Elemento Fuego – Oscar Adler

Seleccionado por Ale Bica alebica.blogspot.com

Fragmento de La Astrología como Ciencia Oculta. 1930. Editorial Kier. Oscar Adler

«La región de Fuego es, entre las cuatro regiones elementales, la más positiva, y representa el principio absolutamente masculino dentro de la naturaleza humana, el principio correspondiente al núcleo del «yo», o a la «voluntad». La voluntad es la manifestación de vida adecuada al yo. En la escala evolutiva de los seres vivientes, el ser humano es el primero de tales seres que se halla en condiciones de enfrentarse a un «no yo» con plena conciencia de sí mismo, como así también, de delimitarse en su cuerpo, frente a una «exterioridad»; es el primer ser viviente de la escala ascensorial evolutiva que puede llamar suyo un cuerpo físico, que, de acuerdo con esto, constituirá la correspondencia física de aquello que, vivido interiormente, se le manifiesta como un «yo». Y esta vivencia del yo es, en sí misma, el secreto más típico y verdadero de la naturaleza humana.»

«¿Es realmente en el hombre volente o volitivo donde lo que llamamos nuestro «yo» se revela de la manera más pura? ¿Es el «yo» aquella parte de nosotros que «quiere», aquella parte que podríamos, acaso, llamar portador autónomo de la voluntad?
El yo no está en el cuerpo, en la materia de nuestro cuerpo. Podremos cortar pedazos del cuerpo, y el yo permanecerá intacto; de modo que no es en lo corporal en que consiste la naturaleza del yo. Debemos decir de los miembros de nuestro cuerpo, pues, lo que señalaba Gautama Budda a sus discípulos: sin duda, este cuerpo me pertenece, es mi cuerpo, pero este cuerpo no es «yo», no soy yo mismo. Las leyes que rigen en este cuerpo la vida orgánica son exteriores a la esfera de mi yo.
Pero, ¿no estará mi yo en lo psíquico, en mis pasiones, deseos, dolores y placeres? No; pues también aquí hemos de reconocer que yo no soy eso, que eso no es mi yo. Todo deseo y afán es «padecer», es algo que sucede conmigo, algo que quiere dominarme, atarme, subyugarme, hasta, eventualmente, llegar a despojarme de mí mismo.
De modo que «eso» no puede ser «yo mismo».
¿Y qué ocurre con mi pensar? A lo mejor este pensar sea totalmente mío, de modo que, en lo cierto o equivocado en cuanto a tal pensar, deba decir: este soy yo mismo, esto soy yo. Y, en efecto, en los comienzos de la filosofía moderna nos encontramos con el hecho mental de la existencia de un hombre que dijo osadamente: cogito, ergo sum, pienso luego existo (soy). Si puedo dudar de todo, no puedo dudar de que dudo. Y esta evidencia, este hecho de duda, asegura irrefutablemente mi existencia.
¡Dudar! Pero, ¿dudar es «pensar»? ¿O es algo más que un mero pensar? Pensadores posteriores a Descartes han aducido, en contra de éste, el que su famosa frase, examinada a fondo, constituye un círculo vicioso; en realidad debió decir: «ello» piensa, pues el pensar como tal no contiene ninguna relación con el yo. ¿Acaso la lógica no es para el pensar una coerción de la cual ningún ser humano podrá sustraerse mientras piense «lógicamente», del mismo modo en que lo son los deseos en tanto no resistimos a ellos? Y, precisamente, si uno tiene que pensar que dos por dos son cuatro, y esta inducción es inevitable en el pensar, entonces podemos, en verdad, estar seguros de que mi yo no está en el pensar, pues el pensar me pasa por alto en su necesidad. De modo que mi yo no está en el penar; en cambio sí lo está en mi «dudar». La duda no es un pensar; es una oposición, es «mi» oposición a la coerción de una lógica que, aunque sólo vivida en mi cabeza, va por encima de mi cabeza y llega mucho más allá, «pasa de largo». Dos por dos también son cuatro «sin» mí. Pero la duda no puede existir sin mí. Es decir que Descartes debió haber sustituido en su frase el cogito por un dubito; dubito, ergo sum; no el «pienso, luego existo», sino el «dudo, luego existo».
Pues, en primera línea, la duda no es un hecho mental sino un hecho moral, es oposición, sublevación, contra una especie de coerción mental, es expresión del impulso de libertad de una voluntad, de la cual depende la sanción de todo conocimiento mental, estándose, pues, reservada a tal voluntad la última decisión.
Fue el filósofo Franz Brentano quién reconoció el carácter moral de todas las decisiones en la esfera de lo mental; Brentano hizo notar, con marcada agudeza, que todo «juicio», aun el juicio lógico más simple, no es en realidad más que la expresión de un juicio moral, pues con él se manifiesta lo que, por parte del sujeto que emite tal juicio, se «reconoce» o se «desecha» de un estado de cosas. Reconocer y desechar son actos volitivos en los cuales se incluye, con lo que acabamos de exponer, también la «última instancia» de lo mental. Aquello que resulte inconciliable con lo moral dentro de mí no puede ser verdad.
¿De modo que Descartes debió, finalmente, decir: volvo, ergo sum?
¡No! Una vez que se esté saturado de la certeza de lo volitivo (del volvo) se podrá suprimir tal flexión. En el volvo consciente se halla inmediatamente la autovivencia, la vivencia de sí mismo. Es por eso que también Schopenhauer ve en la voluntad el último y original sustrato de todo ser.
Actuar, padecer, pensar, sólo cobrarán relación con el yo por la voluntad. Por el volvo se elevan el «actuar», y el «padecer» y el «pensar» a la esfera de lo humano.
¿Y qué es la voluntad?
La voluntad es, en la mima medida que el yo, el secreto más profundo del ser humano.
Rudolf Steiner ha subrayado repetidas veces que, del mismo modo en que el yo del ser humano es captado sólo en los comienzos de su evolución, la voluntad se halla, en dichos comienzos, poco esclarecida por la consciencia. Y es así que comprendemos lo difícil o aun lo imposible que resulta diferenciar entre sí el desear del querer (volvo). Es crecido el número de seres humanos que sólo llegan a la conciencia de su «querer» cuando este querer ha llegado al «hecho», para conocer entones con asombro que lo que cobró realidad por el hecho no era en modo alguno su verdadera voluntad, esto es, que no habían «querido» ese hecho. ¿Cómo reconocemos, pues, cuál es la verdadera esencia de la voluntad?
Tratemos, por de pronto, de captar la relación del mundo de Fuego con los tres mundos restantes, tal y como se manifiesta a la conciencia del hombre. El hombre ve en toda ley física una voluntad actuante, cuya invariabilidad es precisamente la ley natural de expresión externa e irrevocable.
Y este hecho nos lleva en forma casi inmediata a establecer una analogía entre esta relación y la relación entre el mundo del Fuego con el mundo de Aire, el mundo de los pensamientos.
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Si el descubrimiento de las leyes naturales ya es de por sí una obra mental del hombre, ello no obsta para que, en la mente, algo se anticipe a esta obra mental, algo que se parece a una fe inmediata en el hecho de que, en general, pueda haber leyes. La ley presupone una fuerza capaz no sólo de dar dicha ley, sino también de procurarle validez irrefutable. ¿Y qué fuerza es esa, que no sólo acierta a dar a la naturaleza, sino también al pensar, su ley irrefutable, a dar y combinar entre sí las leyes naturales y mentales?
¿Quién confirió al pensar la ley de su consecuencia lógica, paralela a la de la ley natural? Si detrás de la invariabilidad de las leyes naturales, acierto a sospechar la existencia de una voluntad, cuya inflexibilidad garantiza la validez de aquellas leyes, tendré, consecuentemente, que sospechar la existencia de una voluntad igualmente inflexible detrás de las leyes del pensamiento, como garantía de la verdad, contra la cual puede, sin duda, sublevarse la mente, pero la cual sublevación concluirá por resultar tan impotente como la oposición a las leyes naturales.
Y es, con todo, a partir de tal oposición, y de la superación de la misma, que parte la vivencia del «yo», porque en esta vivencia se revela la característica fundamental del yo, a saber: la fuerza moral revelada en el reconocimiento o en el rechazo, la fuerza moral de la decisión.
Pero del mismo modo en que todo conocimiento dirigido a la naturaleza ha de resultar fallido no bien desconfíe de la invariabilidad de una voluntad que lo sustenta, también el conocimiento mental, en tanto que desconfíe de la invariabilidad de la lógica, fallará por completo, fallará en cuanto deje de confiar en la fuerza directriz suprema, fundamental, de todo pensar, de la verdad, en las fuerzas directrices que, sin duda, aparecen dentro del pensar, pero que no pueden haberse originado en virtud de este pensar; y, a su vez, este pensar no es otra cosa que la confianza moral en una voluntad suprema invariable, que es la ley misma, de una confianza en la voluntad de Dios, cuyo eco en la consciencia del individuo aislado ya no es el mero «saber», sino la medida patrón intangible del saber: la «conciencia».»

«Si ahora nos preguntamos por la relación entre el mundo de Fuego y el mundo de Aire
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resultará evidente que todo encuentro con el «yo», y con él, la voluntad, la voluntad se expresa en una especie de credo, de confesión, de profesión de fe que señala la dirección al pensar; nadie puede reconocer nada que no esté dado por la dirección de este credo. Y es por eso que también aquí cualquier decisión, tal como, según Brentano, se manifiesta aun en el «juicio» más sencillo (por ejemplo: «llueve»), se convierte en un juicio moral, en una profesión de fe detrás de la cual se halla, como fuerza orientadora, nuestra participación de la voluntad conjunta, esto es, nuestro sujeto moral.»

«De la misma manera en que las formas contempladas en lo mental pudieron ser consideradas como arquetipos de aquello que, en la esfera de lo físico, se hace visible en calidad de «forma» tocada del color de la materia, también los deseos y las pasiones constituyen una especie de coloración terrestre de aquello que, en el reino de la voluntad pura, representa el arquetipo de todos los deseos. Y del mismo modo en que las formas puras sólo se estampan en la matriz material, apareciendo, de acuerdo a esto, únicamente, como una especie de negativo, los deseos y las pasiones no son más que una especie de negativos psíquicos en la esfera de la sustancia psíquica, de índole femenina. Y así como la materia, unida a la cual aparecen las formas en el mundo de la materia, obedece a las leyes físicas, y la forma se halla, en cambio, más allá de tales leyes, subordinada como está a leyes mentales, así también la voluntad, que aparece en el mundo psíquico en el sombrío reflejo de los deseos y las pasiones, está, en realidad, más allá de las leyes que dominan la vida psíquica, sometida como está –la voluntad–, exclusivamente, a la ley moral.
Los deseos y las pasiones mueren al ser satisfechos; la voluntad es inmortal. Es por eso que, en realidad, todos los deseos son amorales y «sin conciencia», como emanaciones de la voluntad caídas a la temporalidad, y allí desbaratadas, despojadas de su poder. Esto vale tanto para los «malos» como para los «buenos» deseos, pues tanto los unos como los otros apuntan a la satisfacción de sí mismos, a satisfacciones que deben tener lugar sin participación nuestra y, con ello, sin nuestra responsabilidad. Quien duda de la naturaleza amoral de tales deseos que compare el desgaste de energía moral que se produce en los millones de seres que desean los «buenos días» y las «buenas noches» al prójimo, con el desgaste de energía de aquel que aporta de sus propias fuerzas algo para deparar al prójimo realmente un «buen» día o una «buena» noche.
La diferencia fundamental entre el desear (amoral) y el querer (volvo) consiste en que los deseos, sin excepción, están vueltos hacia el pasado, pues su contenido apunta a liberarse de un estado de insatisfacción, de dolor o de sufrimiento, sin poderse aportar para tal liberación la propia fuerza. «Desear» significa vivirse a sí mismo en la tragedia de lo inexorable, sin reunir la fuerza suficiente para liberarse.
Todos los deseos se orientan al logro de objetivos temporales. En cambio la voluntad es intemporal, puesto que se orienta hacia el eterno futuro.
El «querer» (volvo) se orienta al futuro, y es la fuerza sustentada por la fe, que permite resistir a las tentaciones provenientes de lo psíquico, que tratan de atar tal «querer» a satisfacciones efímeras, pasajeras, la fuerza que permite resistir tales tentaciones en favor de la eternidad, del mismo modo en que la forma resiste a la materia. Sólo quien sepa resistir a sus deseos sabrá lo que significa el «querer», la voluntad. Y siéndole, pues, ya posible vivirse a sí mismo, en esta energía dirigida contra los deseos, el hombre habrá llegado cerca del mundo del Fuego, del mundo en que ya no hay dolores ni tristezas, sino tan sólo la alegría de un vivir que hasta triunfa de la muerte.
Es por eso que el Hombre de Fuego es, bajo cualquier circunstancia, un hombre alegre, un optimista, al contrario del Hombre de Agua, que es un pesimista, un hombre dolido. Pues el Hombre que actúa según sus pasiones e instintos no puede menos que sentirse triste al darse cuenta de lo que ha podido llevar a la realidad a partir de tales motivos, y tener que soportar, cobrada tal consciencia, el dolor de no poder estar en modo alguno de acuerdo con lo hecho. Todo lo que hacemos impulsados por la pasión, por más que, en el momento de hacerlo, parezca brotar de la manera más viva de nuestro propio núcleo esencial, aparecerá luego, en el recuerdo, como una triste derrota de nuestra condición humana. En cambio, al actuar, no por coerción instintiva, sino por la voluntad consciente, nuestros actos irán acompañados de un sentimiento de alegría, en que el placer de la propia valoración se renovará de continuo en la defensa de la dignidad humana, frente a todo lo que amenace destruirla.»

«El Hombre puramente volitivo que tenemos ante nosotros se siente de continuo impulsado hacia adelante por una fuerza interior que en modo alguno le aparece como un «tener que hacer», sino como un «deber hacer». Es por eso que su vida se halla constantemente situada bajo la voz interior de imperativos con los cuales se identifica, o contra los cuales se rebela, exigiendo un imperativo más elevado. Sea como fuere, en todos los casos se sentirá como el encargado del cumplimiento de leyes dictadas por un legislador superior a él.»

Conciencia & Cosmos – Armando Rey

Para entender de qué trata la Astrología es preciso poner en suspenso la concepción del Universo como un mecanismo sujeto a leyes físicas y la del ser humano como un sujeto meramente biológico inmerso en una trama social.

Hemos de volver la mirada a una cosmogonía que permite vislumbrar un cosmos vivo, inteligente y animado -Anima Mundi-, en el que los planetas no influyen en el ser humano, más bien, le acompañan y hacen de mediadores entre su destino mortal y lo divino inmortal. Le ayudan en su necesidad de hallar un orden significativo en el laberinto de su existencia.

La Astrología no es una ciencia pues no pretende describir ni cómo es el Universo ni cómo es o funciona el ser humano. Constituye un lenguaje de imágenes pobladas por mitos, relatos y visiones que trasladan los asuntos mundanos a un marco universal y cósmico, y traducen las preocupaciones y problemas temporales revelando sus raíces eternas. Es un lenguaje destinado a cultivar una consciencia cósmica.

La referencia a un cielo en el que las relaciones que establecen los planetas entre sí y con el trasfondo abstracto de los signos del Zodíaco configuran un mapa orientativo, un texto significativo vinculado a mi existencia como individuo único y a la vez universal. Ofrece una gran esperanza, que consiste en sabernos conectados a un vasto esquema de orden. Un orden que contrapesa eficazmente la pequeñez e insignificancia a la que nos reducen las fuerzas colectivas instituidas en el orden social y el peso agobiante y desesperante que ejercen las circunstancias de la vida cuando son adversas y sobretodo cuando se nos presentan carentes de sentido, fruto del azar o de la ciega necesidad.

El cosmos astrológico abre puertas a un nuevo modo de habitar el mundo. Una morada que nos remite a nuestras raíces celestes, superadoras de todos los nacionalismos, esa hermandad con el cosmos que dignifica la existencia todos y cada uno de los seres humanos. El cosmos entero resuena y participa de cada existencia individual. Esto es un hecho palpable y demostrable para todo aquel que no se deje encegar por los fuegos fatuos de los prejuicios contemporáneos.

El menosprecio con que hoy se contempla a la disciplina refleja no tanto un problema de la Astrología como de la visión materialista y racionalista que resulta miope a otros modos de conocimiento, experiencia y verificación que están más allá de sus estrechos axiomas. Una visión que acaba siendo tan metafórica como cualquier otra pero que renegando de su propia condición condena a las otras precisamente por su misma condición de saberes metafóricos, simbólicos.

Por desgracia, muchos astrólogos han caído presa de la trampa positivista. Preocupados por el rechazo académico y ansiosos de ser reconocidos por el orden social, sueñan con transformar a la Astrología en una ciencia positiva más. Con unos postulados que afirman la influencia de los planetas en el carácter y el destino, y armados de estadísticas y cálculos aritméticos buscan mejorar los métodos predictivos de la ciencia de los astros hasta que algún día sea posible predecir el futuro con total exactitud, al igual que lo pretende todo ciencia empírica. En tal día, creen, se demostrará irrefutablemente la bondad de la madre de todas las ciencias.

Flaco error le hacen a la antigua disciplina, que precisamente por eso nada le debe a la visión materialista, más bien, al revés y a riesgo de parecer idealista, es precisamente la presencia y pervivencia de una disciplina que desafía todos y cada uno de los axiomas básicos de la ciencia positivista, la que ha de hacer, algún día, saltar por los aires toda pretensión de superioridad de la que hoy tan impunemente hace gala. En tal día el ser humano podrá recuperar su dignidad, adoptando como única carta identitaria, su carta astral, ese mandala cósmico que expresa su individualidad esencial, y como única patria, su morada celeste.

Hacia una filosofía de la astrología – Armando Rey

Introducción

«Me explicaba su impresión de los blancos,
siempre tan agitados, siempre buscando algo,
aspirando a algo … Según Ochwián Biano,
los blancos estaban locos, pues afirmaban
pensar con la cabeza, y sólo los locos lo hacen
así. Esta afirmación del jefe indio me produjo
gran sorpresa y le pregunté que con qué
pensaba él. Me respondió que con el corazón.»
C. G. JUNG

«La asunción de que el Arte, la Ciencia y la Magia no pueden existir en el mismo espacio es un remanente obsoleto de las categorías filosóficas aristotélicas.»
C. Castaneda

Inicio este ensayo haciendo mía una crítica dirigida por Husserl hacia la Filosofía, por lo que me permito cambiar, literalmente, el objeto de su crítica.
“Puede, desde luego, parecer arrogante que me atreva a hacer un grave reproche a la Astrología, aún a la que ha obtenido resultados genuinos, puede parecer arrogante, pero aquí no sirve disimular y tratándose de un gran problema debo afrontar tal posibilidad. Mi obligación es exponer los problemas, el fruto de mi labor con ellos, y refutar con razones lo que se opone al avance en la comprensión y mejora de la Astrología.
Que este trabajo sea, según deseo de Nietzsche, sobre todo un diálogo, una provocación, un llamamiento, una evocación…

El enunciado de la grave situación que la Astrología arrastra implica tanto a los conversos, ese conjunto de practicantes convencidos de su validez y eficacia pragmática, como a los indecisos aquellos que sin animadversión pero sin adhesión alguna pueden interrogarse como el astrólogo interpreta el hecho astrológico, en base a que método cognitivo extrae el conocimiento que luego aplica en la consulta y en su vida.

Adoptando el punto de vista fenomenológico, podemos establecer que el problema fundamental de la astrología, como actividad humana, no difiere del resto de actividades que tienen que ver con el conocimiento. La Astrología, como la Filosofía y como la Ciencia se basa en una serie de conocimientos. Mucho se arguye que el conocimiento astrológico es de naturaleza distinta al filosófico y al científico pero poco se argumenta para fundamentar tal distinción. Incluso muchos astrólogos la negarían, afirmando que no hay diferencia alguna entre los diversos tipos de conocimiento mencionados. Para unos la Astrología maneja el mismo tipo de conocimiento que la ciencia, aunque por su complejidad se resista a ser demostrada por los mismos métodos que han destacado a la ciencia entre otras formas de conocer: el método científico.
El problema fundamental, según el parecer de muchos, es que la Astrología carece de respetabilidad científica. Algunos colegas la quieren conquistar a toda costa, son los que imitan y/o importan sus teorías y métodos con el fin de aplicarlas a la Astrología y encontrar a través de ellas su legitimidad.

Otros, en cambio, están convencidos de que eso nunca será posible puesto que sus postulados la eximen de cualquier posibilidad de verificación experimental. Entre los últimos los hay que rechazan cualquier esfuerzo en tal sentido pues sienten que el saber astrológico contiene un riquísimo acervo y una larga tradición que ya demostró de sobras su validez.

Y, por último, los hay que opinan que aunque la Astrología no admita verificabilidad experimental, los astrólogos deben entregarse a cimentar una teoría del conocimiento astrológico y han de hacer un gran esfuerzo en vistas a revisar actitudes y métodos con el fin de aumentar significativamente el nivel de rigor y calidad del conocimiento y las prácticas astrológicas.

El astrólogo se ha de descubrir, como dijo Nietzsche del filósofo “en contradicción con su hoy” , así mi cruzada la libro contra las maneras de pensar y los sentimientos condicionados que prevalecen en lo colectivo y que, por lo mismo, también prevalecen en nuestra manera de pensar sobre nuestro ser y de sentir nuestro ser pues es mi convicción que el conocimiento astrológico no necesita, para ser efectivo, de teoría que lo revista de comunicabilidad en el ámbito de lo social, porque la fuente del conocimiento astrológico constituye un orden de la realidad que desafía cualquier intento de explicación meramente racional. No obstante admito que resulta necesaria la tarea de reelaborar un paradigma orgánicamente enlazado a la naturaleza simbólica de la Astrología. Paradigma, imago mundi, que enmarque adecuadamente nuestro pensar, nuestro hablar, nuestro sentir y sobretodo nuestra práctica, pero sobretodo soy consciente de que todo lo que hacemos, sentimos, percibimos y razonamos es el resultado de una particular cosmovisión o visión del mundo que sostenemos y que la Astrología como todo lo demás también depende de ella. Consciente pues que el problema no radica en la Astrología sino el la cosmovisión del que a ella se acerca, paso a exponer la mia, a hacer un resumen de lo que para mi son los cimientos últimos o primarios de mi vivencia de la Astrología como sistema simbólico.

Antes de continuar quiero aclarar que para mí, la visión simbólica o la mirada simbólica es una capacidad potencial que no se despierta leyendo sino despojándose de los propios prejuicios colectivos y purgando los complejos personales. Implica pues una paso adelante en la evolución del ser humano, anclado comunmente en el uso acrítico de la razón y/o el intelecto. Somos repetidores de sloganes y/o diccionarios ambulantes. Asi pues no se trata de poner la astrologia simbólica como una opción más al lado de la científica o racional sino que implica un paso más allá que ha de dar el sujeto que la utiliza.

Se parece a un despertar, la mirada literal se retira para dejar paso a la mirada simbólica, aquella que transforma la vida entera y la percepción de Universo. La realidad oficial y literal, la única contemplada por los físicos, los intelectuales, muchos astrólogos y en general casi toda nuestra civilización se revela como una mera descripción del mundo, un sueño por cierto bastante pobre y limitado.

La vision simbólica destaca una descripción alternativa, un sueño de horizontes mucho más vastos, en el que mi vida y el Universo entero se puebla de presencias, mensajes y retos. Es el equivalente de pasar de la mentalidad pueblerina aunque sea un pueblo de millones de habitantes a la mentalidad cosmopolita, (polita: habitante del cosmos).

La Música de las Esferas: Ficino y la armonía en el Renacimiento – Angela Voss

Traducción Enrique Eskenazi.

La mayoría de la gente sabe del exquisito cuadro de Botticelli conocido como La Primavera. Pero quizás no sea tan ampliamente conocido que el programa de su enigmático simbolismo se inspiró en la idea neoplatónica de la armonía de la creación, reflejada en la correspondencia de los personajes mitológicos tanto con las ocho esferas planetarias como con los ocho tonos de la octava musical. Probablemente se aprecie aún menos que la metáfora visual de Botticelli para la armonía de las esferas fue inspirada por la obra de un hombre, Marsilio Ficino de Florencia (1433-1499) cuyo deseo de unir cielo y tierra en el alma del ser humano encontró precedentes en los escritos de la tradición platónica. Al restaurar «el divino Platón» para la Florencia renacentista Ficino se propuso «redimir la sagrada religión» de la «ignorancia abominable» de la filosofía secular.

La cultura occidental, durante los últimos cuatrocientos años, ha estado dominada por el paradigma de un dios creador masculino, separado de su creación; un paradigma que genera naturalmente supuestos acerca de la naturaleza de la realidad. Estos supuestos tienden a expresarse en lenguaje oposicional, tal como alma y cuerpo, divinidad y naturaleza, ortodoxia y heterodoxia, ciencia y religión; con nuestra capacidad altamente desarrollada para el pensamiento conceptual, la «razón» se ha divorciado del pensamiento simbólico. Empero siempre han habido periodos de la historia en que el desequilibrio entre logos y mythos ha intentado corregirse, cuando las contra-corrientes heterodoxas han avanzado hacia un periodo de intensa fertilidad, buscando unirse con sus opuestos. Richard Tarnas ha indicado que la conjunción de Urano y Neptuno en los cielos coincide con tales periodos de síntesis, en que los temas míticos y numinosos salen a la arena del secularismo gastado, iniciando una nueva y profundizada conciencia religiosa. Por ejemplo, la conjunción ocurrió en el tiempo de Sócrates y la formación de la filosofía platónica, y semejantemente en os 1479’s y 1480’s, el corazón del Renacimiento, cuando el academicismo escolástico dio paso a una re emergencia del pensamiento mágico y a una asimilación de las artes esotéricas en una celebración de la divinidad en la tierra. De nuevo experimentamos esta conjunción, y pareciera que un gran cambio está ocurriendo, lejos de las limitaciones del pensamiento puramente racional que ha dominado nuestras perspectivas desde el siglo XVII, lejos de las grandes estructuras patriarcales de la ortodoxia judeo-cristiana y el empirismo científico, y hacia un modo de conocimiento que no está separado del conocedor. En tal percepción unificada, desaparece la dualidad sujeto-objeto, en tanto ambos se funden y cambian en un juego de fuerzas (para citar a Plotino) que interconectan en todos los niveles. En el mundo académico, emerge una nueva tendencia donde los supuestos previamente sostenidos comienzan a re-examinarse, y temas tales como la filosofía presocrática, las culturas inspiradas por diosas, y particularmente las prácticas de la magia y la astrología se liberan del prejuicio académico, para ser reevaluadas y re-apreciadas.

Mi intención en este artículo es ilustrar cómo la teoría de la música y la ejecución, en el Renacimiento, fue parte de un programa de desarrollo espiritual que surgía directamente de una comprensión simbólica del cosmos que trascendía, y sin embargo abarcaba, todos los modos cuantitativos de pensamiento. Tal modo de «conocimiento» fue transmitido por Ficino en la palabra latina «notio» (de la que deriva nuestra palabra «noción») en el curso de su traducción del tratado sobre adivinación del neoplatónico Jámblico, «De mysteriis». Jámblico afirma:

«El contacto con la divinidad no es conocimiento. Pues el conocimiento está en cierto sentido separado de su objeto por la otredad. Pero antes del conocimiento- en tanto una cosa conoce otra- está la conexión uniforme con la divinidad, que está suspendida de los dioses, y es espontánea e inseparable de ellos»

En la explicación que da Jámblico del pensamiento unitivo, Ficino reconoció el fundamento tanto de la especulación filosófica como de la piedad religiosa, sin las cuales el «conocimiento» se disocia de la realidad primaria del mundo y así puede ser de poco sentido. Creo que la articulación que dio Ficino de está visión fue el impulso creativo detrás del inmenso florecimiento del intelecto en el alto Renacimiento italiano, inspirando formas artísticas que surgieron de una relación intensamente erótica entre el alma individual y la belleza de la creación. Como exclamó el mismo Ficino: «Esta era, como una edad de oro, ha devuelto a la luz aquellas disciplinas liberales que estaban prácticamente extinguidas; gramática, poesía, oratoria, pintura, escultura, arquitectura, música y el canto de las antiguas canciones de la lira órfica. Y todo esto en Florencia».

Fundador de la Academia Platónica, Ficino no sólo tradujo al latín por primera vez la obra completa de Platón, Plotino y otros, sino que combinó su vocación como sacerdote cristiano con un trabajo activo como astrólogo, herbolario, mago y músico. Filosóficamente, el proyecto de su vida era unir lo que él llamaba «fe» y «razón» desposando cristianismo y platonismo. Esto significaba, en términos prácticos, que la astrología, la magia talismánica, la medicina de hierbas y el arte de la música encontraran su sitio como expresiones dinámicas tanto de profunda investigación filosófica como de inspiración intuitiva, combinadas con un extenso conocimiento teórico. Pues Ficino no sólo tradujo a Platón, sino también a Zoroastro, Hermes Trismegisto, Orfeo, los Oráculos Caldeos, Jámblico, Sinesio y Proclo; leyó a Al-Kindi, el Picatrix, los astrólogos árabes, Alberto Magno, Roger Bacon. A partir de estas diversas fuentes emergió su propio sistema de magia natural, centrado en la combinación de astrología y música, cuya eficacia dependía no sólo del conocimiento teórico y la experiencia técnica. Al considerar más de cerca la terapia musical de Ficino, quiero acentuar dos ingredientes vitales ulteriores, que encontramos continuamente acentuados en sus escritos prácticos. Estos son el deseo y la imaginación del ser humano, que cuando se enfocan en imágenes tales como la música, las estrellas, o los talismanes, facilitan de algún modo una interacción con el cosmos, y permiten que se capten y reconozcan las cualidades de un momento particular. Este mismo proceso puede efectuar un cambio en el ser. Cuando configuramos imágenes, dice Ficino, «Nuestro espíritu, si ha habido intención en la obra y en las estrellas mediante la imaginación y la emoción, se une con el mismo espíritu del mundo y con los rayos de las estrellas a través de los cuales actúa el espíritu del mundo.»

Es precisamente este elemento subjetivo lo que distingue al mago renacentista del teórico medieval; pues los estáticos esquemas jerárquicos y correspondencias entre planetas y música se transforman en energías dinámicas en obra a través de la creación, energías que pueden aparejarse y transfundirse para la armonización de las almas individuales. Siguiendo a Plotino, Ficino acentúa la necesidad de enfocar la emoción en un acto que depende tanto de la intuición como de la experiencia a fin de expandir la conciencia: «Quien reza a una estrella de un modo oportuno y hábil, proyecta su espíritu en los rayos manifiestos y ocultos de la estrella, difusos y dadores de vida en todas partes; de estos puede aspirar para sí vitales dones estelares».

En la tradición platónica-pitagórica, la música y las estrellas están inextricablemente vinculadas como imágenes audibles y visibles de una dimensión invisible de la existencia, cuya percepción intelectual se hace posible mediante los sentidos del oido y la vista. Los fundamentos del cosmos musical se establecen por Platón en el mito de creación de su Timeo, que mantiene una conexión vital con tradiciones egipcias, caldeas y demás. En este diálogo, Platón plantea un modelo para un cosmos musical triple donde los movimientos de las esferas, las pasiones del alma humana y los sonidos audibles de la música son todos expresiones de una inteligencia divina manifestándose a través de las diversas dimensiones de la creación. Tal división tripartita se diferenciarían por el teórico del siglo V Boecio, como música mundana, música humana y música instrumental, y era usual que los teóricos de la música operaran elaborados sistemas de correspondencias entre distancias astronómicas e intervalos musicales, entre la naturaleza de las estructuras musicales y los estados emocionales, entre características planetarias y sonidos audibles. La clave, en esta tradición, para el ordenamiento del cosmos, astronómica o musicalmente, es naturalmente el número, un descubrimiento transmitido a los pensadores occidentales por Pitágoras. De hecho, para los platónicos el número determina todas las cosas en la naturaleza y sus manifestaciones concretas, junto con todos los ritmos y ciclos de la vida. El Número revelado por los cuerpos celestiales se despliega como Tiempo, y en tanto el alma humana era consideraba como reflejando el orden de los cielos, la adivinación o el alineamiento con los dioses requería el ritual apropiado en el tiempo adecuado. Jámblico nos dice que los números que gobiernan la naturaleza son las energías que fluyen desde los dioses, y si queremos asimilarnos a ellas, debemos usar su lenguaje -esto es, alinearnos con las armonías que subyacen al cosmos. Los sistemas numéricos meramente humanos, las concepciones discursivas del número, las teorías numerológicas, no pueden reproducir una experiencia de unidad que originará el verdadero conocimiento de los primeros principios.

En el Timeo aprendemos que el Demiurgo creó una sustancia llamada alma-del-mundo, y la insertó en el centro del cuerpo del mundo. Entonces dividió está sustancia anímica de acuerdo a las razones de los tres intervalos musicales consonantes, esto es la octava que resuena en la proporción de 2:1, la quinta aumentada, 3:2 y la cuarta justa, 4:3, continuando, por división ulterior, por crear los pasos interválicos de la escala pitagórica. El alma se cortó en dos partes que se ligaron una alrededor de la otra, formando los círculos de lo Mismo y lo Diverso: lo Mismo conteniendo la esfera inmóvil de las estrellas fijas, lo Diverso conteniendo los móviles instrumentos del Tiempo, o sea los planetas. Lo Diverso entonces se dividió en tiras más estrechas que se arreglaron de acuerdo a las progresiones geométricas del 2 y del 3; 1-2-4-8 y 1-3-9-27. Permeando todo el cosmos, el alma conectaba el mundo físico con el eterno, estando «fundida por todas partes desde el centro hacia la circunferencia del cielo» y participando en «razón y armonía».

El alma humana, participando también directamente del anima mundi, debe por tanto regularse de acuerdo a las mismas proporciones. Pero debido a las pasiones del cuerpo, al entrar en él el alma se distorsiona y se agita -sólo el tipo adecuado de educación puede restablecer el equilibrio armónico. Esta educación induciría al reconocimiento de la congruencia del alma con el cosmos a través de la estructura armónica audible de la escala musical, pues como hemos visto, las proporciones en el alma del mundo podrían reproducirse en el sonido musical. Los número de uno a cuatro, o la tetraktys, no sólo forman así la estructura para todas las escalas musicales, sino que también incorporan el proceso dinámico de incorporación en el cuádruple movimiento de la geometría del punto a la línea, al plano y al sólido; de la unidad surge la dualidad de la oposición, la tríada del perfecto equilibrio y la cuaternidad de la existencia material. Cada estadio a la vez limita y contiene el siguiente, y en los oráculos Caldeos se le advierte al iniciado «no profundizar el plano» -esto es, extenderse hacia el mundo material desde la condición perfecta de la tríada, pero no perder tu poder de limitación abandonándolo y perdiéndose en la cuaternidad, o el caos de la materia. Esto puede entenderse musicalmente como el imperativo de mantener los intervalos perfectos como estructuras definitorias. Al escuchar la geometría en sonido, los intervalos perfectos establecen una trama o límite de sonido ilimitado, y puesto que el arreglo específico de tamaños de tonos y semitonos dentro de esta trama refleja las relaciones astronómicas exactas de los planetas, el mismo tejido de la creación es traído al oido y, en términos platónicos, evoca un recuerdo de las armonías oídas una vez con los oídos del alma.

A partir de esta premisa esencial, los esquemas que atribuyen planetas a los tonos actuales y distancias astronómicas a los intervalos musicales, abundaron. En el mito de Er, al final de su República, Platón sugiere que las sirenas colocaron en los bordes de las órbitas planetarias a cada sonido un tono, haciendo una escala musical, como una lira griega proyectada en los cielos. En otra interpretación, que se encuentra en el Sueño de Escipión de Cicerón, los planetas producen diferentes tonos de acuerdo a su diversa velocidad de giro. Se nos dice que «los tonos altos y bajos mezclados producen diferentes armonías» y que «hombres dotados, al imitar esta armonía en instrumentos de cuerda y en el canto, se han ganado un regreso a esta región, como lo han hecho aquellos de capacidades excepcionales que han estudiado los asuntos divinos incluso en la vida terrenal».

Cómo imitar exactamente la música de las esferas se volvió así la cuestión fundamental planteada por los teóricos de la música, y la ciencia de los armónicos, o el estudio de las propiedades matemáticas de las proporciones musicales, fue considerada el primer paso. Es muy difícil saber cuanto influyó este procedimiento altamente especulativo -considerado por Platón como la forma suprema de conocimiento- la ejecución musical en los tiempos clásicos. Estamos ciertamente mejor informados respecto a la conexión entre música humana y música instrumental, pues para los antiguos escritos musicales griegos es central el concepto de «ethos», o los sutiles efectos éticos producidos en la psique humana por el uso de diferentes modos o conjunto de combinaciones de esquemas de tonos. Por ejemplo, el modo frigio movía los hombres a la ira, el modo lidio los apaciguaba, el modo dorio inducía gravedad y templanza -cada cualidad reflejándose en el carácter de regiones particulares. En los tiempos medievales, los modos griegos fueron sustituidos por los ochos modos de la iglesia, pero esto no interrumpió la asociación de efectos éticos sutiles por parte de los teóricos. Un escritor del siglo XII nota que «los modos tienen cualidades individuales de sonido, difiriendo unos de otros, de modo que despiertan reconocimiento espontáneo por un músico atento o incluso por un cantante experto». Es nuestra pérdida que la música que oímos hoy esté limitado sólo a dos tipos de modos: mayor y menor.

¿Pero qué hay de la conexión entre ética y cosmología? Se atribuían poderes éticos a los sistemas de tonos, mientras los planetas se asociaban generalmente con tonos aislados -así, en los escritos de los teóricos más clásicos, es difícil ver cómo una forma efectiva de música instrumental podría influir el alma humana mediante la imitación directa de la armonía cósmica -pese al modelo transmitido por Platón. Hablando en general, los fenómenos celestes se encajaban con una noción preconcebida de orden musical, en lugar de que se les pidiera a los fenómenos mismos que revelasen su orden como principios de inteligencia. Aunque la Edad Media produjo algunos grandes pensadores originales en este campo, tal como Juan Escoto Erígena en el siglo IX, así como la influyente escuela islámica de terapia musical y astrológica, sólo en el siglo XV Occidente comenzó a explorar los medios prácticos por los que las relaciones armónicas en el cosmos podían expresarse a través de la música, no reproduciendo literalmente mediciones astronómicas en sonidos, sino evocando simbólicamente un principio unificador en obra en los mundos manifiestos e inmanifiestos. Con los teóricos de la música Georgio Anselmi y Bartolomé Ramos de Pareja, vemos sembrarse la semilla de un revisionismo de la música cósmica.

Anselmi y Ramos de Pareja.

Anselmi de Parma, escribiendo en 1434, rechaza explícitamente la noción literal aristotélica prevaleciente en los siglos anteriores, de que los cuerpos celestes no podía producir sonido en sus movimientos, y concibe los planetas no ligados a tonos individuales sino cada uno cantando su propia canción a contrapunto con los demás. Como Ficino, Anselmi era un astrólogo, un mago y un médico, y aunque su trabajo sobre música no da consejo práctico sobre la imitación humana de las armonías celestiales, su cosmos se libera de esquemas fijos en tanto los ciclos planetarios participan en una gran sinfonía cósmica orquestada por los Espíritus Bienaventurados. También derivó una escala planetaria de ocho octavas desde la Luna a las Estrellas Fijas a partir de los periodos de la rotación de los planetas alrededor de la Tierra, rompiendo los límites de la práctica musical contemporánea (toda música yace dentro de un límite de tres octavas)

Sin embargo sólo con su contemporáneo español más joven, Ramos de Pareja, encontramos los comienzos de una filosofía esotérica aplicada a la música en un sentido operativo. En «Música Práctica» de 1482, de Ramos, esto se logra mediante el movimiento original de atribuir los modos de la iglesia a los planetas, conectando así ethos a los planetas mediante la música práctica. Así, el modo dorio, de Re a Re, se relaciona con el Sol y tiene el efecto de «disipar el sueño», el modo lidio de Fa a Fa se relaciona con Júpiter y «siempre denota alegría». El octavo modo, o Hypermixolidio, de La a La, epitomiza los cielos estrellados, «un belleza y amor innatos, libre de todas cualidades y adecuado para todo uso». Los apareamientos entre planetas y modos de Ramos parecen sin precedentes, aunque podría haber estado influido por tradiciones árabes en su España natal. Más importante aún, revelan un cambio fundamental en perspectiva, de las atribuciones astronómicas «racionales» de tonos a planetas basadas en distancias o velocidades, al reino de la correspondencia simbólica de la imaginación activa. Tales armonías celestiales ahora deben derivar de inteligencias informadas por un cosmos animados, y efectivamente Ramos también asocia las nueve Musas a cada modo y planeta. En otras palabras, el medio de efectuar una conexión entre cielo y tierra es mágico -en un universo de afinidades operativas y correspondencias, los modos pueden verse como poseyendo propiedades ocultas que ponen al hombre en relación con las estrellas mediante resonancia simpatética. Música Práctica es también revolucionaria en tanto que Ramos revisa el sistema estándar de afinamiento pitagórico, que resultaba crecientemente restrictivo para los músicos prácticos, combinando cuartas perfectas y quintas con terceras consonantes y sextas, lo que de hecho traza los fundamentos para un sistema de temperamentos iguales tal como conocemos hoy. De nuevo, por primera vez, se interesa por las exigencias de los músicos prácticos, no los teóricos especulativos, y al sugerir una evocación posible del significado planetario mediante el adecuado uso de los modos, abre las puertas para que la música se emplee en un contexto mágico. Ramos ilustra sus analogías con una compleja imagen de espirales que recuerda a los planetas en sus esferas y que es curiosamente semejante a la descripción de Ficino del sonido como una serie de espirales, en su comentario sobre el Timeo. Esta imagen Uroboros es por supuesto una imagen alquímica tradicional, y sugiere una dimensión oculta de unidad espiritual más allá del evidente juego intelectual de analogías.

Ficino

Inevitablemente, el próximo paso hacia una magia musical plenamente operativa estaba allí para ser tomado, y siete años después del tratado de Ramos, Ficino publicó su propio manifiesto en pro de la música astrológica como terapia en su Libro de la Vida. Si bien concebido como un comentario sobre Plotino, principalmente para darle respetabilidad filosófica- esta obra demuestra claramente la fascinación de Ficino con las dimensiones espirituales de la magia ritual y con el potencial de la astrología como un enfoque liberador al auto-entendimiento. Al tener Saturno en su ascendente en Acuario, Ficino conocía muy bien las limitaciones de un temperamento melancólico, y los efectos benéficos que él mismo experimentaba tocando su lira y cantando le llevaron a formular un sistema terapéutico en el que la música se tocaba de acuerdo con un horóscopo individual. Ficino se identificó con Orfeo, que no sólo domaba a las bestias salvajes con su canto, sino que trajo de vuelta a Eurídice del submundo. Al menos uno de sus amigos, el poeta Poliziano, asoció esta recuperación de lo femenino con el «traer a luz» la esotérica sabiduría platónica.

La tercera parte del Libro de Vida de Ficino se titula «Como ajustar la vida de acuerdo con los cielos» y concluye su proyecto de enriquecer y vitalizar la vida disociada del estudioso. En el capítulo XXI titulado «El poder de las palabras y la canción para captar beneficios celestiales» Ficino sugiere que el poder de palabras habladas (o cantadas) emocionalmente cargadas podía intensificar el efecto de una imagen, tal como creían árabes y egipcios: «sostenían que ciertas palabras pronunciadas con una fuerte emoción tienen gran fuerza para lograr el efecto de las imágenes precisamente a las que se dirigen la emoción y las palabras». Para este proceso, es probable que Ficino empleara como textos los Himnos de Orfeo que él mismo había traducido del griego, consistentes en epítetos a varias deidades. En efecto, su amigo hermetista Pico della Mirandola afirma que «En magia natural, nada es más eficaz que los Himnos de Orfeo, especialmente si se aplican la música correcta, la intención del alma y todas las otras circunstancias conocidas por los sabios». Combinados con estos himnos, Ficino componía o improvisaba un tipo de acompañamiento musical que parece apoyarse en la asociación de modos con estrellas sugerida por Ramos. Dice:

«Tonos escogidos primeramente por la regla de las estrellas y combinados entonces de acuerdo con la congruencia de estas estrellas unas con otra, hacen una especie de forma común, y en ellos surge un poder celestial. Es en verdad muy difícil juzgar exactamente qué combinación de tonos concuerda especialmente con qué tipos de constelaciones y aspectos. Pero podemos lograr esto, en parte a través de nuestro propio esfuerzo, en parte por algún divino azar».

Esto es, la confluencia de las dimensiones humana y divina -o podríamos decir consciente e inconsciente- puede dar origen a una creatividad que en esencia es adivinatoria en tanto se entrega a una ley transpersonal. Esta es la «divina locura» del poeta, del amante, del sacerdote y el profeta, y tenemos la declaración de un testigo ocular de Ficino mismo en la congoja de este frenesí poético: «sus ojos ardían, salta a sus pies y descubre música que nunca había aprendido por repetición»

Ficino va más lejos que Ramos al implicar el uso de modos particulares para tipos particulares de gente, y nos da tres «reglas de composición» que requieren un conocimiento detallado de los tres tipos de música de Boecio, expresadas aquí en términos de astrología, psicología y ethos modal:

«La primera regla es averiguar diligentemente qué poderes en sí o qué efectos tiene una estrella dada, una constelación o un aspecto – qué quitan, qué traen- e insertarlos en el significado de nuestras palabras, de modo de detestar lo que quitan y aprobar lo que traen. La segunda regla es tomar nota de qué estrella especial rige qué lugar o persona y luego observar qué tipos de tonos y canciones usan generalmente estas regiones y personas, para poder ofrecer similares, junto con el significado que ya he mencionado, a las palabras que estás intentando exponer a las mismas estrellas. En tercer lugar, observar las posiciones y aspectos diarios de las estrellas y descubrir a qué principales discursos, cantos, movimientos, danzas, conducta moral y acciones se ve incitada la mayoría de la gente por estas, a fin de imitar tales cosas lo más posible en tus canción, que aspira a agradar a la parte particular del cielo que se le asemeja y a captar un influjo semejante»

El «poder, oportunidad e intención» de tal canción, dice Ficino, provocarán tanto que el cantante como el auditorio imiten las cualidades que ello mismo está imitando a través de su acción en el espíritu aéreo, que conecta el espíritu del hombre al alma del mundo. El espíritu de la música es concebido por Ficino como un animal viviente, compuesto de aire cálido, «aún respirando y de algún modo vivo». Lleva tanto emoción como significado, y su influencia dependerá en parte de su congruencia con los cielos y en parte con la «disposición de la imaginación» del cantor -esto es, de una sincronicidad entre las dimensiones interna y externa de la experiencia. El cantante debe ser un instrumento finamente afinado cuyo espíritu ha sido purificado y fortalecido por l asimilación de las propiedades del Sol, pues tal poder «vital y animal» atraerá prontamente el espíritu de la música -particularmente si el ritual también se conduce a una hora adecuada elegida astrológicamente. Los tres requisitos esenciales para la invocación de tal energía numinosa son por tanto el poder solar, vital, del propio espíritu del cantante, el momento propicio y la intención del cantante, que une el deseo de su corazón y el enfoque de su imaginación. Entonces, sugiere Ficino, pueden disiparse tanto las enfermedades físicas como anímicas mediante la resonancia simpatética entre el espíritu de la música y el espíritu humano, que abarca y actúa tanto sobre el cuerpo como sobre el alma.

El espíritu de la música, moviéndose a través de las diversas esferas planetarias, activará el espíritu particular de cada una, permitiendo que el ejecutante recree la música asociada con cada cuerpo celestial; por ejemplo, las canciones de Venus son «voluptuosas con deseo y suavidad». Ficino explica que cuando el planeta suplicado está «dignificado» en los cielos, el espíritu del ejecutante atraerá naturalmente la respuesta del espíritu planetario, «como una cuerda del laúd que tiembla a la vibración de otra que se ha sido afinada semejantemente».

En una magia natural basada en la visión neoplatónica del cosmos como armonía, no es sólo la música audible la que puede alinear el alma con las estrellas. Desde los talismanes, las medicinas, aromas, pasando por los movimientos de la danza hasta las cualidades inmateriales del alma, todos pueden emplearse apropiadamente para restablecer una conexión psíquica con un planeta particular. Así, «conceptos bien acordados y los movimientos de la imaginación» nos conducen a Marte, mientras que «las tranquilas contemplaciones del alma» son el dominio de Saturno. Efectivamente, Ficino entendió que la verdadera alquimia era la transformación de las frustraciones mundanas y las dificultades tradicionalmente asociadas a Saturno en el oro filosófico de la contemplación intelectual. Opuesto a Saturno en la carta natal de Ficino está Júpiter, y por supuesto este aspecto simboliza la misma polarización de filosofía y religión que Ficino intentaba superar. Al traer el fuego y el agua de la imaginación al rigor terrenal y la disciplina de las estructuras tradicionales del aprendizaje, se abrió paso a través de la fortaleza del racionalismo escolástico y, a la vez que permanecía fuertemente dentro de la Iglesia, desafió radicalmente su teología dogmática.

En ningún sitio de la obra de Ficino se hallará carencia de poesía, metáfora, mito o imaginación, incluso al abordar los temas más técnicos. La teoría nunca está divorciada de la práctica, la «verdad» objetiva nunca destilada a partir de la hermenéutica de la experiencia espiritual -de hecho su crítica recae con peso sobre aquellos astrólogos cuya práctica consiste meramente en conocer todas las reglas y aplicarlas al modo «causa y efecto». El mismo lenguaje de Ficino es un lenguaje de signo y símbolo, aspirando contínuamente hacia lo inefable, y sin embargo rico en colorido y expresivo en contenido. De modo que no sorprende que al considerar el tema de la armonía en la teoría de la música, los conceptos de consonancia y disonancia están vestidos en ropaje metafórico. En su carta «Los principios de la Música», Ficino describe las cualidades de los intervalos en la escala musical como una analogía de la procesión hermética del alma desde sus orígenes a su regreso final a Dios, y vale la pena citar este pasaje en pleno como ejemplo de la capacidad instintiva de Ficino para vincular lo sensible y lo metafísico:

«la nota más baja, a causa de la misma lentitud del movimiento en que está comprometida, parece estar quieta. La segunda nota, empero, apenas si se aleja de la primera y es así disonante, profundamente en su interior. Pero la tercera, recobrando una medida de vida, parece erigirse y recuperar consonancia. La cuarta nota cae más allá de la tercera, y por esa razón es de algún modo disonante; pero no tan disonante como la segunda, ya que está templada por la encantadora vecindad de la quinta siguiente, y simultáneamente suavizada por la gentileza de la tercera precedente. Entonces, después del ocaso de la curta, la quinta surge ahora; se eleva… en mayor perfección que la tercera, pues es la culminación del movimiento ascendente; mientras que las notas que siguen a la quinta, de acuerdo a los seguidores de Pitágoras, no es tanto lo que se elevan cuanto que regresan a las primeras. Así la sexta, al estar compuesta de la doble tercera, parece regresar a ella, y se acuerda muy bien con su dócil gentileza. Luego la séptima retorna infelizmente, o más bien se desliza de vuelta a la segunda y sigue su disonancia. Finalmente la octava se ve felizmente restaurada a la primera, y por esta restauración completa la octava, junto con la repetición de la primera, y también completa el coro de las Nueve Musas, ordenado agradablemente en cuatro estadios, por así decirlo: el estado calmo, la caída, el surgimiento y el retorno»

En su búsqueda de una perspectiva unificante, Ficino considera la idea de armonía en los tres niveles de manifestación; las complejidades de las relaciones interválicas específicas en la música audible, la relación de los sentidos humanos con proporciones específicas de fuego, tierra, aire y agua, y finalmente lo que el llama «las causas astronómicas de la armonía». Basándose en el Libro Tercero de los Armónicos de Ptolomeo, Ficino busca aquí mostrar la congruencia entre la experiencia humana de los intervalos musicales y las tensiones inherentes en las relaciones angulares de los signos zodiacales. Pero mientras que Ptolomeo, en cuanto matemático, mantiene una perspectiva rigurosamente objetiva, que aspira a demostrar que la astrología es una verdadera ciencia que depende del número, Ficino está más preocupado por la experiencia práctica de músicos y astrólogos. Ptolomeo enfoca en la primacía de la octava, la quinta y la cuarta, pero Ficino considera cada intervalo y aspecto como igualmente importante al contribuir al Bien general, surgiendo la idea de disonancia meramente de la imperfección de las condiciones terrenales. Esto lo justifica la música misma -pues si la cuarta es perfecta, ¿cómo puede el aspecto de cuadratura considerarse como discordante? En su comentario sobre Plotino, Ficino afirma: «En verdad no sólo Cáncer no es disonante con Aries, sino que es consonante, pues ambos son parte de un cuerpo grandemente uniforme y de la misma naturaleza (que son discordantes entre nosotros por temperamento armónico), y no menos en los cielos que en la canción musical ocurre que todas las cosas son consonantes entre ellas… Por lo tanto la unión de los planetas representa para nosotros la consonancia de la octava». En Principios de la Música, Ficino ilustra paso a paso cómo los intervalos y los aspectos corresponden en naturaleza; el segundo signo «alejándose» del primero como en la segunda disonante, el quinto «contemplando benignamente» al primero en un trígono como un modelo para la perfecta quinta. El séptimo signo, al oponerse al primero, es «muy vigoroso en su discordia», de acuerdo a Ficino, y «parece en clara hostilidad prefigurar el séptimo tono en música, el cual con su cualidad vigorosa y vehemente es ahora más claramente disonante con el primero». Ficino apunta que el octavo signo, tradicionalmente asociado a la muerte, es por ello considerado desfavorable. Pero desde una perspectiva teológica es más bien lo opuesto, en tanto la muerte libera al alma de «la disonancia del mundo elemental, devolviéndola a la armonía celestial». Así su naturaleza se representa verdaderamente en la perfecta consonancia del octavo tono, o la octava.

Ficino completa su viaje alrededor del zodiaco relacionando los signos zodiacales del noveno al duodécimo de nuevo con el primero. De este modo, el signo noveno se relaciona con la quinta perfecta, el «décimo signo de la ambición humana» con «la disonancia humana, mediadora» de la cuarta perfecta, el signo once de la amistad humana con el intervalo de la tercera, y el signo doce, «atribuido a enemigos ocultos y a la prisión» recapitula la extrema disonancia del intervalo de segunda. Es interesante que mientras Ptolomeo, en su preocupación por una perfecta simetría matemática, compara el aspecto de oposición con la octava, para Ficino la disonancia de la séptima, que requiere una resolución en la octava consonante, corresponde más claramente a la tensión experimentada en el aspecto de oposición en la práctica astrológica. Lo que es más, la resolución de la séptima en la perfecta concordia de la octava musicalmente incorpora un potencial metafísico que para Ficino proporcionaría su justificación última. Desde una perspectiva psicológica podría considerarse como representando la resolución de la tensión de opuestos dentro del individuo hacia un Sí mismo unificado; desde una perspectiva espiritual, incorpora en sonido la liberación final de la disonancia y tensión de la existencia terrenal en la perfección del cielo mediante la muerte.

Cuando Ficino tocaba su Lira Órfica, que probablemente era un instrumento del tipo de un arpa, las cualidades de los intervalos musicales que extraía de las cuerdas penetraban así los niveles más profundos de la experiencia humana. Si defendía un uso consciente de estas analogías al enseñarnos a hallar tonos o modos que correspondan al modelo de los cielos, es difícil de decir, y acaso no sea el punto más importante. Ficino logró traer la música de las esferas a la tierra al reconocer el poder unificante y transformador de la percepción simbólica -un poder cuya aprehensión depende de la suspensión del pensamiento racional y la disponibilidad a ser guiado por la imaginación.

……………….

Desde sus humildes comienzos en la solitaria ejecución de lira de Marsilio Ficino, la música de las esferas continuó siendo escuchada a lo largo del siglo siguiente. Para Cornelio Agrippa, cuyos Tres Libros de Filosofía Oculta ofrecen un compendio de teoría y técnicas mágicas, la magia simpatética de Ficino y la concepción de Gafori de la armonía cósmica combinan en un sistema de ritual presidido por el Mago, que configura y explota las propiedades de la música en su búsqueda de la verdad espiritual. En el campo de la música práctica, los grandes intermedios de la coarte de Medici en Florencia intentaron recrear el mundo platónico de formas ideales sobre la tierra, despertando el asombro del auditorio -la enorme escala del espectáculo visual y las fuerzas musicales se crearon con el propósito de imitar la perfecta Belleza. En una escala menor, el renacimiento hermético en la Inglaterra isabelina produje música tan exquisita como la de John Dowland, cuyas siete Pavanas Lachrimae para laúd y viola evocan el descenso y ascenso neoplatónico del alma, y en cuyas canciones de la más profunda melancolía yace oculto el oro del Saturno filosófico.

Con la revolución copernicana y el desarrollo de la astronomía física independiente de la filosofía, la música cósmica se volvió dominio creciente del científico esotérico más que del músico práctico. La música mundana se encontró incorporada en sistemas cada vez más complejos dependiente de la unidad de todos los elementos universales, por tales «polymathes» como Robert Fludd, Anasthasius Kircher y Johannes Kepler. Pero a pesar de los intentos de la Camerata Florentina a comienzos del s. XVII para revivir los ideales de la antigua Grecia de ethos musical, la música instrumental gradualmente perdió su justificación filosófica y las características barrocas de estructura formal, matiz estilístico y gesto ornamental determinó las intenciones de los compositores. En círculos esotéricos, divorciados del mundo iluminado del racionalismo, la invención y elaboración de sistemas musicales explícitamente relacionados con correspondencias ocultas continuó explorándose y disfrutó un renacimiento en el periodo romántico. En el siglo XX podemos pensar en Rudolf Steiner o G. I. Gurdjieff como portavoces de la música como disciplina espiritual, pero ya no oímos más la música de las esferas. El compositor Arnold Schoenberg a comienzos del s. XX «emancipó la disonancia», esto es, liberó la escala cromática de doce notes de cualquier idea de jerarquía interna y volvió iguales las notas. De modo semejante, ya no tenemos la oportunidad de distinguir entre temperamentos musicales, o sistemas de afinación usados para efectos específicos hasta el s. XVIII. Debido a las innovaciones de J. S. Bach, la música que escuchamos está «temperada igualmente» -todas las cuartas o quintas perfeccionadas ahora ecualizadas.

También la astrología ha sufrido el destino de divorciarse de la filosofía, obligada a intentar alinearse con los paradigmas predominantes de la realidad científica; en un periodo de confusión acerca del valor de la experiencia espiritual, se ve llevada a negar sus raíces en la «notio», un contacto con lo numinoso que precede todos los procesos de diferenciación por la mente. Empero, como sugiere Ficino, puede haber un modo muy simple de que el ser humano re establezca una conexión con estas raíces, y preste una vez más un oído interno a la armonía de las esferas:

«Cuando en tus estudios haces un intento serio por postular que hay muchas mentes angélicas más allá del cielo, como luces, cuyo orden las relaciona tanto a unas con otras y con Dios, el padre de todas las luces, ¿cuál es el punto en continuar tus investigaciones a lo largo de tortuosos senderos? Tan sólo contempla el cielo, ruego, oh ciudadano del reino celestial, a ese cielo cuyo orden manifiestamente perfecto tan claramente declara que Dios es su creador»

© Angela Voss, 1991

trad. Enrique Eskenazi

Entrevista a Victoria Zain: Espiral del Tiempo

Entrevista por Laura Etcharren

«Lo que muestran los medios de comunicación es una caricatura de la astrología.” “El lenguaje astrológico no contradice la razón, sino que la lleva un paso más lejos.” (Victoria Zain)

Introducción:

Además de la descomposición social y de la pérdida de lazos de solidaridad antes constituidos, el mundo moderno enfrenta una crisis que también afecta los sistemas de creencias. Razón por la cual, al mismo tiempo que se agudiza el escepticismo, algunas creencias se desvanecen y otras surgen. No obstante, persisten naturalmente otras ciencias milenarias que se revelan a través de nuevas cosmovisiones. Eso implica que, paulatinamente, la construcción de la subjetividad de los individuos se vaya modificando en esta modernidad líquida como la llama el sociólogo Zygmunt Bauman y a la que por supuesto el blog adhiere.

Entonces, para ahondar más rigurosamente en el tema de las creencias, la actividad multidisciplinaria es indispensable y reveladora porque nos permite explicar cómo objetividad y subjetividad conforman una relación dialéctica.

Victoria Zain será la encargada de guiarnos en esta investigación que hoy el Blog de Laura Etcharren propone y que los invita a compartir.

Tiene 31 años y representa a la nueva generación de astrólogos que tienen como premisas básicas la creatividad y el asombroso.

“ Me interesa insertar la astrología a la vida social.”

Ha construido un interesante y novedoso espacio digital que marca diferencias y tendencia http://www.kreoastrologia.blogspot.com / http://www.kreo-astrologia.com.ar Allí se define como amante del Lenguaje y los Mitos; exploradora del Mundo. Investigadora de la Astrología y practicante de Chamanismo. Sin duda, una mujer inquieta en materia de conocimiento que ha iniciado este largo camino de investigación y aprendizaje desde la temprana edad. “Desde pequeña que la astrología está en mi vida.”

Pasó por diversas casas de estudio y al mismo tiempo, como autodidacta e investigadora que es, se nutrió de varias escuelas astrológicas. Casa XI, Fundación Astrológica, entre otros espacios. Fue París el lugar del mundo en el que cursó sus estudios secundarios. También vivió en Lisboa y reconoce que allí comenzó a relacionarse con el leguaje de la astrología. A reconocer que esa era su vocación y no las Ciencias de la Comunicación. Carrera que cursó durante varios años y de la cual capitalizó otro tipo de conocimiento. Confiesa con tranquilidad y seguridad, “la astrología de la que se habla actualmente en los medios de comunicación es cualquier cosa.” Y explica, generosamente, que lo que llaman horóscopo en los medios es una equivocación, puesto que en griego, dicha palabra significa hora y lugar.

¿Cómo definís la astrología?

La Astrología funciona como un lenguaje vivo que refiere a la interconexión dinámica y misteriosa de “lo que existe” (desde el punto de vista de nuestra subjetiva experiencia espiral de tiempo y realidad). Por lo mismo, la defino como una ciencia contemplativa, de esas cuya sintaxis es en primera persona, que vincula lo observado con el observador.

¿Qué es la astrología creativa?

Es mi intento de poner en primer plano el hecho que somos co-creadores de nuestra propia experiencia, en niveles intra-personal, inter-personal y trans-personal. Y te pongo brevemente en contexto: cuando entras en el mundo de lo astrológico a pispiar la estructura de la conciencia, lo más normal es ponerte a leer a la gente y a los hechos en términos de “condicionamientos”. Entonces sabrás como es: se usa la astrología para jugar a predecir (“¿qué me va a pasar?”) ó para describir (“¿quién soy?”), lo cual, en mi opinión, es una vista parcial del proceso de la vida, por lo tanto un handicap no sólo para la disciplina astrológica, sino para nuestro desarrollo como personas.

¿Existen condicionamientos? Claro que sí, los estudiamos desde las distintas disciplinas humanas; y en la carta natal leemos un mapa de nuestros condicionamientos. Pero creo que hay otra vuelta práctica para darle al problema del determinismo y el libre albedrío: y es, en primer lugar, la posibilidad de darnos cuenta de las zonas automáticas para entonces si, empezar a cambiar alguito sobre nuestra realidad intra/ inter/ y trans-personal.

Cuando nos hacemos disponibles a la toma de conciencia y al cambio, entonces se revela el potencial de la astrología como una herramienta para acompañar los procesos creativos. En este sentido, la contemplación de los tiempos subjetivos a través del estudio de la propia carta natal, y de los tiempos colectivos a través del estudio de los tránsitos (lo que llamo “espiral del tiempo”, o energía de presente), favorece expresiones más creativas de nuestras posibilidades, y luego, la toma más lúcida de decisiones.

Estoy experimentando con estas creencias, y es lo que llamo astrología creativa.

¿Cuáles son los hechos o tal vez las cosas que te motivaron a crear un espacio de comunicación para desarrollarla y compartirla con los lectores?

Además de ciertos hechos puntuales, durante los últimos años tuve una serie de experiencias no-ordinarias de ser consciente que fueron sintetizando mi aprendizaje de toda la vida en una vista singular, que sigo desarrollando y poniendo a prueba semana a semana. Es un desafío muy enriquecedor que mi espejo sean desconocidos internautas. Los lectores que enganchan son desde luego aficionados a la contemplación, y muy a menudo conocen a la astrología solamente a través de los prejuicios colectivos. Por eso, también, valoro dar a conocer la ciencia que practico, que a mi vista es tan antigua como sofisticada.

Al leer tu blog, además de sensaciones y percepciones se observa un sentido objetivo acerca de las construcciones sociales. De lo cual deduzco, una línea divisoria que marca una nueva tendencia en el campo astrológico.¿Cuáles son entonces las diferencias que existen entre la experiencia que presentas en tu sitio y aquella astrología que podríamos llamar tradicional?

Agrego a lo que ya te respondí anteriormente. La nueva tendencia se define en el paradigma operativo desde el cual describo la experiencia de realidad. Con mi trabajo participo en el intento -bien de este tiempo- de movernos desde la construcción mecanicista y predeterminada de quién somos como individuos y como colectivo, hacia una construcción de universo co-creativo y orgánico, de tendencias y elecciones automáticas o deliberadas, que describen antiguas tradiciones y nuevas ciencias. En cuanto a mi sitio particular, pienso que la mejor diferencia es que construyo un lector no-astrólogo inteligente. De cualquier forma te llamo la atención sobre lo que llamas “astrología tradicional”: usamos esa rúbrica para la disciplina que define las bases estructurales del lenguaje astrológico, y como tal, ¡es como un título de honor! Probablemente te referís a lo que podemos llamar “literatura astrológica de los medios masivos de comunicación”, o lisa y llanamente “astrología vulgar”, pero suena peyorativo ¿no?

En los magazines televisivos nunca falta una astróloga que repasa qué les sucederá a las personas de cada signo y también revelan el planeta por el cual están regidos en ese momento. Si tuvieras que definir ese modo de transmitir el conocimiento astrológico ¿Cómo lo harías? ¿Te parece serio?

¡Tan serio como los magazines televisivos! Desde el punto de vista de esa astróloga, sin poner en escenario su formación o su operatividad como coacher, supongo que es una salida laboral más bien alimentaria.

¿Existe una continuidad para todos los signos o vale más individualizar?

Hay desarrollos arquetípicos, impersonales y válidos para todos, pero cada carta natal es un universo singular de co-creación intra/ inter/ trans-personal.

¿En qué lugar del espacio social ubicas la astrología?

La Astrología está saliendo muy de a poco del “mundo de las sombras” y de siglos de maltrato, durante los cuales sobrevivió como “ciencia oculta”. En algunos países de Europa es carrera universitaria. En Australia hay un movimiento increíble. En Argentina, es la Fundación Centro Astrológico de Buenos Aires -dedicada a la enseñanza de la astrología tradicional- que pone la primera posta, en la década del 40. Desde entonces se multiplicaron los espacios de enseñanza privados y particulares de diferentes ramas de la astrología. Casa XI, el más prestigioso en la actualidad, con cuatro años de formación básica y postgrados, en un encuadre de tendencia psicológica, tiene más de un centenar de egresados anuales. En los noventas la actual Gente de Astrología instala en Buenos Aires los congresos internacionales para promover el desarrollo de la investigación. El proceso de apertura tiene otro reciente mojón histórico: el 30 de julio pasado nació la Personería Jurídica de la Asociación Argentina de Astrólogos. La inquietud de insertarnos en la comunidad como profesionales es un proceso que le falta decenas de años de trabajo, pero ya se está corporeizando.

Por lo general, cuando se habla de astrología surge la idea del pensamiento mágico ¿A qué se debe?

Indudablemente, a la ignorancia. Lo que muestran los medios de comunicación es una caricatura de la astrología.

Conforme a tus experiencias ¿Qué lugar ocupa el pensamiento mágico en la vida de los individuos? Y ¿Cuánto influye lo individual en lo colectivo?

¿Será la genuina expresión del conocimiento profundo que todos traemos, de que todo esta conectado? Para abordar este asunto es útil entrar en el terreno de los estados de conciencia. Como clasificación básica te propongo los tres grupos de Ken Wilber: 1° estadíos pre-personales, pre-racionales, pre-convencionales / 2° estadíos personales, racionales, convencionales / 3° estadíos trans-personales, trans-racionales, trans-convencionales. Cuando hablamos de “pensamiento mágico” nos referimos al primer estadio, que a grandes rasgos interpreta la conexión en términos de “influencias animistas”: planetas, espíritus, santos, mala onda, lo que sea. Con la techné del estadío personal y su vista mecanicista del universo material buscamos pruebas de esa conexión en el espacio vacío y no la encontramos, entonces juzgamos: no existe cosa tal como “influencia” de planetas, y por lo tanto negamos su existencia y decimos: es superstición, “quienes creen en la astrología son presa del pensamiento mágico” Y de paso nos lastramos un mundo disociado, chato, vacío y sin sentido.

En los estadíos trans-racionales, volvemos a prestarle atención a la sensación de interconexión. Empezamos a vislumbrar la existencia de los entrelazamientos entre las distintas esferas de lo real, que no están solapadas entre si, sino que interactúan en una dinámica que Jung llamó sincronicidad. Y así ingresamos en el paradigma holográfico donde los distintos planos se afectan mutuamente. Desde esta vista, lo individual y lo colectivo son procesos mutuamente intrincados.

¿Consideras que el imaginario colectivo además de cargas racionales posee cargas místicas?

¡Yo diría que el imaginario colectivo, además de poseer cargas místicas, posee cargas racionales! Pero me parece que deberíamos afinar el lenguaje para seguir desarrollando el tema. Concibo la racionalidad como sólo un aspecto del ser, idolatrado como si fuera todo lo que existe. Es interesante un textito del fallecido físico David Bohm, “Sobre el Diálogo.”

Dentro del campo intelectual abundan los prejuicios con respecto a las creencias. Resistencia con todo aquello que no se puede comprobar empíricamente. Sin embargo, hay una tendencia sostenida a recurrir a la astrología para definir hechos de la vida cotidiana. Para ver cuáles son los pasos ideales a seguir. ¿A qué atribuís esa contradicción?

Para mi no es una contradicción sino la expresión de distintos niveles de comprensión de la experiencia de lo real, y del síntoma clarísimo de que por más intelectual que uno se defina, necesitamos darle sentido (cognitivo y sentido) a la experiencia de vivir. La astrología en manos de un buen coacher es una herramienta útil.

Otra cosa: el lenguaje astrológico no contradice la razón, sino que la lleva un paso más lejos.

Al ser la nuestra una sociedad acomodaticia, ¿Evaluaste la posibilidad de que las creencias sean utilizadas de acuerdo a una cuestión de necesidades?

Desde lo abstracto, me parece que las creencias, por naturaleza, están diseñadas para ser útiles. Su función es administrar y digerir la experiencia de realidad de la forma más saludable y orgánica posible. En el momento en que dejan de ser útiles y orgánicas, se vuelven dogmas de fe. En mi opinión, este es el problema: está en cada uno evaluar cómo usa las creencias cotidianamente.

¿Cuanto hay de cierto sobre la relación que los políticos entablan con la astrología para delinear sus actividades?

Es un hecho histórico: la astrología, desde sus comienzos, fue un instrumento usado para gobernar. Hasta donde sé, se recrea continuamente.

Además de la necesidad de indagar por curiosidad en todos aquellos terrenos que tienen que ver con lo mágico y misterioso. ¿Cuál es el verdadero motor que posee la astrología para captar la atención de la gente?

Lo que yo creo y defiendo: el sentido de que todo está conectado y de que cada uno es un pulso vital en un sistema humano que quiere empezar a sanar la enfermedad de la disociación.

Por otro lado, lo que quieras encontrar en la astrología no se separa de los deseos que perseguís para vivir. Para otros, por ejemplo, puede ser atractiva la sensación de poder, o de control. O la necesidad de confirmarse a sí mismo o de encontrar la justificación de su destino predeterminado en vez de hacerse cargo de tomar una decisión (…)

Recorriendo tu blog también encuentro racionalidad. Análisis de los estados individuales a través de una escritura rigurosa que no escapa al cientificismo. Razón por la cual, me gustaría conocer los parámetros que utilizas para no alejarte de lo objetivo y establecer así una relación dialéctica con un sistema de creencias.

La Astrología es un lenguaje de una sintaxis simbólica, es decir: viva, abierta, multidimensional, pero cada letra es precisa. Cuando escribo sobre la carta de una lunación, me esfuerzo por ser lo más rigurosa y lo más impersonal posible. Eso sí: estamos dentro de los parámetros de una ciencia, una de naturaleza contemplativa, es decir: que no separa lo observado del observador. Esto significa que cuando interpreto la experiencia de realidad a la luz de la sintaxis astrológica, se juega mi experiencia como ser humano. Es inevitable.

¿Apelas a la memoria emotiva al momento de plasmar los cambios, las experiencias y los replanteos que se producen con los cambios lunares?

Es inevitable. Como el actor, que para interpretar un papel recurre a su materia prima muy personal: sus emociones. Uso no sólo mis emociones, sino también mi conocimiento, mi sentido, mi tiempo, para hablar de los patrones de una carta de lunación. De otro modo, no es posible la identificación: te encontrarías con un texto vacío de espíritu.

¿Por qué las creencias determinan la construcción de la subjetividad de los individuos en un mundo moderno y globalizado?

Las creencias son un ingrediente abstracto de nuestra totalidad. Son tan determinantes de la experiencia de lo real como nuestra necesidad de alimento. El punto es: ¿cuál es la calidad del alimento? ¿Tus creencias te abren posibilidades, o te encierran en una idea estéril de lo que sos, y de lo que es el mundo?

En el marco de esta sociedad moderna y contemporánea y luego de haber llegado a esta instancia del camino, la astrología ¿es ciencia o disciplina?

Ciencia, disciplina, arte, oráculo, es tan compleja que en mi opinión, no corresponde optar por una rúbrica.

¿Por qué?

La Astrología es una ciencia antigua y que en mi opinión, está en pañales. Los pilares cognitivos que le dan cohesión siempre fueron “abstractos”, difícilmente explicables en términos de la lógica racional cartesiana, más explicables en términos de “lógica de ensueño”. La comprensión de lo misterioso del hecho astrológico se da en la meditación, e interpretar este misterio no puede ser otra cosa que arte. Y es disciplina, método, creatividad. Existe la posibilidad de que la mélange sea profesional. Pero yo creo que con el tiempo (siglos tal vez) el avance de las nuevas ciencias de vanguardia que conciben la realidad holográfica favorecerá la aceptación de la astrología como una ciencia con todas las letras. Una ciencia contemplativa.

¿Cabe la posibilidad de teorizar sobre la astrología que manejas o hacerlo implicaría caer en lugares comunes que nos alejan de lo que vos has dado en llamar “el primer experimento de astrología creativa para alinearnos deliberadamente con el Espiral del Tiempo.”?

Por ahora estoy experimentando. La interpretación ocurre, es inevitable. Probablemente cuando el experimento finalice, haya tomado forma una especie de teoría, no con conclusiones, sino con inconclusiones provisorias. El hecho astrológico es misterio. Y esto quiere decir que lo que hoy interpreto como real, lo más probable es que mañana ya no lo vea así. Nada nos quita la dicha de que bailemos con esta creencia.

La astrología de Kepler – Johannes Kepler

Pasajes seleccionados y traducidos al inglés por el Dr. Kenneth G.Negus en 1987 (Eucopia Publications, Princeton, Nueva Jersey).

Traducidos al castellano por Ana Stellino.

1. FUNDAMENTOS

1.1 Tertius Interveniens [El tercer interventor]

A saber, advertencia a varios teólogos, médicos y filósofos,
especialmente al doctor Felipe Feselius,
para que, cuando rechacen adecuadamente
la supersticiosa contemplación de las estrellas,
no tiren al niño con el agua del baño
y debiliten con ello impensadamente sus profesiones.
Para la necesaria instrucción de todos los auténticos amantes
de los misterios naturales.

(Portada de un libro en que Kepler defiende una astrología seria.)

1.2 La indefectible experiencia de que los eventos mundanos están en armonía con los cambios que ocurren en los cielos ha forzado mi renuente creencia.
(Citado en Fred Gettings, The Book of the Zodiac [Londres: Triune Press, 1972], p. 115; fecha desconocida)

1.3 Los cielos no actúan sin mediación, pues el poder vital del alma conserva su soberanía cuando hace que sus obras estén en consonancia con las armonías celestes, bajo esta presunta ‘influencia’ de los cielos. Desafortunadamente, el término ‘influencia’ ha cegado a los filósofos al grado de que preferirían trabarse en locos desvaríos con las masas incultas que pensar científicamente como yo lo hago.
(La Armonía del Mundo, 1619)

1.4 Esta curiosidad [un tipo frívolo de astrología predictiva] florece y le estimula a uno a aprender astronomía. Y la astronomía no es rechazada, sino que se la encomia altamente, como es apropiado. Ahora bien, esta Astrología es una hija necia (como lo expresé en mi libro de Stella, Cap. XII). Pero, por Dios santo, ¿qué le ocurriría a la madre, la muy razonable Astronomía, si no tuviera a esta hija necia? El mundo, después de todo, es mucho más necio; de hecho, tan necio que la vieja y sensata madre, la Astronomía, es persuadida y engañada como resultado de las tontas locuras de su hija…
El salario del matemático sería tan exiguo que la madre moriría de hambre si la hija no ganara nada. Si en un principio nadie hubiera sido lo bastante necio para esperar aprender el futuro a partir de los cielos, entonces, señor Astrónomo, no habría usted llegado a ser tan inteligente como para pensar que era preciso dar a conocer el curso de los cielos para honor y gloria de Dios. De hecho, no habría usted conocido nada del curso de los cielos.
(Tertius Interveniens, 1610. Es importante observar aquí que Kepler se refiere a una tipo particular de astrología [«esta astrología»] y no a toda la astrología.)

1.5 No debe considerarse increíble que se puedan obtener conocimientos útiles y reliquias sagradas de la insensatez y la impiedad astrológicas. De este sucio lodo puede incluso recogerse algún caracol, unas ostras o alguna anguila para la propia alimentación; en este enorme criadero de gusanos es posible hallar los de la seda; y por último, de este hediondo estercolero una gallina diligente puede desenterrar una buena semilla, en realidad incluso una perla o una pepita de oro.
(Ibid.)

1.6 A menudo he sostenido que es un gran error rechazar algo por completo debido a sus imperfecciones, pues de esta manera ni siquiera la ciencia médica se salvaría.
(Ibid.)

1.7 El señor von Taxus escribe bajo el encargo de analizar el nacimiento [de Wallenstein] tan extensa y detalladamente como le sea posible. Aun más, una vez que yo lo haya corregido, se supone que debo explayarme al respecto con amplitud incluso mayor.
Para cumplir el encargo, limité el alcance de las particularidades mundanas. Desde luego, a los astrólogos no les faltan técnicas para satisfacer la curiosidad de la gente. Pero he sometido tales «reglas» a la prueba filosófica, y no encuentro para ellas utilidad alguna. ¿Se supone que, aun así, debo permitir que se me use como comediante, actor o alguna otra especie de animador de feria? Hay numerosos astrólogos jóvenes que muestran esta inclinación y tienen fe en tales juegos. Quien quiera ser engañado con los ojos abiertos, que recurra a los actos y espectáculos de esos hombres. La filosofía, y por lo tanto la astrología genuina, es un testimonio de la obra de Dios y, en consecuencia, es sagrada. No tiene nada de frívolo. Y, por mi parte, no deseo deshonrarla.
(Bosquejo Revisado de Este Horóscopo [el de Wallenstein]. Trazado en enero de 1625)

2. GEOMETRÍA, ARMONÍA, ARMÓNICOS

2.1 Quiera Dios liberarme de la astronomía, para que pueda dedicarme a trabajar en mi obra sobre la armonía del mundo.
(Citado en Franz Hammer, «Die Astrologie des Johannes Kepler», Sudhoffs Archiv 55, 2 [1971], p. 124; ca. 1610)

2.2 He completado ya mi obra confesional… Me entrego ahora a una sagrada locura… Estoy lanzando los dados y escribiendo un libro para el presente o el futuro. No me importa cuál. ¡Quizá [el libro] deba esperar cien años para encontrar su lector!
(Ibid., 1618)

2.3 La geometría o armonía de los aspectos no se establece entre las estrellas del cielo, sino que más bien se localiza aquí abajo, en la tierra, en el punto que reúne todos estos rayos.
(Tertius Interveniens)

2.4 El lazo más fuerte mediante el cual este mundo inferior se conecta con el cielo y se unifica con él consiste en que todos los poderes se forjan desde arriba de acuerdo con la enseñanza de Aristóteles, a saber, que dentro de este mundo inferior se oculta una naturaleza espiritual capaz de operar a través de la geometría, que se vitaliza a través de las relaciones geométricas y armónicas, originándose en una urgencia interior implantada por el Creador, y que inspira y motiva la utilización de tales poderes.
Si las plantas y los animales tienen esta capacidad, como la tiene la tierra entera, es algo que no sé. No parece imposible.
(Ibid.)

2.5 [Hay]… una unidad mucho más noble y milagrosa entre el cielo y la tierra [que la unidad material]. Esta [unidad] es incapaz de producir nada material. Es formal. Se mueve a través de las formas en este mundo inferior, y no lo hace sólo a través de las formas mudas, como se las encuentra en la piedra y el hueso, sino más bien a través de los poderes espirituales, a través del alma, la razón; de hecho, a través de la comprensión de los elementos más sutiles que se hallan presentes en toda la geometría de las cosas. Pues las criaturas terrenales están constituidas de modo tal que pueden ser así capaces de canalizar el reino celestial.
(Ibid.)

2.6 Las cantidades forman la estructura original del mundo… comprenden un reino maravilloso, de hecho divino, y expresan en símbolos lo Divino y lo humano por igual… No pretendo probar nada acerca del misticismo de los números: considero que es imposible hacerlo.
(La Armonía del Mundo, 1619)

2.7 Las cualidades armónicas fueron exhaladas por esa armonía esencial original, Dios mismo, en el proceso creativo (pues Él es esencia activa), y las insufló, en partículas de Su propia imagen, a todas las almas en mayor o menor medida.
(Ibid.)

2.8 No encontramos ningún cuerpo ni ninguna otra cosa de este mundo que fuera hecho y especificado por Dios con base en un heptágono, un eneágono [1/9 del círculo] o un endecágono [1/11 del círculo]. En consecuencia, se da también el caso de que la naturaleza no gusta de ninguna proporción que se derive de esas figuras [geométricas] rechazadas.
(Ibid.)

3. LAS CASAS

3.1 Los astrólogos han inventado la división en doce casas para dar una variedad de respuestas a cualquier cosa que pueda preguntar un ser humano. Pero considero que esta práctica es imposible, supersticiosa, predictiva y un apéndice de la brujería árabe, por cuanto permite responder sí o no a cualquier pregunta que se le ocurra a una persona, dar un oráculo a partir de la astrología y, en consecuencia, confiar en la inspiración de un espíritu del Cielo (o, más bien, del Infierno).
(Informe a Wallenstein, 1606)

4. EL ZODÍACO

4.1 Con la división del zodíaco en doce signos, se le hace un servicio al arte [de la astrología] y a la memoria: el orden natural del cielo, empero, no se apega a este orden.
(Discurso sobre la Gran Conjunción y Varias Profecías para 1623)

4.2 [En la Antigüedad] los campesinos debían buscar su calendario en el cielo… Cuando había luna llena, les era fácil advertir, por ejemplo, que la primera luna llena aparecía en los cuernos del Carnero, la segunda cerca de las Pléyades, la tercera cerca de los Gemelos, etc., y finalmente que la decimotercera volvía a salir en la primera constelación, los cuernos del Carnero. Así, la luna llena dividió todo el círculo en 12 partes.
Pero la luna llena no forma exactamente 12 piezas, sino más bien 37 piezas en tres años; por lo tanto, cada año comienza por un punto de partida diferente. Pese a ello, la división exacta en 12 persistió, al igual que el mismo punto de partida… [Otra] razón de que haya doce partes se deriva de los aspectos. La experiencia y La Doctrina de los Armónicos (que, Dios mediante, espero concluir pronto) atestiguan el hecho de que cuando dos planetas están en aspecto entre sí, por ejemplo, por un cuarto de círculo, se produce un poderoso efecto; algo semejante ocurre cuando están separados por un tercio o un sexto de círculo. Ahora bien, la diferencia entre un cuarto y un tercio, así como entre un sexto y un cuarto, es un doceavo. De esta manera, también en este caso el círculo se divide en doce, pero sin ningún punto de partida particular. Hay así más aspectos que los que teníamos previamente… Parece que esta antigua división del zodíaco en doce partes iguales se funda ante todo en una arbitrariedad humana, y que los signos no están en realidad o por naturaleza tan precisamente separados entre sí, ni que sus características, según se definen por estos límites, se yuxtapongan… En lo que respecta al punto cardinal y al primer punto de Aries, esto es realmente algo natural.
(Informe sobre la Triplicidad de Fuego, 1603)

4.3 Si uno recurre a los planetas o los nacimientos para demostrar la naturaleza de los signos [zodiacales], entonces la investigación se oscurece mucho. Esto es comparable a la imagen del sol en aguas turbulentas, donde se ve un claro relampagueo por todas partes, pero sin percibirse la figura o la imagen del sol, ya que el agua se mueve arremolinadamente. Pasa algo semejante con los nacimientos: que el cielo funciona en el interior del ser humano puede apreciarse con bastante claridad, pero qué hace específicamente permanece oculto; mucho menos se advierte qué cualidad posee cada signo o en qué punto éste comienza y termina. Ello se debe a que numerosas causas convergen y se entremezclan. En consecuencia, sostenemos la afirmación de que no existe experimento que pruebe que los doce signos se dividen en cualidades diversas, especialmente en vista del hecho de que en la otra zona templada [es decir, el sur], los signos que nos dan calor deberían ser considerados como fríos, y viceversa…
(Respuesta al Discurso del Dr. Röslin, Médico y Filósofo, sobre la Naturaleza de la Época Presente, 1609)

4.4 Una fantasía choca con otra. Saturno es asignado a Capricornio, frío y seco, pero ¿qué tiene que ver con Acuario, cálido y húmedo? ¿Qué tiene que ver Venus con él, que de modo semejante debe vérselas con un par semejante? El pobre Júpiter debe proteger el fuego y el agua, Sagitario y Piscis, de modo que adquiere un buen temperamento. Pero ¿qué buen temperamento tiene Marte, que también rige a otro par? Si los signos están adscritos a los planetas a los que uno los atribuye, entonces poseen estas cualidades; si poseen estas cualidades, entonces deben tener sin duda otros regentes, o ninguno…
(Ibid.)

4.5 Las bases de esta división [del zodíaco en doce partes iguales] no derivan de la naturaleza de lo que se está dividiendo, y no ofrecen ninguna división natural, sino que más bien ésta es puramente geométrica o aritmética. ¡Astrólogos, vayan a buscar otra!
(Citado en F. Hammer, Op. Cit., p. 122)

4.6 En mi libro, recusé en efecto el concepto de que las divisiones del cielo en doce signos y la distribución de éstos entre los planetas [es decir, como regentes] tuvieran alguna base en la naturaleza. No obstante, como la raza humana ha concebido esta partición desde la época de los caldeos hasta nuestros tiempos, y en todas las naciones, pongo a consideración del lector la posibilidad de que Dios mismo no se conforme a ella, aun cuando tal división no sea natural, y de que Él desee hablar a los seres humanos por este medio en un lenguaje o con un método de comunicación que ellos comprendan.
(On the Nova in the Foot of Ophiucus, 1606)

4.7 No quiero que se entienda que he dicho que deseo abandonar esta antigua división [es decir, el zodíaco], pues también agregué que hay que conservarla necesariamente en aras de la memoria. Mucho menos la ataqué como algo desagradable estéticamente, o como estorbosa, sino que, más bien, quise expresar esta idea: Aunque la naturaleza preparó el camino para la división, fue la razón humana por sí sola quien la creó, y en forma tal que siempre comenzaba por un cierto punto de partida; tampoco tenía que referirse a las propiedades naturales con que supuestamente los signos se distinguen entre sí. Aunque el sol, a medida que avanza por los doce signos, cambia las estaciones en la tierra de acuerdo con las cuatro cualidades, esto no se produce en esa secuencia [que fue creada por los astrólogos]…
(Respuesta al Dr. Röslin…, Op. Cit., 1609)

5. PLANETAS Y ASPECTOS

5.1 La experiencia, más que ninguna otra cosa, da credibilidad a la eficacia de los aspectos. Esto es tan claro que sólo puede ser negado por quienes no los han probado en sí mismos… He señalado que la astrología es, en realidad, un arte, y que posee sus principios y su evidencia. Los astrólogos comienzan por su experiencia, juzgan de acuerdo con sus casos según se les presentan y callan con respecto a los casos que aún no han vivido. El procedimiento es el mismo que en otras artes, cuando se empieza a adquirir conocimiento, especialmente como en la medicina…
(Tomado de cartas a Herwart y Feselius; fechas desconocidas)

5.2 Esta capacidad que confiere poder a los aspectos no se apoya en los cuerpos celestes mismos; pues los aspectos… se encuentran en la tierra y son puras figuras, cuya esencia no emana del movimiento planetario, sino que más bien se produce por la posición accidental de cada par de cuerpos con respecto a la tierra. Tal como la psique, que mueve al cuerpo, no se encuentra en el objeto, sino donde la imagen del objeto es imaginada, de manera semejante ese poder que vuelve eficaces a los aspectos debe ser inherente a todos los cuerpos sublunares, de hecho a la tierra entera. Todo el poder vital es, como se ve, un reflejo de Dios, quien crea de acuerdo con principios geométricos, y se activa en virtud de esta misma geometría o armonía de los aspectos celestes.
(Sobre los Fundamentos Más Ciertos de la Astrología, 1602)

5.3 Un aspecto es una conexión geométrica entre los rayos de luz de dos planetas aquí en la tierra. Una conexión geométrica es una relación, una cosa de la mente. Una relación no tiene efecto alguno. Por lo tanto, se sigue que el aspecto no crea la lluvia de sí mismo.
Por otro lado, se advierte que la naturaleza exuda lluvia del suelo cuando hay un aspecto. Antes y después está en calma, aun cuando los dos rayos de luz se encuentren presentes [pero no en aspecto]. De esto se sigue que la Naturaleza no es movida por un aspecto efectivamente, sino más bien objetivamente, tal como un campesino es movido a bailar por la música. Sin embargo, cualquier cosa que sea movida objetivamente se experimenta en el objeto mismo y lleva en sí el principio del movimiento…
(Respuesta al Dr. Röslin…, Op. Cit., 1609)

5.4 Como Dios el Creador tocaba música, así también enseñó a la Naturaleza a tocar como él, es decir, precisamente la pieza de música que tocaba para ella. Así ocurre que, con respecto a la música, el alma natural de ningún ser humano quiere tocar con base en heptágonos, ni disfruta la melodía si esta proporción se les da a las voces, porque Dios no tocaba con estas figuras.
(La Armonía del Mundo, 1619)

5.5 A fin de evitar que el número de aspectos crezca demasiado, creando así confusión en la aplicación práctica, hay que detenerse en la cuadratura, el quintil y el biquintil, y no continuar derivando aspectos en grado extremo; tales aspectos resultan sumamente débiles.
(Op. cit.)

5.6 El alma humana, en el momento de los aspectos celestes, recibe un impulso especial para llevar a cabo la actividad y las tareas en que está ocupada en ese instante. Lo que el aguijón es para el buey, las espuelas o las riendas para el caballo, el tambor y la trompeta para el soldado, un discurso acalorado para el oyente, la melodía de una flauta, una gaita o un violín para un grupo de campesinos, así son estas cosas para toda la configuración celeste de los planetas apropiados… Incitan a las personas, pero son incapaces de garantizar el resultado.
(Op. cit.)

6. HERENCIA

6.1 Creo que en el momento del nacimiento de los niños, y particularmente del primogénito, los planetas, así como el Ascendente y el Medio Cielo, suelen hallarse en los mismos grados zodiacales, o en cuadratura u oposición a esa zona, que cuando nació el padre o (especialmente) la madre. También creo que se producen los mismos aspectos o aspectos similares… Yo nací cuando a la Luna le faltaban cuarenta grados para estar en oposición con el Sol. En el caso de mi primogénito, a la Luna le faltaba la misma cantidad de grados para hallarse en conjunción con el Sol. Para mi segundo hijo, la Luna había pasado la oposición con el Sol por igual número de grados. Cuando nació el cuarto niño, la Luna estaba a 38 grados de la oposición con el Sol. Para mi tercer hijo, el caso no era muy diferente, pues la Luna se encontraba a una separación de 40 grados del Sol, más un día de movimiento lunar: se esperaba el parto para el día previo. Dejo de lado otros ejemplos que coinciden con estos.
(Ibid)

7. EL HORÓSCOPO NATAL Y SU IMPRONTA

7.1 Cuando la vida de un ser humano comienza, cuando tiene ya su propia vida y no puede seguir permaneciendo en el vientre materno, recibe entonces un carácter y una impresión de todas las configuraciones celestes (o imágnes de los rayos que forman intersección en la tierra), que conservará hasta la tumba.
(Tertius Interveniens, 1610)

7.2 No se recibe ese carácter en el cuerpo, que es demasiado torpe para ello, sino en la naturaleza del alma misma, que es como un punto. De este modo el alma puede transformarse en ese punto en que convergen los rayos, y no sólo puede participar de esa facultad de razonar por la que únicamente nosotros, entre las criaturas vivientes, somos llamados racionales; también se le implanta otro tipo de razón: la geometría, que puede percibirse instantáneamente en los rayos, así como en la música, sin necesidad de un prolongado proceso de aprendizaje.
(Ibid.)

7.3 La naturaleza de un ser humano, al principio de su vida, no sólo recibe una imagen instantánea del cielo, sino también de su movimiento, según se percibe desde la tierra, durante varios días sucesivos; y de este movimiento deriva la forma en que manifestará tal o cual humor, y el tiempo en que esta naturaleza sincronizará, con mucha precisión, estos acontecimientos, según se halle determinado por las direcciones seguidas los primeros días de vida.
(Ibid.)

7.4 El poder vital que se enciende en el corazón y arde allí mientras dura la vida es, en cierto sentido, un zodíaco. Se compone de energía y de una poderosa efusión. Así, toda la figura sensorialmente perceptible del zodíaco fluye hacia las funciones vitales en cuanto despiertan al momento de nacer y alcanza en ella su completo desarrollo. (El cielo está luego en libertad de moverse hacia otras configuraciones y tomar nuevas formas)… En el punto donde [el poder vital] empieza a ser lo que fue entonces (en el momento de nacer), cuando ha incorporado las armonías a sí mismo, la armonía sensorialmente perceptible de los rayos planetarios fluyen hacia él con mayor fuerza.
(La Armonía del Mundo, 1619)

7.5 En el poder vital del ser humano que se enciende al nacer brilla esa imagen recordada a la que me referí también en relación con la Tierra-Alma. Tan grande es la persistencia de la imagen-carácter celeste y de todos los detalles del tema natal, y tan perdurable es la imagen natal del alma, que no se les olvida hasta el final de la vida. Los tránsitos planetarios sobre las posiciones más importantes del horóscopo hacen que se incite el poder vital mencionado, como si esas posiciones no fueran simples imágenes de cosas pasadas hace mucho que permanecen en el alma, sino más bien cuerpos celestes reales. Así, por ejemplo, es como si no hubiera uno, sino dos soles en el cielo, que se unifican y ponen en marcha, mediante su unión, la naturaleza del poder vital.
(Ibid.)

7.6 La constelación natal no es más que una forma vacía. Cuando el alma es vertida en ella, el ser humano no asume esta forma de inmediato. Sigue siendo difícil de manejar, conserva gran parte de la manera de pensar y sentir de la madre, y mezcla esto con el nacimiento. Así el nacimiento forma y configura el alma, pero no produce una nueva, ni cambia el alma por completo.
(Carta a Fabricius; fecha desconocida)

7.7 Las personas nacidas cuando hay numerosos aspectos planetarios suelen volverse industriosas e inquietas, ya sea que desde su infancia se acostumbren a amasar fortuna, o que hayan nacido o estén destinadas a tener una activa vida pública, o que se dediquen al aprenizaje… El horóscopo natal es algo maravilloso.
(La Armonía del Mundo, 1619)

7.8 Puede decirse, en general, que una vida fácil y feliz sólo puede lograrse si los rayos y las cualidades de los planetas armonizan entre sí de la manera apropiada, vale decir, geométricamente. Esto sólo se produce cuando el carácter de toda la configuración celeste se imprime en el poder procreador, nutricional, formativo, sensual y animal del ser humano. Pues el cuerpo es una materia prima demasiado tosca para que sea capaz de absorber el sutilísimo carácter de una cosa intangible pero, aun así, perceptible. Creo que ésta es por lo tanto la razón de que, aunque el cielo realiza constantemente toda clase de cambios posibles, se preserva no obstante el carácter de esa configuración, a saber, la configuración que se hallaba en los cielos cuando la vida del ser humano fue encendida al nacer y, por así decirlo, vertida en el molde… Las imágenes de las cosas celestes se imprimen en el interior del ser humano mediante algún método de absorción oculto… Aun más, eso que, en nuestra memoria, es el carácter de lo que se vio, oyó y pensó; vale decir, en esa particular facultad del alma, el carácter del cielo que se virtió en nosotros cuando nacimos. Por otro lado, cualquier acto de pensar que nos lleve a recordar [nuestro nacimiento], o cualquier acto de volver a sentir que nos mueva a traer a la memoria nuestras primeras sensaciones, es en todo caso, por algún proceso misterioso, el renovado movimiento del cielo y el tránsito de los planetas por las posiciones natales.
Pero todo esto constituye un asunto sumamente escabroso, que puede fácilmente inducir a error, y por ello no quiero afirmarlo con total certeza y estoy abierto a las opiniones que los eruditos tienen al respecto.
(On the Nova in the Foot of Ophiucus, 1606)

8. EL ESPÍRITU DE LA TIERRA

8.1 El doctor Roeslin se equivoca cuando afirma que la tierra no es más que un cuerpo grosero, a la que el cielo no infundió los esenciales. Mi respuesta es que si la tierra no fuera más que un cuerpo grosero, dejaría de moverse. Contiene, empero, un alma, que entre otras actividades hace girar la carne (la tierra) en el asador una vez por día, de modo que participe del calor del sol uniformemente. Así, no pertenece al cielo, sino que es animada por éste debido a que constituye una entidad de un tipo que posee alma y espíritu.
(Respuesta al Dr. Röslin.., Op. cit., 1609)

8.2 Me gustaría trazar una comparación entre el poder vital del ser humano y el Mundo-Alma en lo que respecta a la influencia celeste. Me parece que la Tierra-Alma es un círculo que no posee principio ni fin y que no establece conexiones en ninguna parte. El poder vital del ser humano, por otro lado, puede ser comparado a un círculo que, al parecer, posee, por así decir, diversos puntos de unión. La razón de esto es que la Tierra-Alma no tiene un nacimiento, ya que siempre permanece igual y nunca nace, nunca comienza. Pero el nacimiento del ser humano, que quizá acaba de venir al mundo y ya avanza hacia la muerte, asume el carácter de su comienzo, por lo que ciertos puntos del principio y del fin se distribuyen por todo el zodiaco.
(Ibid.)

9. LA PREDICCIÓN Y SUS TÉCNICAS

9.1 Algunas predicciones sobresalientes de eventos futuros (de naturaleza general), obtenidas mediante la predicción del movimiento celeste, se encuentran bien fundadas en la experiencia. Cualquiera puede consagrarse con tanta diligencia a la astrología como un botánico a un medicamento herbal, quien se asegura de los efectos de las hierbas en su propia persona. De hecho, esa diligencia es necesaria. Y todos los días se produce cierta corroboración, y la experiencia amplía cada vez más nuestro conocimiento. Esos ejemplos de la astrología, como los que se mencionaron anteriormente, encuentran su base, en creciente medida, en la naturaleza o en la filosofía cuando los consideramos con sumo cuidado.
(Tertius Interveniens, 1610)

9.2 En lo que respecta a algunas personas, no resulta aventurado pronosticar generalidades sobre su fortuna o su desgracia futuras. Esto se debe a que el astrólogo presupone naturalmente que cada quien es el creador de su propio destino, salvo donde Dios interviene para mantener el orden en casos extraordinarios. El astrólogo percibe, hasta cierto punto, la conformación y la índole humana de este creador, cuya personalidad queda impresa en su naturaleza al nacer.
(Ibid.)

9.3 Debo confesar que muchas cosas que, supuestamente, ocurren de acuerdo con los pronunciamientos de los astrólogos se atribuyen a causas que no son en absoluto sus causas.
(Ibid.)

9.4 De este ejemplo [es decir, de mi propia vida], cualquiera puede concluir sin dificultades que la astrología difícilmente es capaz de ofrecer respuestas precisas, sólo con base en el horóscopo, a esas cuestiones que suelen presentársenos: sobre los padres, el sexo, las propiedades, los hijos, el número de esposas, sobre la religión y el gobierno, sobre los amigos, los enemigos, la herencia, la familia, los lugares de residencia y una infinitud de otras cosas.
(La Armonía del Mundo, 1619)

9.5 Si, con base en el horóscopo natal, se pueden establecer suficientes supuestos acerca de las características del alma, entonces se obtendrán conclusiones muy útiles sobre el destino más amplio y general de un ser humano. Estas conclusiones sólo son, empero, supuestos, y nada más. Desde luego, uno puede engañarse a sí mismo cuando intervienen condiciones diversas, de tipo tanto natural como sobrenatural.
(Ibid.)

9.6 Todas las cualidades naturales de los cinco planetas, así como de algunas de las estrellas fijas más importantes… pueden ser captadas por el entendimiento humano, aunque no en forma perfecta, e integradas en una especie de ciencia o cuerpo de conocimiento, el cual puede utilizarse para pronosticar eventos futuros de la misma manera y tan completamente como se hace en medicina con las varias y distintas hierbas.
(Tertius Interveniens, 1610)

9.7 Cada día después del nacimiento significa un año; dos días, dos años, y así sucesivamente. Se sigue de esto que debe trazarse el sol sobre la eclíptica de acuerdo con su movimiento diurno; el M.C., según su ascensión recta; el Ascendente, según su ascensión oblicua, y siempre, en referencia con la hora de nacimiento, con la ascensión recta del lugar trazado del sol; de este modo, el horóscopo siempre se hace de nueva cuenta. La luna también debe ser trazada sobre la eclíptica, de acuerdo con el movimiento diurno del sol. Pero hay que eliminar la pars fortunae (la Parte de la Fortuna), y no trazarla, porque no es un cuerpo celeste ni forma parte del cielo. También hay que desistir de trazar los planetas restantes, porque no tienen, en sí mismos, nada en común con el movimiento de la tierra.
(Ibid.)

9.8 Las predicciones naturales son más confiables que las astrológicas, porque se derivan de causas terrenales y directas, y por lo tanto tratan más precisamente la cuestión específica. Así, un estratega militar conoce la fortuna o la desgracia futuras [en la guerra]; un abogado, el resultado de sus casos; un historiador, los cambios en el gobierno; un anciano, la condición futura de sus hijos; un médico, el resultado de una enfermedad; un campesino, la fertilidad anticipada o las lluvias del día siguiente. Cada uno está mejor capacitado para pronunciarse sobre su área especial que el astrólogo… La especialidad de este último consiste en examinar la singular causa general y universal, el curso de los cuerpos celestes.
(Almanaque para el Año de Nuestro Señor, 1598)

10. RECTIFICACIÓN

10.1 Los astrólogos reconocen este [problema] y lo resienten poderosamente, pero también poseen métodos para superar tal incertidumbre, uno mejor que otro… [Se ha dicho] que si el error consiste sólo en un minuto es demasiado, y se calculó que se descuidan aquí y se pasan por alto muchos miles de millas [en ese tiempo]. He indicado que las dimensiones del firmamento no deben engañarnos: el alma natural del ser humano no es mayor que un único punto, y en este punto quedan potencialmente impresos la forma y el carácter de todo el cielo, sin importar si éste es cien veces más grande. Un error de un minuto no implica una diferencia mayor que un cuarto de año. ¡Oh, qué felices se considerarían los astrólogos si pudieran predecir correctamente dentro de un cuarto de año!
(Tertius Interveniens, 1610)

11. INFLUENCIAS MALÉFICAS Y BENÉFICAS

11.1 Dios no creó a los seres humanos sino hasta después de haber creado los planetas. Luego de esto Dios procedió a dar forma a la humanidad. Le habría resultado muy fácil formarnos de tal manera que sólo tuviéramos que vérnoslas con el afable Júpiter, y que experimentáramos a Saturno o Marte tan escasamente como experimentamos una roca inerte. Por ello, debe ser bueno y sagrado que el hombre no sólo experimente al afable Júpiter, sino también al frío Saturno y al ardiente Marte. Y que estos dos lo dañen tan poco como la bilis y la hiel dentro de su cuerpo. Pero los médicos ordinarios menosprecian estos humores [líquidos] considerándolos excrementos, tal como se menosprecia a Saturno y Marte considerándolos planetas malignos… No puedo concebir a la bilis como un excremento, sino como una sustancia necesaria que forma parte de las materias nutritivas que fluyen por los vasos sanguíneos.
(Ibid.)

11.2 En los cuerpos celestes mismos no hay nada sino luz, colores, cualidades indicadas por los colores, calor, humedad y, finalmente (aquí abajo sobre la tierra, en la combinación de los rayos de luz), geometría o armonía. Estas cosas son todas buenas, y no lo es menos el carácter de ellas que se imprime en la naturaleza del ser humano recién nacido, ni tampoco lo es menos el orden correcto y saludable de las cosas según lo establecido por Dios, pues todo lo que Dios creó es bueno. Pero siendo lo que es la naturaleza humana y dado que su entendimiento utiliza mal una u otra cualidad o armonía, esto no es culpa del cielo, ni de sus rayos de luz, ni de su armonía, ni de su carácter, sino que más bien lo que está en falta es la mala voluntad que se permite a sí misma ser despertada por el pecado original.
(Ibid.)

11.3 No creo que exista nada maléfico en el cielo. Digo esto principalmente… porque el hombre se caracteriza por una naturaleza que sigue su curso aquí en la tierra y que produce, por sí misma, el efecto emanado de las radiaciones planetarias. Se asemeja al sentido del oído que nos permite escuchar armonías y confiere tal poder a la música que ésta obliga al oyente a bailar.
(Ibid.)

12. DESTINO Y LIBRE ALBEDRÍO

12.1 No atribuyo en lo absoluto a los cielos la manipulación de los asuntos terrenales. También en este aspecto mi postura filosófica difiere enormemente de ese disparate que sería preferible llamar locura.
(La Armonía del Mundo, 1619)

12.2 Parece que son tres las cosas en que se funda el destino humano, en la medida en que éste es natural: el alma, la estructura del cuerpo y el ángel guardián. Nadie dudará de la existencia de la primera; la segunda permanece algo oculta y no se la reconoce muy ampliamente; sólo puedo ofrecer supuestos con respecto a la tercera… Pues las Santas Escrituras dan testimonio de los ángeles guardianes (Job 33, Mateo 18, Lucas 15), en el sentido de que algunos son nombrados protectores de seres humanos particulares y se les asigna la tarea de prevenir a sus pupilos e interceder por ellos ante el tribunal de la Divina Providencia.
(Ibid.)

12.3 Si el lector imagina una verdadera causa natural, y luego reflexiona en que el cielo, con todas sus influencias, no opera en forma distinta de ninguna otra causa natural en lo que respecta a cómo puede ser usado bien o mal, aceptado o rechazado, entonces que cada quien, en ciertas épocas [de peligro], considere cuidadosamente a las personas que lo gobiernan, y que domine además su propio corazón y su propia mente, para que no vaya a lanzar una brizna de paja al fuego…
(Pronósticos para 1618 y 1619, 1618)

INTERPRETACIÓN DE KEPLER DE SU PROPIA CARTA

Mercurio en la séptima casa significa rapidez, e indolencia porque es veloz. El Sol en sextil con Saturno revela meticulosidad y paciencia. Las siguientes dos características son opuestas en el ser humano: constante cargo de conciencia por el tiempo perdido y constante pérdida de tiempo de la que uno mismo es culpable. Mercurio causa inclinación a las bromas y el juego, resultante también del placer por las cosas más banales. Pues de niño me dedicaba apasionadamente a jugar. De joven, otras cosas cautivaban mi mente y, por lo tanto, me consagré a otras actividades; así, es cuestión de juicio lo que produce placer al ser humano. No obstante, como la avaricia me apartaba del juego, solía jugar solo. Debe notarse en este punto que el objetivo de la avaricia no era la adquisición de bienes, sino que más bien se basaba en el temor a la pobreza, aunque quizá toda posesividad deriva de una ansiedad mal aplicada… El deseo de dinero aprisiona a muchos. Yo tomaba en consideración la utilidad y la honorabilidad. Tal vez gran parte de esto tiene sus raíces en la vergüenza de ser pobre. Ante todo, no soy arrogante ni desprecio la opinión pública, aunque desde luego mi modo de expresarme tiende a ser corrosivo.

Cuando, por ejemplo, Saturno forma aspecto con Mercurio, éste se vuelve frío, de manera que la mente se entorpece; cuando Júpiter forma aspecto con Mercurio, éste se vuelve húmedo y cálido. En el primer caso, todo se dirige a la avidez de ganancias; en el segundo, al deseo de fama y honor. Cuando Marte está a la vista, asusta. Hace que la mente se derrumbe y la arrastra a la ira, el juego, la insconstancia, los cuentos, las guerras, los excesos, la temeridad, la actividad; cosas todas que corresponden al hombre mortal: [Marte] incita al espíritu de contradicción, a la pelea, a la desaprobación de todo orden, a la crítica de las costumbres. Todo lo que abordé en mis estudios es conspicuo: acaloramiento en las conversaciones, discusión, desdén, censura de los hábitos inmorales de una persona…

(Tomado del ensayo autobiográfico de Kepler en latín, escrito en 1597, cuando tenía 25 años. La fuente es un manuscrito en latín que, aparentemente, no pretendía ser publicado. Esto explicaría la calidad tosca, apresurada, de la prosa.)