al menos «a veces».

“Los deseos y las esperanzas han estado largo tiempo concentradas en un objeto determinado,»- continúa- «cuando el individuo ha convertido ciertas cosas en algo indispensable para su vida y éstas le son retiradas por la fuerza, el paso de las ideas a esfuerzos se corta,ya no se pueden esforzar por lo que la vida les ha quitado, apareciendo por consiguiente una brecha en el sujeto que tiene como resultado una violenta lucha interior”.

Recordemos otra vez: furia horrenda, «melas» horrible, «kholas» furia. Pero qué curioso, esto no se ve desde el exterior: ¿dónde está la rabia en la depresión?. Si aparentemente no hay nada de ello y no hay exteriorización de sentimientos… salvo la tristeza y el miedo. Bien, esta «violenta lucha interior» sugerida por Griesinger, este «reconcomerse de una ambición contrariada» los recogeremos más adelante.

Kraft Ebbing, fue el que invento la palabra sadismo y masoquismo a finales del s. XIX, muere al comienzo del s. XX, tuvo un impacto importantísimo sobre Freud también. Cuando Kraft Ebbing habla de la melancolía, la describe así, “Al melancólico el mundo exterior le parece sombrío y cambiado, ya no tiene colores”. – y volvemos al tema de la sombra- Mas adelante dice” Es incapaz de retener en la memoria nada más que imágenes e ideas tristes y deprimidas. El resultado inmediato de esto es la monotonía del pensamiento». Monotonía quiere decir un solo tono, imposibilidad de variación. Por eso con frecuencia se ha descrito la depresión como monomanía: obsesión por una sola idea de la que no te puedes librar. «Hipocondría», preocupación excesiva con el cuerpo, obsesión por un tema, en este caso los temas tristes de los que no te puedes salir.

Fíjense como hay una insistencia en la imposibilidad de moverse o de aligerar, característico de Saturno.

Emil Kraepelin (ver Bibliografía), tuvo un impacto importante en la ulterior psiquiatría, clasifico las enfermedades como como un botánico clasifica las plantas, distinguiendo tipos físicos en función de los síntomas. Kraepelin insistió en que era importante ver en una enfermedad -siempre descrita como algo externo-, no solo lo que se presenta momentáneamente, sino seguirla evolución de la enfermedad, verla dinámicamente. Es la descripción de un zoólogo sobre una especia, de un botánico sobre un tipo de planta, lo más objetiva, medida e impersonal posible. Kraepelin, describiendo un caso de melancolía, dice así: “ El enfermo tiene dificultades para pensar y expresa este trastorno de todas formas y maneras; no puede reunir sus ideas, éstas se encuentran paralizadas, no avanzan más”

Parálisis, no hay avances: son imágenes, que no deben tomarse literalmente. Una es avance, evidentemente la mente no avanza, ¿cómo va a avanzar si avanzar quiere decir ir adelante en el espacio?. Avanzar es una metáfora, pero es una metáfora que apunta al tema del progreso, la celeridad.

“ El pensamiento y la acción se cumplen sin que el enfermo participe en ello”- dice en otro fragmento- “Otros tienen la impresión de que algo terrible acaba de suceder, tienen un peso en el pecho”.

Peso, lentitud, parálisis. Importantes metáforas asociadas a la depresión. Continúo citando a Kraepelin:

“Hay una despersonalización, el pensamiento, sus representaciones ya no tienen el color vivo de la sensación normal» -falta de color.- «En todas las cosas solo ve lo negro y lo difícil.. Va de desilusión en desencanto.. La vida le parece sin objeto, se siente un ser superfluo, ya no puede ocupar su lugar en la tierra … esto quiere decir está exiliado en la tierra”.

Bueno, yo quisiera que alguien se tomara el trabajo de ir anotando estas metáforas: Lentitud, peso, pesadez, hundimiento, monotonía, oscuridad, sombra y exilio.

«Hay un disminución considerable de la facultad de actuar», dice Kraepelin.

El retardamiento, lentitud, retardo, se vuelve todo lento. Ya no puede haber prisas.

Kraepelin también menciona el caso de la carta de una paciente, que le escribe a su familia, en estado de melancolía grave, y cito aquí un trozo de esta carta:

“Luisa, aquí está la pura verdad, todo esto es un despilfarro»- (despilfarro, miedo a gastar, la típica mezquindad de la melancolía, retención saturnina de dinero)- «no puedo volver a casa, no puedo quedarme aquí, enciérrenme en una celda y denme solo pan y leche. No estoy enferma, no me quieren creer. Yo misma me veo como un objeto despreciable y repugnante. No quiero ya que gente honesta tenga que ocuparse de mí . No puedo escribir más a mis hijos porque no puedo decirles que se han vuelto indiferentes para mí. Soy un monstruo y estoy acosada por la furia. Cuánto más me quedo aquí más loca me vuelvo», -(y ésta frase que a mí me parece reveladora) : » ves mi rostro Luisa, mi rostro que ya no tiene alma. La vida se ha apagado, la vida se ha apagado definitivamente”.

Tremenda la metáfora! «Mi rostro que ya no tiene alma»

Veamos más descripciones de Kraepelin de otros enfermos.

“No tiene ya sentimientos ni lágrimas, se expresa con grosería, le falta algo en el corazón -(dice lo que dice el enfermo)-, esa es la queja del depresivo- «el humor se ha vuelto sombrío, desalentado, desesperado”

Otro caso: “El enfermo dice que ya no tiene más nombre, ni país, no nació, no pertenece al mundo, no es más un hombre, no está, se ha vuelto puro espíritu, un aborto, una imagen, un espejo, nada mas que una apariencia. No puede vivir ni morir, está obligado a flotar así entre estos dos estados, está sobre la tierra para siempre, es tan viejo como el mundo, tiene cien años”.

Impresionante descripción. Las metáforas son clavadas para lo que vamos a necesitar:

ya no vive en este mundo, no está más, no pertenece al mundo. «Está obligado a flotar así entre dos estados».

Freud. vamos a Freud, es ante todo un psicólogo: no explica como cuestión de cuerpo, de humores. Freud es el primero que busca seria y exclusivamente una explicación desde el alma para el alma. No reduce a hormonas, química, no, «qué pasa en el alma que origina esto» sería su preocupación. Freud es el primero en la idea de vincular duelo y melancolía. Pero vamos a leer fragmentos de su «Duelo y Melancolía», que pueden consultar en la web.

Palabras de Freud, muy muy finas: «Sus quejas, Klagen, – (en alemán, «klagen» quiere decir llorar, «Klagen» es la queja, «klagen» es un verbo en alemán)- sus quejas son realmente querellas». La expresión en alemán es que sus «Klagen» son «Anklagen» («Anklagen» es «querella», pelea, reclamo). Claro, en castellano se pierde este juego de palabras pero después de esta breve aclaración puede verse la idea. «Sus quejas realmente son querellas, reclamaciones».

Fíjense que la palabra «duelo» por un lado es dolor pero por otro es pelea, como en el caso de los duelistas. Hay un duelo no sólo de dolor, hay una guerra: una guerra que uno no sabe, pero que lo empeña a uno.

Freud dice: «Las reacciones de su conducta provienen siempre de la revuelta» -la revuelta es la protesta, la revolución, como en el caso de revolverse contra alguien.

Una persona que se le muere su hijo, la mujer o el trabajo sabe qué ha perdido algo.

Esta triste, se siente mal, ha perdido su objeto. Y sabe lo que ha perdido. Y como sabe lo que ha perdido y sabe lo que él ha perdido en ese objeto, puede hacer, vía duelo, una reconstrucción de la energía para que luego vaya hacia otro objeto. En el melancólico es como un duelo, pero no sabe lo que ha perdido. Y por lo tanto no solo no sabe qué le falta, sino que no sabe qué ha perdido él en ese objeto y no sabe que es él quien se ha perdido.

La expresión de Freud es: «La sombra del objeto» (ya vemos, Galeno casi como Freud!) «recae sobre el Yo quien en lo sucesivo puede ser juzgado como un objeto. Como el mismo objeto abandonado».

Vuelvo a insistir en que este espléndido ensayo de Freud, «Duelo y melancolía, esta completo en la pagina web, donde pueden leer estos fragmentos dentro de su contexto.

«La sombra del objeto cae sobre el Yo quien en lo sucesivo puede ser juzgado por una instancia particular como si fuera un objeto, como si uno mismo fuera el objeto abandonado».

Freud observa que el melancólico se acusa mucho,ya hemos visto en las citas de Griesinger y de Kraepelin continuos autorreproches. Hay una continua queja («klagen» como decía Freud), una desvalorización. Y la pregunta de Freud es: ¿A quién está dedicado esto?.

Esa queja permanente del melancólico, ¿a quién esta dedicada?.

La Klage, la queja es una querella. Se está peleando con alguien, sin saberlo. A quien se la dedica, sin saberlo, eh??

Entonces advierte Freud que «hay una especie de satisfacción sádica en este sufrimiento;este auto martirio de la melancolía», dice Freud, «inequívocamente gozoso».

Está sugiriendo que hay un goce en el sufrimiento, un goce en la queja que es una recriminación. Interesante.

Y luego dice el complejo melancólico «se comporta como una herida abierta por la cual se pierde la energía, que vacía al Yo hasta el total empobrecimiento».

Otra vez tenemos el tema de empobrecimiento, vaciamiento característico de la melancolía.

Veamos ahora qué dice la Organización Mundial de la Salud respecto a la melancolía. . Llegamos al siglo XX/XXI. Por lo pronto es alarmante su informe de que actualmente se calcula que hay 121 millones (sí, millones!) de personas deprimidas. Características:” Pensamientos de suicidio y homicidio, movimiento y conversación lenta y retardada”.

Cómo detectar la melancolía: “conversación disminuida, lentitud en el movimiento, alejamiento de todo contacto social, se llora fácilmente o no se llora en absoluto, aunque a uno le gustaría llorar”. “El estado de animo se encuentra bajo”. Bajo: otra vez la imagen de la caída.

“El estado de ánimo puede variar a lo largo del día, el paciente deprimido nota que hay una parte del día en que se siente más triste y que normalmente coincide con la mañana”.

En el anterior seminario hablamos mucho de qué pasa con los amaneceres, que significa la mañana, por qué la radio pone siempre música en tonalidades mayores en la mañana, qué mueve la mañana con lo cual aumenta la depresión.

“El paciente ya no se interesa por las actividades que antes le gustaba realizar.. Sentimientos de culpa.. Estar deprimido es una forma de castigo”.

Fíjense en las descripciones psiquiátricas más contemporáneas: el insomnio, la imposibilidad de dormir, los primeros síntomas en la depresión más frecuentes es el que de noche se sienta triste, les aviso por si les está pasando,, simplemente uno se despierta horas antes de tener despertarse y ya no puede dormir. Tienes que levantarse a las siete por el trabajo y te despiertas a las cinco, y ya no puedes dormir. Primer síntoma de que está pasando algo .Las interrupciones del sueño son cada vez más frecuentes. El resultado de estar mal dormido es que a pesar tuyo estás de malhumor. Al estar de malhumor en el día todo te afecta más. Al afectarte más, te sientes más herido y vulnerable con lo cual te encierras. Al encerrarte más, sientes eres menos operativo y genera ansiedad. Cuando llega la hora de dormir no puedes. Cuando esto se repite hay un deterioro constante. No es que ésto lleve a la depresión. Es la depresión la que genera ésto. O sea que hay gente que está deprimida y no sabe que está deprimida. Simplemente dicen “Bueno, estoy irritable porque duermo poco”.

Y hay huidas de la depresión, que son justamente porque la depresión está presente, que es la conducta maníaca: el exceso de actividad, el tener que estar todo el tiempo haciendo algo, el meterse en el trabajo todo el tiempo como una justificación de la vida, no es señal que no se esté deprimido, es señal de que se está huyendo de la detención, porque en la detención se produce el hundimiento. El hundimiento ya está presente.

Hay que tener ojo porque aparece de muchísimas maneras.

Otra descripción: “Boca seca, náuseas, suspiros excesivos, sensación de que la respiración no es suficiente, malestares musculares, alteraciones gastrointestinales”.

Ya comentamos sobre los intestinos, los problemas digestivos, sobre todo el tema de la diarrea y el tema del estreñimiento. Mucho estreñimiento. De ahí que los antiguos usaran estos purgantes tan poderosos. Pero ¿qué es el estreñimiento? Existen interesantes correlaciones entre el estreñimiento y la avaricia («la personalidad anal-retentiva» de los freudianos, la estricta contención y retención de Saturno).

Segunda parte

Bueno, estas descripciones tomadas de Areteo de Capadocia, de Galeno, de Griesinger, de Kraft Ebbing, de Kraepelin, de Freud, de la Organización Mundial de la Salud, son sólo un botón de muestra, porque podríamos disponer -y de hecho disponemos, pero el tiempo (Saturno) nos abruma- de muchísimos más ejemplos, que ya nos servirán para nuestro propósito, que no es otro que proyectar estas metáforas sobre su fondo imaginal, sobre las estructuras míticas en las que cobran todo su sentido, no sólo como expresiones patológicas, sino como manifestaciones arquetípicas. Es decir: vamos a empezar a mirar estas imágenes como imágenes del alma. Estas imágenes son la negrura, la lentitud, el peso, etc. Vamos a proponer una visión nada usual. La visión corriente es acercarse a estas metáforas como señales de síntomas a combatir, como algo que no debería pasar. Cuando uno se acerca a esto como algo que no debe pasar, se acerca queriendo combatirlo. Uno se acerca con la idea de “Esto está mal, no debería pasar, ¿cómo hacer para que esté bien?”. Vamos a dejar esto de lado.

No nos vamos a acercar a la depresión como algo que está mal que pase, que no tendría que pasar, y a lo cual miramos como a un enemigo. No vamos a hacer esto de ir a pelear con la depresión, en lo posible. Más bien al revés: vamos a tratar de ver hasta qué punto eso que aparece en la depresión, aparece de manera espontánea en otras experiencias de la vida anímica, y son recogidas en los mitos, en las grandes leyendas de la humanidad, y en experiencias de enorme significación espiritual. Lo que se llama «amplificar» el tema. Amplificar, en este sentido, es tomar este rasgo que a uno le parece patológico, y ver a qué otra narración corresponde ese rasgo, en qué otra historia esto que aquí parece suelto y fuera de sitio, encuentra su verdadero emplazamiento.

Y vamos a comenzar con uno de estos rasgos: la negrura.

En lugar de acercarnos a lo negro con el criterio de que lo negro está mal, en lugar de acercarnos a la oscuridad como si a la oscuridad hubiera que combatirla en nombre de la luz, es malo estar a oscuras, es malo que la sombra llegue, donde el pre-supuesto es que debería haber luz; nosotros vamos a dejar de lado ese pre-supuesto, y vamos a ver en qué actividades arquetípicas, qué grandes arquetipos, acogen la oscuridad y la negrura como expresiones esenciales y necesarias. Veremos qué pasa cuando uno se aproxima al negro, no como lo que no debe ser, sino como lo que debe ser porque cuenta otra historia. Esto no aportará soluciones para la depresión, ni pretende hacerlo.

Una de las grandes disciplinas simbólicas en donde el negro tiene una importancia repetida como imagen permanente, no como algo negativo sino incluso como señal de un proceso importante es la alquimia.

La alquimia es aquella tradicional disciplina de la que se dice que surgió la química, hoy la aceptamos solamente como precursora de la química y nos olvidamos que en sí misma fue (y es) una disciplina espiritual importantísima. Si piensan que Alberto Magno era alquimista, que Santo Tomás, que Roger Bacon, que Paracelso y que otros grandes genios, cuya actividad pudo fomentar el origen y el desarrollo de la ciencia, incluido Newton, tenían serios intereses por la alquimia, es evidente que no era tema de charlatanes ni de idiotas, sino que varias de las mismos mentes brillantes que propulsaron la ciencia valoraron a su vez la alquimia. Por lo tanto algo debe haber en la alquimia más que cuento de tontos, o de charlatanes.

Lo que se cuenta es que el alquimista se movían bajo la convicción de que a través de procesos químicos se podían transformar los metales más ordinarios y de menos valor en oro. Este oro, un oro purísimo, muchos lo vieron como la oportunidad de enriquecerse, y aquí volvemos a encontrar la codicia saturnina. Ah, dicen muchos, el alquimista se quería enriquecer fácilmente. En realidad, la pasión por la alquimia provocó la caída de grandes fortunas. El que se apasionaba por la alquimia tenia que comprar equipo, vivir a la caza de material de laboratorio y mucha gente se empobreció porque invirtió. Muchos no buscaban dinero porque ya lo tenían.

Ha sido necesario un trabajo de tomárselo en serio para descubrir que la alquimia, sin duda habla de eso, pero ante todo habla de imágenes, como en los sueños. La alquimia era un proceso espiritual. El alquimista buscaba oro, buscaba lo que el oro simboliza.

Pregunta: ¿Jung es el que recupera al tema para la psicología, o antes de él ya había psicólogos interesados en el tema?

Respuesta: Jung ha sido importantísimo. No es el primero, ya dentro de los seguidores de Freud está Herbert Silberer, a quien menciono en la bibliografía, y cuya obra fue un pilar importante en esta dirección, y al que Jung menciona con gratitud. Hay que pensar que varias expresiones psicoanalíticas provienen del dominio alquímico: proyección, sublimación… Jung profundizó sin embargo más que cualquier otro psicólogo en el tema, y aportó una interpretación singular y sugestiva. Hay gente que todavía siente pasión por la historia de la alquimia y rechaza la interpretación de Jung. Pero lo que no se puede rechazar es que en la alquimia se está trabajado, no literalmente, sino simbólicamente. Hay un continuo proceso de simbolización. Por ejemplo: hay que matar al rey, descuartizarlo, poner sus miembros en la bañera, y calcinarlos porque así el rey podría nacer rejuvenecido. Está claro que no se habla literalmente, ningún alquimista iba a matar a ningún rey.

Es frecuente en alquimia la imagen de la unión del dragón y el águila, y no se está hablando de dragones y águilas que se encuentren en el zoológico. Su lenguaje continuamente apela a imágenes poderosas para referirse a su materia. Podríamos acercarnos a la alquimia como un lenguaje altamente poético y a la vez muy riguroso: no es poesía arbitraria. Esto me recuerda la distinción que hace Paracelso entre fantasía arbitraria e imaginación verdadera.

Un alquimista no puede escribir lo que se le antoje, sino que ha de describir con gran precisión imaginativa lo que está ocurriendo en cada fase. Y para describir lo que está pasando la única manera es apelar a imágenes que tiene un enorme poder de conmover. Al igual que en sus imágenes visuales e iconografías.. Si miran libros de alquimia, las imágenes son poderosas. Personas descuartizadas, desmembradas, la figura permanente del andrógino, ese ser que es la mitad hombre y la mitad mujer, es uno pero es dos. Dragones, monstruos. Serpientes que se muerden la cola, etc. Hay toda una fantasía patológica, y uso la expresión en el sentido de que no es «normal», no porque esté mal. Es una fantasía del pathos, del padecimiento, muy importante.

Los términos el lenguaje de la alquimia son enormemente significativos y simbólicos: mortificar, mortificación, ennegrecimiento, putrefacción, emblanquecimiento, sublimación. Recordemos otra vez que Freud tomó está expresión de la alquimia. La palabra sublimación era clave, un proceso por el cual aquello que es pesado y es denso se aligera y se vuelve sutil. Lo formal puede volverse así a-morfo. Un proceso químico, sí y un proceso anímico importante.

Cuando un lee todo esto acerca de la mortificación, la separación, la calcinación, la putrefacción, el morir, el ennegrecer. El tema del negro en la alquimia es fundamental.

No voy a contar con precisión lo que sea la alquimia, no cabe en nuestro proyecto actual, aunque esto les dará curiosidad para acercarse a la alquimia. Pero sí aclararemos unas ciertas bases.

El alquimista busca transformar un material en su hornillo y trabajarlo, pero en también insiste todo el tiempo en que la transformación de la materia depende de, está asociado al proceso anímico por el que pasa el alquimista. O sea que el trabajo en el laboratorio afecta a su ánimo, y su ánimo y el estado de su ánimo, la pureza de la intención, afecta a la pureza del resultado.

De ahí que el alquimista no sólo trabaja metales, sino que también ora, medita, e intenta purificarse para obtener el oro puro. Hay un trabajo fuera que es un trabajo dentro, hay un trabajo dentro que es un trabajo fuera. No es sólo espiritual en el sentido que es un alejamiento del mundo, un todo para adentro para decir así, porque hay un afuera, pero ese afuera no es como el del químico actual: es un afuera siempre acompañado de una interioridad.

La alquimia es muy antigua y no sólo es occidental. Ya hay alquimia griega del siglo II, hay alquimia egipcia y hay alquimia china. La alquimia ha sido constante en la tradición occidental hasta el siglo XVIII en que cambia mucho la visión de la alquimia, del mundo también, y se abandona mayoritariamente el interés por la alquimia. Puede afirmarse que existen alquimistas, si bien muy pocos, todavía hoy. Sin embargo hay herederos de los alquimistas. Sin duda los psicólogos profundos son los herederos de la alquimia, los artistas también. Herederos de los alquimistas, pero la alquimia en laboratorios ya no se practica salvo por poquísimos individuos.

Pero nos han dejado una serie de imágenes poderosas.

La idea muy simple de algo muy complejo es: Hay que poder partir del metal más común, más simple, menos valiosos, y a través de una serie de procesos muy complejos, conseguir que ese metal que tiene una forma concreta -o es plomo, o es cobre o es bronce o es mercurio, y por lo tanto hay un material sometido a una forma-, conseguir separar la forma para que ese metal regrese a su estado primordial. El estado primordial es lo que ellos llamaban la materia prima.

Todo brota de una materia que, y aquí sí hay imágenes teológicas importantes, antes que nada era una especie de caos. Y de ese caos, Dios ha formado cada cosa.

Todos los metales parten de una materia original y ya tienen una forma que la aprisiona.

La idea del alquimista es retrotraer el metal de su forma actual a ese estado caótico original en que pierde la forma y se vuelve materia primordial, en la cual luego a través de una serie de procesos, se inserta otra forma y el metal aparece como otro metal. Y el metal bajo aparece como metal purificado.

Ahora este proceso de separación de la forma de la materia es un proceso de tortura.

Se tortura al metal. Se lo tortura de mil maneras para que suelte esa forma y vuelva a aquel estado indefinido, apto para recibir una forma nueva. Esta descripción es sólo una aproximación intuitiva, ya que el tema es mucho más complicado. Los procesos son muchos, la gracia es que cada alquimista los describe a su manera.

No es como en la ciencia que hay un lenguaje común para todos, sino que cada alquimista tiene sus propias imágenes. El proceso no es sólo objetivo, compartido exteriormente, sino que incorpora plenamente la experiencia del alquimista. Pero a pesar de que son cada uno distinto y que cada uno tiene sus lenguajes, hay ciertas constantes en todos los alquimistas.

La constante, que también tiene variaciones, es una metáfora metálica tradicional (hay muchas metáforas relacionadas con los metales): los metales están asociados a los planetas en la tradición occidental desde siempre, desde muy antiguo.

Ya hemos hablado antes de Saturno y la tierra, pero Saturno aparte de la tierra (frío y seco) es el plomo.

Y uno puede hablar del sol, símbolo del fuego, pero el sol ha sido también símbolo del corazón desde tiempos inmemoriales, y del oro.

Por lo tanto el estado de sacar oro del plomo, también se podría hablar cómo conseguir que Saturno se vuelva el Sol. En alquimia la astrología, la mitología, la poesía y la química están indisolublemente ligados. El trabajo en los metales es el trabajo en los planetas, el trabajo en los planetas es el trabajo en circunstancias externas y en estados de ánimo todo el tiempo. No podemos verlo como una disciplina objetiva y una técnica que no pone en juego la visión individual.

Por eso para el alquimista, torturar a la materia es pasar también por un estado torturado del alma.. La materia, en el metal dado, es torturada porque se le quita su forma y regresa al estado de caos original. Eso sólo es posible porque en el alquimista mismo se produce una desidentificación de las formas.

Pregunta: En realidad es una escisión.

Respuesta: Lo es, y se conecta con la primera fase de la obra. La desidentificación de la forma es la caída en un caos original en un caos donde ya no se sabe. Se pierden todas las convicciones. Así como eso que está en la retorta pierde la forma, pierde su forma a través de la tortura y se vuelve materia informe, el alquimista es simultáneamente ocupado por la materia informe y pierde su forma. Y lo que pasa adentro pasa afuera.

Cuando te das cuenta que es un trabajo con la imagen, con la manera en que aparecen en tu vida las imágenes, empiezas a decir “Claro tiene muchísimo que contar la alquimia”.

La obra para ellos era la constitución del oro o en su defecto de la plata, metales incorruptibles de alto valor. De más está decir que la plata es la Luna, y el oro es el Sol. Y que de todos los planetas son las dos luminarias, las fuentes de luz. Saturno tiene su propia luz, y Marte, y Júpiter. Pero el Sol y la Luna son fuentes de luz, de la luz del día y la luz de la noche. La búsqueda de la luna y la búsqueda del Sol regenerados. La búsqueda de los polos luminosos. Y en eso está la alquimia es el trabajo del oro o de la plata. Pero para conseguir esto se parte de lo más opaco: el plomo.

El plomo, es el metal de Saturno, el plomo es la depresión. El plomo es la melancolía, el plomo es negro, aislante. Si se quieres proteger algo de toda irrupción energética exterior conviene ponerlo en una caja de plomo. El plomo es aislante ¿Porqué utilizan plomo los conductores de la luz? el plomo es el mejor aislante: aísla, separa, seca, hunde, no permite ver hacia afuera. Hay una enfermedad que proviene de la contaminación del plomo en la atmósfera y en el agua, llamada, justamente, saturnismo. Y que afecta a las articulaciones, produciendo enlentecimiento del movimiento y afecta también a la respiración.

El saturnismo lo tenia Goya, un gran melancólico, conocen la pintura negra de Goya, el Sordo en su quinta. ¿Qué rige Saturno?,: la sordera.

Cual es uno de los cuadros de Goya que ha impresionado a la Humanidad: Saturno devorándose a sus hijos.

Un hombre melancólico, aislado, sordo por saturnismo. Muchos dicen que provenía de que las pinturas que usaban albayalde, el albayalde tenía mucho antimonio, antimonio negro es lo que se llama khol que se usa para pintarse, negro el antimonio asociado a saturno, de ahí que el uso de estas pinturas afectara al organismo.

Beethoven, el sordo, también padeció de saturnismo. Exceso de plomo.

Hoy en día existe este peligro todavía, afecta sobre todo a los niños porque merma la posibilidad de crecer. Es curioso! Lo que está pasando ahí vuelve a ilustrar las mismas imágenes. Las imágenes no cambian, se reproducen, se manifiestan de infinitas maneras.

En la alquimia el momento en que uno se desespera, seria el momento en que ese material que estás trabajando se vuelve negro. Parece que se pudre de tal manera que pierde todo color y consistencia. se vuelve una cosa negra y pesada.

Este volverse negro se llama nigredo, ennegrecimiento, es cuando uno diría : «Ahora se echó a perder todo». Y sin embargo es lo que el alquimista llama, el camino seguro de la obra. Si hay nigredo entonces la obra ha comenzado. Pareciera la máxima derrota, por eso siempre hay la advertencia de que la nigredo, el ennegrecimiento, es la primera señal que estamos en el camino. Sin nigredo no hay transformación.

Las imágenes de la nigredo, como la describen, son muchas y variadas, coinciden prácticamente con las descripciones de la depresión. Claro que aplicado a la materia pero recuerden que si la materia se vuelve negra es porque el alquimista simultáneamente se deprime. Es imposible entrar en obra sin entrar en la melancolía.

Por lo tanto la melancolía no solo es síntoma de una enfermedad, la melancolía es la puerta a una obra. Es la inevitable puerta por la que se inicia un proceso que si no se pasa por ahí no hay tal proceso.

Así que encontramos en la alquimia un símbolo del negro no como defecto. sino como la puerta., la misma puerta que Dante describe en la entrada del infierno con la inscripción “Dejad, vosotros que entráis aquí, abandonad toda esperanza”. La desesperanza, la des-esperación, el abandono de toda expectativa produce depresión.

La depresión es esto. Pero parece que cuando se ha perdido toda esperanza, comienza a pasar lo que mientras uno está adherido a expectativas, esperanzas, objetivos, ventajas, ganancias, crecimiento, no puede pasar.

La primera fase de la obra, la nigredo, corresponde a la depresión por sus imágenes. Hablan , por ejemplo, del cuervo negro. El cuervo, típicamente saturnino, un pájaro negro y de carroña,. El murciélago también es saturnino, piensen en la Melancolía de Durero, hay un gran murciélago, no es casual, no hay nada casual en esto.

Dentro de esas imágenes, vamos a mencionar una y vamos a leerla, que ya mencioné en el otro curso porque me parecen preciosas, hay un tratado del siglo XIII, que se llama Aurora Consurgens, que fue atribuido a Santo Tomás de Aquino, y que es posible que sea de él. (ver Bibliografía)

Tomás de Aquino era alquimista y su maestro Alberto Magno también, y Roger Bacon también y escribieron notas de alquimia y cualquiera que tenga un poco de curiosidad puede leer. Están allí, los que no estamos allí somos nosotros, claro, uno está donde tiene que estar. No se trata de que esto no exista, sino de que con frecuencia uno no existe para ello. Les digo porque creo que su descripción es enormemente poética, en cuanto a la descripción de la invasión por el estado melancólico que recuerden que es también el comienzo de la obra.

Vamos a leer. Aurora Consurgens, que quiere decir “Cuando nace la aurora”. Recuerden que hubo una secta importante al comienzo del siglo XX que se llamó Golden Dawn, que quiere decir Aurora Dorada. EL símbolo de la aurora, de la salida de la luz por el este, es antiquísimo: es neoplatónico, es la aparición de la luz después de la oscuridad. ¿Qué es la aurora? Es cuando ya ha pasado la noche, y después de la noche despunta por el Este un nuevo día. De la misma manera que el día de Saturno, el terrible día sábado, saturday, el día de Saturno, con todo su dolor, anuncia el día del Sol, el día del Dominus, el día del Señor que es el Domingo.

La semana son los siete días, los siete metales, los siete planetas, los siete escalones de la escalera cósmica. Todo esto lo hemos olvidado, pero está a pesar que lo hayamos olvidado.

La aurora dorada por lo tanto está anunciando la salida del sol, el acceso al oro, la aparición del oro. Pero el oro sólo puede aparecer a través de la máxima negrura.

La Aurora Consurgens es un libro enormemente poético, muy hermoso, muy delirante.. En los textos alquímicos siempre hay facetas «delirantes», en el sentido de que no pueden entenderse sólo intelectualmente. Con «la cabeza» sólo no se puede; allí está el viejo Saturno queriendo ordenar, clasificar, catalogar, captar conceptualmente, «mentalmente» en el sentido de «pneuma»: aire, espíritu abstracto, con su alejamiento de lo húmedo, lo psíquico, y su aspiración a categorizar. Ese no es el camino para la alquimia donde no cuenta sólo lo que se entiende, sino que esto implica un ver. Se despliegan imágenes muy poderosas, pero ¿qué «quieren decir»? Se trata de un ver, de un mirar. La imagen no «quiere decir»: muestra.

Y si muestra es eso que muestra, no otra cosa.

Por eso generalmente nos cuesta aproximarnos a las imágenes, si uno suelta este intento de entender y se permite conectar con la imaginación, los textos y las imágenes alquímicos son una enorme fuente de inspiración poética. Sin ninguna duda. Son como visiones.

El texto de Aurora Consurgens, que ya había mencionado en el anterior seminario, dice así:

“Vi de lejos una gran nube oscureciendo toda la tierra, absorbiéndola, y con ella absorbía mi alma, a la que la oscuridad cubría. Y vi como las aguas se abrieron paso hasta ella, se pudrieron y corrompieron a la vista de los infiernos y de la sombría muerte, pues las aguas me habían engullido completamente. Entonces los etíopes, caerán sobre mí y mis enemigos lamerán toda mi tierra”

Los etíopes porque ¿de qué color son los etíopes? Ese es el comienzo de la depresión: la nube negra que viene, que me absorbe, ya no veo nada, y la inundación que me destroza. Y esto permite que los enemigos negros caigan sobre mí.

Este pequeño fragmento ya recoge casi todas las imágenes que hemos visto en las descripciones de los médicos, los psicólogos y los psiquiatras: oscuridad, confusión, muerte, ahogo.

Todas las imágenes tradicionales aparecen convocadas. Jung ha tenido un mérito importante, aunque uno pueda o no comulgar con su visión. Sin duda tiene un mérito: fue el primero que se acercó a la alquimia viendo en la alquimia la imagen precisa del proceso del alma. Leyó en la alquimia una psique que habíamos olvidado que existía.

De ahí que a través de Jung, que tiene una colección impresionante de alquimia, toda la escuela junguiana ha continuado la profundización en la imaginería alquímica.

Al respecto, quisiera leer un texto de Marie Luise Von Franz, está en castellano, se llama Alquimia y cualquiera que quiera lo puede conseguir, está en editorial Luciérnaga (ver Bibliografía).

Supongo que al leerles yo este texto se van a dar cuenta que es accesible, y de que no habla de tonterías; dice así, en una nota sobre el tema de la depresión y la alquimia, leo textualmente:

“En el conocimiento de la antigüedad tardía, el plomo era el metal de Saturno”, -esto ya lo sabemos, otro ejemplo de su uso vulgar: “Qué plomo”, “me siento de plomo”, “un día plomizo”,, “no quiero ir me siento un plomazo”, “tal como estoy cómo voy a ir a una fiesta, siendo el plomo que soy”, uno se siente como un plomo, etc. La depresión no es broma eh, no es broma, no es una veleidad, es como acabamos de describir, la nube negra que te ha tragado, las aguas que te han engullido, no estás para fiestas. Entonces no estás para reirte, te han llevado a un fondo,y no hay forma de conectar con la superficie. Recuerden la descripción de aquel enfermo: «Ya no pertenezco al mundo», ya no estás, ahora te han secuestrado. Y esto es importante, no es que sea divertido.

Dice así: “El plomo es el metal de Saturno y tenía sus mismas cualidades, por el lado negativo la depresión y positivamente la depresión creativa”.

Volvemos al pseudo Aristóteles: la depresión una enfermedad terrible, pero los grandes genios han padecido melancolía. O sea también hay un potencial.

«Saturno es el dios de los mutilados»-muchas veces se lo representa con una muleta, el viejo con la muleta no puede correr, Pies heridos, cojo, se tiene que arrastrar e ir muy lentamente. Esto es típico en la iconografía del Renacimiento: el viejo barbudo con alas, pero andando con muletas o sin piernas. En los textos de alquimia aparece una pierna cortada o una pata de palo, porque no puede correr, porque no tiene celeridad. Marie Louise von Franz continúa:

«Por un lado es el dios de los mutilados, de los criminales y de los tullidos. Pero también lo es de las gentes artísticas y creativas. En nuestro lenguaje moderno eso significaría la extraña cualidad de ciertas depresiones, en las que uno se siente literalmente como plomo.

Sin pensar en ningún símil alquímico, es frecuente que la gente diga “Hoy me siento como si fuera de plomo”. En una depresión intensa uno se siente incapaz de levantarse de la silla. Y hasta de abrir la boca para explicar que está deprimido. No hace más que estar sentado como un bloque de materia inerte. Cuando alguien está en ese estado, sus confesiones tienen innumerables símiles con el plomo.

Tal como implica la palabra, en una depresión la persona está aplastada, oprimida, en general porque una parte de la energía psicológica» -en lugar de energía el texto pone «libido», pero vamos a decir en su lugar «energía»- está baja y hay que buscar cómo subirla; la verdadera energía de la vida ha resbalado a una capa más profunda de la personalidad»

Recuerden a Freud. “Hay una herida por la que ha huido la energía, ha desaparecido”, se ha abierto un hueco y ha caído, no está, se fue.

«Y sólo es posible alcanzar esta energía -continúa von Franz- mediante una depresión

Es decir que, a menos que haya una psicosis latente, una depresión debe ser estimulada, diciéndole a la persona que entre en ella y que esté en ella, en vez de tratar de rehuirla poniendo la radio o leyendo el Hola» -Franz dice «Selecciones-«, y si las depresiones dicen que la vida no significa nada y que nada vale la pena, pues aceptarlo y decir: «bueno, ¿y qué?» Escuchar, profundizar y profundizar, hasta volver a alcanzar el nivel de energía psicológica de donde puede surgir alguna idea creativa, de modo que, súbitamente, en el fondo, pueda surgir un impulso de vida y de creatividad que había sido pasado por alto».

Bueno, esta es una visión muy cristiana. Yo no estoy especialmente de acuerdo, porque estoy viendo lo que ella ve. Y ella está viendo que la depresión es un camino para llegar a sacar la creatividad hacia el exterior, salir para afuera más creativo que antes, y de eso no estoy muy seguro. Está considerando que “Bueno, vale la pena morirse porque se resucitará”, y lo que hace aceptable la muerte es sólo que es un paso a la resurrección. Es decir, la muerte en sí “ No”, sino como “medio” para un renacimiento. Hay que deprimirse para ir a buscar que luego traes a la superficie. Esa parte luego la vamos a discutir.

Pero la idea de permitir que la depresión haga, es una idea interesante. La idea de en lugar de combatir la depresión, permitirse, dejarse llevar por ella, esto tiene lo suyo.

Dice: “También puede ser un síntoma pre-psicótico”.

La psicosis es la locura, la locura como la entendemos normalmente: el descontrol, el estar obsesionado, invadido por obsesiones, sin poder tomar distancia de lo que te aparece, no es un estado que uno quiera sino que uno es manejado completamente. Porque claro, la depresión puede también, cuidado, estar indicando que detrás de ello, lo que hay puede ser enormemente destructivo. Puede ser un síntoma pre-psicótico. Dice von Franz: «Lo que emerge después también es un contenido creativo, pero aflora en una medida tal que puede destruir la personalidad.

En estos casos hay que reflexionar con cuidado antes de animar a la persona que se hunda en la depresión porque, aunque el mecanismo es el mismo, existe el riesgo de que lo que aflore sea demasiado fuerte y haga estallar la personalidad» Esto también está indicado, no lo dice ella, -lo digo yo-, en los textos de alquimia.

Hay en un texto alquímico se lee:

“El plomo puede venir con un orín rojo, herrumbre, que puede ser muy tóxico porque puede producir locura. Ten cuidado cuando el plomo viene con demasiada herrumbre, si no separas la herrumbre te puede comer a ti”.

O sea que hay una advertencia de que, según y cómo, puede ser el anuncio de un síntoma pre-psicótico También es creativo lo que hay allí, pero, según dice von Franz: «existe el riesgo de que lo que aflore sea demasiado fuerte y haga estallar la personalidad. El plomo es , por lo tanto, esa pesadez, indiferencia, ese sentimiento de la nada que cubre o sofoca el contenido del inconsciente.

Tal como dice un texto alquímico…: “En este plomo existe incluso un elemento de locura”:

Esto se refiere a otro hecho, porque si se profundiza en los estados depresivos de la gente, por lo general en el fondo se encuentran o bien contenidos creativos o», y esto es lo que a mí me interesa destacar, «un violento deseo que no se ha llegado a sacrificar.

Con frecuencia las personas deprimidas sueñan con leones voraces o con otros animales que las devoran» -en los textos alquímicos aparece continuamente la imagen de leones devoradores, leones que entran en guerra entre sí. “Dragón verde de la concupiscencia”, lo primero que aparece en el alquimista. Empiezan a aparecer estas figuras salvajes, llenas de fuerza, sí, pero de apetitos y de capacidad de devoración. Aquí von Franz está hablando de que cuando uno baja, puede encontrarse, vuelvo a leer: “Leones voraces o animales que las devoran, pero en especial con leones y eso significa que la persona está deprimida porque está frustrada en la satisfacción de sus deseos salvajes”

¿Qué querrá decir esto de los deseos salvajes?

Me encanta como lo dice, se puede discutir, pero me encanta la manera en que lo dice.

“Quieren tenerlo todo” -continúa- «ocupar el puesto más alto, tener al hombre más apuesto, o la mujer más hermosa, dinero y todo lo demás. Tienen los deseos salvajes de un niño a quien le gustaría comérselo todo, pero al mismo tiempo tienen la inteligencia suficiente para saber que la vida no es así, que no pueden tener lo que quieren, de manera que el deseo se enrosca sobre sí, y se convierte en depresión y hosquedad. Una depresión así, tiene la calidad de un deseo hoscamente frustrado, y explica por qué, tras una relación amorosa desdichada, la gente se hunde en una depresión terrible. Su león se ha visto frustrado y ha regresado hoscamente a su guarida.»

«Algunas personas llevan» -yo diría muchas, yo diría casi todas- «llevan dentro de sí un niño frustrado. Por lo general son muy correctas y corteses y plantean pocas exigencias al analista, pero ser demasiado correcto, cortés y considerado es siempre sospechoso.

Uno sabe que a esa gente le gustaría devorarse completamente al terapeuta, como el león, imponiéndole exigencias infantiles y haciéndole escenas, ya sea porque el analista terminó la sesión cinco minutos antes, o porque contestó el teléfono o les cambió la hora, o ¡estuvo con gripe!»

Como ven, se trata de la exigencia es la de un niño caprichoso, no reconocido, que no acepta no ser el centro del mundo. El niño no lo acepta, pero uno es lo suficientemente inteligente para saber que no puede ser.

-Comentario del público: “Incluso parecen niños realmente”

Ciertamente. Y aparece el niño. Esto está también en el usual tema de los celos infantiles, cuando aparece un hermanito. Tienes que aceptar que es tu hermano. Hasta te gusta tener un hermanito. Pero aparece una rabia, que no se puede disimular. Lacan tiene un interesante ensayo sobre esto, basado en una observación de San Agustín acerca de la expresión «hosca y oscura» en el rostro del pequeño al ver a su hermanito mamar del pecho materno.

Claro, has perdido una batalla que no puedes pelear. Eso no sale afuera, se va para adentro. Y tiñe lentamente -con lentitud saturnina- toda la personalidad.

Fíjense lo que está diciendo von Franz en este trozo, porque esto encaja mucho lo que he leído de melancolía, rabia horrible. Traducción literal: Melas: horrible, Kholé: cólera. Cólera horrible antes que bilis negra. Hay algo de eso.

Dice así: “Uno sabe que a esa gente le gustaría devorarse completamente al analista como el león imponiéndole exigencias infantiles y haciéndole escenas» -y se hacen eh, y al profesor también, escenas, demandas, claro dentro de una moderación inteligente,- haciéndole escena ya sea porque terminó la hora cinco minutos antes, porque contestó al teléfono, porque contestó al teléfono, porque les cambió la hora o sencillamente porque estuvo con gripe.

Estas personas de un nivel de conciencia infantil, lo compensan siendo muy correctas, sabiendo que si admiten sus exigencias hará su aparición el león devorador, y el analista devolverá el golpe, algo que a ellas les ha pasado con frecuencia en la vida, cuando tras haber escondido sus sentimientos, un día se arriesgan y como resultado reciben un palo en la cabeza. Entonces el niño herido vuelve a retraerse, amargamente frustrado, y aparece la depresión, el león devorador. Es una parte de la naturaleza primitiva, de las reacciones arcaicas que tienen todos los conflictos de querer comer y no poder, de modo que se instala la manía depresiva».

«Este es el simbolismo de la locura en el plomo», pero también el plomo contiene al oro. Saturno contiene a Osiris decían los alquimistas.

Durante el seminario anterior, he mencionado varios textos de astrología antigua que ya hablaban de una identidad entre Saturno y el Sol. No lo voy a repetir. Pero están los textos.

Saturno tiene una extraña hermandad con el Sol. A Saturno se lo consideraba el Sol de la noche. Saturno lleva el Sol en su interior. Luego ese plomo venenoso a su vez contiene a Osiris. Pero es veneno, es rabia.

No se puede renunciar a lo que se quiere aunque se es inteligente para saber que no se tendrá. Por lo tanto uno se deprime, no puede actuar, pero la, – y esta es la palabra que me gusta-, la voracidad, aunque en silencio, sigue existiendo. Concupiscencia, concupiscencia, es deseo fuerte. Se renuncia a todo pero no se puede renunciar al deseo. El vivir con ese deseo que no puede realizarse, un deseo que está ahí, como un dragón que se muerde a sí mismo, se lo lleva a uno.

“La vida se ha vuelto una estafa, qué amargura, qué rabia, qué enfado”, y detrás de la sensatez y de la resignación, qué enfado!. “Me lo han quitado, la vida no fue como debería ser. Qué mentira. Mira dónde estoy: yo que debía ser la princesa casada con el príncipe azul. Yo que debía.. Claro, entiendo, no es así”, pero la rabia, el apego, la concupiscencia, como un dragón voraz,habita en las entrañas.

En el plomo está Osiris, el hombre inmortal, de modo que von Franz dice: “con que sólo acepte uno esa zona interior, llegara el contenido creativo donde se oculta el Sí Mismo”, que para ella es el símbolo del Sol. Otra persona que habita en uno. No ese Yo hambriento de poder devorador. Si se acepta entrar adonde está el dragón, ese dragón contiene también como potencial otra cosa. Pero claro, ahí se está indicando tocar el punto donde está la frustración. Saturno señor de las frustraciones, cada vez que me frustra la vida: Saturno me lo ha quitado, señor de los límites.

Von Franz continúa así: “Se podría decir que el niño frustrado es un aspecto que encubre la imagen del Sí Mismo, y que el león que devora también es un aspecto del Sí mismo. Esto se ve muy claro si se toma la imagen del león devorador. Si creo que tendría que ser el primero en todo, tener la pareja más apuesta, tener dinero, ser feliz, y así sucesivamente, esto es una fantasía paradisíaca, y eso ¿qué es? ¡Una proyección del Sí Mismo», o yo añadiría: una literalización de uno mismo, del centro del corazón, de la Edad de Oro.

Uno sin darse cuenta está poseído por una Edad de Oro, que la literaliza, ser literalmente feliz, ser el más guapo, vivir muchos años, tener mucho dinero. El deseo infantil del paraíso. El paraíso, claro, no visto como paraíso «celestial» sino como una posibilidad literal y terrenal.

«¿Y esto qué es?» -dice von Franz- ¡Una proyección del Sí Mismo! De modo que en realidad lo infantil es el deseo de experimentarlo todo en el aquí y en el ahora. La fantasía como tal es totalmente legítima».

O sea que la imagen del paraíso es inherente al alma. La cuestión no está en la imagen, la cuestión de la depresión está en la literalización. Los que vinieron al seminario anterior saben que una de las tendencias de Saturno es transformarlo todo en hecho literal. Mi sueño no debe ser un sueño, debe ser tal cual en realidad. La isla paradisíaca tiene que estar en un lugar de los mapas, pero claro cuando llego a las islas de los mapas no son perfectas. Son perfectas cuando no he llegado, cuando llego no es así. Esa búsqueda permanente de una isla paradisíaca en la tierra, esa literalización de la imagen, es lo que genera la frustración. No la imagen en sí. Y creo que aquí está la clave de todo. Es el deseo de experimentarlo todo en el aquí y en el ahora, en la literalidad, en el espacio cartográfico, en el tiempo de los relojes, en las latitudes de la tierra.

Dice von Franz: “La fantasía es legítima, tiene la idea de la conjunción, de un estado perfecto y armonioso. Es una idea religiosa, pero, si se la proyecta sobre la vida exterior y se la quiere tener allí,. en el aquí y ahora, es imposible. La forma en la que la persona quiere realizar la fantasía es infantil, pero en sí la fantasía es valiosa y no hay en ella nada malo ni de enfermo”.

«Así que precisamente en esa zona loca y no dominada de la persona, en la zona salvaje y problemática, está el símbolo del Sí Mismo. Eso le da el impulso, y es por eso por lo que las personas nunca saben qué hacer, porque no pueden reprimirlo; o, si son razonables y se resignan a renunciar a la cosa y se dan cuenta de lo infantil que es y entienden que hay que resignarse y adaptarse a la vida, entonces sienten que se han curado, pero que los han despojado de sus mejores posibilidades y naturalmente se sienten frustrados»

No es ése el camino. El camino no es “ Bueno, no puede ser, soy adulto, acepto que no puede ser, ya no lo quiero más, y entonces acepto que esto es lo tengo que vivir: una realidad de mierda, un poco cosa y esperar a morir”

Y si se está viviendo con amargura esa supuesta aceptación, ¿cómo no va a haber un desencanto? Si no hay otra realidad que ésto, que además aquí lo deseado no se puede vivir. Pero se trata de que o es infantil y enfermo, o se es adaptado y por lo tanto vencido, estafado, desencantado. Puesto que no se puede vivir lo deseado, no existe, y puesto que no existe, entonces vivo como un animal que se arrastra día a día esperando la muerte porque jamás se realizará algo que valga la pena vivir, porque lo que vale la pena vivir no se puede vivir. Esa sería una curación que no es tal curación, esa sería la condena de Saturno: volverte seco, viejo, amargo, cerrado, hosco, agarrado, contraído.

Sí, bueno, muchos ponen eso como imagen de normalidad, creen que la curación consiste en la aceptación de una madurez, entendida como integración a una realidad que es como es, realidad entendida como sequedad, estructura, forma, «realidad pura y dura». Saturno. Está ahí afuera, esto es lo que hay, no hay otra cosa que esto, adáptate -o sea, resígnate- y ya estás curado.

No es esto lo que dice Jung, sino que, como continúa von Franz: «La gran dificultad, para retornar al lenguaje alquímico, reside en extraer a Osiris del plomo, en salvar la fantasía que es dadora de vida, y al mismo tiempo podarle la puerilidad del deseo de realizarse. Es algo tremendamente sutil. Toda la tarea consiste en salvar el núcleo, la fantasía del Sí Mismo» -y yo diría: la Edad de Oro- «y despojarlo de todo lo pueril, del deseo primitivo y de todo lo demás que lo circunda, lo que significaría sacar a Osiris del ataúd de plomo»

Como dice el texto alquímico: Osiris está enterrado en un ataúd de plomo, la Edad de Oro guardada en una especie de melancolía, y en negación de la vida. El Sol (el Oro) encerrado en Saturno (el plomo). Sacar a Osiris/Sol del ataúd/Saturno, pero ¿cómo puede salir Osiris del ataúd? Esta es la gran cuestión alquímica: como obtener el oro a partir del plomo!

«Eso es lo que hace el alquimista en forma proyectada», -explica von Franz- «cuando dice que al hombre divino había que extraerlo del ataúd de plomo o de la materia corruptible».

Yo no sé si esto les ha resonado o no les ha resonado, porque aquí está toda la clave.

¿Cómo se puede reconocer la validez de la imaginación si esa imaginación no se puede realizar literalmente? ¿Cómo puedo renunciar a la literalidad de la imaginación sin que esto desvalorice a la imagen?

Hombre, claro que hay modo, por supuesto que lo hay. Eso es lo que el deprimido, y el no deprimido no saben. Eso es el resultado de estar atrapado en que “O existen los hechos o no existe nada”. Y en realidad. lo que menos existen son “los hechos”. Pero la gente no lo sabe. Lo que uno llama “realidad”, es sólo una fantasía.

Sólo que una fantasía que no está siendo vista como fantasía. En última instancia no hay realidad. El creer que hay una realidad que es así y sólo allí se puede vivir, es la fuente de la depresión. Porque es estar atrapado en una imaginación que no se ve como imagen, sino que se ve como hecho.

Por lo tanto la depresión es terrible, terrible, y sin embargo puede ser la ocasión, puede llevar a, una desliteralización.

Sí, nada vale un comino, y es cierto, nada de eso. Porque “eso” no es. ¿Pero qué es lo que es?

En el texto que leí von Franz lo dice con toda claridad: «Hay que salvar la fantasía que es dadora de vida». La fantasía, la imaginación “es” todo lo otro que no se agota en «hechos». La aspiración a devenir «hecho» no es imaginación, es traición a la imaginación. Es caer, como decía Wallace Stevens, prisionero de «la metáfora que asesina las metáforas». Quien cree que la imagen sólo vale si se vuelve un hecho, no advierte que cuando se ha trocado en hecho, su riqueza se ha perdido. La imaginación es aquello que jamás se agota en hechos, porque su función consiste justamente rescatarnos de la literalización, de la identificación con una opaca «realidad» de hechos «puros y duros».La depresión viene a llevarnos de viaje. Nos saca de aquí, y si aquí es todo lo que hay, me encuentro en la nada. Pero es probable que ese todo que hay sea nada. Por eso los realistas, los hombres prácticos, los hombres de acción, son los que peor envejecen.

En el seminario anterior comenté que Aulo Gelio, un historiador del siglo 1 d. c. decía: Pero parece que la depresión es la enfermedad de los héroes. Todos los héroes se deprimen. Hércules termina enloquecido, Belerofonte también, Edipo se arranca los ojos. Los héroes terminan enloquecidos, como si la melancolía fuera la otra cara de la heroísmo.

Y en un sentido, claro que lo es, el heroísmo es el intento de realizar allí lo aquí no hay. Mientras te sustenta la fantasía literalizada, cuando llega el momento en que aquí no está, si no hay una zona media, no hay nada: la vida se vuelve nada. El tema es encontrar la zona media. La zona media es la zona de la Imaginación, no de la fantasía caprichosa. De la imaginación. Es encontrar lo que los místicos han llamado al hombre de luz. Pero ¿qué es el hombre de luz?

Recomiendo un libro de Henri Corbin, maravilloso, que se llama “El hombre de luz en el sufismo iranio” (ver Bibliografía), es corto y es una completa maravilla. “El hombre de luz en el sufismo iranio”, el antrophos del que hablaban los antiguos alquimistas, el hombre original, el Adam Kadmon del que hablan los cabalistas, el hombre primordial, el Cristo original o Proto Khristos, el Logos que emana de Dios; claro, para la mayoría de las gentes «sensatas» todas estas cosas son palabrerías, abstracciones o delirios.

Y lo que suelen vivir es una vida «abstraída» , una vida vaciada de todo contenido imaginal, su vida vacía de toda conexión con aquello que no puede entrar aquí porque aquí es demasiado pedir. El descubrimiento de aquel mundo que no entra aquí, no porque aquel sea irreal, sino porque cuando sólo se ve éste, se está ciego para el otro.

El descubrir que la llamada realidad literalmente es una alucinación, que la convicción de que el mundo es como es, es la convicción de una ceguera. El descubrimiento de que no es la depresión la prisión y la oscuridad. El alquimista lo decía: La depresión ya es resultado de que se está en obra. La depresión es índice -la nigredo-, de que ya está en obra.

No es el paso previo a la obra, es la obra.

El que no está en depresión, ni sabe de la obra. La nigredo es un avance. El que no sabe ni de la nigredo, ése lo tiene difícil.

Porque, cuidado, el alquimista está diciendo es la señal, ha llegado la hora, regocíjate: ha llegado la hora de la liberación. Cuando no hay nigredo es cuando estás confundido, porque estás atrapado en una cárcel que crees que es un palacio, estás viviendo un mundo de sueños, un mundo de dos dimensiones de cartón piedra, que no tiene nada, como si estuviera animado, estás aprisionado en las apariencias. Aquello que Platón alegorizó como «el mundo de la caverna», «las sombras proyectadas en el fondo de una caverna, tomadas como si fueran LA realidad, la única y la original». La caverna, la prisión, el sueño y el destierro.

Y ésta era la otra imagen sobre la que quería hablar, la imagen del exilio.

Tan común en la depresión. En la alquimia el negro es la puerta. En la alquimia el que no se deprime, quedará como es: metal sin valor. El que no se deprime, no llegará a conectar con el oro interior, con el hombre de luz, con el ser etéreo, con el cuerpo de la imaginación, con el cuerpo de resurrección, con la tierra plateada, con el mundo único o Unus Mundus, con el reino del Arquetipo. Se ha hablado de esto, a lo largo de la historia. Y se hablará. Pero los que hablan de esto no creen que el reino del Unus Mundus sea la cuenta de un banco, ni creen que la conexión y la creación del cuerpo de luz se consigue cuando me vuelvo loco por el acostarme con la más guapa. ¿Qué es lo que ves allí que allí no está?, pregunta Platón. EL que no duda y sigue persiguiendo fantasmas en ese mundo está aprisionado, el prisionero de la caverna.

Quién no ve, ¿el deprimido?. El deprimido es el que sabe. El que no ve, ese es el que no se deprime.

Toda esta fantasía -no digo que sea así, sino que estoy contando un cuento- viene de una larga tradición en Occidente, por cierto abarca toda la tradición mística, mística cristiana, mística sufí, mística judía, mística budista. ¿De qué habla esta gente cuya dedicación a la mística es al misterio. que quiere decir al silencio? ¿De que habla esta gente que sólo se puede conocer en el silencio? ¿Qué silencio hay en el que corre cada día a «ganarse la vida» para asegurarse un futuro?, ¿Qué silencio hay en el que corre a buscar al amor de su vida haciendo del otro el objeto de su fantasía?

Sólo hay ese plano de literalidades, sólo hay exigencia. Nunca es aquello, nunca es aquello. Y siempre pensamos que aquello no es lo suficiente para mí, que tiene que haber otra cosa para mí, cuando la otra cosa no está es maravillosa, claro, ya veremos porqué es maravilloso lo que no se ha realizado, lo que no se realiza está mucho más cerca del origen.

Y cuando le abrazas ya no es. ¡Vaya! ¡Me engañó!. Tan maravilloso que era en el sueño y lo decepcionante que es en el día a día, un dechado de ronquidos y de gases, aquello que Paracelso llamaba un saco de huesos y de carne y de sangre.

Esta tradición que hace del exilio la metáfora esencial del alma, estar exiliado por lo tanto no es estar enfermo, que hay que curarse para no sentir el exilio.

El deprimido, como dijimos antes “ya no estoy aquí”, “no pertenezco a este mundo”, Ah, hay que curarlo para que esté aquí.

Hay varios modelos, hay un modelo en el cual justamente el problema es no darte cuenta de que estás exiliado, que estás viviendo donde no corresponde,. adonde no perteneces, adonde aquello que hay en ti no es de este mundo. ¿Cómo no sentir el exilio cuando se está en contacto con la raíz, que no es esto?.

Esta tradición fundamental se llamó gnosticismo. Los gnósticos. Hay evangelios gnósticos por cierto que valen la pena leer, les he traído textos.

El gnóstico, aquella experiencia de la vida como la prisión en la que uno está atrapado, donde el día resulta ser la noche y la noche resulta ser el día. Yo he puesto textos de Corbin en la pagina web para que comprendan de qué habla el gnóstico.

Aquella experiencia de “Un día me desperté ,y descubrí estaba en el fondo de un pozo, era la noche más terrible en ese pozo, en ese pozo habitaban otros”.

La caverna de Platón, ¿cuál es la caverna de Platón donde están encerrados los prisioneros mirando sombras en el fondo de la caverna y creyendo que eso es lo que hay ese es el mundo real. Sin saber que las sombras que ven son proyecciones, en el fondo de figuras que hay detrás y más atrás hay una salida. Y fuera de la caverna existe la luz pero ellos no lo han visto nunca.

Para ellos esto es la realidad, todos comulgan con lo bonito que es el fondo, todos atados, mirando al fondo. Cuando uno de ellos sospecha que hay salida, lo consideran loco.

El filósofo es aquel que ha salido, ha visto la luz, sabe que esto no es, vuelve a la caverna a los compañeros: «Salgamos si esto es maravilloso. El pobre que le sigue, le sigue con ilusión pero cuando llega a la puerta y ve la radiación de la luz, después de vivir toda su vida en la oscuridad, le duele, claro. “¿Adonde me has traído?, me duele, desgraciado, déjame volver, déjame volver que esto me está matando!!!

La Alegoría de la Caverna, incluida en el Libro VII de La República de Platón, es la fuente de inspiración de muchos movimientos gnósticos, y en parte señala ya una variante gnóstica ínsita en todo pensamiento platónico. ¿Qué es esta caverna que tiene aprisionada a la humanidad? La ignorancia, acaso. Pero no la ignorancia en tanto que falta de instrucción académica, o no sólo esa. Sino la falta de gnosis, de «conocimiento salvador», de «conciencia» del exilio.

¿Cuál es la caverna? «Esto» es la caverna, esta vida miserable de literalidades, de expectativas, obligaciones y compromisos, pequeños deseos, rabias compensadas, frustraciones diarias, vivir para un mañana que nunca llega, lo único que llega mañana es la muerte. Vivir para un reconocimiento de los otros prisioneros de la caverna.

La caverna es la convicción de que sólo hay una realidad, y que esta se agota en literalidad.

Esta visión de Platón ha tenido su importancia, hay corrientes que van por ahí que hablan de lo exotérico, la mirada exterior, la luz exotérica, el día de afuera y el día de afuera es la noche del alma. El alma está de noche cuando vive éste día exterior, las reglas del mercado, las reglas del mejor postor, los ídolos de lo que hay que hacer, lo que hay que tener, cómo hay que vivir, el alma se desespera en esta luz que es oscura y por lo tanto el alma añora irse. Se va a lo que desde esta luz pública sería noche, a la noche que es donde está el día.

El sol de medianoche, el sol negro. No este sol ilusorio, de claridades que son sólo aparentes, donde no hay sitio para el alma, sino el terreno del alma. El gnóstico, como veremos en algunos textos, habla del exilio, no sólo de una situación penosa, que lo es, puesto que se nota que no estás en casa. El pueblo de Israel es un pueblo en el exilio. ¿De qué habla la Biblia?, la Biblia habla de estar en exilio, de buscar la tierra prometida.

El problema es creer que la tierra prometida está en la geografía terrestre, cartográfica, que vivida como sola realidad es el exilio. Que la tierra prometida es exotérica. Que el exilio es estar ahí afuera. ¿Cómo va a estar la tierra prometida en el exilio?

Cuando se sabe que se está en el exilio, ay, que tremendo dolor, no se puede ser como los demás. Como los demás que creen que están en casa, y están perdidos, ni siquiera saben que están fuera. Aquel que lo sabe es un extraño con sus semejantes, sólo reconoce al otro exiliado, aquel que sabe que está exiliado. No puede jugar al juego de esa mayoría. Pero todos estos son peligrosos, porque quieren obligarte de jugar al juego, tienen sus policías, sus reglas, son enemigos. Por lo tanto has de vivir de incógnito el exilio.

Qué dolor, pero qué orgullo! porque eres aquel que no has olvidado su linaje, qué bonitas esas imágenes.

Yo creo que no hace falta nada especial para que resuene algo en nosotros. Todos somos exiliados. Lo que pasa es que uno se imagina que el exilio se curara “cuando encuentre la chica que me guste, cuando gane el dinero que me merezco”, sin saber que todo eso, toda esa luz externa, en tanto que sola fuente de luz, es muerte para el alma.

El alma busca el alma, el alma busca aquello que habla al alma. Las cosas te importan porque inadvertidamente en ellas se reflejan imágenes del alma.

Por eso ese hombre o esa mujer son, a los ojos del amor, tan maravilloso, lo que ves es sin duda maravilloso . Ya dijo Platón que el amor es motor, sigue al amor, el amor te da alas. Cuando ves en el otro la belleza templada, el alma empieza a desplegar alas, te late el corazón, no lo puedes evitar. Late, se quiere desprender: acepta el desafío vuela hacia aquello que aspira el alma. ¿Y a que aspira el alma? El alma aspira a la belleza. Esa sombra de belleza que haz percibido en un rostro hace que percibas que el alma quiere ascender, es ascensional.

Pero no, uno está en actitudes puramente horizontales. La horizontalidad es el mundo del exilio, de la prisión. De la prisión solo se sale por los polos. No esta en el norte, no esta en el sur, no está en el este ni el oeste. Los místicos iranios, los sufis, también está en la tradición gnóstico-cristiana, han hablado siempre de la búsqueda del oriente, volver a la aurora dorada. Pero siempre han sabido que el oriente que buscan no es el oriente geográfico. Ese oriente que orienta la vida, que cuando no se vive de cara a ese oriente se está desorientado, no es un oriente geográfico.

El oriente al que se vuelve no permite dividir a la gente entre orientales y occidentales. Es otro oriente. Es un oriente que, como decían los místicos ,comienza en el Norte, no en el norte geográfico sino en el norte polar. Por lo tanto la geografía mística no es la geografía exotérica. Viaja hacia el Este sobre la tierra, y hacia el este sobre la tierra no llegaras al oriente ni a la aurora dorada. En el este de la tierra hay una salida del sol a la que se opone siempre una puesta del sol. Estás desgarrado así entre salidas y puestas. Pero el Oriente que busca el místico es un oriente en donde el sol no se pone ni en mitad de la noche . Este sol es un sol de la noche, no es un sol que está de día y por la noche se va; no es un sol de finitudes, no es un sol de latitudes. Es un sol que no es el sol.

Vamos a leer alguno de los textos que he traído. Henri Corbin, gran estudioso del misticismo, ya en 1920 empezó su búsqueda de Oriente; amigo de Jung, discípulo de Heidegger. Gran filósofo, encontró en el misticismo islámico no solo una materia académica, encontró el Ángel: lo que el alma busca es el Ángel, y el Ángel no es una «cosa». «El encuentro con el Ángel» es uno de los títulos de sus obras en que recoge maravillosos relatos de Sohravardi, místico iraní. Claro que nosotros ya no «creemos» en ángeles, o nos imaginamos la tontería del niño frustrado, de la rabia del niño que lo quiere todo, el ángel me ayudará a conseguir el dinero que quiero; eso no es un ángel, eso es una conveniencia.

Los ángeles no son eso, el ángel ni siquiera es tuyo, el ángel te enfrenta con el polo, el ángel está en la oscuridad de lo polar, el ángel te saca de aquí, el ángel es la escalera para salir de la prisión. No es el que te ayuda a conseguir las cosas de la prisión.

«Ay, le pido a mi ángel , que me de dinero» (risas). No, el ángel es justamente la soga para salir del pozo. No es un decorado para que el pozo todavía siga siendo más bonito y no me tenga que ir. Pero la gente habla de ángeles para hablar de conveniencias, es divertido eso.

Están en el infierno y hablan de ángeles.

Dice así Corbin. “El leit motiv (el motivo básico) de toda la literatura mística es la búsqueda de Oriente. Pero no se trata de un oriente que se encuentra en nuestros mapas ni puede ser situado en ellos. Este oriente no está en ninguno de los siete climas de la tierra, sino que es el octavo clima”

Un clima que no esta en la tierra. El octavo clima.

De esto habla mucho el místico iraní, Sohravardi. El octavo clima, la búsqueda de aquella montaña que no es montaña de la tierra.

“Y la dirección en que este octavo clima debe ser buscado no está en lo horizontal, sino en la vertical», que es lo que ha perdido Occidente. Occidente ha perdido la verticalidad. La verticalidad que tiene es exotérica, es subir a las nubes, es verticalidad física, astronómica, astrofísica. Sigue siendo una verticalidad mensurable en longitudes y latitudes. Busca otros planetas de ahí afuera. Sigue dentro de ese universo exotérico. Recorriendo los limites del universo exotérico siempre estás fuera. Se trata de salir de ese universo, no de meterse más en el.

Corbin dice así: “Este octavo clima sólo se puede encontrar en la dirección vertical, no en la horizontal. Ese oriente místico suprasensible»- o sea que no es dado a los sentidos, no esta como cosa física. No porque sea menos. Es demasiado para los sentidos. No está aquí., no porque sea menos real, sino porque es demasiado real para que esto que hay aquí lo pueda contener. Nosotros hemos caído en una cultura desvalorizadora que hace de lo exotérico lo único. Por lo tanto o hay muchos conceptos abstractos o cosas literales. ¿Que más puedes encontrar?. Lo singular está afuera y lo universal son ideas. Falta, justamente, la dimensión imaginal. La tierra del medio como dicen también los místicos.

Corbin dice así “Este oriente suprasensible, lugar del origen del retorno. Del origen del cual nos hemos alejado, y del regreso”. Solo regresa aquel que sabe que no está en su tierra. Los grandes cuentos del exilio, la Biblia es uno de ellos, la Odisea es otro. ¿Qué quiere Odiseo, qué quiere Ulises?. Sabe que no está en casa, y no se queda con Circe. Si lo que estuviera buscando es una mujer, o una figura materna ya tiene a Circe. No, lo que quiere es volver al origen. Entonces, toda la Odisea es un retorno.

Aquel de nosotros que se da cuenta de que esto no es casa, al darse cuenta que no esta en casa está casi listo para el retorno. Pero ¿quién retorna si lo que queremos es “más de esto”. “Si no es este será el próximo”. Queremos más tiempo. Y el octavo clima no está en el tiempo sino donde no hay tiempo. ¡Asombroso! Por eso muchos hablan de la eternidad.

¿Y cuánto tiempo hace falta para la eternidad?

No se está hablando de la literalidad del tiempo, se esta hablando de un perder la ilusión de lo temporal, la ilusión de que hay tiempo, de que pasarán cosas y de que hay un futuro, que sólo es proyección imaginativa. Pura imaginación pero no Imaginación pura. Vivimos en el mundo del alma sin saberlo; vivimos todo el tiempo atrapados en imaginaciones pero creemos que hablamos de hechos. El retorno es eso, en parte: es darse cuenta de las imágenes por lo que son. Empezar a cultivarlas. Empezar a respetarlas tal como son. No a traicionarlas volviéndolas hechos. O creyéndolas hechos. Es la escalera por la cual a veces no estás; claro que estás, pero ya no estás.

Sigo con la lectura de Corbin: “Es el polo un extremo norte tan extremo como el umbral de la dimensión del más allá. Por eso, se revela sólo en determinado modo de presencia». Es decir que sólo aparece el octavo clima no cuando recorres el mundo, sino cuando estás presente en este mundo de un modo especial. Es una manera de estar presente en este mundo. ¿Cual es este modo de presencia?.

Dice Corbin: “Es un modo determinado de presencia que no puede revelarse más que en este modo de presencia. Hay algunos a los que no se revelará nunca, jamás sabrán que hay un polo norte». Un polo norte que no es el norte de este mundo. Jamás lo sabrán, y seguirán recorriendo horizontes geográficos, seguirán atravesando momentos del tiempo en busca de una eternidad para encontrarse una tumba y sentirse así traicionados.

Seguirán atados en el aquí y ahora, lo que pasa, lo que no pasa, la cosa, un mundo lleno de cosas, y buscarán en las cosas lo que no saben que buscan creyendo que es otra cosa.. Esos jamás verán que no es cuestión de latitud geográfica.

«El oriente que busca el místico», continúa Corbin, «oriente no situable en nuestros mapas, esta en dirección norte, más allá del norte, solo una marcha ascendente puede acercar a este norte cósmico, elegido como punto de orientación. Una primera consecuencia, que ya se intuye, es la dislocación de contrastes de la geografía exotérica», -que es la que usamos todos- «y la antropología exotérica». Es decir, no ve mas allá de las apariencias.

Esotérico: es la realidad que da vida a la apariencia, y que no es la apariencia.

Continúa Corbin: «No se podrá hablar ya de orientales y occidentales». En este caso estaríamos hablando de geografías de la tierra. De cara al polo aquel , no existe el oriente o occidente, se está orientado al polo o no. No es se oriental, no se es occidental. No se es del hemisferio norte o sur. Se sea de cualquier hemisferio, se está orientado al Polo invisible o no se está orientado respecto a ese Polo, y es lo único que cuenta. Todas las diferencias de nórdico, mediterráneo, oriental, desaparecen cuando desaparece la convicción de que esa geografía señala un camino. No hay camino allí.

Continúa así Corbin: “Cuando decimos que el sol se levanta por el oriente nos referimos a la luz del día que sucede a la noche. Pero detengámonos en meditar lo que puede significar:» -y que es lo que busca el místico- «una luz que no es de oriente ni de occidente.

La luz del polo norte, la luz de medianoche, resplandor de la aurora boreal. No es el día que sigue a la noche, ni la noche que sigue al día. Es el día que estalla en plena noche, y convierte en día a esa noche, que sin embargo sigue estando siempre allí, pero que es noche de luz; noche de luz, mediodía oscuro o luz negra, que es la imagen que usan los místicos.

La vía recta consiste aquí en no divagar ni hacia el este ni hacia el oeste, en escalar la cima, es decir, tender hacia el centro».

Curioso. Porque el centro no está en el centro. El centro está en el polo. No está en el medio de las latitudes. EL centro del mundo no está en este mundo. Así que recoge todo lo que puedas de este mundo: estás descentrado, te falta el polo, sin polo y sin norte, sin centro alguno. sólo te espera el estado perpetuo de alucinación. Fíjense que división, desparramado en todas las cosas, porque no hay centro que reúna. El don de Saturno es la gravedad , el peso, pone limite y centra , con-centra, es grave, en su gravedad impide la dispersión.. Contrae, saca de la identificación con la carne. Hay un don con Saturno, que es una desgracia, sin duda, y es que no te puedes dispersar, no puedes correr porque está todo muy lento. Se acabo mañana, no hay mañana, no hay esperanza. El don de Saturno es que se acabaron las esperanzas, el don de Saturno es que no hay proyectos, no hay proyectos literalizados, el don de Saturno es que la vida es lo que es, y lo que es no es lo que creo.

Abre así un camino. El gnóstico es saturnino, sin duda. El gnóstico no puede estar en este mundo de dispersiones, de ruidos, de prisas, de obligaciones, de convenciones, de lo social, el Gran Animal dijo Platón de la sociedad, el Gran Animal que hace ruido.

La humanidad para el místico no es la suma de los que viven geográficamente. La humanidad es aquella que está orientada hacia el polo . Y es una humanidad invisible.

No están unidos sus miembros por el mismo tiempo, ni el mismo espacio, ni las latitudes. Es una humanidad espiritual. Cuando uno encuentra esto, encuentra la filiatura. El ser hijo de….La divina filiatura. No estoy hablando literalmente de religión, ya que no soy el más indicado, no estoy bautizado en ninguna religión .Estoy hablando de otra filiatura, la que se oculta detrás de esas imágenes religiosas. Estoy hablando de que en ese momento la cadena que vincula , vincula hacia lo alto. Y son los compañeros todos los que estén en ese camino, que es un camino que no se ve. No son mis los compañeros los argentinos, los españoles, los latinos, los morenos. Eso sería guiarme por determinaciones exotéricas. Compañeros son aquellos que están en la misma orientación hacia el polo, estén vivos o muertos, hayan vivido y aunque no estén ya, su orientación permanece, la orientación no cambia. Las personas pueden morir, la orientación no muere nunca. Aquellos que están en la misma orientación, son aquellos que te pegan el pegan el tirón a ti. No es que se desprecie a los demás, no, pero no cabe la identificación con sociedades de hecho, de facto, lugares de hecho, sexos, razas, colores. Todo exotérico

La vía recta consiste en escalar la cima, es decir, dice Corbin, tender al centro.

«En el ascenso mas allá de las dimensiones cartográficas,» es decir: los mapas,» en el descubrimiento del mundo interior que segrega por si mismo su propia luz,» -no luz de afuera-, ésa es la oscuridad. La luz del día externo es oscura, la luz que busca el místico es la luz interior. Esa luz, cuando estas orientado por la luz exterior, está muerta.

Pero cuando muere la luz exterior, cuando te arrancan de la luz exterior, aparece la otra.

Lo que durante el día llamabas noche, y que ahora ves que es un día para la noche que todos llaman día.

Pero cuidado que interior no quiere decir mío, para el místico interior es un mundo tan enorme como el exterior, me salgo de “yo” de lo “mío”, caigo para adentro. Es salir de aquí y entrar en otro ámbito enorme, enorme, más grande que éste, al que rodea por todos los lados.

Háganse la imaginación, me encanta la imagen porque es la del gnóstico, de que todo el mundo físico, todo lo que llamamos interior y exterior, está limitado por otro mundo desde el cual miramos éste, de modo que saltamos para atrás y vamos hacia algo más grande, del cual esto sólo es el carozo. Esa es la experiencia del gnóstico, al «irte» de aquí saltas a un mundo infinitamente mayor, un mundo inagotable.

Estar atrapado y apretado en esta finitud creyendo que aquí está todo, es ser un prisionero. La libertad que añora el alma, es la de soltar esto para poder ir allí, más allá o más acá de la finitud. De hecho dormir es una posibilidad, muy vaga porque estamos tan sonámbulos que queremos volver de los sueños , queremos hacer de los sueños el anticipo de lo que me pasará aquí. Sin saber que el sueño es una participación, muy en estado de embriaguez, de torpor, de un mundo imaginal.

Dice Corbin: “Es descubrimiento del mundo interior….La tiniebla divina, la nube del no saber, las tinieblas en las proximidades del Polo», son todas expresiones místicas, no de Corbin, los nombres que se le dan a este Sol de Medianoche, el Sol Polar que está en el Octavo Clima, pero en ningún clima de la tierra. También se habla de «la noche de los símbolos en la que el alma se mueve no es de ningún modo la tiniebla en que están retenidas las partículas cautivas de la luz». Las tinieblas de las que estamos prisioneros es ésto que llamamos realidad, ésta es la prisión. Por tanto el deprimido, desde esta perspectiva, sin saberlo está tomando conciencia de la prisión, no puede librarse pero siente que no es de aquí, se desespera porque aún su referencia es que si no es aquí, entonces no hay nada. Esto es lo que no sabe el deprimido, y tampoco lo saben quienes se han adaptado a la prisión creyendo que es su única y permanente morada. Pero el deprimido ya no se siente en casa, de ahí su angustia de encontrarse entre la nada y un mundo en el que no puede vivir; en su fantasía, como en la de sus terapeutas, sólo hay «el mundo real» al que debiera adaptarse,. Es la imagen de alguien que se ha dado cuenta de que está en una prisión, pero así y todo quiere poder vivir en esa prisión como si fuera un palacio, y no puede. Se dice: «Todos están tan bien, ¿por qué yo no?» El gnóstico podría decir: ha llegado la hora de descubrir que es como tú lo ves, sólo que ves lo que ves, y aún no ves lo que no ves. Es lo que sería estar sólo en la oscuridad.

Dice Corbin: «Hablar de la dimensión polar como dimensión trascendente es tanto como decir que nuestra individualidad terrenal implica un complemento, un asociado celestial, ya que lo que esencialmente somos no es esta unidad que vive aquí, sino una dualidad. Somos éste, y el hombre de luz que no está en esta dimensión. Por lo tanto la aspiración del místico no es la unidad» – ser uno: un solo corazón, una sola idea, una sola intención-,»porque no hay unidad: éste que somos lo somos como polo de otro, que es el que está a la salida del túnel; este es el que se llama «el cuerpo espiritual». Por eso el místico sufí dice que la estructura del ser humano no es sino la de una bi-unidad, es descubrir el Unus-Ambo, aquél que es uno porque es dos».

Traducido a la experiencia usual, que llamamos «de la realidad», nosotros usualmente queremos es ser uno. ¿Y qué quiere decir ser uno? Encontrar en esto todo, porque yo soy todo esto. Y continúa Corbin: «No somos uno, hay otro en nosotros. Hay otro que no es de este mundo» -claro que está en contacto con nosotros, pero ese otro es aquel que nos recuerda que estamos perdidos aquí. Lo que ocurre es que uno advierte esta ausencia, pero imagina que es la ausencia de algo de este mundo: una persona que nos satisfaga, un trabajo mejor pagado, una mejor posición en el mundo, etc. etc., a fin de sentirnos enteros; y la entereza no consiste en tenerlo todo aquí, sino en la dualidad. No advertimos que tal ausencia es el recordatorio que el otro nos envía de nuestra «dualidad esencial»; dualidad de planos, de uno que vive en la geografía terrestre, conectado con el Polo Celeste, sabiendo que el polo celeste no está en la tierra, sabiendo que la tierra jamás contendrá en su horizonte al polo. De repente desaparece la horizontalidad como única realidad y mirando hacia el polo surge otra dimensión: ya no los cuatro puntos cardinales de ahí afuera, sino el punto central, el centro del mundo que está fuera del mundo. De esto habla el gnóstico, y en la depresión, según las descripciones que hemos visto, no hay un darse cuenta de esto, pero hay sin duda la vivencia de la extrañeza, la pesantez, el no poder desparramarse en actividades, la negrura porque se han perdido los colores que conocemos, estos colores de la horizontalidad. Los gnósticos dicen que al advertir que esto que llamamos colores es negrura, el hombre de luz, photeinos anthropos (phos es luz), cuando acepta que esto es negrura, desaparecen estos colores y ese negro comienza a ser transpasado por luces de un color que aquí no existe, y comienzan así los otros colores. En el cuerpo de luz, la gama de colores es infinita. Como afirma la alquimia, a través de la nigredo, eso negro más negro que el negro, comienza a manifestar colores tornasolados, miles de colores como en la cola de un pavo real, como miles de ojos, miles de chispas que aparecen en medio de la oscuridad. No es la luz que había antes de la nigredo, sino que al haber oscuridad ante aquella antigua luz, ahora empieza a manifestarse esa otra luminosidad que no tenía cabida en la mera exterioridad. De modo que hasta que no se ennegrece esto, el furioso deseo de literalidad, seremos sensatos y diremos: «bueno, sé que no lo conseguiré» pero la rabia, la frustración, estarán en tanto todavía no se haya separado el deseo del objeto, que es parte del trabajo de la alquimia. No es renunciación al deseo, no es renunciar a la fantasía, es separarlos de la literalidad del objeto, pero que conduzcan al objeto al que realmente aspiran, y el objeto al que aspiran no está «aquí». Lo cual no significa que no se pueda vivir, ya que se puede vivir, pero no de manera literal. Es más, si no se vive, esto siempre es vacío.

He dejado muchísimas cosas en el camino porque no hay tiempo. Es que cada uno de los temas se merece estar dentro. El tema de la alquimia se merece estar dentro, el gnosticismo se merece estar dentro … Decía que cada cosa da para un tema ¿no? Pero: algunas cosas respecto a esa especie de furor del que habla el alquimista, ¿se acuerda? …

El plomo lleva orín, lleva herrumbre. A veces hay mucho odio, hay mucha rabia y según como uno se puede volver loco porque se trata de una furia a la que uno no ha renunciado; simplemente trata de aceptar el mundo llevándose la rabia – ¿no? – de que “las cosas no son”: me estafaron, “yo me lo quiero todo”, “lo quiero todo”, “lo quiero todo”, “soy un niño y me han dicho que no”. Claro, no se puede vivir eso. El niño sigue cabreado en uno: la rabia, el deseo enganchado a sus objetos.

Como dijo Von Franz, el deseo es maravilloso y está enganchado a una fantasía: lo terrible es la literalización de la fantasía. Si “no es eso” y no hay otra cosa que “eso”, y por lo tanto: ¡ que rabia ¡ ¿no? … ¿ Lo entienden a esto, no? …

Hay más, hay otra cosa más que hay que pensar y que es la pérdida de la inocencia. La depresión, y la rabia, – y la nigredo, y el ennegrecimiento y por lo tanto la depresión también – s se conectan con la caída de la inocencia, de la inocencia infantil. El niño voraz sigue existiendo en aquél que dice “yo soy bueno y me va a ir bien porque Dios me ayudará”, “porque los que tenemos buenas intenciones ganamos”, “con buenos sentimientos todo se consigue”, “mi angelito bueno me va a traer lo que yo quiero”… Ahí hay una superficialidad, una falta de conexión con la profundidad de la vida, una ingenuidad, un estado de niño infantil. Éste no ha renunciado, éste sigue esperando desde una manera banal y muy egocéntrica y, naturalmente, la depresión acaba con ésto, acaba con esta blancura que no es el blanco que viene después del negro sino el blanco grisáceo de la identificación con el mundo externo. Esa blancura que no viene de, que no ha brotado de la negrura – las chispas de luz – sino una blancura de falta de pasión y de conexión con la profundidad. Y esto también lo hablan los alquimistas.

Stanton Marlon, un psicólogo arquetipal, en su «The Black Sun. The alchemy and art of darkness» (El Sol Negro. La alquimia y el arte de la oscuridad», ver Bibliografía ) dice así:

“La idea de que la energía solar cruda debe oscurecerse y pasar por un proceso de mortificación (alquimia, mortificatio, se muere: esto es la nigredo) que la reduzca a materia prima” ( esto lo expliqué ¿no?: la reducción a materia prima, desprenderse de esa forma, el metal que tiene forma de plomo se desprende de esa forma, regresa al estado de materia prima; esto implica mortificación, disolución, quemarse, herirse, dolor de soltar la forma – la forma que no era, pero era a su vez la única que uno conocía – … De eso hablan los alquimistas, además, con unas imágenes alucinantes, entonces dice: “ … deben oscurecerse y pasar por un proceso de mortificatio que las reduzca a su materia prima. Sólo entonces las energías creativas pueden producir un efecto unificado… La fértil potencialidad que prepara al sol»- es decir, al oro- está detrás del negro – no antes del negro -, «para el matrimonio sagrado con su contraparte, la oscuridad, que se considera en alquimia que producirá un hijo filosófico» -o lapis filosófico -«o piedra» -filosofal, ya que es lo mismo: “lapis” quiere decir piedra- “y que se alimenta por la sangre mercurial que fluye del encuentro, lleno de heridas, del León y del Sol” -el deseo aquel reconcomido de que fuera así y el encuentro de lo que hay dentro, estoy lleno… pero esa sangre alimenta, alimenta la piedra filosofal, alimenta el objetivo de la gran obra. «… Psicológicamente hay alimento en la herida. Cuando fluye la sangre psicológica puede disolver las defensas endurecidas… El color verde del león» -a veces al león se lo pinta verde, y en los libros de alquimia aparece con frecuencia esa imagen del león verde, ese león furioso que viene cuando mira desde dentro de su enfado y por eso hay depresión, ganas de, rabia, capricho infantil, un león tremendo verde que en su boca tiene un sol sangrante – unos de los cuadros típicos de alquimia – … o sea el león es verde … considerándolo verde- «sugiere, de alguna manera, que es inmaduro, aún no preparado, o inocente, así como crecimiento y fertilidad. El alquimista imaginaba esta inocencia, llamada a veces “leche de virgen” como una condición primaria» -primaria en el sentido de “qué persona más primaria, más poco trabajada”, primaria, tosca, sin el menor refinamiento, sin la menor profundidad. Esa “leche de virgen”, esa blancura previa a la nigredo, indica que la obra no ha empezado, la obra empieza cuando se vuelve negro, cuando se pierde esa, esa especie de “si soy bueno me va a ir bien y si y “como me porto bien me merezco esto y mi angelito bueno me va a ayudar en el camino porque la vida es buena, los pajaritos cantan”, sentimentalismo barato, sentimentalismo de niño pequeño que no tiene una sola profundidad de la conexión con los misterios de la vida.

La vida no es esa cosa donde hay un arco iris al final, los buenos salen bien, los malos pierden, y hay un regalito para mí. Si no se pierde eso no hay posibilidad de alquimia, hay sólo superficialidad, saltar de flor en flor, y “me compraré una tele más grande”, y “seré feliz porque tendré una mejor lavadora”, y “el piso nuevo será más grande”, y “mi marido tendrá mas títulos y los niños irán a mejores colegios” ¡que felicidad¡ ¿ eh? … Eso es la blancura no tocada aún por la nigredo, la “leche de virgen”, esa “leche de virgen” quiere decir de que no ha parido y que por lo tanto esa leche no puede alimentar a la criatura, al niño, al oro filosófico, no lo puede nutrir … más bien la negrura – el desencanto, la decepción – es el punto de partida, ahí la obra comienza verdaderamente.

Stanton Marlan continúa así:

«llamada leche de virgen, como una condición primaria, algo sin Tierra y aún no ennegrecida»- es decir, sin cuerpo y sin capacidad de contener…- «Las fantasías típicas de leche virgen se suelen mantener emocionalmente en gente por otra parte intelectualmente sofisticada y desarrollada. Ideas inconscientes pueden incluir sentimientos tales como “la vida debería ser justa”, “Dios me cuidará y me protegerá como un buen papá”, “no me ocurrirá nada malo porque he vivido de acuerdo a aquel principio con este otro principio”, “he sido bueno y fiel, he comido saludablemente y hago ejercicio: no me voy a enfermar” … Cuando la vida no se adecua a estas ideas» – y desde ya que nunca se adecua, la vida es más que estas tonterías pequeño burguesas eh?- «cuando la vida no se adecua a estas ideas, el ego inocente, débil e inmaduro, se hiere y es abrumado con sentimientos de dolor, autocompasión, opresión, arremetidas o sentimientos de víctima.» – klagen y anklagen: quejas que son querellas, como vimos ya que decía Freud – «Hillman advierte que el ennegrecimiento – que es el comienzo de la obra – comienza con la chamusquina, el dolor, la maldición, la putrefacción de esa inocencia del alma, y la corrupción y la depresión hacia la nigredo que reconocemos»- ¿Cómo reconocemos que comienza la nigredo, el ennegrecimiento?- «Lo reconocemos por su hedor: sus causas materialistas para todo lo que “no fue bien” -Lo que no fue bien, es decir: “me falló la vida”, “me han traicionado, yo fui bueno y me hizo esto”, “yo me cuidé y estoy enfermo”, “yo siempre fui de derechas/izquierdas y ahora mira lo que me pasa”, “yo me porté bien, he sido respetable, seguí el curso …” me casé con el hombre de apellido con el que me tenía que casar”, ¿porqué me pasa eso a mí?” – … Viene la herida, la vida no te da eso, sangra ¿no? Y empieza la putrefacción, empieza a perderse la inocencia y empieza el aferrarse a las causas materialistas, a buscar “porqués” externos, lo cual sólo genera mas sufrimiento. Una de las características de Saturno tal como se vio en el Seminario anterior, era la literalidad, el transformar las experiencias del alma en hechos, buscar hechos externos: “estoy deprimido porque me falta un líquido que hace que las neuronas se conecten mejor”, “estoy triste pero – claro- yo no tengo que ver con la tristeza, estoy triste porque el mundo es como es”, “me siento mal: es culpa de mis padres que me hicieron daño” … Buscamos causas externas, hechos, que todavía no tienen que ver con una dimensión del alma. Y ahí hay hedor, hay putrefacción, hay rabia, hay enfado, hay bilis negra en tanto que cólera atroz. Pero ahí esta empezando: mucho más cerca se está del oro ahí que cuando “¡ay¡ los buenos van al cielo, los malos no”, “si me porto bien tendré premio”, “si me caso con el chico de mejor familia tendré el futuro asegurado”, y “si me cuido mucho y vivo de acuerdo a un régimen mi vida durará mucho, y los que se enferman es porque se lo merecen porque no se cuidan” … Todas estas banalidades del blanco de leche virgen desaparecen. Hay una herida …- ¿me entienden de qué hablo? … estoy hablando de algo de todos los días no de nada del otro mundo, algo … seguro que todos aquí practicamos ( risas) – …

La nigredo – me encanta esto: “causas materialistas para todo lo que no anduvo bien”, que en cierto sentido, mirado desde el otro lado: ¡que bien que todo no anduvo bien¡ . Pero bueno, desde el lado del ego, de la leche de virgen: “¡que mal¡”, “la vida no es así” , “la vida no es justa conmigo” “qué mal” “fue todo mal” … entonces busco causas materialistas …. Ese mal es el comienzo de otro bien, uno que ya no es lo que uno antes llamaba bien, evidentemente no?, uno ya no volverá a ese mundo, ese mundo ya se está yendo no?. Stanton Marlan continúa así:

“Buscar qué fue mal, qué estuvo mal, es con frecuencia buscar en el lugar equivocado. Lo que el alma herida no ve es lo que esta ocurriendo bajo la superficie, y en el proceso de ennegrecimiento, que es la muerte de una inocencia inmadura -una nigredo que contiene una posibilidad transformadora y una experiencia que abra el ojo oscuro del alma» – o sea, que abra la luz de la noche interior que, como vimos al referirnos al gnosticismo, puede considerarse como más luz que la luz exotérica del exterior.

Jung se refiere a este descenso en la oscuridad como nekya, el encuentro con los muertos, típico de la mitología griega. Ulises baja al submundo a hablar con los muertos. Eneas baja al submundo, Hércules baja al submundo a encontrarse con la sombra, esto se llama la nekya en griego: esa es la experiencia ¿no? Bajar, salirse de la superficie, te arrastran de la cáscara de las cosas, que es lo único que ves con la leche de virgen, leche ni sabrosa ni nutricia. La herida te arranca. Uno sí que ve que eso se va, lo que uno no ve es que adonde lo llevan es a la posibilidad de que se abra otra mirada, una mirada oscura sin ninguna duda, … cuando se ve con la melancolía se ve con sabiduría, no con información corriente … no, no, … se ve desde la sabiduría. La sabiduría es negra, la Sulamita de “El Cantar de los Cantares”: “negra soy” le dice a Salomón, “negra es mi piel curtida por el sol” ( bajo el negro viene la sabiduría ) “pero me quitarás los velos y me encontrarás blanca”. Detrás del negro hay un saber que no hay en la ingenuidad de falsos valores, de falsas convicciones y de una mirada superficial. La depresión lleva al fondo aunque uno no quiera pero la pregunta es: ¿bueno, y que pasa con el fondo? Claro hay un dolor ya no la superficie. Pero y si nos damos la vuelta ¿Qué está pasando cuando uno siente que lo sacan de la superficie? esta es la pregunta no?.

Edward Edinger, otro analista junguiano, en su «Anatomy of the Psyche» (ver Bibliografía) afirma: “el niño, esta cosa infantil, es la materia prima del adulto» -el adulto lleva la materia prima es este estado infantil, y hasta que esto no empieza a ser torturado no empieza la obra alquímica- «el niño es la materia prima del adulto, la inocencia corresponde a un estado indiferenciado, torpe y aún apegado a normas de la materia prima. La calcinación se realiza en el lado primitivo, oscuro, que alimenta la hostilidad, la voracidad instintiva y que se ve contaminada con los deseos inconscientes. El fuego para este proceso que mantiene al alma en ebullición, ardiendo, transformándola, proviene de las frustraciones de estos mismos deseos, tal ordalía de deseos frustrados es un rasgo característico del proceso del proceso de depresión».

Y continúa más adelante: “La necesaria frustración de la concupiscencia,» -es decir, del agarrarse a esos objetos del deseo que, como vimos, no pueden ser vividos, la concupiscencia como fuerza de deseo e incapacidad de renuncia, de renuncia sin hostilidad- «la necesaria frustración de esto, es el rasgo clave del estadio de calcinación. Primero hay que ubicar a la sustancia, esto es el deseo no reconocido, el deseo no aceptado» -el deseo que está negado pero que se ha ido adentro, el dragón en la cueva- «ha de reconocerse y afirmarse» -hay que ver qué demanda, hay que ver qué expectativas tiene, que deben ser reconocidas y afirmadas-. «El impulso instintivo dice “ yo lo quiero” “y tengo derecho a ello y me lo merezco” -lo dice como un niño caprichoso; si uno dice no, no, no, yo he aceptado, la vida es como es”, eso está dentro en la cueva, empieza la melancolía sin que te des cuenta, vives sí, pero te arrastras, te arrastras con una amargura contenida, con una falta de interés, todo te aburre, dices que te has adaptado y en el fondo es una rabia contenida que va transformándose. Eso no es, hay que ir a ver qué es eso que se desea en uno, porque ahí está la energía.

Afirma Edinger, citando a un alquimista (El Museo Hermético): «No puede haber calcinación adecuadamente» – a menos que la queramos confundir con autoflagelación masoquista, que es otra cosa completamente distinta – «no puede haber calcinación hasta que no se toca el material adecuado: hay que tocarlo. La advertencia de los alquimistas es la siguiente: “la calcinación – dice un alquimista del siglo XVI-, sólo puede tomar lugar por medio del calor interior del cuerpo, asistido por una calidez amistosa exterior, pero la calcinación por medio de un agente heterogéneo que no sea el propio calor interior, sólo puede destruir la naturaleza metálica, porque no es posible que eso haga el menor efecto” … Es decir, como regla: la realidad de la vida, si enfrentada, da plenitud de oportunidades para la calcinación o la frustración de esta voluptuosidad; si no se le da justificación, el deseo frustrado se vuelve el fuego del proceso de calcinación. «La calcinación tiene un efecto purificador y de purga, la sustancia es purgada de esa radical humedad» – pegoteo, sentimentalismo fácil, se seca, se seca y se vuelve más consistente ese deseo, menos pegoteado, menos blandengue, menos leche de virgen ¿eh? … seca el calor: es importante – «dejando el contenido en su estado eterno y transpersonal»-yo diría: liberándolo de los hechos, mostrando que lo que se desea es las imágenes – no es hecho ninguno – la imagen empieza a elevarse con toda su plenitud sin confundirse con ésto o aquello. Está demasiado pegoteada, por eso el calor la seca un poco eh?– «Finalmente,» -continúa Edinger- «la calcinación produce una cierta inmunidad al afecto excesivo» – a la respuesta excesivamente emocional- «y (produce así) la capacidad de ver los aspectos arquetípicos o imaginales de la existencia… El afecto ahora es experimentado como fuego etéreo» -no como dragón verde sanguinolento- «fuego etéreo, o sea Espíritu Santo en lugar de fuego terrestre – el dolor de una concupiscencia frustrada»

La alquimia tiene que ver por lo tanto, no con la negación del deseo sino con la transformación del deseo, liberándolo de su identificación con materializaciones, literalidades engañosas y retornándolo a la fuente. ¿Qué desea ese deseo que yo he querido llevarlo allí o aquí? ¿a dónde quiere ir ese deseo? El deseo aspira a remontarse, indudablemente, a lo que Corbin llamaba “el polo norte”. Es ahí. Busca, busca el paraíso: ¡dale paraíso y no engañifas¡, ¡dale paraísos y no le des baratijas¡

Jung describe así la transformación de la concupiscencia:

“Cuando uno se abandona a la concupiscencia, ya sea que tu deseo se vuelva hacia el cielo o el infierno, le estás dando un objeto al animus o al anima»- o sea: le estás dando un objeto al deseo, identificándolo con esa cosa- «Ello»- continúa Jung- «se sale afuera hacia el mundo, en lugar de permanecer dentro en su sitio. Pero si puedes decir: “sí, lo deseo y trataré de conseguirlo pero no tengo que tenerlo y si decido renunciar puedo renunciar a ello”, entonces no hay oportunidad de que el anima o el animus se identifiquen con el objeto. De otro modo estás gobernado por tus deseos, eres un ser poseso, poseído, compelido. Pero si has puesto tu anima o tu animus en una botella» – es fácil ver la similitud con el genio encerrado en la botella de los cuentos – «estás libre de ser poseído, aunque puedas estar pasando un mal tiempo interiormente, porque cuando tu demonio lleva un mal tiempo, tú también pasas un mal tiempo – por supuesto rugirá en tus entrañas, claro que clamará en tus entrañas – pero después de un momento verás que estuvo muy bien haberlo embotellado, lentamente te tranquilizarás y comenzarán los cambios. Entonces discernirás que en esa botella está creciendo una piedra en tanto el autocontrol o el no abandono a las pasiones concupiscentes” – no lo entiendan literalmente como sexo. “concupiscente” sería: “quiero la casa”, “quiero dinero”, “quiero la jubilación anticipada”, “quiero la garantía de que viviré diez años sin enfermarme”, “quiero ganar lo que me merezco”, … eso es concupiscencia, eso es el dragón agarrado a lo que quiere sin comprender lo que en él se quiere. Sigue Jung: “entonces comprenderás que hay una piedra» – es la piedra filosofal, el oro de los filósofos, lo que buscaban los alquimistas, ese genio en la botella empieza a transformarse – «y en tanto el autocontrol o la no indulgencia, el no abandono, se va volviendo un hábito, entonces hay una piedra y cuando éste atributo se transforma en ‘fait accompli’, hecho cumplido, la piedra se transformará en un diamante»- y éste, añadiría yo, es el mejor de los diamantes, el diamante que no puedes comprar en ninguna joyería, un diamante que nunca te podrán robar, un diamante que no se pierde jamás, que ningún diamante de ahí afuera puede competir en brillo, transparencia y resistencia; es el diamante en el que se transforma el alma cuando está contenida en la botella y no volcada, vertida, identificada, literalizada en los objetos externos. ¡Bonita imagen¡

Dice Jung en su Mysterium Coniunctionis (ver Bibliografía), citando a Morienus, un antiguo alquimista: “La entrada a la paz del alma es muy estrecha y nadie puede pasar por esa puerta sin sufrir.” Por supuesto los de la leche de niña, leche de virgen, no quieren sufrir; quieren saltar de flor en flor y no entran jamás en el reino del centro del alma que es el centro del mundo que no está en el mundo eh?, que no está en el mundo. Y continúa Jung: «Con más fuerza todavía se expresa el filósofo Petasius (Petesis) citado por Olimpiodoro en el siglo III de nuestra era» -fíjense los alquimistas de lo que hablaban!- «decía: “el plomo está tan poseído por el demonio y es tan arrogante que los que quieren investigar acaban siendo víctimas de la manía o pierden el juicio»

– Pregunta : ¿Esto sigue siendo lo que escribe Von Franz?

– Respuesta: No, no. Esto es Jung, “Mysterium Coniunctionis”, su última obra, la obra cumbre de Jung. Para mí lo más grande que ha escrito Jung – y lo más volado- Ya trasciende las minucias técnicas, prácticas y tangibles y habla de lo que hay que hablar, de lo verdaderamente importante. Es una obra sumamente inspirada y poética. Ahí encuentras el “caelum”, encuentras el “unus mundus”, encuentras “la tierra blanca”, encuentras todo el proceso de transformación, encuentras al ángel que lleva al polo… Cuando por fin Jung no se siente obligado a ir de científico ni de psicoterapeuta porque ya está al final de su vida y lo dice todo como es. Es una obra maravillosa. Nunca he admirado tanto a Jung, admiración poética, como a partir de conocer esta obra. Es la última obra de su vida… Maravilloso porque es un diálogo con la imagen, la imaginería de la alquimia. Es cuando Jung deja de ser psicólogo y se vuelve alquimista – siempre lo fue, pero ahora sin disfraz, ahora sin uniforme de médico, de universitario ni de científico, ahora como el gnóstico que siempre fue, porque Jung era un gnóstico de cabo a rabo.

Dice así (párrafo 184 y siguientes de las obras completas, volumen nº 14, Mysterium Coniunctionis):

“Si consideras tu falta de fantasías …” ( cuando estás deprimido ) “… si consideras tu falta de fantasías, de ideas y de vitalidad interior, que sientes como si fuera un estancamiento y un yermo estéril, si lo consideras con el interés propio de la alarma que sigue a la muerte interior y como una llamada del desierto, se producirá algo. Pues el vacío interior esconde una plenitud igual de grande, con tal de dejarte simplemente penetrar por ella. Cuando te muestres accesible a la llamada del desierto»- o sea, al sol de medianoche, a la oscuridad de dentro que realmente es la luz, para salir de esta luz de fuera que realmente es oscuridad, cuando aceptes ese llamado que está en la depresión, que está en la melancolía, que está en la tristeza, que está en el bajón, que está en la frustración misma- cuando ya no lo combatas, … pero esto, claro, ¡se dice fácil¡

Porque, claro, en este punto de vacío interior dices: ya no tengo fantasías, ya no tengo deseos, estoy cansado, la vida no vale nada, no tengo ánimos, solo hay nada, me siento pesado, me siento lento, … ¿recuerdan? la depresión típica … entonces dice: sí, sí, es verdad que te sientes así, pero si consideras esa falta de fantasía, de ideas, de vitalidad interior que tú sientes como un estancamiento yermo y estéril, si la consideras con el interés propio de la alarma que sigue a la muerte interior – como si hubieras muerto, estás alarmado, ¿qué me pasa? – «y la consideras como una llamada del desierto», – Notad que aquí está el gnóstico: te llama otro ámbito, otro mundo, y no simplemente una enfermedad, no se trata meramente de una falta de litio, una falta de esto o de aquello … ¡No, no¡: Es que hay otro mundo que te está reclamando- «entonces se producirá algo. Pues el vacío interior esconde una plenitud igual de grande, con tal de dejarte simplemente penetrar por ella».

“Cuando te muestres accesible a la llamada del desierto, el anhelo de plenitud vivificará aquel yermo vacío de tu alma con la lluvia de una tierra más seca. Eres tan estéril porque, sin saberlo, algo así como un espíritu maligno obstruye el manantial de tu fantasía, la fuente de tu alma. El enemigo es tu azufre bruto» – el ardor, la concupiscencia, el león verde, el estar enganchado a los objetos: ese es el demonio que se interpone para atender este llamado – dice: “Eres tan estéril porque sin saberlo algo así como un espíritu maligno obstruye el manantial de tu fantasía, la fuente de tu alma, el enemigo es tu azufre bruto que te quema con el fuego infernal de la codicia” – La codicia, es decir, la concupiscencia: codiciosos y concupiscentes- “Querrías hacer oro porque piensas que no hay mayor plaga que la pobreza, la riqueza es la suma dicha, querrías resultados que adulen tu soberbia …” –“superbia”, decían los antiguos, y es lo que el mismo Jung ha llamado en obras anteriores «inflación del ego» – “yo me merezco”, “yo me lo merezco”, “yo valgo mucho”, «me merezco la más guapa, la pasta más grande, la posición más segura, la salud que me he ganado … “quiero poseer esto” … Si la vida no me lo da. me hundo: ya pierdo interés, la vida no tiene nada que ofrecerme, se van las ganas de vivir … pero la “superbia” no se va, como el dragón que se muerde la cola y lo envenena todo, y ahí está, ahí está también el camino.

Continúa Jung: “ … querrías hacer oro porque piensas que no hay mayor plaga que la pobreza, la riqueza es la suma dicha, querrías resultados que adulen tu “superbia”, en una palabra: quieres y esperas algo de conveniencia, pero presientes con espanto que de eso no hay nada. Por eso no quieres ser fructífero, pues entonces lo serías simplemente por Dios y no desgraciadamente por ti. “

– Es bueno ésta (risas)

-¡Es buenísimo! ¡Es bueno!

Y sigue Jung: “Expulsa por tanto esa codicia bruta y vulgar que, de manera tan infantil como miope, sólo se fija metas situadas dentro de tu horizonte. El agua de tu interés no es pura, está envenenada con la lepra común a toda codicia vulgar. De esa enfermedad colectiva tú también estás infectado. En consecuencia, por favor, reflexiona de una vez, haz salir el pensamiento, ¿qué se esconde detrás de esa codicia?: un hambriento de infinito, como ves, no satisfecho con lo mejor, pues es por Hades, el Dios de los submundos, por lo que enloquece y celebra haciendo bacanales … ” -eso lo que decía Heráclito de Efeso, a quien ya mencionamos y vimos que era llamado «el Ocuro», ese depresivo de la antigüedad. Decía Heráclito en un fragmento: «…son lo mismo Hades y Dioniso; por ello enloquecen y celebran bacanales». He incluído sus Fragmentos en la Bibliografía y recomiendo especialmente el libro de Rodolfo Mondolfo

Claramente, Jung se refiere a este notable fragmento de Heráclito, cuando dice, como hemos visto: «¿qué se esconde detrás de esa codicia?: un hambriento de infinito, como ves, no satisfecho con lo mejor, pues es por Hades, el Dios de los submundos, por lo que enloquece y celebra haciendo bacanales … ” Y continúa: «Mientras más dependas de lo que todo el mundo quiere…”

– ¿Qué es “todo el mundo”? El mundo de los prisioneros de la caverna platónica, el mundo de los enemigos del fondo del pozo según los gnósticos, el mundo en el que has caído prisionero, el mundo en el que te has olvidado que eres un exiliado, el mundo donde si se enteran de que eres un exiliado vienen a por ti, y en el que quieres ser como todos ellos, participando en la codicia de lo que hay que querer y de lo que hay que tener …

Dice Jung:

“Cuanto más dependas de lo que todo el mundo quiere, tanto mas serás un hombre cualquiera, alguien que en todo en todo caso aún no se ha descubierto a sí mismo. Y por ello vas tropezando como un ciego por el mundo, y como un guía de otros ciegos… ”

Hay representaciones pictóricas de esta alegoría de “Un ciego guiando a otro ciego”, alegoría que está en el Evangelio, y si un ciego sigue a otro ciego ¿adónde van a parar todos? … risas … Y sí, pero seguimos a tal porque tal ha triunfado, tal sabe, tal tiene «lo que hay que tener», tal tiene la clave del éxito, del progreso y la felicidad, es modelo a imitar, ¿eh?; aprendemos los trucos para llegar a ser como ese tal, y resulta que es un ciego… un ciego sigue a otro ciego…

No, Jung lo tenía bastante claro, y decía: “Cuanto más dependas de lo que todo el mundo quiere tanto más serás un hombre cualquiera, alguien que, en todo caso, aún no se ha descubierto a sí mismo y por ello va tropezando como un ciego por el mundo, y como un guía de inválidos, con la seguridad de un sonámbulo que se dirige al vacío adonde le siguen todos los demás paralíticos. Un hombre cualquiera es, en el fondo, siempre muchos. Purifica tu interés de todo azufre colectivo …”

El azufre colectivo: querer lo que hay que querer, los cuentos que te contaron, lo que hay que tener, lo que hay que ser, lo que es estar bien, lo que hay que ser para ser sano según el colectivo, para ser sensato, para triunfar… -ese es el azufre colectivo que te contamina: fuego, concupiscencia, codicia. El «gran animal» de Platón. Ya veremos lo que dirá Simone Weil al respecto –

“ … Purifica tu interés de todo azufre colectivo que se pega a todos como una lepra…” – el orín, la herrumbre, la podredumbre que acompaña al plomo – “el deseo arde únicamente para consumirse, y en ese fuego y a partir de él, surge el verdadero espíritu vital que produce una vida según sus propias leyes…” – según sus propias leyes, no según las leyes del colectivo, no según las leyes de la caverna, no según las leyes del mundo de convenciones y concesiones – “según sus propias leyes no deformadas por la miopía de nuestros propósitos ni por la grosera arrogancia de la superstición en nuestra propia voluntad. Lo inconsciente desea que se interesen en él y por él, y exige, primero, ser aceptado tal como es. Cuando la existencia de eso que está enfrente, al final se constata… ”

– ya no es más un cuento que te cuentan: estás teniendo la experiencia; ya no es más esa fantasía arbitraria que cree que lo imaginal debe ser alguna cosa, algún lugar topográfico, al que aún no fui pero iré el próximo verano (risas) y si no es la isla del Pacífico a la que ya fui y no me gustó, entonces debe ser la del Índico. Cuando recorras toda la tierra y veas que no está en la tierra, empieza la bajada. Y te lleva al encuentro de eso otro que no es arbitrario, que no es un capricho.

Dice así Jung: “Cuando la existencia de eso que está al frente finalmente se constata, el yo no sólo puede, sino que debe confrontarse con la existencia que se le plantea. Fluyendo constantemente la fuente expresa un fluir, asimismo constante, del interés hacia lo inconsciente» -es decir, hacia el otro mundo. Ya no es un interés a las tonterías de leche de virgen, el estado previo ya no, pues ahora hay una fuente permanente de energía que no cesa, pero no esta vertida y literalizada ahí, ¿adonde estará manando y hacia dónde mana? Porque la alternativa normal es 😮 te interesan y persigues bienes mundanos, literalidades, y te crees cuentos y corres a la sociedad para hacer cosas, o estás deprimido y estás enfermo; pero aquí tenemos a alguien que ha encontrado la fuente de la vida, la incesante fuente de interés, de pasión y de creatividad y no corre hacia la caverna, ¿Qué pasa? parece que hay una tercera alternativa, que no va al Este ni al Oeste ¿adónde se dirige? porque los que van al Este están vivos, activos, y los que van al Oeste están deprimidos y confundidos, pero éste que no corre hacia la luz del exterior y en el que sin embargo mana la vida permanentemente ¿qué ha encontrado, hacia dónde se orienta? la tierra blanca, terra alba dicen los alquimistas, la tierra celestial dicen los místicos, el cuerpo de diamante, el hombre de luz que te completa a ti, el polo norte que es el sol de la media noche, eso son imágenes porque se trata de lo imaginal, no porque uno hable en código para ocultar un «secreto», porque no es ningún qué, ninguna cosa, no es cosa, no es objeto, no es ente…

Acabo con el fragmento de Jung: “fluyendo constantemente la fuente expresa asimismo un fluir constante del interés hacia lo inconsciente, es decir una especie de continua tensión o religio» – religamento, reconexión, re fusión, re ligarse- «religio que también puede denominarse devoción. La conciencia es tan terra árida como lo inconsciente, si ambas mitades de la vida anímica están separadas entre sí». Pero en cambio la terra alba, la terra foliada, la tierra llena de láminas como decían los alquimistas, una tierra laminada con profundidad insondable, una tierra blanca de pureza, no de leche de virgen, una tierra blanca que resplandece en los miles de colores, una tierra que es fuente de vida, la Jerusalén Celestial, la tierra de la que mana leche y miel, no es sólo un consciente separado de un inconsciente, porque cuando se vive así es tan árido lo uno como lo otro. Esta región no es sino la zona media, el «mundus imaginalis» según Corbin.

Bueno, había traído mucho más para comentar, pero bueno, una de las muchas que cosas que, bajo el reino de Khronos, el tiempo, tenemos que sacrificar. Dejamos la perspectiva psicológica junguiana y alquímica de lado. pero ha sugerido algo creo yo. Los gnósticos también hablaban de eso, no voy a hablar más de ellos pero los gnósticos eran los que imaginario la experiencia del exilio en el que vivimos, vivimos en este mundo y pertenecemos a otro, empezar a reconocer la filiatura divina en la tierra, ser un extraño para los carceleros pero dispuesto a conectar y comunicarse con el hombre de luz. Así se crea el cuerpo de diamante que sale del cuerpo físico y no habita ya esta región, el cuerpo diamantino, el cuerpo de fuego, con quien habla el Ángel, el Ángel no habla conmigo, yo no puedo ver al ángel, para mí no hay Ángel, sino que hay cosas, objetos, personas, lo finito, hasta que no crezca en mí ese cuerpo de diamante, de luz, no hay Ángel porque es a él al que le habla el Ángel. Esto está también en la tradición hermética, en los libros del Corpus Hermeticum -que están publicados en la página web en castellano y que han marcado la tradición gnóstica de occidente – libros del siglo II/III después de Cristo. Hermes entra en trance, deja su cuerpo, sus sentidos ya no responden, ha abandonado la cárcel del cuerpo y en ese momento se eleva y aparece Asclepius, el Logos, el Nous, la Sabiduría, la otra mitad. No aparece al que está atrapado en el cuerpo literal, sino a aquél que ya no está allí; no me interpreten literalmente: no digo el cuerpo «físico», «abandonar el cuerpo» es abandonar la lectura literal de las cosas, vivir «en el cuerpo» es vivir tomando las cosas “al pan, pan y al vino, vino”, “no existe nada mas que lo que se ve y lo que se toca”, “solo existen objetos», el reino de «los hecho puros y duros», ¡eso es el mundo del cuerpo¡. Abandonar el cuerpo es darte cuenta de que incluso tu cuerpo es un habitáculo y depósito de imágenes, al cual vives -y no hay otro modo de vivirlo- a través de imágenes, que incluso lo que llamas tu cuerpo «físico» no es sino so–porte y portal imaginativo.

Tercera parte

Pero vamos a dejar a los gnósticos, a los herméticos que también había mucho por ahondar allí, desde ya recomiendo el libro de Hans Jonas «La religión gnóstica» (ver Bibliografía). Sí, hay que dejarlos, pero por lo menos hemos proporcionado un fondo para mostrar que la depresión, que se presenta como una temible enfermedad, también puede leerse como ocasión de un viaje que te saca de este mundo, es un recordatorio, es un desarraigo, es un dolor, es una oscuridad que aparece como «des-realización» del mundo de la caverna.

En esta otra parte vamos a ocuparnos con la obra de una mujer que fue una notable hija de Saturno, o sea marcada por la melancolía, marcada por el dolor, cuya vida y sobre todo su obra, es la mejor expresión de todo esto que hemos hablado hasta aquí. Aporta una experiencia individual – siempre es individual o no es- . Todos estos temas que hemos tratado adquieren así una expresión única cuando se han vuelto «vivencia», para usar la expresión de Ortega y Gasset. Una expresión única, una manera única, una imagen única que se encarna y con-forma en una vida y en una obra. No es un concepto abstracto que se repite, no, es una experiencia vivencial con color, olor, sabor y saber, parte de uno mismo que no puede repetirse sin desvanecerse. Por eso, esto lo han vivido muchos pero cada uno, igual que los alquimistas, lo cuenta de una forma única y experiencial.

Hay muchos hijos de Saturno, en el seminario anterior le dedicamos un homenaje a Marsilio Ficino, uno de los grandes hijos de Saturno que, a través de la melancolía, entró en su depresión, descubrió el mundo del alma, resolvió (o mejor dicho: disolvió) el problema, no huyendo del dolor sino haciendo del dolor la herramienta del conocimiento, y su descubrimiento del alma afectó a toda una época, afectó a toda la Florencia del Renacimiento y promovió el renacimiento de Florencia. Sí porque el alma no está separada del mundo.

Ahora vamos a ir a otro ejemplo muy distinto, a quien rendiremos homenaje. Vamos a atender al pensamiento de una mística, filósofa, luchadora social, una gran escritora que se llamó Simone Weil, sobre la que he puesto una página en la web del Centro, y que murió muy joven: murió a los treinta y cuatro años, se dejo morir. Su vida vale la pena de ser conocida, encontrarán más datos y detalles en Internet. Una joven de origen judío, nacida en Francia en 1909, estudió filosofía y mostró ya un talento destacado, en su clase fue la primera, la segunda se llamaba Simone de Beauvoir que era su compañera, otra mujer y pensadora interesante, otra gran melancólica, otra hija de Saturno; pero nos vamos a quedar con Simone Weil aunque se podría haber hablado de Beauvoir también, de su historia con su madre, de su historia con la melancolía y que también tiene mucho de Saturno. Simone Weil, y sus ideas, son de un profundo gnosticismo, un sentirse alienada de esta realidad, de una profunda conmiseración con el sufrimiento humano, y por lo tanto se rebela contra las condiciones de esta sociedad, brillante en filosofía como lo era, decide dejar la carrera, ya trabaja de profesora muy jovencita, pero da la mitad de su sueldo a las comunidades obreras a las que apoya en su lucha revolucionaria,con lo que entonces sienta muy mal que una profesora dé su sueldo y su abierto apoyo a los obreros, y le cuestionan su puesto, renuncia, así, porque decide ir a probar por su propia experiencia lo que es ser un explotado en esta sociedad, y se emplea como proletaria en la Renault, en la fabrica de coches. Su constitución física es tan débil y tan frágil que se enferma inmediatamente, pero la experiencia de la repetición, de lo colectivo, del poder, de la denigración de la opresión, de la desgracia, es poderosísima. Por lo tanto tiene que dejar esto y claro, justo comienza la guerra en España y Simone Weil, flaquita, raquítica y enferma se viene a ayudar a los revolucionarios en la Guerra Civil Española, no simplemente meditaba y se desentendía del mundo, no, su meditación estaba afuera también, todo el tiempo: afuera y adentro como un alquimista. Es tan torpe, tan torpe que estando aquí en España en los campamentos se le cae una olla hirviendo, se quema y se la tienen que llevar porque resulta inútil; comienza la segunda guerra mundial, en Francia se padece la ocupación; su familia, siendo judía, huyen al sur, la detienen, la sueltan muy rápido por considerarla loca (risas), su familia se va finalmente a Estados Unidos para poder sobrevivir a la guerra …. Pero ella no puede vivir sin participar, es francesa, ama a su pueblo, pasa por una experiencia de conversión, conecta con el cristianismo, aunque no llega a hacerse cristiana oficialmente, es íntima su experiencia de Cristo, no es ortodoxa, por tanto no acepta los sacramentos de la iglesia, a pesar de que vive con una profundidad el símbolo del cristianismo, vuelve a Inglaterra durante la guerra para ayudar a los aliados en lo que pudiera, aunque sea con trabajos de oficina que es lo que hace; su estado de debilidad es muy grande y está casi tuberculosa, ya desde la Renault, pero se niega a comer mas que lo que comen los franceses bajo la ocupación que es la ración diaria, aun en Inglaterra podía… no, si sus compatriotas comen eso, ella come eso; está muy enferma, muy débil, la tienen que internar, no acepta comida más que la estricta ración, y muere. Los médicos certifican que fue un suicidio porque no quiso aceptar comida porque estaba loca. Es que … es que la lógica del otro mundo es locura en este. Dejo una obra maravillosa, una obra absolutamente conmovedora. No digo que hay que imitar a Simone Weil, ella no imito a nadie, ella acepto su camino único. Toda su vida aquejada por terribles dolores de cabeza, una Acuario hija de Saturno – Acuario es el signo de Saturno, sí – toda su vida muestra esta especie de conexión, y en su obra están las reflexiones que yo creo que expresan el descubrimiento de una aproximación al alma -y a lo divino- a través de la limitación, la desgracia, el dolor. A través de Saturno. Vamos a leer algunas cosas, solo algunas, en la página web he seleccionado bastantes, que pueden consultar luego.

¿Hasta que punto tiene que ver con lo que hemos dicho? Por ejemplo:

“Nacemos y vivimos en contrasentido, porque nacemos y vivimos en el pecado, que es un trastocamiento de la jerarquía. La primera operación en nuestra vida es la vuelta, la conversión, o el retorno».

Acabamos de ver que para el gnóstico el primer reconocimiento de que este no es su mundo, es vivir aquí dándose la vuelta: el retorno, el regreso al mundo perdido. Pues ella lo tiene claro, esto no es, esto es el pecado, el pecado es la ilusión, el pecado es la mentira, el pecado es lo irreal. No, el pecado no es la moral sexual del puritanismo o la clase media; Simone no está para esas tonterías. El pecado consiste en otorgarle valor de Dios a lo que es finito, el pecado consiste en imaginar arbitrariamente en cualquier objeto finito – la presencia del polo del que hablaba Corbin –; cuando haces de cualquier cosa de este mundo el polo, eso es pecaminoso, eso es concupiscencia, eso es imaginación encegecedora que no permite reconocer el mundo que te esta aguardando. Por lo tanto cuando dice aquí es concupiscencia, aquí es … la primera operación es el retorno, la primera operación es la conversión.

Dice: “El renunciamiento exige que se pase» – el renunciamiento a que? a la concupiscencia – «exige que se pase por angustias equivalentes a las que causaría la perdida de todos los seres queridos, y de todos los bienes, incluyendo las facultades y adquisiciones en el orden de la inteligencia y del carácter, – las opiniones y las creencias sobre lo que es bueno, lo que es estable, etc-, y todo esto no hay que sacarlo de sí mismo sino perderlo como lo perdió Job. Pero la energía así separada de su objeto» – energía del deseo así separada de sus objetos – «no debe ser desperdiciada en oscilaciones, degradada. La angustia debe ser mayor aun que en la desgracia, no debe parcelarse en el tiempo ni debe desperdigarse en esperanzas futuras. Es la concentración de este deseo que en este mundo no tiene satisfacción lo que abre la puerta a la gracia».

Pero si en vez de esto me imagino que mañana lo tendré y mejor: otra vez al mundo terrenal, otra vez al mundo de la gravedad, otra vez a meterse en la caverna.

“Si nos consideramos en un momento determinado, en el instante presente» -dice Simone Weil- «separado del pasado y del futuro, somos inocentes. No podemos ser en este instante más que lo que somos. Todo progreso implica una duración – lo cual es imaginario-. Corresponde al orden del mundo en este instante que seamos lo que somos. Aislar así un momento implica el perdón, pero este aislamiento es el desapego”. Que, claramente, es el único camino para ella.

O sea Simone, como los gnósticos y como los alquimistas, ha visto que la ilusión del tiempo, el engaño de la temporalidad; el tiempo que es lo que rige Saturno, por un lado, es la pantalla donde uno vive las imágenes como si fueran hechos. Estás viviendo un mundo imaginado creyendo que habla de hechos, su miserabilidad; lo que llama el futuro, no existe mas que como imaginación, pero uno no sabe que son imágenes, uno cree que son «hechos»: temo a la miseria, veo a la miseria como un hecho, mi temor a la miseria no reconocido hace que esté viviendo ahora ¿en función de qué? De la imaginación o de la imagen de la miseria, que me lleva a una vida miserable. No hay futuro más que como proyección imaginativa ¿de qué? ¿Qué es lo que en mí imagina ese futuro? Cuando aparece el deseo de un futuro, es porque detrás se oculta el que tiene que imaginar ese futuro porque ¿qué está pasando con su presente? entonces, esto es inevitable, imaginar un futuro, sí, pero lo que es evitable es literalizarlo, para poder así reflejarlo. Si aparece la imagen “es” una imagen, ¿Qué hay aquí que imagina esto? Y Cuando me detengo preguntándome: “¿qué hay aquí que compele a imaginar esto?” ya no hay futuro: hay lo que hay en mí. Pero la gente habla de futuros y en ese futuro viven esclavos de imágenes, de concupiscencia, que nos tiraniza: prisioneros de la caverna.

Solo parando el tiempo aparece la eternidad, y el tiempo es ilusorio. El viejo que llegas a ser lo fuiste toda tu vida, no llegas a ser nada que no seas, la miseria de tu imaginación es lo que toma cuerpo en tu vejez, es lo que eres. La persona que renuncia a su libertad porque se imagina inseguridad, como imagina la inseguridad y no sabe que es una imagen, cree que es un hecho, por ese hecho que es una imaginación que sólo proviene de que hay un miedo no reconocido, no reconoce el miedo; cree que esta obrando sensatamente al tratar de evitar ese hecho, que no es más que una imagen de su miedo, por lo tanto ¿quién construye su vida? su miedo y mientras se previene contra eso que imagina, lo que en esa persona está imaginando eso está siendo el objeto de su vida, lo que hay al final. Miseria, desencanto, vacío, vacío no aceptado, porque vacío es vacío pero un vacío que no se llena de imaginación dice Simone Weil, un vacío que no se llena de mentira fantasiosa, es un hueco que atrae la Gracia, es un hueco por el cual se abre el camino Polar, no al norte, no al sur, no al este, no al oeste; pero cuando uno tapa huecos imaginariamente está siempre atrapado en la densidad, imaginación, un mundo donde no entra gracia alguna.

«No podemos ascender por nuestros propios medios» insiste Simone. Nosotros somos pesadez, la gravedad, (Saturno es grave, y es la ley de la gravedad, es nuestra gravedad y nuestra gravidez…) Yo soy pesado, por tanto ¿cómo me voy a levantar a mí mismo? ¿Con qué? ¿Con mi propia fuerza? Pero si es mi fuerza lo que me hace pesado!Querer ascender con la propia voluntad es como querer levantarte por los aires tirándote del cabello (como el legendario Barón de Munchausen); yo no puedo levantarme a mí mismo, yo peso, yo soy el peso, por lo tanto: debo ser levantado y elevado por lo que yo no soy. Dejarse acoger. Pero claro, cuando yo imagino que lo que me tiene que levantar es tal cosa, eso que yo digo que quiero que me levante no es mas que una extensión del yo. Por lo tanto: “yo” no, yo no, para que entre el otro.

Este continuo no negar lo imaginario sino leerlo, recuperarlo como imaginario, dejar de que sustituya a lo real – ¿qué es lo real? Lo desconocido. Lo real es seco, lo real es lo que es ,lo imaginario es la fantasía arbitraria, para compensar y satisfacer- imaginariamente- la propia concupiscencia. Concupiscencia, apego, agrandamiento de la propia importancia. Por lo tanto aquellos más virtuosos son los mas peligrosos de todos, ( risas ), porque junto con todo lo que conquistan aumentan su «¡ah¡ yo lo he conquistado». Y donde hay yo no hay espacio para la gracia, solo hay gravedad.

Vamos a leer algo más:

“ Muerte: estado instantáneo sin pasado ni futuro, indispensable para el acceso a la eternidad”.

No esta hablando de muerte literal. No crean que muerte quiere decir que el cuerpo se muere, se detienen sus funciones vitales – una cosa que imaginamos, porque no sabemos lo que es vivir eso. Otra vez: tenemos miedo a lo que imaginamos. No: la experiencia de morir en vida, muerte es la depresión, muerte es cuando ya nada de eso es, muerte es la caída hacia dentro, muerte es el hueco que se abre donde estaba todo lleno. Muerte es renuncia a todo futuro, a todo acontecer como «devenir», «llegar a ser» y, consecuentemente, «desarrollo», «crecimiento», «aprendizaje», «mejoramiento», «perfeccionamiento», etc. etc. Y ella con lucidez dice: “Muerte, estado instantáneo sin presente ni futuro” …- desesperación, la detención, no hay adelante, será así siempre, estoy acabado … “estado instantáneo sin pasado ni futuro, indispensable para el acceso a la eternidad”. ¿Qué esclaviza? El tiempo y ¿Qué es el tiempo? La imaginación del tiempo…: nada. Luego, nada me hace ser lo que soy, sino lo imaginario. No es mi infancia ni mis padres ni mi pareja ni mi jefe, son las imaginaciones literalizadas en mi vida; lo imaginario, el creer que necesito lo que necesito sin mirar de dónde viene esa convicción de la necesidad. Ella lo dice, lo dice todo el tiempo, su obra es una obra maravillosa, son pequeñas frases eh pero como puñaladas. Ella dice que sólo el vacío admite a la gracia. Donde hay futuro y pasado no hay vacío, hay un lleno de imágenes. El pasado aún mejor porque el pasado es intocable y en ese sentido se parece a la eternidad. Pero el futuro es la proyección de lo que haré, lo que me pasará, lo que vendrá sin estar aún; … el algún día no existe más que como imagen, y como tal imagen actúa ahora, en el presente, que es lo que hay. Lo que hay por tanto no se atiende, sustituido por la imaginación de lo que habrá. ¿Qué puedes imaginar tú que no quepa en ti? Todo lo que tú imaginas es como tú. Lo otro, tú no lo puedes imaginar, por lo tanto lo otro sólo puede aparecer cuando tú te retiras, cuando tú ya dejas, cuando tu sueltes, «dejidad». Heidegger decía: «Gelassenheit», que puede traducirse así: «dejidad», dejarse, dejar ser al ser. “Yo” no, “yo” no. Cuando no “yo”, entonces la sorpresa, entonces la eternidad, entonces lo absolutamente otro, no aquello que imaginabas: lo que no podías ni siquiera, porque no cabía en ti, porque no viene de ti, porque no eres tú. Mientras estamos en la caverna todo lo que hay es prolongación de ti.

Simone Weil habla del amor, del amor común, como de esa cosa terrible de amar en los otros solamente lo que coincide con nuestras expectativas. Así muestra que es terrible, es peor que la muerte ese amor, porque cuando muere alguien por lo menos eso no quita que haya sido, pero cuando has amado en el otro la criatura imaginaria, ni siquiera le has dejado ser, ni sabes quién ha sido, ha sido un amor tan terriblemente irreal (imaginario) que ha matado al otro porque no le ha dejado ser, nunca apareció para nosotros, y esto es peor que la muerte: no puede haber amor y apego.

Eso que llamamos usualmente amor sólo es apego, y donde hay apego hay yo aunque diga tú, eso que ve en el tú es un tú-para-mí. El amor sólo pasa por dios dice Simone Weil: El amor sólo pasa por la renuncia; no podemos poseer otra cosa que aquello a lo que hemos renunciado. Todo lo que creemos que tenemos nos tiene cogidos a nosotros. Simone ciertamente sabe. Desde que estoy en Barcelona digamos ya en el 76/77 hablaba ya en mis clases de Simone Weil, entonces no la re-conocía nadie, no es que ahora la conozca mucha gente (risas), pero por lo menos ahora se consiguen sus libros, en ese época yo tenía solo esta antigua edición argentina de «La gravedad y la gracia», que era de mi madre y no se conseguía en ningún lado, en castellano nadie la leía, pero ahora afortunadamente se consiguen sus obras y valen la pena.

«Ser y tener. El hombre» -es decir, el ser humano- «no tiene ser, solo tiene tener. El ser del hombre» -no el tener, el ser-«está situado mas allá de la cortina» – mas allá del pozo, mas allá de la caverna. El ser del hombre es el photeinos anthropos (el hombre de luz, al que nos referimos al hablar del misticismo iranio), no yo, el otro, el de luz que yo ignoro- esto lo digo yo, no Simone. Pero va bien para aclarar lo que ella dice:

«El ser del hombre está situado mas allá de la cortina, del lado de lo sobrenatural. Lo que puede conocer de sí mismo es lo que le prestan las circunstancias. El yo, el verdadero, esta oculto para mi y para otros, esta del lado de Dios, está en Dios, es Dios. Ser orgulloso es olvidar que uno es dios».

«La cortina es la miseria humana, había una cortina a un paraíso».

Ser orgulloso es que este yo que creo ser se infla como un pavo e ignorar al otro que está «del otro lado», y al cual este que digo que soy niega, olvida, insulta y degrada. Así que el orgulloso es un pobre hombre, que no sabe ni sospecha quien es. Infla la imagen porque está vacío.

Dice Simone Weil:

«No hay que ser yo pero menos todavía un nosotros».

«La ciudad da el sentimiento de estar en la propia casa, pero de lo que se trata es de sentirse en casa como en el destierro. Estar arraigado en la ausencia de lugar», ese es el polo norte,

– ¿ arraigado en la ausencia de lugar?

… esto lo digo siempre yo, no me han oído nunca decirlo en las lecturas? la uso cuando puedo

¿Qué quiere decir? Ninguno de estos lugares es casa. Hay desarraigo y cuando quiero hacer una casa aquí – una casa en mi profesión, una casa en el que dirán, una casa en ti, una casa en mis hijos, una casa en mi futuro – estoy haciendo una casa donde no hay posible casa. Por lo tanto hay un desarraigo que permite echar raíces en «nada de aquí». Nada de aquí: el otro lado, lo que los sufis llaman el Polo Norte de la noche y el sol de mediodía, que no es sino es el octavo clima. En el octavo clima que no está en la tierra, ahí están las raíces y por lo tanto en la tierra no las hay Esta es la base del desapego de Simone que es muy poderoso.

“Solo desarraigándose se busca más realidad”. No menos: más porque esto no lo es.

Hay que leerla, vale la pena. Lleva a cuestionarse lleva a descubrir la propia miseria. Lleva a descubrir la miserabilidad de los grandes propósitos, de los buenos motivos, la vanidad del egoísmo. Puede llevar a depresión – es el camino de Saturno – pero es una contundente apertura a la gracia, como puede serlo el camino gnóstico, el camino alquímico. De hecho su obra más sugestiva, en mi opinión, se llama “La Gravedad y la Gracia”. La gravedad es lo imaginario, lo que se adhiere a la caverna; la gracia sólo puede aparecer cuando hay vacío.

– ¿La gravedad y la gracia? ¿ y el titulo se encuentra? … no se encontraba…

-Si si. Está en ed. Trota. Sí y en una buena traducción. Editorial Trota.

Hay una obra que escribió en exilio, en Estados Unidos, que está medio en inglés porque eran cuadernos no son libros concebidos para publicar, sino apuntes y cuadernos reunidos por sus amigos. No publicó, publicó muy poco, escribía para ella. Escribía sus meditaciones mientras estaba en el campo de batalla o en la fábrica Renault o con sus tremendas jaquecas. No escribía libros para publicar y ser una autora, no, son solo intimas meditaciones, y que sus amigos, cuando murió, reunieron y, menos mal, se decidieron a dar a conocer; ella escribió como una comunión. No escribió para publicar, para mostrar su talento, escribió para nada. Solo cuando es para nada viene de la gracia. Lo que es para cualquier cosa esta entregado a lo imaginario, sea lo que sea esa cosa. «Lo hago por el bien de la humanidad» – no, lo haces por esa imagen que hay en ti de lo que es el bien de la humanidad, lo haces por una imaginación, lo haces porque te inflas sintiéndote vinculado a esa imagen. No, las cosas son para nada o no son. Pero “nada” es Dios. Dios es “nada de eso”.

Esa apertura a la nada es apertura a la gracia. Qué duro. Duro es lo que vives. Eso es duro. Irredento, esclavo, engañado, vacío, tratando de llenarse con ruidos. Esperando de los otros lo que no hay en los otros, esperando de la vida con la concupiscencia no sacrificada, los caprichos vanos del ego que no permiten descubrir lo que hay: qué hay en la belleza. Pero la belleza no llega al ego, el ego solo quiere utilizar la belleza, no se puede por lo tanto reconocer la belleza sino se pone atención; pero la atención es justamente renunciación al yo. En otro libro, titulado «A la espera de Dios», muy hermoso, Simone Weil escribe acerca de la atención y de la plegaria. La atención es necesaria para la plegaria. Y la plegaria, ciertamente, no tiene nada que ver con «pedir, demandar», Klagen y Anklagen… sino que es atenta entrega.

Ella dice: observar un paisaje como si no estuvieras ¿Cómo es la playa cuando yo no estoy? Porque cuando estoy yo impido que la tierra y el cielo se encuentren. Yo soy el tercero en discordia. Entre dos amantes eso que en mi dice yo destruye su unión, estar sin estar, la única manera: retirarme permanentemente para dejar que todo sea. El único bien no sujeto al azar – ¡el único bien no sujeto al azar¡. el único – es el que esta fuera de este mundo.

Fuera del mundo. Es ese centro del mundo que no está en el mundo. «El mundo es la puerta cerrada» -escribe- «el mundo es una barrera y al mismo tiempo es el pasaje». Y que es al otro mundo, este no es más que un pasaje. Y justamente porque está cerrado – porque está cerrado: porque no es – es el pasaje al otro.

Escribió: «Este mundo, dominio de la necesidad, no nos ofrece absolutamente nada sino medios». Es decir, siempre cosas para otra cosa, medios, medios, medios, medios. Dinero ¿para que? para otra cosa, porque el dinero por sí mismo no es nada. El fetichista hace del dinero un objeto final, y no tiene nada, solo la imaginación puesta. Ya vamos a ver leer lo que dice el libro.

Medios. Y una pareja ¿para qué? Para tener hijos – es el medio para tus hijos-. Y hijos ¿para qué? Para sentirte importante – es el medio para sentir que tu vida es importante-. Y sentirte importante ¿para que? … Todo es medio, todo está mediado hacia, aunque no lo sepas … lo imaginario es esencialmente mediador. Y entre el medio y la mediocridad hay muy poca diferencia ( risas) …

Fíjense en lo que dice: «En este mundo dominio de la necesidad no nos ofrece absolutamente nada sino medios, nuestro querer es enviado sin cesar de un medio a otro como una bola de billar. Todos los deseos son contradictorios como el de la nutrición: quisiera que aquel que amo me ame, pero si me es totalmente devoto ya no existe y dejo de amarlo; en tanto que si no me es totalmente devoto no me ama bastante. Hambre y saciedad, hambre y saciedad»

… si no lo tienes hambre, si lo tienes saciedad hartura y vacío. R Hambre: darse cuenta de eso es la primera de las grandes verdades, eso detiene lo imaginario.

Así, escribe:

«Los verdaderos bienes terrestres son medios. No se puede respetar los de otros sino en la medida en que se consideran los propios como medios, lo que implica que se está en camino hacia el punto en que se puede pasar sin ellos. Para respetar, por ejemplo, las patrias extranjeras es necesario hacer de su propia patria no un ídolo sino un medio hacia Dios. Cuando todas las cosas son vistas como medios, no a otra cosa, sino a lo divino, se puede respetar todo lo demás».

“Si lo temporal no tiene sentido sino por y para lo espiritual, pero no participa en lo espiritual, nos lleva a El por nostalgia”. Es la nostalgia: volvemos a la depresión. Porque “no es aquí” se abre la otra puerta. Es la nostalgia que genera este mundo, no es nostalgia de cosas. Al principio creemos que sí y saltamos hacia lo que nos falta, hacia las cosas… Cuando te das cuenta de que lo que falta no es esto del mundo, esta nostalgia abre al vacío y en el vacío desciende la gracia.

Dice así: “Si lo temporal no tiene sentido sino por y para lo espiritual pero no participa en lo espiritual, nos lleva a ello por nostalgia, por superación. Es lo temporal como puente, como medio» -es decir, lo temporal como medio ¿para que? ¿Para algo que está en el tiempo? No: lo temporal como medio que me conecta con lo intemporal. Esto de aquí, porque esto de aquí conecta con lo radicalmente otro, y no con esto de allí.

Bueno, toda su obra es maravillosa, toda, toda, toda. Se carga la idea de progreso – si no hay futuro no hay progreso evidentemente, ¿Cómo va a haber progreso? ¿progresar adónde? ¿progresar a qué? – el error de los griegos y de los romanos y de los judíos es haber creído que por el caminar hacia delante se asciende. Progresar es avanzar en el horizonte, al polo no se avanza progresando: se asciende. Y puesto que ninguno de nosotros puede ascender por su propio esfuerzo, porque el esfuerzo tuyo no te puede levantar sino que te hace más denso, – el «yo quiero» pesa porque es una afirmación y una extensión del yo. Por lo tanto ¿cómo es posible ascender? te tienen que levantar … tiene que levantarte otro. ¿Cómo te puede levantar el otro, si no hay espacio en tu vida para lo otro en tanto no sea lo imaginario? Y si sólo se abre la puerta a lo imaginario, no ha espacio para la gracia, que es justamente ese Otro que aligera y posibilita el ascenso.

Este desapego y dejar ser, quedarte pequeño como uno es, saber de la propia pequeñez, no creerse las imaginaciones que compensan las pequeñeces con grandezas – grandezas que no alimentan, grandezas que sólo hace aumentar el apego – cuando a través de esto uno se da cuenta de lo pequeñito que es, y ya no avanza porque no hay adónde, entonces empieza a atender, a dejar ser a lo que es. En ese dejar ser se es tan ligero que fácilmente se asciende, no porque tú asciendas, sino porque desciende la gracia.

Es muy bonita su visión, está convencida de que es así. Convencida todo el tiempo. Su experiencia fue esa, su experiencia fue justamente una vida absolutamente de entrega porque ¿Qué podía querer para sí? Lo único que quería era admitir lo otro, donde hay espacio para lo otro hay espacio para todo. Donde no hay espacio mas que para lo imaginario no entra nada, nada: imaginario. Tremendo. Por lo tanto en cuanto se derrumban futuro y pasado que son medidas imaginarias, solo hay lo que hay y las imágenes que, reconocidas como imágenes son el pasaje a lo otro, pero literalizadas no resultan sino compensaciones y por ello agentes de la gravedad.

Dice algo que muchos alumnos míos conocen, porque lo repito continuamente en clase: Cuando uno tiene hambre uno imagina comida. Normal. Mientras más comida te imaginas, más hambre tienes (risas) y si mientras más hambre tienes, más comida imaginas la grieta del hambre aumenta, pero jamás se cubre. ¿Qué dice Simone? Dice : esa comida es imaginaria, pero el hambre es real. Atente al hambre y suelta lo imaginario. Reconoce el hambre, en lugar de saltar a la comida imaginaria, sin darte cuenta del hambre que hay en ti, ese hambre no lo colma ninguna imaginación. Ese hambre diría ella solo lo colma Dios y Dios diría simone es lo que no es imaginario o sea lo que yo no puedo imaginar, es otro, absolutamente otro. ¿Interesante verdad?

Quiero lo que quiero pero ¿Qué es lo que me lleva a querer? Que imagino que hay en eso? Qué se imagina en mi que hay en eso? … de repente me doy cuenta de que no hay metas, no hay objetivos, solo hay miseria, miedo y angustia. ¿Esto es terrible? Terrible no. Lo terrible es creerse que hay fuerza, hay conquista, y hay objetivos, que solo mienten respecto al propio vacío, colmándolo imaginariamente. Pero si sé que hay vacío y me atengo al vacío, hay la gracia. Esa es la gracia, no hay otra gracia. Y esa gracia es que … ya no estás aquí, estás aquí de una manera tal que aquí ya no es como era cuando, estaba colmado de imaginación. Desde el polo se puede estar en todos los puntos de la geografía terrestre, sin estar anclado, fijado, arraigado en ninguno.

Hemos visto que en el simbolismo de Saturno y la melancolía había un tema relacionado con la codicia. Saturno, como rey del Lacio, como dador de leyes y de paz, enseñó a los hombres la acuñación de monedas. Es el que acuña monedas, pone rótulos en las cosas y da seguridad. Curiosamente, dentro de los atributos comunes de Saturno en la astrología antigua y medieval, y todavía hoy, está la codicia, la tacañería, la miserabilidad. La voracidad con la que uno come mucho en casa ajena y la propia está vacío. Yo ya les conté que esta sombra se proyecto en el judío: el judío es Saturno, el judío es negro. Pues todo eso que dicen de los judíos, todo eso es la imagen de Saturno. Voraz, interesado, no te puedes fiar, va a la suya, si da da por algo, porque amarroca. Es el avaro, el tacaño, el agarrado a las monedas: Hay algo de esto en una dimensión de Saturno, hay algo de esta miserabilidad, hay algo de este miedo a no tener, que curiosamente vimos que pasaba en la melancolía, ya lo decía Areteo de Capadocia: el melancólico, el depresivo se vuelve tacaño y agarrado, tiene miedo.

Por el otro lado, hemos visto que también se le relacionaba con el ano. Saturno tenía que ver con el estreñimiento y ya fue Freud el que claramente dijo: hay una relación entre el ano y la retención. Por eso se habla de una personalidad anal: aquél que es maniático del orden, exigente, retentivo, no suelta: como el niño pequeño que no quiere dejar ir el excremento porque se cree que se va una parte de él. No quiere decir que el ano sea eso pero ha sido mirado … el ano según a través de qué dios lo mires, puede mostrar cosas distintas: Si Atenea, el ano es un lugar de higiene, si Afrodita el ano es fuente de placeres y fruición, si Mercurio el ano es una manera de organizar y limpiar el organismo. Pero si se trata de Saturno, el ano es el excremento que hay que retener porque es mío.

¿Qué tienen que ver el estreñimiento y el ano con Saturno? … En el anterior Seminario dedicado a Saturno y la melancolía, ya mencioné que en Roma había una estatua dedicada a un dios: Saturnus Sterculeum (Saturno, el del estiércol). Así que hay una conexión: rige el estiércol. Pero el estiércol también es abono. Y rige la siembra, rige los campos, rige la simiente. ¿Qué relación hay entre el ano, la retención, la acuñación de moneda, la literalidad – el no ver las imágenes que hay en las cosas, sino tomarlas como hechos – y la retención? Podríamos decir ahí hay una imagen poderosa. Saturno ciertamente inventó la banca. Los bancos – la acuñación de billetes y monedas – según cuentan los mitos. Y ¿qué son los bancos? Ahora llega el momento de … ¿Queremos conocer el ano? Vamos a enterarnos pues, vamos a enterarnos del poder de la imaginación en cada uno de nosotros y en la sociedad en la que vivimos: el azufre colectivo

Saturno rige el poder del dinero. Pero ¿qué es el dinero? ¡Increíble¡: en una fiesta yo puedo preguntar por los amores que tienes, pero no te puedo preguntar cuánto ganas ¿verdad? … Es de mal gusto, de dinero no se habla. El/los dineros son cosas muy propias. El dinero, desde que el cristianismo sostuvo que “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” se trató de dejar al dinero sin alma, pero hay mucha alma en el dinero. Hay mucha imaginación en el dinero. Recuerden que la imaginación, las imágenes, son expresión de lo anímico. Hay mucha psique en el dinero. Creer que el dinero es «sólo» dinero, es no descubrir todo lo de psíquico que hay puesto en el dinero. El alma siempre está debajo. Debajo, enterrada en lo reprimido, se encuentra el alma. En lo oculto que mueve el dinero está la verdad del imaginario y de la imaginación. Es móvil de muchas cosas el dinero, es la imaginación de muchas cosas. No vamos a hacer una clase de economía, vamos a hacer una clase de psicología: volver las imágenes a sus raíces, no dejarlas pegadas e identificadas a «las cosas». Mostrar que el dinero no es “una cosa”: es una imagen que convoca infinidad de imágenes. Una imagen poderosísima, una imagen que crea nuestro destino mientras nosotros, entre tanto, intentamos ser espirituales ( risas ) …

Pensamos lo que pensamos de la misma espiritualidad, porque estamos atrapados en la imaginación, que nos tiene cogidos a la hora de enfrentar el tema del dinero: tema poderosísimo. Un tema que hay que ver y un tema que ya Simone Weil también vio. Vio que el dinero, en cada uno de nosotros, es un condensado de miedos y de sueños.

– ¿Jugar a la lotería seria una fantasía … ?

Claro, y también trabajar para garantizar la seguridad futura, no digamos. Sobre todo cuando el trabajo está hecho porque es un medio ¿para que? Para ganar dinero, que es un medio. No hay nada más medio que el dinero, no es nada más que la posibilidad de trocarse. Se parece mucho al inconsciente. El inconsciente no es nada, no es una cosa, sino la posibilidad de todas las imágenes, sin ser una sola. El dinero es igual que el inconsciente, no es sino toda la promesa de: ¿de que? ¿Bienes? ¿Prestigio? ¿Salud? ¿Longevidad? ¿Seguridad? ¿Felicidad? ¿Cuál es la felicidad que se imagina mediante el dinero? Solo a partir del miedo a no tener, de la retención, se fantasea en la posesión. ¿Cómo vives, mientras ese miedo a no tener te hace hacer lo que te hace hacer? Tu dices, «no, lo hago para evitar esto», eso que estás seguro de que existe, lo haces por tanto como respuesta compulsiva a una imagen que, mientras intentas prevenirte contra ella -o llegar a provocarla- ¿qué está haciendo con tu vida? El tema no es lo que tú haces, es lo que se hace en ti mientras tú haces lo que haces, por la imaginación del dinero. Como el inconsciente: es muy listo, el tema no es tanto lo que veo, el tema es: al mirar allí ¿qué es lo que estoy dejando de ver? Todo esto no mirado, los momentos a solas contando, el cálculo de lo que me corresponde a fin de mes, mi plan de jubilación, mis inversiones y mis intereses, mi envidia a los otros, mi sentir que me quitan algo, mi defensa ante la posibilidad de ser privado… ¿Se alcanza a captar todo lo que pone en juego el dinero?

Pues Simone Weil lo vio en todo su poder. Porque hay un tema con el dinero y también con el oro. Al fin y al cabo el alquimista buscaba oro, pero ¿Qué oro buscaba el alquimista? Buscaba el oro que resulta de la transmutación del plomo, no buscaba un oro «vulgar», no iba a la joyería a comprar oro, no, no;a lo que aspiraba el alquimista era a lograr que aquella materia aparentemente poco valiosa, se volviera dorada, como la noche que trae la luz; no quería comprar bombillas de luz para ver en la noche, sino la luz de la noche misma. Pero claro, ha habido también en la alquimia el tema del oro, y también historias de timos y de la búsqueda del enriquecimiento fácil. Han habido algunos pretendidos alquimistas que eran charlatanes, que prometían multiplicar oro fácilmente; sí que este tema es saturnino, ambiguo como Saturno.

Simone Weil hace una pregunta que ahora yo se la formulo a todos, seriamente: como ninguno de nosotros tiene problema con el dinero sino siempre son los demás – los judíos, los catalanes y el agarrado aquel, que yo no – ( risas) …. Vamos a partir de eso, puesto nosotros somos muy fluidos con el tema, ( risas) … Sí, lo vemos siempre fuera, vemos cómo se aferra el otro a su dinero, vemos cómo se olvidó de traer el bolso a la hora de pagar, hoy me olvidé la cartera, hoy no puedo no puedo porque no tengo nada; cuando en realidad es: tengo miedo de llegar al punto de no tener nada, por lo tanto vivo como si – ese «como si» sustituye lo que hay, y lo que hay no es nada más que un “como si” – el “como si” es impostación, y mientras temes una imaginación, lo real se ha desvanecido en un sueño pesadillesco que te posee. No se trata de moral, no estoy hablando de una moral del dinero: estoy hablando de poner atención a lo que está pasando mientras los temores nos hacen imaginar otra cosa. Reflejar la imagen, tan solo eso. No se trata de ser generoso, es absurdo: sería poner a la voluntad donde la voluntad no puede hacer nada; no es un querer conducirse, es un descubrir lo que te conduce a ti, no lo que tú «debes» conducir, sino de reconocer qué dioses te poseen, quién conduce tu vida mientras tú te crees que tu vida la haces tú; y mientras crees que te previenes contra la desgracia, qué desgracia te está llevando ya de la mano, y que no es sino la misma que encontrarás al final. Porque el final es ahora.

Así, el que tiene terror a la vejez, encuentra ese viejo horrible que siempre hubo en su interior como lo temido. No hay otra cosa. ¿Qué es mi vejez, sino la imagen que en mí se hace de algo que no sé lo que es? Pero que es temida. Ese temor aparece como lo que voy a ser, y me compele a hacer cosas para no ser… ¿qué? Eso que temo ser, y que en tanto temido está ya en mí, como motor de mis «decisiones», «propósitos» y «objetivos».

Pero mientras esté prisionero de esa imagen será justamente la maldición de esa imagen literalizándose en mi vida, motor de mi destino, agente de la fatalidad. Siempre estamos poseídos, en principio ya por la ilusión de que yo hago, eso es lo primero que debiera perderse; tú no, no es lo que tú haces, sino lo que se hace en ti, y podría atender al que lo hace en mí, en lugar de padecerlo literalmente.

Simone Weil hace esta primera pregunta. Imaginemos-porque nosotros no somos así- un avaro. El avaro junta, junta y no gasta. La imagen de Saturno: del judío, del catalán … ( risas ): mete en una caja que no toca sino para guardar más en ella y para recontar lo que hay, nunca para usarla de otro modo; tiene su tesoro escondido ; el tesoro está escondido, ese tesoro está bajo tierra lo tiene escondido, no lo ve, hace días que no ha ido a contarlo. Pero se siente seguro. ¿Cuándo le roban el tesoro a un avaro, qué le roban? ¿Qué le roban, realmente? ¿se han dado cuenta de que le roban lo que nunca tuvo? ¿Qué es lo que importa para el avaro? El sentir que ahí hay algo, no el tesoro, sino la imagen de que hay un tesoro, mientras pueda sustentar esa imagen, la imagen le trae una seguridad de que está ahí y que no tiene nada que temer. De hecho si le han robado el tesoro y todavía no lo ha visto, el día que ve que no está el tesoro (risas) se angustia, no se angustia en tanto el tesoro ha desaparecido, si no lo sabe. Por lo tanto: ¿qué se le roba a aquel a quien se le roba un tesoro? Aparece en su desnudez que lo que tenía no era un tesoro, sino un terrible miedo y ahora el miedo aparece al desnudo: se le ha robado la imaginación de una seguridad; no la seguridad, ya nunca la hubo, pero se le ha robado la posibilidad de imaginar la seguridad; no la seguridad, la seguridad no la hubo, solo había la imagen de la seguridad. Vivía miserablemente, pero con la seguridad de que había algo – aunque no hubiera –pero mientras tuviera la imagen ¿qué le sustentaba? ¿En qué se apoyaba? No en el tesoro, ya que cuando se lo han robado y aún no lo sabe, sigue sustentándose. Si el tesoro fuera su sustento, al desaparecer el tesoro caería. Pero todo sigue igual para él, mientras no sabe que el tesoro YA no está. Cuando se da cuenta, entonces es claro que no le han robado sino lo imaginario. Sólo cuando ya no puede sustentar su imagen que está adherida al cofre enterrado, entonces ésta desaparece y con ella la seguridad que tenía digamos tres días antes, cuando el tesoro tampoco estaba, pero estaba la imaginación. Hasta qué punto éste condiciona la existencia. ¿Qué se yo de la realidad, si donde estoy viviendo no sé ni lo que hay? Sólo se lo que temo. ¿Qué nos hace este miedo, qué nos inflingimos por este miedo? Nuestro temor a la miseria nos lleva a estar viviendo miserablemente. Y su puede así tener toda la fortuna del mundo y vivir miserablemente porque se tiene sólo lo imaginario. Sustentados por la imagen, ¿porqué hacer depender esa imagen de algo tan frágil como un tesoro, y no de algo ya perdido y , por tanto, imposible de perder? Sólo puede poseerse aquello a lo que se ha renunciado.

La miseria, por tanto, ¿está en tener o no tener? No es «un hecho», la miseria, no depende de cosas, no hay cosas con las que se acabe la miseria, porque la miseria es un estado del alma. Por lo tanto cuando crees que te estás preparando contra la miseria, esa misma miseria está actuando ya en ti. Pero no la adviertes: atiende uno a la comida imaginaria, en lugar de atenerse al hambre!

Lo que le han quitado al avaro a quien le roban su tesoro, es la posibilidad de imaginarse comida, y se queda ahora con el puro hambre que siempre hubo, pero sin el sustento para lo imaginario. No le han quitado nada, pero se lo han quitado todo. No le han quitado algo que «tuviera», algo de lo que dispusiera, porque nunca existió como algo disponible: no disponía de ese tesoro. Sólo era sustento de lo imaginario. Ahí vemos una forma como Saturno entra en nuestra vida, cómo limita, cómo seca, como enrigidece, como cierra puertas mientras creemos que nos las abre, cómo se vuelve defensivo, y en su defensa contra lo temible cierra la puerta a la posibilidad misma de vida y de gracia. Saturno es el viejo, la imagen del Sénex. Nos volvemos eso, porque eso ya habita en nosotros y nunca ha sido atendido como tal, sino que hemos seguido literalmente lo que nos susurraba al oído. «Dentro de 10 años serás pobre si no tomas medidas ahora» No habla de un tiempo que no existe: su truco es el tiempo, el tiempo que es imaginación, mientras se alimenta del presente, y alienta a la desconexión del presente con la eternidad, volviéndolo sólo un medio para un futuro. Actúa en nosotros YA, mediante la imagen de «dentro de diez años». Por supuesto que nadie tiene idea del futuro, no hay «dentro de diez años», no hay sino imaginación. Pero esa imaginación no reconocida como imagen, literalizada, desencarna la propia existencia. Simone Weil insiste en que estamos desencarnados por la imaginación. No tenemos contención, somos así como fantasmas desencarnados por lo imaginario. Lo imaginario desencarna, no da cuerpo, en tanto que presencia. No posibilita así la atención, que es presencia. Y que es presente. Y por ello mismo es eternidad. Lo imaginario en tanto que desconocido como tal mundo de imágenes, no da absolutamente nada: roba realidad. De modo que mientras nos imaginamos situaciones somos criaturas de lo imaginario. No hay cuerpo, no hay caricia. Sólo hay miedo y esperanza, que son dos caras de una sola moneda. Sólo hay defensa. El no ver ésto no lo hace menos tremendo, sino que lo hace más implacable: se cumple como un destino. De modo que «el destino» te lleva a eso con lo que estás viviendo en todo momento inadvertidamente. La cuestión no es: «¿qué será de mí?». La cuestión es: «¿qué está siendo?» Esto, en tanto esa imaginación no se refleja sino que se literaliza y no es reconocida como alma, sino anticipada como «hechos». De ahí lo interesante que es reconocer la imagen y retornarla, reflejarla en su origen. Y eso que en mí dice «yo» es ya una criatura de la imaginación, creada a partir de imágenes poderosas. El yo es la prolongación, la proyección de esas imágenes.

Volvamos al avaro. Este, por el deseo de su tesoro, se priva de él. Dice Simone Weil: «Si se puede poner todo el bien en una cosa oculta bajo tierra, ¿por qué no en Dios?»

Qué buena pregunta! Si se puede poner todo el bien en un objeto que no se ve, que está ausente porque está bajo tierra, ¿por qué no poner todo el bien en la dirección polar, en el octavo clima? Ese tampoco lo ves, no con los ojos con que se ven las cosas de este mundo. Pero ese plano, ese mundo, no puede robarlo nadie. «Pero lo de aquí es real», decimos, «lo otro no». ¿Y qué realidad tiene el tesoro del avaro, para ese avaro? ¿Qué realidad tiene que no sea la de lo imaginario?

«Pero cuando Dios se vuelve tan pleno de significado como el tesoro para el avaro» dice Simone Weil, «hay que repetirse que no existe: experimentar que se lo ama aún sin existir»

Ese es el desapego.

«El»- dice Simone Weil refiriéndose a Dios- «es quien, por la operación de la noche oscura, se retira a fin de no ser amado como un tesoro por el avaro»

Cuando se ama a Dios como el avaro ama a su tesoro, se ha perdido a Dios. Porque en ese caso sólo se le ama como lo imaginario. Por eso mismo en la ausencia de Dios, ahí mismo, para Simone, está su presencia. Mientras que cuando el avaro nota la ausencia de su tesoro, entonces ya no le sirve, Dios para Simone es más presente cuanto más ausente. Mientras más se aprecia el vacío respecto a las cosas imaginables, más «espacio» para la gracia.

En otra reflexión, Simone Weil escribe: «Llegar a saber exactamente lo que perdió el avaro a quien se ha robado su tesoro. Se aprendería mucho»

Y luego: «Perder a alguien. Se sufre porque el muerto, el ausente, se convierte en lo imaginario, lo falso. Pero el deseo de él no es imaginario. Descender dentro de sí mismo hasta donde reside el deseo, que no es imaginario».

Volvemos a los temas que vimos al mencionar la alquimia: el deseo no es lo imaginario, sino los objetos del deseo. Por ello escribió:

«Hambre. Uno imagina alimentos. Pero el hambre es real. Por lo tanto, asirse al hambre».

Así, volviendo a la pérdida de alguien, a su muerte, Simone indica: «La presencia del muerto es imaginaria. Pero su ausencia es muy real. Es desde entonces, su manera de aparecer»

«De modo que amarlo es poder amar su ausencia. Pero hacer como que le veo en todas partes, es negarle su única manera de ser, que es su ausencia».

Hace años conocí a una mujer, un caso patológico, muy unida a su hijo, viviendo a través de la vida de su hijo, hasta que éste murió, bastante joven. Entonces ella decía que no había muerto su hijo. Ella se consideraba feliz porque para ella su hijo seguía presentándose de diversas formas:»Me responde cuando le hablo», decía, «siento el olor, está presente»-todo esto que ella llamaba “vivir con su hijo” era, sin embargo, negar la única forma en que su hijo podía ser: como ausencia. Al negarse a sentir su ausencia y volverlo imaginario, le negaba su ser y su singular manera de presentarse: como una ausencia. La única forma en que un muerto está presente a través de su ausencia. Si se llena esa ausencia con imaginación, se le está negando inadvertidamente. Hasta ese grado de posesión llega a pasar por amor. Otro camino, sin duda más doloroso, es amarle tal como es, mediante su ausencia, sin cubrir su ausencia con imaginación. Aceptar que es otro, aceptar que no es una criatura de la imaginación, aceptar que es el vacío que ha quedado en tu vida, en lugar de llenar ese vacío con una compensación.

Por ello Simone Weil escribió: “No poseemos nada en el mundo pues el azar puede quitárnoslo todo”- esto es: no poseemos nada, el tesoro que posees es puramente imaginario, no poseemos absolutamente nada, luego la idea misma de posesión sigue siendo una imagen; pero cómo condiciona esa imagen! ¡Si solemos hacerlo todo en función de la imaginación!: posesión del otro, posesión de un titulo, posesión de un crédito… Posesión de un futuro, posesión de una salud que no me pertenece, posesión de un amor que no es amor, posesión de un dinero que no es más que una fantasía ¿Qué posesión? Simone Weil lo tenía claro y decía “No poseemos nada en este mundo, pues el azar puede quitárnoslo todo. Lo único que poseemos es poder decir yo. Y eso es lo que hay que dar a Dios es decir, destruirlo»

También escribió: “No hay absolutamente ningún acto libre que nos sea permitido sino la destrucción del yo”.

La destrucción no debe entenderse literalmente, no está hablando del suicidio, está hablando de la exclusión de ese punto de mira que interfiere continuamente diciendo, «yo», «para mí», «me», «me hacen», «no me hacen», «¿y yo qué?», «¿qué hay de mi?» … eso, eso el lo único que se puede entregar, ya que entregar cualquier otra cosa no es sino un desquite, una revancha del yo. Así uno puede dar dinero, dar regalos, dar «tiempo» a fin de no darse, y por lo tanto uno no da nada. Lo único que puede darse es lo único que tienes, y lo único que tienes es este yo. Interesante la observación

De modo que sólo puedes estar agradecido a Dios, y al otro sólo en la medida en que el otro dejó pasar a Dios, pues en cuanto el otro estuvo presente como tal otro (o sea, como un yo) no hay nada que agradecer, porque no ha dado nada sino prolongarse en ti; solo puedes amar en el otro la distancia, cuando el otro ha sabido retirarse para dejar pasar el don a través suyo.

“Los fariseos –escribió Weil- eran gente que contaban con su propia fuerza para ser virtuosos” Tenían, digámoslo así, la convicción de que podían curarse, mejorarse, desarrollarse por voluntad, ya que con fuerza, con voluntad uno crece; esos son los fariseos, quienes creen que el yo puede hacer algo más que autoafirmarse, que el yo puede ascender“Los fariseos -escribió- eran gente que contaban con su propia fuerza para ser virtuosos. La humildad consiste en saber que lo que se llama «yo» no tiene ninguna fuente de energía que le permita elevarse. Todo lo que es precioso en mí, sin excepción, viene de otra parte, no como un don sino como un préstamo, que debe renovarse sin cesar; todo lo que es mío, sin excepción, carece absolutamente de valor, y entre los dones recibidos, todo aquello de lo que me apropio pierde de inmediato su valor.”

Esta es la visión de Saturno, desencarnada, desapegada, y por lo mismo capaz de acoger al vacío, y por ello capaz de acogerlo todo. Cuando las imágenes son desvestidas de literalidad, originan así una sincera humildad, que es el único camino. No entrando en lo imaginario, sino mostrando la vanidad de lo imaginario – que no es lo imaginal eh? Son dos cosas distintas. Dice así:

“No se posee sino aquello a lo que se renuncia. Todo a lo que no se renuncia se nos escapa. En este sentido no se puede poseer nada sin pasar por Dios».

También escribió: “Entre todas las cosas la única que nos viene desde fuera gratuitamente» -la gracia, lo gratis, gratuito, porque si, porque nada, no para nada, porque sí; lo opuesto a todo lo que el yo hace ( risas) que siempre es por algo, para algo, para compensar para pagar, para obtener, para llegar, para lograr, para comprar, para reparar, para acceder, siempre es para el yo, – hay que darle la vuelta, uno mismo decirse ¿ pero que me estoy contando cuando digo esto? Así se refleja y se encuentra el propio sitio, que no es sino la pequeñez y la humildad que deja ser a todo lo demás.

Vuelvo al texto de Simone Weil:

“Entre todas las cosas la única que nos viene desde fuera gratuitamente, por sorpresa, como un don de la suerte, sin que la hayamos buscado, es la alegría pura» -Pura porque no hay yo en ello – «Paralelamente, el bien real sólo puede venir desde fuera, jamás por nuestro esfuerzo; en ninguna caso podemos fabricar algo que sea mejor que nosotros»- lo que yo fabrico es producto del yo, lo que me supera, no lo puedo hacer yo, – «así el esfuerzo tendido verdaderamente hacia el bien no debe alcanzarlo. Después de una larga y estéril tensión, que termina en la desesperación, cuando ya no se espera nada, desde afuera viene el don. Ese esfuerzo destruye una parte de la falsa plenitud que hay en nosotros, el vacío divino, mas pleno que la plenitud, ha venido así a instalarse en nosotros”

Es notable el platonismo -y el gnosticismo- que se patentiza en esa reflexión, en especial cuando insiste que «en ningún caso podemos fabricar algo que sea mejor que nosotros». El efecto no puede ser superior a lo que lo origina, el fruto ya está contenido en la raíz. Luego, lo que me supera debe venir de otra parte.

En otro texto, Simone dice: “El tiempo, hablando con propiedad, no existe, salvo el presente como un límite”, – ¿limite de qué? De lo desconocido, lo que no sé, no lo imaginario: lo que no sé. Lo imaginario es el intento de romper el limite, y no es más que una proyección de lo que hay ya en uno mas allá de un límite. ¿Después del límite, qué hay? No sé lo que hay, hay…el instante. Dice Simone Weil: “El tiempo, hablando con propiedad, no existe, salvo el presente como el límite, y sin embargo estamos sometidos a él. Tal es nuestra condición, estamos sometidos a lo que nunca existe».

Aquí se ve el descubrimiento de la Caverna: estamos sometidos a lo irreal. Y estamos sometidos. Continúa Simone: «Ya se trate de la duración pasivamente sufrida, como dolor físico, espera, pesar, remordimiento, miedo, o del tiempo manejado: orden, método, necesidad, programación» -todo esto es tiempo- «En los dos casos estamos sometidos a lo que no existe. Pero nuestra sumisión sí existe; estamos atados realmente por cadenas irreales. El tiempo irreal vela todas las cosas y a nosotros mismos de irrealidad».

Esta reflexión es sumamente reveladora. Lo imaginario esclaviza. Lo imaginario es «irreal», pero la esclavitud es real. Pero fíjate cuánto cambia cuando sé que estoy atado, y no me creo libre pero las cosas me exigen, es decir cuando creo en la realidad del tiempo, doy una razón para estar atado que es puramente imaginaria; cuando me doy cuenta de que no hay, no quiere decir que no este atado pero me doy cuenta que ya no hay explicación para dar cuenta. Se acabó la excusa, el estado de atadura, el hambre que hay en mí, quieren ser reconocidos sin ser atribuidos a algo, sin ser «explicados». Son lo esencial. Lo original. Y no soy yo. Esa es su gran visión, aceptada se transforma en humildad. Pero entonces no decir que hago esto por esto y por aquello y que hago esto para mañana, porque eso no existe. Lo hago porque soy un esclavo, porque estoy sometido, pero no lo hago por las razones y motivos que me doy, porque eso es lo irreal. Hay en Simone Weil una gran lucidez, una desconcertante revelación a partir de las experiencias básicamente saturninas de limitación, de esclavitud, de gravedad, de la temporalidad, del instante y de la eternidad, y de la inevitable humildad.

Escribió: “Todo deseo de gozo se sitúa en el futuro” -Ya sabemos que el futuro es irreal- “Todo deseo de gozo se sitúa en el futuro, en lo ilusorio. En cambio, si se desea solamente que un ser exista, existe. ¿Qué más desear? El ser amado está entonces desnudo y real, no velado por un porvenir imaginario. El avaro no piensa jamás en su tesoro sin imaginarlo n veces más grande o proyectado al futuro. Es necesario estar muerto para ver las cosas» -«estar muerto» quiere decir abandonar el futuro, abandonar la ilusión: es esto, el instante, y no otra cosa. Entonces se deja de «mañana», «otro día», «cambiaré», «no cambiaré», toda esta mentira. Y aparece el desapego. Continúa Simone: «Así en el amor hay o castidad» – quiere decir pureza, retiro, respeto; no se refiere específicamente a la sexualidad- «o castidad o falta de castidad, según que el deseo esté dirigido o no hacia el futuro». Dirigido hacia el futuro: perturbación de lo imaginario, negación de la realidad del otro, no querer lo que hay, sino querer que haya lo que uno quiere que haya, o lo que en uno se quiere. Continúa Simone: «En este sentido y a condición de que no esté dirigido a ninguna pseudo inmortalidad, el amor que se profesa a los muertos es perfectamente puro. Pues no es el deseo de una vida finita que ya no puede darnos nada» –ya no está, está muerto- «pues se desea que el muerto haya existido, y es cierto: ha existido». O sea: no se desea nada más que lo que es real.

Bueno, antes de despedirnos de Simone Weil, leo una esta reflexión suya: “El movimiento ascendente en nosotros es vano, y peor que vano, si no proviene de un movimiento descendente”. «No podemos ascender, solo podemos caer”. Increíble pero es cuando caemos que se produce la ascensión. Pero cuando ascendemos no ascendemos nos inflamos como pavos. Risas … ….

Así Simone afirma:

«Que la luz eterna de» –la luz eterna no es la luz del exterior, no es la luz del sol de allá afuera, no es la luz del brillo social, no es la luz de las promesas. En absoluto. Es el sol de medianoche de los místicos, es la aurora boreal de ese polo que no está en ningún clima terrenal, esa es la luz eterna. Toda otra luz es luz temporal, provisional: luz de un día que luego se vuelve noche. No, esta luz eterna está más allá del ciclo día-noche. Simone Weil dice así: «Que la luz eterna dé, no una razón para vivir y trabajar, sino una plenitud que haga superflua la búsqueda de estas razones». Ya no hay aquí necesidad de imaginar razones para vivir, sino la plenitud que es, simplemente, «de gratis», sin «razón de ser». Es, entonces, la gracia.

Así podemos advertir que usualmente buscamos razones para ocultar la vaciedad y las insatisfacciones; si no, uno necesita razones: «hago esto por esto, por eso y por aquello». Todo eso es porque no es nada; si fuera «real», y por tanto «pleno», no necesitaría razones.

Hemos hecho así nuestro homenaje a Simone Weil, que ofrece así una de las perspectivas más profundas sobre la temática del exilio, de lo ilusorio, de lo temporal, de la carencia, el límite y la gravedad; y ciertamente también de la gracia, la plenitud, la eternidad que aparecen en cuanto no se compensa «imaginariamente» la carencia. Una maravillosa «vuelta de tuerca» de la temática Saturnina: el limite y lo ilimitado, el vacío y la plenitud, el tiempo y la eternidad. La unión de todos estos contrarios que la literalidad tiende a separar y a desmembrar, sin aprehender su mutual convocatoria.

Cuarta Parte

Bueno, vamos a la cuarta y ultima parte de este Seminario, la ultima imagen con la que se cerrará esta tarde.

Hablaremos sobre dos pinturas del siglo XVI, del Renacimiento: el Paidogeron de Durero, y el San Cristóbal de Konrad Witz: Es curioso que la época de la fundamental reflexión sobre la melancolía por parte de Ficino, sea justamente la del Renacimiento, que habla de «renacer», de volver a ser como niños (el Puer), parece que siempre que hay una imagen del viejo (Saturno y la melancolía) también hay una imagen del niño (Paidos en griego, Puer en latín)

El tema de Saturno, el tema de la melancolía, el tema del miedo, el tema del apego y la defensa, el tema de la necesidad de poner orden y construir caminos, de acuñar y acumular monedas para sentirse seguro, es el tema de lo que se llama el Sénex o el viejo (Geron, en griego), no un viejo concreto, sino la imagen de la vejez: el viejo arquetípico, el viejo con sus miedos; ese viejo con el que comenzamos la oración a Saturno, que leímos al iniciar este Seminario: tu el que siempre sufres, tu el desvalido, tú que riges lo que crece y lo que mengua, como el que más oro acapara mas vulnerable es. Ese viejo, esa imagen del viejo, a la que llamamos el Sénex como arquetipo, sobre el cual trabajamos mucho el Seminario anterior, se vuelve a presentar ahora; en el curso pasado dijimos lo terrible que podía ser el Sénex: la senectud. De la palabra sénex viene senil, senado, senador, señor; lo opuesto al sénex es el puer, que en latín que es el niño, de ahí viene pueril, puerilidad, puericultura El sénex es así, al menos en principio, lo opuesto del puer; de tal manera que cada vez que nosotros vivimos el sénex como lo que no es puer, eso que no afrontamos, aparece afuera: y vemos así el caos como peligro, el desorden, la amenaza de todo lo que es el niño que no tiene forma, y que en verdad no tiene acogida en nuestro sistema de orden; por ello es que aparece como una amenaza. El sénex siempre remite al puer, por eso los viejos que se han vuelto rígidos (sénex-sin-puer, decíamos el Seminario anterior) desprecian a la juventud: los jóvenes caóticos que no saben adónde van, esta juventud caótica, eso dice el sénex-sin-puer, que en esa juventud ve su propio joven no atendido. A su vez el joven que encarna al puer-sin-sénex, ve el sénex afuera – pelea con el padre, pelea con la autoridad, pelea con los viejos –ve allí afuera, al viejo que lleva a cuestas. ¡Sorprendente!: porque en esa escisión del arquetipo, ese puer que desea vivir y ser libre, se transforma inexorablemente en ese viejo al que no atiende en su interior. Y se tienen sueños que se venden y prostituyen para conseguir seguridades, para conseguir poder, y se termina siempre siendo el viejo aposentado que pone defensas para que ningún joven le quite el puesto, ( risas). Sí, es que son el mismo, aunque parezca asombroso. Es ese puer que no ha conectado con lo que el sénex indica, sino que lo ha vivido afuera es el eterno rebelde que termina en la frustración y la amargura, la depresión de que la vida no fue los sueños que tuvo, o la sed del poder que ha adquirido, volviéndose así el viejo agarrado a su propio poder que se está muriendo de seco y se siente amenazado. Es que – y eso lo vimos en la pasada charla, no lo voy a hablar mucho – el uno trae al otro. No hay salida de esto, no hay … ¿ como puedo coger lo bueno y no lo malo? Como puedo transformarme en un viejo, en lo bonito del viejo sin lo malo? Como puedo coger lo bonito del puer, que es su deseo y su aspiración, sin caer en su leche de virgen inocente, banal, inconsistente? no se puede, sólo se puede reparar la escisión: cuando uno comprende que no hay sénex por un lado y puer por otro, sino que todo sénex contiene a su puer, y viceversa.

Tu manera de ser joven, lleva un viejo en su interior, tu manera de ser viejo lleva al niño en su interior. Lo que le haces a ese niño cuando eres viejo es lo que te hace ser este viejo. Dicho de otra manera, uno de los engaños de la literalidad es el de que si soy joven no soy viejo y que si soy viejo no soy joven, que si soy hijo no soy padre, que si soy padre no soy hijo, cuando en tu ser hijo está en juego tu ser padre; no cuando seas padre, esta en juego ya mismo tu exigencia ante tu padre, que es el propio padre que hay en ti. Tú puedes ser hijo-padre-madre, porque no eres ninguna de esas cosas: son roles, y cuando te identificas con uno, pierdes su complemento, que es el que te posee; cuando te crees sólo-mujer agredes al hombre que hay en ti, y eso te vuelve en tu relación con todos los hombres, ellos no son sino los portadores de esa masculinidad castrada en ti por identificarte con sólo-mujer, o sólo-varón, porque no eres ninguna de las puntas de ese juego de roles; en tu modo de ser varón hay una relación con lo femenino en ti, en tu modo de ser mujer hay una relación con lo masculino en ti; donde hay el uno hay el otro: El error, ciertamente saturnino, es creer que «o lo uno o lo otro», pero cuando uno aprende y esto es muy difícil, a ver en lo uno lo otro, aprende que no son contradictorios – o lo uno o lo otro – sino que el camino es la ambigüedad; dicho de otra manera: aquel punto en donde lo uno es lo otro y lo otro es lo uno, el unus ambo. Y mientras vas así, de sólo-hombre ¿qué le haces a la mujer que hay en ti, y por lo tanto a todas las mujeres como portadoras de eso? Y mientras te identificas con el adulto ¿qué fantaseas que hay en los niños que no es sino el niño, que en ti no esta siendo atendido? Fíjense que en nuestra cultura el tema de los niños se ha vuelto desproporcionado: todos se preocupan porque el niño es frágil, y lo que se le haga al niño -así se piensa- marcará su futuro, y cuando uno tiene problemas piensa que yo fui niño y me hicieron algo y por eso soy así. No, tu no fuiste niño: lo eres. Lo eres mientras eres ésto. ¿Qué pasa con ese niño? En la charla pasada hablamos mucho de cómo se van integrando, no hay puer sin sénex, no hay sénex sin puer. Quisiera contar, si me da tiempo, unos cuentos relacionado con Kronos y con Saturno, que nos hablan del sénex-puer y del puer-sénex. Podemos ver lo que pintó Durero que se llamo el Paidogeron, «el niño viejo»: es un bebé y es un anciano. El anciano está en él, es un niño con barbas. Las barbas de un viejo y el rostro de un niño, no es que hay un viejo mientras por otra parte hay niño que él ya no es. No: el niño es el viejo, esta visión renacentista. En este otro cuadro de Witz vemos a San Cristóbal, que es el viejo llevando al niño, el viejo lleva al niño a cuestas. El niño que no es sustentado por un viejo es un niño sin continente que ve la vejez fuera; se vuelve luego un viejo sin niño. El viejo siempre lleva al niño y el niño siempre está sostenido por un viejo: el niño en ti es como es, porque se apoya en el viejo en ti, Bueno, esto habría que desarrollarlo mas y no vamos a poder pero sí me referiré un mito curioso e interesante, al que se refiere James Hillman.

Entre los hijos de Kronos, poco conocida esta historia- entre los hijos de Kronos están, por supuesto, todos los dioses olímpicos, pero también hay los hijos ilegítimos de Kronos; o sea otras criaturas semidivinas que nacen de Kronos con sus aventuras que tiene extramatrimoniales, digámoslo así. Por ejemplo: hay una leyenda en que Kronos se enamoro de una ninfa y para escapar de los celos de su mujer se transformó a si mismo y a esa ninfa en caballo, se aparearon como caballos, para escapar a las iras de Rea, y nació un niño que era mitad humano y mitad caballo, que se llamo Quirón. Quirón es uno de los hijos de Kronos, por lo tanto en la simbología de Quirón también está la presencia de Kronos. Iba a contar ese pero no me alcanza el tiempo (Khronos!): hay que sacrificar algo. Vamos a contar el otro, vamos a contar la historia de Pothos. Pothos, de donde viene el pothos: esa plantita que consiste en largos brazos colgantes que se extienden.

Pregunta: ¿el potus?

Sí pero que en griego se llama pothos. Y que según el mito nace de la unión de Kronos y Afrodita. Pothos es una de las formas del Eros, pothos es el eterno puer. Quirón es un sénex, Quirón es el centauro que enseña a los jóvenes héroes, el centauro que enseña a Eneas … es un sénex. Pero pothos es la otra cara de lo que contiene Kronos, es el eterno joven, una de las tres formas de Eros. Los griegos decían Eros – saben que Eros es Cupido – hijo de Afrodita, tiene tres formas de Eros que es el Amor, o Himeros que es el Amor que se puede realizar, el amor a lo presente, el amor a lo que está ahí; Anteros es el amor recompensado, tu amas y eso te ama a ti. Pero de la unión de Afrodita con Kronos, nació Pothos, que es el amor de lo que nunca está presente, el amor que consigo lleva nostalgia, tristeza: es el amor de lo imposible. Pothos nunca ama lo presente sino lo que no está: es la añoranza de lo que no hay. Un personaje histórico habló, y creo la expresión, de “ser poseído por pothos” y se llamó Alejandro Magno. Alejandro decía: soy hijo de Pothos, continuamente a donde quiera que llegue siento que no está aquí sino más allí. La búsqueda de Alejandro de algo más allá que no era un espacio físico, buscaba en el espacio una dimensión que justamente si se hacia presente no era. Alejandro era un puer, Alejandro murió muy joven, tiene todas las características del símbolo puer. El sénex es lisiado, es viejo, es torpe, es avaricioso, es profundo, es meditativo, es constante, es ordenado, acuña monedas, crea ciudades. El puer, en cambio, es la faceta opuesta y complementaria, y tiene otros rasgos típicos, por ejemplo: la herida, los púeres (pueri) siempre están heridos, Cristo es un puer, sangre que mana joven; muere en la cruz. Remito aquí al excelente artículo de James Hillman: «Las heridas del puer y la cicatriz de Ulises».

La herida, la caída, la lastimadura, ¿porqué? Porque el puer no vive en el tiempo, el puer es la verticalidad, y cada vez que choca con el mundo horizontal se lastima. El puer vive la aceleración de un vuelo ascensional. Por eso los púeres (pueri), cuando salen, a la historia aceleran las épocas, hacen que pasen cosas. Como Alejandro, cuando aparece un puer literalizado,la historia se acelera al cien por cien. La herida es también característica del puer, fíjense que hay un paralelismo con el sénex: el sénex es cojo, o le falta una pierna, va con muletas; no son tan distintos, en el fondo: ni el sénex ni el puer cambian, el sénex quiere seguir siendo lo que es y se resiste a todo cambio, el puer niega el tiempo y permanece en un eterno presente, que no puede cambiarle. Los púeres no maduran, los púeres no afrontan transformaciones, ni siquiera acogen el sufrimiento: permanecen impávidos con su rostro de joven intocado por la experiencia, y por eso mueren jóvenes los púeres. El puer tiene heridas, se caracteriza por el movimiento ascensional: Ícaro, el impulso a volar, Faetón con su carro alado, Ganímedes secuestrado por Zeus bajo forma de águila para servir copas a los dioses en el Olimpo. El puer siempre va hacia arriba, el sénex siempre toca tierra. Otro rasgo del puer: el esteticismo, propio de los dioses-flores: Narciso, Atis, Jacinto, son frágiles como flores. El Principito de Saint Exupery es otro ejemplo: mueren jóvenes, y son como flores, bellos, frágiles, fugaces. Hay otros rasgos en el puer, como la autodestructividad: el puer tiene una fascinación por la caída, muere joven y se destruye a sí mismo: Cristo en la cruz, Atis atravesado por un jabalí, Narciso sumergiéndose enamorado de su propia imagen. Mueren jóvenes porque hay una atracción por desvanecerse, volatilizarse, en el puer; y hay mucha gente que lo literaliza eh? Hay muchos púeres en la historia. Alejandro tiene todo lo del puer, el pothos permanente, la muerte joven, el envenenamiento, la muerte en condiciones raras. El puer siempre tiene un mito de su nacimiento: o padres divinos o padres demoníacos – piensen en Cristo – el tema del hijo y el padre en el puer es determinante: el puer no es hijo de cualquiera o es hijo de un dios o es hijo un demonio poderoso. El hipermoralismo, o amoralismo extremo: una moral que no es de este mundo – el puritano extremo o un total pasar de la moral de este mundo, siempre rompiendo la convención, que no es sino el reino del sénex. Otro rasgo del puer es un exagerado falicismo – un falo, un tener que, no poder quedarse quieto, tener que investigar, tener que viajar, tener que seducir; Don Juan es un Puer, de una en otra, en otra, en otra, nunca es esta; lo penetra todo, lo fecunda todo, lo descubre todo, tiene que volar, no puede detenerse; el puer es acción que no se detiene, penetración incesante que termina y culmina en la autodestrucción. Todos estos rasgos del puer, es como si dijéramos, es como si el puer sin saberlo, está movido por pothos: el anhelo de lo que no puede ser, por eso quiere a esta mujer pero cuando la tiene no es y tiene que ser otra, ¿Qué quiere don Juan? a ninguna. A todas pero a ninguna en particular, puesto que lo que busca no está en ninguna. ¿Qué territorio quiere conquistar Alejandro? Ninguno. Simplemente el que no está aún. Cuando está no cesa la conquista. Pothos era el nombre que se le daba a un delphinium, a una flor azul muy común que se ponía en las tumbas y monumentos funerarios. Pothos es el hijo del amor que conecta con la muerte. A diferencia de Himeros, que conecta con el amor que se puede realizar, o Anteros, el amor gratificado, Pothos es el amor que cruza las puertas de la muerte, el amor a lo que no está en la superficie, el amor a lo que no es, a lo que puede ser. También se llama pothos al potus ¿ por que? Porque el potus no cesa nunca de alargar ramas, siempre esta buscando otra cosa, no se detiene, de ahí se llama potus, esa planta es este dios. No, lo curioso es lo que vamos a ver ahora porque se sabe poco de pothos, hay algunas representaciones – pero la única estatua de pothos que ha quedado es de Samotracia, una isla al norte de Grecia. De Samotracia se sabe poco, porque esta entre Tracia y Grecia, al norte, cerca de Macedonia; solo se sabe que había un ritual de iniciación del que ha quedado muy poca información.

En la isla de Samotracia se practicaba un culto iniciático, el segundo mas importante después del culto de Perséfone y de Deméter, los ritos órficos de la madre y la hija que implicaban muerte y renacimiento; ritos de iniciación que han sido muy famosos; los misterios de Eleusis, tenían su contraparte en los misterios de Samotracia, pero no se sabe muy bien qué había en Samotracia. Se sabe – Kerenyi habla de eso y ahora lo vamos a fantasear psicológicamente siguiendo a Hillman – se sabe que había un ritual de iniciación que no ponía condiciones: era para ricos y pobres, libres y esclavos, hombres y mujeres, se podía ir solo o se podía ir acompañado, estaba abierto a todos. Era un misterio secretísimo en el que se iniciaban a una revelación que buscaban especialmente los marineros. La zona de la isla de Samotracia, es muy pedregosa, mucha piedra, con una gran montaña que se ve a kilómetros en todas la islas, en una zona donde los marineros se estrellaban con frecuencia. A las iniciaciones de Samotracia iban sobre todo los viajeros, los peregrinos y los que iban de paso: a ser iniciados en los misterios del viaje. Se sabe que en esa isla se adoraban principalmente tres divinidades: Pothos, Afrodita, y a unos seres misteriosos llamados Kabiros o Megalotheoi: Los Grandes Dioses- de los que se sabe poquísimo. Han sido tan misteriosos que se sabe poco –pero se ha supuesto que eran los gemelos ¿no? Castor y Pólux. No, no eran los Dióscuros. Estos Megalotheoi, grandes dioses, eran del mismo sexo, no era una pareja de opuestos sino que era una pareja de semejantes, y muchos suponen que eran un viejo y un niño. El viejo y el niño, la dualidad que no es igual sino que es asimétrica. También se ha descubierto en Samotracia – la estatua de un anciano ciego. Muchos suponen que es Tiresias. Tiresias fue el maestro de Odiseo o Ulises. Otros suponen que es Aristóteles – Aristóteles fue el maestro de Alejandro. Otros suponen que es Homero. Kerenyi ha supuesto que la iniciación tenía que ver con los rituales del maestro y el discípulo, el joven y el viejo, y podemos imaginarlo así: ¿qué se iniciaba en la isla de Pothos, isla para los que están siempre de viaje, isla para los que no están en casa, como Ulises que esta siempre de camino hacia su casa, aquel que siempre añora llegar a casa y está de viaje y que tiene que ver con el exiliado? ¿Qué se podía enseñar en estos misterios? En estos misterios se podía enseñar la razón del exilio,

Sí, el de Samotracia era un misterio en el que se iniciaba en la dualidad, en el descubrir que se es la mitad visible, que se mueve por un deseo de algo que no está aquí – aquí no -: de la mitad invisible. La razón de su movimiento, ya sea longitudinal u horizontal, no es sino la búsqueda de lo arquetipal, es la búsqueda de lo que no es ninguna cosa. El no iniciado es el que cree en la unidad, pero la iniciación en el misterio era saber vivir en la dualidad para que no descolles, no caigas, no naufragues en las literalidades de la vida. Las rocas que amenazan al peregrino son las literalizaciones, «los hechos puros y duros», la superficialidad, la literalidad en la que puede estrellarse; y a través de este misterio uno no deja de sentir el anhelo. Pero sabe de dónde viene este anhelo, y adónde empuja. En los vasos griegos se ve a Afrodita en un carro: cuando lo tira Pothos, que es un pequeño Eros, lo tira hacia arriba. Pothos no va hacia delante, hacia otra persona, no, no: va hacia lo que no hay. Así que la historia de Pothos es la historia de darnos cuenta de que habita en nosotros un deseo que no se llenará en este mundo, no porque no tenga objeto, sino porque su objeto es sacarnos de este mundo, de la identidad y de la mismidad. Es que seamos dobles, duales, dos: unus-ambo, decía Corbin. Que sepamos que somos dos, que somos esto y aquello que en nosotros añora, y no seamos tan literales, de creer que lo que añoramos está aquí, sino gracias a la añoranza vivir aquí contemplando allí. Nos vuelve duales, otra vez monas-dua, esa unidad formada de dos que nunca serán uno, la unidad de lo semejante, no la unidad de lo polar reproductivo, la unidad de hombre y hombre, era un ritual donde los dioses eran masculinos; por eso decía que era el complemento de Deméter y Perséfone. Era un dios pequeño con un dios grande, el ritual por el cual el puer sabe que lo que añora es el sénex que está en él, y el sénex sabe que no puede perder al niño, que es la promesa de otra cosa en su vida. Este era uno de los cuentos que quería contar, y este es un hijo de Saturno. Claro, Saturno y Afrodita no producirán un amor que se realiza casándose y teniendo niños y comprando neveras a plazos, evidentemente: no, es el amor a lo que no está. Es el amor al ideal y el saber que el ideal existe, pero no como un hecho, un facto, una cosa. ¡Bonito¡

El otro cuento y con esto acabamos, está en la tradición cristiana. Le vamos a quitar toda la moralina cristiana y nos vamos a quedar con la imagen. La tradición cristiana cuenta que había una vez un gigante, muy primario, dispuesto a servir sólo al más poderoso de los reyes. Era tan fuerte que sólo quería servir a quien fuera más fuerte que él, y por lo tanto averiguó dónde estaba el más fuerte de los reyes y fue a servirle y le sirvió con toda su fuerza, hasta que un día vio que ese rey le tenía miedo al diablo; cuando oía hablar del diablo se asustaba, y se dijo: “Si éste, que es el rey más poderoso, le tiene miedo al diablo, el diablo debe ser más poderoso aún”. Así que abandonó el servicio del rey y se puso al servicio del diablo, a quien sirvió años y años y años. Pero un día vio que el diablo le tenía miedo a una pequeña cruz y se dijo: “Si éste le tiene miedo a la cruz, lo que la cruz indica debe ser más poderoso”. Y así se enteró que la cruz simbolizaba a Cristo. Abandonó así al diablo y se dedicó a buscar a Cristo que debía ser más poderoso, ya que el mismo diablo lo temía. Empezó un peregrinaje por la tierra a buscar a Cristo, a quien no encontraba, y así llego hasta un ermitaño – con frecuencia en las representaciones de san Cristóbal aparece la figura del ermitaño. Durero tiene un grabado maravilloso donde vemos un ermitaño como el del tarot. Si se mira con atención también puede verse en el cuadro de Konrad Witz el ermitaño en una orilla. Y nuestro gigante le preguntó al ermitaño :”Dime:¿sabes dónde puedo encontrar a Cristo?” Y el ermitaño le respondió: “Yo creo que siendo tan fuerte como eres, a la vez que esperas información para encontrar a Cristo, podrías ayudar a la gente a cruzar este río, ya que no hay puente ni hay vado y es un río muy profundo. Siendo tú un gigante tan alto, lleva tú a la gente de una orilla a otra, y la gente podrá indicarte acaso cómo hallar a Cristo ” Y así lo hizo. Mientras esperaba información sobre el camino para llegar a ese Cristo que él no conocía, llevaba a la gente de un lado al otro del rió. Hasta que un día apareció un niño, apareció un pequeño niño que pidió ser cruzado, y nuestro amigo pensó “pan comido: un niño, si a éste lo llevo en volandas». Se lo cargo a la espalda, pero cuando empezó a andar ese niño pesaba cada vez más, pesaba tanto y tan profundamente que en la mitad del río casi se hundía; recurriendo toda su fuerza consiguió llegar al otro lado, depositó al niño y cayó exhausto. Y le preguntó: ¿pero quien eres que pesas tanto? Cada vez pesabas tanto más, que creí llevar el mundo a mis espaldas, Y el niño le dijo: “Es que has llevado en tus espaldas a aquél que lleva al mundo en sus espaldas; porque yo soy Cristo y a partir de hoy te llamarás el portador de Cristo, es decir Cristophoros”.Y esta es la leyenda de san Cristóbal. Quitándole el contenido teológico, Cristóbal es aquel gigante que lleva al niño que más pesa, y no lo suelta y no lo deja caer. El mito de Cristóbal está representado en muchísimos cuadros, medallas, estatuas. Elegí el de Witz, porque es el que no tiene elementos tan obviamente religiosos, generalmente el niño aparece con una cruz, con halo, con rayos. Pero es la unión del niño y el viejo lo que aquí nos interesa: del niño que, cuando lo llevas, claro que pesa, no es un niño ligero, porque hacerse responsable del puer en ti, aceptar tu historia puer, ser fiel a eso, te encarna. Es cuando olvidas al puer cuando te vuelves un viejo y caes, paradójicamente, en la puerilidad. No perder nunca aquello que en ti quiere volar, sin dejarlo volatilizarse, sustentándolo: él te lleva y tú lo llevas a él, ese es el ideal renacentista: no lo uno o lo otro, sino aquello que siendo lo uno es también lo otro; es decir el Paidogeron.

Y termino con dos frases, una de un motete precioso que musicaron Palestrina, Tomas de Victoria, Byrd, y otros músicos del Renacimiento y que dice así: «Sénex puerum portabat» – el anciano llevaba al niño- «Puer autem sénex regebat» -y el niño dirigía al viejo». O sea: el viejo llevaba al niño y sin embargo el niño regía al viejo. Este es una imagen de una manera de salirse de la dualidad «o sénex sin puer, o puer sin sénex». Y por último, un deseo que formula San Agustín en sus «Enarrationes in Psalmos 112,2». Una breve frase en latín pero creo que lo dice todo, dice así; primero la leo en latín y luego la traduzco porque es fácil eh? Dice así: “Sic senectus vostra puerilis et pueritia senilis” Y es mi mejor deseo para todos ustedes y también para mí; traducido al castellano dice: “Que vuestra vejez sea jovial y vuestra juventud madura”

(risas)

Es característico del sénex y de la depresión, ese sentir que «ya pasaron los mejores años de mi vida»,y he ahí otra vez el león verde, el león reprimido, el león de la voracidad, que ya no sale para afuera pero que no renuncia interiormente. «Ya está, ya perdí», y «qué me queda», «la vida me estafó», » ahora qué me queda sino envejecer»… Y ahí se ve un sénex que no lleva al puer: ha perdido sus sueños confundiéndolos con literalidades, ha perdido su posibilidad y , así, su potencia. Pero aún así y todo, ese sénex finalmente puede re-unirse con su puer. Porque cuando uno, después de la rigidez y el estancamiento en la identificación con los «hechos» duros y los conceptos «abstractos» acepta el fracaso, acepta que no sabe nada, porque el saber es sabrosa sabiduría, psique, y no insípido precaverse; cuando acepta que el poder no sirvió de nada, acepta que se volvió seco, rígido, sin vida (sin contacto con la psique), y su única manera de vivir era devorar la vida de otros para alimentar su complejo, como un vivir a través de sus hijos, vivir a través de sus alumnos, vivir a través de sus empleados, absorber vicariamente otras vidas porque uno estaba reseco; cuando en lugar de estar poseído por eso, puede advertirlo, ese mismo complejo reducido a una semilla, deviene fuente y simiente de la sabiduría: uno ve ahora la amargura del poder, la soledad del poder, la impotencia y el fracaso y, curiosamente, esto abre de nuevo el corazón, lo abre a los sueños perdidos y al amor por la imaginación que no se había valorado. Y el sénex, cuando no se engaña más -«lo tienes que hacer porque tienes que estar seguro», «porque así evitas», «porque te aseguras el futuro» y así esta defensa contra el puer va consumiendo tu vida bajo la ilusión de con-solidarla, de la «solidez»; y sin embargo, cuándo ha llegado incluso a devorarla, y entonces ves que la ha consumido, en ese momento descubres que lleva un puer, y un puer que pesa mucho. Porque en el camino del poder no hay sino impotencia y, o uno no lo advierte y muere impotente, atragantado por un poder que ha consumido su vida, o uno a través del fracaso, ha mordido el polvo – el viejo es vulnerable y ahora se revela encadenado, sometido, prisionero. Por eso en el seminario pasado acabé con la imagen del viejo mamando del seno de la joven, el viejo sin dientes que mama la leche ¿Qué leche bebe, sediento, débil y desdentado? La leche de la sabiduría, que no es sino leche de vida (alma), vía láctea, no está en conceptos, no está en fórmulas, no está en hechos -los ámbitos usuales de Saturno; bebe la sabiduría imaginal, Sapientia. No se trata de la «leche de virgen», insípida y sin nutrientes, sino de la sabrosa leche de la sabiduría. Saber y saborear. La Sapientia (Sabiduría) ilustrada en la Aurora Consurgens en su «De processu naturali» y que es también la Sulamita del Cantar de los Cantares.

Cuando uno descubre que ya no sabe nada y que su pretendido saber carecía de sabor, que nada de esto controlado tiene ya sabor ni es leche de sabiduría- dicho de otra manera, que todo tu orden es locura – cuando lo puedes ver así, estás contemplando al sénex y al puer en su misteriosa ambo-unidad. Cuando te ves planificando compulsivamente, defendiéndote de imaginaciones literalizadas, y entonces adviertes quién planifica en ti, ves la locura que hay en tu orden, ese orden que es expresión de una locura, que te empuja a hacer cosas movido por el miedo, que es finalmente quien las hace, perpetuándose así… ¡Qué insensatez! y en el momento en que se reconoce que esa «sensatez» de orden y planificación está re-unida con la insensatez, en ese momento aparece la Sabiduría. No hay órdenes ni estructuras que no se originen como defensa contra un caos no atendido, y cuando contemplas tus cálculos para evitar el caos (el puer) súbitamente descubres quién está calculando en ti, ah: es un loco, un loco maniaco y paranoico, que te seduce con su insípido «saber» de «hechos» y de «reglas», empujándote a creer que sabe-sin-sabor lo que conviene hacer. Su cálculo no es sino la abstracción pneumática (Acuario) o la opaca piedra -«cálculo», nunca mejor dicho- (Capricornio) del viejo Saturno. La base del orden del sénex descansa en el caos del puer, y este reconocimiento no es necesariamente una invitación a renunciar al orden; sólo sugiere la posibilidad de ordenar sabiendo que se ordena y co-ordena para el puer y no contra el puer. Si se ordena y coordina para el puer, se deja de literalizar el orden, deja de creerse que su paranoia es una anticipación de «hechos», un «cálculo» sin riesgos: mira la imagen misma y verás al puer a quien servir. Y aquél sénex que porta y comporta a sabiendas al puer, ese, como en el mito de Platón, cada vez se vuelve más joven, como la tierra que gira al revés y que re-torna, el viejo es mas joven, cada año que pasa más fresco, más brillante, porque ha sostenido la carga de su niño (sénex puerum portabat) y el niño lo guía (puer autem Sénex. regebat), el niño no está tirado por la borda y visto allí, «afuera», como un peligro. El niño pesa e ilumina. Cuando se ha tirado al niño, la vejez es la encarnación y la literalidad del sénex: miedos, defensas, retención, seco, seco sin vida, devorándolo todo en su ansiedad, detrás de lo cual ¿que hay? Miedo y pequeñez. Si puede acoger al “tengo miedo” en lugar de hacer cosas para no tenerlo, entonces está llevando al puer consigo. Este es uno de los grandes secretos: abrirse a la gracia y renunciar al poder. Hay otro poder: la honestidad con el puer, la no renuncia a nada de lo que es original, a aquello en ti que vuela hacia más allá, hacia el polo celestial, que es el origen y reclama un re-torno, una con-versión. No literalizar, no correr, apretando el acelerador, a consolidar un nuevo éxito en el mundo, un puer arrojado en la horizontal; no, no, como en los misterios de Samotracia, saber que eso que te empuja pide que tiendas más-allá. Estando aquí, pero siempre abierto al más-allá (pothos) . Todo tu coraje, todo tu orden, para sustentar la posibilidad de atenerte al Polo celestial, mientras caminas por la geografía terrestre. Ese es otro tipo de coraje: otro aliento en el corazón. Otro tipo de orden, en co-orden-adas imaginales. Eso es todo lo que hay, no hay más que eso, en verdad, y está orientado siempre al infinito.

Una revisión del síntoma – Enrique Eskenazi

CristianismoFragmento del curso dado en Octubre 2010 por Enrique Eskenazi «El cristianismo como fenómeno psicológico». (Transcripción Lluís Gisbert)

La conferencia aborda el tema de la influencia del monoteísmo cristiano en la psicología occidental recorriendo la mirada de Freud, Jung y Hillman. A través de ello nos obliga a reflexionar sobre nuestra manera de abordar los síntomas, la enfermedad. El síntoma como aquello que nos «invita» a ser transformados en nuestra manera de ser en el mundo en contraste con el habitual enfoque heroico que busca erradicar el síntoma y mantener a salvo al ego, ya que el ego es esencialmente la personificación del mismo mito heroico.

Jung: «somos muchos, pero el ego cree que es el único y quiere imponer a la totalidad de la psique su visión monoteísta» de ahí su famosa frase: «hoy en día los dioses se han vuelto síntomas». Hillman en su psicología arquetipal propone un retorno al politeísmo psicológico a fin de poder convivir con la diversidad de subpersonalidades (puntos de vista, anhelos, aspiraciones, deseos) que habitan psicológicamente en cada uno de nosotros. Como todo estudioso de la astrología sabe, nada más afín a la visión astrológica de la psique.

Fragmento de la conferencia de Enrique Eskenazi:

Hay una convicción presente en Jung, y es que es no se cura la enfermedad, sino que lo que llamamos enfermedad nos cura a nosotros. El síntoma no viene para que yo lo cure, el síntoma viene a sacarme a mi de en medio y no sean literales, eso no quiere decir llevarme a mi a la tumba; quiere decir, hacer que el yo tenga que cambiar.

Por lo tanto el síntoma no es el enemigo, sino que es un ángel o un demonio. Esa dualidad es cristiana. Para los antiguos no había ni ángeles ni demonios como opuestos, había daimones, que los cristianos se encargaron de traducir como demonios y no como genios. En un síntoma hay un daimon, ¿quien habla en un síntoma? No hablas tu, ya lo dijo Freud “para el ego nada le es más ajeno que el síntoma”. El síntoma es el no-yo, el síntoma por lo tanto viene a romper la estructura egoica.

El yo desconoce totalmente al síntoma: “yo ¿que tengo que ver con esto que me pasa!?”, sea lo que sea eso que te pasa. “Me pasa” o sea no es el yo, y es cierto que no es el yo, pero es el alma, el alma con sus daimones. Por lo tanto ¿quien soy yo para expulsar a un genio? Tendría que considerarme un dios, estar a la altura de un dios, y fíjense si la humildad es necesaria en el encuentro con el si mismo para creer que yo voy a decidir lo que los dioses tienen que hacer.

Por lo tanto el papel de un síntoma es humillante como lo sabe cualquiera que lo padezca. Es una humillación, es una vergüenza, es una manifestación de tu impotencia, es como diría A.Adler la manifestación de la inferioridad.

Para Jung es una oportunidad; para Jung una persona que reconoce su neurosis, es alguien que está escogido, convocado por los dioses, es alguien a quien los dioses no le dejan permanecer en esa vida que llevaba y le mandan un síntoma que es la oportunidad. Entonces decir “quiero sacarme el síntoma para seguir siendo como era antes” es una rebelión contra los dioses. El síntoma no ha venido para que tu lo saques, el síntoma a venido a transformarte a ti y por lo tanto cambia completamente; yo no soy el sujeto de las transformaciones, sino que soy el objeto a ser transformado, yo no soy el que decide que hacer, sino el que está sometido a un terrible proceso sin elección.

Fíjense como la psicología de Jung puede realmente llevar al ego a la condición que le corresponde, o sea penosa. Ya lo dijo Freud: “no somos dueños de la casa en que vivimos” y Jung más claramente; “el espacio de la psique está poblado de complejos, de personas, personas interiores”, no eres el dueño; ese que se llama yo es solo uno de los muchísimos complejos que hay.

Si yo me doy cuenta que en mi hay más que yo, entonces a “bajar la cabeza”, se acabó, ya no soy el monarca, tengo que vivir en un reino habitado por otros. Lo único que puedo hacer es desconocerlo y entonces los otros aparecen como compulsión y entonces me digo “no se como yo pude hacer eso”; claro si no era yo!

Me apropio de cualidades que no solo no son mías, sino ante las cuales soy impotente: una derrota no reconocida. Lo conocemos porqué todos vivimos en esa especie de ficción, “yo se que tengo un síntoma”; que horrible es decir eso, primero porqué es reconocer que tienes algo que te tiene a ti, pero con el verbo hacer como que TU lo tienes cuando la experiencia real es que estás vencido por ello. El ego salva las apariencias diciendo “yo tengo”.

Jung habla del caso concreto por ejemplo de un hombre hipocondríaco que vive el horror, o sea el sudor y la desesperación de saber, es decir, de tener la plena convicción de tener un cáncer, y va a consulta de médico tras médico pero los médicos decretan que no tiene cáncer, pero el hombre está seguro de tenerlo, con lo cual no come, ni duerme, ya no puede trabajar, está reducido a vivir como una vieja quejica y para colmo de humillaciones el hombre tiene que decir “ya se que padezco una enfermedad que no es una enfermedad” que humillante.

Por eso dice Jung “servir a un dios es mucho más digno que ser esclavo de una manía”. Si ese hombre se diera cuenta que es un dios que está ahí y le sirviera, para ello tendría que ser mucho más humilde, pero se ahorraría esa humillación, la de ser esclavo de una manía, de una obsesión. “ya se que no tengo nada, pero no puedo hacer nada”, horrible!

Pero que pasaría si dijera “a llegado un dios” y volviendo a los antiguos “¿qué quiere de mi este dios?”. Pero esto no lo solemos hacer, uno sigue en sus trece queriendo vivir como lo viene haciendo, pero no puede y encima se ve diciendo “yo tengo algo que me he inventado”; ¿lo tienes tu o te tiene a ti?, esto son frases de Jung no mías: el síntoma te tiene a ti, tu no lo tienes.

Pero el sujeto occidental, tan terriblemente monoteísta, no cree más que en un solo dios y se cree hecho a imagen de ese único dios y por lo tanto se cree un único sujeto: “todo lo demás me es ajeno y tengo que combatir con ello”. Estas son las consecuencias para Jung de la interpretación literal del cristianismo, por eso se interesó tanto en el gnosticismo y en la alquimia. La alquimia decía: el alma está atrapada en la materia y habita en todas partes, no es tu alma, es el Alma del Mundo. Pero claro, esta doctrina no es aceptable para la Iglesia.

Así vamos a entroncar con Hillman, porqué Hillman, que va más allá de Jung, aunque recogiendo una interpretación de Jung, parte de esta idea: la psicología, incluida la junguiana ortodoxa, ha padecido de un monoteísmo inconsciente y eso significa para Hillman que en la cultura occidental es predominante (y no solo en la psicología) la convicción de que hay solo un punto de vista que es el verdadero y todo lo demás está equivocado, cree que solo hay una forma de consciencia, una verdad y un camino desde el cual todos lo demás son excluidos como errores.

Lo que propone Hillman por lo tanto para darle realidad al alma es un retorno al politeísmo. No literal, el no quiere religiones, el quiere servir al alma; un retorno a una visión que admita la diversidad, que admita no un centro y todo periferia, sino que cada punto diverso es en sí un centro y que por lo tanto, lo que vale desde aquí pues no vale desde allí, lo que vale desde allí no vale desde aquí.

Esto implicaría la posibilidad de convivir con la diversidad, porqué de hecho la diversidad existe psicológicamente en cada uno de nosotros. Como dijo Jung; somos muchos, pero el ego cree que es el único y por lo tanto quiere imponer a la totalidad de la psique su visión monoteísta.

Por lo tanto el ego impone la visión monoteista y considera que todo lo que ocurre psiquicamente si no está bajo su control o de acuerdo consigo, es errado, equivocado y tiene que ser combatido.

Por lo tanto se encuentra, como buen mito heroico, fabricando permanentemente dragones, el héroe no puede vivir sin dragones y naturalmente que los encuentra, porqué en la misma estructura heroica ya está convocado el dragón. Pero lo que el héroe no observa nunca es que no solo tiene que avanzar sino que hay el pánico a no avanzar.

Así, detrás de la visión monoteísta lo que hay es un pánico y pánico viene de Pan que era uno de los dioses excluidos por el cristianismo y transformado en el arquetípico demonio. Pan el dios en forma de cabra, de ahí aparece el macho cabrío de los cristianos; los cristianos quisieron matar a Pan y lo transformaron en el diablo.La famosa frase del comienzo del cristianismo “cunde por toda la naturaleza el grito terrible de “Pan ha muerto”; lo mataron los cristianos.

Los cristianos se encargaron de eliminar todo resto de divinidad que hubiera en la naturaleza y el paganismo, para aceptar a un solo dios sobre-natural; la naturaleza por lo tanto desacralizada. No se accede a esto sin pagar un precio, y para Jung y Hillman el precio de esto es el monoteismo de la conciencia . Por lo tanto no hay espacio para el alma, solo hay espacio para el ego, el alma solo puede entrar (y aquí sigue a Freud) en forma de síntoma.

Por eso Hillman dice que “el alma regresa a occidente a través de los síntomas, a través de esas mujeres histéricas del final del S.XIX que dieron ocasión a la experiencia con la hipnosis y a las teorías de Charclotte y Freud y son las portadoras del alma otra vez. Gracias a ellas y a sus síntomas terribles se vuelve a dar realidad a un alma que no sea el ego.

Por lo tanto ¿que oportunidad tiene el alma en un mundo sin alma? A entrar como síntoma y por ello estamos condenados a los síntomas, porqué los síntomas son el recordatorio de los dioses destruidos por el monoteísmo.

Fíjense que es muy parecido a Jung cuando dijo “hoy en día los dioses se han vuelto enfermedades”. Los dioses están, hay muchos y precisamente el hecho de que vivamos bajo la obsesión de solo uno nos hace adoptar una actitud combativa a estos, ya no entendidos como dioses, sino como problemas a erradicar. Pero claro, eso equivale a querer erradicar el alma.

Servir al alma que ha de ser la vocación básica de la psicología, implicará por lo tanto aprender a considerar una multiplicidad de enfoques, de aspiraciones y demandas distintas.

Dice Hillman “los antiguos tenían un panteón con muchos dioses, cada dios tenía su ámbito, que no era el del otro, pero entre ellos convivían. Jamás Afrodita pretendió eliminar a Ares, ni jamás Marte pretendió eliminar a Mercurio. Eran muchos dioses, cada uno con su ámbito pero formaban una ronda donde existía la diversidad, y así es la psique.

Muchos dioses, el imperio de uno solo implica la rebelión de los otros. Hillman no entiende a los dioses literalmente, sino que detrás del síntoma habita una presencia que el ego descarta por un acto de voluntad y por lo tanto imaginalmente o psicológicamente podemos hablar de dioses, no literalmente, sino que son realidades del alma, que es la única realidad que un psicólogo considera por cierto.

El alma se caracteriza por su distorsión; de hecho llamarlo distorsión es ya estar en el punto de vista que considera que lo natural es lo correcto y lo demás está distorsionado. En realidad, lo que llamamos natural es un distorsión más. La falacia naturalista es siempre medir los procesos del alma con parámetros naturales, cuando el alma se caracteriza justamente por ser lo más antinatural, como decían los alquimistas, la obra de la alquimia es un opus contra naturam. En el alma siempre hay deformidad, en los sueños las figuras no son naturales porqué son figuras del alma y el intento de ajustarlas a una determinada naturaleza es el intento de forzar lo anímico a que encaje en un parámetro extra-psicológico.

Por lo tanto, un caballo de tres patas es como tiene que ser. Recuerden la frase de Jung “no dejes entrar nada exterior al alma, la imagen de la fantasía tiene todo lo que necesita”. Un caballo de tres patas en un sueño tiene todo lo que necesita, no necesita una cuarta pata, es así la imagen, eres tu el que tiene que hacer el trabajo de liberarse de todo lo que no le permite acoger lo que es así.

Es difícil, constantemente pensamos que está mal y ahí es donde vemos como el monoteísmo considera que hay una visión y todas las demás deben ajustarse a esa manera, es decir “donde hubo masturbación tiene que haber coito”.

Esta es la idea de que hay algo que es lo correcto y todo lo demás solo en la medida en que conduzca a lo correcto. De hecho la perversión aparece como un desvío, pero la característica de la mirada del alma es que se desvía de toda norma, el alma es a-normal en el sentido de que una norma en griego es una escuadra; la escuadra con la que medía el carpintero, y hay tantas normas como dioses (puntos de vista).

¿Que es la normalidad? Es una fantasía, no es más que una fantasía que ha producido mucho sufrimiento, porqué todo lo que está excluido de esa fantasía ha sido perseguido, reprimido ha sido castigado, ha sido forzado a tener que encajar en los límites de una fantasía entre muchas pero que negaba que era una fantasía. Así como hay una fantasía de la normalidad, que es terrible como ha regido nuestra cultura, hay una fantasía de la locura. Eso que tememos colectivamente que llamamos locura es una fantasía, hay tantas locuras como dioses, de hecho solo hay locuras para una idea de normalidad. Dicho de otra manera, la normalidad es otra locura, una locura más entre las muchas.

El alma siempre aparece en formas patológicas. Pathos quiere decir padecimiento y el alma habla en el padecimiento; donde hay patología hay alma y donde hay alma hay patología. Cuidado, no quiere decir que la patología sea normal.

Hillman jamás caerá en el error de decir que no hay patologías, sino al contrario, hay patología, la patología es todo lo que burla, distorsiona la normalidad y genera sufrimiento, el padecer es característico del alma, es el yo el que no quiere sufrir, pero el alma se expresa en los sufrimientos, como decía Freud “la servidumbre del yo”.

Por lo tanto la visión psicológica es una visión que no intenta eludir la patología, ni eliminarla, sino restituirla a su dimensión imaginal. Como decía Jung “donde hay una pathos hay un dios”, luego, esta mirada que quiere eliminar la patología, no le da espacio para que la patología se exprese.

Hay que salvar a la enfermedad, no hacerla desaparecer sino tolerar su identidad psíquica y reconocer su logos. ¿que viene a decirte a través del sufrimiento el alma?

Una cosa es soportar un sufrimiento, lo cual quiere decir literalizarlo y otra cosa es buscar el logos, el discurso o dicho de otra manera el sentido del sufrimiento. Ahí que cuando una persona dice “soporto el sufrimiento” todavía vive el sufrimiento como una carga, pero nunca como un interlocutor.

El trabajo en patología es extraordinario porqué se carga todas las ideas sobre salud, sobre curación y evidentemente lo que quiere un psicólogo no es curar en el sentido clínico de la palabra sino hacerse cargo de… terapia originalmente quiere decir cuidar.

Hillman como psicólogo se reconoce como al servicio del alma, cuidar el alma, que es cuidar el sufrimiento. Intentar por lo tanto quitarlo no es cuidarlo. Si yo estoy intentando quitar del medio lo que tu me dices, no te estoy prestando atención evidentemente, sino que te estoy quitando del medio. ¿que sería dialogar contigo? Oírte, no tomarte solo como un cuerpo, sino decir “me está diciendo algo ¿que dice?” Poner el oído. Pero en este caso no se trata del oído literal, sino del oído imaginal ¿Que imágenes aparecen en el sufrimiento?El pathos siempre está desencadenado por imágenes, imágenes patologizadas.

Hillman trata de mostrar como en la cultura occidental el pathos es fundamental. Las imágenes mismas del cristianismo son imagenes patologizadas “corazones abiertos sangrantes, coronas de espinas con chorros de sangre, un hombre clavado en un cruz, etc” son todas imágenes patológicas; y ¿luego los cristianos quieren ser normales? (Risas)

Viven el mito de una vida correcta, sin pathos, cuando el símbolo básico de esa cultura es un símbolo patológico que habla a través del proceso del padecimiento. “Nació de una Virgen” ¿no es patológico eso!? Pero vienen nuestros psicólogos modernos y dicen “no, pero eso no hay que tomárselo en serio”. Por lo tanto el mito no es valido porqué no es natural, pero si es válido y es antinatural; justamente porqué es antinatural tiene una validez evidentemente no literal, no le habla a los sentidos sino que le habla al corazón.

Significaría tener que hacer una terapia de las ideas, así, a veces lo que llamamos enfermedad la vemos en una persona porqué la vemos a través de una idea de normalidad o de enfermedad y las ideas pueden estar enfermas. Luego, tal vez no haya que curar el síntoma sino aquella idea de que no deben haber síntomas. Una terapia de las ideas es una terapia cultural.

Las ideas de “el hombre es así, la mujer es asá” son ideas pero no se ven como ideas, se ven como normas. Ver que fantasía hay en esas ideas es hacer psicología, ver a través del inconsciente en lugar de ver el inconsciente, ver a través de la represión, no ver la represión. Devolver toda afirmación de su convicción de que enuncia un hecho objetivo a su condición de ser un modo a través del cual se ve.

Por lo tanto para Hillman el síntoma es una mirada. No solo padecemos el síntoma, sino que vemos a través de un síntoma. El síntoma no es una cosa más sino es una mirada que rebela un mundo.

En memoria de Enrique Eskenazi (21 de Octubre 2011)

Enrique,

Estoy sin palabras y lo paradójico es que siento que hay en mi interior mucho a expresar.

Tu que siempre viajaste y estimulaste el vuelo de tantas almas adormecidas, que exploraste los rincones más recónditos de la conciencia con total valentía, pasión, libertad y anhelo de Verdad, ahora te encuentras en el Gran Viaje y a ciencia cierta lo emprendes con igual actitud.

Privilegiados son los escasos hombres, que como tu, pueden dejar la esfera terrenal habiendo dejado en ella la imborrable impronta de su gran obra, inscrita en el corazón de tantos seres.

En paz se pueden ir los que como tu, con su esfuerzo, dedicación, trabajo, pasión, entusiasmo y generosidad han desanestesiado e inspirado tantas conciencias (o quizás inconsciencias) que vivían encerradas en la regresiva fuerza de la inercia, apegadas al mundo de las sombras que tan bien describía tu amado Platón en la Caverna.

Solo puedo decirte que siento agradecimiento infinito hacia ti. Gracias por contagiarnos tu amor a la vida en sus múltiples expresiones. Gracias por tu refinada y culta sensibilidad y sobretodo por tu trabajado don de transmitirla.

Sobretodo nos has educado en la libertad y para la libertad y nos has ofrecido poder estar un poco más disponibles a la hora de apreciar la belleza inherente a la vida.

Hemos aprendido que aburrirse es el mayor de los pecados, ya que entre otras cosas, equivale a permanecer insensibles al Eros del pensamiento, al llamado de la filosofía, a la belleza del arte y al anhelo de profundidad que habita en el alma humana.

Evidentemente, gracias por haber sido un gran mentor, por tu incisiva, aguda, profunda y excelsa lucidez y personalmente hablando, por haber iluminado el camino de lo que ha sido y es hasta el momento mi vocación y pasión: la astrología.

Pero sobretodo te estoy infinitamente agradecido por haberme contagiado, aunque solo sea un poquito, de tu amor a la filosofía, a la literatura, a la psicología, a la poesía, a la música, al cine, ¡e incluso a la tecnología!… ¡Y casi me olvido de citar el placer de compartir contigo tu taurino amor a la naturaleza, a la playa de Sant Pol y Cadaqués y las noctámbulas y estimulantes sobremesas en innumerables locales de tu amado Barri Gòtic!

Desde que te conocí, un para mi apasionante e intenso otoño de 1998, mi vida se fue progresivamente enriqueciendo y lo más maravilloso es el sentimiento de que me faltan horas, días y noches, meses, años y vidas enteras para saborear y profundizar en las distintas esferas de la vida y el conocimiento que tu tanto has sabido cultivar, además de transmitir, ¡en tan solo 62 años!

Solo siento no haber sido capaz de abrir los ojos de mi corazón a tantos otros conocimientos que tu espíritu visionario albergaba. Pero por suerte aquí has dejado y queda tu obra y tu legado, que seguro seguirá inspirándonos a lo largo de nuestro devenir terrenal.

¡GRACIAS PROFESOR!

Luis