Seminario Plutón & el submundo: Una re-visión del «infierno»
Seminario a cargo de Enrique Eskenazi que tuvo lugar el 21 de Febrero de 2004. Transcripción literal por Lluís Gisbert
En un profundo, brillante y extenso recorrido de la imagen de Plutón a través de la historia y desde todas sus esferas: en la mitología (Misterios de Eleusis), la alquimia, la astrología, la psicología arquetipal, el arte…
En la tradición astrológica se interpreta a Plutón (el planeta, esto es: el dios) como «muerte y renacimiento», con énfasis en el aspecto del «re-nacimiento». Regeneración. Este «renacimiento» es entendido como un «triunfo de la vida sobre la muerte», como un «volver a la vida», enriquecidos -desarrollados, crecidos- por la experiencia de la muerte. Vivimos en un tiempo obsesionado por la idea (formulada como un «ideal») de «avance», «progreso», «desarrollo», «enriquecimiento», que tanto en la psicología como en las llamadas disciplinas esotéricas (por ejemplo la astrología) o espirituales se manifiesta por programas y aspiraciones de «crecimiento», «integración», «superación», «rendimiento»: se trataría de «crecer» a partir de las dificultades, cuando no de «superarlas», a fin de hacer la propia vida más «rica», más «entera», más «plena».
Pero en un curso sobre Plutón (el Hades de los griegos), el señor del submundo, tal vez lo que uno pueda poner en cuestión es justamente esa manera de ver la vida como algo que avanza, que progresa y que es conquista, en definitiva: que debe aprovecharse o es «aprovechable». Más que el símbolo, nos interesa aquí la mirada de Plutón, una mirada desde la cual se ponen en cuestión las miradas desde la superficie de la vida, las cuales se revelan precisamente como «superficiales» y, por ello, carentes de «penetración», limitadas para «ver-más-allá» y ver «el más-allá-de» la superficie.
O sea, que sería un contrasentido querer acercarse a lo que los antiguos llamaban el dios del submundo, que por lo mismo rige y se presenta en la profundidad y no en la superficie, preservando a la vez expectativas superficiales. Quizás sea eso lo que ha pasado con este antiguo dios, quizá todo lo que se dice actualmente de Plutón se dice desde un mundo que no toca la profundidad, se dice desde el mundo «de arriba», sin advertir que la mirada del mundo de arriba trivializa, no abarca, no da espacio e incluso lastima, ofende, hiere al mundo «de abajo». De ahí que esta tarde tengamos que poner en suspenso todas estas ideas de muerte y renacimiento, regeneración, crecimiento, victoria final sobre la muerte. porque probablemente si hacemos un viaje con Plutón, después de este viaje veamos que estas ideas aparentemente tan estimulantes ocultan sin que uno lo comprenda juicios nada estimulantes.
Este seminario solamente aportará destellos, el tema no se puede liquidar ni en un curso de un mes y por lo tanto no vamos a por un sistema de idea. Pero bueno, con salir cuestionado e inquietado ya es más que suficiente.
El material astrológico sobre Plutón es, desde nuestro punto de partida, absolutamente desechable, porque los astrólogos hacen astrología pero no se cuestionan desde dónde hacen astrología y por lo tanto habría que comulgar con su visión del mundo para aceptar sus interpretaciones, pero como vamos a poner en cuestión esas visiones del mundo, dejamos la astrología fuera.
En realidad el ámbito donde habita Plutón es en el ámbito de los mitos, o el ámbito de los dioses; hay que ir a buscarlo directamente ahí. No a la teología, no a una religión articulada, no a una concepción para la que hay «cosas» tales como dioses, sino a la mitología, que es una narración imaginaria donde los dioses no son cosas sino que son imágenes, y en este sentido pueden seguir teniendo vigencia todavía hoy desde lo imaginal o desde la imaginación. Quiero decir que tal vez nuestra vida, aunque no nos demos cuenta, se basa en muchas imaginaciones, no del todo conscientes, donde se encuentra precisamente la obra de los dioses de la mitología, que generan y son símbolos, alegorías, y -ante todo- puntos de vista y maneras de situarnos
Para esto hay que remitirse a la mitología, pero aparte de remitirme a la mitología, me he remitido también a otras fuentes, sobre todo a la filosofía griega. Estamos hablando de Plutón-Hades que es un dios griego, y por lo tanto no bastará tomar en cuenta solo al pensamiento de Homero, Hesíodo, que son los que re-cuentan los mitos, sino incluso al pensamiento de filósofos cuya manera de pensar muestra rasgos de Plutón; sobre todo uno, llamado “el oscuro”: Heráclito de Efeso, recordando que uno de los rasgos de Plutón es la oscuridad. En parte por la oscuridad que se manifiesta en las afirmaciones de Heráclito, es el filósofo al que regresan los grandes pensadores que cada vez que se trata de poner en cuestión los supuestos esenciales. Cuando Hegel quiso re-fundamentar la filosofía regresó a Heráclito. Cuando Nietzsche quiso hacer una crítica de la moral y los valores, regresó a Heráclito, cuando Marx quiso revisar el pensamiento filosófico en tanto que capaz de aprehender y transformar la realidad, regresó a Heráclito, cuando Freud descubrió la profundidad de la psique regresó a Heráclito, cuando Jung habló del alma como un conjunto permanente de antítesis regresó a Heráclito y nosotros vamos a tomar también en cuenta a Heráclito porque su pensamiento nos puede poner en contacto con la oscuridad, que es el profundo reino de Plutón/Hades.
Aparte de Heráclito habrá algo de Platón, y el pensador que más fielmente preserva este discurso hoy es James Hillman, que en toda su obra habla de esto y que precisamente tiene un libro entero dedicado al submundo: “El sueño y el submundo”. Gran parte de lo que digamos en este seminario está inspirado en esa obra. O sea que fíjense cuán remota es la historia a la que nos remontamos, y que sin embargo atraviesa Occidente hasta ahora.
En la mitología hay muchas maneras de contar historias. Homero en la Odisea y en la Ilíada habla de Hades o Plutón como «el señor del submundo”, y así se le ha llamado porque así se entendía a Hades también: el ámbito del infierno. Pero hoy en día cuando se oye la palabra «infierno» es inevitable que se evoquen connotaciones teológicas de castigos eternos, fuegos inextingible, dolor y remordimiento, pecado y culpa. Se entiende así el infierno como lo opuesto a cielo; el cielo es un lugar para los buenos y el infierno para los malos. O sea que hoy en día la palabra «infierno» está llena de implicaciones morales: castigo, culpa, maldad, error, lo opuesto al que «se porta bien» y obtiene premios: trascendencia, paraíso, goce, disfrute. Esta moralización no está en la mitología, e incluso hoy veremos cuándo empieza esta moralización del infierno que originalmente para los griegos no tenía en absoluto el significado de un lugar de castigo, ni para los judíos. Los judíos no hablan de infierno, hablan de Sheol que equivale al reino de la muerte; en el Sheol (equivalente al Hades griego), puede haber gozo o tormento; Lázaro estuvo en el Sheol, mientras que el infierno cristiano (Gehenna) sólo es sitio de tormento; o sea que para los judíos como para los griegos, cuando se muere sea bueno o sea malo entra en el mundo de Hades/Scheol. En la «Enciclopedia Judía» se dice que Sheol es sinónimo de «bor», tumba, de «abbadon», destrucción, «shahat» , foso, y acaso de «tehom», abismo. Entre los judíos antiguos el Sheol o Tophet se concebía como un lugar sombrío donde vagan las almas, no se habla de castigos eternos y que te descuartizan para toda la eternidad. De hecho, en los tiempos de Moisés y los patriarcas, la Biblia no dice nada acerca del destino de los individuos después de la muerte. La idea moral de infierno es básicamente cristiana y seamos cristianos o no, sus imágenes han permeado nuestra cultura Occidental. Vamos a tratar de ver cómo ha pasado esto de que se ha vuelto moral (o inmoral) un ámbito que originariamente no tenía ninguna relación con ello.
En principio, lo que se diga de Plutón y los que se diga del mundo de la muerte y del submundo, y del reino de las sombras, no cuenta tanto acerca de Plutón, las sombras y de los muertos ni del submundo, sino que muestra dónde están colocados los que hablan.
Veremos que Plutón es el gran desconocido, es el ausente en nuestra cultura; ha sido el olvidado, Plutón ha sido negado hasta tal punto que equivale a esa negación de la muerte que forma parte presente de nuestra cultura. La muerte está negada hasta tal punto que sólo se la entiende como un hecho físico (de «physys», que significa «naturaleza»). Mirar la muerte como un acontecimiento físico, como «fenómeno natural», es propio de un punto de vista. Un punto de vista que lo ve todo físico; ve físico el amor, ve física la vida y entiende la muerte como acontecimiento físico. Este es un punto de vista que posiblemente no tenga en cuenta que la imagen de la muerte no alude a algo que venga después de la vida, sino que constituye la otra cara siempre presente de la vida. Por lo tanto la muerte puede ser no algo que venga después, sino aquello que está continuamente presente, pero presente en lo invisible, no en lo visible.
Vamos a acercarnos a la narración mitológica a través de Edith Hamilton que tiene un libro de mitología muy ameno y poco académico, que está muy bien. Habla del Hades del mundo Homérico, del mundo de los griegos. Hades se caracteriza por ser un dios y por ser un lugar. Para los griegos Hades era una personificación, un dios, pero también Hades era un lugar, un ámbito: los muertos van al Hades, habitan en el Hades y por lo tanto Hades indica tanto a la persona de un dios, como también a toda una dimensión de lo existente. Apolo por ejemplo era Apolo, siempre una persona, los muertos no van al Apolo, porque no hay un sitio llamado el Apolo, ni el Afrodita, ni el Zeus. Se puede hablar del Olimpo en todo caso, pero el Olimpo no es el nombre de un dios, es el nombre de un sitio. Pero el Hades es a la vez una personificación y un lugar, una ubicación en donde se está o adonde se va.
También a Hades los griegos le daban varios nombres. Los dioses griegos reciben muchos nombres, muchos epítetos y entonces uno puede hablar de Hermes, que para los romanos era Mercurio, pero aclarando que hay varios Hermes; está el Hermes chtónico («chtónico» se refiere del inframundo, ya veremos su relación con «Chtoné» y lo «sub-mundano»), está el Hermes Psicopompos (el conductor de las almas), el Hermes dios de los comerciantes, etc.. Cada epíteto lo ubica, lo especifica en ámbitos muy distintos. Esto también pasa con Plutón, con Hades. Ya lo griegos a Hades lo conocen también como Plutón (no solo como nombre romano). Lo curioso es que todos los dioses griegos pasan a la mitología romana y cambian sus nombres, Deméter se llamará Ceres, pero Plutón se sigue llamando Plutón, es uno de los dioses que no cambian su nombre. Los nombres de los dioses romanos los tenemos en la astrología (Júpiter-Venus-Marte, etc.). No son los nombres griegos sino que son traducciones y re-nominaciones romanas. Pero Plutón no se somete a traducción, permanece constante tanto en una como en otra mitología.
La palabra «Hades» plantea problemas; ¿qué quiere decir etimológicamente Hades? Etimología quiere decir ir al origen de la palabra. Cuando hacemos etimología estamos en un mito, el mito que dice que en el origen, que son las raíces, está lo «esencial», que el origen no es casual sino que revela una esencia y por eso queremos llegar a las raíces, lo radical. Es esta idea de que si no nos remontamos a las raíces perdemos de vista lo original, y las raíces normalmente están debajo de la tierra. Si uno no regresa adonde están las raíces, uno se queda con las apariencias pero no con lo esencial. La palabra «Hades» es probable que provenga de “A” que es la partícula griega que se usa para «privación», por ejemplo en a-patía, an-arquía, que quiere decir privación de. «Anarquía» quiere decir sin gobierno, o sin principio rector (arkhé). Si «pathos» quiere decir sentimientos, apatía quiere decir carencia de sentimientos. Si «estesia» (aisthesis) es sensibilidad, «an-estesia» significa sin sensibilidad. Plutón es A-IDES y la palabra “ides” es idea. Lo que pasa que “ides” no sólo quiere decir lo que hoy entendemos por idea. «Ides» quiere decir primariamente «el aspecto», «lo que se muestra», «lo visible». Por ejemplo “qué bien se te ve, qué buen aspecto tienes”. O sea: lo que es visto.
Por lo tanto Hades como A-Ides sería lo que no se ve, lo que nunca se presenta como «aspecto» y en este sentido lo ausente. Lo ausente en el mundo de las presencias, de lo manifiesto. Si está presente, está presente en lo invisible y solo puede estar presente para lo invisible. Sólo está presente desde lo invisible, pero en lo visible no está. Por lo tanto sólo puede presentirlo aquello que en nosotros es invisible, lo que en nosotros no se ve. Aquello que en nosotros no se ve está esencialmente vinculado a Hades y en este sentido Hades rige lo que no se ve. Se podría decir que Hades rige lo que no se ve porque está debajo, no está en la superficie: Hades no es un dios de superficies sino que es de profundidad.
¿Qué tiene profundidad en nuestra vida? Podríamos decir que el cuerpo en tanto que manifiesto siempre está en la exterioridad, siempre está en el espacio, es mensurable y tocable. Por lo tanto el cuerpo, que también es una imagen, es justamente lo que habita en el mundo de arriba, de afuera, del «ex»-terior, y el arriba de la tierra es la superficie. Plutón no tiene nada que ver con el cuerpo porque su reino es un reino no corpóreo. Así que si lo queremos acercar a nosotros ¿qué es aquello que en mi no está en el cuerpo, no tiene cuerpo y por lo tanto no ocupa espacio? Pero que sin embargo me da sentido de interioridad (y lo que sentido de interioridad no son las entrañas físicas. La interioridad de la que habla Plutón no es una interioridad física, sino que es la interioridad que redescubre Freud cuando habla que el mundo del alma es esencialmente profundo)
Voy a sugerir a propósito una conexión que va a ser la base de todo el seminario, entre Plutón y el alma, Plutón y lo anímico, Plutón y Psique, lo que los griegos llamaron «psyché», de donde viene «psicología». Una psicología que hoy en día traicionan los psicólogos (parece increíble) cuando practican una psicología que pretende una psique olvidada de Plutón, una psique para que se produzca más, se sea más efectivo, se participe más en la sociedad, se esté más adaptado a la realidad, haya mayor rendimiento. Se pretende que una persona psicológicamente sana es una persona que está siempre en relación con otros, que participa en el mundo diurno de la efectividad, que «funciona» en términos de realidad entendida como exterioridad, que se integra en los quehaceres sociales y sobretodo que está en actividad. Una psicología así rechazará todo lo que desde ahí se ve como «lo otro» y ¿lo otro que va a ser? Lo otro es el vacío de la vida, la improductividad, la resistencia a cambiar o a vivir en función de realidades exteriores, el deseo de morir, la imagen de la muerte, los pensamientos suicidas, lo que no une sino que separa, lo que no se muestra sino que esconde, y a todo esto lo va a llamar «psicopatía»; es el pathos que no es sólo padecimiento sino que se interpreta como enfermedad. En una psicología de la superficie, a pesar de que toda «psico-logía» tiene su raíz en la intuición de la profundidad, y sin embargo está vocación de profundidad una y otra vez se traiciona. Freud devuelve la idea de profundidad a una psicología que la había perdido, y en este sentido vuelve a vincular el ámbito de la psique con el ámbito de Plutón. Freud es el fundador del psicoanálisis o de la «psicología profunda» y el gran investigador del inconsciente, aquel que sostiene una y otra vez que los propósitos conscientes «encubren» motivaciones inconscientes. En este sentido está diciendo: lo que se ve no sólo muestra, sino que encubre aquello desde donde se origina. Y se origina desde donde no se ve. Viene de la profundidad, y en este sentido el psicoanálisis regresa a Plutón. Curiosamente fue Freud, en su etapa ulterior, quien postula un «principio de muerte» (Tánatos) en la psique, complementario y opuesto a un principio «de vida» (Eros). Pero regresa a Plutón con una actitud de ex-traer desde el ámbito de Plutón una mejor adaptación a la superficie, a la vida «de todos los días», la vida cotidiana entendida como exterioridad. Es decir, para él es importante ir a lo oculto a fin de reparar lo que pueda haber de patológico, y lograr así una mayor adaptación en lo manifiesto a la «realidad» cotidiana. Es decir, es una aproximación a Plutón a fin de lograr un mejor ajuste y efectividad en el mundo de arriba, y no en el mundo de abajo. Vamos a Plutón, vamos al submundo, vamos a eso que Freud llama «lo inconsciente» en búsqueda de mayor conciencia; y por «conciencia» se entiende lo que se ve, lo visible, la «idea» como aspecto. Esta consciencia, que es el orgullo del occidental, es justamente el sujeto del mundo del día, el sujeto del mundo diurno, el sujeto de la actividad externa. Pero ya los antiguos decían: “en el mundo de Plutón reina la noche y los hijos de la noche”. Hay mitos de la Noche (Nyx), la noche es anterior a los dioses olímpicos; la Noche es uno de los principios fundamentales de todo lo que existe y como tal la Noche tiene hijos increíbles como la vejez, la envidia, el sentimiento de fatalidad, las lágrimas, el arrepentimiento, los sueños o incluso la muerte o Tánatos y, curiosamente, también Eros. Si le hacemos caso a Cicerón, Eros era hermano de Hypnos, o sea de los sueños, y de Tánatos, o sea de la muerte.
Por lo tanto los mitos parecen hablar de que hay un Eros que no es un Eros de la superficie, no es un Eros de lo solar, ni del día, ni de la fertilidad, ni de la fecundidad, sino que es un Eros que permanentemente arrastra, atrae, se vincula con la noche, con la oscuridad. No es un Eros en el que se hagan regalos de boda, vajillas, lavaplatos, cuna para los futuros niños, porque los hijos de este Eros, si es que tiene hijos, pertenecen a la profundidad, no son criaturas de la luz. Por lo menos no de la luz del sol del día exterior.
En la mitología encontramos que Eros, que se traduce como amor y como deseo, hay muchos, y no podemos simplificarlo con solo una imagen. No se puede decir que el amor es el amor a participar, el amor a fecundar y el amor a unirse, porque ese es sólo uno de los modos del Eros, el que por cierto no es hijo de la noche. Pero hay otro Eros, cuando se supone que tiene que haber solo uno, y que lo demás no es Eros; entonces es cuando se niega a los hijos de la noche y, renegando de ellos, se los patologiza. Toda experiencia erótica que pertenezca a la Noche, por lo tanto, será considerada desde la psicología diurna como un desajuste, como una enfermedad, como una patología, como algo que tiene que ser curado. Pero si tomamos en cuenta que la diosa de la Noche es muy anterior y más «original» que los dioses del Olimpo, podemos sospechar que donde se quiere una cura o un arreglo se esconde un temor. Se quiere cambiar lo que se teme. Lo «invisible», sin embargo, también alienta en el impulso a «reparar», «curar», «integrar», «procesar», «superar»: lo que no se ve allí es justamente la resistencia y el temor a lo nocturno. Es un eufemismo llamar «enfermedad» o llamar «malo» a aquello que me enfrenta y me muestra mi propio dolor o mi miedo o mi límite o mi fragilidad. Se le atribuyen así al objeto todos los rasgos que nos habitan a fin de poder combatirlo; se hace una guerra contra «el enemigo» diciendo que el enemigo es peligroso justamente porque puede iniciar una guerra. Ponemos en el objeto los rasgos que nos habitan para justificar nuestra cruzada heroica contra aquello que tememos, y esto es bastante contemporáneo, está al día en la política contemporánea (ataque ¿preventivo? a Irak), pero no solo en la política contemporánea: lo estamos viviendo en la cotidianeidad de nuestra propia vida.
Porque ¿qué hacemos cuando nos secuestra una criatura de la noche? ¿cómo vivimos eso? Pues la mayoría lo vivimos, si lo reconocemos, con el espanto de estar lejos de una integración, de estar lejos de ser un ser enteramente diurno, de estar habitados por fantasmas, por temores, por anhelos vagamente presentidos, por «perversiones», por conductas «anormales». La llamada conducta normal está ante todo a la luz del día, pero puede ser que lo que es anormal para el día, deje de ser anormal si se le da su espacio en el ámbito imaginal, en el ámbito mitológico del reino de la Noche, que es también parte de Hades o del mundo de Plutón.
Fíjense que es difícil el entrar en el Hades, porque lo que solemos llevar ante Plutón es una máscara de defensas y prevenciones, y por lo tanto nos acercamos a Plutón como a un gran enemigo, aunque quizás los enemigos somos nosotros, quizá el enemigo está en la manera misma de la aproximación.
Si «Hades» es «invisible», la palabra «Plutón» («plutos») en griego se relaciona con riqueza. Por ejemplo la forma de gobierno donde dominan los ricos (lo cual es una constante en la historia de la humanidad) se llama «plutocracia», así como el gobierno del pueblo (demos) «democracia», el gobierno de los mejores (aristos) «aristocracia» y el gobierno de los ricos plutocracia. Esto muestra que la palabra “plutos” que es Plutón en griego alude a la riqueza. Plutón era un dios al que no se le hacían ofrendas, del que no hay casi imágenes. Es sorprendente cómo el arte griego, que nos proporciona tantas imágenes de Afrodita, de Hércules y de tantas otras figuras mitológicas, no ofrece prácticamente representación de Plutón y, por supuesto, no hay templo de Plutón. ¿Cómo se va a hacer ofrendas al que ya es rico? Plutón es muy rico, pero es rico en riquezas del submundo, no es rico en riqueza de este mundo de las superficies, porque Plutón justamente no está en este mundo sino como ausencia. Es posible que a los habitantes del mundo «normalizado» de las superficies las riquezas de Plutón no les parezca tales riquezas, porque si riqueza es salud, longevidad, fecundidad y que me den muchos hijos de la carne y prosperidad, todo esto son expectativas del mundo del día; pero Plutón sólo puede dar lo que pertenece al submundo. Por esto ante las expectativas del mundo diurno, el mundo de Plutón aparece «hermético», tanto que se diría que la única manera de poder recibirlo más allá de nuestros valores (o sea, no moralmente), sería abandonar toda esperanza. Es lo que según Dante está escrito en la puerta del Infierno: “abandonad los que entráis aquí toda esperanza”; especialmente toda esperanza de un beneficio diurno, toda esperanza de mejoría, crecimiento, nueva vida. ¿Cómo va a dar vida el señor de los muertos? Lo que me puede dar no es exactamente la vida, lo que me puede dar es, en cambio, un sentido olvidado de la muerte. El acceo al Hades es un descenso, como corresponde a la palabra «depresión»: una depresión es una hondonada, un foso (como el Sheol de los judíos). Al reino de Plutón se llega por las grietas, los fosos y las hondonadas, al reino de Plutón se desciende, dicho de otra manera: se cae. Se cae por los sitios donde hay caída; al ámbito de Plutón no se asciende, no hay ascenso a Plutón; el acceso acaece cuando el suelo se rompe, se abre bajo mis pies y me hundo, ya que Plutón aparece en el hundimiento. No es ésta la única manera de aparecer de Plutón, pero siempre que aparece va acompañado de un sentimiento de pérdida, duelo, dolor y ya veremos porqué.
Es un poco audaz presuponer que quizá en la pérdida y el dolor haya una puerta a una sabiduría, pero si hay en ello una puerta a una sabiduría, entonces no va a ser a una sabiduría de la vida, sino que va a ser a una sabiduría de la muerte. No literalicemos, ya sé que todos pensamos en la muerte como en cuando se acabe la vida, como si fuera el prepararnos para un momento que es el último momento «natural», prepararnos para algo que vendrá, pero yo no hablo de la muerte como un acontecimiento «natural» que ocurrirá «algún día», sino de la muerte como una dimensión siempre presente. No como literalización de un hecho que ocurre en el tiempo, sino y ante todo como el posible acceso a un ámbito sin tiempo.
Mal que nos pese todos hemos sentido alguna vez la caricia o la llamada, sino de Plutón, sí de la Noche o del dolor o de la muerte o de la rabia, o del odio, porque vamos a hablar también del odio, que tiene su lugar en el Hades.
En el libro de mitología de Edith Hamilton se dice:
Hades reinaba en el mundo de los muertos…
El mundo de los muertos para los griegos era adonde se iba todo el que muere: buenos y malos, justos y pecadores, héroes y villanos, nobles e innobles; es decir que no tenía ninguna connotación moral ni de castigo, sino que era inevitable destino para todo lo que vive. En este sentido se podría decir que el Hades era absolutamente democrático: de Hades no se libera ni el rey, ni el rico, ni el noble, ni el famoso, ni el creador, ni el bueno, ni el triunfador. Hades es el mundo adonde se entra dejando el cuerpo, abandonando toda literalidad y toda mirada «natural» (física).
En la Odisea, esa gran obra homérica, hay un momento en que a Odiseo, es decir Ulises, intentando regresar a Itaca se le indica que para llegar debía ir al Hades a consultar con Tiresias, el gran vidente ciego, que está en el reino de los muertos. Odiseo tiene que descender y hay un capítulo donde justamente se relata este descenso al mundo de los muertos (la «nekya») y este encuentro con los muertos. Entre estos muertos hay antiguos amigos suyos, y también descubre que su madre ha muerto porque se la encuentra allí, hacía años que no la veía y creía que aún estaba viva.
Ahí no hay ni bien ni mal, el reino de Hades es sin moralidad, ahí ya no hay thymos que en griego quiere decir vehemencia, apasionamiento, fogosidad, sed de vida. La timocracia es el gobierno de los guerreros, los militares. El thymos es lo que nos hace ser guerreros, apasionados, nos empuja a la acción, nos compele a actuar, a manifestar, a ex-teriorizar; pero en el mundo de Hades no hay thymos. En griego «deseo» se dice «epithymia», lo cual tiene relación con «thymos». Tampoco hay phrenes (frenes) y «phrenes» se puede entender como ansiedad, nervio, actividad «frenética». La frenología es aquel enfoque yo diría que mítico, que aspiraba a buscar «localizaciones» del alma en los nervios y en el cerebro, «espacializar» la psique identificándola con la physis.
Homero nos cuenta que lo que habita el reino de Hades es psique, pero no thymos, el thymos no entra ahí. Esto es lo que cuesta la entrada al reino de Hades: se deja el thymos y sólo puede entrar el alma. Sólo puede entrar el alma, porque el alma desde su origen pertenece a la profundidad.
Por lo tanto se entra a Hades cuando hay una pérdida de lo que llamamos pasión por la vida, furia por vivir, urgencia vital, codicia de vida, concupiscencia. Cuando aparece Hades desaparece la urgencia vital (thymos), desaparece el deseo (epithymia) y la sed de vida, desaparece la espacialidad, la corporeidad y pasamos de un mundo tridimensional (corpóreo) a un mundo descarnado, inextenso: el de las imágenes. ¿Qué es lo que encuentra Odiseo allí? Encuentra «ídolos», «eidolon» (imágenes), eidos, a-ides, encuentra «imágenes» sin cuerpo, sin sangre, sin pasión, aquello que también se llamará «sombras». Es como si se fuera ante todo sombra, las sombras en el país de la oscuridad. Homero habla del Hades como un «mundo indeterminado y sombrío, ocupado por las sombras»
Por eso en los epitafios los griegos escribían: “vosotros que vais al Hades olvidaros de la dulce luz del sol”. Allí no llega la dulce luz del sol, allí no llega la claridad conceptual precisa, rigurosa, definida, de Apolo. Allí está lo in-definido, lo que no tiene límites y es ilimitadamente profundo, sin límite y sin fondo. No acaba la extensión, porque la extensión pertenece justamente a la superficie. Es como si en el reino del alma solo puede haber más alma, y aún más alma, lo que se podría llamar el imperio del alma, la cual hace de todo alma; toca el cuerpo y lo vuelve alma (imaginación), toma los hechos y los transforma en experiencias imaginativas; para el alma no hay «hechos», para el alma hay experiencias imaginativamente vividas, para el alma «el hecho» no es más que la puesta afuera (exteriorización, actuación) de una imagen, su encarnación tri-dimensional.
«Hacer alma» sería justamente desprenderse del cuerpo y esto nunca se hace voluntariamente, porque la voluntad justamente es una afirmación de phrenes y de thymos; “Quiero!”; y thymos es justamente lo que no hay en el Hades. Por eso los muertos, según cuenta Homero se acercan rápidamente cuando huelen la sangre. Odiseo hace sacrificios de animales en el Reino de los Muertos y ante la sangre se acercan las sombras, porque las sombras no tienen sangre y no tienen vida. Como no tienen ni sangre, ni phrenes, ni cuerpo, por ello mismo no hablan, no son manifiestas ni siquiera en sonido, y para poder oírlas hay que dejarles que beban la sangre. Por eso Odiseo pone su espada por delante, para que ninguna alma beba la sangre hasta que no venga en primer lugar Tiresias, que es de quien espera consejo y guía. Vale la pena advertir Odiseo desciende al Hades a buscar sabiduría y guía, no desciende a ganar nada, ni a conquistar nada, ni a llevarse nada, ni a dominar nada, sino a buscar visión interior, lo que en inglés se dice “insight”.
Hamilton sigue así:
… este reino, al que frecuentemente se le otorga el mismo nombre de su soberano, según la Ilíada, se hallaba situado en lugares profundos y escondidos de la Tierra. Según la Odisea, el camino que a él conduce pasa por debajo de los confines de la tierra y atraviesa el río Océano. Los poetas más recientes lo comunican con la Tierra por numerosos accesos situados en cavernas, grietas y lagos profundos.
“poetas más recientes” se refiere a Virgilio que es otro que hace una gran narración de la muerte, que es lo que actualmente hace falta en nuestra cultura. La última gran narración de la muerte es la Divina Comedia y es de antes del Renacimiento; actualmente no tenemos narraciones de la muerte, pero en cambio vamos al cine y está todo lleno de violencia y de sangre, la muerte está «ahí afuera» como «hechos»; ya no tenemos una cultura de la muerte: lo que se ha muerto justamente para nosotros es la muerte, y como no tenemos una cultura de la muerte, la muerte se transforma en un hecho que acaece, una hecho a temer, a evitar, hecho externo. Virgilio en cambio incluye en sus Eneidas una gran narración de la muerte; la hace en el siglo I A.C. en Roma, en el ámbito romano: retoma la manera homérica de contar, a partir de donde acaba la Ilíada y hace una hermosa narración; y también su héroe que en este caso es Eneas, hace un descenso al submundo.
En griego el encuentro con los muertos tiene lugar en el reino de los muertos, es el único lugar donde encontrarlos. No estamos hablando de nigromancia que es una trivialización de la muerte para sacar provecho en la vida. Nigromancia es la invocación de muertos para extraerles secretos, poder. Pero esto no tiene nada que ver con hacer el descenso que es adonde se encuentran los muertos
En griego se llama la Nekya. «Nek» es muerte y de ahí viene la palabra «necrosis». La «nekya» es el descenso al reino de los muertos. Las escena de la Odisea de la nekya es impresionante, cuando Ulises desciende al reino de los muertos. La otra gran «nekya» está en la narración de Virgilio, cuando Eneas desciende al Hades en busca de la sabiduría de su padre muerto.
Tanto Eneas como Odiseo bajan para saber más, no bajan para conquistar, redimir, luchar. Habrá un héroe en Grecia que bajará para vencer, que bajará con la literalidad, bajará a pelear y a conquistar y ese es Hércules, «el hombre más fuerte de la Tierra», que poseía absoluta confianza en sí mismo basada en su extraordinario vigor. En su duodécimo trabajo Hércules sacó a Cerbero, el perro guardián del submundo, y lo llevó hasta Micenas.
Posteriormente Cristo aparecerá como un segundo Hércules que vendrá a liquidar el Hades y la muerte definitivamente, tarea muy superior aún a la del primer Hércules. Para Cristo, si estás con él no hay muerte ni submundo; es: o Cristo o Hades, pero no puede ser Cristo y Hades. Como Hércules, se trata de un triunfo sobre el Hades. Pero así y todo Hércules no mata a Hades, no lo puede matar ya que es inmortal, aunque consigue arrastrar a Cerbero, el perro guardián del infierno (es una de sus tareas) y traerlo a la superficie. Por supuesto Cerbero regresa luego. Hércules es así el único personaje mitológico que entra allí con conducta heroica y va absolutamente perdido: quiere pelearse con las sombras, porque no comprende que son sombras, las ve como phrenes y como thymos y por lo tanto no puede entender nada, no aprende nada en el reino de Hades, solo va para realizar una hazaña más y por ello no resulta transformado en su mirada de exterioridad, de literalidades, de «realidades tri-dimensionales». No es transformado como es transformado Odiseo o Eneas; ellos no ganan nada allí, sino que pierden convicciones y obtienen la sabiduría de la imaginación.
No es ésta la idea de la psicoterapia moderna, por no decir de la astrología moderna, que dicen: con Plutón renacerás, vas a ser mejor que antes. Entonces uno se imagina “bueno, sufriré pero luego saldré y ya no sufriré más, saldré más invulnerable, saldré fuerte, crecido, robusto e impermeable al dolor”. “Me descuartizarán pero luego me recompondrán como una cirugía estética, saldré más guapo”. Esta es más o menos la idea que habla tanto y bien de transformación como una defensa contra la profundidad. Las teologías del renacimiento encubren el miedo a morir y las doctrinas de la transformación encubren una defensa contra la profundidad. Las interpretaciones del lado oscuro en función del lado diurno encubren y son promovidas por una defensa.
Estas defensas se sostienen bajo nombres como salud, terapia, curación, crecimiento, mejora; y éstas son justamente las esperanzas que hay que abandonarse al entrar al Hades: ni curación, ni transformación, ni mejora, ni crecimiento sino desprendimiento. Y este desprendimiento, y el abandono de las previas convicciones, es ya una iniciación.
«Los poetas más recientes, sobre todo Virgilio, comunican al Hades con la tierra por medio de numerosos accesos situados en cavernas, grietas o lagos profundos» continúa Hamilton, como ven: todo rutas hacia abajo. Nunca son escaleras, ni montañas que hay ascender, nunca es huir hacia el cielo, nunca implican ascensos, nunca implica el esfuerzo y la lucha por llegar a unas metas, a una cumbre, al contrario: es depresión. No solo es depresión, pero el acceso es a través de depresiones: el Tártaro y el Erebo son dos ámbitos del submundo y dos ríos. Erebo quiere decir «cubierto», tapado. En la mitología homérica el origen del todo es el Caos que a su vez gesta a la Noche y al Erebo. De la Noche y del Erebo nacen Tánatos, Hypnos y Eros, o sea de la Noche y de lo cubierto, de la noche y de lo que no se ve, encubierto.
Según Virgilio el Tártaro y el Erebo son las dos regiones del submundo; el Tártaro la más profunda, lo que está en el fondo sin fondo del Hades, se decía que la misma distancia que hay de la Tierra al Sol o al Cielo, es la distancia que hay del Tártaro a la Tierra, así como vemos de lejano el Cielo, así de lejos pero para abajo está el Tártaro.
El Erebo es la zona intermedia por donde pasan todas las almas al morir y es la zona donde se van a encontrar con una serie de ríos que hay que atravesar para llegar a las zonas más profundas. En uno de esos ríos hay un barquero que se llama Caronte. Caronte cruza a las almas desde el lado más cercano de esta vida a la profundidad del otro mundo. Ahora bien, una vez que has cruzado ya no puedes salir y por eso el otro lado está custodiado por este can Cerbero, que según unos tiene tres cabezas, según otros cincuenta, a fin de controlar que nadie se escape: una vez que se entra ya no se sale.
Los astrólogos no tienen en cuenta esto cuando hablan de los tránsitos de Plutón como de una entrada de la que se saldrá, ¿a ver quién saldrá de ahí? ¿quién puede ser más listo que Cerbero? ¿quién se cree tan pillo que puede burlar a los dioses?
Dante, Dionisios, Eneas y Ulises salieron, pero porque contaron con el permiso y la ayuda de los dioses.
Ya vimos que Homero decía de de este reino:
Mundo indeterminado y sombrío ocupado por las sombras…
Comentario: O sea quien habita el Hades son sombras.
Ya veremos lo que ha pasado también con la noción de sombra en la psicología. Ya veremos cómo la negación del Hades lleva a la convicción de que la sombra es algo que el yo arroja, que la sombra es un producto «derivaado» del mundo diurno, y que la sombra sólo surge porque hay sol. Esto es lo que dice la psicología de la superficie. La sombra se explica por el sol y por la luz.. Pero según lo que nos cuenta Homero, las sombras no tienen nada que ver con el sol. Son las formas de existencia del Hades que está muy lejos del sol. La sombra es anterior a (más arcaica y, por ello, más original que) la luz, las sombras provienen de un reino donde no hay tiempo.
La psicología más moderna, habla de la sombra como algo que yo debo integrar porque es algo que yo arrojo. Esto lo pone en cuestión la mitología: la sombra va contigo pero no viene de ti, la sombra es el continuo recordatorio de que, aunque estés aquí, perteneces también al reino de los muertos.
Así que todas estas ideas » positivas» acerca de Plutón y de integrar la sombra, pueden llegar a cambiarse: quizás la sombra no está para que yo la integre sino para desintegrarme a mi. ¿Qué pasaría si la sombra me desintegrara, ya que es la conexión con el submundo, donde toda ilusión de unidad y de entereza se ve sacudida por la experiencia de un desmembramiento? ¡qué miedo! Sobretodo qué miedo para aquel cuyo ideal es la entereza, la integración, el control, la conquista, el éxito y el progreso; ese sin duda se deprimirá ante este desmembramiento. Para ese la muerte tiene que ser un hecho, un acontecimiento natural, físico, y no un estadio de la vida, porque si hay ese estadio de la vida entonces ha de reconocer que no se tiene el menor poder sobre el.
Ya los antiguos hablaban de dos psiques, de dos almas: el alma de la vida y el alma de la muerte. Un alma que está cuando estamos despiertos y esa alma tiene sed de vida, está pegada a la vida y un alma que es el alma de la sombra. Estar vivos para una es estar muertos para la otra, pero estar vivo para la otra alma es morir para la primera.
En términos modernos podríamos decir que en la psicología y el modo de vida occidental de hoy en día, esa alma de la vida se llama «ego». El ego es el alma de la vida diurna. Psique es, en cambio, el alma de la sombra, es el alma que no tiene ni phrenes ni thymos, no es frenética ni audaz, ni siquiera esencialmente activa. Al contrario: frenetismo, actividad, son las características definitorias de ese lado diurno que llama «vida», a lo cual, desde el lado nocturno, se le podría llamar «manía». Manía: locura de acción, la manía no es sino la defensa contra la depresión. Esto nos lo encontramos todos cuando nos hallamos sin nada qué hacer, e inmediatamente se despierta el impulso frenético de ver gente, ver películas, hacer algo; creemos que es una decisión saludable, sin advertir que esa decisión no la tomamos nosotros sino que nos vemos compelidos porque hay una defensa que nos empuja. No es algo que queremos hacer, sino que tenemos que hacer para no encontrarnos con el reino de las sombras.
Quizá la depresión sea la respuesta a la manía, quizá hay depresión porque hay manía, quizá no existiría la depresión sino estuviéramos instalados en la manía. Desde Hades no podemos hablar de depresión, sólo podemos hablar de depresión cuando estamos en la superficie, ya que es ésta la que desaparece, se hunde, se desvanece. Pero desde la hondura, el que desaparece de la superficie en realidad vuelve, regresa, retorna (epistrophé, que es conversión) y recuerda. La memoria también es una figura del mundo de la noche. El sueño y la muerte y la memoria son hijos de la noche, y ¿qué quiere decir esto? Pues que no están al servicio del día. Por lo tanto es banal, un artificio heroico, el pretender «aprovechar» la memoria, los sueños y las depresiones para buscar riquezas del día, porque es traicionar a su vocación nocturna, su carácter de iniciaciones rituales, de retornos y conversiones hacia la dimensión de Hades, el reino del alma.
Es comprensible, porque desde donde está Freud, que es un gran viajero psíquico, el único nombre que él le puede dar al reino de Hades es “lo inconsciente” y es un nombre que sólo se puede dar si uno no está en lado de la noche: es llamarlo lo «no-consciente», es como llamar a la noche: «no-día», es un término tan general que mete todo en el mismo saco, siempre tomando como referencia al día, a la conciencia. Es como si a África la llamáramos no-Europa. Es como si en realidad dijéramos que solo existe Europa y no-Europa y en no-Europa no podemos distinguir si se trata de África, Asia, América u Oceanía. Solo es no-Europa y allí va a parar todo. Lo in-consciente: lo no-consciente. Esta es una tesis, una posición, de la consciencia misma.
Cuando Hades se transforma en un reino tan poco especificado, tan poco reconocido en su diversidad, olvidamos así que existe allí la multiplicidad. No es una sola cosa, como ahora llamamos inconsciente a todo eso y ya no podemos distinguir una obsesión de una vocación, no podemos distinguir un movimiento de deseo de una imagen del alma, ya que a todo lo llamamos lo inconsciente. No podemos distinguir una ensoñación del estado de coma; por lo inconsciente se entiende el coma, el sueño, la muerte, el impulso, etc., como si fueran todos la misma cosa. Por eso es tan importante recuperar la variada geografía de Hades, para poder restituir riqueza a las experiencias del alma, no en una unidad borrosa de patología, sino en el ámbito preciso donde su expresión encuentra su sitio propio, su «topos» (localización). No tengo un «topos» para la angustia y por lo tanto la considero algo que no debe ser, y la vivo como algo (un problema) «mío»: “mi angustia”: no reconozco así en la angustia una diosa poderosa con un llamado especial, con su propio topos y con su propio «qué», y por lo tanto la vivo como un producto mío. “Es mío” y esto es lo característico de Hércules, es lo propio del reino de la luz, en tanto que desconectado del reino de la sombra.
Virgilio habla de que se desciende por un sendero que conduce hasta donde está el río Aqueronte o Aquerón que se traduce como “el río de los gemidos”. La entrada al Hades está custodiada por un río de gemidos, y está allí también el río Cócito; llamado “el flujo interminable de los lamentos”. Aflicción y lamentos constituyen la frontera del Hades.
Caronte recibe en su barca a las almas de los muertos, las transporta a la otra orilla adonde se abre la puerta que conduce al Tártaro, o sea la zona más profunda. El guardián de la puerta del infierno es Cerbero, el perro de tres cabezas que en la descripción de Hesíodo tiene cincuenta, porque mira hacia todos los lados a la vez: es un tipo de mirada de la que estamos olvidados en el reino diurno del Sol. En el reino del Sol la mirada es unidireccional, requiere concentración en un punto, en tanto que los dioses del submundo miran en varias direcciones a la vez: no es la suya la mirada enfocada en un punto, sino la mirada desenfocada porque gira hacia todos los lados a la vez, y esto también tiene que ver con Plutón. Tiene que ver con una mirada que no trata de mirar la cosa, sino el entorno de la cosa, no la cosa misma. Es una mirada que se parece más a un olfateo y es curioso que Heráclito diga: “Las almas olfatean al entrar al Hades”, como si perdieran la vista y el oído. No se mira, no se oye, tan solo hay olfateo. La apreciación es mucho menos intelectual que el mirar «el aspecto», «la forma», «el ides», y consiste en aprehender el olor de las cosas. Ya veremos que cuando le damos espacio a Hades éste nos hace desenfocar en lo que estamos enfocados a fin de percibir no tanto lo que hay, sino la sombra de lo que hay. La sombra fugitiva de este pensamiento; en la conducta, se oculta una sombra que no se puede ver directamente, lo escondido en lo manifiesto y por lo tanto no se agudiza la mirada hacia lo que hay, sino que se desenfoca para ver lo escondido en lo que hay. Plutón en mí oye lo que no se dice cuando se dice: lo no-dicho en el decir, lo ausente en la presencia, así como con la presencia de lo ausente.. La atención no es a lo que se dice sino al contexto en el que se lo dice, al lugar, el «topos». En este sentido no se trata de una mirada apolínea, conceptual y definida, sino que aprehende lo visible desde lo invisible, sin atender primariamente a lo visible. Mira el «desde dónde» y «a través», más que «el qué».
Este será uno de los rasgos que astrológicamente se pueden atribuir luego al planeta Plutón también.
Aparte del Aqueronte y del Cócito, hay tres ríos más que separan el submundo de la superficie de la tierra: El Flegetonte que traducido es “ardiente, ardor”, es un río en el cual las almas se secan. Se secan de la excesiva humedad, las almas se limpian de tanto thymos y de tanto phrenes, para dejar solo psique. Es curioso porque esto también lo dice Heráclito: “es para las almas muerte el agua”. Por eso el alma al entrar al Hades se seca. Lo podemos decir así: se libera de sentimentalismo.
El alma no es sentimental, lo que llamamos sentimientos es una expresión de phrenes y de thymos, de furia por vivir, de furia por abrazar, por participar, por comulgar en la actividad. La entrada a Hades no es sentimental. Puede haber aflicción, pero no hay sentimiento, vinculación. En cierto sentido el mundo de la noche es temible para el mundo del día porque es desvinculante. Cuidado, desvinculante tal y como entiende «vincular» el mundo del día; los vínculos diurnos (exteriores, hacia «afuera») se desvanecen, pero esto no quiere decir que sea absolutamente desvinculante.
Heráclito dice: La armonía oculta, o las conexiones ocultas son superiores a las conexiones manifiestas. La pérdida de la conexión manifiesta hace patente la armonía oculta y la armonía oculta es más profunda y más esencial que la armonía manifiesta.
O sea que tal vez detrás de toda esa vinculación del mundo diurno; nos juntamos, bebemos, charlamos, participamos, procreamos, nos asociamos, nos relacionamos, nos sentimos, producimos más y más y más… hay un alejamiento de la oculta armonía. «Cryptos» en griego es oculto. Por eso Hades es la percepción de lo oculto, habla con un lenguaje que para la luz del día resulta críptico. A Heráclito lo llamaban «el oscuro» porque no se entendía, lo que decía era críptico. Él hablaba de la armonía oculta de las cosas y llego a decir: “a la naturaleza le gusta ocultarse”. Muchos lo traducen como “la naturaleza ama ocultarse”. Esto querría decir que lo esencial pertenece a la profundidad, lo esencial está escondido. Una forma más de decirlo es que «lo esencial es invisible a los ojos» como en El Principito de Saint-Exupery, pero lo invisible a los ojos pertenece al reino de las sombras.
Por eso Heráclito es oscuro, porque pertenece a otro reino y por eso dice que cuando estamos despiertos estamos muertos y cuando dormimos despertamos. Pero ¿a qué despertamos? No al mundo de actividad frenética, cuando dormimos despertamos al reino de la muerte: dormir y morir, Hypnos y Tánatos, los dos hermanos hijos de la Noche.
Hypnos el sueño, Tánatos la muerte. Por lo tanto, quizás los sueños hablen de la muerte, del reino de Hades y la profundidad, y no de la vida «natural», de la physis, de lo «físicamente real». Quizás lo sueños son ya el mundo de la muerte, lo que pasa es que nos acercamos al mundo de los sueños con intereses del mundo de la vida. Freud decía que las figuras del sueño provienen de los objetos del día y ahí se manifiesta el miedo a Hades; todo lo que aparece en mis sueños son transposiciones de circunstancias externas, de modo que finalmente Hades viene a ser un derivado de la superficie. Hillman lo advierte cuando escribe:
«Cuando Freud dice “Donde estuvo el Ello (lo Inconsciente), deberá haber Yo (consciencia)” – es también una afirmación extraordinariamente codiciosa. Quiere sacar hasta la última piedra de la cantera. ¿Pero, y qué hay de la cantera?»
Naturalmente, la cantera es Hades.
Esto en Jung va a cambiar, él dice: no, todas las personas que aparecen en mi sueño no son las personas del mundo diurno, sino que son personificaciones de quienes habitan en psique. Pero lamentablemente, suele entenderse que quienes habitan en psique son formas del yo o expresiones del ego, lo que no coincide para nada con la apreciación de Jung.
Así que en el comienzo la psicología profunda, con Freud, toma en cuenta a Hades pero no llega del todo a reconocer su topos, porque transforma lo que hay en Hades en imágenes-copias de lo que «realmente existe» que está fuera del Hades, o en formas alegóricas del ego o de sus cualidades: lo físico, lo natural. Con esto a las criaturas de la noche todavía las consideramos propiedades de Hércules, que es el héroe solar por excelencia, y por eso nos acercamos a las criaturas de la noche buscando hercúleas interpretaciones que, en cierto sentido, las traicionan. Al sueño y sus habitantes «lo tengo que transformar en algo que yo comprenda», que me «sirva» de guía, referencia, orientación. Pero ¿qué pasaría si el sueño en lugar de enseñarme de la vida me enseña de la muerte? Y ¿qué pasaría si las figuras de los sueños no son ni personas allá afuera ni personas que me pertenecen, sino que fueran como dioses? Los dioses que habitan en lo invisible. ¿Qué pasaría si el señor que trae la bombona de butano en el sueño no es ni el butanero ni un complejo personal, no es mío? No es mío porque ni estoy con él en relación afuera, ni es una zona de «mi» psique, sino que es una presentación de un habitante del reino de los sueños. De modo que la pregunta es: ¿qué quiere de mí el personaje que en el sueño trae la bombona? Pero esta no es la pregunta que se hace, la pregunta que se hace es: ¿qué me aporta y qué provecho puedo sacar de este sueño? ¿Qué aspecto de mí mismo a ser integrado refleja? Pero ¿puedo integrar a un dios?
Esta es la aspiración hercúlea: integrar a los dioses. Esto nos abre la puerta, más allá de negar estas interpretaciones, a sugerir que hay otra posibilidad: acercarse al sueño no para mejorar sino para ser iniciados.
En la misma época de Heráclito, más o menos, en la Grecia en la que se respetaba a la mitología (formaba una religión pero no una religión especialmente sentida porque ya se había pasado esa época homérica, con los Olímpicos) habían religiones «subterráneas», lo que se conocen como religiones de los misterios. Hubo un grupo de enorme importancia cultural que se llamaron los Órficos de los que sabemos muy poquito, precisamente porque era una religión secreta. Sabemos que ese culto incorporaba la experiencia de muerte como iniciación y acceso fundamental. El órfico tenía que vivir en la vida la experiencia de la muerte, no era alguien que esperaba a morirse «más adelante», no: moría ahora y esta experiencia de muerte era un descenso. Su imagen primordial era Orfeo.
Orfeo fue uno de los pocos que entro y salió del Hades, y lo hizo movido por el amor, entró a buscar a Eurídice, su amada muerta: entró a buscar a su amor. De la misma manera Dionisios va a entrar al Hades a buscar a su madre: entran por amor. Orfeo, a punto de rescatar a Eurídice la pierde. La pierde porque mira, se da vuelta y quiere verla, cuando la condición para recuperar a Eurídice era no darse la vuelta y mirarla. Pero el impulso de mirar, de usar la vista en el reino de la sombra, hace que Eurídice se desvanezca para siempre en el Hades.
Dionisios consigue liberar a su madre y llevarla al Olimpo. Fíjense que hasta ahora hemos mencionado figuras míticas que han descendido al Hades o por amor o por sabiduría, salvo Hércules que desciende para realizar una hazaña heroica.
Hércules es el personificador de la actitud contemporánea ante la psicología, es afín a la «new-age» y de esto está lleno la astrología, la psicología y el supermercado espiritual. Hércules es el que te dice: yo te ayudaré a crecer y salir cambiado de la depresión, yo te daré ventajas a partir tus sufrimientos, yo te daré métodos para vencer el dolor, te daré fórmulas por las que serás mejor. Hércules vive así en el mito del progreso, la mejora, la «solución»; si me acerco al submundo es para progresar, para crecer, y me acerco heroicamente: vamos a pelear el dolor, vamos a pelear la enfermedad. Si hay ésto hay que ponerse en guerra y habrá o éxito o fracaso y de hecho las dos cosas a la vez, porque cuando se vive para un éxito se está amenazado permanentemente, ya mismo, por el fracaso. El lado invisible del éxito, que le acompaña, es el fracaso. Los que piensan en éxito ya están poseídos por la imagen del fracaso, es más, su avanzada hacia el éxito es su huida, su defensa maníaca contra el temido (y por ello ya anímicamente presente)fracaso.
Por eso dije que donde hay una teología del renacimiento hay una defensa contra la muerte y donde hay una doctrina de la mejoría hay el pánico a empeorar. Esto me recuerda a aquél maestro hasídico que decía que la manera más segura de empeorar a los hombres es hablarles de mejorar
En el Hades está el río de fuego, y hay también otro muy importante que se llama Estigia; río o laguna que, si les gusta la mitología, les resultará familiar, porque los dioses hacen siempre sus juramentos por la Estigia. La Estigia garantiza la estabilidad del orden de los dioses. Así como dirían hoy: juro con la mano sobre la Biblia, o te juro por Dios, o te juro por mi madre, los dioses juran por la Estigia. Fíjense que es un río poderoso y que es un río del infierno.
Estigia quiere decir «odio», el odio tiene un lugar (topos) cósmico en el orden del submundo y actualmente no solemos estar preparados para colocar, es decir, ubicar el odio en el espacio psíquico; pero fíjense que nuestras películas están llenas de odio, nuestra vida está llena de odio, los noticieros están llenos de odio, la sociedad está llena de odio y sin embargo todavía combatimos el odio, todavía no lo colocamos en el altar que le corresponde, porque no tenemos altar ni sitio (topos) para el odio. Pero la mitología griega ofrece un sitio imaginal, un espacio de imaginación donde el odio encuentra su lugar. Esto es tanto como decir que el odio pertenece al reino de Hades.
La Estigia, el odio, es un río o laguna de los juramentos de los dioses; y hay otro río en el Infierno o Hades: Leté o Leteo, es el río del olvido, el río que una vez que bebes de él olvidas, es el río que hace olvidar lo aprendido. En los mitos griegos, una vez que se desciende al Hades y se adquiere la sabiduría, antes de volver a la vida, se bebe de Leté, pero cuando se regresa al Hades también se bebe del Leté y se olvidan los episodios de la vida diurna y, a cambio, se redescubren (recuerdan) los episodios de esa vida nocturna que acompañaba todo el tiempo a la vida diurna sin ser atendida.
Es curioso advertir que la palabra griega para «verdad», que es «aletheia», significa literalmente «recuerdo»: «a» es privación, carencia, negación, «sin», y «letheia» es el olvido. La verdad consiste en «des-olvidar»: recordar lo original, lo esencial, lo profundo, lo que se ha olvidado en los trajines de la superficie y la literalidad, en el comercio con el mundo diurno de conceptos definidos, de hechos exactos, de metas objetivas, de progreso, de conquista, de relaciones personales, de crecimiento y de lucha contra la patología.
Recordar lo esencial (lo profundo) es olvidar lo anecdótico. Saber sólo de lo anecdótico, de lo exterior, es olvido de lo imaginal.
¿Qué va a pasar cuando nosotros veamos nuestra vida de todos los días contada desde la oscuridad que la acompañaba? ¿qué pasará cuando yo comprenda que no es lo que hago lo que genera sombra, sino que más bien es la sombra la que me hace hacer lo que hago? Este es un supuesto profundamente subversivo y muy doloroso para la conciencia heroica. Por esto la conciencia heroica está llena de odio, odio del reconocimiento de que toda su conquista va acompañada de sombra: no entiende de dónde viene esta sombra y por lo tanto la conciencia heroica siempre la vive con culpa; es culpable porque es heroica. Al atribuirse el peso de lo que hay, como Hércules, se atribuye la responsabilidad por la sombra y naturalmente no puede evitarla, porque mientras más hace, más la acompaña la sombra. Como no sabe de qué habla la sombra, solo pelea con la sombra, pelea con lo que no le pertenece, sin darse cuanta de que su pelea no se origina en su voluntad sino en su animosa relación con la sombra; es la sombra que pelea contigo cuando te peleas con ella. Hércules en el Hades intenta «matar» las sombras…
Hay otro río que se llama Aornis que quiere decir sin pájaro («a» es sin; «ornis» pájaro); los pájaros no se acercaban a él por los gases tóxicos que exhalaba; pero según Robert Graves es una mala traducción de «Avernus».
En alguna parte de esta vasta región se eleva el palacio de Plutón alrededor del cual se extienden vastos espacios helados. Helados, gélidos, fríos El infierno de los griegos es frío, no es de fuego ardiente. El único fuego que hay allí es del río Flegetonte que cuida la entrada, donde las almas se secan, pero el infierno es frío; lo más parecido es hielo, detención, quietud, y no pasión ni excitación. Ya veremos de dónde viene el infierno de los cristianos. El infierno de los cristianos ya tiene que ver con tormentos, culpas, castigos, y también con pasiones, deseos, apetitos. Ese fuego, que proviene de la filosofía de los estoicos, es entendido como el fuego pasional. Pero al infierno de los griegos se entra sin pasión: es desapasionado, es frío y está quieto. Lo curioso es que en el reino de Plutón no hay cambios, no hay ni tiempo ni cambios, todo es lo que es y tal como es, no hay allí ninguna esperanza de progreso ni de transformación. Está fijado, es esencial como decía Heráclito, y lo esencial no cambia.
¿Cómo voy a mejorar lo esencial, como voy a transformar lo esencial? Lo esencial, por esencial, está escondido y es eterno. Por lo tanto cuando se entra ahí hay que abandonar toda esperanza de mejoría y de cambio, porque ahí ya no se orienta uno ni en términos de mejorías ni de cambios; se ve cómo es lo que es, inalterable, y se ve cada instante de aquí, del mundo diurno, no como conduciendo a otro momento en la superficie, sino poniendo acabadamente de manifiesto lo que ya es y no va a ser, ni tiene que ser, otra cosa. Es como es, cada instante es como es y ésto a la mirada diurna le horroriza. Para la mirada diurna cada instante conduce a un próximo instante y en ese instante futuro todo puede cambiar; claro que cuando uno pregunta con honestidad ¿pero adónde va todo? ¿a dónde va mi individuación? ¿a dónde va la vida?, solo se perfila una respuesta. Esa es la pregunta que no queremos enfrentar: todo va a la muerte, pero no a la muerte como un fin «natural» más adelante, no, la muerte es la meta ya presente, ya está muriendo en ti, ya está lo que es en ti, y lo que es en ti viene de Hades. Se origina, procede de las profundidades a las que retorna.
Más tarde esto nos va a llevar a una idea que es muy interesante: el mundo de Hades que es frío, que no es caliente, ni húmedo (ni fuego, ni agua ni aire), es frío y seco (será tierra?), está detenido, es estático, es intemporal, es visto como el contrario de este mundo, como el polo opuesto a día: noche, a luz: oscuridad. No se trata de que cuando hay uno no hay el otro, sino que a la vez están convocados los dos, que los dos son uno solo, que hay dos miradas sobre lo mismo.
Esto explica por qué Hades es hermano de Zeus y comparte atributos con Zeus. Hades tiene pocos atributos, y uno de ellos es el casco de la invisibilidad, que cuando se lo pone deviene invisible. Este casco tiene muchas semejanzas con el casco de Hermes. Hermes también tiene un casco, son los dos dioses con cascos. ¡Algunos dicen incluso que el casco de Plutón es de Hermes! Tienen la cabeza tapada y por lo tanto no se puede saber que están tramando, en qué están pensando, no se ve lo que llevan en la cabeza, ellos lo pueden ver todo pero no se los ve a ellos. Por eso es una locura confiar en Hermes, porque Hermes tampoco muestra lo que piensa, no revela sus ideas, es «hermético» completamente, es un «ermitaño» que muestra lo que muestra pero oculta lo que oculta, un poco como Plutón: no es que no esté, pero está invisible, está ya, pero no en lo visible, ya está en este momento, y no sólo al final natural, externo, fáctico, de la vida, como un hecho por-venir.
Entre los egipcios hay también toda una topografía del submundo. Para la muerte utilizan tres glifos distintos y uno quiere decir «tierra», otro quiere decir «la puerta» y otro es el reino de Anubis el dios chacal, ya hay toda una cosmología del submundo que para nosotros es todo «lo inconsciente», una sola cosa donde se mete todo.
Más tarde históricamente el Hades se va aligerando, se llega a hablar del Hades como un sitio de polvo e incluso se lo pinta como un ser con alas oscuras. Los sueños que vienen de Hypnos y de Tánatos, vienen de abajo con sus alas oscuras a llevarnos al reino de la muerte. Que tengan alas indica que vuelan, pero vuelan desde abajo no desde arriba. Volar, volátil. Esta progresiva volatilización de Hades hace que en la época alejandrina se hable de Hades como la mitad de abajo, el hemisferio invisible, tapado por el horizonte de la tierra. Ya deja de ser un lugar subterráneo para transformarse en un espacio celeste que no podemos ver porque la tierra lo tapa, es el Perigeo: la mitad que la tierra tapa del horizonte celeste. De ahí la convicción de que en esa mitad que nunca vemos todo es al revés de como vemos. Así surge la imaginación de que los «antípodas» tienen los pies al revés, ellos caminan con la cabeza mientras que nosotros caminamos con los pies. A cada cosa de aquí le correspondería su antípoda, o sea que yo estoy viviendo aquí, sin saberlo, vinculado a un antípoda en el mundo del revés que hace todo lo que yo hago pero al revés. Mis actos por lo tanto no solo son míos, son actos de la antípoda, pero el antípoda está invertido y si a mí me interesa la luz, a mi antípoda le interesa la oscuridad.
Esta idea de que el reino de los muertos es este mismo en el que habitamos cotidianamente pero invertido, remite a la misma idea que mencionamos antes: el reino de las sombras es éste, pero invertido porque se ha renunciado a la carne, a la tridimensionalidad, al apetito de vida, a la luz, a la espacialidad, a lo «extenso». El alma es todo tú, sin la vestimenta de carne y la memoria personal, y por lo tanto va al revés que tú, que te aferras a la luz, a la actividad, a la productividad. Psique como hija de Hades se aferra al submundo, se aferra a la muerte, y si «crece» es sólo hacia abajo, como las raíces subterráneas de los árboles, no crece hacia arriba. Es la antípoda del reino luminoso del ego y de sus «realidades» definidas, fácticas, mensurables, literales, naturales, físicas y no psíquicas.
Esto se puede aplicar a la idea de sombra. Voy a leer algo de Platón. Porque a Hades se lo ve de muchas maneras, es el rey de los muertos y es implacable, es frío, es objetivo, pero no se mete con la vida, incluso Platón llega a decir que el alma ama a Hades, y por esto no sale del Hades, porque hay en el alma el deseo de Hades, o dicho de otra manera: hay en psique una vocación de Hades. El alma no tiene vocación solar y de actividad, el alma tiene siempre un llamado (de allí «vocación») a la profundidad, que es lo que posibilita «hacer alma». Mientras más profundiza más crece como alma hacia abajo, no va hacia arriba.
Es curioso que Platón dice: por eso Hades es Plutón (el rico), porque su riqueza es riqueza en profundidad y no riqueza en superficie. El alma se hace rica en profundidad y no sale de Hades porque está vinculada a Hades por ese amor al submundo. Hades no necesita castigar para que no se vaya ya que vincula a las almas con el lazo más poderoso, que es el deseo de virtud, que es profundidad y tal como escribe Platón en el Cratilo, «el no desear convivir con los hombres mientras tienen cuerpo; el convivir cuando el alma se halla purificada de todos los males y apetitos del cuerpo». El cuerpo es la literalidad. El alma purificada de phrenes y de thymos ama a Hades. Platón escribe: «nadie de los de allí desea regresar acá por esta razón, ni siquiera las Sirenas, sino que tanto éstas como todos los demás están fascinados. ¡Tan hermosos son, según parece, los relatos que sabe contar Hades!… este dios es un cumplido sofista y es un gran bienhechor de quienes con él están. ¡El, que tantos bienes envía a los de aquí; tan numerosos son los que le sobran allí! Conque, en razón de esto, recibió el nombre de Plutón»
Freud como hablaba del inconsciente como una sola cosa, al impulso de muerte (del que habla en un libro que se llama “Más allá del principio de placer”) le atribuye todos los rasgos destructivos, sádicos, psicopáticos de la personalidad. Pero recuerden que Freud está interpretando al Hades desde la luz; para la luz, la presencia de Hades es destructiva, aunque habría que ver si eso que destruye la vida diurna no construye a la vez la profundidad, es decir, habría que ver si Tánatos no es acaso la vocación de profundidad del alma, la vocación de no quedarse adherida e identificada con la superficie, atrapada en sus apegos y enredos materiales.
Es Heráclito el que dice que cada vez que se cede al thymos se pierde alma; es un mal trueque, cambiamos alma por actividad y mientras más actividad, menos alma. La vocación tanática, la vocación del alma de sueño y de muerte, consiste en resistirse a transformarse en actividad frenética, en permanecer fiel a la profundidad. Tenemos que acercarnos a Tánatos de otra manera entonces: Tánatos puede ser destructor de la vida natural pero a su vez es constructor de la profundidad, porque no es posible profundidad sin el desmembramiento, que implica la perdida de la ilusión de la unidad. Mientras yo crea ser uno y solo uno, todo ésto que me asalta lo viviré como una amenaza a combatir, porque no soy yo. Pero si descubro que no soy yo solo, que hay muchos más que yo, podemos dejar de combatir y empezar a dar culto, lo que Hillman llama recuperar el politeísmo del alma.
No estamos hablando de dioses como cosas, estamos hablando de que el alma solo se comprende cotejando multiplicidad; diversas y diferenciadas miradas y enfoques igualmente válidos. La mirada de Tánatos es otra muy diversa de la del ego, y tiene su altar.
Dice Heráclito: “Las almas olfatean al bajar al Hades” y también “Difícil es luchar contra el deseo pues lo que se adquiere con el deseo (thymos) se adquiere a expensas del alma (psique)” O sea que mientras más gana en mí thymos, lo que gana lo obtiene a costa del alma y mientras más triunfo y más vivo y más crezco y más mejoro más pierde el alma, hay menos profundidad, hay más planicie, hay más llanuras, hay más chatura.
Lo que da la mirada del thymos, del día, lo da a costa del mundo de la noche.
Esta frase luego va a cambiar en los cristianos y los cristianos también van a hacer un intercambio, no van a cambiar al alma por thymos pero van a cambiar al alma por «pneuma» y por hacer espíritu van a perder el alma; y por esto se muestran tan rábidos y por eso sus imaginaciones están tan llenas de tormentos: es el precio de que no haya alma, un precio que la Estigia no deja indemne y por ello habrá cruzadas tan fuertes contra el infierno, con imágenes tan llenas de odio; Hades es culebras, es serpientes, Cristo baja a vencer al Hades, sin advertir el furor heroico que le compele contra el submundo, es decir contra el ámbito del alma, a fin de hacer el bien, a fin de hacer moral; y donde hay moral, la moral se hace a precio de alma.
O sea que: o los hechos o los preceptos; son dos maneras de perder alma, de perder imaginación, de perder profundidad y esto vale la pena pensárselo.
Pneuma quiere decir «aire» (de ahí «neumático», «neumonía»). Pneuma puede y suele traducirse por «espíritu» (la vinculación con «espíritu» como aire la vemos en expresiones como «re-spir-ar», «a-spir-ar», «in-spir-ación»). En el Nuevo Testamento solo se usa tres veces la palabra «psique» y muchísimas veces la palabra «pneuma». El cristiano, con San Pablo por delante, hace un trato, lo que San Pablo llama la conversión; la transformación paulina no es un cambio de lugar, sino es un cambio como cuando decimos “yo te doy y tu me das a cambio”, es como un trato, es como un contrato; la conversión que pide San Pablo es comprar pneuma y dar psique a cambio, un trueque de psique por pneuma, y por lo tanto nos volvemos pneumáticos y entonces ya no morimos, ya no descendemos. Naturalmente la compra de pneuma se hace a costa de identificar a Hades con Satanás y el lugar de la oscuridad se transforma en el reino del mal: o Cristo o el mal, o el espíritu o el infierno como zona de eterno castigo.
Hades es una zona de profundidad siempre presente para todos, se entra por el dolor, claro que hay un dolor cuando se pierde la corporeidad, hay el dolor de la pérdida de la ilusión de la superficie, es lo que se da a cambio de la profundidad.
La pregunta que uno hace ante el Hades, a diferencia de la pregunta que uno hace ante el phrenes y el thymos, es: ¿qué significa este sueño, este hecho, esta situación, o lo que sea. para mi muerte? Cuando preguntamos que sentido tiene esto para mi muerte esto remite ya a lo esencial. No preguntamos por el sentido que tiene para «el día que me muera», sino para mi muerte YA; la muerte da la referencia desnuda de lo que las cosas son. La muerte no es algo que va a pasar, la muerte está creciendo en cada acto de mi vida, estamos haciendo muerte porque estamos haciendo alma. Naturalmente que desde el mundo de la superficie, de los «hechos», no miro al alma, miro al ego, sin advertir de que nada de lo que hago en este mundo deja de ser hecho también en el otro: los dos están a la vez. Y cuando hago algo en la luz también se hace algo en la oscuridad. Mientras yo hago aquí, lo que hago también se hace allí pero no veo lo que se hace allí. Finalmente lo que hago aquí no es lo que origina lo que se hace allí, sino más bien lo que hago aquí está originado por el hacer allí.
Hillman escribe respecto a la sombra:
«El submundo es converso al mundo diurno de modo que su comportamiento será inverso y perverso» ( pervertido de los fines naturales). «Sería bueno distinguir porque se mezclan en esta confusión submundo con subterráneo y son dos cosas distintas. Subterráneo todavía hace referencia a la tierra y submundo no tiene nada de tierra, al submundo se accede abandonando lo terrenal».
La idea de sub-terráneo se conecta con diosas griegas y por esto los analistas han confundido y han hecho del submundo algo femenino, puesto que confunden el submundo con lo subterráneo, referido así a lo «terráqueo», y a las diosas de la tierra. La psicología está tan invadida por el complejo materno que no puede ver otra cosa: incluso al inconsciente lo ve como maternal, y no puede distinguir otras dimensiones que no tienen nada que ver con lo materno.
La tierra es Deméter, (para los griegos que son politeístas y por esto pueden distinguir), la tierra tiene un nivel superficial que es el nivel de Deméter, donde la tierra da granos y frutos para la vida. Deméter es «de-méter», «die Muter», «the mother», la «Mater», «la matriz». Luego hay un nivel más oscuro, negro, que es Gea. A Gea no le interesan los frutos terrestres, los de Deméter; Gea es la madre de Themis, de la justicia. En Gea la tierra aparece como cuando uno dice “mi lugar en el mundo”, como el conjunto de leyes que hacen arraigar a la sociedad. Pero hay una tercera divinidad que se llama Chtoné, de donde viene lo chtónico que se ha traducido como «lo subterráneo» cuando en realidad lo subterráneo es Gea y es Deméter.
Chtoné es la parte del submundo de la tierra. Quiero decir que hay una tierra que no es una tierra tangible y que pertenece al ámbito de Hades, por eso Chtoné no es la diosa madre de frutos (Deméter) ni de justicia (Themis); su ámbito es una tierra de la muerte, es una tierra imaginal y no una tierra fructífera en leyes o en riquezas.
El confundir el mundo subterráneo de Gea, con el mundo de Hades ha hecho que se vea el mundo de Hades como un mundo maternal, al que el héroe tiene que ir a fin de conquistarlo. Pero Hades no es un mundo maternal, el mundo de Hades es androginal, es un mundo donde hay dioses y diosas, no es un mundo del imperio femenino donde el masculino lo vive como un desafío que lo puede castrar, sino que es un mundo de renuncia de la sexualidad, en todo caso de la sexualidad natural y generativa. La sexualidad en Hades es perversa y polimorfa -como decía Freud de la sexualidad infantil- y que no apunta a la reproducción de bienes terrenales, la sexualidad para Hades no es sexualidad sino que es ante todo imaginación.
Hades representa así no sólo el fin de la literalidad, sino el fin de todo naturalismo: ante «lo natural» aparece como «lo perverso» (lo que no responde a fines naturales). La sexualidad, vista «naturalmente», aparece como una función «de vida», «de reproducción»; y por ello toda conducta y deseo sexual que no conducen a la procreación con considerados «perversos» (y, en las religiones monoteístas, «pecado»). La perversión es la liberación del enfoque naturalista, y devuelve al alma y a la imaginación su imperio sobre el deseo.
Es por ello que las perversiones se atribuyen a Tánatos: sadismo, masoquismo. Son perversiones vistas desde Deméter, la diosa que quiere frutos para la tierra, pero son manifestaciones de un ámbito que no quiere frutos terrestres sino profundidad de experiencia y de imaginación, fantasía y erotismo. Por lo tanto hay un sitio para el sadismo que es llamado tal porque se juzga la conducta (el «hecho», la «actuación»), pero no se advierte la imagen poderosa que habita y conmina a esa conducta. Se manifiesta sólo como conducta sádica en el mundo diurno porque no se ve la imagen invisible que habita esas conductas y que es la presencia y la llamada del mundo nocturno. No podemos acercarnos con moralidad al Hades porque es el mundo del revés: todo lo que para nosotros es moral pierde sentido allí y por eso se puede presentar como inmoral; y por eso se lo ha proscrito cuando empiezan las conductas morales. En verdad, Hades es así el reino no sólo invertido, sino y ante todo pervertido y «subvertido».
Sigue el texto sobre la sombra:
«El submundo es de una comunidad innumerable de figuras. La infinita variedad de figuras refleja lo ilimitado del alma y los sueños devuelven a la conciencia este sentido de multiplicidad. La perspectiva politeísta arraiga en las profundidades tónicas, oscuras, no terrenales del alma. Una psicoterapia que refleje las profundidades no puede intentar lograr una individualidad indivisa o estimular una identidad personal como algo unificado… psicoterapéutico será en los efectos desintegradores del sueño que también confronta con nuestra desintegración moral, nuestra psicopática falta de un aferre central a nosotros mismos. Los sueños nos muestran como plurales y que cada una de las formas que figuran son el pleno hombre mismo. Plenos potenciales de conducta, solo al romperse en las múltiples figuras extendemos la conciencia para que abrace y contenga sus potenciales psicopáticos».
Es decir, respecto a aquello que la conciencia unificada vive como una amenaza que tiene que evitarse, una conciencia afín-a, simpatética con la multiplicidad por su parte deviene elástica para poder dar cabida, dejar sitio: reconocer el sitio de las imágenes. Dar cabida significa reconocer primero que yo no soy uno, ni que sólo soy yo y esto es rompedor para las conductas éticas, pues entonces ya no viviré las «distracciones», lo que llamo «mis» flujos, «mis» errores, «mi» sombra, como «lo malo» en tanto yo debo ir en camino recto, sino que justamente podré reconocer que son expresiones de los otros, que en esas «distracciones» están conmigo, y son también y más que nada psique. Por lo tanto desaparece la conducta heroica que va a ir a pelear contra esto. No puedo entrar aquí sino abandonando esta esperanza, no como un luchador, un guerrero, un héroe, sino que por primera vez voy a escuchar, voy a olfatear.
Pregunta: ¿Cada una de estas fuerzas podría ser como un arquetipo del tarot por ejemplo, como los arcanos mayores?
Respuesta: El tema es cómo nos acercamos al tarot y nos podemos acercar al tarot moralmente, o nos podemos acercar al tarot arquetipalmente, lo que quiere decir sin moralidad (juicio) ninguna, buscando el sitio imaginal en el que cada una de esas imágenes sea una revelación de lo que intemporalmente es y tiene que ser. Entonces dejaríamos de vivir ésto como algo malo. Esto se conecta con la Noche, con la madre de Eros, de Tánatos, con la madre de Hypnos y de tantos más; dejaría de ser algo de lo que tengo que salir, y en cambio sería el recordatorio de ese otro sitio de profundidad. Esto se dejaría de vivir como el apego malo que me ata, la sombra con la que combatía y se podría transformar en la manifestación de lo androginal y variado. Quizás esto hable del reino de Plutón, ya no como algo que desde la mítica cristiana tiene que ser vencido y conquistado sino más bien como algo que viene a vencerme a mi: yo soy el vencido. Y en ese sentido, sólo en ese, enriquecido no con bienes «terrenales» (éxito, frutos, avance, objetivos realizados, integración y unificación) sino con profundidad imaginativa.
Entonces la cuestión no es tanto el tarot como qué ponemos nosotros en el tarot, y esto es lo importante: más que aprender cosas en realidad sería, a la vez que hacemos alguna afirmamos, poder ver qué mirada subyace a nuestra afirmación y esto es el don de Plutón. La mirada de Plutón no mira a la cosa sino a ¿cuál es el sitio desde el cual brota, en el cual existe, la cosa? Dicho de otra manera; no ¿qué es lo que veo? Sino ¿quién ve en mi cuando veo lo que veo? Por lo tanto lo que veo es solo el espejo que me remite al que ve, y en esto consiste lo especular: espejo, no de reflexión, de reflexionar y de hacer especulaciones, sino de reflejar, comprender que todo lo que es, es primariamente reflejo. En lugar de abalanzarme sobre la figura en el espejo como si fuera lo que hay, que es lo que el thymos hace y lo que hace Hércules cuando pelea con las sombras, es ver que eso, que hay ahí, aparece en el espejo porque hay alguien allí que lo proyecta. Por lo tanto no es que esto no se viva, claro que se vive pero se vive desde la profundidad y ahí aparece la naturaleza dual de Hermes y de Plutón; es adentro y es afuera, la naturaleza dual de Hades; está presente, escondido no en lo que se presenta, sino como lo que se oculta en lo que se presenta.
Ingresar en el submundo es una transición desde el punto de vista material y maternal, natural y literal, hacia al punto de vista psíquico, imaginativo, simbólico y anagógico: el reino de la psique. Las tres dimensiones se vuelven dos en tanto que la perspectiva de la naturaleza, carne, materia, sustancia como concreción y ex-teriorización se desvanece dejando una existencia de imágenes inmateriales como reflejos en un espejo. De allí que el submundo sea el mundo de las sombras, se trata de sintonizar con lo que está ocurriendo detrás de lo que parece una acción natural o una simple conversación. Es precisamente ver sombras en lo oculto, es advertir la fantasía en el gesto, testimoniar el juego de sombras de la psique en el inconsciente vivir diario, aquí y ahora. La conciencia de esta suerte refleja contemplando no solo la realidad física enfrente de los ojos y por medio de ellos, sino mirando a los esquemas parpadeantes dentro de esa realidad física y dentro de los mismos ojos que miran: es por así decirlo una percepción de la percepción.
O sea, yo miro y desde el fondo ¿quién mira cuando yo miro? Es ir al fondo pero no entre lo que miro y lo visto como superficie, sino el fondo que hay en esa mirada; y ahí se revela el reino de las sombras, ahí se revela que todo lo que llamo «natural» (physis) es una investidura de psique y que lo que llamo hechos no son sino episodios de una narración que se cuenta imaginativamente. No es que desaparezcan los hechos, claro que están, pero ya no como hechos concretos y cosas tangibles que, por ello, son lo importante, sino como presentaciones de la novela que se gesta en la sombra, y lo que se ve está ligado a la sombra que no se ve.
«Sin thymos, sin ansiedades, sin asombros, hay parálisis, repetición, cuando entramos en Hades queremos sangre…»
Cuando aparece Hades al abrirse el suelo y caemos, no hay thymos, no hay prisas ni furores, no hay qué buscar, no hay para qué vivir: hay asombro, parálisis, repetición, detenciónm se ha estancado todo. Sin thymos queremos sangre como las almas de los muertos, queremos sangre (vida exterior), que vengan cosas apasionantes intensas ahí afuera, salir y hacer ahí afuera, vivir, como si esto no fuera ya vivir, como si fuera un morir.
«La pérdida caracteriza las experiencias del submundo, ya sean o en el duelo o en el sueño, con su peculiar sentimiento de incompletitud, como si hubiera más por venir que no captamos, siempre una ocultación en el sueño, siempre una pieza perdida. Una vida vivida en estrecha conexión con la psique tiene en efecto un continuado sentimiento de pérdida, experimentamos la humillante inferioridad de la incertidumbre y un impedimento de potenciales, viene entonces un sentimiento de enfermedad con el alma que no significa tomar la pérdida literalmente como en las neurosis histéricas, depresivas o neurasténicas donde uno huye del trabajo del alma identificándose con eso. La experiencia de pérdida en sus variadas formas y la literalización de esa experiencia en teoría permanecen fundamentales en la psicología»
Fíjense cuán fundamental es la pérdida para hacer alma que la psicología tiene un conjunto de mitos -que lamentablemente no suelen verse como tales mitos- a fin de hacer alma; por ejemplo el mito de la “madre negativa”, “el padre ausente”, “las carencias de infancia”, son los grandes temas que permiten hacer alma. Siempre la privación, puesto sin privación no hay proceso de profundización del alma. No hay tal madre ausente, eso es el cuento, el modo de contar, el recuento que permite hacer alma, porque donde no hay privación, no hay pérdida, no hay «muerte», entonces no hay profundidad.
«Ahora bien, este fenómeno señala al submundo. empero la pérdida no es todo lo que hay, porque la dimensión sentida como perdida es actualmente la presencia del vacío…Eso es lo que se siente y es una presencia muy real pero vacía de todas esas cosas… de hecho estamos experimentando una dimensión diferente y el precio de admisión es la pérdida del punto de vista material. Si bien perdemos cierta extensión en el espacio físico y en el mundo de la acción, aquí en la profundidad hay espacio suficiente para asumir el mundo físico, pero de otro modo. Aquí ganamos contacto con el alma de todo lo que está perdido en la vida y con las almas de lo perdido. Hades es también Plutón, es también una riqueza, un alimento y enorme receptividad, lo recibe todo, los recibe a todos, acoge a todo. Hades no rechaza nada, es absoluto acogimiento. Las imágenes de Plutón nos lo muestran con una cornucopia (el cuerno de la abundancia), como un gran cuerno manando con fructíferas posibilidades no de vivir más, sino de sabiduría».
Habría que preguntarse hasta qué punto la Sabiduría (Sophia), tan importante en la tradición cabalística, hermética, gnóstica, que es también el alma, no conecta precisamente con la sabiduría de la muerte y no sólo de la vida. La sabiduría de la que nos hablan estas tradiciones no es un saber de vivir en tanto que extensión y avance, un producir y un obtener, sino un saber del submundo
¿Qué da a cambio el Hades? Hombre, la profundidad, lo cual no es ningún valor para hacerte rico, famoso y tener hijos sanos y nietos felices y prosperidad y fama y fortuna. No te hace más sano, no comes alimentos mejores, no estás protegido contra un tumor, contra la polución, no eres necesariamente más longevo. La longevidad y la profundidad son dos cosas distintas, una cosa habla de longitud y la otra de profundidad, no quiere decir que la profundidad implique no longevidad, pero evidentemente la longevidad no es un tema de profundidad. En la profundidad no hay tiempo, en la profundidad el tiempo y el vivir es una cuestión pasajera; ya estoy muerto, en la experiencia plutónica ya estás muerto, estás viendo la vida desde el muerto aunque se revela la otra cara. En el momento en que aceptas que mueres, no solo «físicamente», que estás muerto, en ese momento todo ese mundo tan real del día revela la profundidad que su misma luz no dejaba advertir, y ves que todos corren… ¿adónde corren?
Y todos tienen buenos propósitos ¿de qué se escapan en esos buenos propósitos?, ves todo el sentimentalismo y el «calor de los afectos» que encubren una frialdad terrible, la frialdad no asumida de Hades que lo impregna todo. Porque son tan fríos son tan sentimentales, porque están tan silenciosos hacen tanto ruido. Se olfatea cuando se entra en el Hades, no desde la promesa de que creceré, seré mejor, saldré afuera, me curaré; y no es así, sino que ya está, está acabado: esto es lo que es, esto es la muerte y no un día aún no vivido, una cosa adelante. Plutón no es más adelante, es más abajo, es ya y más abajo.
La caída en el Hades no es «cuando me muera», es advertir que ya estoy muerto.
Desde la perspectiva del submundo sólo la sombra tiene sustancia. Fíjense qué diferente, desde la perspectiva del sobre-mundo, las cosas tangibles con thymos, vehemencia, y con phrenes, ansiedad, son reales; la sombra es lo irreal. Pero en la perspectiva psíquica lo único real es la sombra, lo otro es reflejo en un espejo de la sombra, no es otra cosa; lo que llamamos realidad en el mundo de «la superficie para afuera», tiene la misma realidad que una imagen en el espejo. Cuando entras en el submundo lo único real es la sombra, que tiene su sustancia, que no es la sustancia del cuerpo evidentemente, esta sustancia está en la sombra e importa verdadera e intemporalmente. La sombra entonces en psicología no es sólo lo que el ego arroja detrás, construida por el ego a partir de su luz, una carga moral de reflejos reprimidos o «malos» que deben integrarse, civilizarse y/o adaptarse. La sombra es la sustancia misma del alma, la oscuridad en tu interior que arrastra hacia abajo y fuera de la vida y lo mantiene a uno en incesante conexión con el submundo. Lo que ocurre en la vida del ego es meramente el reflejo de la propia esencia más profunda contenida en la sombra.
«Esta sombra recuerda toda las acciones de nuestra vida hercúlea y recuerda su perspectiva física. Si tenemos un ego modelado según Hércules también tendremos una sombra modelada según Hércules, siempre tendremos que caminar en la compañía de nuestros juicios negativos sobre nosotros mismos…»
Si somos hercúleos nos acompaña la autocrítica, es el precio que obtener thymos a cambio de alma.
«…Siempre nos acompañaran los juicios negativos sobre nosotros mismos, el ego ensombrecido…»
El ego hercúleo también tiene su sombra, es sombrío no a la luz, es sombrío en la autocrítica, la exigencia, la demanda, en la imposibilidad de parar, el miedo a la detenimiento, el miedo al fracaso y vas con él a todas partes como la sombra común. Los triunfadores están fracasando ya, los ganadores están perdiendo ya, pero no lo saben porque su pérdida no se ve «exteriormente», sino que está presente como lo que no se ve, y de ahí se originan todas las conductas que se ven; lo que se ve no se origina en lo que se ve: lo que hago que me digo que lo hago por ésto manifiesto, lo hago porque la sombra empuja. Por eso es tan importante la mirada a las sombras en el reino de Hades. No es dejar de hacer, es saber de dónde vienen y adónde van las acciones que hago.
«… de ahí surge el tema de la culpa, porque una persona comprometida en el curso heroico del ego, a través del mundo de arriba, a la vez se siente ensombrecida por la culpa. Además porque la construcción heroica de la realidad necesita de esta división fundamental entre vida y sombra que origina el sentirse ensombrecido por la culpa. Este modo de plantear la cuestión cambia radicalmente…»
Se refiere aquí Hillman a este modo de hablar en que la conducta diurna está proyectada por la sombra y no la sombra proyectada por la diurna. Que lo que llamamos «mundo manifiesto» surge de la huida de la profundidad que lo contiene y está en relación con ella todo el tiempo. Por lo tanto todo lo que se hace está en relación con dónde viene. Muy parecido a Freud, quien insistía que la justificaciones conscientes ocultan y se originan en motivos inconfesables. Los motivos, que no son «míos», y que me hacen ser como soy.
«…este modo de plantear la cuestión cambia radicalmente nuestra noción usual de super-ego…»
Super-ego es el nombre que le da Freud a la conciencia moral. Aquella instancia que continuamente nos dice «deberías hacer esto», «tendrías que hacerlo mejor», etc.. En la visión tradicional el super-ego viene de afuera, es decir, como hay instancias de poder que premian y castigan aprendemos a reprimirnos; primero es el padre, después es la policía, pero llega un momento en que ya no hace falta una instancia externa porque una parte del alma ya personaliza ese sentir que ahora está dentro. Esta es, en forma muy escueta, la teoría original del super-yo.
«…ahora ya no podemos suponer que se impone desde el mundo de arriba como si viniera de la luz del sol y como si el niño pequeño no arrojara sombra. En su lugar estamos contemplados desde dentro de nuestras acciones por la sombra del cuerpo. Puesto que los movimientos del cuerpo y su sombra son simultáneos e inseparables, es decir correlativos ¿quién puede decir cual viene primero el acto o la sombra? Es un acto que arroja sombra o es la sombra que empuja al acto. En tanto proyectemos la causa de la culpa en portadores de arriba más sólidos…»
o sea: me hace sentir culpable mi papá, el mundo, la moral, etc., son cosas del mundo de arriba que me hacen sentir culpable
«… así proyectamos la causa de nuestra formación de sombra en el ego más sólido y heroico; yo y mi sombra nacemos juntos y actuamos juntos toda la vida, pero también van a invertir el modo usual de pensar de que “yo arrojo sombra” y en su lugar sería “mi sombra me arroja”.
Consiguientemente la sombra puede ser reconsiderada, en tanto crea las empresas heroicas del ego diurno como un tipo de función expiatoria para su tormento psíquico por debajo. Usualmente concebimos al alma vagando por nuestros pecados en una vida interior, esto es expiación subliminal, el síntoma psicosomático y mecanismos neuróticos»
Pero en cambio Plotino, gran pensador neoplatónica que ponía al alma en el centro mismo de la existencia, escribe “la vida y las actividades del alma no son aquellas del expiador” o sea que el alma no resulta de aquél que paga castigo sino al revés: el que paga castigo está pagando castigo sin saber que ello se origina en su relación (o falta de relación) con el alma.
«…En lugar del ver el alma como expiando en una pesadilla por nuestras acciones sombrías en el mundo diurno, podríamos imaginar las acciones diurnas como expiaciones por la sombras que no hemos visto…»
Normalmente pienso que si estoy torturado y me siento mal y no puedo dormir es porque yo he hecho algo mal y la consecuencia es una mayor inquietud del alma. Considero así al alma como si fuera la consecuencia del yo: si yo me porto bien no tendré torturas y si me siento fatal me pregunto ¿qué he hecho yo mal? Esto es lo que pensamos todos, pero ¿qué pasaría si damos vuelta a la cosa?
«…En tanto actuamos al modo heroico somos compelidos por la culpa y estamos siempre pagando, nuestros haceres son más como no haceres y nuestros logros visibles son compelidos por una imagen invisible que o bien no puede descansar o bien no se mueve nunca porque su deseo nunca se alcanza..»
De ahí el mito de Sísifo, siempre escalando para volver a empezar, o el mito de Tántalo nunca pudiendo calmar su sed ni su hambre, porque siempre buscamos allí-afuera lo que se origina por debajo y por eso mientras más hacemos allí-afuera más queda sin cumplir la atención a la mirada, y uno cree que se siente culpable porque no ha pagado lo suficiente y mientras más paga más fuerte es la culpa, precisamente porque la sombra permanece desatendida, sin amor, sin ser amada, sin posibilitar el regreso (epistrophé) del yo a sus raíces imaginales.
Ahí tendremos una explicación de lo que llamamos psicopatías y tendremos otra mirada sobre el sufrimiento y la angustia, no como algo que se tenga que curar porque mientras más lo queremos curar más sombríos somos inadvertidamente.
«…la convertibilidad de las figuras del submundo en acciones del mundo de arriba…»
O sea que lo que pasa en el submundo lo podemos ver aquí; ahora nos podemos dar cuenta de que lo que vemos arriba no se origina aquí, y no es que lo que no vemos se origine en lo que hacemos aquí, sino que es exactamente al revés: no nos queda más remedio que hacer lo que hacemos aquí con ocasión de lo que procede del submundo. En el neoplatonismo -y esto lo trataremos algún día en algún curso- se habla de tres momentos fundamentales: permanencia (moné), procesión (proodos) y conversión (epistrophé). En el mundo de arriba, mundo de la procesión, no puede producirse conversión, retorno, sino a través de la sombra. El esfuerzo en procesar (progresar, crecer, avanzar, conquistar, etc.) es justamente lo que no está siendo regresado, convertido, devuelto.
«… la convertibilidad de las figuras del submundo en acciones del mundo de arriba…»
Esto es una forma de «proodos», de procesión, de proceder
«…se muestra mejor en la imagen compleja de la Estigia. El helado río Estigia (odio) es la fuente más profunda de moralidad de los dioses puesto que juran sus votos en sus aguas, implicando que el odio juega una parte esencial en el orden universal de las cosas. Además de principios originarios y de orden como Eros, Eris (discordia y lucha), Necesidad, Nous (razón), también hay que hacer sitio para el odio en el esquema de las cosas. Las criaturas de la Estigia…»
La Estigia tiene hijos auto-generados por ella, hijos que no tienen padre y fíjense que los nombres de los cuatro hijos de Estigia que es el odio ancestral en el límite del submundo, son:
Zelo, el celo, “celoso en su defensa del bien”, “celador de la virtud”; no los celos de tener celos de tal persona, sino “con que celo me empeño en mi misión”. Pensemos en el celo con el que los moralistas defienden sus principios…
Niké, la victoria.
Bía, la fuerza.
Cratos, el poder.
O sea que los hijos de la Estigia, del odio ancestral, son el celo, el poder, la fuerza y la victoria. Es curioso ver cómo Hércules y, en general, los patrones heroicos son proyecciones -o procesiones- de estos hijos de la Estigia.
«…La fría crueldad de la madre (Estigia) es convertida por estas criaturas en aquellos rasgos implacables que hemos llegado a aceptar como si fueran virtudes. Sus hijos proveen los prototipos para esa moralidad de cruzada que acompaña al ego en sus tareas virtuosas de destruir a fin de preservarse…»
Borracho de virtud con celo por destruir todo lo que le amenaza, empeñado en una victoria sobre la sombra, dispuesto a gobernar sobre todo lo que no entiende, dispuesto a imponer su fuerza sobre el mundo de la sombra y detrás de esto: celo, virtud, victoria y odio; por eso los héroes están llenos de odio y no lo saben. El odio es la base de lo que aparece en su mundo. Fíjense en la oscuridad que habita ahí mismo detrás de la luz de la virtud, es tremendo.
Lo podemos ver ahora con Bush en su cruzada de conjurar al demonio y entonces se habla de victoria y de gobiernos (Cratos) y de poder y de justicia, y ¿qué hay detrás? Hay una rabia ciega, sorda, no reconocida: odio.
«…la disolución de estas actitudes significaría reconvertir el celo y la fuerza de nuestro ego de nuevo en el otro que soy yo…»
Devuelve el celo a su origen, devuelve la fuerza a su origen, devuelve eso que llamas victoria a su origen y su origen es un odio. Esto es conversión, epistrophé, retorno.
«… la visión hacia los prototipos del mito, de las acciones de la vida es un acto que devuelve las criaturas a su madre (las criaturas de la Estigia son devueltas a su madre) y su odio primordial pertenece al submundo y allí tiene otro significado distinto…»
¿qué significa el odio de la Estigia cuando no se transforma en atributos del héroe justificado como virtudes de celo, victoria, etc.? ¿qué pasaría si se abandona esto, se lo reconoce como odio y se le da lo que reclama al otro lado en lugar de apropiarlo como mío? ¿qué pasaría?
«… allí su implacable frialdad da orden absoluto a los dioses mismos, manteniendo intacto su propio reino psíquico, el submundo. Estigia es la que pone los límites manteniendo la región psíquica a la cual incluso los Olímpicos han de descender, preservando no al ego sino al submundo del dolor provocado por las actitudes invasoras de la vida…»
Es decir custodiando al submundo a fin de que no sea violado por las actitudes heroicas del mundo de la luz, que viene a saquearlo, a curarlo, a corregirlo o a aprovecharse en términos de rendimiento, salud, crecimiento, progreso y afines. Cada vez que se hace ésto la Estigia genera sus cuatro hijos y aparecen el celo y la victoria, que son formas de odio encubierto. Si abandonas, depones las armas, todo vuelve a su origen (epistrophé, retorno) y ese odio no se actúa por detrás tuyo como tu sombra, sino que se revela como el temor que mantiene intacto el mundo de las sombras, como no convertible, no vendible, no transformable en thymos.
Teóricamente podríamos ser mucho más receptivos y mucho más amorosos y mucho más comprensivos ante lo que llamamos anormalidades, psicopatías, rarezas o perversiones. Esas palabras sólo existen en el vocabulario de un ego que se considera justo, que quiere gobernar, como celoso custodio de la fuerza. Cuando este ego se rinde, se entrega, entonces retorna, deja de infligir todo el dolor que impone nuestro celo, que no es más que odio encubierto. Ya no querremos curar al que se deprime, no queremos encerrar al esquizofrénico, que son palabras dichas desde el mundo de arriba, no queremos hacer bueno al que no encaja con nuestras conductas; no tendremos batalla y depondremos el celo, por lo tanto, y el sentido de victoria y en su lugar ¿qué aparecerá? Aparecerá la capacidad del submundo de aceptarlo todo y otorgarle un sitio.
La Estigia es la frontera, custodia el submundo y, por eso, para entrar al submundo hay que pasar por la Estigia. Cuando se viola el submundo ocurre lo que muestra Hércules que estaba loco como una cabra,, fuera de sí y lo quiso conquistar, porque fue a vencerlo y, creyendo que conquistaba, cayó poseso por el celo y la victoria y la fuerza y el poder.
2ª PARTE (TRAS EL DESCANSO)
Vamos a citar algunas de esas frases oscuras del oscuro Heráclito:
«..una misma cosa es en nosotros lo viviente y lo muerto…»
O sea que no nos está diciendo que la muerte es algo que venga después de la vida, sino que una misma cosa es lo viviente y lo muerto.
«… y lo despierto y lo dormido y lo joven y lo viejo, estos pues al cambiar son aquellos y aquellos inversamente al cambiar son estos»
O sea que lo muerto en mí al cambiar es lo vivo en mí, pero lo vivo en mí es lo muerto en mí y este es el único cambio posible que hay…En este sentido no hay futuro, está todo ya aquí, pero está aquí como lo que no se ve, y ésto que no se ve origina toda la expectativa puesta allí adelante, más allá, en lo que por venir; cuando en verdad está todo ya aquí. Incluso ese “lo por venir” se genera aquí, pero lo vemos reflejado, proyectado en una imagen que es tiempo literalizado bajo la forma de más adelante y más adelante, pero que, inadvertidamente, siempre es aquí.
Es importante remarcar que Hades es ahora, no es cuando te mueras, Hades ya está, todo el tiempo está, es el corazón de cada experiencia visible, en todo lo visible está Hades como lo invisible.
Pregunta: ¿Pero se puede vivir desde Hades, desde una mirada?
Respuesta: Siempre estamos viviendo desde una mirada u otra. Mirada puede ser aquí lo que Jung llamó «arquetipo» o Hillman llamará perspectivas arquetipales. Siempre estamos siendo «situados» por, siempre estamos en una situación, una visión… aunque, naturalmente, no siempre la misma. Estas visiones, miradas, situaciones -o mejor dicho, lo que sitúa- a eso también pueden aludirse mediante la expresión «los dioses»…
Hades es un dios, y respecto a si se puede vivir desde Hades, yo diría que no queda más remedio. La huida heroica (que estábamos mencionando recién) del Hades aparece de muchas maneras: una es la culpa como un continuo “tengo que mejorar y perfeccionarme y hacerlo mejor”, pagar culpa, que pone en el futuro lo que ya está atrás, está atrás y abajo ya, y por lo tanto postergo y me encuentro siempre con lo mismo, porque es lo que hay. Pero no sólo se huye de esta manera, sino que incluso hay huída y evasión en esta obsesión por postergar la muerte (lo cual es uno de los furores de nuestra sociedad) con técnicas geriátricas, evitar la vejez, prolongar la duración de la vida, lo cual quiere decir: llevar la muerte más y más adelante respecto a de «lo que vendrá», excluir a la muerte lo más posible de la vida. Es el mismo furor de no entrar en el Hades, pero ese furor se origina justamente por y en Hades. En este sentido he dicho que resulta «inevitable». La persona que quiere durar mucho (perdurar) ya está en la muerte, por eso quiere durar mucho, pero una muerte no reconocida aparece como la proyección de lo que me espera adelante. Entonces, luchando contra eso que está delante ya estoy habitado por la muerte, y parece increíble cómo estas personas (y no quiero ofender en el caso de que haya alguien aquí) que viven con el mito literalizado de la eterna juventud, evitando en todo momento encontrarse con lo que ven como el síntoma de la vejez, quitándose arrugas, poniéndose rellenos, mirando en el espejo cada día para ver si salió una marca más de la vejez, ya que es lo temido…cómo su vida es una cruzada contra la vejez, sin advertir que la vejez ya está presente en ellos; la vejez no vendrá: ya está pero no reconocida, como lo que no se ve sino a través de lo cual se ve todo; y entonces todo lo que hacen se origina en esa experiencia no reconocida, no asumida, sombría, de la vejez. Al no ser reconocida se la pone delante; el enemigo está delante y va a venir, y se lo vive como una lucha, aunque de hecho es lo que origina la lucha.
Por lo tanto todo esto de la duración de la vida, todo el mundo del cuidado de la salud que es tan del mundo diurno de la superficie: el comer sano para vivir más, el evitar el infarto, el no esto porque todo esto es peligro de muerte, todo este cuidado de la salud como garantía de la longevidad es veladamente una batalla contra la muerte. Se oculta un miedo tremendo y a veces esto llega al paroxismo cuando ves la persona que cada cosa que va a comer la mide según su dieta para ver si puede o no puede. La amenaza, que no se vive como amenaza sino como un acto heroico de cuidar la salud, es la muerte y es que la muerte está ya; el miedo de la muerte ya es una presentación de la muerte. Entonces todo lo que llamas tu elección de una vida sana es compulsión y defensa maníaca contra una sombra presente ya, pero no vista, porque está «invisiblemente» presente, como corresponde a las sombras del Hades. Estamos manifestando en nuestra conducta no lo que hicimos, ni lo que haremos, sino la extraña relación con estas sombras no atendidas; la sombra está, pero no atendida y por lo tanto, no es que la sombra se origine en lo que hago, pensando que si hago ésto o lo otro disminuirá la sombra, sino que la sombra reclama ser mirada, reclama ser restituida a su condición de camino de regreso, de reversión, de epistrophé. El no mirar la sombra se transforma en una lucha contra la sombra, lo cual la hace infinitamente más agobiante; se vive una vida de expiación, pero ni siquiera se sabe lo que se está expiando. Uno no sabe que en esa lucha está inmolado en un altar, y ni siquiera sabe a qué dios le está prestando servicio. La única diferencia reside en no saber y estar prestando servicio, pero viviéndolo como una tarea heroica y ser un esclavo, o bien advertir y ver quien está ahí y me reclama un servicio, un cuidar, un atender. Entonces, estos actos que antes eran heroicos ahora son revertidos en forma entrega y atención a ese dios.
Esto cambia por completo la colocación desde la cual uno ejerce el acto, incluso la manifestación del acto puede ser completamente distinta, porque el acto que vivo lo vivo como «lo que, de hecho, es» y en cambio puede vivirse como el reflejo de lo que es; y en ese caso será vivido como una entrega a un dios y no como un sinsentido o como una conquista sobre la sombra, sobre el mal, sobre el pecado, que lo único que hace es aumentar el peso de la sombra, del mal y del pecado.
O sea que en el fondo no se puede no estar en Hades, porque Hades es el corazón mismo de la vida, es la profundidad que circunda completamente la superficie. Donde hay superficie la profundidad está en todo su alrededor; la profundidad no está sólo «más allá de» o «después de» la superficie, no hay un solo punto de la superficie que no esté en contacto con la profundidad. La huida de la profundidad lleva a aferrarse a la superficie, la cual siempre está en contacto con la profundidad y por lo tanto siempre está ahí, pero hay modos de estar que lo niegan; la conciencia hercúlea por ejemplo que niega el estar ahí, no evita que estemos ahí pero vive el estar ya ahí como una culpa, un error o una derrota que tiene que redimirse. Con esto quiero decir que lo hercúleo está todo el tiempo en contacto con la sombra, aun negándola, o combatiéndola, pero la sombra es ineludible, es la sustancia misma del mundo de Hades: es lo que muchos llamaron la verdadera realidad que se oculta en la realidad diurna de la manía, de la actividad, del thymos, del deseo; esa es una realidad que emerge (que procede, proodos) de otra a la que niega, pero que es su sustrato, y es la realidad de las sombras, del mundo de la profundidad, del mundo de Hades o lo que Hillman va a llamar el mundo de las imágenes, que es lo mismo.
No se hace nada sino porque forma parte de una historia, de un cuento, de un mito, sólo que no atendemos a la historia y entonces vivimos lo que vivimos creyendo que es sencillamente así; pero creemos que es así porque forma parte de una historia no advertida, de una narración. El tema es “bueno, ésto ¿de qué narración viene?, ¿para que narración aparece como aparece?». Y esto ya es el comienzo de la epistrophé, del retorno, o si se quiere, de una restauración.
Por ejemplo: un amigo me decía “bueno lo que yo creo que lo que he de hacer es dejarme de tonterías con mis películas personales e ir a luchar al mundo” y eso es también una película, porque a lo que este amigo llama «mundo» no es sino una fantasía. Si no lo mira como reflejo de una fantasía, se sigue atrapado en el mundo del thymos. Cree que eso que llama «mundo» es un objeto-ahí-fuera, cuando es parte esencial de su epopeya, de su narración y ASÍ todavía se sigue viviendo atrapado en la narración. En lo que Adler llamaba «la cruz de su ficción», cuando afirmó que el neurótico está atrapado en la cruz de su ficción..
Oyente: Mátrix.
Un poco, un poco.
¿Es muy difícil lo que acabo de decir? Y hay miles de historias, quiero decir que no hay una sola historia sino que hay miles de historias: hay historias de sacrificio e inmolación, hay historias de progreso y de conquista, hay historias de la familia como el objetivo final de la vida, y hay quien vive Caperucita y hay quien vive la Blanca Nieves y hay quien vive la Bella Durmiente o el Príncipe Valiente… siempre hay, al menos, un cuento.
Oyente: aún y así, todas son formas legítimas de vivir probablemente
Respuesta: sí, claro, si el tema no es prohibir o no prohibir una forma, o discriminarla como legítima o ilegítima; el tema es vivirla atendiendo a la imagen y no solo en su literalización, es sólo eso, pero eso es mucho. Es hacer una conciencia más reflectante, más especulativa (de «espéculo» como espejo), menos inmediata, menos literal: más in-directa, receptiva, abierta. El tema es la literalidad: “esto es así!” y eso es así para el cuento en el que estás, pero lo curioso es que no ves el cuento, ves el hecho como si el hecho fuera real y en verdad no hay hechos: hay miradas que «arrojan» esos hecho, miradas que «los ponen». Ya Darwin hablando de la teoría científicia decía que sólo hay hechos para un hipótesis. Por lo tanto en cada hecho o acción lo interesante sería preguntarse: ¿qué mirada hay que me hace hacer? Ante otra mirada el hecho desaparece; y como noté antes, las miradas son los dioses, no soy yo, y por eso la cuestión es: ¿quién está ahí? en lugar de: ¿porque pasa lo que pasa? o relativamente ¿para que pasa lo que pasa? La pregunta es: ¿quién está presente en lo que pasa? Y el quién no soy yo, el quien es un dios.
Lamentablemente tendríamos que hablar de muchísimas más cosas que van a quedar en el tintero, pero hay ciertas cosas que son ineludibles; volvemos a Hades y a la Estigia.
Contenidos por el odio que mantiene las cosas en su sitio y que se transforma en orgullo, vanidad, victoria, para quien infringe el orden de las cosas y va al submundo a conquistar, y es conquistado de la manera más tremenda porque lleva la sombra como continua tarea de su vida. Aparte de esta región habitada y protegida por criaturas tremendas como las Erinias o las Furias que también pertenecen al mundo de Hades, hay muchos otros seres en el mundo de Hades.
El mundo de Hades no es un mundo centralizado, con un poder central y cada uno en su sitio, girando alrededor de un centro. Es un mundo de variedad, adonde hay cabida para todo y, precisamente por eso, no tiene UNA moralidad, no hay ninguna moralidad predominante en el Hades, las morales se revelan como imágenes, como sombras. En el Hades todos son acogidos, hay lugar para todas las psicopatías, de ahí proceden, vienen y ahí regresan y se convierten, todas. Todas las conductas llamadas anormales en el Hades son aceptadas. No es el mundo de los parámetros pautados y normas estadísticas, donde unas tienen que ser combatidas y están mal en tanto otras están bien y han de ser promovidas. Desaparece esto del bien y del mal, hay solo bien y mal para una conciencia que juzgue, pero en el Hades no existe esto. Cada imagen, cada dios convoca su propio bien/mal. Entonces las criaturas del Hades son monstruosas desde la mirada superficial del mundo de las cosas normalizadas, previsibles, «físicas», «naturales» y «objetivas» en tanto que objetos de «ahí-afuera».
Justamente una de las manifestaciones de Hades en el mundo diurno es la deformación, las imágenes que retornan al submundo son imágenes deformadas o como dice Hillman «patologizadas». Aparecen imágenes de decadencia, de enfermedad, de deformación, que son el material básico de la alquimia. El viaje alquímico empieza con un desmembramiento, descuartizamiento, que no se vive como circunstancias de las que te tienes que curar sino justamente como un momento fundamental del camino. Miren los grabados alquímicos y verán imágenes impresionantes por lo patológicas; seres con dos cabezas, seres androginales, reyes desmembrados, personajes torturados y descuartizados… ¿qué pasa con esto? El mundo natural (physis, físico) empieza a ser deformado, torturado, desmembrado, descuartizado por el mundo psíquico. Entonces esto que con buena fe diríamos que es una patología, resulta que es el anuncio de que el alma está haciendo su trabajo: deformando lo natural y transformándolo en lo psíquico.
Por esto las imágenes con deformidades u «anormalidades» son las que el alma más retiene, por eso la memoria repite modelos asombrosos, los modelos previsibles no se retienen en la memoria y por eso las imágenes teológicas siempre son deformantes, incluso las del cristianismo; corazones con espinas sangrantes, por ejemplo, estas son imágenes patologizadas. Una persona con llagas abiertas y torturada, que es una imagen de tormento (pathos: dolor), y esto es lo que conecta con la imaginación. Si ponemos a un señor vestido de ejecutivo en un banco como imagen, seguramente la imagen se desvanecerá sin dejar rastros. Todas las imágenes que hablan del mundo más-allá-de-este-mundo, vistas a través del mundo de la psique, son deformadas y «anormales». Patológicas. Luego, la mirada diurna quiere curarlas. Si en un sueño aparece un caballo de tres patas, lo más probable es que el psicólogo en cuestión lo interprete como que pasa algo malo, porque los caballos tienen que tener cuatro patas y por lo tanto a un caballo de tres patas le falta algo. Pero es que el psicólogo está confundiendo al caballo imaginal con los caballos naturales, literales, y quiere hacer del caballo del sueño un caballo de la naturaleza, pero el caballo imaginal tiene que tener tres patas porque es criatura que no habita el mundo literal, es criatura psíquica.
Luego, esto que alguno lo entendería como psicosis latente visto desde los miedos de los psicólogos de la superficie, es justamente el modo del alma de des-naturalizar el mundo natural de la literalidad; es tormentoso, es atormentar este mundo y es lo que hace también el alquimista: atormenta los materiales en la retorta. Pero nuestros buenos psiquiatras, psicólogos y asistentes sociales detectan una psicosis latente en un caballo de tres patas e interpretan el sueño como que está diciendo que falta una cuarta pata y que hay que correr a conseguir la cuarta pata. Se confunde lo anímico-innatural (psique) con lo instintivo-natural (thymos) que es lo maternal, lo plutónico con lo subterráneo, y no con el submundo que nada tiene que ver con lo maternal ni con lo material ni con lo natural, y se quiere cura para lo que ha de curarnos a nosotros.
«Curar» quiere decir cuidar, como en «procurar», «tener cura de», y la psicoterapia debiera cuidar al alma en lugar de tratar de que se parezca al mundo de la superficie e intercambiarla por thymos; pues entonces pasa lo de: “la psicoterapia ha tenido un éxito tremendo porque yo que estaba en una depresión y ahora he vuelto a trabajar al banco y soy feliz de que me exploten y llego a fin de mes seguro, adaptado, viviendo una vida sin sentido”. ¿Esto es un éxito? ¿un éxito para quién? El camino del alma puede pedir otra cosa, la pregunta sería ¿Y qué quiere lo que uno llama «depresión», «pathos», «síntoma», de mi? ¿qué quiere el alma en esta depresión, qué quiere el alma en este tormento? Pero generalmente lo que hacemos es decirnos: “si hay tormento seguro que hago algo mal y por ello tengo que quitarme o ponerme algo para que no haya tormento” y no ¿quién habita aquí y quién me está reclamando? Sino ¿Cómo me lo quito de encima?, ¿cómo lo evito?, ¿cómo pago la culpa de estar atormentado?, ¿dónde está la cura de la depresión? -porque no debiera estar deprimido, es decir, el sufrimiento siempre va acompañado por un juicio, y el juicio por una necesidad de expiación.
Lo terrible no es tanto deprimirse, cuanto la resistencia a la depresión; lo terrible es un llamado ante el que no puedo evitar ir y que sin embargo es vivido como que no debería estar haciéndolo, y para lo cual conspiran todos: mis amigos diciéndote “venga, la vida es bella, no puedes quedarte así”, conspiran mis jefes “tienes que producir”, conspiran un arsenal de psiquiatras y psicólogos que vienen con todo tipo de medicamentos a cambiarme, porque no debo estar así. No es tanto adónde voy, sino que no debiera ir adonde estoy yendo, y ésto sí que es un tormento, pero el tormento no se conecta con la depresión sino con el ego que combate la depresión.
Hace poco, en una clase de astrología salió el tema de la depresión y una persona con muy buena fe y ya sabemos qué pasa con la buena fe, las buenas intenciones de querer que todo sea bueno, bonito, rosado, dulce, luminoso y que todos terminaremos en un picnic en el campo bajo el sol, y «si sufres no importa porque luego de sufrir serás mejor» y todos iremos al picnic y juntaremos rosas y nos amaremos los unos a los otros y la comunión sensual, sexual y participaremos de una vida diurna en amor y buena voluntad. Entonces, ¿cuál es la oscuridad de la buenas intenciones, qué hay en la profundidad oculta de lo que se presenta como buenas intenciones? ahí está Plutón también, implacable e inflexible en su frialdad, revistiéndose de buenos sentimientos; nos amamos, nos comunicamos, comunicar es hablar, comulgar, participar y lo que separa, lo que distancia, lo que calla.. ah, eso es patológico; y cuando estés bien comunicaremos todos, bailaremos de la mano y seremos felices. Estas actitudes son temibles cuando las ves como un reflejo; hay ésto, pero es reflejo de aquello, y cuando ves lo que se está reflejando ahí ves que está Hades, pero está no siendo reconocido: odio, fuerza, victoria, celo, gobierno.
La chica “de la buena fe”, dice que su trabajo consiste en «acompañar»; y hay que tener ojo con las palabras, las palabras no son inocentes, en las palabras habitan ángeles, una palabra es mucho más que una palabra, es todo el espíritu, el ángel y el demonio que habitan la palabra. Una palabra contiene toda una visión del mundo. La chica dice que su trabajo consiste en «acompañar» al depresivo para llevarlo hasta el final de la depresión, o sea, su trabajo es arremangarse y «entrar» para ayudarle a «salir». Desde todo momento el acompañamiento viene condicionado porque es acompañar-para-salir. La salida es así el objetivo, la meta, la victoria.
Yo le decía que este “hay que sacarlo, hay que salir” requiere ser reflejado, y los argumentos de ella eran:
Primero: una persona deprimida se lo pasa mal y si se lo pasa mal hay que hacer lo posible para que salga de pasárselo mal. Es muy comprensible y además moralmente muy elogioso.
Segundo: no solo sufre el depresivo, sino que sufre todo su entorno, sufre la familia, no solo padece sufrimiento el que está en ello, sino que inflige sufrimiento a todo el contexto social. Si entendemos esto, hay que combatir a la depresión, pero ¿qué mirada hay que hace de la depresión algo combatible y que le atribuye a la depresión el sufrimiento que acompaña a la depresión?.
Yo le decía: mira, tan solo cien años atrás, al despuntar el siglo XX, uno de los literatos más creativos y brillantes, Oscar Wilde, fue juzgado por homosexual y se le quitó todo lo que tenía, se le degradó, perdió mujer, perdió hijos que renunciaron al apellido, perdió todo los bienes, perdió la respetabilidad y nunca más pudo regresar al mundo de la luz, murió pocos años después absolutamente degradado por ser homosexual. Pero en esa época era comprensible, acaso con la misma mirada que se tiene hoy ante la depresión, es decir: un homosexual sufre y toda su familia sufre y por lo tanto hay que combatir a la homosexualidad, pero la pregunta es ¿el sufrimiento que acompaña a la homosexualidad proviene de la homosexualidad o de la mirada que hay hacia la homosexualidad? Es cierto que un homosexual sufre en un mundo donde la homosexualidad no encuentra sitio, no «debe ser», no «está bien», por eso sufre la familia y como todos sufren: hay que sacarlo de ahí, o ¿hay que comprender de donde proviene el sufrimiento? ¿es la homosexualidad en sí, si es que hay algo como la homosexualidad, que es como una especie de palabra general, o es el rechazo a la homosexualidad, el no haberla reflejado, el no reconocer al dios en ella?
Entonces la pregunta sería ¿es la depresión, o es toda la mecánica personal y colectiva de rechazo hacia la depresión? Dicen que el homosexual sufre por serlo, y el deprimido también, pero ¿el sufrimiento es consubstancial con la depresión o es además el sufrimiento añadido de padecer algo que «no se debería» padecer? ¿qué pasa si empezamos a respetar y dejar ser, tal como hace Plutón que acepta a todos, en lugar de erradicar, combatir, curar, mejorar y sanar? Son todas estas palabras que ocultan el no poder dejar ser a lo que es, todas estas palabras muestran en la sombra el furor por el cambio, el que «hay que cambiar las cosas» y es así lo más ajeno a Plutón, ya que en su reino no cambia nada, su reino es inmutable porque lo esencial no cambia y esto es lo que nos dice Plutón: lo esencial es eternamente así, la psicopatía es esencial, es lo esencial en ti que no se deja reducir a tu conquista.
La pregunta es: ¿es la patología o es la resistencia a la patología? Son preguntas importantes, porque si no caemos en cruzadas colectivas que llevan una sombra enorme de inquisidores, es la actitud inquisitorial y entonces el homosexual es un pecador y luego ésto se disfraza y entonces es tratado como un enfermo. Ahora es más suave, sigue siendo algo que no debe ser, pero ya hemos cambiado a Celo, hijo de Estigia por Cratos, hijo también de Estigia. Finalmente los que llamamos esquizofrénicos, depresivos, psicóticos, lo que tienen de terrible es que nos ponen en cuestión y esa puesta en cuestión es insoportable, como ocurre con los niños rebeldes, traviesos: no son los niños lo esencialmente problemático, pero nosotros decimos “es que nos fastidian, nos molestan ya que este niño no hace lo que tiene que hacer, no va a la escuela, no presta atención, oiga, cúremelo!» Como dice Hillman, con ese niño nos comportamos como con un coche que no funciona, y vamos al garaje y hacemos las tres típicas preguntas ¿tiene arreglo, cuánto cuesta y a qué hora lo paso a buscar? Y así llevamos a nuestro niño al terapeuta y le decimos ¿tiene arreglo, cuanto nos a va a costar y cuándo lo puedo pasar a buscar? El problema del niño ¿es el problema del niño o es el problema de la mirada que lo hace problemático? La mirada, que es la idea, lo hace problemático porque mira desde una expectativa de «normalidad»; todo lo que rompe la uniformidad del mundo monotemático de Apolo aparece como una amenaza: lo múltiple, lo variado, lo diverso es amenazante.
Por esto se está hablando de restablecer un politeísmo psicológico, y cuidado, no estoy hablando de crear altares a dioses literalmente ya que esto sería caer en el mundo del día, otra vez prisionero, y hacer ofrendas a entidades sin atender a la presencia en la imaginación. Estoy hablando de perspectivas psicológicas, no estoy hablando de teología ni de geografía, cuidado que es el error de literalizar. Hoy en día hay cantidad de sectas que lo único que hacen es literalizar a los dioses, no es dar espacio para los dioses, sino volver a los dioses parte de la vida de la superficie, lo cual sigue siendo una negación de la profundidad.
Lo mismo ocurre con el espacio de la muerte que quedó reservado para los espiritistas, los teósofos y los reencarnacionistas, pero esa no es la muerte de Hades, sino que es la negación de la muerte: la muerte como un continuar aquí, tiene poco que ver con la experiencia de Hades que es la irrupción de una dimensión inconmensurable con la de aquí. El espiritista hace de la muerte un paso a otro plano que sigue estando aquí, con lo cual un muerto es un vivo pero que «está-allí». No implica un cambio radical de conciencia, actitud y valor que revela otra dimensión, no, es una prolongación de lo mismo. Entonces, esa muerte de los espiritistas y la muerte de los médicos siguen siendo literalidades que están renegando de Plutón, están intentando expulsar a Plutón. Pero Plutón no se deja expulsar porque, como decían los neoplatónicos, es la raíz de donde procede todo y adonde todo retorno
Uno de los episodios más interesantes de la historia de Plutón es el mito del rapto de Perséfone y que también procede de un marco mítico donde ciertas conductas encuentran su sitio, por eso lo importante es que los mitos permiten acoger esta conducta; si encuentro el marco mítico al que pertenece deja de ser algo sin significado, encuentra su lugar, su topos, y ya no tiene que ser literalmente corregida, al contrario revela su profundidad. Queremos corregir lo que no encaja en un marco perceptivo en el que estamos atrapados, en el marco heroico por ejemplo.
El mito es más o menos así: Deméter es una diosa de la tierra, de hecho Deméter es Ceres para los griegos y es la diosa de los cereales, de la cebada, de las simientes de las que brota la vegetación, es una diosa por lo tanto sumamente terrenal y por lo tanto maternal y vinculada con el tema de la materia, con el tema de la materialidad, con el tema de la literalidad, la tangibilidad; los frutos en la vida tangible, los hijos, la multiplicación, el crecimiento literal, es lo que permite alimentarnos, es la diosa de las cosechas, la diosa vegetal y natural. Naturalismo. Pues esta diosa que es diosa de la vida, no de la muerte, tiene una hija que es una joven doncella inocente y virginal que se llama Perséfone. Inocente y por lo tanto feliz en su simplicidad, no conoce nada de la vida, solo tiene sueños, tiene pósters de Elvis Presley en su habitación, ositos rosados de peluche, el sueño de que un día vendrá un Príncipe que la amará y se casarán y tendrán hijos regordetes y rozagantes, llenos de vida. Esa es la conciencia de Perséfone, es una conciencia de superficie, de expectativa maternal y de que la vida sea romanticismo y ternura y pajaritos y rosas. El picnic en el que todos nos amamos y nos comprendemos y nos perdonamos y avanzamos juntos hacia un futuro mejor.
Un día está en el campo con toda su corte de doncellas juntando flores, oliendo las florecitas hermosas de la vida natural y entonces ve una florecita muy bonita más allá, y al coger esa flor ve otra más bonita aún más allá, y otra más bonita, y otra más allá y de golpe comprende que se ha perdido; y en ese momento se abre la tierra debajo de sus pies, esta es la experiencia de Hades en todo su esplendor, se abre la tierra debajo de ti y aparece este dios impresionante con un carro tirado por cuatro caballos negros, negros porque el negro es el color de Plutón, de la oscuridad; y la rapta y la secuestra llevándosela al submundo. Esta experiencia, experiencia de violación y rapto, es tremenda y Perséfone desaparece. Deméter empieza a buscar a su hija por todos los rincones de la tierra y no hay rastro de ella, así que le pregunta a Zeus, dios de la tierra y del cielo donde está su hija. Este le contesta que no lo sabe. Deméter le dice que como no le devuelvan a su hija se acabó la vida natural, cerrará las entrañas y no habrá frutos, ni cereal ni alimento y la vida entera desaparecerá. Esto ya lo acojona un poco más a Zeus porque claro se queda sin los humanos a los cuales necesita para que le hagan ofrendas, y entonces llama a Hermes-Mercurio, el del caso con alas. Según un himno homérico Hermes es el único mensajero reconocido por Hades, el único que Hades acepta como caminante entre los dos mundos y Hermes va al submundo y le dice Hades “oye, si la tienes haz el favor de devolverla, porque su madre está desesperada”. Nadie tiene intervención en el mundo de Hades, él no tiene que dar cuenta a absolutamente nadie, es autónomo, señor absoluto en este plano, no hay poder sobre él; Hades no puede ordenarle algo a Zeus, pero Zeus no puede ordenarle algo a Hades y por lo tanto se trata de persuadirlo, que es una de los artes de Hermes, tan semejante en su casco al mismo Hades. Finalmente Hades accede, pero antes de dejar ir a Perséfone, le da de comer unas pepitas de granada del submundo. La granada del submundo no es una fruta natural, sino una criatura imaginal, uno de los frutos del submundo, con lo cual lo que no sabía Perséfone se cumple y es que una vez que se ha probado alimento del submundo ya no se puede uno alejar definitivamente del Hades. Por lo tanto Perséfone debe regresar al submundo; y finalmente habita allí como reina de los infiernos y mujer de Plutón durante un tiempo del año y en otro tiempo del año sale con su madre. Por lo tanto la joven inocente deviene la reina de los muertos. No tendrá hijos Perséfone, es respetada como la gran reina del submundo, pero no tiene hijos, no tiene hijos de la carne, ahora pertenece al submundo.
Es interesante que Deméter, la diosa de la vida natural tenga justamente como hija a la conciencia inocente de la naturaleza, es ante este tipo de conciencia inocente a quien la experiencia de Hades se aparece como una violación, tiene que ser una violación porque no cabía de ninguna manera en la expectativa de Perséfone algo tan inconmensurable como Hades y por lo tanto, cuando Hades viene es sentido como un violador, un secuestrador. Pero Hades toma esa manifestación ante Perséfone, que por cierto, se libera por ello de la esclavitud de ser hija de la naturaleza para transformarse en señora de la profundidad.
Pregunta: Apuntando a lo que sería la patología habitual como las bulimias o las anorexias son una literalización de un rapto
Sí, pero yo creo que hay otra conciencia de Perséfone porque la bulimia y la anorexia todavía son vistas como problema por el arquetipo materno
Pregunta: bueno sería este vínculo entre la madre y la muerte, no?
Claro, pero el ideal social sería que debiera curarse la bulimia y la anorexia permitiéndose a esta persona recuperar una identidad natural, es decir, recuperar la naturaleza, y en el mito de Perséfone no se trata de que Perséfone sea una diosa de la naturaleza, sino que ya no puede residir en el mundo de la naturaleza porque habita en la profundidad.
Yo creo que el mito de Perséfone tiene que ver con el final de la inocencia, creo que hay una conciencia Perséfone en esto de los sueños de la juventud y la adolescencia y de muchos adultos que todavía siguen creyendo que la vida es un buen sueldo, un buen marido, una casa bonita, el éxito y que toda buena acción tiene su recompensa. Esas son conciencias Perséfone porque son superficiales, pertenecen a ese mundo de trivialidades conocidas ensoñadas como “¡qué bonito es!” y entonces la conciencia Perséfone inmediatamente está vinculada con la violación por parte de Hades: el encuentro con la profundidad, el camino del alma.
Perséfone tiene que ver con una conciencia que todavía está tan ligada a la naturaleza (Deméter) que en su ingenuidad cree que ésto es todo lo que hay y por lo tanto vive un mundo de exterioridades. La conciencia Perséfone es muy común y no es sólo femenina; tiene algo que ver con esto que se desarrolla en una sociedad donde el sentido de la vida consiste en adquirir cosas, tener y divertirse, ir a la discoteca, pasárselo bomba, follar mucho y un día casarse, ser rico y… nada más. La conciencia Perséfone es la que se conecta con la idea de una felicidad personal en el mundo natural, y esto es lo que desaparece con Plutón, porque el mundo natural se desnaturaliza y ya no hay sed de vida en Perséfone, ella es consciente del otro espacio de la muerte. Perséfone curiosamente es amiga de una criatura de la noche, que no viene de arriba a la profundidad sino que está siempre en la profundidad y que es Hécate.
Hécate es otra figura que no conviene confundir con rasgos maternales, no es diosa de la tierra, ni de los instintos ni del cuerpo, sino que es diosa de la noche, de la brujería, de las pesadillas y de los deshechos, las basuras; de todo lo que en la vida de superficie se considera basura, caótico y desorden. Todo eso los griegos se lo entregaban a Hécate, la basura era para Hécate, se dejaba en los cruces de caminos donde estaban los altares de Hécate. Cuando yo dejo la basura en un cruce de caminos, quiere decir que la dejo porque de repente desde el camino que yo voy se abren tres caminos más y Hécate tenía tres cabezas, no miraba solo a un lado. Lo que en el mundo diurno es basura, es recogido en el mundo nocturno, no es basura ahí, es ofrenda, pero es ofrenda a Hécate.
Hécate es otra diosa que no se conecta con la fertilidad de la naturaleza, se conecta con el conocimiento de la oscuridad. Por eso mientras Perséfone vive esa violación terrible también hay una Hécate que lo observa todo, sin embargo, con una fría certeza de que así es y así ha sido siempre y con la capacidad de aceptarlo. Pero en nuestro mundo no hay conciencias Hécates, Hécate es mistérica y por eso en nuestro mundo aparece Hécate como una deformación: “la vida debería ser otra cosa!” pero Hécate que también habita en el submundo sabe que eso no es. Hay muchas entradas al mundo de Hades, hay muchos caminos; Perséfone no es el único camino, o sea que el rapto y la violación es una manifestación asociada a un tipo de conciencia, pero hay otros caminos al submundo, hay un Hermes chtónico que conecta con el submundo y que permite el bajar y el subir permanentemente y no se vive como una violación y una movida del suelo. Hay un Zeus chtónico, es decir, hay otros caminos de dioses vinculados con la oscuridad, pero para una conciencia de superficie y de maternidad como Perséfone, el único camino es el secuestro y la violación. En este momento pareciera ser la única alternativa a Hades, pero hay muchos caminos hacia Hades.
Vamos a ver todo lo que significan los atributos de Hades, las distintas maneras de expresar lo que dice Hades:
Hades significa lo que está fuera de la vista, en el doble sentido de lo que está muerto y enterrado y por lo tanto oculto, tal como escondemos a los muertos, la «cripta» y junto con ello lo críptico. Ese es un modo de Hades; la percepción de lo críptico, la percepción de la muerte en la vida.
La segunda manera en que se habla de oculto o in-visible. La palabra invisible tiene muchos modos de invisibilidad, una es lo críptico, pero hay otras. Oculto como lo «esotérico», oculto como el misterio que se esconde, que no se divulga y que es secreto. Entonces estamos hablando de otro tema también plutónico que es “llevar en secreto”, lo cual no es lo mismo que lo críptico, lo que está en la cripta.
La tercera manera: lo invisible porque no ocupa espacio ni extensión, no porque se esconde o se entierra sino porque no aparece en el plano de la extensión, de las coordenadas espacio-temporales. Todo ello tiene que ver con las experiencias plutónicas, que son muchas posibles.
La cuarta: lo invisible porque es oscuro, no porque no tenga extensión, ni porque se esconde, sino porque de sí es absolutamente oscuro y como es oscuro no se puede ver. Qué interesante sería si en psicología dejáramos de pensar que las imágenes oscuras hablan de una sombra relacionada con cosas no integradas por mí y en cambio en las imágenes oscuras se viera la presencia de Tánatos que invita a conectar con el submundo.
En mi sueño huía de un personaje negro y oscuro… y enseguida el psicólogo lo asociará a la sombra que se tiene que integrar. Por lo tanto la sombra se sigue viendo personalmente, todavía se asocia a algo que tiene que ver con el yo. Pero aquí en verdad empieza otro viaje que nos lleva a un reino de dioses y no de características personales; si se comprendiera así, entonces cambiaría la visión psicológica. ¿Qué nuevas interpretaciones aparecen si atendemos a las imágenes como expresiones de dioses?.
Quinto: lo oculto, lo invisible, como lo prohibido, como lo cerrado con llave y que no se puede entrar. Lo oculto, por lo tanto como producto de una conspiración. Por ejemplo la magia, donde no se puede entrar, hay pactos, hay muros de silencio para llegar allí que están muy sellados. En esto ya no estamos hablando de lo invisible porque hay oscuridad, sino de lo que se cierra porque se lleva en secreto.
Sexto: lo invisible porque está dentro, lo invisible como interioridad. Invisible no porque se esconde sino porque siempre está dentro-de y no se puede ver desde fuera. Esta idea de invisibilidad por interioridad también se expresa en la idea de invisible porque está abajo. Interioridad como profundidad. Lo invisible por lo tanto es lo que está abajo, lo que es inferior, está en los planos inferiores. Es curioso porque la expresión latina de infierno viene de “inferus” que es inferior, abajo y el infierno es lo que está abajo. El infierno no está allí más adelante, el infierno está abajo y adentro. Ese «interno», «abajo» en griego se dice “cello” de donde viene la expresión “cel”, celda, la celda del monje, pero también en catalán “celler”, la bodega subterránea que conserva y no se ve porque está debajo de la tierra. De esta expresión “cell” viene luego la expresión “hell”, que en inglés significa infierno. Infierno, como Hades, y su vínculo con la muerte. O sea que en este sexto sentido de lo oculto escapa de la vida, porque conecta con la muerte y no con la vida y por lo tanto no lo veo porque huye de la vida, no se presenta en la vida. Lo que unos llaman el impulso de muerte. El impulso de muerte si lo leemos psicológicamente no es sino el llamado a la profundidad. Detrás de lo que se llaman impulsos suicidas hay una imagen de profundidad, de no poder más en la superficie del modo diurno. Puede que el suicida literalice, pero literaliza una imagen que tiene mucho sentido: este mundo ya no es, hay que quitar la carne, el thymos para entrar en el proceso de psique.
Séptimo sentido: lo oculto como lo que se lleva guardado y no se entrega, es decir, lo oculto como lo hermético. Lo hermético que sólo se puede expresar hermenéuticamente. Hermenéutica, que viene de Hermes, lo hermenéutico, quiere decir interpretación. Hermes es el dios que rige las interpretaciones, las traducciones, el mostrar que esto quiere decir aquello. La hermenéutica es posiblemente el arte que hace falta en este momento más que nunca; el poder preguntarse e intentar responder a: ¿esto, que quiere decir? Pero claro, en el mundo diurno, esto quiere decir algo de este mismo mundo. Así leen la gente, así leen los astrólogos, así leen el tarot: “esto quiere decir que te vas a casar”, “que te enfermes quiere decir” y el quiere decir es un nuevo acontecimiento diurno, un hecho, y entonces no estamos haciendo la hermenéutica de llevar lo de un mundo al otro mundo, sino saltar de una cosa a otra cosa de este mundo. Pero el Hermes chtónico lo que hace es poner en contacto los diversos mundos; y muestra así que lo de un mundo remite al otro y que lo de arriba remite abajo. Por eso una auténtica hermenéutica sería poder coger el mundo de los hechos, el mundo de lo visible y devolverlo (epistrophé) a lo invisible y lo invisible es Hades, devolverlo a la muerte, a lo que no se ve, es decir recuperar su profundidad. Esto quiere decir vivirlo psíquicamente, dejar de vivirlo como natural, materialmente, literalmente y darse cuenta de que el hecho es una imagen con profundidad; en cuanto se profundiza se vuelve experiencia psíquica, se tortura, se deforma la imagen, se revela la profundidad del alma y deja de ser «sólo un hecho». Esto sería ser psicólogo: hacer logos con la psique, y no la traición a la psique transformando todos los procesos psicológicos en anuncios de hechos exteriores, acontecimientos del mundo «de arriba», de «afuera».
Sería darle espacio a la vocación de morir del alma, el alma que se encuentra más en la muerte que en la vida. Una persona dice “soy feliz, tengo mi trabajo, mis proyectos, voy a hacer un curso tal, tengo pensado viajar a y esto es lo que vivo”. En una experiencia plutónica ve que le ha salido un bultito, una cosa que está ahí afuera y va al médico y le dice que es cáncer y esto se acaba. A partir de ese momento se ha abierto el suelo; no es lo que va a venir, es lo que ya se presenta entonces, el impepinable proceso de des-materialización, la pérdida del thymos y del phrenes (la vehemencia y la prisa) y la aparición de las imágenes que siempre estuvieron ahí pero que se liberalizaban; y de repente la pregunta ya no es ¿qué sentido tienen las cosas para la vida? sino ¿qué ha significado todo esto para la muerte?
Cuando uno hace esta pregunta entra plenamente en el proceso de psique, en el cual el valor de las cosas no es para otras cosas, sino para el alma. Claro que el alma no es la muerte, pero la muerte es lo que hace alma; la negación de la muerte, la negación de Hades finalmente es la resistencia ante la muerte y lo puramente psíquico, lo puramente imaginal. Toda fantasía terapéutica como curación es una fuga; el médico quiere curar lo que no comprende, quiere llevar otra vez a la luz eso que no entiende porque aquí no tiene sentido y en lugar de ir adonde eso lleva, adonde retorna para adquirir sentido, sólo lo trata aquí: es detener el proceso anímico y transformarlo otra vez en circunstancia, conducta, comportamiento.
No hay psicología sin alma más tremenda que la psicología conductista, en la que se habla de conductas y no de motivaciones, se habla de hechos y no de imágenes, se habla de acontecimientos y no de narraciones; pero hay una narración que sostiene el conductismo ¿qué mirada hay en la psicología conductista? Hay un cuento ahí también, hay un cuento de mecánicas, un cuento material, un cuento maternal donde todo es causa de todo y este es el arquetipo materno. Finalmente el monismo, típico del arquetipo materno que lo simplifica todo reduciéndolo a causas, y finalmente a una causa: el origen, el origen de mi vida ¿qué pasó en mi infancia? El origen de mi vida es la causa de lo que soy y soy un niño pequeño al que le han hecho cosas. Siempre que hay una madre hay un niño, van a la par. Para la conciencia que cree en crecimiento y en desarrollo ¿qué crece? Crecen los niños, un adulto no crece; como dice Hillman “si algo crece en mí solo puede ser un tumor”, todo este mito de que hay que crecer y que la vida es un continuo crecimiento, es una huida de la profundidad: en la profundidad no se crece, se es lo que siempre se fue, lo que no se deja de ser nunca y se es muchos, no crece ese uno que integra, al contrario solo crece el espacio para todo lo otro.
Este quizás sea el don, si es que hay un don en Plutón. El don de Plutón no es nada para la vida y es todo para la muerte, porque es la profunda serenidad y aceptación y pausa y tempo y espacio y acogimiento: dejar ser a lo que es. Lo que da Plutón es también paciencia; paciencia y paciente, cuando llega Hades somos todos pacientes, pacientes del gran terapeuta, capaces sostener el dolor y no curarlo, quitarlo, combatirlo, pelearlo; la última manifestación de la madre tierra: “pastillas, pastillas para el dolor, químicos para el dolor ya que el dolor es solo una consecuencia de una causa material”. Poder sustentar ese dolor, vivir ese dolor, vivir con el dolor, sin identificarse con el dolor -que es lo que lleva a las conductas histéricas y paranoicas-; el dolor está y tú estás en el dolor, atender al dolor. Terapia quiere decir atender, ser un servidor: a-tender, y tender-a. Se atiende al dolor, se lo deja ser, se es con el dolor y es probable que lo que se vivía como una llaga insoportable tenga como inadvertida consecuencia de que el que ha cambiado eres tú, has perdido esa sed propia del thymos y de phrenes, de frenetismo de vida, el impulso a comérselo todo, se ha perdido eso y en su lugar hay una profunda melancolía que puede dejar ser a todo lo que es; lo cual es una cualidad nada valorada socialmente, je,je,je: no hay adónde llegar…adonde ir que no sea la muerte.
La expresión «psicoterapeuta» se encuentra por primera vez en Platón, referida a Sócrates. En la «Apología de Sócrates» este afirma estar al cuidado del alma: ser psico-terapeutes. Es esta atención, que en Sócrates también aparece como la consulta al «daimón». Los daimones (genios), mediadores entre los mundos, mediadores entre los hombres y los dioses, son muchos y variados. Eros, según Platón. Pero también Logos. Eros y Logos son mediaciones, daimones que conectan el mundo «de arriba» con el «submundo», el reino de lo manifiesto con el mundo in-visible y sombrío de Plutón.
Cuando me vino a buscar Plutón lo que yo únicamente preguntaba es ¿Adónde van, adonde van todos con tanta prisa, adonde corren todos? Yo estaba detenido claro, completamente detenido, materialmente detenido, je,je,je, absolutamente frenado! Sin posibilidad de movimiento ninguno, ni adelante ni atrás, ni a la derecha ni a la izquierda, fijado en ese punto. No fijado solo materialmente sino fijado en un espacio donde todo lo que parecía real antes se volvió bidimensional; el amigo que venía a traerme algo y decía “te lo dejo porque tengo que ir a hacer…”, y yo pensaba ¿adónde van, por qué corren? Están todos corriendo ¿Adónde? Si solo hay ésto, este «estar»…entonces toda esa agitación ¿adónde va? Va a la muerte, que ya está aquí, están muriendo y no lo saben, y en esa negación de la muerte hay un impulso «frenético» a una vida que es muerte, puesto que el reino de la muerte, Hades, está ya. Entonces esta conciencia no de muerte futura, sino de muerte presente, es profundidad. No es dejar de vivir nada, al contrario, es una mayor disponibilidad para acogerlo todo, pero ubicarlo en su altar propio, en su topos, porque la mitad visible de todo se completa con la mitad invisible -que es la de los dioses. La gente dice, “hombre pero de adentro hay que volver al mundo” y sin duda, el alma se hace también en el mundo, pero hay en esto un error: el adentro no es para volver al mundo; en el submundo se encuentran los dioses y los dioses devuelven al mundo, pero al mundo al que te devuelven (regresan, epistrophé) no es el mundo del que saliste. Ya no vuelves más, porque ese mundo era ilusorio como tal, has accedido ahora al mundo, y ya no eres aquél yo que fuiste, sino más receptivo a reconocer esto otro, lo que no se ve en lo que se ve.
Platón menciona que en el alma hay un amor por el Hades, es decir el amor, el Eros, el lucero del alba que es lucero del ocaso: hay un deseo en el alma que no es deseo de vida, es deseo de muerte; el Tánatos que encontró Freud en el atardecer de su vida. Freud al final de su vida se encuentra con un tumor de garganta. También lo encuentra al alba, cuando muere su padre que para él es el acontecimiento más importante en su vida y decanta su proceso terapéutico. Freud se analiza a sí mismo (es un caso único en la historia del psicoanálisis, como la auto-terapia de Jung será único en la psicología analítica), desciende, hace su nekya y baja al mundo de los sueños. El resultado de esto es un libro que cambió el mundo, que es “La interpretación de los sueños” y que no es solo un libro de psicología como disciplina académica, sino que es la narración de un viaje personal al reino de Plutón, al mundo de los sueños. Recuerden que Hypnos es uno de los hijos de la Noche. Oneiros es otro de los hijos y Oneiros son las fantasías que aparecen en los sueños. Es curioso que Freud, la primera búsqueda que hace de lo inconsciente la hace a través del hipnotismo y como verán, el mito hace la vida de Freud, él sin darse cuenta restablece los pasos rituales; el mundo de Hypnos que es para los latinos Morfeo y Freud tiene sus experiencias con la morfina y con la hipnosis, sin saberlo está haciendo todo el ritual del descenso a la noche; y su interpretación de los sueños es una confesión personal y por eso es tan poderosa, no es un tratado científico, es una nekya, es un viaje a ese mundo del que no se vuelve, y al final de su vida aquejado por la presencia de la muerte vivida en el presente cambia su idea y dice “no solo Eros es la fuente de la vida” que en él se manifiesta como la convicción del erotismo y el impulso erótico como la principal base de la vida psíquica, de Psique, sino que dice “no hay Eros sin Tánatos”, al final de su vida descubre a Tánatos otra vez: en el alma hay un impulso a la vida, el impulso sexual que diría él, la sed de objetos externos, pero también hay un amor a la muerte, al desprenderse de esta vida, hay un llamado a la muerte también. Es interesantísima esta parte de la obra madura de Freud, que los freudianos no aceptan en general, pero es la más cuestionadora y quizás por esto no la acepten porque Freud aquí ya se vuelve casi mítico, cuando habla del Tánatos, de que hay algo en el alma que desea morir al mundo natural. Ya lo dijo Platón en el alma hay un Eros fascinante, hay un Eros que quiere ir al Hades, desea a Hades.
Luego dice Platón; no ha de estar tan mal Hades si el alma no quiere abandonarlo y no quiere dejarlo porque recibe ahí todas sus riquezas, es rico en profundidad, permite que el alma crezca como alma hacia abajo, no crece hacia arriba, no es el mito del crecimiento de nuestra psicología y de nuestras terapias donde crecer es hincharse cada vez más como un pavo: “soy más consciente, más noble, integro la sombra, un mundo de más, más y más. Esa idea de integración que quiere decir exaltación como una montaña, y no coincide con el aumento en profundidad porque es el aumento en el descenso. Es un menos, menos y menos: ser más en lo ilimitado es ser menos prepotente, detrás de la exaltación del crecimiento, del ser-más-y-más, hay una resistencia, un miedo, una defensa: se vive lo demás como decadencia. Es curioso, el reino de Plutón para muchos se manifiesta como decadencia; todo está gastado, todo está muerto, todo decae y es cierto que esta es una de las manifestaciones de Plutón y lo invade a una el sentimiento de que la muerte ya está presente en las cosas y en esos momentos en que las cosas presentan la muerte empieza la desnaturalización o la psiquización, como quieran llamarlo.
Sigue Platón: “El alma por lo tanto desea a Hades porque Hades la llena de riquezas”. La visión de Hades que ofrece aquí Platón no es la visión de un ser terrorífico del cual huir, sino de un acogedor, amable y considerado sofista (de «sophos»: sabio) que atiende a sus huéspedes. Por eso dice al final Platón que Hades es el tema de la filosofía, ¿qué quiere la filosofía? La filosofía prepara al alma para la muerte, le da cabida a ese impulso de muerte, es este alejarse del mundo natural, alejarse de la literalidad; toda la filosofía de Platón hace eso: desvela que lo que llamamos cosas y hechos son simulacros, figuras en un espejo, no originales (de arkhé: lo arquetípico) ¿dónde están los originales? Están en la profundidad, están en el reino de Hades. El reino de Hades es así la dimensión arquetipal.
O sea que en Platón amor, Eros, muerte y alma van de la mano y ese es el cuerpo de la filosofía: el filósofo no se prepara para morir algún día, el filósofo comprende la muerte ya presente y desde esa muerte presente comprende la vida. La filosofía de Platón revela una vida que es vida-para-la-muerte.
Lo que caracteriza a los griegos es que hay una diferencia esencial entre dioses y mortales, precisamente la diferencia viene de la expresión «mortal», la gran diferencia que hay entre nosotros y los dioses es que los dioses son inmortales y nosotros somos mortales. Este bache no se salta para los griegos, las esferas de actividad son totalmente distintas y los dioses que no van al Hades, no van porque son inmortales, pero todo lo mortal le pertenece al Hades y por eso el destino de los hombres, de los humanos está vinculado al Hades. El primer culto con dioses mortales e inmortales está en los órficos (Orfeo muere y resucita) que es un preludio del cristianismo. El cristianismo va a proponer un dios que muere, lo cual es abominable para los griegos ¿Cómo un dios va a morir si la esencia de lo divino es que es inmortal? Por eso los paganos, como decían los cristianos. consideraban abominable e incomprensible la adoración a un dios que muere, porque si se muere no es un dios y si es un dios no se muere. Ahí surgen un montón de herejías para la Iglesia Católica, como los que dicen que Cristo no murió, que era un simulacro, pero Cristo en verdad no moría nunca porque no podía haber nacido, y eso es una herejía. O que Cristo no era inmortal sino que realmente murió porque sólo era un hombre, lo cual es otra herejía; pero es incomprensible que sea un dios y sea mortal. Justamente este rechazo de la mortalidad es lo que va a teñir la dogmática cristiana. Con el cristianismo las cosas cambian porque Cristo muere como sabemos todos y al tercer día resucitó. En los Evangelios se dice que desciende al Hades, pero Cristo desciende como un Hércules a conquistar. Cristo desciende para acabar con la muerte, para eliminar para siempre el reino de la muerte, de tal manera que quien le siga no morirá. Cristo es el camino para evitar al Hades y por esto ha descendido, no porque fuera mortal sino para realizar la tarea heroica de liquidar la muerte, para que quien le siga esté más allá de la muerte. Al liquidar el infierno, al liquidar el submundo, al obviarlo, el cristiano hace un trueque: no cambia psique por thymos, como advertía Heráclito, pero cambia psique por pneuma, por espíritu: se espiritualiza al alma, el espíritu es inmortal. La negación del submundo es paralela a la negación de los sueños. En el cristianismo ya no se atiende a los sueños. La imagen del que duerme es la imagen terrible del que no sigue el camino espiritual. Pablo y Mateo hablan de que la vida en el espíritu es un perpetuo estar despierto, el mundo de las imágenes múltiples y variadas, el mundo de la imaginación deviene una manifestación del demonio; el espíritu solo ve verdades, no ve imágenes y la verdad es una. Ante lo uno que ahora ya no es la unidad del ego sino que es la unidad del espíritu, lo múltiple y variado tiene que ser expulsado. El infierno, el submundo por lo tanto se demoniza y hay una progresiva identificación de Hades con Satanás.
Ahora si que empiezan los tormentos; el otro Hades atormentaba sólo a la conciencia de Perséfone porque le mostraba lo ilusorio de esa realidad y ese es el tormento. No era que la metiera en calderos de agua hirviendo; el dolor del Hades griego es el dolor de la pérdida de realidad del thymos y la aparición de lo imaginal, de la sombra como lo otro de lo real, es el dolor de la pérdida de la tridimensionalidad de la extensión a cambio de la profundidad. No es que en esa profundidad te pinchen y torturen ya que en esa profundidad no hay ni cuerpo. En cambio en el cristianismo la cosa cambia. Una razón para nuestra dificultad con el submundo es que, en nuestra perspectiva Occidental, entre nosotros y el submundo está la figura de Cristo tal y como fue presentada por los primeros padres de la iglesia en los siglo I y II después de Cristo.
Tertuliano por ejemplo decía:
“Fue con este propósito que Cristo descendió al infierno, para que nosotros no tengamos que descender”.
Más tarde Lutero va a decir literalmente:
“La resurrección de Cristo es nuestra resurrección, a medida de que el corazón crece en fe en Cristo, se debilita la muerte y la priva de fuerza hasta que está enteramente sumergida y desaparece definitivamente. A través de El enterraremos la muerte también físicamente y eternamente desaparecerá de modo que nada será visto o conocido de la muerte ya nunca más”
¡Vaya tarea! Acabar con Plutón, acabar con el submundo, que desaparezca el reino de lo muerte.
Orfeo y Dionisos descendieron para redimir amores personales, Orfeo por Eurídice y Dionisos por su madre. Hércules tenía una tarea que cumplir, Eneas y Ulises hicieron sus descensos para aprender, obtuvieron consejos tanto del padre de Eneas como de Tiresias, el viejo sabio, respectivamente. Pero la misión de Cristo en el submundo era anularlo mediante su resucitada victoria sobre la muerte. Cristo baja al submundo con un propósito, baja con una lanza, baja en son de guerra. Por causa de esta misión, todos lo cristianos fueron liberados para siempre del descenso. Lázaro se vuelve el paradigma para la humanidad: “despiértate y anda», vuelve aquí, vuelve del reino de los muertos y sé una criatura resucitada. Todos emergeremos, la vida eterna no está en el submundo sino en su destrucción
Como dice San Pablo: “Oh Tánatos ¿dónde está tu aguijón?, Oh Hades ¿dónde está tu victoria?” Cristo os ha atrapado, quien sigue a Cristo ya no pasa por Hades, ya no conoce a Tánatos. El misterio cristiano es la erradicación de la muerte. La erradicación de la muerte es anunciada como trompetas victoriosas ante la muerte, y el reino de la muerte, ahora como infierno de sufrimientos, es descrito como un reino de aguijones, de látigos y de tormentos, un reino de imágenes confusas que tapan la verdad.
En estas trompetas y en esta destrucción ¿no encontramos nuevamente a Victoria, Nike, criatura de Estigia aun llena del odio de su madre? Ahora no miremos lo que dice Cristo, miremos desde dónde lo dice y veremos que en ese ir al infierno ya hay un deseo de victoria. Recuerden que Victoria es hija de Estigia. La conquista del Hades conjura para los cristianos una horrenda imaginería: aguijones de escorpión, serpientes, langostas infernales y las picas que los antiguos mitos atribuían a Hécate. Este lenguaje evidentemente indica una misión tan fuerte en el cristianismo temprano a fin de borrar un bastión fundamental del politeísmo de su época: el Palacio de Hades, el reino del submundo. El Palacio de Hades es politeísta, en él existe la variedad, la diversidad, todo tiene cabida y esto hay que combatirlo.
Y al sueño también. San Pablo opone el sueño a transformación, dice así: “no dormiremos sino que seremos cambiados” el cambio no será como dormir, el cambio será volvernos espíritus «siempre despiertos» e inmortales.
Como sabemos Sueño y Muerte son gemelos ya que son hijos de la Noche, y además son hermanos de Eros, del Eros de la noche. Soñar es entrar por lo tanto en el reino de la muerte y estar llenos de Psique. Evidentemente soñar es experiencia de pura psique, el sueño es una experiencia totalmente anímica. O sea que cada noche cuando soñamos entramos en el ámbito de psique en estado puro: desaparece la materialización, el ámbito de «lo natural» (physis), lo «físico» y entramos en un mundo de imágenes enormemente reales, pero con la realidad de Psique.
Si Freud quería reducirlo al mundo material y con esto traicionaba a Hades, o muchos en el camino de Jung querían volverlo un mundo personal proyectado, con lo cual perdía su cualidad divina (en tanto que ámbito de los dioses), el cristianismo directamente lo quiere suprimir: “desaparecerá el sueño” -cuando despertemos, claro. En lugar de soñar y estar llenos de Psique (que ocurre cuando soñamos, ya que soñar recuerden que es morir, es decir: es entrar en el mundo de Hades, lo sueños vienen de abajo por lo tanto y no de afuera, nos cogen y nos llevan ahí abajo), en lugar de esto los muertos se elevarán en un parpadeo instantáneo. Como dice San Pablo: “cambiar no es dormir y dormir no es cambiar”.
El modo de redención del cristianismo no pasa por el sueño, ni pasa por la imaginación; esto significa para la psicología que lo que ocurre en el sueño y los ensueños no puede entenderse con una mirada cristiana como si fuera un cambio redentor. La prohibición de interpretar sueños está presente en la Biblia y luego la prohibición de la astrología y del trabajar con imágenes del alma; todo esto se erradica en nombre de la verdad del espíritu. Arúspices, adivinos, seres que hablan con imágenes, solo son criaturas engañosas, la verdad está en entregarse plenamente al acto de despertar y seguir a Cristo.
La palabra que Pablo escoge para «transformación» se puede traducir como «regateo». No es solo moverse de un lugar a otro, o de una situación a otra: es dejar esto para tomar aquello. Se trata de una translación de psique (que quiere decir del reino del alma) a pneuma (que quiere decir espíritu). De lo que se trata es de espiritualizar al alma.
Para emerger y encontrar al Señor ahí arriba (porque ya no está abajo), debemos volvernos pneumáticos, es decir espiritualizados. La victoria sobre el sueño y la muerte es parte de la misión más amplia del cristianismo que intercambia alma (psique) por espíritu (pneuma). El misterio ascensional del cristianismo cambia psique por pneuma, la victoria cristiana sobre el submundo es así esencialmente una pérdida del alma. Uno de los efectos de esta batalla es la satanización de Tánatos, hijo de la Noche. La figura negra con alas de las descripciones paganas se vuelve, tal como dice San Pablo en las Epístolas, “el último enemigo”. ¡Pobre Plutón!, señor de los sueños, señor de las imágenes, señor de la profundidad, que ahora es «el último enemigo» a vencer. La personificación de Plutón como Satán, lo vuelve la personificación del principio del mal. A partir de ahora el submundo es el infierno de castigo y de ardor. Hasta ahora no había esta moralización.
El submundo se vuelve enteramente moralizado, ahora rige la moral; el bien y el mal, la verdad contra la mentira. Fíjense que antes no se hablaba en estos términos, además el reino de Plutón era enteramente a-moral, no tenía cabida la moral, pero ahora se vuelve enteramente moralizado; la muerte equiparada al pecado: “Solo morirán los pecadores, e irán al infierno, pero los que sigan a Cristo ni morirán, ni dormirán sino que estarán libres de la muerte para siempre en un estado de perpetua vigilia”. Parece bonito, pero ¡vaya, a qué precio!
Como ocurre con la regla psicológica el pecado que uno comete uno lo atribuye a aquello con lo cual se comete, la justificación moral para destruir al enemigo, en este caso a Plutón, es que el enemigo es destructivo. La imagen cristiana del infierno es así una proyección de una imagen infernal en el seno del cristianismo. De la misma manera que la imagen heroica de que “hay que curar”, es una proyección de la enfermedad que acompaña al ego: el héroe es culpable y proyecta la culpa a aquello contra lo que combate, el cristianismo lleva en sí un infierno al que proyecta en el reino de Plutón. ¿Cuál es el infierno que lleva? La negación del alma. La negación del alma aparece inmediatamente como un ámbito de mal y el mal hay que combatirlo. Habrá sido en furiosa desesperación por el mal trueque que ha hecho el cristianismo al perder el alma, la profundidad, el submundo, las personificaciones del la imaginación, a cambio de una espiritualización idealizada de los objetivos del mundo de arriba. Solo de un modo, perdiendo a Cristo, podría reaparecer el submundo, pero en este caso como perdición, maldición y terror, el submundo como reino del diablo. ¿Y que otra reacción es posible ante esta imagen intolerable, tal como indicaba su agresividad? Temor al diablo. Por eso se le temía, lo cual también indicaba que uno estaba en peligro de perder a Cristo. De modo que el diablo fue establecido por el miedo, la imagen del diablo todavía persigue en nuestros temores de lo inconsciente y de la psicosis, (que es la preocupación y el miedo de los terapeutas), de la psicosis latente que supuestamente se esconde en lo inconsciente.
Fíjense que todavía hay hoy una aproximación a lo inconsciente como lo peligroso, lo infernal, donde puede estar latente la psicosis, ese mundo oscuro, tenebroso y peligroso. Esto toma su proyección de una imagen que confunde submundo con infierno cristiano. Además aún nos volvemos a métodos propios del cristianismo: ¿cómo hace el cristianismo para combatir el submundo y soportar la pérdida del alma? O ¿cuál es la consecuencia de la pérdida del alma? Será lo siguiente: moralizar, buenos sentimientos, compartir en comunidad, ingenuidad infantil como propiciaciones contra nuestros miedos. Es decir, contra el miedo al infierno hay que ser buenos, hay que compartir, hay que ser morales, hay que ser ingenuos. Seamos como niños, querer a los otros como niños, abrazarnos como niños en una conducta impecablemente moral nos salvaría del infierno. Fíjense qué negación de la profundidad y del reino de la sombra, una mirada desprovista de sombra, una mirada ingenua: el modelo de las ovejas, del rebaño que sigue al pastor, el rebaño inocente de ovejas dulces y mansas que siguen al buen pastor. En lugar del clásico descenso de la nekya hacia la imaginación se nos ofrece moral y buenos sentimientos.
El submundo aún retenía asociaciones con los mitos clásicos y el cristianismo en un doble toque maestro se deshizo del submundo y lo volvió horroroso como la única alternativa al sendero cristiano: cristianismo o submundo; se debía escoger ¿y quién va a escoger el horror? Si esta es la alternativa. la elección ya está presupuesta.
Los sueños que tenían su hogar en el submundo también debieron volverse anti-cristianos y por ello en el cristianismo los sueños son enemigos. En efecto, los sueños juegan un papel muy pequeño en el Nuevo Testamento, de la misma manera que desaparece la palabra «psique» y empieza a ser substituida por «pneuma». Los sueños solo pueden ser revelaciones del mundo nocturno, mensajes o tentaciones del demonio, de Satán. Por lo tanto en los sueños se revelan los demonios y un cristiano tiene que huir de los sueños, los sueños son la tentación. Naturalmente los sueños todavía pertenecen al linaje de la Noche, eso no pueden evitarlo: los sueños vienen de otro mundo, y en el momento en que se demoniza el otro mundo se demonizan los sueños y se demoniza con ello la imaginación, se demoniza la fantasía, se demoniza la sexualidad y a cambio en lugar del amor, del Eros, nos queda una sexualidad meramente maternal, material, natural, justificada por los frutos terrenales. Es un precio muy alto porque es un sexo sin alma, un sexo reproductivo. Toda figura anímica resulta pecaminosa y proviene del diablo. Es un camino duro el camino del adepto, es un camino que traiciona al alma.
Por esto podemos ver lo desalmado de las cruzadas por ejemplo, lo desalmado de las conquistas y la expansión del cristianismo que no es sino una eliminación de toda imagen y de todo deseo y de todo sueño en nombre de «la verdad». Es característico del espíritu el buscar verdades absolutas; donde hay una verdad absoluta, se detiene el proceso, es lo opuesto a la psique que no tiene límite, que no tiene fondo. La psique profundiza y profundiza y profundiza y es indefinidamente profunda, no se llega nunca a un punto fijo, todo punto fijo se disuelve siempre en imagen y en imaginación Pero claro, si hay una verdad absoluta, se acabó.
Fíjense que los dos extremos de lo anímico son: el mundo del cuerpo con su literalidad de hechos y el mundo del espíritu con sus verdades absolutas; o las morales, las ideas abstractas, o las cosas-ahí-afuera, los hechos fijados. Ni en las cosas, ni en las abstracciones hay atención al alma.
Por esto es interesante la aparición de Hades, porque la emergencia de Hades desmoraliza completamente y desustancializa completamente. Si han pasado por momentos de horror, de no entender nada, de perder el control de su funcionamiento cotidiano habrán visto que se ha desliteralizado el mundo y de ha desmoralizado también y esa es la característica de psique: “ahora ya no se nada, ahora ya no entiendo nada, ahora ya sólo queda mirar detrás, ser llevado, ya no sé ni qué sí ni que no, ya no me lo puedo creer, ya no veo ni luz ni camino ni verdad, ni hechos ni importancia” y empieza el proceso de hacer alma.
Hay una tendencia muy marcada en el cristianismo: el cristianismo se presenta como una doctrina espiritual, como jamás se presentó el paganismo. El paganismo no se presentaba con una doctrina moral para evitar ir al infierno o para irse al cielo, sino que el paganismo se presentaba como una revelación del mundo como algo variado y múltiple, con infinitos niveles de realidad, nada más. Pero en cuanto aparece la doctrina espiritual, aparece otra vez inadvertidamente el ego heroico, solo que su conquista ya no es la conquista del mundo, de la naturaleza, de los hechos, sino que ahora es la conquista del espíritu, ahora es un camino de lucha para llegar a la verdad. ¿Se dan cuenta de esto, que es muy parecido pero en otra dirección? Lo más difícil es atenerse justamente a ese plano de Hades que da cabida a todo y que deja ser; no se deja ser si se va a los hechos, pero menos se deja ser si se disciplina con el espíritu. El cristianismo, ante la imaginación, adopta el camino espiritual.
Esto está muy vivo hoy todavía, quiero decir que muchos astrólogos y muchos lectores de tarot, e incluso muchos psicólogos y terapeutas, y el mundo de la new age, venden espíritu a cambio de alma y pretenden ante sus consultantes orientarlos espiritualmente… ¡Qué peligro!, je,je: “esto no debería pasarte, tienes que hacer esto y tienes que proponerte y tienes que luchar y tienes que crecer», etc. Preceptos; la característica del camino espiritual son imperativos, no mirar y dejar ser, sino dirigirse audaz e intrépidamente con la total certeza a la meta prediseñada. El camino no lleva al mundo pero tampoco lleva al submundo; este camino espiritual quiere trascender el mundo, irse fuera del mundo. Pero lo curioso es que el alma crece comprometiéndose en el mundo y por eso desde la sombra se nos empuja a esta realidad, porque aquí se hace alma. Salir de aquí es salir completamente del proceso de hacer alma y es identificarse con una verdad incambiable. Por esto Wallace Stevens, gran poeta de la imaginación, de decía a Giovanni Papini, escritor cristiano espiritualista: «El camino que lleva hacia el mundo es más difícil que el camino más allá de él».
Otra cosa que prospera hoy en día: por un lado se ofrecen muchas curaciones para el dolor y también se ofrecen muchos caminos de vida. La gente dice “bueno ¿hacia dónde tengo que ir? Dame un significado para vivir». Aquí hay un peligro, el espíritu habla de significados, pero el alma habla de imágenes. Cuando a una imagen la transformas o traduces en un significado has matado a la imagen, se acabó el proceso imaginal, ya tienes el concepto, la idea, ya no hay más proceso de profundización.
Esto pasa mucho en el tarot hoy, o la astrología, la gente quiere que le digan “qué quiere decir esto” para ya no tener que mirarlo. Entonces ya no procede imaginativamente, sino que procede conceptualmente. En astrología también: “el Sol es el propósito vital” y hasta sustituyo toda la dinámica solar por la palabra propósito, ya está!: no atiendo a las imágenes solares, sino que rápidamente las he substituido por conceptos de una deslumbrante claridad. Pero cuidado porque la claridad no es propiedad del submundo, el submundo no habla de claridades sino que habla de sombras. El submundo, donde reside el alma, está poblado por las sombras que la claridad no advierte
¿Entendieron esto del cristianismo? ¿porque el infierno, porque la culpa? La culpa es morir.
Hoy en día hay algunas doctrinas para mí muy delirantes, doctrinas aparentemente espirituales vinculadas al cristianismo aunque se presenten como doctrinas indo-americanas anteriores a la conquista y por lo tanto nada que ver con el cristianismo. Se habla de la sabiduría de los antiguos chamanes del México precolombino, antes de la conquista, pero se vende detrás de esto la misma idea. Se vende la idea de vencer a la muerte, el triunfo sobre la muerte, y por lo tanto el camino de la vida es una empresa mágica para conseguir trascender a la muerte y llegar a vivir en un estado de conciencia que inorgánico, el vivir cinco mil años o cinco mil millones años. Es una colocación en la vida ante que la muerte es una derrota…
Por supuesto que es un mito, como todo lo demás, pero lo que yo miro en ese mito como le decía a un amigo que predica ésto es “vas a morir muy mal, porque para tí la muerte va a ser una derrota, no sólo es morir sino sentirse derrotado” y esto es tremendo, no va a ser una profundización, es decir, para ti cada «hora tonta» del día es una derrota.
Las horas tontas del día son las horas de Hades, las horas en que no estoy cumpliendo con un propósito, en que me quedo atrapado con los ojos en el fondo de la taza del café en medio de una especie de angustia y entonces el yo piensa “es una distracción, horas tontas, no significan nada”. Es la basura que aparto de mi camino, la basura que recoge Hécate y que se lleva al submundo.
Esto es Hades, Hades son todos los rodeos, todo lo que llamo rodeo, distracción, error, equivocación, pérdida de tiempo; naturalmente, sólo es perdida de tiempo para alguien que tiene una tarea, un objetivo, una misión. Para Hércules, para el hombre comprometido en el mundo, el submundo es pérdida de tiempo, distracción, error o enfermedad. Entonces, las horas tontas del día son horas de Hécate. También hay un altar para las horas tontas si volvemos al reino del submundo. En el submundo hay un lugar hasta para esos ratos en que uno se ha quedado adormilado, perdiendo el tiempo. El tiempo perdido naturalmente es tiempo devuelto a la eternidad. ¿Qué pasa en esos momentos que no forman parte de tu biografía heroica? En la Cábala ya se decía y con mucha sabiduría, que «hasta el día del más sabio tiene sus horas tontas». Eso que llamamos horas tontas son las horas de Hécate, la figura del submundo, las horas de ensueño, las horas de imaginación, cuando ha desaparecido la conciencia centrada y dirigida a un punto, y en su lugar hay una fluir y flotan las imágenes y te sacan de aquí; estás ante la taza de café y ya no estás en universo tridimensional sino que estás en el reino de las sombras. Claro, no estás trabajando, no estás produciendo, no estás invirtiendo, ausente del mundo del reino materno, material, natural, literal, y has ido al submundo, no al subterráneo. Esa es la parte de Hades, esa parte despreciada podría ser reconsiderada ¿qué es lo que en mí desprecia esto? ¿qué es lo que en mí llama a este divagar «rodeos» y no «momentos esenciales» del camino? Al final Hades te dice “todo es lo mismo”, en cada punto, en cada momento está todo lo que es, “no llegarás a ser nada, porque ya eres, ya es todo lo que es, todo está ya”. Todos tus rodeos son reencuentro con lo mismo y los descensos a Hades te llevan al mismo sitio: siempre vuelves al mismo sitio, siempre regresas a ese estadio frío, absolutamente frío, donde no pasa el tiempo y donde no hay ningún objetivo porque es el objetivo final.
El objetivo de todo es Hades, adonde vamos, de manera que pensamos en la muerte al final nos llevará a Hades, pero en realidad es adonde estamos yendo ya. Por lo tanto, si que ese es el final de todo, las psicologías que hablan de un final en realidad están vinculadas a Hades. Te dicen: lo importante es el «para qué», lo importante no es el porque “¿porque me pasa esto? porque me hicieron esto y volvemos al mundo natural. Las psicologías finalistas que esencialmente son Adler y Jung se liberan de la esclavitud de lo maternal y hablan del símbolo: lo importante no es por qué sino para qué. Pero si son honestos hasta el final tendrían que comprender que el para qué no es sino Hades, el para qué es el submundo: ahí va a para todo.
¿A dónde va mi proceso de individuación? Va a la muerte, ¿adónde va mi vida? Pues va a la muerte, y ya está ahí, ésta es la última respuesta: no es para la vida, sino que vivimos para la muerte. Platón ya lo vio. No para algo que pasará delante, sino para algo que ya está pasando en nosotros. ¿qué pasa si vivo mirando a la muerte? Ahí aparece Jano, esa figura que tiene un rostro para adelante y un rostro para atrás, este dios que mira a los dos camino, como Hécate que tiene tres cabezas y mira en tres direcciones a la vez, a diferencia de Hércules que es unidireccional, que va adonde va y no ve los otros caminos. Los dioses del submundo miran alrededor, no miran directamente. En el mismo momento en que te está tocando Plutón, en ti se ve el brillo en los ojos de lo no dicho, no es que luego me voy a una introspección y pregunto por el sentido de las cosas, eso es desconexión: es en el acto mismo en que aparece oír lo no dicho y que se oye muy claramente en lo dicho ¿Quién oye lo que no se dice? ¿quién ve lo que no se ve? ¿quién me muestra la otra cara de la moneda de lo visible en lo invisible? Esto es estar en el submundo y para esto no hay más que ahora. Toda esperanza de futuro es una defensa contra el ahora.
Esto lo tenemos que preguntar: cada vez que soñamos y proyectamos ¿no habrá una defensa contra dejarse estar? ¿qué pasa si dejamos estar, qué empieza a pasar entonces? Es una buena pregunta, porque creemos que hacemos cosas porque queremos y lo más probable es que no nos queda más remedio que salir huyendo a la acción, dado que se teme en nosotros lo que se teme. Empezar a ver los actos corajudos y valientes como la otra cara del temor. ¿Qué odio hay que me empuja a hacer? ¿Qué miedo hay que me lleva a una borrachera maníaca de actividad? Siempre van a estar ahí la Noche, Tánatos, Hypnos, Hades: la irrevocable invitación a la profundidad.
En este punto surge algo interesante, que es justamente la psicología de Jung. Pobre Jung, hijo por un lado de la profundidad, seguidor de Freud -y este lenguaje no sería hoy posible de no ser por la obra de Jung, no estaríamos hablando como hablamos de no ser por Jung, no estaríamos cuestionando los modelos de normalidad, no estaríamos descubriendo que lo subterráneo no es el submundo, que hay modelos distintos de feminidad y que hay una feminidad que no tiene nada de maternal, que hay una feminidad chtónica que no se relaciona ni con el tener hijos, no con el instinto, ni con el cuerpo sino con la conexión con lo profundo y que es un error por lo tanto ver en lo femenino lo maternal a priori como si todo fuera lo mismo. Esto para muchas chicas será una tranquilidad, para esas chicas que no sienten el deseo de tener hijos y piensan que deben tener algo mal porque tendrían que ser madres. También sienten otro llamado y es un llamado femenino pero no maternal, es femenino pero no es terrenal, es femenino pero es chtónico, es de la negrura de la no luz y es curioso, los órficos decían: “en este mundo del sol diurno solo hay un guía, pero en la oscuridad es donde se ve la luz y el amor Eros”. El órfico va a buscar la luz y el amor en la oscuridad, no en la exterioridad.
Pues puede ser que el no sentirse vinculado a dar frutos y a producir no sea simplemente negación de lo femenino, de lo femenino material si, de lo femenino maternal si, pero con la llamada de Hécate ¿qué pasa con la llamada de Hécate que es la compañera permanente de Perséfone? Hay ahí una vocación también. Son buenas preguntas porque yo conozco a chicas que se comen el coco, o no se lo comen pero se sienten obligadas a dar un montón de justificaciones y cuando uno tiene que dar explicaciones es que hay culpa, donde uno explica hay un niño que se siente culpable. Si tu tienes que justificar y explicar lo que haces te sientes pequeño. Como decía aquel lema “el adulto informa y el niño explica”. Si tienes que explicar porque no tienes ganas de tener hijos, si es algo que no quieres simplemente afirmar sino que debe ser explicado es que hay una conciencia culpable ¿y dónde no va ha haber una conciencia culpable donde femenino está vinculado a maternal, y a terrenal y a frutos de la tierra. No sentirlo ¿qué implicaría un problema con el cuerpo, un problema con el instinto? pero puede ser una llamada a desnaturalizar el instinto y regresar a la imaginación.
Jung restableció la dimensión de la imaginación, él habló acerca del diálogo permanente con el alma, él hablo de que alma la hay en todo sólo que se la olvida, y que todo lo que se ve es visto a través del alma, y así cuando creo que hablo contigo no hablo contigo sino a través del alma, y que la toma de conciencia de este «a través» me permite obtener un diálogo más reflexivo: no solo hablo contigo, hablo con el alma a través de la cual me aparece lo que me aparece. En el fondo es un gran discípulo de Hades, seguidor de Psique, es el gran recuperador de la psique en una cultura donde se la había perdido, pero por el otro lado era hijo de un pastor protestante. Qué tremenda la historia de tener que servir a señores que están en guerra, o sea: el alma que pertenece al submundo y a la imaginación, por un lado, y Cristo que niega el submundo y que propone una verdad transmundana, como decíamos: “o sigues a Cristo o sigues al diablo”; pero Jung no podía no dejar al alma, pero el alma es el diablo entonces según el cristianismo. O seguir al espíritu y perder al alma o seguir al alma y perder a Cristo.
Jung era plenamente consciente de que el camino de Cristo eludía el camino del alma y por el otro lado era cristiano. Así que tuvo que encontrar su camino propio, y su obra es un poco el buscar la relación con el submundo, buscar una mediación que Cristo no hace. De alguna manera tuvo que chtonizar, oscurecer a Cristo, no tanto para invocar a Plutón -que es Satán- sino para convertir, enriquecer la experiencia de Cristo con otra figura mediadora que está en contacto con el submundo: y esa figura es Hermes. En su maravilloso tratado “El espíritu Mercurio” que es bastante difícil, no es de las obras de lectura fácil, Jung trabaja con Mercurio-Hermes como representante del alma e intenta poner en Mercurio la mediación que acepta el submundo como realidad y que a su vez pueda mantener un vínculo con Cristo. El Cristo de Jung es el Cristo Hermético, no es el Cristo de la Iglesia; y por eso Jung se vuelve hacia la alquimia. Cuando habla de la conciencia hermética habla de una mediación, habla del mundo del alma, de un servicio al alma, puesto que él sabe que hay un descenso: Jung también hizo su nekya. Jung padeció en términos clínicos una psicosis. Eso que en la vida diurna es una psicosis, se volvió loco: hizo su descenso. Toda su visión psicológica proviene de esta experiencia.
Así como Freud se encontró solo y entró en su nekya a través del análisis de los sueños ya que nadie se los analizaba porque no había analistas de sueños, tuvo que recontarse su historia a través de los sueños e hizo un proceso de conversión, pues Jung también se encuentra solo, se encuentra solo ante las imágenes del alma en el submundo y es esa experiencia la que marca su pensamiento en psicología. Vemos cómo los grandes psicólogos no son creadores de doctrinas, sino primera y primordialmente portadores de una experiencia personal y son portadores de una experiencia personal del submundo, que ha marcado su vida y su obra. La importancia no está en lo que dicen, la importancia está en desde donde dicen lo que dicen; y a través de ello resuena otra vez el mundo olvidado o negado de Hades.
Por lo tanto Jung no puede apoyarse en la imaginería cristiana del submundo, porque entonces aparece como el pecado, el infierno, la culpa, el pago por los pecados, es el tormento eterno y Jung sabe que no es así, Jung sabe que es el mundo del alma y por lo tanto tiene que recurrir a otra imaginería que reviva el submundo de una forma que los cristianos no puedan considerar infierno ni diabólica, y esta imaginería que ya es más propia del Renacimiento es justamente la alquimia. La alquimia le permite a Jung hablar de las imágenes torturadas del alma, de la desnaturalización de la experiencia física en experiencia psíquica. La alquimia le abre la puerta para llegar otra vez al submundo que el cristiano niega; para un cristiano el descenso es descenso siempre al reino de Satán. ¿Cómo va a hacer su descenso Jung y reconocer que no es el pecado y el mal, sino que es el camino del alma? La imaginería torturada de la alquimia le abre las puertas, donde Hermes es el portador de esta revelación del submundo -Jung habla mucho de Hermes Psicopompos, no habla solo del mercader que hace tratos. sino que habla del que hace tratos con el otro mundo, Hermes «conductor de las almas al más-allá», habla de Hermetismo, Plutón es el rey de lo invisible porque es hermético, porque ve el vacío presente. Hermes es Psicopompos porque conduce al reino de Plutón.
Ahora vamos a reconducir todo esto a la imaginería más común: ¿de que me sirve todo esto si por ejemplo soy astrólogo? Vamos a ver todos los temas que hemos ido tocando al pasar. Hemos ido tocando el tema de la culpa con la sombra, de los pensamientos que no se ven o motivaciones ocultas, de lo mistérico o lo esotérico, pero detrás de todos estos temas, y esto es lo novedoso, hemos tocado a Plutón como el que hace alma a partir de todo lo tangible, Plutón como el ámbito puramente psíquico; en Hades no hay hechos, no hay cosas, no hay tangibilidad: solo hay puro y exclusivo proceso del alma, por lo tanto en el Hades cambiar alma por hechos no está permitido, o dicho de otra manera: en la casa astrológica donde tengas Plutón no hay posibilidad de literalización, los hechos desaparecen y solo aparecen estados del alma, es decir hay un viaje al infierno, hay una necesaria profundización que no se da porque quieras, que no se puede literalizar porque son imágenes psíquicas incesantes. El ámbito de Plutón es psique en estado puro.
Si lo heroico es la negación de la sombra, donde hay sombra verá un fallo y ve una tarea, y por lo tanto no se atiende a la sombra como un camino sino que uno se hace responsable de la sombra. Inmediatamente la conducta heroica, que deviene responsable, lleva la sombra de la culpabilidad. Esa sombra se puede proyectar en figuras del reino exterior y arremeter contra los objetos que se han vuelto ocasión de que uno se sienta culpable y pelear con ellos; “mi padre, mi madre, mi jefe, la sociedad capitalista, la estructura convencional de la familia” y a todo esto le atribuyo la culpa contra la que lucho, pero la culpa nunca proviene del mundo exterior, la culpa es manifestación de la sombra, que es sentida como culpa por la actitud heroica.
No se puede hacer una fórmula, pero si una invitación: si hay un sentimiento de culpa, hay un yo heroico que lo está experimentando y, naturalmente, experimentarlo como tal culpa impide toda posibilidad de conocimiento: se busca así curación, se busca transformación o se busca redención y trascendencia, que es el camino del espíritu, pero no se sigue, no se escucha la invitación de la sombra. Y la sombra no es tuya sino que pertenece al submundo.
A mí esta idea me parece absolutamente notable y a tomar en cuenta: lo que hago se genera en la sombra. Esto cambia toda la idea de que lo que yo haga, lo que yo decida, lo que yo piense y lo que yo quiera resulta punto de partida y fuente de situaciones, sino que ahora ello es la consecuencia de lo que en mí -y muy a mi pesar- se está haciendo; y lo hace la sombra, y cuando digo sombra ya no digo un enemigo, no digo la sombra como un enemigo, digo la sombra como la presencia permanente del submundo, del vacío si quieren decir así. Toda mi actividad es una forma de llenar la vaciedad, esa vaciedad que invita a otra cosa, la vaciedad que no comprendida se transforma en compulsión de actividad
Aquel que haya pasado por tránsitos de Plutón más o menos importantes (por el sol, la luna, etc.) y que varía según la persona y la colocación, pero que en todos los casos se conecta con la idea de derrumbamiento, hay una idea de derrumbamiento, lo que uno daba por seguro y por sólido se disuelve.
Otra idea: destrucción. Se disuelve, lo que era fijo, estable, seguro, un hecho contable y confiable no está más, se abre el suelo de debajo de los pies, emergen estados de ánimo, emerge el ánima. Convoca psique. Ya no son los hechos lo que importa, los hechos han perdido su sustancia, ahora estamos invadidos por imágenes. Es una experiencia importante porque te saca de esta vida literal y natural, es una experiencia importante porque relativiza esta vida; ahora bien, en cada cual se vivirá desde donde esté instalada la conciencia. Para una conciencia Perséfone esto es una violación terrible que despierta indignación, ya que si no se acepta permanece aferrada al mundo de arriba y la rabia y la violencia reprimida en el submundo. Detrás de la Perséfone dulce hay una furia vengadora: “que le corten la polla a todos!”, “todos son potenciales violadores” “me han quitado mi inocencia, me han quitado lo único que me importaba”. Es decir que no hay la pérdida de una realidad, sino la convicción de de que «lo perdido» sigue siendo lo único real solo que ahora ya no puedo accederse, no ha habido tanto la penetración en otra realidad, sino solo el sentimiento de privación de esta, sin el encuentro de la otra y por esto se aferra a esta y, curiosamente, se vive desde una sombra, se vive desde el submundo sin saberlo y detestándolo. Las Perséfones al principio sólo sienten a Plutón como el que les quita su fertilidad y las destruye por tanto como mujer, ya que mujer y maternidad se vuelven sinónimos. Sienten lo que les han quitado (y sale toda la rabia) y piensan que no hay nada a cambio; claro que hay, pero lo que hay implica otra manera de mirar, una instalación en el submundo del cual se ha devenido inadvertidamente señora y mediadora, oficiante y sacerdotisa.
Pero hay distintas formas de vivir a Plutón; para una conciencia hermética es la posibilidad de vivir para siempre, para el resto de tu vida, informado, atento a, viendo el reflejo en lo que lo refleja, oyendo lo no dicho en lo dicho, sumamente interesado en el mundo no solo por lo que se muestra sino por lo ocultamente presente, sería la experiencia permanente de misterio, sería vivir desde el misterio y misteriosamente.
Como yo suelo decir cada vez que hay un tránsito de Plutón: “no saldrás, no se trata de salir, se trata de vivir sabiéndolo, es decir, antes vivías sin saber creyendo que era sólo-eso y ahora vives eso y sabes que no es eso tampoco, y que es otra cosa”. Así aparece el reflejo, lo reflectivo, lo reflectante, juego de espejos, nada es sólo esto o aquello, no hay reducción posible, nada simplemente está, pues al estar no está, y al ser no es, ni siquiera yo, yo ya no soy yo ¿quiénes hay en mi?
Por lo tanto se adquiere multidimensionalidad que es justamente lo que convoca la expresión «politeísmo»; los sueños que vienen de Hécate, la furia que viene de Estigia, el componente heroico que se plantea un ascenso, no es que no vengan, es que vienen y voy viendo de donde vienen y no solo hacia donde aparentemente van. Esta doble visión e: vas hacia delante y sin embargo estás en el fondo, ya no es o arriba o abajo, es por arriba que estés siempre hay un contacto con el abajo y esta es la conexión hermética. No es la conexión de una Perséfone que se siente ultrajada y que quiere ser Deméter, sino que es la conexión hermética; se está siempre en el linde, se está siempre entre múltiples caminos. Cuando se dice que hay un camino hay muchos, y el tomar uno no es solo tomar uno sino relacionarse con los demás. Hay mucho de Heráclito en esto, y mucho de Hermes.
El reino psíquico, el mundo de Hades, está muy poblado, hay allí multitud (lo que para el cristianismo será que los diablos son legión): habitan allí las personas imaginales… y no solo los antepasados, aunque también ellos. Pero quien se siente solo es quien cree sólo en «personas externas», personas del mundo fuera; es el que más le teme a esto porque lo ve como «lo otro», «la nada», «lo irreal», de repente caigo en un vacío y en una soledad y me horrorizo; es el comienzo de Hades, ahí hay otros, pero para la conciencia heroica los otros solo pueden ser algo a vencer o algo a curar, es la psicopatía, lo que no puedo admitir, pero son los permanentes compañeros de la vida. Estamos en medio de otros, habitados por dioses, están todo el tiempo. Pero hay quien se siente solo, hay que mirar este sentimiento de soledad porque tiene que ver con la convicción de que sólo yo puedo estar vivo (ser real), quiero decir “solo yo y los otros yos”, donde no hay un yo (lo cual se entiende como un sujeto humano) no hay nada y es terrible.
Por eso cuando yo desaparezco, soy llevado hacia dentro y si soy heroico lo vivo como la nada, sobre todo porque entendemos por alma “lo personal”. Este proceso de despersonalización sería ¡ah!, la nada, un universo de nada afuera (materia muerta, partículas, agujeros negros, galaxias), todo cosas muertas, todas cosas sin alma, ¿cómo voy a hablar con un agujero negro? Son todo procesos físicos sin alma, un universo material absolutamente muerto y lo único vivo anímicamente es la gente. Luego, ¡sin gente no hay nada!, ¡nada de nada! Es terrorífico. Todo lo demás que no sea personal es vivido por la conciencia heroica como irreal. Naturalmente la irrealidad aparece, ya que no es meramente irrealidad, sino es otra dimensión de la realidad, curiosamente mucho más animada y psíquica que esa realidad que tu crees que es real y que no es nada más que un conjunto de simulacros muertos: hechos opacos, datos estadísticos, cifras, conceptos y preceptos.
Es curioso, en el mundo de Hades no hay cosas, en el submundo hay «personas», están los muertos, hay animales y hay dioses, pero no hay objetos; en el mundo psíquico no existen los objetos, en el mundo psíquico todo está vivo, objetos sin vida solo aparecen para la conciencia yoica. Cuando desaparece la conciencia yoica desaparecen los objetos sin vida. No es que haya la soledad, lo que hay es un sentimiento de soledad que acompaña a un tipo de conciencia.
Cuando aparece el “qué solo estoy” hay un héroe en el medio que está buscando otro que comparta la aventura, u otro con quien pelearse u otro con quien aliarse en la empresa heroica. Pero si no hay otro con quien compartir o con quien pelear no hay nada, porque el yo, a todo lo que no sea yo o como-yo, lo llama «nada», lo llama «muerte»; la muerte es nada porque no es yo y por eso hay tanto miedo al mundo de Plutón, porque el yo desaparece ahí. La idea de la muerte es que se acabó yo y se acabó todo, esa es la literalidad, porque sin yo no hay nada y la experiencia de Hades es que justamente tú, no. Por eso es sumamente humillante, lo dice Hillman “la entrada es sumamente humillante porque es el sentimiento de inferioridad”. Esto también recuerda aquella afirmación de Jung en el sentido de que todo encuentro con el sí mismo es una humillación. Ante Hades todo muere, ya no sirvo, ya no soy efectivo, yo no estoy cambiando, estoy enfermo, estoy imposibilitado y aparecen todas las imágenes de la alquimia, me estoy pudriendo, soy una llaga pestilente, se desprenden mis miembros, no puedo más, pero esto está lleno, está lleno de presencias; como esa frase tan bonita Jung inscribió en su casa de Bolingen: “invocados o no invocados, los dioses están presentes”.
Estamos hablando psicológicamente, no pretendo que salgan de aquí a buscar un ritual prendiendo inciensos a los dioses, no es ese tipo de inciensos lo que quieren los dioses, no es una cañita con olores que se supone que está ahí y le hablo ahí, no, no; los dioses tienen profundidad y ese es el sacrificio para los dioses: la renuncia a la superficialidad, la renuncia a la literalidad, el ver el trasfondo; y ahí no hay soledad, el niño está en nosotros, el niño que fuimos está en nosotros, quien ha negado este niño lleva una rabia muy grande contra los niños, los ve molestos, fastidiosos, inmaduros, ve en el niño algo que tiene que ser dirigido para que deje de ser niño, pero eso es el niño que lleva: está puteado ese niño y ni siquiera está atendido, está tan literalizado que se conduce así ante los niños “los niños son un estorbo, son algo a educar, a dirigir, a llevar a un objetivo, son molestos porque no están acabados”.
Pero también la relación que se tiene con los viejos es la relación con el viejo que vive con nosotros. Así que si uno se pasa el día puteando al propio viejo que está con uno ¿qué le esperará en la vejez?, porque nos encontrará, nos viene al encuentro. No vivimos solos, vivimos con ellos y ellos son con nosotros tal y como nosotros somos con ellos. Cuando llegue ese momento en que ya no habrá naturaleza a la que agarrarse, objetos que construir, hijos que parir, éxitos que conseguir, me miraré al espejo y estará el viejo ahí y me relacionaré con ese viejo como me he relacionado con la vejez durante mi vida, con el viejo en mi, el viejo que ya estaba allí cuando yo era pequeño. Hay niños que atienden mucho al viejo y se lo pasan muy mal de pequeños porque son pequeños viejos, eso son los que luego son viejos que no son viejos porque han atendido mucho al viejo. Cuando llega la hora en que se presenta el viejo que te acompañó, es un buen compañero, es el viejo sabio, te trae mensajes del otro mundo. Él que sabe del submundo te orienta, es el guía, no el diablo; pero si te has pasado la vida puteando al viejo, te has pasado la vida sintiendo que la vejez es despreciable o temible, combatiendo la vejez, eludiendo la vejez, estirándote la piel para no parecerte al viejo, buscando cualquier tratamiento que postergue al viejo, entonces cuando aparezca este viejo estará maltratado, estará lleno de recriminaciones. Pero no es que ahí aparece algo nuevo, ha sido todo el tiempo así, solo que ahora se manifiesta: sale para afuera, se encarna. Por eso digo que hay que estar atento a lo que hacemos en el reino de las sombras, porque lo que vivimos aquí en el reino de luz está en correspondencia con lo que hacemos en el reino de las sombras. Si en lugar de atender tanto a ésto, atendemos en esto también el reflejo de la sombra, es decir, si vivimos también para nuestra muerte, el sentido de la muerte será distinto de cuando vivimos huyendo de la muerte.
Voy a proponer algo que tiene que ver con el trabajo en la sombra, que no es que yo trabaje en la sombra sino que me doy cuenta de lo que al hacer esto le estoy haciendo un homenaje al lado sombrío. Jung tuvo una idea excelente y que sigue siendo muy válida y es que el alquimista, que como ustedes saben estaba comprometido con un trabajo en su laboratorio/oratorio para transformar, a partir del material desdeñable, los metales en oro, en lo más valioso… bueno,Jung decía que el alquimista se enfrenta a lo desconocido y cada vez que el ser humano se enfrenta a lo que no conoce inevitablemente y espontáneamente hay una proyección de la fantasía, es decir, ve en eso lo que le habita imaginativamente, sólo que lo ve «allí-afuera». Si yo por ejemplo miro al cielo y veo unas luces extrañas automáticamente se me impone una explicación ¿serán platos voladores, serán satélites, serán mensajeros del más allá, serán estrellas fugaces? No se qué serán, pero al verlas son inmediatamente percibidas desde una fantasía. No soy consciente de la fantasía, pero ello es lo que promueve y provee la interpretación de lo que ya aparece como un hecho.
Desde esta mirada Jung se acerca a la alquimia y dice que el alquimista, que se encontraba ante lo desconocido, lo elucidaba desde la fantasía, y haciendo un trabajo material, lo que estaba haciendo era alma. Las explicaciones del alquimista para los procesos que observa en la materia son explicaciones desde lo imaginal: “el rey está siendo torturado para unirse con la reina” y esa era la interpretación de lo que veían, se les aparecía allí en la materia misma la realidad del alma.
Entonces Jung decía que la alquimia era un compendio maravilloso de material psicológico casi en estado puro, sólo que vivido como proyección, como manifestación material; pero lo que el alquimista vivía en y a través de la materia son procesos de la psique. Entonces Jung relee la alquimia y cuando el alquimista dice “producir plomo de tal manera” Jung no lo entiende como producir plomo tal y como lo entendemos, hoy sino que ese plomo es un estadio y un estado del alma. Lo que hace Jung es psicologizar a la alquimia.
La misma mirada la podemos extender y podríamos a su vez psicologizar a Jung, bueno, no a él sino a su visión, que para nosotros es Jung. Entender que lo que Jung va elaborando con su explicación del alma, es una elemento anímico; no sé si lo que Jung cuenta es la verdad o no, pero lo que sé es que lo que cuenta revela poderosas imágenes de la fantasía.
El tema de lo femenino es un tema que tiene una larga historia en Occidente, que se conecta con la fantasía de lo femenino. En realidad lo femenino no es más que el depósito conceptual de infinidad de fantasías. Fantasías que al no ser reconocidas como fantasías siempre han aparecido como hechos; es que el alma cuando no se la atiende como alma aparece naturaleza y es ahí cuando- como dijo Heráclito- vendemos el alma por hechos. Fíjense que la fantasía de lo femenino, ¡uf! es complicada, se tendría que hacer un psicoanálisis de la imagen occidental de lo femenino, presente en hombre y en mujer y presente culturalmente y presente colectivamente, donde lo femenino siempre ha sido lo incomprensible, lo rebelde, lo que no se ajusta a la forma cristalina y precisa, en cierto sentido lo inferior, por no tener la definición pneumática de lo masculino. Lo masculino es lo claro, lo perceptible intelectualmente, lo que se puede entender transparentemente, y lo otro aparece como lo opaco, lo femenino. No es que lo femenino, sea lo que sea sea eso, sea opaco, pero es visto así porque así está siendo vivido y uno describe eso, pero lo que describe allí es lo que sin darse cuenta esta presente imaginativamente.
La desvalorización de lo femenino continua todavía hoy, ha pasado por todo tipo de variantes y no hablemos ya de la historia mítica de Adán y de Eva. Eva es creada en segunda instancia, es decir, Dios crea a Adán, Adán sale directamente de Dios, pero Eva es creada a partir de la costilla de Adán. En este sentido es de segunda mano y su realidad no es más que una realidad derivada de otra primaria realidad que es lo masculino. De ahí que se haya asociado con Eva la materia como opuesto al espíritu. En realidad en lo femenino la proyección constante es la proyección del alma o de psique, y todo lo que se ha dicho por lo tanto de las mujeres o de lo femenino era el reflejo del estadio de la realidad subconsciente se estaba y de la relación con lo anímico.
Por ejemplo lo femenino demoníaco, la mujer como ocasión de pecado y de tentación, la mujer que debe ser guiada con mano recta, pasar del padre al marido porque dejada a sí es criatura caprichosas e inestable. Esto es una percepción del ánima como traicionera, del ánima como de lo que pone en peligro la masculinidad. Ustedes saben que los seres humanos, no saben innatamente cómo se producía la concepción, históricamente los humanos hemos visto naturalmente nacer, pero el misterio del nacimiento ¿cómo diablos nace la vida?, pues era un enigma. Lo que veíamos es que las perras paren, pero los perros no, las gatas paren, pero los gatos no, las mujeres paren pero los hombres no ¿cómo diablos ocurre esto? Se tardo muchísimo y muchísimo tiempo en vincular la sexualidad con la reproducción, a nadie se le ocurría pensar que porque hiciéramos hoy el amor dentro de nueve meses saldría un niño, ese fenómeno, de acaecer, era en principio vivido con total independencia de la relación sexual. Es decir en el principio el acto de vida aparecía como enteramente femenino, la mujer solo generaba desde sí, porque era auto-generante. Luego se empieza a hablar de la intervención de dioses y más tarde se descubre que el macho es absolutamente imprescindible para la reproducción de la especie.
Fíjense, las primeras teorías de la sexualidad reproductiva, cuando ya se sabe de la necesaria participación del macho, hablan de que la vida propiamente está en el espermatozoide, la mujer solo es la contenedora para que esa vida. que solo proviene del masculino, pueda formarse. La mujer da el recipiente pero la energía, con todo el desprecio por el receptáculo entendido como materia respecto a energía, lleva a ver en la mujer algo secundario en su participación en la generación de vida. La mujer solo contiene y recibe la chispa de la vida del hombre. Los flujos que aporta la mujer son prescindibles para la vida, o sea la creación es un acto masculino. O sea que la visión de la mujer sigue siendo el depositario de lo secundario y esta mirada despectiva que en el fondo no solo aparece proyectada en la mujer, sino que aparece también en la psique, que en todos nosotros es la relación con psique que hay ahí, el desprecio por lo anímico, desprecio por lo que no es redondo ni cuadrado y perfecto y traslúcido y espiritual. El desprecio por lo imaginal, el desprecio por la vida inmanifiesta, en cuanto la vida interior no sea producto de la voluntad o del entendimiento. Todo eso no es consciente, pero se pone en la acción.
Cuando Freud redescubre el inconsciente, reaparece el alma con su enorme profundidad ¿cómo no iba a ser que reaparece en mujeres? Es a través de las mujeres que el alma regresa a Occidente y para Freud, en su primera teoría, es la histeria la gran manifestación del inconsciente, porque el alma aparece como lo inconsciente para Freud todavía y no como una región variada, sino como «no-Europa», para decirlo de alguna manera. Esta no Europa somatizada es una manifestación típicamente femenina, de tal manera que lo llama histeria que provine de «hysteros», que quiere decir «útero». La histeria solo podían padecerla las mujeres y esto no es un hecho, porque no hay hechos, pero esto es lo que apareció como hecho ante una mirada que sin saberlo sigue viendo en lo femenino lo inferior.
Esta mirada todavía está aquí, una y otra vez se repite: las conquistas sociales de las mujeres no implican para nada que el hecho de que seas mujer garantice de que en tí misma no haya un desprecio y rechazo permanente a la psique, lo psíquico. Hay mujeres fálicas, mujeres porque tienen cuerpo femenino, pero un alma castigada bajo el impulso heroico masculino. O sea que aquí nadie está en mejor situación.
Entonces todas las explicaciones de lo femenino, más que como una descripción de lo femenino habría que mirarlo como la proyección de esa visión, de su relación con la psique que se ve siempre «ahí afuera», ahí «en lo-otro».
Hasta ahora los modelos por ejemplo, el modelo críptico o el modelo hercúleo de hombre-dios excluyen la feminidad. La feminidad es aquello que tiene que ser conquistado, la feminidad aparece como el dragón que esconde el tesoro, el héroe debe enfrentarse al dragón en lugar de huir del dragón y al enfrentarse al dragón accederá al tesoro que custodia el dragón. Pero el dragón sigue siendo femenino. La ballena que se devora a Jonás, lo femenino sigue siendo un gran animal, una especie de monstruo, que es un obstáculo para el héroe, es la condición del héroe, pero a su vez el enemigo del héroe. Lo femenino tiene que ser conquistado. Desde esta mirada de conquistador lo femenino siempre aparece como un peligro o como una tarea, o como una dificultad, o como un accesorio imprescindible quizás, pero un medio para un fin. No es de extrañar que las mujeres hayan sido consideradas como un medio para un fin, porque las mujeres han sido las portadoras de la figura de psique por excelencia. Desde esas afirmaciones brutales como «animal de cabellos largos e ideas cortas», o la discusión medieval de si la mujer tenía alma o no, ya que no había ninguna duda de que el varón tenía alma como descendiente de Adán, pero ¿la mujer tenía alma o no? ¿Se le otorgaba la estatura de la psíquico o era un ser meramente material/maternal y un medio para la procreación de hombres?
Esto no habla de las mujeres, esto habla de la tremenda imagen de la psique imperante y sin reconocimiento. Todavía hoy, la imagen de la psique sigue siendo denostada como algo peligroso y por eso habría que empezar a no confundir psique con inconsciente. Lo inconsciente es un término desvalorizador, es un término diurno, es un término hecho desde el ego. Inconsciente quiere decir “no yo”, pero todavía no ve lo que hay ahí. Tenemos que salir del “no Europa” y empezar a atender Polinesia, Melanesia, África del Norte, África del Sur. las diversas Américas, y no sólo “no Europa”. Porque en esta identificación de lo inconsciente con lo femenino, lo femenino se ha vuelto la proyección de todos los males imaginados y todos los peligros potenciales en el camino del héroe. Esto sigue estando, aun disfrazado.
Por ejemplo incluso hay la mitología esta de la integración, la última integración que parte de que de hecho hay dualidad, hay masculino y hay femenino, la meta de la obra es una integración. Pero eso también lo podemos psicoanalizar.
Volvamos a Heráclito, en la mera afirmación de lo masculino está presente la feminidad. No es que hay lo masculino y por otra parte lo femenino, en esta afirmación de masculinidad escondida está la feminidad, nunca hay masculino sin femenino, nunca. Esta mirada que separa masculino y femenino separa porque mira desde la separación, desde la alienación, desde la alteridad. Así como no hay ninguna afirmación del día que no sea una afirmación de la noche, no hay ningún acto de vida que no sea ningún acto de muerte, no hay ningún acto de superficie que no sea ningún acto de profundidad (que yo me cuenta es otra cosa), en cada afirmación de masculinidad está presente sustentándola una afirmación de la feminidad.
Entonces esto de verlos como separados ya parte de una visión que debiera ser analizada, porque tal vez no haya tal escisión originaria, es decir, arquetípicamente. Tal vez la androginia está al comienzo y al final, tal vez esa última fusión no es última porque esté más adelante sino porque es más primaria y al ir a buscarla desde la separación sin darme cuenta la estoy negando.
Hillman habla mucho de esto que propone un psicoanálisis del psicoanálisis y llega a decir que es necesario proponer otros continentes, otros contenedores, otros moldes, otros mitos que nos saquen del mito hombre-mujer que plantea automáticamente una lucha: Eros como discordia, Eros como opuesto, es necesario otro mito. Claro, él va a encontrar un mito que es muy temible para occidente, va a encontrar un mito de un dios androginal que es Dionisos.
Dionisos es hombre y mujer simultáneamente. Pero Dionisos es visto para la conciencia que separa a “andros” y “ginos” como el caos de la confusión indiferenciada, como la locura, como la esquizofrenia, como el delirio. Desde esa aproximación la androginia del punto de partida es decretada una enfermedad, pero acaso es decretada una enfermedad porque la enfermedad está en la mirada. Se ve como enfermo, pero volvemos al tema de la sombra ¿qué hay en el ojo, en la mirada, que hace ver esa sombra?
Tal vez no haya una separación entre masculino y femenino, tal vez el hablar de femenino y masculino es estar instalados ya en una visión alienada, aunque sea hablar de ello para buscar unirlos, aunque sea hablar de ellos con la aspiración a la unión, porque esto implica ya el desconocimiento de que son uno.
Yo se que esto que digo es una barbaridad para mucha gente, pero llevo años diciéndolo, antes que Hillman, je,je,je. Y paso por loco, cuando intento eludir -no accedo- a toda estas dualidades de masculino, femenino, de cuerpo y espíritu. Son catálogos conceptuales, oposicionales, de lo que es que es indivisamente todo lo que es.
Entonces el hombre que se plantea como hombre en esa afirmación de hombre hay una imaginación inconsciente ya presente sin la cual no habría esa colocación de “lo masculino”. Autodefinirse como hombre ya presupone una idea de mujer aunque no sea advertida, y por eso esa descripción de hombre contiene ya una mujer, el hombre contiene la mujer, no hay una mujer fuera que integrar. Incluso está presentado como hombre porque está arrojado desde la sombra, que es esa mujer en la sombra; y la mujer que se define como mujer y busca al hombre, ya su propia definición de mujer, que es lo que ve a la luz, es la proyección de un hombre en la oscuridad, porque no hay mujer sin hombre en el mismo acto.
La coexistencia de los opuestos no es que primero uno, después otro y después se junten, sino que en el acto del uno está el otro, sólo que si uno se muestra el otro está escondido. Nosotros decimos “lo masculino ha de unirse a lo femenino o viceversa” y ya los estamos mirando como dos cosas. Lo masculino va a buscar lo femenino fuera de sí y la misma colocación de masculino ¿quién te ha llevado a eso? Es ese no reconocido femenino. Entonces lo que hay es la androginia, olvidada, negada, reprimida, temida y buscada, pero buscada porque no es sentida como presente: ¿cómo voy a buscar lo que ya está? En realidad sería dejar caer todo lo que en mí impide reconocer que ya está. Entonces es decir “yo no veo, veo lo masculino y lo femenino y por lo tanto voy a la búsqueda de la unión” pero sigo atrapado en la visión separadora, pero si no me doy cuenta fíjense que voy a la búsqueda de «lo otro»; pero si me pregunto: “¿pero como es posible esta búsqueda?” Solo es posible desde la ausencia, entonces me paro y cambia el sentido, ya no se trata de buscar, sino de mirar qué es lo que me impide reconocer que ya está, sí: ya está. ¿qué es lo que en mi se resiste a dejar ser lo que es?. Y volvemos a lo mismo de antes: que no hay nada que conquistar, no hay futuro, no hay desarrollo… ¡ya está!, ¡ya está todo!
Este es el cuento que contaba de los cabalistas:
Dicen los hasidim que el mundo es la Presencia de Dios (la Shekinah) y la Presencia de Dios se manifiesta en el júbilo y en el amor.
¿pero como Rabí -preguntaba un estudiante-, si el mundo está lleno de lucha, de discordia y de enfado? Siendo así no está aquí la Presencia Dios.
-Es que la Presencia de Dios- respondió el Rabí- sólo es visible para la lámpara que es el corazón . Es una lámpara que cuando se enciende reconoce la Presencia.
Pero nosotros ya no creemos ni sabemos que el corazón es una lámpara de luz divina, sino que cada uno se cree dueño de su corazón. Al no encenderse la luz la Presencia no está, no es visible.
Por lo tanto en lugar de buscar cómo hacer que venga la Shekinah, es ¿qué diablos hay en mi que no la reconoce? ¡porque estar, ya esta!
¿Cuáles son los velos? Esta es la idea del Hades, velos, A-Ides, lo Aides (sin aspecto visible) está y no lo veo. Cuando digo «lo masculino» y «lo femenino» ya estoy atrapado en un A-ides que no veo, pero que me hace ver lo que veo. ¿desde que Idea, que no es mía pero está en mi, aparece masculino por un lado y femenino por otro? Si aparecen separados ¿qué idea me fuerza a esto? Ese Idea es «A-ides» porque es invisible, pero genera la visibilidad que me presenta esto; darme cuenta de que está: esto es la conciencia de lo invisible. Lo visible en mí como manifestación de lo invisible.
La búsqueda de integración de masculino y femenino está condenada al fracaso, porque la misma unión que postula, ya está separada en su postulación, no la va a encontrar, hay ya una tonalidad guerrera, si parte de dos, entonces no serán uno. Tal vez sean uno antes de aparecer en dos, ¿Qué tipo de conciencia hay que hace aparecer el dos?
Esto todavía se literaliza y uno encuentra debates donde “los hombres y las mujeres” “los hombres piensan y las mujeres sienten” ¡pero qué barbaridad! Pero la gente se lo cree y lo repite ¿y qué es eso que llaman «los hombres» y «las mujeres»? Son los continentes de A-Ides, la idea que no se percibe, pero que muestra todo lo que se ve. Somos víctimas de pre-juicios, en el fondo esas ideas son los prejuicios, que como son “pre” no los puedo ver, pero todo lo que juzgo ya está condicionado por ese “pre”. La pregunta por el “pre” es la pregunta por lo inferior y por lo interior; lo interior es el “pre” de lo mundano. Todo lo que veo en los hombres y en las mujeres «de afuera» lo veo desde la colocación respecto a lo inferior. Así que advirtiendo esto puedo reconocer qué pasa en la sombra. Pero viendo ahí el problema y queriéndolo arreglar ahí sigo prisionero de la idea que no se explica y por eso postula Hillman: “una percepción de la percepción”. Cuando percibes «hombre y mujeres» percibe esa percepción. Cuando el alquimista percibe y describe, miremos su percepción, leamos su percepción, psicoanalicemos su percepción, no la literalicemos. En lugar de “yo veo así y voy a buscar lo que veo” el tema es: ¿quién percibe que hace ver así?
Hacer esto nos daría mucha elasticidad. La virtud de Hades, la virtud del policentrismo y del politeísmo no es la seguridad, la unilateralidad, la firmeza, la claridad y la verdad sino la elasticidad, la duda, el tomarse las cosas con calma y dejarlas ser, el saber que no se sabe, el mirar periférico, lo abarcador, lo envolvente, lo que los griegos llamaron «peri-echon». Está mucho más cerca de Sócrates todo esto. Sócrates dijo “bueno, yo no sé, pero me doy cuenta de que no sé, en cambio los otros que no saben se creen que saben”. Esta diferencia lo hace todo, porque saber, no sabe nadie; pero muchos son los que creen saber..
Bueno, esto nos pasa a todos; creemos que «los hechos» son así, creemos que sabemos “esto es así” y no tenemos idea. El sabio es el que al verlo, sabe que no sabe y esto le permite ver su no saber.
De allí que antes de enzarzarse en polémicas sobre «hombres» y «mujeres» sería más esclarecedor reconocer la dimensión del alma, que es también el reino de Hades, saber del no-saber, y no-saber del saber. Los temas que hemos rozado esta tarde: Heráclito el Oscuro, el «más-allá-de-la-superficie», Sócrates, el daimón y el cuidado del alma, el mundo del Eros y el mundo del Logos, la de-formidad, el de-crecimiento, la imaginación y la patología, son otros tantos caminos que, atendiendo a sus hondonadas, a sus fosos y a sus grietas, nos permiten acceder al insondable reino del alma, que no es otro que el mundo de Plutón.
Barcelona, 21 febrero 2004