Toda una reflexión sobre el valor de los antiguos mitos y dioses paganos entendidos como las raíces de nuestra sensación de realidad; como símbolos de las fuerzas, factores y configuraciones esenciales de la realidad del hombre y su mundo. En este sentido la astrología psicológica y la psicología arquetipal comparten vocación: revelar los antiguos mitos que se ocultan tras el comportamiento de nuestra realidad cotidiana, política y social en el mundo contemporáneo profundamente a-mítico.
«El cielo retiene dentro de su esfera la mitad de todos los cuerpos y los males» Paracelso.
Seguramente reconoceréis que el que haya venido aquí es muestra de considerable audacia. Osadía, incluso. Pues éste es vuestro campo de conocimiento, no el mío; vuestra profesión, no la mía; y vuestra responsabilidad.
El que no tenga yo responsabilidad respecto a esta antiguo tema y a esta profesión durante tanto tiempo apreciada -y difamada- me permite ser irresponsable en lo que pienso y digo esta mañana. Solo en virtud de tal irresponsabilidad puedo sentirme lo suficientemente libre como para decir algo que pueda ser útil para vosotros.
A diferencia de vuestro compromiso para con vuestro trabajo y con la defensa de vuestro campo, mi compromiso sólo es con un constante interés, incluso un amor, a la astrología como fenómeno arquetipal, esto es: extendido, intemporal, emocionalmente potente, profundamente resonador y generativamente inventivo y también poderosamente peligroso. Por ello, a causa de estas cualidades, la palabra arquetipal es adecuada para el mismo campo.
Si es arquetipal, la astrología está aquí para quedarse; porque no se irá, debe ser arquetipal. Y no se irá. El historiador de la cultura Theodore Zeldin escribe: «… En 1975 un grupo de 192 eminentes científicos, incluyendo diecinueve premios Nobel, dirigidas por un profesor de Harvard, publicaron un manifiesto declarando que les preocupaba la creciente aceptación de la astrología en varias partes del mundo… Uno de los firmantes, un profesor de astronomía en la UCLA, se quejó de que un tercio de los estudiantes de sus clases profesaban creencia en la astrología, y también su esposa». Zeldin informa además de que un tercio de la población en Francia e Inglaterra admiten creer en la astrología, y entre los franceses («donde la lucidez es una virtud nacional») «el 90 por ciento conoce su signo zodiacal» (Una Historia Intima de la Humanidad, Harper Collins, 1984, p. 339)
Acerca de su peligro, tendremos más que decir más adelante; su poder emocionalmente seductor me sorprendió hace unos 45 años, en Zurich, cuando me hicieron mi primer tema, aunque ya había aprendido los elementos simbólicos y la grafía antes de eso. Fue tal la convicción que vino junto a esa primera lectura que continué estudiando astrología. Este interés permanente, esta fascinación, este amor no me ha abandonado nunca. A la vez, tengo que aclararos que ni creo en ella, ni la practico, ni entiendo cómo «funciona», aun cuando la astrología forma una de mis lenguajes fundamentales para la reflexión psicológica.
Sencillamente, para mí la astrología devuelve los acontecimientos a los Dioses. Depende de imágenes tomadas de los cielos. Invoca un sentimiento politeísta, mítico, poético, metafórico de aquello que es inevitablemente real. Esto es lo que hace a la astrología eficaz como un campo, un lenguaje, un modo de pensar. Es el portador para la mentalidad popular de la gran tradición que sostiene que todos habitamos en un cosmos inteligible, propocionando así a las preguntas humanas respuestas más que humanas. Nos obliga a imaginar y a pensar en términos psicológicamente complejos. Es politeísta y por lo tanto va en contra de la mentalidad dominante de la historia de Occidente.
Tomo prestada la palabra «eficaz» de Paracelso, que dijo, «se vuelve médico sólo aquél que conoce aquello que es innominable, invisible e inmaterial, y sin embargo eficaz». Y tomo prestada la idea de las antiguas lecturas neoplatónicas de las posiciones e influencias planetarias. Los intérpretes neoplatónicos en el Renacimiento y aún antes encontraron una lectura beneficiosa, eficaz, aún de los planetas más difamados, como Saturno, y de las constelaciones menos auspiciosas. Todos los Dioses desbordan beneficios; era tarea humana, la tarea del intérprete, descubrir estos beneficios. De otro modo nos perdemos las bendiciones y las confundimos con maldiciones.
En mis propios decursos, encontré los beneficios de Saturno un día en Roma hace unos años. Estaba contemplando el viejo templo de Saturno, cerrado a los visitantes por las autoridades. Cerrado, como dicen en Roma, por restauración. La restauración podría durar ya quinientos años, y podría continuar otros quinientos años más; pues uno de los modos en que la Iglesia puede impedir que el pasado politeísta tiña nuestra religión actual es mantener cercados los antiguos lugares. Así que muchos de los viejos templos están en construcción, en restauración, o son considerados «arquitectónicamente peligrosos».
Como sea, se me ocurrió al estar ahí que las maldiciones que Saturno me había infligido : frialdad y alejamiento de la intimidad humana, obsesión con ideas, oscuros humores depresivos que paralizaban la acción, preocupaciones sobre situaciones concretas que yo intentaba poner en orden, un manejo torpe de la novedad, frivolidad y artificialidad electrónica, cargas del deber, periodos de rigidez y aspereza hacia mí mismo y hacia los demás- todas estas maldiciones habían sido tomadas literalmente. No había captado su eficacia: cómo me protegían, me mantenían en el camino, fiel al llamado, permitiéndome pensar y aceptar la soledad, y cómo habían permitido que el orden fuera derrotado en nombre de la ausencia y el vacío. En otras palabras, las maldiciones que atribuía a Saturno eran bendiciones. Además, aquel día en Roma me di cuenta de que somos nosotros quienes hacemos de Saturno un planeta maligno, negativo, interpretando las bendiciones que otorga sólo en un sentido rígidamente opresivo, como pesadas cargas en lugar de dones de peso. Perdemos una mitad: la mitad celestial del mal. Puesto que no es el Dios quien nos maldice, somos nosotros quienes maldecimos al Dios mal interpretando su eficacia.
La astrología neoplatónica encontró la razón de nuestra tozudez, nuestro sentimiento de victimización, por ejemplo por Saturno, en el hecho de que todas las almas están atrapadas en la estupidez del naturalismo, literalismo, concretismo. Tomamos literalmente nuestros sufrimientos: aprehendemos las cosas sólo tal como aparecen naturalmente; insistimos en que lo real es concreto. Estos errores de entendimiento se deben a que nuestras almas están encerradas en hyle, la palabra griega para el material rígido. De modo que el viaje del alma, de acuerdo con la alquimia de Michael Meier, comienza en Saturno y concluye en Saturno, esto es: comienza en la opresión y la victimización a la vez que, escondidas en la rigidez de nuestra mente, están las bendiciones de las metas de Saturno. Su verdadero propósito, escribían las autoridades, estaba «dirigido a la iluminación y guía del intelecto y a conducirlo al conocimiento de lo que es correcto y útil».
Debéis recordar aquí que eficaz no sólo significa positivo. Los dones de Saturno todavía pueden sentirse como opresivos y limitadores. Un don no es sólo lo que literalmente parece ser: tenemos que disfrazarlo bellamente para esconder que cada don es también potencialmente tóxico; cada don (gift) es también un Veneno (Gift), la expresión alemana para «veneno». En efecto, en algunas culturas, como la China, un don puede usarse como una maldición subliminal; y, a menos que rápidamente se lo repare con un contra-don al benefactor, uno permanece cautivo, esto es, obligado, atado, constreñido, limitado por ese don. Por ello es que cuando más uno tarde en escribir un agradecimiento, más se vuelve una carga: un don desprovisto de su envoltura revela su maldición latente.
La lectura neoplatónica de un tema devuelve todas las cosas a los Dioses, pero no hace las cosas ingenuamente positivas. El modo eficaz de leer tan sólo rehúsa a dividir las cosas simplemente en negativas y positivas, afortunadas y desafortunadas. Una cuadratura puede volverse un Beethoven, un trígono un Forrest Gump.
Así, la lectura eficaz de la «otra mitad» invisible que afecta a nuestros cuerpos y nuestros males, como dice Paracelso, no significa una lectura feliz de planetas felices en posiciones felices. Júpiter en Leo en la casa dos, o diez, no indica meramente optimismo, magnanimidad, calidez expansiva; sabemos que también invita a la exageración, al derroche, a entusiasmo indiscriminado. Las costas lejanas a las que Júpiter empuja pueden ser venturosas y a la vez infladas y superficiales. En cada situación debemos tomar en cuenta el sitio cultural de la persona a quien uno le habla, el portador del tema.
Quisiera acentuar esta idea de sitio. Un humano está situado; una carta está situada. El momento natal es siempre en algún sitio. Ese sitio no es sólo un mero conjunto de coordenadas geográficas, longitud y latitud. El sitio es también una cultura, una naturaleza, una historia, una política, una geografía, un lenguaje, un estilo, un carácter. El sitio no es un accidente de nacimiento, sino aquel sitio único y particular el cual, decía el neoplatónico Plotino, el alma escoge como una de sus cuatro elecciones básicas: los padres, el cuerpo, las circunstancias y lugar de entrada en este mundo (Ver mi «Código del Alma»). Dónde esté uno y dónde uno entre en el mundo parece importarle al alma. Y este «donde» rige distintivamente sobre todas las generalidades y comunidades que los astrólogos emplean al leer un tema.
Un residente de Bay Area en la proximidad de Tiburon o Larkspur puede responder casi sin notar a un «Buenos días». Una pequeña inclinación de cabeza, un pequeña sonrisa de acuerdo a una convención familiar. En Maine, «Buenos días» puede originar como respuesta un «Ya tengo otros planes». En Manhattan, «»métase en sus asuntos» y en Alabama «Oh, gracias, muchas gracias, y que también Ud. tenga un buen día, y vuelva a pasarse por aquí».
Acentúo estas diferencias en maneras de hablar porque manifiestan diferencias en situaciones. No es que ahora me interese destacar si estas diferentes localidades -Bay Area, Maine, Manhattan, Alabama- reflejan rasgos astrales pertenecientes a este o aquél signo zodiacal, sino que me interesa destacar la importancia del sitio en la lectura de una carta, puesto que cada sitio tiene su propio humor y su tiempo, su atmósfera y su botánica, su historia y su cultura.
Los diagnósticos psiquiátricos consideran el sitio como parte del cuadro clínica. Recuerdo a uno de mis profesores psiquiátricos en Suiza que advertía acerca de los diagnósticos de depresiones maníacas. Asegúrese de saber de dónde viene el paciente, ya que lo que puede parecer depresión puede ser culturalmente normal en los valles cristianos y rocas escarpadas de la Suiza interior, y lo que puede parecer manía puede ser la conducta habitual en un pueblo bávaro.
Nuestro planeta también es un planeta y necesita nuestro reconocimiento cósmico. La suavidad polinesia y el rigor espartano son más que leyendas; son determinantes. La cívicamente cohesiva Minneapolis y la decadentemente deliciosa Nueva Orleans son sitios planetarios que comportan tanto en el carácter y el destino como los sitios de los planetas en un tema.
Al comienzo dije que, puesto que la astrología es arquetipal, es poderosamente atractiva y por lo mismo peligrosa. Quiero ahora extenderme sobre este peligro. Es el peligro con el que he estado luchando durante muchos años de muchas maneras en mis escritos: el literalismo. Específicamente para nosotros hoy, el literalismo astrológico.
Dos tipos de literalismo afligen a la astrología, de modo que la astrología, como el psicoanálisis, puede correr el riesgo de volverse una fe fundamentalista. El primero tiene que ver con el tiempo. Llamémosle el Literalismo Temporal. Se ve reforzado por cálculos, tablas, exactitudes, minutos y segundos. No cuestiona suficientemente la idea de tiempo, sino que está cogido por el tiempo. Creo que es posible continuar haciendo estos cálculos matemáticos, pero considerarlos menos como rigurosas medidas de tiempo y más como un servicio ritual, un conjuro teúrgico necesario para constelar la visión psíquica, intensidad de foco, elaborar un procedimiento distanciador así como en otras artes, la medicina por ejemplo, se deben usar medidas cuidadosas y dosis exactas, y así como las curas nativas en culturas menos técnicas usan cuidadosa precisión en sus prescripciones, o como los cocineros realizan su arte en términos de tiempo y medidas. Pero todo esto es un ritual para enfocar la intuición y refinar las propias habilidades, más que para presentar los hechos verdaderos de lo que efectivamente está ocurriendo, u ocurrirá o ha ocurrido ya, en una incognoscible esfera invisible, aquella otra mitad más allá de este mundo.
Dejando de lado el apego literalista al tiempo podemos también liberarnos de otro poder peligrosamente atractivo en astrología: la tentación de predecir. El segundo literalismo es la creencia en la influencia causal de los cuerpos astrales o los planetas reales. El literalismo astrológico supone que podemos conocer esa «otra mitad» que reside en el Cielo y, por medio de cálculos matemáticos basados en la comprensión literal del tiempo, atribuir causalidad a estos poderes celestiales.
Creo que debemos deconstruir estos literalismos. Creo que la tarea que llama al astrólogo es pensar más poéticamente y metafóricamente, y menos causalmente, como si la astrología tuviera que obedecer a la ciencia Newtoniana. No creo que necesitemos atribuir propiedades causales a los planetas o sus constelaciones, y por lo mismo no necesitamos saber cómo funciona la astrología. Más bien podemos dejar que la carta opere como un mantra que proporciona revelaciones, una mirada en el más allá, un mapa de lo no visto, un compendio de poderes invisibles operando en conjunto. Incluso podemos hablar de estos poderes invisibles como dioses que gobiernan, como fuerzas que influencian. Sin pretender conocer dónde residen efectivamente, cómo operan, lo que intentan.
Sugeriría un modo más fenomenológico de leer y menos metafísico o teológico. La fenomenología trata con las cosas tal como aparecen. Deja de lado las especulaciones sobre orígenes, causas, explicaciones, teorías. Así es como trabajo en psicología. No tengo teoría de los sueños: cómo vienen, qué buscan, dónde se originan. Tampoco tengo una teoría de los síntomas, de las neurosis, de la locura o de la salud mental. No conozco las fuentes primarias de ninguna de las cosas que me encuentro en la práctica. No sé qué ha provocado los acontecimientos sobre los que se me informa, y no me preocupo en absoluto por sus orígenes. No atribuyo el poder literal de cuasalidad a un recuerdo paterno de abuso brutal o un recuerdo materno de descuidada crueldad. En cambio, contemplo los fenómenos. Estudio lo que se presenta: el problema, las imágenes, los dolores, los sorprendentes giros del destino -aspirando a salvar los fenómenos de las explicaciones para poder permanecer enfocado en sus rostros. Tomo cada cosa por lo que muestra. He asimilado entre mis hábitos mentales lo que la filosofía, tanto oriental como occidental, han enseñado: la causalidad en este simple sentido es ilusoria. Más aún: deviene un método para huir de la confrontación con los fenómenos que están justo enfrente de la propia nariz. Esto es lo que quise decir antes al afirmar que no entiendo la astrología. Además, no necesito ni quiero entenderla. Ya es suficiente para mí ese compromiso con sus proveedoras y eficaces revelaciones.
De modo que una cuadratura Júpiter-Saturno en signos fijos, tal como yo tengo, una Luna o un Plutón aislados con sólo débiles contactos o ninguno, no son causas de problemas o errores, miserias o luchas. Estas posiciones en un tema natal proporcionan imágenes a ser ponderadas por su riqueza simbólica y amplificaciones míticas. Proveen datos arquetipales, dones divinos.
Aquí intento mostrar el paralelismo entre un enfoque fenomenológico, arquetipal, en la práctica de la psicología y en la práctica de la astrología. También intento distinguir entre lo práctico y lo empírico. La astrología es un arte práctico, pero no una ciencia empírica. Algunos, como Gauquelin, pueden tratar de establecer una base empírica para ella, juntando pruebas estadísticas de datos reunidos. Yo no veo la necesidad de esto. Es que acaso establecemos el valor práctico y la veracidad del arte por medio de datos estadísticos? Nuestras pruebas tanto en la terapia como en la astrología no son de tipo científico sino de tipo humano: anécdota, testimonio, revelación.
Quizás no debiera plantear esta distinción con tanto rigor, esta distinción entre práctico y empírico. «Empírico» original y tradicionalmente no significaba establecer una idea por medio del método científico. Más bien, «empírico» se refería originalmente a los médicos, sanadores y practicantes que se guiaban y basaban sus prácticas en la observación y en la experiencia más que en la teoría. Lo que digo es que no tenemos que tener una teoría explicativa para las experiencias psicológicas y/o astrológicas a fin de practicar nuestras profesiones. Sólo necesitamos dedicarnos a los fenómenos; necesitamos estudiar, cuidar, vigilar, escuchar, a fin de ser practicantes responsables de nuestros artes.
He de confesar que tomo más bien literalmente las dos primeras palabras en la frase de Paracelso; «El Cielo retiene» (dentro de su esfera)». Y no arguyo con él acerca de las palabras «mitad» y «todo» (mitad de todos los cuerpos y los males). No creo que haya querido decir mitad matemáticamente, como cincuenta por ciento. Creo que quiso decir que uno sólo consigue una media-verdad, una cura parcial, un entendimiento defectuoso si uno descuida el Cielo. Respecto a la enorme generalización de esa palabra «todo», tengo que conceder que o bien el cosmos entero lleva los efectos del Cielo, o uno debe decidir qué partes no están bajo su gobierno, qué acontecimientos y cuerpos pueden declararse independientes de los efectos de los Dioses.
Pero en aquellas primeras palabras «El Cielo retiene»- he ahí el misterio! ‘Cielo’, la palabra, entró en el inglés a través del Sajón, el antiguo Alemán gótico. El origen último de la palabra “cielo“ (heaven), dice el diccionario, es desconocido. Se lo define como más allá del firmamento (sky); mientras que cielos, en plural, se usa para regiones, esferas, jerarquías bajo cuya ley vivimos, más allá y desconocidas, y a las cuales cada vida e incluso cada momento de la vida aspira como si fuera su fin o su meta. El Cielo connota lo divino, como cuando al probar una tarta borracha de chocolate amargo exclamamos «celestial, divino». Y «séptimo cielo» es el mayor júbilo, y «cielos arriba» invoca a los Dioses y Diosas.
Ahora atendamos a lo siguiente. Paracelso dice que este cielo que rige la mitad de nuestras vidas no está sólo más allá del firmamento y es invisible, externo a la esfera humana, sino que, horribile dictu, retiene, contiene, preserva, guarda, no deja ir, no se abre a esa mitad de nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestros males, así como a todos los cuerpos y males en la tierra.
¿Está Paracelso bajo la influencia de la vieja ecuación de Dios y Saturno, un dios controlador, retentivo anal, un Dios ausente que contiene la mitad del destino en sus manos y que sin embargo es un Dios que no puede ser visto, mostrar su rostro, manifestarse? Creo que esa visión del Cielo puede haber prevalecido en tiempos de Paracelso, también antes y después, pero no creo que fuera su visión, ni que él fuera ese tipo de criatura de Saturno.
Prefiero pensar que Paracelso insiste sobre la mitad invisible de nuestras vidas, la mitad astrológica retenida por esferas más allá de la naturaleza, de modo que esta mitad no es aprehensible directamente por ningún método de la ciencia natural, ningún tipo de comprensión mundana o naturalista. Intentamos llegar a los cielos mediante las especulaciones de la teología, el misticismo, la metafísica, la poesía, la matemática, pero el cielo se contiene, se retiene y se resiste, y así su esfera permanece hermética, secreta.
De modo que nosotros, humanos, conscientes de que vivimos sólo de medias-verdades y vemos sólo a través de un cristal oscuro, nos volvemos a la astrología para encontrar el camino de regreso al cielo, a la fuente invisible que afecta a nuestros cuerpos y a nuestros males. En términos de Jung, estamos en busca del Dios en la enfermedad , no meramente esta o aquella enfermedad (disease) literalmente clasificada, sino en la inquietud (dis-ease) llamada también vida. El astrólogo revierte los acontecimientos a sus causas en los cielos, sacando así a la persona fue de las circunstancias y orientándola hacia el cielo. De aquí el sentimiento revelatorio cuando se hace una interpretación conmovedora; la puerta del cielo Imprevistamente se abre, se hace la conexión entre las dos mitades, esta vida aquí y esa esfera allí. La astrología es entonces un arte divino, pero no el arte de la adivinación, pues eso es nuevamente literalismo: un literalismo de la predicción y del tiempo.
La tarea del astrólogo, entonces, como la del psicólogo arquetipal, es menos traer los dones del Dios a mi vida, que el dar vida a los Dioses. Cada visión, cada patología, cada trozo de buena suerte que conecto a los planetas mantiene vivos a los Dioses. A ésto los cristianos podrían llamarlo un movimiento redentor. Prefiero ver esta tarea de devolver los acontecimientos a los celestes invisibles, un proceso de epistrophé siguiendo la idea del Neoplatonismo, o ta’wil en el misticismo persa. Esta visión ve el mundo entero lleno de un innato deseo de retornar a su fuente imaginal, su esencia arquetipal, su otra mitad en el Cielo.
Así, por ejemplo, aquí estoy, digamos un ascendente Géminis, en todos mis males y en mi cuerpo: las vacilaciones del carácter, la atención distraída y dividida, la duplicidad, la divertida tortura de ver ambos lados y luchar con las oposiciones, nervioso, encantador e impaciente, a la vez la lengua presta del engaño que formula la vida, como un periodista o un predicador, antes de vivirla, la intensa sensibilidad, los pequeños acuerdos, las múltiples conexiones del prestidigitador, del charlatán y del murmurador, el agotamiento que llega con la prisa y la excesiva conectividad , todas estas características pertenecen a mi carácter, esto es, el depósito celestial en mi alma, un tesoro de mercurio tornasolado, un mineral metálico o un cuerpo planetario al cual mi vida, tal como la vivo, puede pulir y volver lustroso y útil. Este pulir de los males de lo dado es lo que los escritores como Blake y Keats y Lawrence han llamado «almificar» (soul-making). El almificar (soul-making) devuelve a los Dioses lo que me dieron y que traje conmigo al llegar, devolviéndolo más «refinado» y «sofisticado» como dicen los alquimistas.
Cada vez que una consulta astrológica puede devolver una característica a su divino personaje (character), pulir un problema para que brille en una luz diferente, revelar al Dios en la enfermedad, dejar al cliente ver claramente por un momento aquella otra mitad celestial, el astrólogo está realizando una epistrophé (conversión), devolviendo una mescolanza en lo humano a un mito en los Dioses.
Para que no concluyáis que mi énfasis en los dioses, lo divino, los cielos, los invisibles, es elevado e intelectual, recordemos que los planetas residen primariamente dentro de constelaciones de animales. Los planetas están principalmente guardados en las cuadras entre bestias. ¿Porqué este más allá del Cielo está diseñado por un mapa de formas animales, y estas formas son tan terrenales: no halcones y búhos y palomas, o ruiseñores o águilas, sino serpientes y escorpiones, peces y cangrejos, carneros y cabras, caballos y toros? ¿A qué viene esta preponderancia de animales?
Para nuestras mentes vulgares, arrogantes, recientes, occidentales, «animal» significa bruto, bestia, tonto, más bajo en la escala evolutiva. Sin embargo en la mayoría del mundo antes de nuestros tiempos y aún hoy mismo en muchos sitios del mundo, los animales son los verdaderos maestros de la humanidad, espíritus guardianes y constantes compañeros del alma. Algunas terapias intentan despertar esta conexión arcaica con el animal, pero la astrología ya lo hace para nosotros- así de simple! Nacido en el año del Tigre… Uau! Sol en el Cangrejo- oooohhh! Marte en el Toro y Venus en Escorpio: vigilad!!!
Estas formas animales que permean la imaginación astrológica presentan el animal como un contenedor cósmico de poderes invisibles. Los animales como formas de lo divino, que es exactamente lo que los antiguos egipcios sentían y que también es verdad para culturas desde el Japón Shintoista hasta la Polinesia, gran parte de África hasta los nativos de las regiones circumpolares. La astronomía continúa trabajando con espacios con forma de animales configurados por líneas entre los puntos brillantes de las estrellas. Conectad los puntos y veréis lo invisible volverse un toro, un león, un par de peces.
La astrología trabaja matemáticamente, y uno normalmente supondría que los números y los animales tienen poco que ver unos con otros, unos abstractos, los otros tan concretos como la sangre, los dientes, el pelo y el veneno. Pero dos pasajes básicos en los textos de cosmología que sustentan la cultura mitológica occidental e islámica unen a los animales y los números. El primero es el arca de Noé, descrita con medidas detalladas para dar forma a la nave que puede contener todos los animales. El segundo está en el Timeo de Platón (fr. 55c). Allí podemos leer acerca de una figura de doce lados usada por el creador para el «todo». Platón da una forma geométrica para los cuatro elementos, y luego de esta quinta y más comprensiva forma de todas, dice que contiene «esquemas de figuras animales». Esta figura de doce lados, con forma de animal, es paralela a otro pasaje de La República de Platón (589 b-c) donde presenta «la imagen simbólica del alma» como una bestia de muchas cabezas con un anillo de cabezas domadas y salvajes.
Para la cosmología antigua no había necesariamente separación entre lo geométrico y lo orgánico; se correspondían, lo que nos dice hoy que los cálculos matemáticos de la astrología no son sólo necesidades rituales para enfocar la conciencia en el caso a mano y abstraerlo en una cartas visible. Los números también son modos de hacer precisas las diversas fuerzas animales, la bestia de muchas cabezas que vitaliza y conduce el alma, la vida instintiva que nos guía como nuestra compañera del alma. De nuevo el peligro del poder compulsivo de la astrología: mientras jugamos con números y reconocemos los grados, también estamos reconociendo la casa animal que contiene el alma, de hecho la casa animal que contiene todo el cosmos. Y no olvidemos que son los animales -incluido el animal humano- los que el Dios bíblico considera la única parte de toda la creación merecedora de salvar, una salvación que requiere que Noé tenga que hacer antes deliberados cálculos matemáticos.
Finalmente, entonces, si no es verdadera, ni es explicativa, si sus matemáticas son ritual disfrazado y su referencia a los planetas concretas de la astronomía son metáforas, ¿porqué nosotros, gente inteligente, racional, educada y sabia, tales como vosotros y yo, nos hemos reunido aquí para volver a la astrología? ¿Porqué ajustados con cinturón de seguridad a un asiento en un avión que puede llevarnos directo a la muerte abrimos la revista justo en la página de los horóscopos del mes? ¿Porqué recogemos los consejos que se dan sobre un Mercurio retrógrado, o analizamos la conducta de nuestro amante en término de humores lunares, o esperamos algún cambio financiero radical en el próximo tránsito por nuestra casa dos? Incluso cuando leemos tenemos que suspender la falta de creencia, ocultando la pequeña vergüenza de que estamos leyendo la trivialidad de una adivina…
Entonces, ¿por qué volvemos a ello? ¿Qué busca el alma, qué desea, por qué nos atrae tan rápidamente? Mediante ese parágrafo de la última página regresamos a nuestro daimon-estrella individual que contiene una porción de nuestro destino, esa otra mitad. Buscamos de nuevo la conexión con nuestro compañero primordial, ese hermano-hermana en el cielo que vive fuera de este cuerpo sujeto por un cinturón de seguridad a su asiento, y que comparte nuestra vida en cada instante -y este instante elevados en el aire que puede también ser el instante de la muerte- porque conecta nuestra vida con Moira, el daimon de nuestro hado: Moira, la palabra griega que significa simplemente una parcela, la mitad de Paracelso.
Buscamos en esa página de atrás, esos consejos y avisos, las predicciones y asesoramentos, tan enigmáticos y sin embargo tan íntimos, volver a ligarnos a los poderes, ritmos y mitos del cosmos, elevarnos fuera del avión en su ascenso de 35,000 pies, a un más allá de personas planetarias, más allá de mi persona y sus problemas, de sus días buenos y sus días malos.
Ese párrafo acerca de Virgo o Libra en la última página de la revista nos eleva fuera de nuestras mentes hacia otro lenguaje no terrestre, el lenguaje de las estrellas y de las ruedas animalizadas de los cielos, donde el alma pueda alojarse en imaginación, su primer hogar imaginal. Aunque el cielo nocturno este cegado por la polución eléctrica, las estrellas eclipsadas, y los signos zodiacales convertidos en baratijas para el comercio diario, Marte y Venus reducidos al mundo gris del sexo de Juan y la infatuación de Luisa, la Luna un lugar para poner la bandera americana…, aún así el lenguaje de la astrología, sus rituales matemáticos, sus intérpretes sacerdotales, sus encantos y amuletos que puedo tatuar en un pectoral o colgar en mi cuello , todo ello preserva mis males conectados fuera de este cuerpo poseído por Gillette, Exon, Disney, Walmart y el Bank of America. Un toque de astrología, la más leve referencia exótica, y los cielos retornan, y el destino.
Así que, astrólogos, en verdad tenéis un llamado superior, estáis al servicio de lo otro-de-lo-humano, de la otra mitad. Y no os preocupéis por las elevadas palabras y las visiones superiores, por el peligro de la inflación. Los Dioses son implacables con los inflados. Saben cómo protegerse mejor que nosotros los mortales. El que se limiten el uno al otro preserva su poder y es acaso precisamente eso lo que los conserva tan duraderos, inmortales, seguros contra la usurpación por parte de cualquier ideología monoteísta.
(Citas tomadas de diversas obras y conferencias, por E. Eskenazi)
Mi práctica me dice que ya no puedo distinguir claramente entre neurosis de uno mismo y neurosis del mundo, psicopatología de uno y psicopatología del mundo. Además, me dice que ubicar la neurosis y la psicopatología solamente en la realidad personal es una represión engañosa de lo que de hecho, realistamente, se está experimentando.
El psicoanálisis tiene que salir de la consulta y analizar todo tipo de cosas. Tienes que ver que los edificios son anoréxicos, tienes que ver que el lenguaje es esquizofrénico, que la “normalidad” es maniaca y que la medicina y los negocios son paranoicos.
La palabra “normal” viene del griego “norma”, que era la escuadra del carpintero, ese herramienta en ángulos rectos para establecer la rectitud (straightness)
La expectativas que sólo son estadísticas ya no son humanas.
Las aptitudes pueden mostrar la vocación, pero no son el único indicador. La ineptitud o las disfunciones, curiosamente, pueden revelar la vocación más aún que los talentos.
Sugiero que hay muchos modos de mostrar la vocación.
La depresión abre la puerta a un tipo de belleza
La economía es esclavista. Nadie tiene tiempo libre, nadie dispone de ocio. La cultura íntegra está bajo una terrible presión y cargada de preocupaciones. Esta es la situación predominante en todo el mundo.
Goethe dijo que su amigo Eckermann había nacido para la amistad. Aristóteles hizo de la amistad una de las grandes virtudes. En el pasado la amistad era algo inmenso. Pero nos cuesta pensar en la amistad como una vocación, porque no es una profesión.
No creo que nada cambie si las ideas no cambian. El punto de vista norteamericano común consiste en creer que algo va mal con la persona.
No tengo nada en contra del aprendizaje académico. Pero ¿cómo llamar al conocimiento que arraiga en nuestra cultura¿ ¿Cómo llamar al conocimiento acerca del alma, acerca de la vida, la muerte, acerca de la iniciación, acerca de los valores?
Creo que somos desgraciados en parte porque tenemos un solo dios, y es la economía.
Si aún estás herido por algo que te ocurrió a los doce años, es el pensamiento lo que ahora te hiere.
En la cosmología que subyace a la psicología no hay razón para que nadie esté aquí o para hacer algo. Nos vemos impulsados por los resultados del Big Bang, hace billones de años, que eventualmente produjo la vida, que eventualmente produjo los seres humanos. Soy el resultado de un accidente y por lo tanto una víctima.
Es importante que te preguntes: ¿cómo soy útil a los demás? ¿qué quiere la gente de mí? Eso muy bien podría revelar para qué estás aquí.
En el mito de Platón uno viene al mundo con un destino, aunque él emplea la palabra paradigma en lugar de destino. La teoría de la bellota dice que hay una imagen individual que pertenece a tu alma.
El único modo en que nosotros los humanos podemos dejar de ser tan humano-céntricos es permanecer vinculado a algo distinto de los humanos.
Tan sólo detente por un minuto y te darás cuenta de que eres feliz sólo siendo. Creo que es la búsqueda lo que estropea la felicidad. Si abandonamos la búsqueda, está aquí mismo.
Duelo significa perder lo que fue. Queremos cambiar pero no queremos perder. Sin tiempo para el duelo, no tenemos tiempo para el alma.
Las circunstancias, incluidos mi cuerpo y mis padres, a quienes puedo maldecir, son la elección de mi propia alma y no entiendo esto porque he olvidado.
El concepto de que hay otras fuerzas en acción ofrece un modo más reverencial de vivir.
Lo que nos ocurre, más allá de naturaleza y de cultura, más allá de nuestro condicionamiento genético o social, puede ser la llamada del daimon, el compañero del alma, convocándonos a nuestro propio carácter y nuestro propio destino.
No hay mito que aferre más fuertemente a nuestra cultura que aquél de que uno es el resultado del condicionamiento de sus padres -uno es el resultado de sus cuerpos. Permea tanto nuestro pensamiento que olvidamos que nuestra vocación puede tener una fuente completamente diferente.
Tratamos a la gente del mismo modo que tratamos a nuestros coches. Llevamos el pobre chico al médico y preguntamos: ¿qué anda mal con él, cuanto costará y cuando podemos pasar a recogerlo?
Forjamos vidas libres de riesgo, en las que no ocurre nada.
Tenemos que reconsiderar nuestra vida, prestando atención a algunos de los accidentes y curiosidades y rarezas y problemas y enfermedades, y comenzar a ver más en estas cosas. Eso plantea preguntas, de modo que cuando ocurren pequeños accidentes peculiares uno se pregunta si hay algo más operando en su vida.
Tenemos que trabajar en el mundo para que no sea tan opresivo.
A veces hablamos de destino o fatalidad. Yo uso la palabra griega daimon. Otras culturas tienen diversas palabras para esos espíritus que parecen guiarnos, términos como los invisibles.
¿Dónde encaja la depresión, la lentitud? ¿Cómo puede entrar Saturno, sino forzando su ingreso?
Sí, hay genética. Sí, hay cromosomas. Sí, hay biología. Sí, hay entorno, sociología, familia, economía, clase social. Pero hay algo más, también.
Uno no sabe en lo que se meterá cuando uno persigue su felicidad.
Cuando vas a crear un castillo, la psique sólo puede entrar como un invasor.
En mi intimidad, temo al inconsciente cristiano porque, a diferencia del budismo o incluso el judaísmo, el cristianismo vive mitos deliberadamente, insistiendo en que no son mitos, y esto tiene terribles consecuencias paranoicas.
El alma ingresa sólo vía síntomas, vía fenómenos marginados como la imaginación de los artistas o la alquimia o los “primitivos” y, por supuesto, disfrazada como psicopatología. Eso es lo que quería decir Jung cuando afirmó que los Dioses se han vuelto enfermedades: el único camino de regreso para ellos, en un mundo cristiano, es vía lo marginado.
La historia es un modo de hacer una gestalt: las referencias históricas, las figuras del pasado, liberan al acontecimiento que está en primer plano de quedarse atrapado en lo que sólo dice que es.
En tiempos de Freud nos sentíamos oprimidos en la familia, en situaciones sexuales, en nuestro locos síntomas histéricos de conversión, y donde nos sentíamos oprimidos, allí estaba lo reprimido. ¿Dónde sentimos hoy esa espesa clase de opresión? En instituciones -hospitales, universidades, empresas; en los edificios públicos, llenando formularios, en el tráfico…
La conducta psicopatológica es una conducta fundamentalista: toma las fantasías literalmente y también confunde lo literal y lo concreto. Esto es exactamente lo que apoyan las iglesias fundamentalistas; si tu brazo te ofende, córtatelo. Su tu nariz te ofende, enderézala.
El mundo entero está enfermo… y no se puede arreglar teniendo un buen diálogo terapéutico o hallando significados más profundos. Ya no se trata del significado, se trata de sobrevivir.
¿Adviertes la completa armonía entre dictadura centralizadora, fascismo, dureza política y el auto-centramiento del punto de vista espiritual?
Un terrorista es el producto de nuestra educación que dice que la fantasía no es real, que dice que la estética es sólo para los artistas, que dice que el alma es sólo para los sacerdotes, la imaginación es trivial o peligrosa y sólo para locos, y que la realidad a la que debemos adaptarnos es el mundo externo, un mundo que está muerto. Un terrorista es el resultado de todo este largo proceso de descartar la psique.
No podemos cambiar nada hasta que tengamos ideas frescas, hasta que comencemos a ver las cosas diferentemente. Mi objetivo es crear una terapia de las ideas, tratar de aportar nuevas ideas, de modo que podamos ver de modo diferente los mismos viejos problemas.
Hay un amor secreto escondido en cada problema.
Aunque sea difícil de creer, las hipocondrías nos cuidan, las depresiones nos hacen aminorar la marcha, las obsesiones son modos de limpiar la imagen, las sospechas paranoicas son modos de intentar ver a través -todos estos movimientos de lo patológico son modos en que somos amados, con ese peculiar modo en que opera la psique.
Cuando Freud dice “Donde estuvo el Ello, deberá haber Yo” – es también una afirmación extraordinariamente codiciosa. Quiere sacar hasta la última piedra de la cantera. ¿Pero, y qué hay de la cantera?
La psique es material altamente inflamable. De modo que siempre estamos envolviendo las cosas en amianto, manteniendo nuestras imágenes y fantasías al alcance de la mano porque están tan llenas de amor.
Nuestra vida es psicológica, y el sentido de la vida es hacer psique de ella, encontrar conexiones entre vida y alma.
Para la conciencia mítica, las personas de la imaginación son reales.
Cuando se rompe la visión predominante que sostiene a un periodo de la cultura, la conciencia regresa a contenedores más antiguos, buscando fuentes para sobrevivir que también ofrezcan fuentes para revivir.
Mediante las personificaciones mi sentido de persona deviene más vivo, pues llevo conmigo en todo momento la protección de mis daimones: las imágenes de los muertos que me importaban, de las figuras ancestrales mi bagaje, personajes históricos o culturales de renombre y gente de fábulas que proveen imágenes ejemplares – un caudal de guardianes. Guardan mi destino, lo guían, probablemente lo son. “Acaso -quién sabe-” escribe Jung, “estas imágenes eternas son lo que los hombres llaman destino”. Necesitamos esta ayuda, pues ¿quién puede llevar su destino solo?
La vasija de cocina del alma lo recoge todo, todo puede devenir alma; y tomando en su imaginación cualquiera y todos los acontecimientos, crece el espacio de la psique.
Bien puede haber más psicopatología hoy en el trascender que en el sumergirse en el patologizar.
Los síntomas, y no los terapeutas, han llevado este siglo al alma.
El sanador es la enfermedad y la enfermedad es el sanador.
Cuando se nos dice qué es saludable se nos está diciendo qué está bien pensar y sentir. Cuando se nos dice qué es mentalmente enfermo se nos está diciendo qué ideas, conductas y fantasías están mal.
Consideremos el patologizar como un modo de lenguaje.
Si el principio fundamental de la vida psicológica es la diferenciación, entonces ninguna perspectiva aislada puede abarcar la vida psicológica, y las normas son los engaños que las partes prescriben unas a otras.
El patologizar fuerza al alma hacia una conciencia de sí misma como diferente de el ego y su vida -una conciencia que obedece a sus propias leyes de actuación metafórica en íntima relación con la muerte.
Los alquimistas hablaban de la paciencia como la primera cualidad del alma y consideraban el hacer-alma como el viaje más largo, una “via longissima”. El lenguaje es digestión, un amor vegetal, depresión en aguas quietas.
El literalismo impide el psicologizar haciendo de ello psicología.
Así como las verdades son las ficciones de lo racional, las ficciones son las verdades de lo imaginal.
La conciencia psicológica surge de los errores, las coincidencias, la indefinición, del caos, más profundo que el control inteligente.
En estos días el horizonte de la psique se reduce a lo personal, y la nueva psicología del humanismo nutre a ese hombrecillo pagado de sí mismo al borde del gran mar, volviéndose sobre sí mismo para preguntarse cómo se siente hoy, llenando su cuestionario, contando su inventario personal. Ha abandonado el Intelecto y ha interpretado su imaginación a fin de ponerse de acuerdo con sus “experiencias viscerales” y “problemas emocionales”; ha igualado su alma a éstos. Su fantasía de redención se ha encogido a “modos de hacerse cargo”; su porfiada patología, esa vía regia a las profundidades del alma es conjurada en gritos Janovianos como el cerdo ante las margaritas, analizada en una cerrada Gestalt de intimidad personal, o arrojada a un abismo de regresiones durante la escalada de picos Maslovianos.
La psique cambia; pero ¿lo hace la psicología?
Ahora se nos llama defensivos o resistentes al proceso terapéutico, cuando en otro tiempo podríamos haber sido acusados por cerrarnos en contra la gracia de Dios o alejarnos de Su voluntad.
Si nuestra civilización sufre de hybris (desmesura), de inflación del ego y de superbia, la psicología ha contribuido lo suyo. Ha estado buscando el alma en el espejo del ego, sin ver jamás la psique, viendo siempre al hombre. Y este hombre ha sido el hombre Reformista monoteísta, enemigo de las imágenes.
El reflejo en el espejo del alma deja ver la locura del propio impulso espiritual y la importancia de esta locura.
El espíritu vuelto hacia la psique, en lugar de abandonarla por los sitios elevados y el amor divino, encuentra ulteriores posibilidades de ver a través de las opacidades y ofuscaciones del valle. La luz del sol penetra en el valle. La Palabra participa en la charla y el cotilleo.
Cura los síntomas y pierde al Dios. Si Jacob no hubiera luchado con el Daimon seguramente no hubiera resultado herido, ni tampoco habría sido Jacob.
La economía es nuestra teología contemporánea, no importa cómo pasemos los Domingos.
Ahora llamamos a la destrucción de viejas ideas, amablemente, un “cambio de paradigma”. “Teoría de la catástrofe” sería más adecuado. La vitalidad de una cultura depende menos de sus esperanzas y de su historia que de su capacidad de abrigar voluntariamente la fuerza divina y daimónica de las ideas.
Dos consecuencias enfermizamente peligrosas resultan de elevar la eficiencia al nivel de un principio independiente. En primer lugar, favorece el pensamiento a corto plazo -no mirar adelante, más allá de la línea; y produce un sentimiento de insensibilidad -no mirar a los valores vitales que se viven tan eficientemente. En segundo lugar, los medios devienen fines, esto es, hacer algo deviene la plena justificación de hacerlo sin tomar en cuenta lo que se hace.
La ineficiencia deviene un modo favorito de rebelión contra la tiranía de la eficiencia: alentamiento del ritmo, trabajo a reglamento, ausentismo, repuestas demoradas, documentos extraviados, llamadas telefónicas no contestadas.
Quien justifique las decisiones refiriéndose a la letra pequeña tiene algo que aprender de Treblinka.
Que un candidato al gobierno haga campaña en nombre de la eficiencia sugiere la infiltración de ideas fascistas. Mussolini logro que los trenes fueran puntuales – pero ¿a qué precio?
Hoy necesitamos héroes del descenso, no maestros de la negación; mentores de la madurez que pueden acoger la tristeza, que den amor al que envejece, que muestren alma sin ironía ni vergüenza.
En lugar de aventurarnos hacia adelante para explorar e investigar territorio desconocido, el control lucha contra una acción a retaguardia, llevando inventario de lo que ya ha ocurrido. Le gustan los informes completos. El control, pese a toda su posición auto-asegurada de mando, se funda en una visión defensiva, y los rasgos enumerados -lealtad forzada, exactitud, sospechas contra lo oculto, vigilancia- son rasgos paranoides.
En cualquier sistema, sea una corporación, una familia o los convenios internos de la psique humana, un “no” vigoroso puede servir al bien del todo y aumentar su poder aún más que un complaciente “sí”.
Aparte de las armas policiales, podríamos buscar métodos de enseñanza que cautiven la atención y evoquen la concentración -imágenes, dramas, rituales, ritmos- transfiriendo de ese modo de nuevo el poder de las armas a la mente del niño.
El absolutismo no es un gobernante cruel, sino un gobierno cruel -y esto no lo recordamos con facilidad, pues nuestras mentes se fijan en las figuras de zares y de amos del crimen. Estas imágenes sirven para mantener el peligro de la tiranía proyectado en Stalin, Genghis Khan y Al Capone, evitándonos ver el absolutismo que pretende gobernar a la psique disfrazado de fundamentalismo en la religión, letra pequeña en los negocios y progreso en la ciencia.
“Bueno, ¿qué puedo hacer respecto al mundo? Esto es más grande que yo”. Ese es el arquetipo del niño hablando. “Todo lo que puedo hacer es meterme en mí mismo, trabajar en mi crecimiento, mi desarrollo, encontrar buena crianza, grupos de apoyo”. Esto es un desastre para nuestro mundo político, para nuestra democracia. La democracia depende de ciudadanos intensamente activos, no de niños.
El ideal del crecimiento nos hace sentir estancados; la familia ideal nos hace sentir raros.
Puedes ir al nirvana, pero los Dioses descubren adónde vas.
¿Hay una realidad que no este conformada o formada? No. La realidad siempre viene a través de un par de gafas, un punto de vista, un lenguaje -una fantasía.
No aceptaré estas simples oposiciones -o bien sujeto individual que se controla o bien una turba insensata. Este tipo de fantasía nos mantienen temerosos de la comunidad. Nos encierra solos adentro de nuestros yos separados añorando una conexión. En efecto, la idea de la posibilidad de entregarse a la turba fascista es el resultado del yo separado. Es el viejo ego Apolíneo, distante y claro, aterrorizado por el flujo Dionisíaco.
A veces el genio parece mostrarse sólo en síntomas y desarreglos, como una especie de remedio preventivo, evitándote seguir una ruta falsa.
Picasso dijo, “No me desarrollo: soy”. Y lo sorprendente en terapia no es como adquirí esta modo de ser, sino qué quiere de mí mi ángel.
La mediocridad no es respuesta para la violencia. En efecto, probablemente provoca violencia. Al menos el mediocre y el violento aparecen juntos como en las antiguas películas de cowboys – la banda de rufianes marginales disparando en la calle mayor y le blanca iglesita con los maestrillas blancas retorciéndose las manos. Ante la fría violencia se necesita ritmo, humor, templanza; se necesita danza y retórica. No comprensión terapéutica.
Si la terapia se imagina que su tarea es ayudar a la gente a soportar (y no protestar), a adaptarse (y no rebelarse), a normalizar su rareza y aceptarse a sí mismo “y trabajar dentro de su situación; hacer que funcione para uno” (en lugar de rechazar lo inaceptable), entonces la terapia está colaborando con lo que quiere el estado: gentes dóciles. Soportar es sencillamente lo mismo que la complicidad.
Cuando la terapia decide curar la patología, en lugar de ver que la patología es parte de la raja o de la ventana rota por la cual algo está tratando de entrar, entonces me parece que está creando más patología y manteniendo a los Dioses cada vez más lejos. Y entonces éstos irrumpen en toda la jodida sociedad.
Si queremos recuperar lo imaginal, primero debemos recuperar su órgano, el corazón, y su tipo de filosofía.
El corazón en la bestia no es sólo tu corazón; es un sol microcósmico: un cosmos de todas las experiencias posibles que nadie puede poseer.
La transfiguración de la materia ocurre mediante la extrañeza.
El desierto no está en Egipto; está dondequiera que desertemos del corazón.
El mundo, a causa de su quiebra, está ingresando en un nuevo momento de conciencia: al llamar la atención sobre sí mismo mediante sus síntomas, está volviéndose conciente de sí mismo como realidad psíquica.
Imaginemos el “anima mundi” ni encima del mundo rodeándolo como una divina y remota emanación del espíritu, un mundo de poderes, arquetipos y principios trascendentes a las cosas, ni dentro del mundo material como un principio vital panpsíquico unificador. Más bien imaginemos el anima mundi como esa particular chispa del alma, esa imagen seminal, que se ofrece a través de cada cosa en su forma visible.
Un psicoanalista sentado todo el día en su silla es más conciente de los menores signos de excitación en la base de su sexualidad que de la masiva incomodidad provocada por la silla en esa misma base: su respaldo mal construido, su tela que retiene el calor, su tapicería resistente y su cola de formaldehído. Su sentido animal ha sido entrenado para notar sólo un conjunto de percepciones, con exclusión de la realidad psíquica de la silla. Un gato es más listo.
Al aceptar la idea de que soy el efecto de una combinación sutil entre fuerzas hereditarias y sociales, me reduzco a un resultado. Mientras más dé cuenta de mi vida por lo que ya ha ocurrido en mis cromosomas, por lo que mis padres hicieron o no hicieron, y por mis primeros años, que pasaron hace tanto, mi biografía deviene más y más la historia de una víctima.
Cada persona llega al mundo llamada.
Después de todo hay algo muy hermoso en esto de vivir. Aunque uno no lo creería así, leyendo libros de psicología.
El descuido de la belleza desatiende a la Diosa, que entonces tiene que entrar por la puerta trasera en las oficinas como acoso sexual, y en los laboratorios como experimentos de “investigación” con el sexo y el género, y en los cuartos de consulta como intentos de seducción.
La psicología no tiene manual de auto-ayuda para su propia aflicción.
Mientras la civilización decrece en sus propios basureros, no importa si eres femenino o masculino o algún compuesto de ellos. Todos nos disolvemos juntos.
Plantar un pie firmemente sobre la tierra- este es el logro último, y un estado mucho más evolucionado de crecimiento que cualquier cosa comenzada en tu cabeza.
Cuando tu hijo deviene la razón para tu vida, has abandonado la razón invisible por la que estás aquí.
¿Adónde se vuelve el alma que no tiene un terapeuta que consultar? Lleva su problema a los árboles, a las bancos de los ríos, al compañero animal, o a un paseo sin meta por las calles de la ciudad, a una contemplación del cielo nocturno. Tan sólo mira por la ventana o hierve agua para una taza de té. Respiramos, expandimos y dejamos ir, y algo regresa desde cualquier sitio. El daimon en el corazón parece muy a gusto, prefiriendo la melancolía a la desesperación. Está en contacto.
Debiera temerse a cualquiera que crezca en un mundo que adora el éxito, pues esta es una era de psicopatía.
La psicología académica, en su deseo de ser tan científica como la física, ha escogido unilateralmente el “exterior”, de modo que el alma ya no halla un lugar en el único campo dedicado por su mismo nombre a su estudio. De aquí que la psicología profunda se haya mantenido más o menos fuera de las academias de la psicología oficial… la psicología profunda es la piedra rechazada por los constructores de la academia.
El alma puede volverse nuevamente una realidad sólo cuando cada uno de nosotros tenga el coraje de tomarla como la primera realidad en nuestras propias vidas, de tomar partido por ella y no tan sólo de “creer” en ella.
Son los inmaduros los que se preocupan por la búsqueda de madurez. Y ¿no es típico de la adolescencia ver el crecimiento y la creatividad en imágenes proteicas de “llegar a ser”?
Amar en seguridad es la parte más pequeña del amor.
La psicología arquetipal no es una psicología de los arquetipos. Su actividad primordial no es comparar temas mitológicos o artísticos con temas semejantes de la vida. Más bien, la idea es ver cada fragmento de la vida y cada sueño como mito y poesía. Un ayuntamiento le solicita a Hillman que dé un discurso sobre su plan de construir un lago recreativo. Hillman comprende las inquietudes inmediatas, pero saca la cuestión de su contexto literal, y considera la necesidad que tiene esa ciudad de humedad del alma. No tiene una piscina de ensueños, dice. Tiende a concretizar cualquier fantasía que aparece. Hay poco nadar en la fantasía, no hay fluidez de imaginación, pocos placeres de auténtico mar afrodisíaco. El alma del lugar está reseca. Necesita un agua más profunda y sutil que la que pueda proporcionar un lago.
Toda la obra de Hillman – elaborar teorías, analizar la cultura, practicar terapia – presupone lo que el llama «una base poética del alma». Esto es, una psicología arraigada no en la ciencia sino en la estética y la imaginación. Al tomarlo todo como poesía, Hillman libera la conciencia de su costra estrecha y dura de literalismo, para revelar la profundidad de experiencia. El alma, dice, transforma los acontecimientos en experiencias. Pero lo que se experimenta es imagen, no literalismo. La ciudad siente su falta de agua y literalmente trata de construir un lago. Sólo un alma poética podría penetrar ese literalismo y hacer un diagnóstico acertado. Esta visión poética es lo que Hillman entiende por psicología.
Este trabajo es denominado «arquetipal», el adjetivo, entonces, porque busca en los acontecimientos las imágenes que originan significado, valor y todo el rango de la experiencia. Aspira a la profundidad, la resonancia y la textura en todo lo que considera. Para los antiguos filósofos griegos, «archai» son los elementos básicos que constituyen la experiencia. La psicología arquetipal emplea la visión penetrante de la imaginación para percibir aquellos «archai», aquellas fantasías fundamentales que animan la totalidad de la vida. «Arquetipal» significa «fundamentalmente imaginal».
Hillman sirve primariamente al alma preservando sus manifestaciones, y una de ellas es su deseo de entenderse a sí misma. La psique, dice, busca el logos, y ese el el significado fundamental de «psicología». La metapsicología o la teoría, para Hillman, no es una búsqueda de significado más allá de la propia imaginería del alma; más bien es uno de los modos de la imaginación más propios de la psicología. También es poesía. Los conceptos e ideas psicoanalíticos tienen que escucharse como expresiones de la imaginación y leerse como metáforas. Y este enfoque opera una terapia de la psicología misma, recordándole a la psicología que no es una ciencia o una filosofía moral o una disciplina espiritual. Es una actividad imaginativa del alma.
Es por lo tanto no-psicológico el reducir las imágenes a conceptos. Al decir que las serpientes y los bastones son símbolos fálicos hemos sacrificado las imágenes. Cuando llamamos ánima a las figuras femeninas del sueño, hemos congelado esas personalidades en abstracciones. Más que constreñir las imágenes a volverse conceptos fijos y limitados, Hillman quiere que seamos nosotros los constreñidos por las imágenes. En lugar de interpretar un sueño, Hillman prefiere que el sueño nos interprete a nosotros. Este enfoque da absoluta prioridad a la imaginación sobre el ego con su entendimiento y sus aplicaciones. La idea de la base poética del alma es radical, alejando la conciencia de su heroísmo y acercándola hacia una postura más maleable y receptiva.
Gran parte del trabajo del análisis arquetipal aspira a salvaguardar y preservar las imágenes. El analista vigila esa tendencia a honrar sus posiciones interpretativas favoritas en lugar de las imágenes, en una persona o en una sociedad, esa tendencia a moralizar contra una imagen porque parece ir en contra de los valores establecidos o de los sentimientos confortables.
Dado que la imaginación es una actividad primaria del alma, la psicología tiene que ser cuidadosa en su enfoque del lenguaje. Hillman trata a las palabras como seres, emisarios, no como funciones o herramientas. Denuncia al nominalismo en todas sus formas – que hace que las palabra signifiquen lo que queremos que signifiquen. La psicología profesional está llena de palabras que ya hace tiempo han perdido su resonancia imaginal para volverse categorías vacías en las cuales comprimir la personalidad y la conducta.
Hillman va tan lejos como para decir que las palabras son personas. Ellas hablan, nosotros escuchamos. Las palabras tienen integridad, sus propias historias y personalidades. La imaginación vislumbra el alma incluso en nuestras palabras. Así, leer a Hillman es ya una empresa psicológica, casi terapéutica, porque saca al alma de sus convicciones fijas evocando sus fundamentos poéticos.
Ver la imagen a través de lo literal, es vislumbrar el alma. La percepción de imágenes es visión psicológica. En este sentido, «psicología arquetipal» es una redundancia. Toda psicología basada en la estética es arquetipal. La psicología puede tender al alma cuando el alma es percibida adecuadamente mediante la imagen. Por lo tanto, puede haber más psicología en el campo del arte y la literatura que en el psicoanálisis.
En un antiguo ensayo sobre la psicología del Renacimiento, Hillman tomó una idea de Marsilio Ficino, el platónico del siglo XV que ofreció una base filosófica inspirada para los pintores y poetas de su tiempo. ficino dijo, en la lectura d Hillman, que necesitamos una educación que vaya en contra de nuestras tendencias hacia el naturalismo y el literalismo. La obra de Hillman es en gran parte esta contra-educación, un giro a veces inquietante de la atención de lo que parece natural al territorio alternativo de la imagen. El literalismo, en cualquier campo o empresa, renuncia a su agarrón a regañadientes. Por lo tanto Hillman se adhiere a su contra-educación en psicología con obstinación y fuego, transformando las manipulaciones de la psique enfocada médicamente en una psicología como él la define: arquetipal, imaginal, estética y poética.
Muchos dioses, muchas personas
En un sueño contado con frecuencia, el soñador conduce por una autopista cuando el coche se desvía bruscamente hacia un atajo o una camino de tierra deteniéndose en un rincón o en un campo. Aparentemente no siempre es fácil adherirse a lo recto y estrecho, mantener la visión en un sólo sendero. Sin embargo hay ese sentimiento insistente de que lo correcto es «lograr el objetivo», «tener una meta en mente y luchar contra las tentaciones de la dispersión». Desviarse de la unidireccionalidad es, en la imaginería del sueño, una conducta desviada – «de-via», «fuera del camino»
James Hillman, como es característico en él, encuentra una necesidad en el desvío. En lugar de hacer norma de la unidad del alma, describe a la psique como inherentemente múltiple. No emplea una palabra moderada tal como «policéntrica» o «multifacética» para esta multiplicidad. En su lugar toma una palabra de la religión y la mitología, «politeísmo», lo cual sugiere una división profunda y esencial en el alma.
En su ensayo «Psicología: ¿Monoteísta o Politeísta?» Hillman ubica el politeísmo junto con las ideas de Carl Jung de anima y animus. Aunque raramente hace la afirmación, Jung sugiere una profunda división en la psique. Anima y animus son dos fuentes de significado y fantasía muy diferentes de, mucho más profundos que el ego, y muy difíciles de unir en «matrimonio» o «sizigia». Hillman toma esta división hecha de acuerdo al género, y la abre mitológicamente más aún hacia imágenes de los dioses y las diosas. Para él, la mitología politeísta ofrece una excelente trasfondo metafórico para imaginar la psique en su multiplicidad.
Una psique politeísta no es lo mismo que un alma fragmentada. Algunos al oír del énfasis de Hillman en el politeísmo, se quejan de que su psicología es otra versión más de una fragmentación cultural más general, un trozo de astillamiento psicológico en el arte moderno, la vida y la política. Pero Hillman diagnostica la fragmentación cultural como el regreso del politeísmo reprimido. Cuando expulsamos la multiplicidad de nuestra propia auto-definición, nos condenamos a vivir y actuar la fragmentación en la sociedad. En la visión de Hillman, necesitamos una psicología que dé sitio a la multiplicidad, sin exigir integración y otras formas de unidad, y que a la vez ofrezca un lenguaje adecuado para una psique que tiene muchos rostros. El politeísmo psicológico de Hillman no invita a una vida de caos, sino a una existencia con muchos elementos que ascienden y bajan en importancia, que a la vez están en conflicto y encajan, en un rico contrapunto de temas y episodios.
El politeísmo psicológico no es disociación psicótica o relativismo moral, más bien lo contrario. La represión de la multiplicidad regresa bajo la forma de desintegración. El ego heroico, intentando esforzadamnte tenerlo todo junto, prepara una condición de fragmentación psíquica. Estamos tan habituados a valorar la integración y la unidad, que cualquier sugerencia de multiplicidad nos lleva a los extremos. El politeísmo, empero, significa «muchos» y no «cualquiera». No es que cualquier cosa valga, sino que el alma tiene múltiples fuentes de significado, dirección y valor.
La psique no es sólo múltiple, es una comunión de muchas personas, cada una con necesidades, miedos, deseos, estilos y lenguajes específicos. Las muchas personas son eco de los muchos dioses que definen mundos que subyacen a aquello que aparece como un ser humano unificado. Las personas del sueño representan las muchas personalidades que tienen un papel en los dramas cotidianos de la psique. Una psicología politeísta observa cuidadosamente las relaciones entre las figuras del sueño, escuchándolas, otorgándoles a cada una lo que les corresponde, incluso a aquellas personas del sueño que el ego encuentra objetables y amenazantes.
Las imágenes de la mitología politeísta son ellas mismas terapéuticas porque ofrecen espacio a la variedad y conflicto del alma. Podemos imaginar las tensiones cuando primariamente tomamos una orientación que reconoce muchas direcciones diferentes en la psique. El prejuicio hacia el monoteísmo se estremece cuando encontra muchas tendencias en tensión y aspira hacia una resolución unificada. Una postura politeísta en cambio, contiene la tensión de tal modo que todas las partes implicadas encuentren la manera de coexistir.
El politeísmo psicológico, por lo tanto, no es sólo una cuestión de cantidades -muchos dioses y muchos impulsos- sino también de cualidad. Implica una vida que pueda abarcar direcciones en conflicto, que no recurre jerarquías y a principios estructurados para imponer orden. El ambiente psicológico de un punto de vista politeísta consiste en aceptar y ser receptivo a voces que difieren y que a veces alimentan el conflicto. La ansiedad que deriva de los esfuerzos heroicos por la integración, cesa en una situación de politeísmo. A la vez, el principio que guía al politeísmo es dar a cada figura divina la atención que requiere.
Un ego distendido que honra a los muchos, ofrece recompensas considerables. Encontramos vitalidad en la tensión, aprendemos de la paradoja, obtenemos sabiduría yendo a horcajadas de la ambivalencia, y ganamos confianza al confiar en la confusión que surge naturalmente de la multiplicidad. El signo de una vida animada con alma, es su complejidad y su riqueza de texturas. Los complejos del alma, por tanto, no han de ser simplemente resueltos, puesto que son el material de la complejidad humana.
Antes de intentar resolver un conflicto, Hillman insiste en que atendamos a nuestra creencia en el conflicto. En cualquier conflicto, usualmente yace un heroísmo secreto que disfruta con la lucha, o un mártir secreto que quiere se desgarrado. En un enfoque politeísta de la psique, los conflictos ya no parecen tan decisivos. Desde el comienzo, el tema del politeísmo consiste en honrar a todos los lados. La idea no es vencer o ser vencido. No hay un líder unificador y jerárquico.
En el contexto del politeísmo, es virtuoso no ser integrado y centrado, sino ser flexible, abarcador, tolerante, paciente y complejo. Las variedades de la experiencia no tienen por qué ser armonizadas. El equilibrio, la integración y la completitud, valores importantes para una psicología monoteísta, no tienen lugar en el politeísmo, que exige el ensanchamiento del corazón y de la imaginación. El alma politeísta está ricamente tramada y tejida. Tiene muchas cualidades de carácter y es el teatro donde se actúan muchas historias, y se reflejan muchos sueños
Práctica imaginal: saludando al Angel
Los lectores se quejan de que James Hillman ofrece poco en cuanto a métodos y técnicas. El mismo habla en contra de la imaginación guiada o dirigida, las técnicas de la Gestalt, la interpretación y aplicación de las imágenes a la vida cotidiana, las alucinaciones inducidas con drogas, y los tratados de simbolismo. Si bien es cierto que se buscará en vano algún manual que explique cómo trabajar con imágenes en la obra de Hillman, ésta proporciona sin embargo algunas guías precisas para elaborar imágenes y para preservar su integridad.
En la práctica arquetipal, es de primordial importancia la propia actitud hacia una imagen. Hillman dice una y otra vez que quiere salvar el fenómeno. «Adherirse a la imagen» constituye una regla de rigor. Esto significa no traducir las imágenes en significados, como si fueran alegorías o símbolos. Como él suele decir, si hay una dimensión latente en una imagen, es justamente su inagotabilidad, su profundidad. Aún los juegos más sutiles con una imagen pueden transformarla en un concepto o en un eslabón dentro de un grupo abstracto de una familia de símbolos.
Hillman también advierte que una imagen viene junto con una exigencia moral. La imagen nos persigue y obsesiona hasta que le respondamos de la misma manera. Puede sugerir una necesidad interna o una limitación, o puede exigir acción directa. Las imágenes son daimones que proporcionan señales del destino. En un clima de modernidad, la imaginación suele tomarse a la ligera. Confiar en las imágenes con sensibilidad ética pareciera promover la relatividad. Todo vale. Pero Hillman reconoce que hay una moralidad profunda, sutil, compleja, en el tomarse las imágenes en serio. Conocer la vida de la fantasía, es conocernos profundamente. Desde este tipo particular de auto-conocimiento que está más allá del ego, proviene un fuerte sentido de destino. En este sentido, la imaginación proporciona una sólida fundamentación moral.
Un tipo de fundamentación diferente, pero importante,surge también de las ideas psicológicas. La psicología moderna padece de un anti-intelctualismo debilitador. En lugar de ideas, confía en proyectos de investigación, estudios cuantitativos, catálogos simples y literalistas de enfermedades, y en una amplia variedad de técnicas. O bien va a la dirección opuesta, donde los sentimientos son los últmos árbitros morales. Una de las contribuciones radicales de Hillman a la psicología consiste en fundamentar nuevamente la psicología en ideas que tienen profundidad y textura, y en proponer ideas con pasión intelectual.
En muchos escritos Hillman ofrece «reglas» para trabajar con imágenes similares a las «reglas» que siguen los artistas en su trabajo. Estas reglas defienden la individualidad de la imagen y sin embargo la dejan hablar más alto de lo que resultaría sin este trabajo. Una regla, por ejemplo, es considerar todos los detalles y el contexto de una imagen. Si se ha soñado con una serpiente, esa serpiente no es idéntica a la que se apareció a Adán y Eva, aunque pueda estar relacionada con ella. Hillman recomienda que tomemos un enfoque «olfativo» hacia las imágenes, conociéndolas con la intimidad del olfato.
Parque tomamos la imaginación a la ligera, con frecuencia nos vemos tentados a fundamentar la imagen fuera de sí misma. Un sueño entonces adquiere su significado y peso de un recuerdo pasado o de un problema actual. Una pintura resulta de valor especial porque representa un mito clásico. Una obra literaria es premiada porque enseña una lección moral importante. En todos estos casos, la imagen sufre, es descuidada. Su propia presencia, grávida y llena de implicaciones, no puede sobrevivir a estos intentos de fundamentarla y reducirla.
Una imagen, dice Hillman, aparece como representante de un pandemónium entero de imágenes. La iconografía cristiana muestra con frecuencia el aire poblado de ángeles, pero sólo Gabriel anuncia a la Virgen el mensaje de decisiva importancia. Una imagen particular, advierte Hillman, es un ángel necesario que aguarda una respuesta. Cómo saludemos a este ángel dependerá de nuestra sensibilidad a su realidad y a su presencia
Terapia: ficciones y epifanías
La palabra «terapia» está cargada de connotaciones médicas, de modo que James Hillman la retoma para bañarla en fantasías etimológicas a fin de tener un sentido prístino de su naturaleza. Para los griegos, la palabra significaba «servicio, atención y asistencia». Esta idea de terapia subyace profundamente en el modo que Hillman tiene de tratar los síntomas, los sueños y las imágenes. Los atiende y les sirve, aun cuando desafían o contradicen en gusto y las intenciones de la sociedad o de la persona que los presenta.
A esta etimología bastante familiar, Hillman le añade otra más curiosa. La palabra, nos dice, se conecta con la expresión «trono» y relaciona «terapia, con «silla»». Podría haber mencionado las antiguas imágenes de Asklepios (Esculapio), dios griego de la curación, sentado en su silla con su perro a sus pies. Y podría haber mencionado el famoso diván de Sigmund Freud. Aún hoy, la silla está íntimamente implicada en nuestra imagen de terapia. La silla sugiere reflexión, conversación, quietud, interioridad, apoyo, lo corriente. El terapeuta, dice Hillman, es como una silla que despierta proyecciones numinosas. Estas son algunas de las fantasías que surgen en la terapia. El paciente también tiene una silla – su propio apoyo, su propia identificación con Asklepios, su propia fuente de fantasía. Es una situación de mutua dependencia.
Hillman hace una afirmación que se destaca como un axioma: «La enfermedad (inquietud = disease) que la experiencia de la muerte cura es el furor por vivir». En «Re-Imaginar la Psicología» Hillman dice que el alma tiene una relación especial con la muerte. Aquí encontramos la muerte integrando la terapia. El «furor por vivir» es la querencia unilateral por la vida que con frecuencia se ve acompañada de síntomas. El paciente quiere devolver a la vida su quietud y tempo anterior. Pero la terapia, cuando convoca al alma, trae consigo una dosis de muerte. Revela aspectos eternos de lo que parece ser sólo vida progresiva. Invita a la perspectiva profunda, de un submundo pleno de revelación pero también de desencanto para el ego que está apegado a la vida.
Hillman afirma otro axioma: «Hasta que el alma consiga lo que quiere, ha de enfermarse de nuevo». El terapeuta atiende al alma, a los sueños y los síntomas, por ejemplo, a fin de encontrar qué quiere el alma. Se busca el mito en el síntoma. La terapia investiga la fantasía y el deseo. Hillman supone que incluso en la conducta sintomática hay señales del telos del alma, de la dirección de desea tomar. Un síntoma es una oportunidad así como un sufrimiento. El terapeuta tiene que encontrar su poesía y su forma dramática.
Hillman avanza también otro enunciado sorprendente: «Ser psicológico significa verme en las máscaras de esta ficción particular que es mi destino representar». Aquí no buscamos un verdadero sí mismo, algún núcleo oculto detrás de las ficciones y representaciones de la vida. En cambio estamos buscando a las personas, los personajes que somos en los variados dramas del alma. El dios en este caso es Dionisio, divino patrón del teatro y del aspecto dramático de la vida. Las «bases poéticas del alma» devienen ahora «las formas dramáticas de la vida». El terapeuta arquetipal actúa al nivel de la ficción. Siempre estamos en un episodio dramático, incluso cuando estamos analizando los dramas de la vida. Hay que advertir que Hillman no está haciendo meramente una observación pasajera acerca del psicodrama. Está acentuando el hecho de que ser psicológico es verse vistiendo las máscaras de Dionisio. Carl Jung dijo que psique es imagen. Hillman dice que ser psicológico es ser cabalmente imaginal.
La referencia al drama y la máscara también quita al ego del centro del cuadro. Hillman usa con frecuencia las metáforas de la alquimia o imágenes de animales para mostrar que la voluntad, la acción y la decisión están alojadas en el alma por naturaleza. Es innecesario recurrir a la ficción standard de la psicología respecto a un mando central llamado ego-consciencia.
Hillman presenta esta idea también de otra manera. En la terapia se advierte un movimiento de la historia de casos a la historia del alma, de las ansiedades y heroísmo literales al mito y al recuerdo perdurable. En lugar de un impulso ansioso para vivir la vida adecuadamente y amar suficientemente, toman preeminencia el destino y las cualidades y giros de la propia alma.
Algunos han visto en la actitud de Hillman los efectos de la madre positiva arquetipal, porque no considera a los sueños y conductas como algo equivocado o defectuoso. No siente que la psique «está persiguiéndote» o «haciéndote algo». El llama a esta actitud «fe psicológica» o adhesión al alma. Al afirmar lo que es, sugiere que la psique descansa tan firmemente en las realidades arquetipales arcaicas de dioses, mitos, cultura y naturaleza, que los movimientos en el alma humana tienen intenciones en las que se puede confiar.
Desde el punto de vista de la terapia prometeica, cuya meta es burlar a los dioses en provecho de las intenciones humanas, la terapia arquetipal parece muy misteriosa. ¿Que se hace si no se está interesado en la cura, si se respeta a los síntomas? La respuesta es que el terapeuta y el paciente están demasiado activos en sus respectivas sillas, conduciendo los humores y fantasías del anima, buscando sus máscaras asignadas, incubando en los sueños, y entrando en los rodeos míticos de los episodios de la vida.
Acerca del alma, del carácter & de la vocación. Marzo de 1998
Traducción de Enrique Eskenazi
Scott London: Ud. ha escrito y dado clases acerca de la necesidad de revisar la psicoterapia a lo largo de más de tres décadas. Ahora, de improviso, el público parece receptivo a sus ideas: Ud. figura en las listas de bestsellers y en las charlas de TV. ¿Por qué cree que su obra imprevistamente ha tocado una cuerda?
James Hillman: Creo que está habiendo un cambio de paradigma en la cultura. La antigua psicología ya no funciona más. Demasiada gente ha estado analizando su pasado, su niñez, sus recuerdos, sus padres, y dándose cuenta de que no hace nada- o de que no hace lo suficiente.
SL: Ud. no es una figura muy popular dentro del mundo institucional de los terapeutas.
JH: No soy crítico con la gente que hace psicoterapia. Los terapeutas que están en primera línea tiene que hacer frente a un enorme caudal de los fracasos sociales, políticos y económicos del capitalismo. Son sinceros y trabajan duro con muy poca credibilidad, y el sistema y las compañías farmacéuticas intentan eliminarlos. De modo que realmente no intento atacarlos. Lo que ataco son las teorías de la psicoterapia. Uno no ataca a los heridos de Vietnam, sino a la teoría detrás de la guerra. No es error de nadie que haya luchado en esa guerra. La guerra misma era el error. Lo mismo ocurre con la psicoterapia. Transforma todos los problemas en problemas subjetivos, internos. Y no es de allí de donde vienen los problemas. Provienen del entorno, las ciudades, la economía, el racismo. Provienen de la arquitectura, de los sistemas de enseñanza, del capitalismo, de la explotación. Vienen de muchos sitios que la psicoterapia no trata. La teoría de la psicoterapia lo vuelve todo sobre ti: tú eres el que está mal. Lo que intento decir es que si un muchacho tiene problemas o está desanimado, el problema no está simplemente dentro del muchacho; también está en el sistema, en la sociedad.
SL: No se puede arreglar a la persona sin arreglar la sociedad.
JH: No lo creo. Pero no creo que nada cambie hasta que no cambien las ideas. El punto de vista corriente de los norteamericanos consiste en creer que algo está mal en la persona. Tratamos a las personas de la misma manera que tratamos a los coches. Llevamos el pobre muchacho al doctor y preguntamos «qué no funciona en él, cuánto costará y cuándo podemos pasar a buscarlo». No podemos cambiar nada hasta que tengamos ideas frescas, hasta que empecemos a ver las cosas diferentemente. Mi objetivo es crear una terapia de las ideas, tratar de aportar nuevas ideas, de modo que podamos ver de modo diferente los mismos viejos problemas.
SL: Ud. ha afirmado que escribe a partir de «la rabia, el disgusto y la destrucción»
JH: Me he encontrado con que la psicología contemporánea me enfurece con sus ideas simplistas acerca de la vida humana, y también su vacío. En la cosmología que subyace a la psicología, no hay ninguna razón para que estemos aquí o hagamos algo. Nos vemos compelidos por los resultados del Big Bang, hace billones de años, que eventualmente produjo la vida, que eventualmente produjo a los seres humanos, y así sucesivamente. Pero y yo? Soy un accidente, un resultado -y por consiguiente una víctima.
SL: ¿Una víctima?
JH: Bueno, si sólo soy un resultado de causas pasadas, soy una víctima de estas causas pasadas. No hay mayor significado detrás de las cosas que proporcione una razón para estar aquí. O, si lo considera desde una perspectiva sociológica, soy el resultado de la crianza, la clase, la raza, el género, los prejuicios sociales y la economía. Nuevamente soy una víctima. Un resultado.
SL: ¿Y qué acerca de la idea de que nos hacemos a nosotros mismos, de que puesto que la vida es un accidente, tenemos la libertad de transformarnos en lo que queramos?
JH: Sí, adoramos la idea del hombre que se ha hecho a sí mismo (self-made man), de otro modo iríamos a la huelga en contra de que Bill Gates tenga todo ese montón de dinero! Adoramos esa idea. Votamos por Perot. Creemos que es un hombre honesto, maravilloso, grande. Enviamos dinero para su campaña, a pesar de que es uno de los capitalistas más ricos en nuestra cultura. Imagínese, enviar dinero a Perot! Es increíble, y sin embargo es parte de ese culto a la individualidad.
Pero la cultura está pasando por una depresión psicológica. Nos preocupa nuestro lugar en el mundo, ser competitivos: ¿tendrán mis hijos tanto como tengo yo? ¿Llegaré a tener mi casa propia? ¿Cómo puedo comprarme un coche nuevo? ¿Me quitarán los inmigrantes mi mundo blanco? Toda esta ansiedad y depresión arroja dudas acerca de si puedo lograrlo como un individuo heroico estilo John Wayne.
SL: En «El código del alma» Ud. habla acerca de «la teoría de la bellota». ¿Qué es eso?
JH: Bueno, es más un mito que una teoría. Es el mito de Platón de que uno llega al mundo con un destino, aunque él emplea la palabra «paradigma» o arquetipo en lugar de destino. La teoría de la bellota dice que existe una imagen individual que le pertenece a tu alma.
El mismo mito puede encontrarse en la kabbalah. Los Mormones también lo tienen. Los Africanos también lo tienen. Los Hindúes y los Budistas también lo tienen de diferente manera -lo vinculan más con la reencarnación y el karma, pero aún así uno llega al mundo con un destino particular. Los indios americanos también lo tienen y muy fuerte. De modo que todas estas culturas a lo largo del mundo tienen esta comprensión básica de la existencia. Sólo la psicología americana no la tiene.
SL: En nuestra cultura tendemos a pensar en la vocación en términos de «profesión» o «carrera».
JH: Sí, pero la vocación puede referirse no sólo a maneras de hacer -esto es, trabajo- sino también a maneras de ser. Por ejemplo ser amigo. Goethe decía que su amigo Eckermann había nacido para la amistad. Aristóteles hacía de la amistad una de las grandes virtudes. En su libro sobre ética, tres o cuatro capítulos están dedicados a la amistad. En el pasado, la amistad era algo inmenso. Pero para nosotros es difícil pensar en la amistad como una vocación, porque no es una profesión.
SL: La maternidad es otro ejemplo que viene a la cabeza. De las madres se espera que tengan una vocación, por encima y más allá de ser una madre.
JH: En efecto, no es suficiente sólo ser madre. No es sólo la presión social sobre las madres por parte de ciertos tipos de feminismo y otras fuentes. También hay presión económica. Es una terrible crueldad del capitalismo depredador: ambos padres tienen que trabajar ahora. La familia debe tener dos fuentes de ingreso a fin de comprar las cosas que son deseables en nuestra cultura. De modo que la degradación de la maternidad -el sentimiento de que la maternidad no es en sí misma una vocación- también surge por la presión económica.
SL: Qué implicaciones tienen sus ideas para los padres?
JH: Creo que lo que digo debiera aliviarlos enormemente y hacerlos desear prestar más atención a su hijo, este extraño que ha aterrizado en medio de ellos. En lugar de decir «Este es mi hijo» deben preguntarse «¿Quién es este niño que ocurre que es mío?» Entonces tendrán mucho más respeto por el niño y tratarán de tener abierto los ojos para las ocasiones en que el destino del niño pudiera mostrarse -como en la resistencia en la escuela, por ejemplo, o un conjunto de síntomas raros en un año, o una obsesión con una cosa u otra. Quizás allí esté ocurriendo algo muy importante que los padres no habían advertido antes.
SL: Los síntomas son vistos usualmente como debilidades.
JH: En efecto, de modo que se busca algún tipo de programa médico o terapéutico para liberarse de ellos, cuando los síntomas podrían ser la parte más crucial del niño. En mi libro hay muchas historias que ilustran ésto.
SL: ¿Cuánta resistencia ha encontrado a su idea de que eligimos a nuestros padres?
JH: Bueno, le molesta a mucha gente que odia a sus padres, o cuyos padres fueron crueles, abusaron de ellos o les abandonaron. Pero si uno considera la idea un momento, es sorprendente cómo puede liberarlo a uno de mucha culpa y resentimiento y fijación en los padres.
SL: Tuve una larga discusión sobre su libro con una amiga que es madre de una niña de seis años. Si bien acepta la idea de que su hija tiene un potencial único, acaso incluso un «código», está preocupada de lo que eso puede significar en la práctica. Teme que pudiera abrumar a la niña con muchas expectativas.
JH: Esa es una madre muy inteligente. Creo que la peor atmósfera para una criatura de seis años, es aquella en la que no hay ninguna expectativa. Esto es, es peor para el niño crecer en un vacío donde «lo que hagas está bien, estoy segura de que triunfarás». Esta es una manifestación de desinterés. Dice: «Realmente no tengo ninguna fantasía para tí». Una madre debiera tener alguna fantasía sobre el futuro de su hijo. Por lo menos aumentará su interés en su hijo. No se trata de convertir la fantasía en un programa para que el niño vuele en avión a lo largo del país. Eso sería la satisfacción de los propios sueños de los padres. Eso es diferente. Tener una fantasía -la cual el niño intentará cumplir o contra la cual se rebelará furiosamente- da al menos al niño alguna expectativa que cumplir o que rechazar.
SL: ¿Y qué piensa de la idea de someter los niños a tests para determinar sus aptitudes?
JH: Las aptitudes pueden mostrar la vocación, pero no son el único indicador. Las ineptitudes o limitaciones pueden revelar aún más la vocación que el mismo talento, curiosamente. O puede haber una formación muy lenta del carácter.
SL: ¿Cuál es el primer paso para entender la propia vocación?
JH: Es muy importante preguntarse a sí mismo: «Cómo puedo ser útil a los demás? ¿Qué quieren la gente de mí?» Esto bien podría revelar para qué está uno aquí.
SL: Ud. ha escrito que «la gran tarea de cualquier cultura es mantener los invisibles en contacto». ¿Qué quiere decir con ello?
JH: Es una idea difícil de explicar sin abandonar la psicología e introducirse en la religión. No hablo sobre quiénes son los invisibles, o dónde viven o qué quieren. No hay teología en ello. Pero es el único modo en que los humanos podamos dejar de ser tan humano-céntricos: permanecer vinculados a algo otro que humano.
SL: ¿Dios?
JH: Sí, pero no tiene que ser necesariamente algo tan elevado.
SL: ¿Nuestra vocación?
JH: Creo que el primer paso es darse cuenta de que cada uno de nosotros tiene tal cosa. Y luego debemos mirar hacia atrás en nuestras vidas y considerar algunos de los accidentes y curiosidades y rarezas y problemas y enfermedades y comenzar a ver más en estas cosas de lo que habíamos visto antes. Plantea preguntas, de modo que cuando ocurren esos pequeños y peculiares accidentes, uno se pregunta si hay algo más en acción en nuestra vida. No tiene que involucrar necesariamente una experiencia extra corporal durante una intervención quirúrgica ni el tipo de magia de alto nivel que la New Age intenta meternos. Es más una sensibilidad, tal como la que tendría una persona que viviera en una cultura tribal: el concepto de que hay otras fuerzas en acción. Un modo de vivir más reverencial.
SL: En algunos sentidos UD. es un crítico de la Nueva Era (New Age). Sin embargo he advertido que un par de críticos de «El código del alma» lo han colocado en la categoría de New Age. ¿Qué siente al respecto?
JH: Bueno, algunos críticos tienen prejuicios cientificistas. Para ellos, mi libro debería ser ciencia o sino charlatanería new age. Es muy difícil encontrar una tercera alternativa en nuestra sociedad tan competitiva. Tomemos el caso del periodismo, donde todo se presenta como una persona en contra de otra: «Ahora vamos a escuchar la posición opuesta». Nunca hay un tercer enfoque.
Mi libro es acerca de un tercer enfoque. Dice, sí, hay genética. Si, hay cromosomas. Sí, hay biología. Sí, hay entorno, sociología, padres, economía, clase, y todo eso. Pero hay también algo más. De modo que si viene a mi libro desde el ángulo de la ciencia, lo verá como «new age». Si viene al libro desde el ángulo de la new age, dirá que no va lo suficientemente lejos- es demasiado racional.
SL: Recuerdo una charla pública que Ud. dio hace tiempo. La gente quería preguntarle todo tipo de cuestiones acerca de su visión del alma, y Ud. parecía un poco irritado con ellos.
JH: He estado luchando con estas cuestiones durante treinta y cinco años. A veces me irrito en una situación pública porque pienso, Oh Dios, no puede volver a eso de nuevo. No puedo poner eso en una respuesta de dos palabras. No puedo. Donde quiera que vaya, la gente dice «¿Puedo hacerle una pregunta rápida?» Siempre es «una pregunta rápida». Bueno, mis respuestas son lentas. (Risas)
SL: Antes mencionó a Goethe. El observó que nuestra mayor felicidad reside en practicar un talento para el que fuimos hechos. ¿Somos tan desgraciados, como cultura, porque estamos disociados de nuestros talentos innatos, nuestro código del alma?
JH: Creo que somos desgraciados en parte porque tenemos solo un dios, y es la economía. La economía es un porteador de esclavos. Nadie tiene tiempo libre, nadie tiene ocio. Toda la cultura está bajo una presión terrible y fraguada de preocupaciones. Es difícil salirse de esa caja. Esa es la situación dominante en todo el mundo.
Además, veo la felicidad como un derivado, no como algo que se persigue por sí mismo. No creo que pueda perseguirse la felicidad. Creo que esa frase es uno de los pocos errores que cometieron los Padres de la Constitución. Quizás querían decir algo distinto a lo que entendemos hoy – la felicidad como el propio bienestar en la tierra.
SL: Es difícil perseguir la felicidad. Parece acercarse a uno sigilosamente.
JH: Ikkyu, el monje loco japonés, tiene un poema que dice:
Uno hace esto, uno hace aquello
uno discute a la izquierda, uno discute a la derecha,
uno desciende, uno asciende,
esta persona dice no, uno dice sí,
adelante y atrás
uno es feliz
uno es realmente feliz
Lo que está diciendo es: Detén todo ese absurdo. Realmente eres feliz. Detente por un minuto y te darás cuenta de que eres feliz simplemente siendo. Creo que es la búsqueda lo que echa a perder la felicidad.Si abandonamos la búsqueda, está aquí mismo.
“Debido a que el punto de vista “traumático” de los primeros años domina en tal grado la teoría psicológica de la personalidad y su desarrollo, las toxinas de estas teorías ya han infiltrado lo esencial de nuestras rememoraciones y el lenguaje de nuestra historia personal. En posible que nuestra vida esté determinada no tanto por la infancia como por la manera en que hemos aprendido a imaginarla.”
“Al aceptar la idea de que soy efecto de una lucha sutil entre fuerzas hereditarias y sociales, llevo a cabo una reducción de mí mismo, convirtiéndome en un resultado. Cuanto más explico mi vida por lo que ya ha ocurrido en mis cromosomas, por lo que mis padres hicieron o dejaron de hacer y por los primeros años de vida, ya tan lejanos, tanto más mi biografía es la historia de una víctima. Vivo un argumento escrito por mi código genético, la herencia ancestral, los acontecimientos traumáticos, la inconsciencia de mis padres, los accidentes sociales.”
“Somos víctimas de las teorías desde el comienzo, antes de que las lleven a la práctica. La actual identidad victimista norteamericana es la cruz de la moneda cuya cara muestra con brillantez la identidad contraria: el “hombre” que se hace a sí mismo heroicamente, que se labra el porvenir con su propio esfuerzo y una voluntad inquebrantable. La víctima es la otra cara del héroe.”
“Mientras las estadísticas de la psicología del desarrollo normalizadora determinen los criterios con los que se juzgan las complejidades extraordinarias de una vida, las desviaciones se convierten en perversiones.”
“Mientras la civilización se hunde en sus propios depósitos de desperdicios, no importa que uno sea masculino, femenino o un compuesto de ambos géneros. Todos nos disolvemos juntos. Cuestiones mucho más imperiosas que la del género solicitan la pasión de la psicología.”
“La belleza es un remedio contra el malestar psicológico.”
“Una observadora muy distinta, Mary Watkins, señala que los principales teóricos psicológicos (D. W. Winnicott, Melanie Klein, René Spitz, John Bowlby, Anna Freud) que insisten tanto en la relación entre madre e hijo como el único elemento determinante de la vida posterior a la infancia, desarrollaron sus ideas mientras en Inglaterra caían bombas y ardían edificios, o poco antes o poco después de la segunda guerra mundial. Buscar refugio en la madre cuando se corre peligro es del todo normal, pero ¿también la “ciencia” psicoanalítica ha de esconderse detrás de sus faldas?”
“Al dejar al mundo real fuera de sus principales elementos teóricos, la teoría psicológica imagina ese mundo exterior como objetivo, frío, indiferente, incluso hostil (la terapia como un refugio protector, el consultorio como un santuario). Así el mundo recibe la proyección de la mala madre, la madre que mata, inventada por su teoría. Hemos regresado a un mundo natural como el que concibió Descartes hace cuatro siglos, una res extensa desnuda, un amplio campo de materia sin alma, inhóspito, mecánico, incluso demoníaco.”
“La pasión por enjaular lo invisible mediante métodos visibles sigue motivando a la ciencia de la psicología, aunque esa ciencia ha abandonado la búsqueda del alma, prolongada durante un siglo, en diversas partes y órganos del cuerpo. Cuando los investigadores no pudieron encontrar el alma en los lugares donde la buscaban, la psicología científica también abandonó la idea del alma.”
“Vivimos entre una multitud de elementos invisibles que nos hacen actuar a su antojo: valores familiares, desarrollo personal, relaciones humanas, felicidad, y luego otra serie más impetuosa de figuras míticas llamadas control, éxito, relación ente la eficacia y el coste y (el elemento invisible mayor y más generalizado de todos) la economía.”
“Usted es como es, ni más ni menos que como es, en esa depresión entre dos montañas que es el momento presente, mientras desfila. Su ser, tal vez todo ser, es precisamente “como” parece ser, el cómo del Sein perfecto que declara quién y qué es cada acontecimiento y dónde está. “Cómo es” dice lo que es. Así es como es: sus gestos, estilo, coloración, movimientos, manera de hablar, expresión, en una palabra, las complicaciones reales de la imagen dicen exactamente cómo es.”
“No hay nada liso y llano en una cara ni simple en una superficie. Lo supuestamente oculto se ve también y está sujeto a una visión aguda.”
“Lo visible invisible. En ocasiones se llama a este elemento visible invisible el espíritu de un lugar, la cualidad de una cosa, el alma de una persona, el ambiente de una escena, el estilo de un arte. Nos gusta aprehenderlo explicándolo como un contexto, como estructura formal o como una gestalt abierta que nos atrae hacia ella. Ni nuestros conceptos ni los ojos que miran por medio de ellos han sido adiestrados lo suficiente en el ejercicio de la imaginación, en el arte perceptivo de interpretar las imágenes. Somos incapaces de ver cómo es cualquiera cuando tratamos de ver por medio de tipos, categorías, clases, diagnósticos. Los tipos de cualquier clase oscurecen la peculiaridad.”
“Los ojos del corazón ven singularidades y les afecta la cadidad. Nos conmueve esa imagen única. Nos cautiva éste en particular, no cualquier otro. Ver a una persona determinada desde el ángulo de su origen irlandés o alemán, de su condición de judío o católico, blanco o negro, alcohólico o suicida, víctima o un caso entre lo normal y lo anormal, es ver conceptos de clase, no personas. Entonces hablamos más de sociología que del alma.”
“Cómo son es quienes son, y no lo que los tipos y las clases dicen que son.”
“¿Puede existir realmente un “entorno no compartido”? ¿Puedo poseer de veras un momento aislado que es mío y sólo mío? Incluso la almohada sobre la que reposa mi cabeza mientras estoy sumido en mi sueño privado a medianoche, tiene rastros de pulmón de pato, poliéster y algodón, de los entornos en los que fue fabricada, así como del tráfico de ácaros que la comparten conmigo.”
“El absurdo de reducir la mente a cerebro nunca parece abandonar el escenario occidental. Nunca podemos abandonarlo porque es tan básico para nuestro marco mental racionalista y positivista. El elemento racionalista de la psique quiere localizar causas en las que usted pueda poner sus manos a fin de dejarlas establecidas. Las máquinas proporcionan los mejores modelos para satisfacer ese deseo. Desmóntelas, encuentre sus mecanismos internos y luego ajuste su funcionamiento modificando sus trinquetes, enriqueciendo su combustible, lubricando sus conexiones. Henry Ford como el padre de la salud mental norteamericana. El resultado se llama Ritalin, Prozac, Zoloft y docenas de otros productos eficaces para el ajuste interno que consumimos en abundancia millones de nosotros, una o dos veces al día. El simplismo de las causas monogénicas conduce finalmente al control de la conducta por medio de fármacos, es decir, a una conducta drogada.”
“El monstruo del mecanismo aparece en cada siglo de la historia occidental moderna, y debe ser observado en cada generación…, sobre todo en la nuestra, cuando insistir en “algo más”, aparte de la naturaleza y la educación, significa creer en los fantasmas o la magia.”
“Sigmund Freud, ¡a los veintinueve años!, ya había quemado sus escritos biográficos, y parece ser que dijo: ‘En cuanto a los biógrafos, que se preocupen… Espero con ilusión ver que se extravían.’”
“Mi vida, como dice Auden, es superflua. La razón por la que el lector desea una biografía mía es mi obra, y por lo tanto el “yo” que usted busca se encuentra en mi obra.”
“Captar los guiños furtivos del daimon es un acto de reflexión, es una acto de pensamiento, mientras que el fatalismo es un estado sentimental, de abandono de la reflexión, los detalles concretos y el razonamiento minucioso. En vez de pensar las cosas a fondo, uno se abandona al estado de ánimo de la fatalidad. El fatalismo explica la vida como un todo. Lo que ocurra, sea lo que fuere, puede encajar dentro de la amplia generalidad de la individuación o mi travesía o el desarrollo. El fatalismo consuela, pues no plantea preguntas. No hay ninguna necesidad de examinar cómo encajan los acontecimientos.”
“El carácter es el sino.”
“El carácter no es lo que uno hace, sino la manera en que lo hace.”
“Al daimon le interesa más el aspecto anímico de los acontecimientos, responde más a lo que es bueno para él que a lo que usted cree que es bueno para usted.”
“El daimon se mantiene al margen del yo hinchado de la subjetividad moderna, muy separado, personal y solitario, aunque su daimon no es ni usted ni suyo.”
“No podríamos haber sido más que lo que somos.”
“Las cosas no pueden ser, no podrían haber sido de otra manera. Todo está en su lugar, inexorablemente, con defectos fatales y todo, y la necesidad sigue su ruta hasta que el cuerno del toro encuentre tus entrañas.”
“Es del todo ilusorio aferrarse a un yo privado, oculto, más verdadero con independencia de la manera de ser de usted, aunque la terapia promueva esta espléndida ilusión y se beneficie de ella.”
“La invisibilidad en el corazón de las cosas recibió tradicionalmente el nombre de deus abscontitus, el “dios oculto” del que sólo se podía hablar en imágenes, metáforas y enigmas paradójicos, gemas de valor inmenso enterradas en el interior de montañas gigantescas, chispas que contienen una enorme fuerza inflamable. Según esta tradición, lo más importante es siempre lo menos aparente.”
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