Astrología “Un-modo-de-ser-en-el-mundo” – Lluís Gisbert

La astrología nos ofrece la posibilidad de vivir conscientemente el íntimo y creativo vínculo existente entre el ser humano y el cosmos vivo que lo contiene.

Nos ofrece un mapa simbólico en nuestro intento de comprensión de los paisajes, instancias y narraciones intemporales que configuran la esencia de nuestra vida psíquica.

En este sentido, la astrología ya no está vinculada al deseo de predicción literal de hechos/acontecimientos en lo que denominamos “realidad exterior” ya que su tesoro se encuentra en la capacidad de iluminar y orientarnos a través de nuestro mundo interior.

En este sentido es una fuente de “insights” sobre el significad y el propósito vital. Su esencia reside en una sabiduría que revela que solo existe un cielo que a la vez que se manifiesta exteriormente, habita en el interior de casa ser humano. Dicho de otro modo, que el inconmensurable infinito que contemplamos al elevar nuestra mirada al cielo (Cosmos) no difiere del inconmensurable infinito que puebla nuestro mundo y profundidad interior (Psique). Que las leyes y principios que gobiernan los fenómenos celestes son uno con las leyes y principios que rigen la realidad anímica.

“Lo que enseña la astronomía es como la medida externa de un libro gigantesco que ella “mide” con la más escrupulosa exactitud. La astronomía conoce al dedillo las medidas de todos los planetas y sus órbitas, conoce su tiempo de rotación y su período de revolución, conoce la materia de que están formados los soles más remotos. ¿No es esta una ciencia maravillosa? Pero ¿te satisface esta ciencia? ¿Jamás sentiste la necesidad de buscar, más allá de todas estas medidas y números, el sentido de aquellos signos, el sentido por el cual la astronomía vuelve a ser la astrología de la cual se segregó hace mucho tiempo?”

Oscar AdlerFragmento de La Astrología como Ciencia Oculta. 1930. Editorial Kier.

La gran mayoría de seres humanos de nuestra sociedad asocia la palabra astrología a ideas como superstición, creencia, adivinación, videncia, tiras de horóscopo de la prensa o al encubierto negocio y consumismo “espiritual” que se esconde detrás de muchas de las modas “new-age”.

Esta visión de la astrología es ignorada por la mayoría de seres humanos. Bajo mi opinión esto se debe a que esta manera de entender la astrología se encuentra eclipsada por dos tendencias opuestas que predominan en la actualidad. Por un lado el uso supersticioso-mercantil a la cual se ve sometida y por otro lado la actitud incrédula ante toda experiencia no cuantificable y que escapa al método científico del pensamiento positivista y materialista característico de nuestros días.

La cosmovisión astrológica: En nuestra cultura predomina mayoritariamente un punto de vista heredado del S.XVIII (La Ilustración), que da por sentado que vivimos en un cosmos físico, mecánico y carente de sentido y que la existencia humana es un devenir que acontece sobre un fondo cósmico inanimado, inerte y frío. El ser humano contemporaneo entiende que su existencia transcurre aislada de un universo carente de significado y separada del resto de la naturaleza y del cosmos.

A consecuencia de esta visión predominante, el yo moderno experimenta un profundo sentimiento de alienación y vacío, y vive inmerso en una conciencia escindida de la conciencia del alma del mundo (cosmos).

En la medida que uno profundiza en la astrología y la comprende ya no como medio de control y predicción al servicio del ego individual, sino como cosmovisión (un modo de conciencia, un modo de ser en el mundo) se hace evidente que la idea moderna que entiende al ser humano como entidad aislada y escindida de un cosmos mecánico, exterior e inanimado es una ilusión creada en la mente occidental contemporánea, que ignora el hecho de que el ser humano esencialmente es manifestación y emanación del cosmos y por lo tanto comparte su misma esencia vital.

Como dice el filósofo, historiador y astrólogo Richard Tarnas: “el ser humano es cosmos actuando”, “somos cosmos en forma humana” o “nosotros somos el modo en el que el cosmos se hace consciente de sí mismo”.

El modo de ser en el mundo materialista y escéptico equivale a una castración del intelecto, debido a que limita la realidad a una sola dimensión: la física y cuantificable, cayendo constantemente en el reduccionismo característico del sistema educativo contemporaneo . Todo lo que no es cuantificable físicamente no es merecedor de ser objeto de estudio y se ve excluido de lo que llamamos realidad: los estados anímicos, las ideas, los valores, la ética, la imaginación, y las dimensiones psíquicas y espirituales de la realidad son ignoradas por completo como objetos válidos de estudio.

De esta forma condenamos a mantener en un estado embrionario a gran parte del potencial intelectual, experimental y vivencial del ser humano.

Por otro lado la actitud credula equivale a una especie de nihilismo intelectual encubierto, ya que el genuíno interés por la verdad y la revelación interior de dicha verdad, se encuentra sometido por la necesidad desesperada y neurótica de creer en algo trascendente. Cualquier creencia es válida sin someterla a ningún examen crítico ni profundización, o sea que en el fondo no se cree íntimamente en nada (nihilismo).

El “fast food” americano también tiene su expresión psicológica y espiritual en muchas corrientes New Age: lo podriamos llamar”fast” espiritualidad o “fast” terapias; o sea cursos de fin de semana milagrosos de crecimiento personal, de sanación, etc. Sin entrar en la proliferación de sectas, gurús de toda índole y procedencia, adivinos, etc, etc.

Astrología, “una-manera-de-ser-en-el-mundo”: La astrología nos invita a mantener una actitud objetiva-racional ante la dimensión intangible y mística de la realidad, a la vez que nos acerca con sensibilidad imaginal y mística a la manifestación tangible y física de la misma. Nos confronta con el misticismo inherente en la la ciencia y con la ciencia inherente a la mística. Nos invita a objetivizar al sujeto psíquico y a la vez subjetivizar-psicologizar al objeto, dicho de otro modo, volver a percibir el vínculo de unión entre sujeto y objeto, entre el conocerdor y lo conocido, y finalmente entre el ser humano y el cosmos.

La astrología nos permite acercarnos racionalmente a las dimensiones irracionales de la existencia, a la vez que nos permite atender la dimensión irracional y subjetiva de nuestra naturaleza sin que por ello se vea eclipsada la razón.

Así la astrología nos rebela que la psique y la imaginación poseen sus propias leyes y significadores, y que estas leyes y principios son a la vez inherentes al alma del mundo. Así nos lo ha mostrado el estudio psicológico de la mitología, la psicología profunda y arquetipal y evidentemente la astrología psicológica.

¿Qué es la astrología psicológica?
Nos brinda una guía para escucharnos y observarnos, nos aporta comprensión, sentido y significado en el aparente caos azaroso de nuestro devenir terrenal.

Una verdadera astrología psicológica nos ofrece nuevos puntos de vista e “insights” desde los cuales interpretar los acontecimientos y giros de nuestra vida y nos alienta a la hora de profundizar significativamente en la investigación de nuestro carácter. Nos abre una nueva prespectiva desde la cual percibir nuestra vida con mayor sentido, profundidad y conciencia de nuestra realidad anímica, a la vez que nos acompaña en el proceso y la tarea de liberación de nuestro ser esencial al hacernos conscientes de nuestra participación creativa en el cosmos abierto y vivo del cual formamos parte.

Desde este punto de vista la astrología nada tiene que ver con alimentar nuestro impulso egoico de control sobre la vida, ni con vivir esclavos de predicciones proyectadas a un futuro escindido del presente y entendido como literalización del concepto de destino. Pero sobretodo es una visión de la astrología que nos invita a tomar conciencia de nuestra verdad interior, esa que íntimamente conocemos pero que en la mayor parte del tiempo creemos desconocer debido a que se encuentra velada por nuestros condicionamientos familares, sociales, culturales y educacionales.

Una astrología de enfoque psicológico que pone de manifiesto la íntima y significativa conexión entre el ser humano y el Cosmos como Microcosmos & Macrocosmos. Donde a la vez que profundizamos en el conocimiento de los arquetipos y leyes que rigen la vida en el cosmos, tomamos mayor conciencia de las leyes y principios que gobiernan y dotan de significado a nuestra naturaleza interior.

El estudio de la astrología nos muestra de forma transparente que los mismos principios universales que rigen el cosmos gobiernan las pulsaciones de la psique humana, que los mismos arquetipos (modelos intemporales de percibir, sentir y experimentar, o sea formas de conciencia y modos-de-ser-en-el-mundo) y leyes que animan el universo a la vez animan los procesos psíquicos, físicos y trascendentes por los que transcurren tanto el devenir humano como los ciclos naturales.

Esta manera de entender la astrología está indisolublemente vinculada a la filosofía y mitología de la Grecia Clásica y del neo-platonismo y a una “manera-de-ser-en-el-mundo” intrínseca al Renacimiento italiano y al Romanticismo alemán.

Una astrología conectada a la psicología profunda y arquetipal y a la obra de sus máximos exponentes C.G.Jung, M-L von Franz, James Hillman, etc.

También con el estudio de la historia de la mitología y las religiones comparadas, entendidas a su vez como antropología de la psique humana en autores como Mircea Eliade, Walter Otto, Karl Kerényi, Joseph Campbell, Robert Graves, etc. Con la astrología humanista de Oscar Adler, Dane Rudhyar o Alexander Ruperti y la astrología psicológica o arquetipal de Liz Greene, Richard Idemon, Rick Tarnas, R. Hand, E.Carutti, Howard Sasportas, Stephen Arroyo, etc.

Re-imaginar la astrología

astrologia psicologica

Artículo de Lluís Gisbert originalmente publicado por la Fundación C.G.Jung el 26/11/2004.

El descrédito de la astrología en la actualidad ha dejado sin apenas posibilidad de difusión pública a los que nos sentimos comprometidos con una visión y uso de la astrología que difiere de la del mundo de la predicción, la adivinación o la videncia.

Es de agradecer un espacio en el que poder reflexionar sobre esta apasionante disciplina con rigor al espíritu original de este milenario conocimiento.

Partiendo de las premisas desde las cuales apareció la configuración de la astrología en sus orígenes, revisaremos los fundamentos de esta disciplina. Es fundamental poder tener un enfoque riguroso de los objetivos primigenios de la astrología, desde el cual acercarse al mundo del símbolo, o si preferimos llamarlo así, al mundo de los dioses y arquetipos: Fieles al Telos o propósito astrológico inicial.

El ideal reflexivo, sería poder construir el tema natal de la propia astrología, del momento de su nacimiento como objeto de estudio, pudiendo entonces tal vez, interpretar su espíritu, en el objetivo de ser fidedignos a su intención y propósito.

Ante la imposibilidad de poder tener dicho tema natal vamos a intentar acercarnos a sus raíces: La astrología nace cuando el ser humano aun mantenía una relación de intimidad con su entorno, cuando el mito del héroe yoico no se había “colocado” aun en el primer plano de la conciencia humana y todavía era posible un tú, para un mundo animado (Ánima Mundi). Era un tiempo en el que a las estrellas se las percibía como entes con vida propia, como seres vivos autónomos y, por supuesto el ser humano era uno más de ese concierto vital.

Por aquel entonces el hombre no vivía escindido del cosmos que le rodeaba (lo que ahora muchos llamarían ser inconscientes o primitivos) y era portador de un saber íntimo que le revelaba que los ciclos celestes mantenían una relación sincrónica con los ciclos terrestres, o dicho de otra manera: Los ciclos en la tierra (y en los hijos de la tierra entre los cuales nos encontramos los humanos), eran el reflejo de los ciclos del cielo.

Partiendo del postulado hermético: “Tal como es arriba es abajo, tal como es dentro es fuera”, podemos pensar que la astrología explicaría: “Tal como es en el macrocosmos es en el microcosmos y viceversa”.

La dualidad inicial y mas evidente se manifiesta en la alternancia entre día y noche. Esta evidencia de la rotación de la tierra sobre sí misma nos facilita la primera experiencia de pares de contrarios: La alternancia entre luz y oscuridad, entre el reino del día, de la razón, de las realidades objetivas, de la exterioridad y el reino de la noche, de los sueños, de la interioridad, de la imaginación, del flujo de la vida no sujeto a la voluntad diurna y por lo tanto de las imágenes y de su fuente: La Psique.

La astrología está ligada mucho más íntimamente con el reino de la noche, del saber esotérico, que con el reino del día, del saber exotérico (al cual pertenece el saber científico y entre otros la astronomía).

La astrología es una disciplina simbólica que no describe hechos y realidades cuantificables. Por supuesto, su fin no es la predicción o descripción de hechos y acontecimientos externos. La finalidad de esta disciplina es el estudio de los símbolos como imágenes vivas de la psique . El estudio de estas imágenes permiten encontrar una correlación entre vivencias internas o acontecimientos externos de una vida, con imágenes o mitos del inconsciente colectivo. Esta interpretación simbólica está sostenida por tanto, en imágenes arquetípicas, o dicho de otro modo: Cumplen con la misión de retornar los hechos y acontecimientos externos al Dios al cual pertenecen, a sus raíces imaginales.

A estas imágenes no solo le prestó atención la astrología, sino también la poesía, el arte, la mitología, las religiones y sus dioses, la psicología analítica y el saber gnóstico. Desde la premisa teórica que desarrolla C.G.Jung con su concepto de Inconsciente Colectivo y su técnica de la “Amplificación” entendemos que el astrólogo, cuando contemplaba el sol, no estaba tan solo ante una literal bola de gas incandescente, sino que estaba ante un cuerpo de naturaleza “divina”, dotado de alma, (más tarde lo relacionó en la mitología griega con un dios llamado Apolo), del mismo modo que para cualquier persona con sensibilidad musical, cuando oye una pieza de Bethoveen lo que experimenta no son masas de aire que vibran, sino una excelsa obra de arte.

Siguiendo con la analogía que antes comenzamos entre los ciclos terrestres y celestes, podemos observar claramente, que el día se divide en cuatro partes fundamentales; alba, medio día, ocaso y media noche . Podemos encontrar en esta experiencia sus correspondencias simbólicas con las cuatro etapas de la vida, infancia, juventud, madurez y vejez. Las etapas del día, de predominio de la luz, corresponderían a las de la consolidación y reinado del yo diurno (juventud y madurez) y las etapas del día de predominio de la oscuridad corresponderían a las del reinado del mundo imaginal e interno (infancia y vejez).

En experiencia de sincronicidad (concepto acuñado por C.G Jung. que explica la correlación de significado de dos acontecimientos acausales) el proceso anímico en estas dos etapas tiene un significado común : La infancia nos lleva a sumergirnos en el exterior . La vejez nos sumerge ” obligatoriamente” en el límite del cuerpo a una experiencia de pérdida de la agudeza de los cinco sentidos. En el final de la vida,lo importante ya no está en la percepción de una realidad exterior, sino en la disolución o el retorno de los hechos de la vida a sus contenedores imaginales, al descubrimiento de un cosmos igual de inconmensurable que lo fue el exterior, en la infancia, pero esta vez en el interior. La analogía del alba y el ocaso.

Si nos acercamos a la vida tal y como la comprende el saber astrológico, o sea como un ciclo; un círculo y no una línea recta (tal como la ve el ego), podemos ver como la psique es el rizoma y el fin de la vida humana. Así podemos ver el nacimiento humano y la construcción de la estructura yoica como la ola que surge del mar y la vejez como la ola regresando a su matriz, proceso a la vez análogo a mitos como el de la Caída y el Regreso al Paraíso perdido.

Una de las misiones de la astrología es devolver lo que la conciencia cree hechos “azarosos” de su existencia a sus raíces imaginales, a sus dioses, conectar los avatares de la existencia individual humana con sus raíces en el inframundo.

Solemos preguntarnos por las causas de nuestras alegrías y sobretodo por los motivos de nuestros sufrimientos. La misión rigurosa del astrólogo es transformar los porqués de la vida en para-ques . Dicho de otra forma: Conectar lo que llamamos los hechos con sus significados y propósitos y por lo tanto con el significado para nuestra alma.

El yo cree, muchas veces, que los hechos están desconectados de sus significados, de la misma forma que mantiene la ilusión de estar separado del universo. Todo lo que no entra dentro del campo acotado de sus límites es un gran tu inanimado, un gran objeto externo.

Los astrólogos deberíamos esforzarnos en no leer al yo del consultante (contar lo que se espera oír o hablar de hechos pasados o futuros), sino al alma (o psique) del consultante y para ello cuenta con la única herramienta válida; el símbolo.

La tarea consiste en poder entender que entre “yo” y lo que llamamos: “hechos de mi vida”, hay una relación con significado, que es lo mismo que decir que entre yo y el Cosmos hay una relación con significado.

El yo se limita a dividir los hechos de la vida en agradables o desagradables, buenos y malos, y nos podríamos preguntar cuantas veces lo que hemos llamado épocas “malas” las hemos acabado por agradecer.

Hemos descubierto que la vida a través del encuentro con el plomo (para trazar una analogía entre la astrología y la alquimia) nos ha colocado en un camino que difería del camino que nuestra voluntad diurna creía que era el camino, y viceversa. ¿Cuántas veces lo que hemos llamado bueno (muchas de las veces que nos las hemos ingeniado para salirnos con nuestra voluntad) acabamos experimentándolo quizás como no tan “bueno”?. Por lo tanto el astrólogo, o mejor dicho la astrología no le habla al ego y su voluntad, le habla al alma y sus propósitos.

La astrología nos invita a un viaje desde Apolo, dios del sol, del día, de lo seco, la razón, lo separado, lo empírico, etc, a Dionisos; el regreso a las imágenes, a la psique, a la diversidad, a la imaginación. Por algo será que durante el día reina un solo dios, el astro Rey; Apolo, el único al que se le permite brillar y ser, pero la noche tiene la habilidad y flexibilidad para admitir la diversidad y multiplicidad de estrellas sin ningún tipo de conflicto de poder o hegemonía.

En el nacimiento de la astrología se hablaba de Cosmos, no de universo. El Cosmos es politeísta ya que el término se refiere a una dimensión donde convive en armonía la diversidad. Los nombres de los planetas están asociados analógicamente a la cosmología politeísta griega. Por otro lado, el concepto de Universo adquiere relevancia, de forma sincrónistica, con la aparición de las grandes religiones monoteístas y la hegemonía de un solo Dios redentor y salvador.

Cuando utilizamos la astrología para adivinar o para saber si nos va a ir bien en tal relación o para saber si debo invertir en tal negocio o no, en definitiva para que el yo diurno saque provecho de ella, la utilizamos en términos yoicos, no de Psique; y por lo tanto en términos de Universo, no de Cosmos.

Universo como Uno, como una sola verdad. Un único interés que reprime la diversidad de intereses que conviven en cada uno de nosotros.

Una voluntad yoica que cree vivir separada de una voluntad cósmica. Podemos adivinar en esta actitud, una falta de fe ante otra voluntad que difiera de la suya. Nos acercamos al Cosmos para sacarle provecho y para que se adapte a nuestra voluntad; en un estilo muy parecido al que Hércules empleó al bajar al Hades: Bajó a conquistar.

Cuando utilizamos la astrología para ver como puede funcionar una relación con una persona que acabamos de conocer: Cuales son sus puntos flacos etc, la astrología empieza entonces a ser utilizada en función antagonista a su espíritu inicial: Devolvernos a la experiencia de unidad con el Cosmos.

Al dejar de ser un encuentro simbólico, la astrología empieza a ocupar entonces un lugar entre el “yo” y los demás, separa en lugar de unir. Es utilizada bajo una voluntad de control, de poder, como un mapa para protegerse del encuentro con un tu.

Un tema natal literaliza una imagen. Lo podríamos comparar con una foto tomada en un instante único de la existencia en la tierra (hora, día, año) y un lugar concreto del cuerpo de la Tierra (ciudad, pueblo, país). Esa imagen nos muestra la posición de los planetas del sistema solar vistos desde un instante determinado y desde un lugar concreto (latitud, longitud) de la tierra.

Oscar Adler en su maravilloso libro “Astrología como ciencia oculta” Ed.Kier, nos conecta con la imagen del hombre “hijo de la Tierra”. Explica, con una metáfora, la inseparabilidad del hombre y el Cosmos, del principio sincronístico entre el macrocosmos y el microcosmos:

“Partimos del hecho de que nuestro cuerpo está formado por millones de seres vivos llamados células. La conciencia total de las células está contenida en la conciencia del ser humano como unidad superior y por lo tanto el reemplazo de células muertas por otras que nacen no supone un desgarro en la conciencia del hombre. Por otro lado toda alteración de estado de ánimo en el hombre hallará una forma de manifestarse en la conciencia celular, bajo la forma de alteración oscuramente percibida de la vitalidad de las células, trátese de disminución o aumento de vitalidad, según el ser humano se sienta deprimido y eufórico. Cada célula nace en un espacio de nuestro cuerpo y en un determinado instante de nuestra existencia y su propósito vital está en función del propósito vital humano.
El hombre a su vez, no es más que una especie de célula dentro de un organismo superior, participando de la vida de este organismo en la misma forma en que la célula individual participa de la vida del organismo humano. ¿Dónde se encuentra este organismo del cual el ser humano no es más que una mínima célula?”.

La respuesta de Adler es que este organismo gigantesco, que contiene a la totalidad de los seres humanos, y con ello los pensamientos, sentimientos, estados de ánimo, experiencias, percepciones, en definitiva la totalidad de la vida física, psíquica y mental de todos los seres humanos, ese organismo gigantesco es la Tierra.

La Tierra es un inmenso ser viviente integrado no solo por el reino de la humanidad, sino de la animalidad, vegetalidad, mineralidad, etc.

¿Que mejor momento que el actual para recobrar la visión y conciencia de Ánima Mundi?. Como dice James Hillman :

Descubrimos el alma del mundo en la manifestación de sus síntomas, llámese polución, contaminación atmosférica o de los océanos, extinción de especies animales y vegetales, lluvia ácida, explotación de sus recursos el más significativo: el petróleo, etc. Es ahora cuando descubrimos que la Tierra es como un gran ser humano que requiere terapia (ser atendido, ser servido) y como bien sabía Jung el hombre occidental no deja a los dioses otro campo de manifestación que no sea el de los síntomas”.

Aquí tenemos la imagen de un gran yo monoteísta (el ser humano) que no deja lugar a otros dioses y por tanto está rodeado de objetos inanimados que están a “su servicio” El espíritu politeísta de la astrología nos habla de estar “habitados” por otras voluntades que aspiran a convivir en armonía con nuestra pequeña voluntad. La astrología no está al servicio de nuestros intereses yoicos, sino que nos invita a ser nosotros los que nos pongamos al servicio: En primer lugar de Gea, y solo a través de ella, al servicio de los demás dioses del gran Cosmos.

El saber astrológico brota de un conocimiento íntimo de la Tierra y sus ciclos: Así Aries corresponde al inicio de la primavera, a esa etapa del ciclo del sol a través de la eclíptica en la cual surge el impulso de la naturaleza a la exterioridad después de una etapa de frío y predominio de la noche sobre el día (otoño e invierno) y, lógicamente, el signo de Aries está dotado de sus mismas características: Impulso, heroicidad, energía, aventura, etc…, complementado con sus aspectos sombríos: Miedo a la inactividad, a la oscuridad (metafóricamente hablando), al fracaso, a la monotonía, impaciencia y miedo a lo que no crece ni cambia, etc. Este ejemplo muestra que el saber astrológico brota de un conocimiento íntimo, metafórico y por lo tanto analógico, que requiere de un contacto vivo en un entorno vivo.

La metáfora de Adler revela que al igual que lo que dota de significado último a la existencia de la célula es su servicio a lo humano, así cada célula nace en un lugar concreto de nuestro organismo y en un momento concreto de nuestra existencia, lo que otorga significado último al ser humano es su servicio a un organismo superior del cual es hijo; Gea y con ello al Cosmos.

Al igual que una planta o animal su no se preocupa de ser bueno o malo sino que se limita a ser él mismo, la astrología no contiene en si juicios morales (el astrólogo lógicamente sí) y su tarea, está también al servicio de lo que Jung llamó : El proceso de individuación.

Seguimos con Oscar Adler:

La Tierra no es a su vez más que una “célula” integrante de un organismo superior, juntamente con otras “células” semejantes a ella -los restantes planetas del sistema solar-, forma parte del sistema solar, del cosmos solar, del cual reciben ley y sentido de vida todos los planetas con sus satélites. Una imagen de ello es que a todos los planetas con sus satélites.

Si seguimos adelante, los millones de mundos solares de “allá fuera” integran, a su vez, un ser superior y es así que todos somos miembros de un organismo inconmensurable, del Cosmos, o si se prefiere de “Dios” que está dentro de nosotros en la misma medida en que nosotros estamos dentro de él.
De ahí la visión de que cuando un ser humano nace en esta Tierra en un determinado momento y lugar, cuando la tierra lo da a luz, el hombre llevará dentro de si, como ley de su futura vida individual, la idea que en aquel momento pensaría la tierra en diálogo con el cosmos y que tal idea será la tónica de su vida, la ley por la que naciera”.

Así pues, la astrología es un arte y cada interpretación astrológica un acto creativo, espontáneo. Tan creativo y espontáneo como ese instante único y vivo en el cual cada uno nace y que se explicita en lo que el astrólogo llama tema natal.

Un mismo astrólogo en diferentes instantes de su vida y de la vida de un consultante, no creará la misma interpretación, de la misma forma que tres buenos astrólogos no crearán la misma interpretación de un tema natal.

Lo fundamental es que si son tres buenos astrólogos el cliente participará de tres buenas interpretaciones, de la misma forma que tres buenos fotógrafos no sacarán las mismas fotos de la Sagrada Familia aunque todas sea de la Sagrada Familia. Lo que sugiero es que la astrología es una disciplina creativa, en donde si no hay capacidad imaginativa no hay interpretación. Un ordenador no puede interpretar una carta, solo puede dar información, ya que no existe un tránsito de Saturno a la Luna natal separado del resto de la carta o del resto de tránsitos que se dan en un mismo periodo, o no hay solo un Sol en casa 1, sino que el tema natal es un organismo vivo donde no hay partes sueltas y separadas, es un todo interrelacionado.

La astrología no es una ciencia donde diferentes individuos con el mismo método llegan a un mismo resultado.

En la astrología no hay una realidad exterior que no sea experimentada como vivencia interna, no hay objeto sin sujeto o visto desde otro ángulo; a la astrología no le interesa un saber del Cosmos desde el Sol, sino desde la Tierra (y su satélite la Luna), ya que esa es nuestra colocación ante la realidad, esta es nuestra rica subjetividad. Esto es lo que solo nos posibilita ser dentro del arquetipo de lo Humano. Por eso la astrología es Geocéntrica y no Heliocéntrica.

Por otra parte y volviendo a los juicios morales (sujetos a la época, educación, valores sociales, familiares, etc) ¿Cómo vamos a presuponer que hay instantes buenos o instantes malos? ¿Qué en nosotros se resiste a dejar ser a ese instante único y vivo que es un tema natal, a ese pensamiento de la Tierra, cuando calificamos un aspecto de nuestra carta o una posición planetaria como mala y negativa o buena y positiva? ¿Mala y negativa para quien? ¿Quién habla en uno cuando habla de bueno o malo y desde que prejuicios? Este es otro saber que nos puede aportar la astrología, el saber de nuestros prejuicios inconscientes.

La astrología está hermanada con la alquimia desde sus inicios y cometeríamos la torpeza de simplificar, si creyésemos que los que llamamos aspectos difíciles, como por ejemplo una conjunción entre la diosa Venus y el dios Saturno (Cronos), está para ser cambiada, para que alguien se esfuerce en “superarla” ¿Cómo vamos a cambiar nosotros a un dios? Más bien el dios aparece para “cambiarnos” a nosotros, al igual que los síntomas.

¿Quien en uno no deja ser a un dios? Porqué precisamente ese es el que está sujeto a cambio, y no el dios. Lo sujeto a cambio es nuestra valoración sobre él. Pensar en “superar” un dios, cambiarlo, sería tan absurdo como pensar que el plomo alquímico está para ser cambiado en oro, creyendo que el alquimista tan solo hablaba de procesos externos. El plomo es perfecto en sí mismo, es perfecto siendo él mismo, y quizás la pregunta es ¿Qué proceso de transformación interna y no externa, ha tenido lugar para que el alquimista, pueda acabar encontrando oro (lo perfecto y completo en sí mismo) en el plomo? Evidentemente el alquimista que estaba desde el principio del largo proceso alquímico y que valoraba el plomo como algo a cambiar o superar, no es el mismo alquimista que contempla el oro del plomo .Recordemos que Saturno está asociado, hablando astrológicamente al plomo como metal. Es nombrado entre otras cosas el Señor del Plomo.

Dejando de lado la conexión simbólica del plomo con lo instintivo en el ser humano, con nuestra animalidad, creo que también podemos contemplar el simbolismo del plomo como todo lo que entra en la esfera de lo que se opone a nuestra voluntad, a nuestro monoteísmo: Lo que nos limita, y por lo tanto lo que está posibilitando el descubrimiento de lo que en nosotros opone resistencia. Como dice Hillman . “Es el Puer el que en nosotros busca crecer, cambiar, y por lo tanto teme lo que no crece, lo incambiable, lo que es esencial, la Materia Prima”. Lo cambiable, transformable, es mi voluntad yoica, lo que me limita y a la vez contiene.

Lo que nos limita, a la vez, contiene el Oro de estar creando nuestro destino. Nos coloca en nuestro lugar en relación con el Cosmos del cual formamos parte; pero para ello algo en uno se ha de rendir, entregar y servir. Por algo, Saturno es el planeta que limita el sistema solar visible desde la tierra, es el último planeta que podemos ver sin necesidad de telescopio. El límite que separa lo visible de lo invisible (para el humano), el micro-cosmos del macro-cosmos, al igual que la Luna es el cuerpo celeste más próximo a nosotros, el límite interior a través de cuyo filtro está contenida nuestra relación con el Cosmos. Podríamos hablar a partir de ahí, de la relación entre Saturno y la Luna (los dos límites interno y externo de la personalidad), pero entraríamos en otros temas de lo psíquico.

Solo aceptando a Saturno, al Plomo, podemos aceptar nuestra tarea versus lo invisible. Desde esta visión ya no podemos considerarlo como “malo”, sino como el que posibilita la aceptación de uno mismo, de nuestra pertenencia a la Tierra y a la par de nuestro destino en relación al Cosmos. Aceptándolo verdaderamente podemos empezar a amar una de sus cualidades más evidentes: Paz-ciencia; la ciencia de la paz (la aceptación), en contraste con la im-paciencia, cualidad pueril por excelencia.

La astrología también nos habla de una necesaria transformación, (para el ego puede suponer derrota), como única posibilidad de descubrir el sentido de nuestra vida en relación a la gran Sinfonía Cósmica de la cual tan solo somos una nota. Si seguimos la percepción pitagórica del Cosmos y la genial imagen de la Música de las Esferas tan conectada a las raíces del saber astrológico.

Seguimos empeñados (y me incluyo el primero en la aparición del más mínimo lapsus) en hablar en términos de “mi carta o mi tema natal”, como si fuese una posesión nuestra, de la misma forma que decimos “mis pensamientos, mis sentimientos”. El tema natal no es “mío”, esa cualidad de un instante vivo, del cual soy hijo, ese pensamiento de la Tierra, se puede compartir con muchos insospechados hermanos: Plantas, insectos, animales y quizás algún otro ser humano que hayan dado a luz bajo el mismo instante de la tierra que nosotros, en un radio no muy lejano al de nuestro nacimiento.

El individuo único que somos, lo somos nos guste o no, depende de lo que hagamos con esa singularidad que no escogimos (al menos conscientemente). Depende de nosotros servir conscientemente o solo mediante los síntomas, a los dioses de los cuales somos hijos, al igual que Jonás.

Los hechos de nuestras vidas no tenemos más remedio que vivirlos y no se trata de “jugar” a predecirlos (dejemos trabajo para las compañías de seguros), quizás una de nuestras grandes tareas es descubrir el significado, el propósito de esos hechos, no solo limitarnos a vivirlos. Tenemos la posibilidad de experimentarlos como portadores de un significado que no nos pertenece, lo que equivale a vivir en un Cosmos que no es meramente un conjunto de leyes mecánicas y físicas sino un organismo vivo, portador de significado, de una voluntad y propósito propio del cual formamos parte.

De la misma manera que no podemos escoger los sueños que vamos a tener antes de acostarnos, existe una realidad psíquica que no es responsabilidad yoica. Tampoco elegimos muchas veces los estados anímicos, sentimientos, anhelos, pasiones y odios, que se presentan en nuestra vida diurna ; pero algunos de ellos regresarán una y otra vez, con diferentes vestiduras externas pidiendo ser entendidos. Atenderlos y reconocerlos dependerá, tan solo en parte, de nosotros. No escogemos las ideas ni los pensamientos que surgen en nuestra vida; pero depende de nosotros reconocer o no a los ángeles que los han hecho descender hasta nosotros y averiguar su propósito.

Evidentemente ante la misma disyuntiva nos encontramos ante un tema natal. Nadie ha elegido conscientemente el momento y lugar de su nacimiento, su país, familia, el momento histórico, su cuerpo, etc, pero lo que un astrólogo nunca podrá saber al ver un tema natal de una persona desconocida es si ésta está sirviendo a su singularidad y con ello al Cosmos o si está viviendo de espaldas a él.

Conferencia “El paradigma astrológico” – Lluís Gisbert

Resumen de la conferencia realizada por el astrólogo de orientación psicológica Lluís Gisbert en el Congreso de astrología «La nueva era de Acuario» que tuvo lugar en el Colegio Mayor Universidad Sant Jordi de Barcelona.
El tema fundamental de la conferencia es la filosofía o paradigma que subyace en el conocimiento astrológico: la idea platónica de Ánima Mundi.

Si te interesa adquirir clases del curso de introducción a la astrología en video

Astro-logía Psico-lógica: Astro, Logos & Psique. Lluís Gisbert

La astrología como disciplina simbólica La astrología es una disciplina simbólica, con lo cual es más afín al lenguaje poético y metafórico que al lenguaje científico yconceptual. Está hermanada a otros conocimientos gnósticos como la alquimia, la mitología (sobretodo greco-romana) y la cábala y por lo tanto a las disciplinas que atienden a la “leyes” de la imaginación humana, a los arquetipos universales expresados en las mitologías, las religiones o en la psicología arquetipal contemporánea que actualmente tiene como su más brillante exponente a James Hillman y su inicial precursor fue el Dr. Carl Gustaf Jung. La astrología en toda su dimensión y profundidad nace en la antigua Babilonia. Por lo tanto, la gran premisa desde la cual podemos comprender el espíritu astrológico es desde el concepto, o mejor, desde la experiencia del Ánima Mundi, o sea de un mundo dotado de alma, de un mundo animado; donde las constelaciones, las estrellas y la tierra se experimentan como seres vivos que participan de la misma vida que el ser humano. Que participan no quiere decir que nos influyan, sino que habitan en nuestra interioridad, en nuestra alma, en la misma medida en que habitan en el alma del mundo. Así, descubrir los símbolos y mitos astrológicos (del cosmos) equivale a redescubrir los símbolos y mitologías inherentes a nuestra naturaleza más esencial; donde conocimiento del cosmos y conocimiento de uno mismo van a la par. Es así como en las distintas culturas donde una “mirada” astrológica del mundo ha sido el epicentro su conocimiento colectivo y fuente de su sabiduría, (Babilonia, la Grecia Clásica, la Italia del Renacimiento, la Europa del Romanticismo, la mayoría de culturas primitivas, etc) el cuidado y la atención al “cuerpo” de un ser llamado tierra, ha estado íntimamente ligada al cuidado y bienestar del “cuerpo” de un ser llamado humanidad, tanto a nivel individual como colectivo.

Como decía Marsilio Ficino (médico, filósofo y astrólogo del Renacimiento): “El mundo vive y respira, y nosotros podemos interiorizar su espíritu”.

Lo que le hacemos al cuerpo del mundo también se lo hacemos al nuestro. No somos los dueños de este mundo: participamos de su vida. ¡Qué mejor momento que el actual para profundizar en el sentido y significado de esta frase de M.Ficino!… y porqué no en el de toda su obra. Un universo animado por la ley de la sincronicidad Así podemos entender que la astrología no habla de leyes de causa-efecto de los planetas sobre el ser humano; esto sería tan absurdo como decir que nosotros causamos cosas a los planetas. La astrología nos habla de un universo indiviso donde todo está interrelacionado; nos habla de un universo regido bajo la ley de sincronicidad tal y como la entendió C.G.Jung. De ahí surge la segunda premisa tal y como la explicitó Heráclito: “tal como es arriba es abajo, tal y como es dentro es fuera, tal como es en el macrocosmos es en el microcosmos”. La idea de ciclo es fundamental en astrología ya que esta disciplina contiene el conocimiento de que los ciclos en la tierra y por lo tanto en el devenir de los seres humanos, son en pequeño el reflejo de los ciclos celestes. A modo de ejemplo podemos observar que la alternancia entre día y noche corresponde a la rotación de la tierra sobre si misma, el ciclo de las estaciones corresponde a la rotación de la tierra alrededor del sol, etc. Al igual que hablamos de las cuatro fases del día (alba, medio día, ocaso y media noche), hablamos de las cuatro fases de la vida (infancia, juventud, madurez y vejez), y en el lenguaje popular todos sabemos a que etapa de la vida nos referimos cuando hablamos del ocaso de la vida o de la crisis de la mediana edad (medio día / equinocio otoñal). Pues bien la astrología principalmente es el estudio de los ciclos en el cielo como portadores de sabiduría en el significado de los ciclos en la tierra y en el devenir humano. La astrología como reveladora de la voluntad del alma Realmente es ya todo un milagro lo que llamamos la existencia, pero hay algo igualmente excepcional, y es que habita una entidad en cada ser humano que se da cuenta (es consciente) de esta existencia; en otras palabras, lo asombroso en el ser humano es que se nos posibilita un segundo milagro; la conciencia de ser. De ahí la gran pregunta; ¿Qué sentido tiene que sea consciente de mi existencia? Los minerales, las plantas, los animales se limitan a ser (lo cual ya es mucho) y por lo tanto son fieles a su esencia; si un árbol llega a crecer 10 metros, no ha crecido ni más ni menos que lo que potencialmente estaba en su semilla, dicho de otra manera; no ha “especulado” con su vida. Ante esta evidencia no nos podemos limitar a vivir, el propósito de nuestras vidas es dotarla de significado, ser buscadores del significado de nuestra existencia, de los hechos y acontecimientos de nuestra existencia “personal” con respecto a la existencia “universal”. Solo en el ser humano puede haber una contradicción entre lo que somos y lo que creemos que somos, y en el transcurso de nuestras vidas lo que llamamossíntomas (en el plano físico, psíquico, o en la relación con el entorno), son los encargados de posibilitarnos ver cual es nuestra auténtica esencia (y por lo tanto los límites de esta respecto a la “esencia universal”). Los síntomas o las llamadas crisis nos limitan y restringen y ofrecen resistencia a la voluntad yoica para que esta sea una servidora de nuestra auténtica naturaleza. Si lo expresamos metafóricamente, es como si un manzano influido por los valores culturales, sociales o familiares se estuviera imaginando que sus frutos son peras y no manzanas. Cuando del extremo de sus ramas descubre que sus frutos son manzanas se siente frustrado, furioso, deprimido y sobretodo limitado en su voluntad. Evidentemente de semejante tragedia se encuentra liberado el manzano, pero no el ser humano. Este es el sino del ser humano respecto a los demás seres vivos que comparten la existencia en este ser llamado Tierra, a decir; actualizar el potencial de nuestra singularidad, conectar con nuestro propósito creativo, con nuestro padre celestial (o con nuestra otra mitad celeste) que habla a través del corazón diciéndonos “has nacido para esto!… dignifica tu condición humana orientando tu vida hacia su propósito último, ten el valor de empujar este proceso siendo conciente de él”.

“Es importante que te preguntes ¿cómo soy útil a los demás? ¿qué quiere la gente de mí? Eso podría muy bien revelar para qué estás aquí”. “Cuando tu hijo (o el dinero, la ambición de poder, la búsqueda del Príncipe Azul, etc) deviene la razón de tu vida, has abandonado la razón invisible por la que estás aquí”. J.Hillman

La astrología nos dice que en el firmamento bajo el cual naciste esta inscrita la imagen de la razón invisible por la que estás aquí, tu otra mitad celestial. La astrología nos permite intuir el significado de lo que llamamos crisis o fatalidad, porqué orienta (el sol sale por oriente) los hechos de nuestra vida a un significado o propósito para el alma.

“El alma puede volverse nuevamente una realidad sólo cuando cada uno de nosotros tenga el coraje de tomarla como la primera realidad en nuestras propias vidas, de tomar partido por ella y no tan solo de “creer” en ella”. J.Hillman

Por todo ello ningún cliente de un astrólogo tiene porqué “creerse” lo que le pueda decir un astrólogo. El astrólogo pone en disposición del cliente una narración de imágenes de forma que puedan “re-sonar”, vibrar, con lo que uno en la profundidad de su ser sabe. Hay alguien en cada uno de nosotros que sabe mucho más de nosotros que nuestro ego. La astrología nos ofrece la posibilidad de ir trazando un puente entre nuestra pequeña voluntad y la gran Voluntad.

Al respecto de los sueños C.G.Jung dijo: “En cada uno de nosotros duerme un extraño de rostro desconocido, que habla con nosotros por medio del sueño y nos hace saber cuán diferente es la visión que tiene de nosotros a aquella en la que nos complacemos”.

Diríamos que la astrología nos ofrece una llave para despertar a este sueño interior siempre que estemos dispuestos a “poner en remojo” esa visión de nosotros mismos en la que nos identificamos (la visión del ego). Siglos antes de la aparición del pensamiento de C.G.Jung, Sócrates nos hablaba de su daimon, comentando que este nunca le “decía” lo que tenía que hacer, sino que le advertía de lo que no debía hacer… ¿quizás ser más sensibles a nuestro daimón y por lo tanto invitar a un descanso a nuestra mente racional, nos ahorraría más de una otitis? Este es el sentido de lo que está grabado a la entrada del templo del Sol (de Apolo) en Delfos: “Conócete a ti mismo” . Y más adelante solo visible con quien había cumplido con la primera inscripción, podía leerse “.y conocerás a Dios” Es Evidente que el ego ya cree que se conoce a sí mismo: “soy alto, peso 80 kilos, me conviene esto y no me conviene lo otro, nunca haría esto o lo otro, ante esta situación siempre obraría así”, etc”. Esa inscripción no tiene ningún sentido respecto a conocernos yoicamente. ¿a que se referirá ese “conócete a ti mismo”? Hacia ese interrogante se orienta y orienta la astrología y por lo tanto a el se debe el astrólogo. La misión de la astrología no es predecir hechos, sino apuntar hacia los significados de esos hechos. La astrología nos enfoca hacia despertar una posibilidad que es inherente al ser humano y que no tiene el manzano, esto es, no limitarnos a vivir los hechos de nuestra vida, (lo cual tampoco podemos evitar) sino a vivirlos como portadores de un significado. ¿Acudimos a la astrología en busca de beneficios y “comodidades” personales?, o ¿como modo de atender la realidad del alma? La pregunta es ¿Quién en nosotros habla de beneficios? ¿No será uno que juzga según un sistema de valores, que separa la existencia entre hechos y circunstancias buenas o malas? La astrología no nos habla de un sistema de valores, no nos habla de cartas astrales buenas o malas; cada instante del tiempo tiene su cualidad y su unicidad y por lo tanto ¿quién somos nosotros para valorarlo como “bueno o malo”?. De igual modo, tampoco nos habla de circunstancias que nos benefician y por lo tanto tampoco de otras que nos perjudican. El ego es el que habla de beneficios, pero la astrología, como hemos visto, no le habla al ego. La herramienta del astrólogo es el símbolo y el ego no entiende de símbolos, entiende de lógica, razones, causas y efectos. Entonces ¿Quién en nosotros entiende de símbolos? El alma, ya que es ella la que transforma los hechos de nuestra vida en experiencias. Cada uno de nosotros no nos vivimos como una cosa, como un hecho, como la literalidad de un cuerpo tangible, sino como sujetos que sentimos, que expresamos, que padecemos; como sujetos que experimentamos la existencia anímicamente (ánima-alma). La astrología no pretende beneficios para el ego, de hecho sabemos que momentos en nuestra vida que hemos catalogado como buenos, una vez pasado el tiempo descubrimos que quizás no fueran tan buenos, y a la inversa, momentos en nuestra vida que el ego ha catalogado como perjudiciales (crisis), con el paso del tiempo y sobretodo con la “Gracia de Dios”, se nos han revelado como nutrientes para el alma. La tarea de la astrología es orientar al ego hacia lo que son “beneficios” para el alma. Cada tema natal (popularmente carta astral) es como un mapa contenido en el interior de la semilla de un manzano único e irrepetible. El primer propósito de la astrología es liberar a la persona del estresante esfuerzo de querer dar peras como frutos al mundo, o del igualmente estresante esfuerzo de pensar que no tiene frutos a dar, que no tiene un propósito creativo para el cual vivir. Lo primero y más valioso que nos ofrece la astrología es aprender a aceptarnos a nosotros mismos tal como singular y esencialmente somos (más allá de lo que creemos que se espera que seamos), y aprender a desapegarnos del concepto dictatorial y alienador de “normalidad”. El concepto de “normalidad” no es tan inocente como parece (podríamos preguntarnos; ¿quién dicta la norma?); más bien en la mayoría de los casos está al servicio de intereses de poder ajenos a nuestro ser esencial (tanto familiares, como sobretodo sociales y político-económicos). Aceptar la singularidad de nuestra existencia es condición sinequanum para vivir una vida portadora de significado; lo cual equivale a sentirnos pertenecer a un Cosmos vivo, que en la misma medida que habita en la llamada exterioridad, es a la vez el centro desde donde gravita nuestra interioridad.